Cómo componer canciones: Aprende la composición musical de forma muy fácil y sencilla
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Información de este libro electrónico
• La estructura de una canción: una pequeña historia resumida en minutos.
• Elementos musicales: ritmo, melodía y armonía.
• Escalas y acordes.
• Cambios de tonalidad para introducir movimiento en una canción.
• Simbiosis entre letra y melodía.
Quizá te hayas planteado la composición musical como algo más que una mera afición. También puede ser que lleves algún tiempo tocando canciones de otros autores, y que incluso tengas en el cajón algunos bocetos musicales fruto de tus largas horas de ensayo, pero que nunca han llegado a convertirse en canción. A lo mejor simplemente eres un aprendiz que empieza a dar sus primeros e ilusionantes pasos en el mundo de la música. Si siempre te ha atraído la idea de escribir canciones, pero nunca has sabido cómo empezar, este libro puede ayudarte a abrir tu mente. La creación artística nace de lo más profundo de nuestro ser. Algunos, escriben canciones por el sano placer de hacerlo, de tratar de crear algo que antes no estaba. Otros lo hacen porque necesitan descargar sus emociones y su sensibilidad en forma de canción o porque tienen la intención de ganarse la vida con ello. Los hay que componen porque están enamorados de la idea de ser compositores de canciones, aunque no sepan muy bien por dónde empezar. Y también están quienes simplemente se sienten tan atraídos por un movimiento musical determinado que quieren poner su granito de arena.
John Milton Cooper, Jr.
David Little is Associate Professor Emeritus and Fellow Emeritus at Trinity College Dublin, Ireland. He has been a regular contributor to the Council of Europe’s language education projects since the 1980s. In 2010, the National University of Ireland awarded him an honorary doctorate in recognition of his contribution to language education in Ireland and further afield.
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Comentarios para Cómo componer canciones
23 clasificaciones3 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Excelente libro, aporta herramientas muy prácticas para empezar o mejorar el arte de hacer canciones
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5gg wp ggwp g g w p g g w p
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un buen libro para aprender nuevos caminos a la creatividad, tiene muy buenas explicaciones y ejemplos que sirven de base para entender la estructura de las canciones, las ideas y el proceso creativo.
Aunque el autor especifica qué no es un libro enfocado en la teoría musical las explicaciones de ciertos conceptos teóricos no me parecen muy adecuadas y creo que para una persona sin conocimiento acerca de la teoría musical podría resultarle muy confuso. Sin embargo recalco qué es un buen libro y vale la pena leerlo.A 1 persona le pareció útil
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Cómo componer canciones - John Milton Cooper, Jr.
establecidas.
POR DÓNDE EMPEZAR
¿Cómo arranca el proceso de composición? Lo primero que has de saber es que no existe un modus operandi oficial. No hay mapas ni flechas que nos indiquen el lugar señalado ni la dirección correcta. Cada autor debe encontrar la manera con la que se sienta más cómodo. Y para lograrlo existen algunos factores influyentes como la formación musical de la persona, los gustos personales o el estado anímico particular de cada uno.
Busca tu motivación para escribir canciones
Algunos escriben canciones por el sano placer de hacerlo, de traer música nueva a la vida, de crear algo que antes no estaba. Otros lo hacen porque necesitan descargar sus emociones y su sensibilidad en forma de canción. Otros porque tienen la intención de ganarse la vida con ello. Otros componen porque están enamorados de la idea de ser compositores de canciones, aunque no sepan muy bien por dónde empezar. Algunos simplemente se sienten tan atraídos por un movimiento musical determinado que quieren poner su granito de arena. Y luego están los que escriben canciones por una mezcla de todos los motivos citados. La cuestión es, ¿qué quieres tú? ¿Por qué quieres escribir canciones? ¿Qué es lo que te motiva?
Según el impulso de cada cual existen dos rumbos principales a seguir con nuestra brújula creativa: el de comercialidad pura y el de la composición por amor al arte. Podemos movernos teniendo en cuenta el impacto que una canción va a tener entre un determinando número de personas o podemos guiarnos a través de nuestra propia satisfacción artística. También podemos impulsarnos por una mezcla de ambas aspiraciones.
► Escribir buscando la comercialidad
Si eliges esta opción lo normal es que quieras que tu obra sea capaz de llegar a un público suficiente que te permita poder dedicarte profesionalmente a la música. Esto incluye tanto la composición de canciones para terceras personas, como para un proyecto artístico propio. También ámbitos como la composición de sintonías y la música para publicidad entre muchos otros frentes.
En esencia, con la búsqueda de la comercialidad buscamos que nuestras canciones sean atractivas para el mercado. La escritura de canciones según la comercialidad requiere guiarnos a través de las tendencias musicales actuales o futuras. No tienes por qué obligarte a seguir las modas del mercado actual si no quieres. El truco está en ser capaz de adelantarte a las tendencias musicales que están por venir. Para ello has de escuchar con atención las corrientes musicales emergentes y hacer caso a tu intuición.
Tampoco hablamos aquí de una obsesión perpetua por la novedad. A menudo las tendencias musicales se cimentan en el rescate y la revisión de los estilos musicales que triunfaron en el pasado. Hay quien dice que el revival de los años ochenta ha durado mucho más que lo que duraron los propios años ochenta. Casi todo lo que se ha hecho desde hace treinta años sigue esta pauta revisionista.
► Escribir desde el corazón
Cuando componemos por amor al arte se presupone que alcanzamos un nivel de honestidad con nuestra propia obra mucho más elevado. Nuestro nivel de motivación será mayor si nos gusta lo que hacemos, si utilizamos la música como método de expresión artística, más allá de la posible contrapartida económica que podamos cosechar en un futuro.
Escribir lo que nos da la real gana puede tener un matiz egoísta, es cierto, pero es una de las mejores maneras de alcanzar la autenticidad. Y el público agradece la autenticidad. Por tanto, trabajar de esta manera también puede tener una contrapartida comercial a largo plazo.
Nunca se puede saber al cien por cien qué estilos musicales estarán de moda dentro de unos años. Si te gusta la música rock es posible que dentro algún tiempo vuelva de nuevo a despuntar (el rock siempre vuelve). Por otro lado, si odias el reggaetón no tiene mucho sentido dedicar tu tiempo a escribir canciones de este estilo por mucho que esté de moda. Nadie sabe qué estilos marcarán la pauta el día de mañana.
► Escribir desde el corazón sin dejar de lado las tendencias actuales y futuras
Ambos extremos son totalmente compatibles. Existen múltiples matices intermedios para satisfacer las necesidades divinas o terrenales de cada uno. Esto quiere decir que un autor puede escribir según su filosofía artística, abarcar los géneros con los que se siente más cómodo a nivel personal y utilizar la música como válvula de escape emocional, al mismo tiempo que se guía por su intuición comercial.
El germen de una canción
El acto de empezar a componer una canción tiene un fuerte impulso motivacional. Este impulso es prácticamente idéntico a aquel que te hace saltar del sillón y empezar a bailar cuando te suena aquella canción que tanto te gusta. Porque ambos fenómenos tienen muchísimo en común. Me refiero al anzuelo creativo y al anzuelo pegadizo como potentes motores musicales.
Anzuelo creativo: el embrión de la canción
Pongámonos en situación. Imagina que estás tranquilamente escuchando música en la radio de tu coche mientras conduces. O bien estás en la ducha escuchando la radio. O quizás en una discoteca. Da igual. La cuestión es que de pronto algo en la canción que suena llama tu atención: un fragmento de música, una frase, un sonido, un estribillo, una línea de bajo, el alarido de un cantante. Sea lo que sea, a partir de ese momento te enamorarás de la canción y querrás escucharla una y otra vez (o la odiarás y no podrás quitártela de la cabeza). El pez ha picado el anzuelo pegadizo. Ni que decir tiene que en esta metáfora el pez eres tú.
Este mismo proceso se repite a nivel compositivo:
Imagina que estás practicando con la guitarra o el piano en tu casa, quizá improvisando sobre una armonía, o incluso ensayando con tu banda en el local. Puede que estés intentando descubrir los acordes de una de tus canciones favoritas. De pronto algo de lo que emerge de tu instrumento capta tu atención: un sonido, una melodía, una frase, una idea. El pez ha picado el anzuelo creativo. En este caso, el pez es el embrión de una nueva canción. De tu nueva canción.
En la jerga musical se utiliza el término inglés hook para definir ambos procesos. Teniendo en cuenta el significado de la palabra (gancho, anzuelo, garfio) la simbología está bien traída. En definitiva, se trata de algo que atrapa tanto al oyente como al compositor. Este fragmento musical puede ser una figura melódica, pero también un ritmo, una sonoridad determinada, un verso, una frase o una palabra que llama poderosamente la atención.
Pero de alguna manera estos dos procesos (anzuelo creativo y anzuelo pegadizo) son dos fenómenos sustancialmente diferentes, si bien es cierto que guardan una relación muy estrecha. Como oyentes, el anzuelo pegadizo es un elemento dentro de la canción que nos atrapa. Como compositores, el anzuelo creativo es un proceso interno, un fenómeno de comunicación con nuestra propia identidad artística.
En este último caso hablamos de una idea sugerente que el compositor utiliza como punto de partida, el primer paso que lo impulsa a iniciar una nueva canción, o un elemento aislado dentro de la misma (como pueden ser un estribillo, una línea melódica, algún arreglo, una progresión de acordes o una secuencia rítmica).
Anzuelos creativos como elementos pegadizos
En ocasiones ambos elementos musicales pueden acabar coincidiendo. El anzuelo creativo que el compositor utiliza como arranque puede terminar siendo aquel fragmento musical que impacte en la percepción del oyente. De ahí que a veces la jerga musical no diferencie entre ambos conceptos.
¿Pero debe ser siempre así? ¿Un anzuelo creativo debe ser un elemento pegadizo dentro de la canción? No. Aunque ambos fenómenos puedan coincidir, un autor no tiene por qué componer preguntándose si aquella idea que impulsa su creatividad será lo suficientemente pegadiza para el público.
En la música popular tenemos multitud de ejemplos donde a todas luces los anzuelos creativos terminaron siendo los elementos pegadizos principales de la canción, y muchos otros donde se puede sospechar que esto no fue así.
Veamos algunos casos:
El tema «Life in the fast lane» (The Eagles) no sólo es un ejemplo claro de canción cuyos elementos pegadizos fueron el punto de partida del proceso de composición. También es un ejemplo de cómo varios anzuelos creativos pueden llegar a través de distintas vías de inspiración y confluir en una sola obra. El propio grupo explicaba en el documental History of the Eagles los dos elementos que utilizaron como anzuelos creativos:
El riff principal de la canción es un elemento presente a lo largo de toda la estructura, con especial incidencia en la introducción y en los enlaces instrumentales. Este riff del que emerge todo el desarrollo armónico del tema no era más que un ejercicio que el guitarrista Joe Walsh utilizaba para calentar. Walsh nunca le prestó demasiado valor hasta que sus compañeros Don Henley y Glenn Frey lo escucharon. El fragmento melódico llamó la atención de los músicos como oyentes (ejemplo de anzuelo pegadizo) y seguidamente lo utilizaron como germen de una nueva canción (ejemplo de anzuelo creativo).
El título de la canción, que a su vez es el fragmento pegadizo principal del estribillo, también tuvo su origen en un momento de inspiración puntual durante un trayecto en autovía según recuerda el autor. En un principio fue una simple idea ocurrente que el músico comentó con su copiloto para justificar su elevada velocidad en el carril rápido. Enseguida se dio cuenta de su potencial y terminó utilizándola como metáfora conceptual de la canción.
El tema «You Know I'm No Good» (Amy Winehouse) es uno de esos ejemplos donde no podemos asegurar a ciencia cierta si sus elementos pegadizos comenzaron siendo los anzuelos creativos impulsores. Junto a la enorme calidad de la voz de la cantante hay muchos otros componentes que destacan, como pueden ser los arreglos, el sonido y el ambiente general del tema. Los arreglos de viento, por ejemplo, son sin duda uno de los detalles más llamativos. ¿Pero podemos asegurar que la autora comenzó a escribir la canción desde esos mismos arreglos? No. De hecho, es bastante más probable que estos arreglos sean incorporaciones posteriores aplicadas durante la fase de producción.
¿Cómo nace una canción?
No es fácil explicar de dónde vienen las canciones porque cada una emerge de forma distinta. ¿Cómo llega un compositor a ese estado creativo? ¿Qué elemento termina inspirando a un músico para que germine en su interior la idea que arranca el proceso creativo?
El impulso del proceso creativo no tiene un interruptor de encendido y apagado. No estamos hablando de un coche. Si has intentado escribir una canción y te has quedado en blanco sabrás a lo que me refiero. Un anzuelo creativo puede llegar a través de múltiples formas. Puede ser un pequeño fragmento musical que te llama la atención durante la improvisación. Puede ser aquel riff con el que sueles calentar los dedos en tu guitarra, o un sonido particular que un buen día consigues experimentando con tu módulo de efectos. Puede ser que, al cambiar de instrumento, esa nueva sonoridad haya traído a tu mente pasajes distintos a los que estás acostumbrado.
Puede ser cualquier cosa, también canciones de otros artistas. De hecho esta suele ser una fuente de inspiración habitual. Cuando escuchamos una obra por primera vez es muy frecuente que su desarrollo armónico nos sugiera una melodía distinta a la que está sonando. Cuando esto ocurre puede saltar la chispa creativa.
Una idea matriz también puede consistir en palabras: una frase que hayas escuchado en una película, una conversación que hayas tenido, un libro que hayas leído, etc. No hay ninguna estadística que señale que las ideas matrices vengan mayoritariamente en