La mirada de Medusa
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Francisco Pelayo López
Doctor en Ciencias Biológicas, es investigador científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), destinado en el Departamento de Historia de la Ciencia del Instituto de Historia. Ha estado vinculado a la Université Sorbonne Nouvelle (Paris III) y ha sido profesor de Historia de la Biología en la Facultad de Biológicas de la UCM. Es miembro de INHIGEO (International Commission on the History of Geological Sciences) y autor del libro de divulgación científica Charles Darwin. De la creación a la evolución.
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La mirada de Medusa - Francisco Pelayo López
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El origen de las petrificaciones humanas: entre el mito de Medusa y la ciencia moderna
El interés por los fenómenos de petrificación que en ocasiones parecían haber actuado sobre los seres humanos comenzó a manifestarse en Europa en el siglo XVII, en un contexto histórico y cultural en el que tendría lugar el surgimiento del conocimiento científico moderno. En este periodo se fundaron y consolidaron academias y sociedades científicas, instituciones como la Royal Society de Londres y la Académie Royale des Sciences de Paris en las que sus miembros pudieron debatir problemas y fenómenos naturales y a las que se enviaban trabajos para su discusión. También comenzaron a editarse las primeras publicaciones periódicas científicas que recogían los resultados de reflexiones e investigaciones, se construyeron instrumentos científicos, como telescopios y microscopios, para estudiar los cuerpos celestes y los organismos de dimensiones microscópicas, se fijaron las bases del método científico moderno, etc. Pero, junto a los novedosos progresos del pensamiento y de la actividad científica de este siglo, pervivieron en paralelo otro conjunto de ideas colectivas enraizadas en las tradiciones grecorromana y bíblica. Así, en las obras de eruditos e intelectuales de esta época se encuentra presente la influencia del pensamiento clásico de la Antigüedad y reflejan las creencias de la mayoría de sus contemporáneos en cuanto a la validez de los relatos de la creación y del diluvio universal del Génesis. Estas dos narraciones, que eran las únicas utilizadas para explicar los orígenes y la creación de la vida, incluyendo la del género humano, limitaban la antigüedad de la Tierra a unos pocos miles de años.
En el pensamiento culto europeo de esta época que se interesó por lo que parecían petrificaciones de cuerpos y huesos humanos se pueden encontrar influencias procedentes de otro tipo de testimonios. Así, la creencia extendida entre escritores grecolatinos de que los grandes huesos fósiles que se hallaban de vez en cuando debían pertenecer a antiguos gigantes, también mencionados en la Biblia, fue corroborada por los escritores de Indias españoles. Estos autores recogieron en sus crónicas cómo en la mitología de los pueblos aborígenes de América también se atribuían las enormes osamentas a una antigua raza de gigantes. En otros casos, como las referencias a ciudades perdidas en los desiertos con todos sus habitantes transformados en piedra, las influencias podían proceder de Oriente, como la historia de Zobeida, cuento de Las mil y una noches, o la ciudad petrificada descrita por el viajero y explorador árabe del siglo XIV Ibn Battuta.
El mito de Medusa y las metamorfosis de seres humanos en piedra
Los episodios de la transformación en piedra de seres humanos narrados en la mitología clásica se encontraron presentes en el movimiento culto europeo. Por ejemplo en el arte, a través de las obras de pintores como Giovanni Battista Lodi de Cremona, Annibale Carracci, Luca Giordano, Sebastiano Ricci, etc., quienes representaron en sus cuadros pasajes con petrificaciones de diversos personajes tal como aparecían descritas en el libro Las metamorfosis de Ovidio. En esta obra, escrita a comienzos del primer siglo de la era cristiana, el poeta romano recoge cómo la arbitrariedad de los dioses, enojados con los mortales, podía provocar las petrificaciones de personas. Así, el dios Hermes sería el artífice de la conversión en piedra del anciano pastor Bato y de la joven ateniense Aglauro. En el primer caso, la conversión en piedra de Bato tiene lugar como castigo por romper el pastor su compromiso con Hermes de guardar silencio. Por su parte, Aglauro fue castigada y transformada en una roca oscura porque, tras apoderarse de ella la Envidia enviada por Atenea, se opuso a la relación entre Hermes y su hermana Herse. Es interesante el pasaje de Ovidio en el que describe el proceso de petrificación de Aglauro. Al intentar levantarse Aglauro del umbral donde se había aposentado para impedir la entrada de Hermes, una torpe pesadez le impide mover las partes de su cuerpo que había flexionado al sentarse. Aglauro pretende mantener el tronco erguido, pero las articulaciones de su rodilla están rígidas. Un frío se desliza a través de sus uñas mientras sus venas van perdiendo su sangre. Y, al igual que los males incurables se extienden por el cuerpo, sus partes sanas se fueron dañando. Un frío mortal se introdujo poco a poco en su pecho cerrando las vías vitales e impidiendo la respiración. La ateniense no intentó hablar, ni hubiera podido hacerlo aunque hubiese querido, ya que no tenía posibilidad de articular palabra. Su cuello fue petrificándose, su cara se endureció, quedándose sentada como una estatua sin sangre, de piedra oscura, manchada por sus