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El músico consciente
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Libro electrónico246 páginas4 horas

El músico consciente

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Información de este libro electrónico

Una revolucionaria propuesta para enseñar y aprender música. El músico consciente es una obra orientada a modificar por completo la percepción que tienen maestros, padres y alumnos sobre la enseñanza-aprendizaje de la música. Paulina Derbez ha aplicado su propia experiencia para tejer una obra que es un manual de estudio y una síntesis del verdader
IdiomaEspañol
EditorialEditorial Ink
Fecha de lanzamiento31 ene 2019
El músico consciente
Autor

Paulina Derbez

Inició sus estudios de violín en la Academia Yuriko Kuronuma. Viajó a Lugano, Suiza, para realizar estudios de perfeccionamiento en el Conservatorio della Svizzera Italiana, bajo la tutela de Carlo Chiarappa, y en la Academia D’ Archi Vivaldi con la maestra Susan Holm. En tres ocasiones fue becada por el FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes). Ha realizado conciertos en países como Japón, Colombia, Francia, Italia, Alemania, Canadá y México, entre otros, como solista y en ensambles camerísticos y sinfónicos. Ha creado música para espectáculos teatrales tales como El Ave Fénix, producción suiza en donde también destacó como actriz, y para el espectáculo de danza Cuerpo impulso, el cual se presentó en el Harbour Front Centre Festival de Toronto, Canadá. Es la creadora del método de pedagogía musical ''El músico consciente''. Ha impartido cursos en la Escuela Rudolf Steiner de Lugano, Suiza, el Festival Internacional de Música de Morelia, la Academia Yuriko Kuronuma de la Ciudad de México, entre otras instituciones. Actualmente radica en Toronto, Canadá donde es miembro de la Ontario Philharmonic, bajo la tutela del director de talla internacional Marco Parissotto, y del Ensamble de Música Contemporánea Pulse. En 2012 estrenó con gran éxito su concierto multidisciplinario unipersonal Shika: out of the silence the sound is born, en la Universidad de Toronto.

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    El músico consciente - Paulina Derbez

    El músico consciente

    Paulina Derbez

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    A Martin e Isabella

    AGRADECIMIENTOS

    La publicación de El músico consciente ha sido posible gracias a todas aquellas personas que han contribuido en mi desarrollo tanto profesional como personal. Mi más profundo agradecimiento a María Rosas por haber creído en este libro y a la editorial Ink por haberlo publicado. Gracias a Silvia, mi madre, por haberme iniciado en este maravilloso mundo de la música y por su apoyo a lo largo de estos años. Envío un agradecimiento sincero a todos mis maestros de música y de violín, en especial a Carlo Chiarappa por haberme llevado a crear una nueva forma de estudio instrumental. Gracias a Fides Krucker por trasformar mi relación con la música, la voz y el violín. Gracias a Marco Parisotto, Mónica Anguiano, Aarón Bitrán, Fabienne Tamó, Gabriel Pliego y Federico Bañuelos por haberse tomado el tiempo de leer El músico consciente y haberme regalado sus valiosos comentarios. Agradezco a Adarsa Chakra, sensei que me enseñó el arte del shiatsu zen, un arte que goza de una relación latente y profunda con el mundo musical. Mi más sincero agradecimiento a Crystal Pomeroy por su amistad y enseñanzas, claves en mi desarrollo personal y profesional. Por último mi eterno agradecimiento a Martin Boyd, mi esposo, por su apoyo incondicional y por haberme acompañado en el nacimiento, desarrollo y materialización de El músico consciente.

    A Martin e Isabella

    PRÓLOGO

    LA MÚSICA DE LAS ESFERAS

    Jorge Volpi

    Hace más de 25 años que me dedico a la literatura y, sin embargo, siempre me he considerado, por encima de todo, un músico. Un músico frustrado. Tres o cuatro años antes de que tomase la decisión de convertirme en escritor, cuando tenía apenas trece, descubrí la música —o debería decir: la redescubrí— gracias a las conversaciones con uno de mis compañeros de escuela. A esa edad, mi amigo era ya un experto en música clásica y, para mi asombro, no sólo conocía los nombres de algunos compositores —mi padre siempre nos hacía oír a Beethoven, Mozart o Verdi a la hora de la comida y nos hacía adivinar sus obras—, sino que distinguía toda clase de sutilezas que a mí se me escapaban y, para colmo, poseía una rica colección de discos, en especial de Mahler y de Bruckner. La competencia adolescente con él me llevó a apreciar la música de una forma única, al grado de que hasta el día de hoy sigo considerándola la mayor de las artes, muy superior, me temo, a la escritura de cuentos y novelas.

    Pero si digo que soy un músico frustrado, y que en realidad entonces redescubrí la música de concierto, es porque mucho antes, entre los cinco y los 10 años, mis padres intentaron que yo aprendiese a tocar algún instrumento. En todos los casos, fracasaron. Tras largas horas en la escuela, lo que menos me interesaba era pasar la tarde aprendiendo de memoria notas o reglas armónicas que en el fondo nada decían para mí. Al cabo de ese tiempo, terminé abandonando la ejecución de modo definitivo. ¿Definitivo? Quién sabe, pues luego de leer el libro de Paulina Derbez estoy seguro de que más adelante, en algún momento, habré de recuperar el tiempo perdido.

    Como fuere, el azar hizo que, unos años más tarde, el primer trabajo de mi vida fuese como coordinador de asuntos escolares —horarios, clases, calificaciones y esas cosas— en la Escuela de Música Vida y Movimiento, una de las mejores en su época en la ciudad de México. Allí no sólo tuve la oportunidad de acercarme otra vez a la música —disfrutaba enormemente los ensayos de la orquesta, por ejemplo—, sino que logré hacer algunos de los mejores amigos que he tenido —todos músicos profesionales.

    Entre ellos se encontraba Paulina Derbez quien, junto con sus hermanas, formaba un trío inseparable. Ella era, desde entonces, una de las alumnas más talentosas y aventajadas de la escuela, si bien su educación formal había sido, por decir lo menos, bastante particular. Hija de un renombrado psicoanalista, había sido educada en casa, lo que la dotaba a ella y a sus hermanas de un aura de extrañeza no exenta de atractivo. Luego, tal como ella misma cuenta en el prólogo de El músico consciente, se fue a vivir a Suiza para perfeccionar sus estudios, mientras un poco más tarde yo haría lo mismo en España.

    Desde entonces, nuestros caminos se encontraron sólo de manera ocasional, rápidas citas en México en medio de sus viajes o los míos. Cuando por fin me escribió para comentarme que había escrito un libro, no pude sino sorprenderme. Y más al terminar de leerlo, pues no sólo porque se trataba de una obra deslumbrante, destinada a cambiar por completo la percepción de la educación musical que poseen padres, maestros y alumnos, sino porque su enfoque, centrado en el cerebro y las emociones, coincidía con temas que siempre me han apasionado y que aparecerán pronto en el libro —en muchos sentidos paralelo— que he escrito en torno al cerebro y a la ficción literaria.

    En El músico consciente, Paulina Derbez ha aplicado su propia experiencia, como alumna, como maestra de música y como ejecutante profesional, para tejer una obra que es a un tiempo un manual de estudio y una generosa síntesis del verdadero significado de hacer música. Sólo si comprendemos, como ella, que la música no es ni un divertimento ni una obligación, ni un placer anodino ni un mero despliegue técnico, sino una parte fundamental de la vida humana —y de nuestra vida interior—, como ella sugiere, seremos capaces de comprender su importancia. Y de convertirnos, quizás, no sólo en músicos conscientes, sino escuchas inteligentes y sensibles.

    Estructurado en dos partes, teórica y práctica, se permite reflexionar a profundidad sobre el carácter de la música, a la vez que prodiga valiosos consejos sobre cómo estudiarla y ejecutarla. Todo problema musical se resuelve primero a nivel mental: esta frase, descubierta en un momento de frustración, cambió para siempre el punto de vista de Paulina Derbez sobre su actividad y resume perfectamente el enfoque de su libro. En efecto, la música se encuentra en el cerebro, y en ninguna otra parte. Pensar la música, oírla —y ejecutarla— en nuestra mente es un proceso indispensable para convertirla, luego, en parte de la realidad.

    A lo largo de El músico consciente, se desmenuzan nociones básicas relacionadas con la música que la costumbre o la inercia han anquilosado y que es necesario repensar. Desde la naturaleza misma del sonido a la del sentimiento, de la música como puente entre el mundo y la conciencia, Paulina Derbez desempolva viejos conceptos, renueva su apreciación de ellos y, a la vez, los aplica en útiles ejercicios que de seguro ayudarán a los estudiantes de música a evitar la frustración, el estrés y el pánico escénico, a gozar y vivir la música, a comprenderla y, por ello, a la larga, a convertirse no sólo en mejores intérpretes, sino acaso en mejores seres humanos.

    El músico consciente es una obra que será útil no sólo para los estudiantes y profesionales de la música, sino para todo aquel que desee conocer y disfrutar más profundamente de sus prodigios. Estoy seguro que, de haberlo leído a tiempo, ahora yo no sería un músico frustrado. Del mismo modo que, después de leerlo, lo soy cada vez menos. Todo esto debo agradecérselo a Paulina Derbez.

    PREFACIO

    Hay momentos en la vida en los que tomamos decisiones sin saber exactamente a dónde nos pueden llevar. Sin embargo, las llevamos a cabo porque sentimos que son necesarias para crecer en nuestras vidas. Esto es justamente lo que me aconteció a la edad de 19 años cuando decidí empacar mis maletas y seguir esa voz interna llamada intuición. Así, en enero de 1993 tomé un avión que me llevó de México – donde había vivido hasta entonces – a los Alpes suizos, a un lugar llamado Lugano.

    Lugano es una pequeña ciudad ubicada en la parte italiana de Suiza. Está rodeada por lagos y montañas. Es en verdad una ciudad hermosa. Sin embargo yo no pude apreciar su belleza en el momento de mi llegada. Estaba tan nerviosa y titubeante de lo que me esperaba que sólo vi un lugar desconocido y hostil.

    En el aeropuerto me recibió el hombre que iba a ser mi maestro los siguientes tres años; la persona clave que, sin saberlo, contribuyó a la creación de una nueva forma de estudiar y percibir el mundo musical.

    Al cabo de un tiempo me empecé a sentir más afín al lugar y a mi nueva situación. Las clases con mi maestro iban muy bien. En los primeros seis meses se dedicó exclusivamente, como lo hacía con todos sus alumnos, a mejorar mi aparato técnico. Al mismo tiempo vivía con una familia italiana muy amable y recibí una beca para continuar con mis estudios en el conservatorio. Todo parecía funcionar de maravilla.

    Al terminar mi periodo de estudio exclusivo de la técnica, el maestro me designó una obra musical. En ese momento regresé dos meses a México donde tuve que preparar la pieza para el próximo periodo escolar. En ese instante me di cuenta que… ¡no sabía estudiar! Pues por más que repetía la pieza, de una manera o de otra, el resultado de cada estudio era un cúmulo de tensiones mentales y físicas. Así, el preparar la pieza fue casi imposible pues todos los errores de estudio previos a mi periodo de técnica estaban brotando uno tras otro. No tenía idea de cómo resolverlos. Además tenía pavor de regresar a Suiza pues sabía, en lo profundo de mi ser, que al llegar a Lugano tendría que subir una gran montaña: el enfrentar el hecho de no saber estudiar. A pesar de ese miedo, sentí que debía volver. Una vez más escuché la voz de la intuición, la cual me llevó a tomar el avión de regreso a Lugano.

    Esta segunda vez que llegué a Suiza, todo fue muy diferente. Ya no vivía con la familia italiana; compartía una casa con otros compañeros, quienes estaban casi siempre ausentes. Me sentía muy sola, triste y con el miedo de subir la gran montaña que me acechaba. Mi método de estudio en aquella época consistía principalmente en repetir los pasajes musicales de lento a más rápido o viceversa. No tenía idea alguna de cómo utilizar mi mente, emociones y cuerpo en el estudio cotidiano. Era una ignorante al respecto. Por esta razón sufría de grandes tensiones musculares, provenientes de una presión mental y emocional, al tocar el violín. Bajo estas condiciones llegué a la primera clase con mi maestro. Me sentía muy nerviosa y con miedo a equivocarme. Y así fue: empecé a cometer un error tras otro. Mi maestro se impacientó y en ese momento me dijo que si no mejoraba mi técnica y expresión para la próxima clase, mejor ni regresara. Obviamente esto me hizo sentir mucho peor por lo que salí llorando de esa sesión. Esta escena se repitió en clases subsecuentes, provocando que mis ánimos de estudiar se fueran al suelo. Para mi profesor era un hecho que yo debía llegar a las clases con el material muy bien preparado, como todos los demás alumnos de su clase, la cual era siempre abierta al público. Pero para mí, la realidad era muy distinta. No tenía idea de cómo abordar una pieza para llegar a dicho resultado. Esto me hacía sentir frustrada y triste tanto en clase como en el estudio en casa. Era como si mi verdadera fuerza interior estuviese dormida. Esto fue justamente lo que empezó a desesperar a mi maestro y lo que causó que la mayoría de las clases con él se convirtieran en un sufrimiento para ambos. Sin embargo, gracias a ese periodo tan difícil de mi vida como estudiante, mi mente empezó a despertar. Me di cuenta de que no estaba tocando como yo realmente podía y que tenía que hacer algo al respecto. Así, dio inicio el periodo de búsqueda para lograr mi meta: la creación de un nuevo método de estudio que me guiara a tocar con mi verdadero potencial artístico.

    Este querer hacer algo para mejorar mi modo de tocar empezó a provocar cambios drásticos en mi inconsciente. Como consecuencia de esto y debido a la tensión acumulada durante esos años sufrí una lesión en una de las manos por lo que dejé de tocar dos meses. En ese periodo me dediqué a curarla con terapias alternativas e hice un curso de danza eurítmica. De alguna manera me sentía más relajada pues era verano, por lo que con toda tranquilidad me podía dedicar a mí misma y a mi propia recuperación.

    En uno de esos días de verano, me encontraba por la calle caminando; reflexionaba sobre el porqué sufría de tantas tensiones al tocar y las causas que me impedían disfrutar el estudio cotidiano. Al llegar a mi casa tuve el impulso de tomar el violín entre mis manos y tocar. En el momento que tomé mi instrumento, la sensación de inseguridad empezó a aflorar desde mis adentros. Al tocar, la voz de mi maestro se hizo presente. Era como si estuviera en ese momento juzgándome por cada error cometido – ¡incluso antes de que los cometiera! Me di cuenta de que su actitud negativa respecto a mí era tan fuerte que yo la había hecho parte de mi realidad musical. De repente, surgió de mi mente el siguiente pensamiento:

    Todo problema técnico o musical se resuelve primero a nivel mental

    Fue un momento glorioso para mí. Había escuchado lo que iba a ser el inicio de una renovación total en mi estudio personal. Me sentía feliz pues supe en ese momento que el cambio estaba por iniciarse. Fue un cambio que transformó no sólo mi manera de estudiar sino también mi manera de enseñar y vivir la música.

    Todo problema técnico o musical se resuelve primero a nivel mental. En ese instante dicho pensamiento revolucionó mí modo de ver el mundo sonoro. Algo impresionante me sucedió en ese momento: al cerrar los ojos me vi a mí misma… ¡tocando tensa! Claro, el hecho de que todo el mundo me decía que estaba rígida al tocar hizo que mi mente lo registrase como una verdad total y absoluta. Era como si mi sistema de creencias hubiera tomado los juicios de los demás como mi realidad. Trataba de mejorar esa realidad con soluciones externas tales como bajar los hombros al tocar o estudiar retos técnicos, como el vibrato, de una y mil formas. Obviamente esas soluciones no eran suficientes ya que sólo eran temporales y limitaban mi potencial en vez de desarrollarlo. El darme cuenta de que yo me veía como un ejecutante tenso al tocar el violín me hizo reflexionar de tal manera que decidí que tenía que cambiar la imagen mental de mí misma al ejecutar mi instrumento musical. Fue claro que los problemas que surgían durante mis clases se debían a mi manera de estudiar.

    En fin, ese momento fue revelador para mí. Fue como si algo dentro de mi ser se hubiera colapsado. Esta parálisis interna dio espacio a una nueva forma de ver y de solucionar cualquier problema aparente. A partir de entonces empecé a aplicar esta nueva visión en mi estudio cotidiano del violín. Se trataba de un enfoque en el que empezar a aplicar mi potencial mental constituyó un elemento revolucionador dentro de mi práctica diaria.

    En ese mismo tiempo tuve la gran fortuna de conocer a la que sería mi maestra por los siguientes dos años y medio. ¡Es increíble como a partir de un cambio interno todo a nuestro alrededor empieza a cambiar de igual manera! El encuentro con ella, quien tenía una energía muy positiva y era muy entusiasta, marcó un inicio en el que yo ya no estaba dispuesta a dejar que las opiniones ajenas afectaran la imagen que yo tenía de mí misma como artista. Finalmente empecé a

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