LA BATUTA MÁGICA
DIFÍCIL PARA LOS NO EXPERTOS CALIBRAR la importancia de un director de orquesta. Digamos que el valenciano (1976) Gustavo Gimeno, integrante de esa generación de compatriotas –Pablo Heras-Casado, Juanjo Mena– que se desprendieron de históricos complejos para decidirse a coger la batuta y conquistar a orquestas y públicos de todo el mundo, es sin duda uno de los españoles más reconocidos internacionalmente. Dirige la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo y la Sinfónica de Toronto y recibe encendidos elogios allí donde es invitado, como ocurrió el pasado octubre en su debut al frente de la Filarmónica de Berlín. Normal, dicho sea de paso, que apenas pase tres meses al año en su casa de Ámsterdam, ciudad a la que acudió, cuando, aún adolescente, soñaba con ser percusionista. Lo logró, con de Serguéi Prokófiev.
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