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Romanticismo En La Vida Y La Obra De Chopin
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Romanticismo En La Vida Y La Obra De Chopin
Libro electrónico362 páginas4 horas

Romanticismo En La Vida Y La Obra De Chopin

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El romanticismo es la filosofa, el arte y la ciencia que dejan el campo de la razn pura y se interna en el bello jardn de los sentimientos y de las emociones que slo tienen como razn suprema el embellecimiento, la expresin de la vida en toda su plenitud.
Si el clasicismo es bello porque es equilibrio, simetra, entendimiento superior y orden como el que existe en el universo: en cambio el romanticismo es algo que llega a nuestro espritu como una sonrisa de la primavera, como un despertar de los frutos en el verano, como un dolor siniestro en el invierno.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento2 oct 2015
ISBN9781506508887
Romanticismo En La Vida Y La Obra De Chopin
Autor

Doctor Adalberto García de Mendoza

El doctor Adalberto García de Mendoza nació en Pachuca, Hidalgo, el 27 de marzo de 1900 y falleció el 27 de septiembre de 1963 en la Ciudad de México. Fue reconocido como “el padre del neokantismo mexicano”. Fue profesor erudito de filosofía y música en la Universidad Nacional Autónoma de México por más de treinta y cinco años. Escribió aproximadamente setenta y cinco obras de filosofía (existencialismo, lógica, fenomenología, epistemología) y música. También escribió obras de teatro, obras literarias e innumerables ensayos, artículos y conferencias.

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    Romanticismo En La Vida Y La Obra De Chopin - Doctor Adalberto García de Mendoza

    ROMANTICISMO

    EN LA VIDA Y LA

    OBRA DE CHOPIN

    Y

    CRITICA Y COMENTARIOS MUSICALES

    ROMANTICISMO EN LA VIDA Y LA OBRA DE CHOPIN

    y

    CRITICA Y COMENTARIOS MUSICALES

    DOCTOR ADALBERTO GARCÍA DE MENDOZA

    Copyright © 2015 por Doctor Adalberto García de Mendoza.

    Editora: Elsa Taylor.

    Fotografías: Gigi Taylor.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2015916028

    ISBN:            Tapa Dura                  978-1-5065-0886-3

                           Tapa Blanda               978-1-5065-0887-0

                            Libro Electrónico       978-1-5065-0888-7

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 01/10/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    713898

    Índice

    Introduccion

    El Romanticismo

    Romanticismo En La Vida Y En La Obra De Chopin

    a. ¿Dónde Está El Alma Popular?

    b. Símbolo De Valor Y Ternura

    c. La Poesía Y La Música

    d. Un Retrato

    e. Grandes Músicos

    f. ¿Qué Es El Romanticismo?

    g. Dos Formas De La Vida El Clasicismo Y El Romanticismo

    h. Cuidad De Vuestsra Alma

    i. Recuerdos

    Ciclo Chopin

    El Romanticismo En Los Nocturnos De Chopin

    Polonesas

    a. Origen Del Bailable.

    b. El Ambiente.

    c. El Drama.

    Las Polonesas Como Espíritu De Una Nación

    a. Forma Musical.

    Primer Concierto En Mi Menor Op. 11 De Chopin

    a. Primer Tiempo.

    b. Segundo Tiempo.

    c. Tercer Tiempo.

    El Sentido Humanista En La Obra De Juan Sebastian Bach

    a. I.- La Existencia, Fuente De La Belleza Y De La Verdad.

    b. Ii.- La Contradicción, Esencia De La Existencia.

    c. Iii.- La Vida: Síntesis De Contradictorios.

    d. Iv.- Interpretación De La Obra De Bach.

    e. V.- Lao-Tseu, Bach, Hegel Y Marx: Cuatro Intérpretes De La Contradicción.

    f. Vi.- La Dialéctica De Lo Bello. (11)

    g. Vii.- Máximas Creaciones Dialécticas Del Arte.

    h. Viii.- Sentido Íntimo De La Obra De Bach.

    i. Ix.- La Vida.

    j. X.- Horizonte.

    Crítica Y Comentarios Musicales

    La Cancion Del Hogar O El Lied

    La Bella Molinera

    Canto De La Tierra

    Das Lied Von Der Erde

    a. 1.- La Canción De Embriaguez De La Miseria De La Tierra

    b. Ii. El Solitario En Otoño

    c. Iii. De Juventud

    d. Iv. De Belleza

    e. El Topo En La Primavera

    f. Vi. La Despedida

    El Oratorio Y La Misa

    a. La Expresión Gótica Y El Arte De La Simultaneidad

    b. El Estilo Barroco Y La Armonía

    c. Similitud De La Decadencia

    d. El Arte Creyente De Haendel Y El Piadoso De Bach

    La Polifonia Y La Armonia En La Misa Y El Oratorio

    a. La Polifonía Y Su Significación Estética

    El Oratorio

    La Creacion Del Mundo

    La Creacion

    Análisis De La Creacion Del Mundo

    a. Primera Parte

    b. Segunda Parte

    c. Tercera Parte

    Parsifal

    a. Un Nuevo Oratorio

    La Cancion De La Tierra

    El Valor Estético Musical Como Integración De La Persona Culta

    El Anillo Del Nibelungo De Ricardo Wagner

    a. Las Dos Versiones

    b. La Acción Dramática.

    c. Los Teatros Y La Crítica

    d. Relaciones Entre La Palabra Y La Musica

    Biografía Del Dr. Adalberto García De Mendoza

    Libros A La Venta

    Notes

    INTRODUCCION

    EL ROMANTICISMO

    Romanticismo significa expresión de lo más íntimo de la conciencia emocional. Es una forma de confesión que trata de explayar al exterior lo que atormenta al espíritu y le llena de pavor y tristeza, de religiosidad y alegría. Es la liberación de las fórmulas retóricas, la exaltación de la fantasía y el regreso a una vida intensa que se había consumido en moldes académicos.

    Rousseau y Chateaubriand habían invitado a vivir una vida individual, en donde la naturaleza despojaba al hombre de todas las armaduras que las leyes y los principios lo ataban y le impedían su más amplia libertad. En Francia, allá por el año de 1830 floreció esa nueva manera de expresarse y cuando llega Chopin a París se encuentra con un ambiente en que brillan la prosa y el verso, la novela y la trama escénica, la melodía y los fulgores de una pintura; que tienen el encanto de una verdadera revelación para sentirse libre en la manifestación del sentimiento más profundamente íntimo.

    Ya Alemania había producido, en la misma tendencia, a Schiller, Tieck Novalis, y otros que se acercaban a los pensamientos luminosos de Goethe, a la sutileza de Heine, a la profundidad estética de Schlegel; ya Inglaterra había cantado su yo interno en Wordsworth, Coleridge, Byron y Walter Scott, para rememorar las viejas leyendas y el sentido de una vivencia perdida más en la emoción que en la inteligencia. Y España, en el Romancero llevaba el gusto por el canto popular, tal como Escocia lo hiciera en su exclamación poética.

    Pero ninguna región de Europa presentaba tanto entusiasmo por esta nueva manifestación como Francia en que Víctor Hugo alabara el sentido de las catedrales góticas, Lamartine nos diera en sus Meditaciones el paisaje de la vida bohemia y De Vigny expresara en poemas la más exquisita estética del sentimiento.

    Cuando Hugo escribe Nuestra Señora de París, no deja de entonar un canto a la Catedral gótica. Es una oración llena de nostalgia, que trata de acercar al hombre a los tiempos pretéritos, en que la piedra tomaba el sentimiento para poder expresar todas las virtudes y todos los vicios.

    Hay pocas páginas arquitecturales más bellas que aquella fachada de la Catedral de Nuestra Señora de París, nos dice Víctor Hugo, en que sucesivamente y a la par, las tres puertas en forma de ojiva, el cordón bordado y festonado de los 28 nichos reales, el inmenso rosetón central flanqueado de sus dos ventanas laterales como el sacerdote en medio del diácono y del subdiácono la falta y aérea galería de arcos trebolados que sostiene una ancha plataforma sobre sus sutiles columnas; en fin, las dos negras y macizas torres con sus pechos de pizarra, partes armoniosas de un todo magnífico, superpuestas en cinco pisos gigantescos, se desarrollan a la vista de tropel y sin confusión, con sus innumerables de estatuaria, de escultura y de cinceladura unidos poderosamente a la tranquila grandeza del conjunto inmensa sinfonía de piedra, por decirlo así; obra colosal de un hombre y de un pueblo, una y compleja juntamente como la Ilíada y los Romanceros, de quienes es hermana; producto maravilloso de la acumulación de todas las fuerzas de una época, donde sobre cada piedra se ve brillar, en cien formas, el capricho del obrero; especie de creación divina, cuyo noble carácter parece haber reunido variedad y eternidad.

    Pero el poeta no podía contentarse con la descripción de la fachada de la Catedral sino que, angustiado pregunta, culpando a los hombres que han sabido destruir:

    Pero, ¿Quién ha derribado las dos hileras de estatuas? ¿Quién ha dejado vacíos los nichos? ¿Quién ha abierto en medio de la puerta central aquellas ojivas nuevas y bastardas? ¿Y quién ha tenido la osadía de adaptar aquella insípida y maciza puerta de madera, esculpida a lo Luis XV, a lado de los arabescos de Biscornette?

    Y estas interrogaciones que van buscando todas las faltas y todos los pecados que las generaciones han cometido contra la oración de piedra forjada en la edad de oro de la espiritualidad cristiana, nos van dejando en el alma ese sentido de triste recuerdo, de onda nostalgia, de vehemente anhelo hacia las cosas pretéritas que supieron poseer y el animus que guarda la conciencia más profunda del hombre.

    Chopin se encontró en este medio y recordando a su Patria querida, no con el espíritu guerrero que supiera cantar en sus Polonesas, sino con el lánguido de quién estaba en contacto de estos artistas, esculpe en el ritmo y en la frase melódica, la más sentida emoción que puede ser cantada en el teclado.

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    Frédéric Chopin

    ROMANTICISMO EN LA VIDA Y EN LA OBRA DE CHOPIN

    Conferencia pronunciada por el Dr. ADALBERTO GARCÍA DE MENDOZA, el día 25 de Febrero de 1949, con motivo del primer centenario de la muerte de Federico Francisco Chopin, organizado por el Colegio Americano.

    Sr. Director

    Sres. Profesores.

    Jóvenes alumnos:

    Cumple en este año a la humanidad el deber de recordar el primer centenario de haber pasado a la inmortalidad uno de los músicos más exquisitos que dentro de la corriente romántica se conoce: Federico Francisco Chopin. Había cumplido únicamente 39 años y ya su obra era para eternizar la sensibilidad del corazón humano. El día 22 de Febrero de 1810 nació, el día 17 de Octubre del mismo siglo expiró. Y en este lapso pequeño de tiempo la mente y la sensibilidad dieron el más bello fruto. Las melodías exquisitas, los ritmos sugerentes, toda una armonía llena de colorido y ternura. Es Chopin en la música como Shilley, la alondra que canta a la lejanía; como Dante que en himnos sabe bruñir el rugido de la liberación de su patria y como Milton, que lleva el suspiro y el llanto en la lira del dolor humano.

    Antes de hablar sobre la música romántica quiero referirme a uno de los aspectos que ahora, más que nunca, debe interesar a la juventud: el amor a la patria. De qué manera se honra a la Patria, se lucha por su liberación, sin necesidad de las armas y los instrumentos de destrucción; y cómo por el poder del espíritu se llega a este noble propósito. Ciertamente el arte, en sus manifestaciones más íntimas puede entregar a la humanidad ese llamado a la libertad de los hombres. La filosofía y la religión pueden hacer otro tanto. Y es porque la belleza lo mismo que la verdad y la justicia, pertenecen al dominio del espíritu en donde mora el imperio de la libertad. Podríamos recordar en este momento los versos más exquisitos de los mejores poetas que claman por la felicidad de su pueblo; las estatuas que se refieren a los actos heroicos más sublimes, las pinturas que saben enardecerse en figuras y colores, los himnos propios para la liberación; las piezas oratorias más penetrantes de energía, las danzas llenas de vitalidad, los templos imponentes; todas estas obras para implorar o exigir el bien de los pueblos.

    Y la serie que se encuentra en Demóstenes, Shakespeare, Beethoven, Hugo, Duncan, Rodin, nombres de genios en el dominio del arte tomados aquí y allá, nos está llamando, con vehemencia, para descubrir en sus obras el llamado a la fraternidad y a la libertad.

    Así también Chopin entra en esta vía láctea, es una estrella de primera magnitud y por ello, cuando oímos su música, nos saturamos de los más bellos sentimientos, de las ideas sugerentes de una Patria que, por el sentido histórico de su existencia, siempre nos ha representado, la más inquietante espiritualidad, el más fervoroso anhelo de virtud; forjados en el sentimiento nacional equilibrado, en la religiosidad austera y en el poder sugerente del arte. Cuando vemos a Paderewski gobernar con diligente actividad a su Patria, después de haber dado al mundo las interpretaciones más soberbias de clásicos como Bach, de románticos como Schumann y Chopin y de únicos como Beethoven; y descubrimos a través de la música del autor de las Polonesas y de los Nocturnos, no al endeble y delicado compositor, sino al vigoroso espíritu que sobre el dolor descubre el arrojo para conquistar la liberación y sobre la angustia muéstranos la rebeldía a todo lo que signifique opresión; entonces pensamos que los pueblos pueden y deben ser gobernados por los espíritus selectos cuya sensibilidad vibra al unísono de las aspiraciones de todo el pueblo.

    ¿DÓNDE ESTÁ EL ALMA POPULAR?

    Alguien ha preguntado: ¿Dónde está el pueblo?, y estos artistas han dado la contestación más firme que tratadista alguno de Derecho o de Política pudiera haber manifestado. El pueblo está en la expresión que surge del arte, en la profundidad que nace del pensamiento filosófico, en la pristinidad del intelecto que descubre horizontes de verdad en los abismos de la naturaleza y de la vida humana.

    Es por ello que las frases armoniosas de Schiller al entonar cantos de liberación, de Whitman al desbordar la vida en la exquisita expresión de la naturalez virgen y de Gorky al descubrir a la faz del mundo el dolor de la miseria; llevan todas ellas la sangre que vivifica, el sentimiento que fortalece y el espíritu que compendia en sí la rebeldía contra la injusticia y la glorificación de la verdad que tiene por estrella polar el bien de los hombres en la superación de la integridad humana.

    Hablar de Chopin, es mencionar a Polonia, es descubrir una tragedia contemporánea, es ennoblecer el espíritu patrio. Sentir el alma de los pueblos, recoger la luz de las conciencias no oprimidas que, no obstante su pasajera esclavitud material, poseen un espíritu superior al dominador porque éste cree en la fuerza y no en la virtud, se ahoga en la sangre y desprecia la vida, esclaviza su ser y ha perdido el sentimiento de libertad, va por la historia ciegamente sin la menor intuición de ese sentido espiritual de que hablara Novalis, el romántico forjador de los Cantos Espirituales.

    SÍMBOLO DE VALOR Y TERNURA

    El espíritu de Polonia descúbrese a la vista de dos símbolos: el águila blanca en la condecoración de la Orden fundada por Ladislao IV en el año de 1325, y las hogueras de San Juan salidas de la mente prodigiosa de Jan Kochanowski, en el XVI. La primera refleja el espíritu de la raza, fuerte y vigorosa. Las hogueras encarnan el sentimiento de lo popular a través de una magnífica poesía.

    Así Chopin sabe mostrar la bravura rítmica y la melodía lánguida en las obras que tienen por claro-obscuro las sonoridades magníficas del piano.

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    Cuando hemos oído con apasionamiento el vigoroso estudio Op. 25 No. 12 en allegro molto o con fuoco en do menor que parece el rugido del océano y nos hemos contagiado de la tristeza que brota del estudio séptimo de la segunda serie en un lento en do sostenido menor, descubrimos el vigor del águila que rememora al fundador de la ciudad magnífica de Cracovia, y a la vez el lánguido acento que sale de las tragedias de un pueblo cuya vida ha sido heroica en todos los tiempos.

    LA POESÍA Y LA MÚSICA

    Nada extraño es el espíritu de Chopin al sentimiento poético, profundamente triste y angustiosamente inquieto de Sep Szarzynski, ni tampoco a la delicadeza exquisita que en dramas o idilios se señala en el sentimiento de Szymon Szymonowic.

    Ciertamente no fueron los amores con George Sand los que le hicieron brotar de su corazón la maravillosa serie de inmensos poemas en estudios, el encadenamiento de emociones fugaces en preludios, ni tampoco la añoranza de la cracoviana, o los ritmos de la polonesa y la mazurca.

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    Chopin encarna el espíritu de Polonia, esa maravillosa nación que eleva culto a la belleza en conventos y en iglesias esencializando el sentido de la Basílica bizantina, la aspiración inquieta del gótico y la tendencia del gótico Vistualino con sus maravillosos tesoros de la Edad Media y del Renacimiento. Obras éstas que, como testigos de grandezas del pasado y hechos que confirman el heroísmo del presente, se erigen en el templo de San Pedro en Cracovia, en los Conventos de los Bernardinos y Benedictinos en Lemberg, en las Sinagogas de Leszniouz y en los Castillos de Wawel.

    Chopin nos recuerda la poesía popular con el encanto de su primitivismo en Karpinski y Kniaźnin; el canto heroico a la patria destrozada de Godébski y Wybicki; el poema filosófico del Obispo Woronicz y la Oda Campestre de Kozunan. Creaciones de Chopin que al principio del siglo XIX supieron románticamente profundizar su propia patria, su propio destino así como lo hicieran en poemas magníficos Keklewski, Kellontag y Trodzinki.

    Alguien ha comparado con justeza a los grandes poetas del siglo XVI de Polonia, con los exquisitos pensadores y filósofos: Shakespeare y Goethe.

    Ciertamente Mickiewicz en su Oda a la Juventud crea el libro sagrado de Polonia, un Slowacki en el Cráneo de Oro compendia la fantasía mágica de este vigoroso pueblo y Krasinski en su Comedia no Divina, surge como el revolucionario en luchas de cruenta realidad social.

    No cabe duda que al hablar de Chopin llega uno a la región de los pensamientos más íntimos, de las sugerencias espirituales más profundas en que se encuentran todos los colores y matices emocionales, las ansias de liberación de una patria tristemente sufrida y lejanamente martirizada. En cada nota, en cada frase de la obra de Chopin brota un quejido y también una rebeldía. Es la Historia de Polonia. Es la visión de este divino buscador de nuevos mundos: Copérnico o del otro visionario en los dominios de la óptica como fuera Vitello.

    A través de esta obra magna en baladas, polonesas, scherzos y valses; mazurcas, sonatas, estudios, preludios, conciertos, nocturnos y rondós, vése el alma polaca surgir radiante y al poeta del piano, entonar las más íntimas angustias que sólo un Heine, un Musset y un Nervo pudieron haber concebido.

    Su música posee el misterio del dolor y su fuerza espiritual que pocos hombres han sabido idealizar y que sólo los supremos intelectos descubren como diamantes ocultos en lo íntimo de la conciencia humana.

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    UN RETRATO

    Siempre nos ha impresionado el retrato de Chopin debido al pincel de ese inmenso pintor francés Delacroix que supiera forjar las fantasías árabes, captar la vibración luminosa del Oriente e intuir la gama infinita de colores en las puestas de sol. En el lienzo se perciben captados los más profundos sentimientos que el artista tuviera; pues en la filosofía del sentido en el amor a lo trágico, tal vez como lo canta el verso de Baudelaire, lo pule la prosa de Hugo o lo expresa la frase musical de Ricardo Strauss. En el romanticismo de ese pintor, que innovara la técnica del colorido y aprehendiera el espíritu en el más fugaz movimiento de la línea desecha en los rojos sombríos, en los azules trágicos, en las verdes llenos de misterio, se descubre la tragedia que llevara Chopin en lo más recóndito de su alma.

    Nunca más que ahora surge el espíritu de Chopin, no para ir creando romanticismos histéricos, como lo presentan la mayoría de sus intérpretes, sino para descubrirnos en el horizonte una nueva aurora con el espíritu de este pueblo, que ha tenido la suprema dicha de elevar el arte musical bajo el reinado de Estanislao Augusto, encuentra entre sus estadistas a genios artísticos como Paderewski, señala nuevas rutas al arte musical en Rogowski entre otros, y sabe interpretar, ante el oído del mundo en maravillosas creaciones pianísticas de los Rubinstein, Friedmann, Hoffmann y aún más, la excepcional clavicinista Wanda Landowska, las supremas arquitecturas sonoras del arte musical.

    GRANDES MÚSICOS

    Se citan a cuatro grandes músicos a través de la historia de Polonia: San Adalberto, el creador del Himno a la Virgen, tiene su lugar como apóstol de los esclavos, nos recuerda el canto llano de la Iglesia Romana y descubre en el siglo décimo una realidad musical que los tiempos medioevales supieron guardar religiosamente en las palabras de los grandes maestros de la Iglesia y en los pensamientos de los más profundos escolásticos. Gomolka, en esa magnífica Ciudad de Cracovia a fines del siglo XVI, entona salmos rememorando la exquisita polifonía de Palestrina, el que llevara a la cumbre el coral con el testimonio de la Misa del Papa Marcelo. Y dos siglos más tarde cuando la ópera invade Europa, Kamienski crea el primer drama musical en su propia lengua con el nombre de Consolada; y Elsner, en tiempo de Chopin da impulso al Conservatorio de Varsovia en los nuevos senderos aprendidos en la Ciudad de París.

    Chopin encarna el espíritu de Polonia más que cualquiera de estos insignificantes artistas, sus obras tienen como horizonte la trilogía magnífica de formas musicales propias de este pueblo: la polonesa, danza del más antiguo linaje, que fue dada a conocer por Kozlowski; la mazurca, casi siempre de carácter melancólico, de mayor intimidad y la cracoviana que, juntamente con los dumki, constituyen los latidos populares en ayes de lamento y liberación.

    Chopin representa a Polonia porque nadie más que él pudo haber llegado al alma de la tradición. Sus polonesas no son alardes de técnica, sino auténticas expresiones del espíritu patriótico.

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    Quien habla de esta danza, que según se cree nació en el siglo XVI, imagina los bailables y recepciones de la más pulida aristocracia polaca; a los reyes de la casa de Sajonia, en que la música va acompañada de letra, como son las polonesas de Tres de Mayo y de Kosciuszko. ¿Cómo recordamos las frases vibrantes de los maestros de este maravilloso ritmo: Koslowski, Kamienski, Wanski, Oginski, Dobrzynski, Moniuszko; serie de refulgente alarde en sentimiento de orgullo y profunda conciencia nacional.

    La mazurca también es tejida en finos arabescos que brotan del piano con la inspiración de Chopin. Ella es esencialmente popular, no está dirigida como la polonesa a los grandes señores que ceremoniosamente se entregaban a la danza; acariciando el mostacho, arrojando hacia atrás las sobremangas de sus gabanes, luciendo sus botas encarnadas sobre el verde césped y acompañados por las

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