i se hubiese presentado a un concurso de jóvenes talentos –algo que, para empezar, no va con ella, porque está en las antípodas de la competitividad–, Sílvia Pérez Cruz (Palafrugell, 1983) lo hubiera ganado por goleada y por superdotada para la música, pero su vida artística hubiera sido muy diferente. Seguramente ese diamante en bruto que destellaba con cuatro añitos hubiese sido pulido para engastarlo en los gustos sonoros del momento. Sólo de pensarlo se le ponen los pelos de punta. Y es que Sílvia es de otro planeta: el suyo. Premio Nacional de las Músicas Actuales, y una de las voces más singulares y auténticas, lo mismo saca su tono más cálido cantando que se arranca con una jota. Cocina sus canciones a fuego lento, poniéndoles sentido y sensibilidad. El último disco le ha llevado tres años, que cree que es un tiempo razonable para alumbrar un trabajo y a la urgencia de la lista de. Con su abrumadora modestia, no sabe por qué disfruta de esta concesión, pero agradece infinitamente que en la discográfica –ha sido fichada por Sony Music– le respeten esta forma de entender el proceso artístico. Aunque debería darle que pensar que firmas como Juan Quintero, Natalia Lafourcade, Liliana Herrero, Carmen Linares, Pepe Habichuela o Salvador Sobral hayan estado encantados de participar en este disco. «Es verdad que se me respeta mucho, y eso para mí tiene un valor brutal. Que artistas mucho más conocidos que yo miren con amor lo que hago y les inspire me llena de orgullo». Hablamos con la poetisa de la canción más ecléctica y versátil del panorama español y que mejor trasmite emociones, ya sea con la guitarra, el piano o a capela.
