¡Corre, Carlitos….Corre!
Por Gladys Alicea
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Es la historia de un nio llamado Carlitos y su pequea hermana
Anabelle. Ambos a muy temprana edad se ven atrapados en las garras
del maltrato y el abuso infantil. Sin embargo, luchan con todas sus
fuerzas para combatirlo. El coraje y la tenacidad de Carlitos se ponen
a prueba en todo momento, pues su objetivo principal es proteger a
su adorada Anabelle, a toda costa y al precio que sea. La historia es
narrada principalmente por el nio, que nos revela como enfrentaron
la situacin y como lograron superarla para darles a sus vidas una
nueva luz de esperanza.
Gladys Alicea
Gladys Alicea nació en la ciudad de Nueva York, en los Estados Unidos de América. Años más tarde, su familia decide regresar a Puerto Rico donde se establece su residencia permanente. Cursa sus estudios primarios y secundarios en el pueblo de Loíza. Sus estudios universitarios los realizó en la Universidad de Puerto Rico donde obtuvo un bachillerato en Ciencias Generales. Posteriormente, se gradúa de la Universidad del Sagrado Corazón donde obtuvo un bachillerato en Química. Sirvió por más de 30 años en prestigiosas Compañías farmacéuticas en Puerto Rico, donde trabajó como Químico, Supervisor y Gerente respectivamente. Actualmente se desempeña como Consultora de Calidad alrededor del mundo. Es autora del libro “¡Corre, Carlitos…..corre!” (2014).
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¡Corre, Carlitos….Corre! - Gladys Alicea
Copyright © 2014 por Gladys Alicea.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2014906137
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-8187-5
Tapa Blanda 978-1-4633-8189-9
Libro Electrónico 978-1-4633-8188-2
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de revisión: 22/05/2014
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Dedicado a todos los niños y jóvenes del mundo.
"Guárdame como a la niña de tus ojos;
Escóndeme bajo la sombra de tus alas,"
Salmo 17-8
¡H ola! Me llamo Carlitos, tengo 13 años y esta es mi historia. No es como los cuentos de hadas. Mi historia es triste y dolorosa. Mi historia duele, como duelen las heridas que no se pueden remover con agua y jabón, porque se llevan muy adentro. Porque están muy bien enterradas, alimentándose de mi cada día. Mi historia no es fácil de contar, porque al hacerlo recuerdo cosas que quisiera olvidar. Pero es necesario, porque quisiera pensar que al hacerlo, de algún modo, sano mis heridas. ¿Y quién sabe? Tal vez pueda ayudar a alguien a romper su silencio.
Comienzo mi relato cuando apenas cumplía unos cinco años. Yo era un niño muy alegre y estaba muy emocionado porque ese día, mi madre traería a la casa a mí recién nacida hermana, Anabelle. Mi padre recogía la pequeña casita que teníamos campo adentro, en un pequeño pueblo cafetalero en Puerto Rico. Era una casita muy pequeña de madera. Apenas tenía dos cuartos, un pequeño baño, una cocinita muy estrecha y un balconcito en el cual mi Papá se mecía todas las tardes, en su viejo sillón. La casita tenía un pequeño jardín muy bien cuidado por mi madre. Las rosas de múltiples colores que se daban en él eran la envidia de todo el vecindario. Mi padre era de tez morena, su pelo era lacio y negro como el mío. Era un hombre alto, delgado y trabajador. ¡Sí, mi padre era muy trabajador! El construyó con sus propias manos la casita que teníamos. Lo hizo poco a poco, porque era muy poco lo que ganaba en el Cafetal de Abu, donde trabajaba de sol a sol. Mi abuelo Abu, que contaba con muchas cuerdas de terreno, nos regaló un pedacito de tierra donde vivir. El ánimo de mi padre dependía de cuantas horas trabajaba al día. Si le reducían la jornada, mi padre se encargaba de reducirla aún más embriagándose en el bar del pueblo. Él no era feliz con su trabajo, ni con su vida, en las noches, mientras se mecía en su viejo sillón, me sentaba en su regazo para decirme la misma frase de siempre: "Sabes hijo, Don Abelardo¹ tenía razón, cuando decía: que nos sacan el jugo como gabazo de caña
y luego nos votan, como si no hubiéramos dejado nuestras vidas en el trabajo. Nos quitan nuestros mejores años sin piedad para luego lanzarnos a la calle, a nuestra suerte. Pero, ¿qué vas a entender tú? Tú, solo sabes perder el tiempo pintando porquerías."
Y tenía razón, yo no entendía mucho de lo que hablaba mi padre. Solo sé que se fue convirtiendo poco a poco en un hombre apagado, amargado, huraño y alcohólico. Tal vez era muy pequeño y mis prioridades eran otras. La de hoy, era conocer a Anabelle. ¡Estaba muy ansioso por verla! Ella sería mi compañera de juegos, mi confidente, mi cómplice, mi consentida. Ella sería mi mejor amiga. ¡Y nos vamos a querer hasta la muerte! Finalmente, llegó envuelta en franelas rosadas. Mi madre lucía un listón rosado en su cabeza. ¡Ella era tan hermosa para mí! Mi madre era muy dulce y sus labios eran suaves y rosados. Tenía el pelo dorado como el Sol y rizado con una tez muy blanca como la mía. Al verme me sonrió con sus hermosos ojos azules de mar mientras colocaba a Anabelle en una pequeña cunita que estaba en una esquina del cuarto. Luego, mi mamá se acercó a mí, me besó y me abrazó tiernamente. Y yo pensé en ese momento, que era el niño más afortunado del mundo, porque era muy querido por mi mamá. En ocasiones, hay pequeños que sienten celos de los bebes que llegan al hogar, pero yo, estaba feliz y ansioso de conocer a mi nueva hermana, Anabelle. Mi madre se recostó lentamente en la cama con la ayuda de mi padre, que solo se quejaba por la boca adicional que tendría que alimentar. Y yo, me fui acercando poco a poco a su cunita. Estaba tan cubierta de franelas rosadas que apenas podía verla. Fui muy despacio, removiendo poco a poco la franela que tapaba su rostro. Cuando la vi, mi corazón quería saltar de mi pecho. Ella me agarró uno de mis dedos y lo apretó muy fuerte. Y yo, abrí enormemente mis ojos cafés de la emoción. Sentía que ella me reconocía y cuando la llame Anabelle, abrió sus ojazos azules y supe de inmediato, que sería su esclavo por siempre. Diosito nos había regalado un ángel. ¡Un ángel de luz! Su pequeño rostro era muy blanco como la luna, sus labios eran muy rojos como un tomate fresco y sus mejillas eran muy rosadas. Tenía mucho pelo dorado y rizado. Y sus ojos, eran tan azules como el mar. Era mi mami en miniatura. ¡Era tan hermosa, mi grillita dorada! Mi corazón no dejaba de latir con fuerza y yo sentí, que ella me reconocía y me aceptaba. Luego, sentí el brusco jalón de mi padre. Decía que debíamos dejarlas descansar. Apenas me pude despedir de Anabelle, besé a mi madre segundos antes de que mi padre me sacara bruscamente del cuarto. Si mi padre no me hubiera