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Libro electrónico117 páginas1 hora

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Esta corta historia cuenta sobre Juan Marcos y su caballo Decidido, además de algunos jóvenes de Galilea en un tiempo muy temprano de nuestra historia. Las tribulaciones que pasaban en su diario vivir no se comparan con las de hoy en día, sólo el derecho que les daba como ciudadanos de ese muy especial territorio hebreo, la cercanía a su amada c

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento26 ago 2021
ISBN9781640869752
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    Séptima - José Manuel León López

    Septima_-Portada.jpg

    SÉPTIMA

    JOSÉ MANUEL LEÓN LÓPEZ

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    El contenido de esta obra es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente las opiniones de la casa editora. Todos los textos e imágenes fueron proporcionados por el autor, quien es el único responsable por los derechos de los mismos.

    Publicado por Ibukku

    www.ibukku.com

    Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico

    Copyright © 2021 José Manuel León López

    ISBN eBook:

    ÍNDICE

    Introducción

    Capítulo 1

    Nace un guerrero en «Casa de pesca»

    Capítulo 2

    Eres único Simón –muy especial–

    Capítulo 3

    La ciudad del renuevo

    Capítulo 4

    La herencia de Juan y el viaje a Nazaret

    Capítulo 5

    Mi amigo Jesús y las visiones de Juan

    Capítulo 6

    La ciudad del consuelo

    Capítulo 7

    El primo de Jesús y el viaje a la ciudad amada

    Capítulo 8

    La oposición para adorar al Señor

    Capítulo 9

    Jesús discierne la adversidad

    Capítulo 10

    El desprecio por las mujeres y la visión de Jesús

    Capítulo 11

    Las preguntas de Jesús y las visiones del joven pescador

    Capítulo 12

    La tristeza de Juan por Decidido

    Capítulo 13

    La preparación de Decidido

    Capítulo 14

    El valle de los huesos

    Capítulo 15

    El joven Mateo y la partida de José

    Capítulo 16

    El regreso de José y el sufrimiento de Decidido

    Capítulo 17

    El encuentro de Jesús con Decidido

    Dedico este libro a mi esposa Marisol,
    mis hijas Yaherinm M. y Esmeralda Estefanía.

    Introducción

    Esta corta historia cuenta sobre Juan Marcos y su caballo Decidido, además de algunos jóvenes de Galilea en un tiempo muy temprano de nuestra historia. Las tribulaciones que pasaban en su diario vivir no se comparan con las de hoy en día, sólo el derecho que les daba como ciudadanos de ese muy especial territorio hebreo, la cercanía a su amada ciudad de Jerusalén y el amor de sus padres, bien pudo en estos pequeños el recuperar y valorar las cosas perdidas ya de mucho tiempo atrás. Una de ellas, su fe como creyentes en el Dios que les prometió restaurar sus familias, aldeas y sin olvidarnos de los nobles animales.

    Juan Marcos siempre fue un joven muy especial, su educación y el amor de sus padres lo convirtieron en un ejemplo para todos. Él fue más que un pescador de la preciosa Betsaida. También en su hogar, él pudo amar a sus animalitos; en especial al caballo Decidido [este hermoso caballito es el tema central de esta historia]. Tampoco me olvidaré de su primo Jesús, quien antes de ser llamado por el espíritu del Señor, tenía una vida muy normal, al igual que los demás jovencitos. Jesús aprendió a confiar y a esperar en el Señor, el Salmo 9:10 nos lo muestra. [Esta historia y su relato no se compara en lo más mínimo a la palabra del Señor, La Biblia, que ha bendecido a más de uno].

    Capítulo 1

    Nace un guerrero en «Casa de pesca»

    En las tierras y praderas del pueblo bendecido y feliz, se escuchaba el cautivante susurro del viento que llegaba del lado del mar. Esos nublados que se atisbaban a lo lejos, reflejaban lo pesaroso del invierno por venir. Más de uno se preparaba para el tiempo de menguado y escasez, algunas veredas del pueblo lucían con muy poca claridad, en particular las que se acercaban a la orilla de la playa. Una débil neblina y una tenue llovizna les daban un aspecto chocante, pero muy llamativo y colorido. Eso sí, el viento se volvía yerto, calaba hasta los huesos, a lo lejos se divisaban los tejados y las azoteas del peculiar pueblo de Betsaida o mejor conocido como: «Casa de pesca». Desde una de las veredas, se lograba ver el lugar donde se encontraba la humilde y pintoresca casa de dos pequeños pescadores: Juan y su hermano Santiago. Alrededor de ahí se percibía la hermosa vegetación, los tulipanes se lucían por doquier, a la par de radiantes flores como los muy distinguidos lirios y las bellas rosas, asimismo, se escuchaba el grato rumor de las olas del mar y la bulliciosa tonada de las aves.

    Era una encantadora mañana en donde, por momentos, los rayos del sol atravesaban las nubes que se acercaban a la atrayente playa del lugar. Cerca de ahí vivían Simón y Andrés, amigos cercanos de Juan. A esa hora algunos pescadores se preparaban para limpiar sus redes, también vivían por ahí no muy pocos pastores y artesanos. Juan se despertó al percibir el bullicio de algunos jornaleros de su padre Zebedeo, por la ventana de su cuarto, él y su hermano Santiago podían ver las verdes palmeras y alguno que otro árbol que, por cierto, las ramas de un hermoso encino casi siempre le daban los buenos días a Juan. Algunas palomas volaban con belleza y elegancia, pero lo que llamaba su atención era el techado donde se guardaban la mayoría de los cacharros y trastos que se usaban para ese humilde oficio que era la pesca, además, tenía suficiente lugar para usarse como granja en donde algunos animales se guarnecían. Debajo del techado se encontraban algunos caballos, yeguas, y sobre todo ovejas y alguna que otra cabra. Por esos días Juan se miraba algo inquieto, porque una de las yeguas estaba preñada y faltaba poco para que ella diera a luz; él deseaba muy impaciente ver el próximo retoño del lugar. De pronto, Salomé, su madre, llamaba a Santiago su hermano:

    —¡Santiago, levántate, tienes que desayunar! ¡Vamos Juan, levántense, recuerden que hoy es viernes y tienen que asistir a la escuela!

    —Pero madre, ya hemos estudiado bastante —Juan le respondió.

    —No importa —les replicaba María Salomé—, ¡no quiero que sean unos pescadores como su padre!

    Después de engullir unos pedazos de pan recién horneado y además un poco de leche tibia, salían los dos por el camino rumbo a la sinagoga del pueblo. Eso sí, Juan se deleitaba con sus clases, le encantaba la lectura y escribir. Pasaron los días y el pescador Zebedeo, quien era el padre de Juan y Santiago, se encontraba alborozo. Noé, el pastor del lugar, se esforzaba por ayudar a la yegua llamada Alegría, ella se agitaba por el dolor y la angustia. El pequeño Juan acudía al singular techado de la granja y al tratar de calmarla, su padre prefirió alejarlo del lugar. Unas horas después Noé se despedía de Zebedeo, también algunos pescadores limpiaban el lugar. Juan no aguantó la ocasión y llamaba a Santiago: «¡Vamos Santiago, corre, porque quiero ver a mi retoño!». En un instante, los dos llegaron al cobertizo donde ya los esperaba una hermosa cría, (que apenas si se sostenía en pie). Su pelaje un poco sucio, entre blanco y manchitas color café, pero Juan ya buscaba su nombre «¡yo lo nombraré, yo lo nombraré!», replicaba a Zebedeo, su padre. «¡Está bien, busca su nombre, es tuyo!» Más tarde, al llegar la noche, Juan luchaba por dormir hasta que el sueño lo venció. Un poquito después, en la quimera de su dormir, Juan vio al retoño caminando lentamente por un camino lleno de lodo, este camino se miraba con muchas huellas hechas por carretones de guerra. En el sueño, un hombre zarandeaba al pequeño caballito y le daba golpes, también Juan vio a la orilla del camino a un jovencito de mirada apacible, su brazo derecho apuntaba al maltratado potro; de su boca él pronunciaba palabras con poder y admiración: «¡Te llamarás Decidido, porque vives entre los hombres!» «¡Juan, Juan! —le movía Santiago—, ¿qué te pasa? Me asustas, despiértate o llamo a nuestros padres». El pequeño no se despertaba, su respiración reflejaba lo intenso del ensueño.

    Una hilera de bestias cuadrúpedas caminaba con dificultad la vereda, marchaban sangrantes, mugrientos y golpeados, algunos ya apestaban y eran llevados casi moribundos, tan real su confusión, que por poco podía oler el sufrimiento de ellos. Un poco después, la mirada del niño a la orilla del camino, saturaba con ternura el espíritu de Juan. El pobre niño se despertó bañado en sudor, su ensueño todavía estaba muy palpable, lo primero que sintió fueron los gritos de su hermano, tardó varios minutos hasta que se calmó. Su pobre mente no cabía, sintió tanto temor, que al día siguiente tuvo que quedarse en cama, un poco de fiebre acompañaba al pobre chico, la excitación del sueño no lo dejaba. Por la tarde, Salomé lo consentía con un buen plato de sopa caliente, en verdad, ella se preocupaba por él.

    La siguiente semana llegaba acompañada de sorpresas y charlas, el pequeño potro trataba de dar sus primeros pasos. También una de las cosas preferidas que Juan y Santiago esperaban, era el

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