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Vida de Lombroso
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Vida de Lombroso

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¿Un delincuente nace o se hace? César Lombroso creía lo primero. Aunque sus teorías han sido refutadas, nuevos hallazgos, vinculados con la neurociencia, las ciencias cognitivas, la genética del comportamiento, las psicología evolutiva y la epigenética, indican que no estaba mal encaminado... Fue Lombroso quien se preguntó por qué delinqu
IdiomaEspañol
EditorialINACIPE
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786075600383
Vida de Lombroso
Autor

Gina Lombroso

Nació en 1872 en la ciudad de Pavía, en el seno de una familia judía formada por César Lombroso y Nina de Benedetti. Cursó las carreras de Letras y de Medicina; de esta se graduó con la tesis “Las ventajas de la degeneración”. En 1901 contrajo nupcias con Guglielmo Ferrero, con quien tuvo dos hijos: Leo y Nina. Fue una activista social muy interesada en los problemas económicos de su época, lo que la llevó a realizar estudios parciales de derecho en Inglaterra y a escribir, hacia finales del siglo XIX, acerca del problema del maquinismo. También fue una prolífica autora; de entre sus obras destacan Psicologia e natura. Studi medico psicologico naturalistici y L’uomo allienato, ambas en coautoría con su padre César; Cesare Lombroso. Appunti sulla vite, en coautoría con su hermana Paola; y Vita di Lombroso, publicado por primera vez en la década de 1920.

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    Vida de Lombroso - Gina Lombroso

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    Gina Lombroso

    Nació en 1872 en la ciudad de Pavía, en el seno de una familia judía formada por César Lombroso y Nina de Benedetti. Cursó las carreras de Letras y de Medicina; de esta se graduó con la tesis Las ventajas de la degeneración. En 1901 contrajo nupcias con Guglielmo Ferrero, con quien tuvo dos hijos: Leo y Nina.

    Fue una activista social muy interesada en los problemas económicos de su época, lo que la llevó a realizar estudios parciales de derecho en Inglaterra y a escribir, hacia finales del siglo xix, acerca del problema del maquinismo. También fue una prolífica autora; de entre sus obras destacan Psicologia e natura. Studi medico psicologico naturalistici y L’uomo allienato, ambas en coautoría con su padre César; Cesare Lombroso. Appunti sulla vite, en coautoría con su hermana Paola; y Vita di Lombroso, publicado por primera vez en la década de 1920.

    TEMAS SELECTOS

    Portadilla

    DIRECTORIO

    Alejandro Gertz Manero

    Fiscal General de la República

    y Presidente de la H. Junta de Gobierno del

    inacipe

    Gerardo Laveaga

    Director General del

    Instituto Nacional de Ciencias Penales

    Rafael Ruiz Mena

    Secretario General Académico

    Gabriela Alejandra Rosales Hernández

    Secretaria General de Extensión

    Alejandra Silva Carreras

    Directora de Publicaciones y Biblioteca

    Vida de Lombroso

    © Gina Lombroso

    © Instituto Nacional de Ciencias Penales

    © Ediciones Botas

    Instituto Nacional de Ciencias Penales

    Magisterio Nacional núm. 113, Col. Tlalpan,

    Alcaldía Tlalpan, C.P. 14000, Ciudad de México

    Primera edición, 2009

    ISBN libro electrónico: 978-607-560-038-3

    Se prohíbe la reproducción parcial o total, sin importar el medio, de cualquier capítulo o información de esta obra, sin previa y expresa autorización del Instituto Nacional de Ciencias Penales, titular de todos los derechos.

    Esta obra es producto del esfuerzo de investigadores, profesores y especialistas en la materia, cuyos textos están dirigidos a estudiantes, expertos y público en general. Considere que fotocopiarla es una falta de respeto a los participantes en la misma y una violación a sus derechos.

    Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la postura del Instituto Nacional de Ciencias Penales.

    Este libro estaba destinado a ti, Leo. A ti, que estabas entonces próximo a entrar en la vida, quise confiar la suerte de esta biografía en la edición italiana.

    Pero tú ya no existes, hijo mío. En aquellas tierras mexicanas que encantaron tus últimos meses, hallaste la muerte.

    A tu hermana Nina Raditza, a su hijo Leo, que ya lleva flores a tu tumba, a su Bosilka y a tus primos Enrico Carrara, Nora Rossi y César Lombroso, que continúan velando sobre tu memoria y sobre la de Él, confío el recuerdo de tu abuelo y el tuyo. Y no sólo el recuerdo, sino la tarea que el abuelo se había propuesto en beneficio de los hombres. Nosotros, sus hijos, hemos procurado cumplir con esa tarea hasta lo último. Leo la había continuado también. Haced lo mismo vosotros que tenéis en vuestras venas la misma sangre. No os dejéis cegar por los tiempos terribles en que vivimos. No creáis en el triunfo de la fuerza sobre el amor y de la astucia sobre la rectitud. Como Leo dice en sus Desesperaciones, a los altruistas toca la mejor parte de la vida. Aun en los tiempos más sombríos, continuad sirviendo a la humanidad y el sol triunfará de las tempestades acumuladas sobre vuestra vida, como triunfó de las que amenazaron a vuestro abuelo.

    Me han presentado a un joven sabio desconocido (1869), llamado Dr. Lombroso, que es una especie de tocado, un monomaniaco. Me ha hablado de ciertos signos anatómicos por los cuales puede reconocerse a los criminales, lo que sería muy cómodo para los jueces de instrucción.

    Con estas palabras Emilio Laveleye describe, escueta pero certeramente, la personalidad de César Lombroso, quien solo siete años después de aquel encuentro suscitaría grandes controversias, merced a la aparición de su libro El hombre delincuente (1876), punto de partida de la antropología criminal: una nueva y prometedora ciencia, para algunos, y mera charlatanería o el sueño utópico de un ingenuo, para otros. Lo cierto es que el psiquiatra italiano, doctorado en Medicina por la Universidad de Pavía (1859), posteriormente, prestigioso catedrático y director del manicomio de Pesaro, alcanzó celebridad mundial por sus estudios acerca de la genialidad, la locura y la delincuencia, en el marco de una teoría de sustento anatómico tan fascinante como discutible.

    La primera biografía de este personaje, quien figura junto con el médico vienés Franz Joseph Gall, el prefecto de la policía de París, Alphonse Bertillon, el odontólogo norteamericano Paul Revere y el científico inglés sir Francis Galton, entre otros ilustres pioneros de la criminología y la criminalística, fue escrita por su propia hija, Gina Lombroso de Ferrero, y publicada en 1921 con el título Vita di Lombroso, resumen de un trabajo mucho más extenso: César Lombroso. Historia de la vida y de la obra (Turín, 1915).

    Transcurridos 68 años desde que apareciera la primera edición mexicana, en traducción al castellano de José Silva para la colección Biblioteca Criminalia de la editorial Botas (1940), el Instituto Nacional de Ciencias Penales (inacipe), siempre interesado en la divulgación de bibliografía selecta acerca de los temas científicos y humanísticos de su competencia, sean obras nacionales o extranjeras, reedita el texto ya clásico según la versión de editorial Botas, tanto en virtud de su valor histórico como de la indiscutible relevancia de su protagonista, el famoso criminólogo italiano César Lombroso, nacido en la ciudad de Verona el 6 de noviembre de 1835 y fallecido el 19 de octubre de 1909 en Turín.

    El metro y la balanza eran sus herramientas de trabajo. Pesaba y medía todo: la estatura, los brazos, las orejas, el cráneo. Estudiaba y examinaba meticulosamente todo: ojos, tatuajes, argot, temperatura. Para él, en un principio, casi todo era anatomía. Su obra es la de un naturalista, centrado en la observación directa de los hechos. Su cerebro estaba dispuesto para la observación. Tenía curiosidad por la naturaleza, la mirada analítica, la paciencia de piedra y amor inquebrantable a la verdad.

    En cierta ocasión, teniendo sobre la plancha el cadáver de Vilella, viejo bandido calabrés, al hacer la disección del cráneo encontró una anomalía insólita en el hombre actual, mas no así en las razas antiguas y en algunas especies animales: la foseta media de la cresta occipital.

    Tal descubrimiento le sirvió de base para señalar que el criminal era un salvaje resucitado por un fenómeno de atavismo. Años después, atribuye también a la epilepsia la causa de la criminalidad, una vez terminado el estudio de Salvador Misdea, que había cometido un crimen con una rapidez insólita, crueldad y multiplicidad de lesiones fuera de lo común y sin complicidad alguna.

    Finalmente, indica que la locura moral, perturbación que recae sobre los sentimientos y deja intactas las facultades intelectuales, es otra de las causas de la delincuencia.

    Las fórmulas lombrosianas antes expuestas fueron englobadas por Paul von Nacke, distinguido criminalista alemán, en la teoría tríptica de la criminalidad, la que se resume en las siguientes conclusiones: el criminal propiamente dicho es nato; equiparable con el demente moral; con base epiléptica; explicable principalmente por atavismo, y forma un tipo biológico y anatómico especial.

    Como resultado de todas estas observaciones y experiencias, César Lombroso publicó El hombre delincuente, su obra cumbre que, en un principio, constaba de tres volúmenes. Gina, su hija, quien dedicó lo mejor de sus afanes y una buena parte de su vida a la exposición de la obra de su padre, la redujo a uno solo, conservando la parte fundamental de la doctrina lombrosiana, sobre la que —según afirma Mariano Ruiz Funes— la acción del tiempo había proyectado ya la autoridad de lo imperecedero. La primera edición apareció en 1876; la segunda en 1878; la tercera en 1885; la cuarta en 1888; la quinta entre 1896 y 1897. Así fue como el psiquiatra italiano abordó la naturaleza del crimen desde la perspectiva de la antropología.

    La teoría lombrosiana conoció el esplendor y el ocaso conforme se fueron realizando nuevos descubrimientos científicos. Ahora bien, cuando fue analizada fuera de su propia esfera, en otras áreas del conocimiento y mediante procedimientos diferentes del método causal-explicativo, comenzó a cuestionarse con gran severidad hasta caer en el total descrédito no solo en perjuicio de su expositor, sino de toda la antropología criminal.

    La existencia de un delincuente nato no ha podido demostrarse empíricamente; es decir, no hay hombres que constituyan unas especies generis humani como Lombroso creyó. Al morir este, en 1909, la teoría lombrosiana se hallaba en la última fase de su desprestigio. Sin embargo, a partir de 1912 comenzó, en buena parte, a reinvindicarse. Así, tenemos que A. F. Bronner, H. H. Goddard, Edith L. Spaulding, Mauricio Parmelee y William Healy destacan, sin ser ortodoxos de la doctrina, la importancia de los factores congénitos en el crimen. Asimismo, se esmeran en su defensa Vervaeck, el gran criminólogo belga, y el médico inglés de prisiones Charles Goring, sosteniendo que existen características mentales y morales de la persona normal que tienden al delito. También se manifiestan partidarios de las teorías del famoso medico de Turín Von Rohden, Mezger y Evelio Tavío, por mencionar algunos penalistas destacados.

    Respecto a las causas o factores de la delincuencia han corrido y siguen corriendo ríos de tinta, porque cada estudioso del tema, como no podía ser menos en una cuestión tan compleja, tiene su propia versión.

    En la actualidad, no se puede afirmar que la existencia de una tara hereditaria determine fatalmente la génesis del delito, puesto que lo que se hereda es la predisposición, no la enfermedad o criminalidad. En otras palabras, el crimen no puede definirse ni comprenderse exclusivamente como un hecho biológico, ya que se trata, ante todo, de un suceso jurídico, histórico y cultural. El hombre, como afirma García Andrade, no es solo herencia sino historia.

    Hoy la antropología criminal, con este u otro nombre, se ha inscrito en el cuadro de las ciencias imperecederamente y junto a ella está el nombre de su fundador, César Lombroso, cuyo mérito perdurable no reside en sus opiniones acerca del delincuente, sino en que no se limitó a proponer teorías en torno al crimen desde su mesa de gabinete, sino que, antes de ello, realizó personalmente investigaciones empíricas respecto a una cantidad de delincuentes y convictos, de los que dedujo sus afirmaciones.

    Haber creado una ciencia nueva es el gran mérito de Lombroso. Es verdad que el corpus que le dio está hoy superado y solo perviven los chispazos del genio; pero esto no es motivo suficiente para negarle la paternidad de una ciencia, inédita hasta él, así como nadie arrebata a Hipócrates su calidad de padre de la medicina, no obstante que haya cambiado cuanto de ella dejó, desde la raíz hasta la frondosa copa. El genio suele equivocarse, pero sus errores son siempre fecundos, fuente de inspiración para las generaciones futuras.

    Dr. L. Rafael Moreno G.

    Abril de 2009

    La revista Criminalia —que me honro en dirigir—, de acuerdo con Ediciones Botas, de México, ha determinado publicar algunos libros cada año, con la finalidad de divulgar trabajos relacionados directa o indirectamente con los estudios penales y criminológicos.

    Hemos creído conveniente iniciar esas publicaciones con la traducción al español de Vita di Lombroso escrita por su hija, la señora Gina Lombroso, doctora en Medicina y en Letras.

    Esta admirable mujer, desde niña, como compañera y colaboradora de su padre, presenció muy de cerca la tenaz y fecunda obra de investigación de Lombroso, cuya vida de pensamiento y acción merece el calificativo de ejemplar, con un mérito singular que el aguafuerte de la crítica científica actual no puede disputarle: haber abierto una nueva ruta al pensamiento jurídico penal, con la tendencia por él iniciada de elevar al derecho penal, del silogismo apriorístico a la amplitud fecunda de una ciencia social.

    Nacida Gina en Pavía el 5 de octubre de 1872, honorable señora de Ferrero desde hace 39 años, llega a la plenitud de su vida con laureles legítimamente conquistados en las ciencias y en las letras, templada el alma en la lucha y en el dolor, inclusive el de ver malogrado a su hijo Leo cuando en él cosechaba ya frutos opimos del espíritu.

    Reproduzco a continuación los datos más destacados de su biografía.

    Fue hija de César Lombroso y Nina Debenedetti, ambos judíos de raza pura. Fue educada por sus padres con la mayor libertad de acción y de pensamiento.

    A los seis años fue enviada a la escuela primaria. Nadie en la familia daba importancia a los estudios y la niña mucho menos, sin embargo, llegó a querer mucho a su escuela, porque en ella encontraba una norma de conducta.

    Terminada la escuela primaria, fue enviada a la escuela profesional femenina. Una institutriz encontró a la niña tan inteligente, que insistió mucho con sus padres para que la mandaran a estudiar latín a un Liceo.

    Una compañera de escuela de su hermano tuvo el encargo de preparar a la niña para el grado de Liceo inferior. Un año después, a la edad de 15 años, Gina, que no amaba el estudio, aunque tuviera gran facilidad para aprender, entró al Liceo superior con el propósito de estudiar medicina para poder ayudar a su padre, a quien adoraba. Pero una vez terminados los estudios en el Liceo, no se atrevió a inscribirse en la Facultad de Medicina, donde no había entonces ninguna joven, y se dedicó al estudio de las letras. Terminados estos, cuando ya se habían inscrito otras jóvenes en la Facultad de Medicina, se inscribió ella también y continuó sus estudios con gran entusiasmo.

    Para obtener su título de medicina, publicó su tesis acerca de Las ventajas de la degeneración, en la cual sostenía que no hay en la naturaleza lo que se llama degeneración o evolución, sino solo una adaptación que los hombres a su capricho definen de maneras diferentes. Antes había publicado varios estudios de economía política: Investigaciones en un barrio de Turín, El analfabetismo en Italia, Las leyes sobre huelgas, Las leyes de protección a la mujer y de los niños, una investigación acerca de Las causas populares, etcétera.

    Su verdadera pasión eran la economía política y la filosofía.

    En 1896, preocupada por la crisis económica tan grave que sufrió Italia, comenzó a reflexionar respecto a los peligros del maquinismo y a estudiar las leyes de Inglaterra, donde nació el maquinismo, la historia de China y de América, para comparar en el país en el cual el maquinismo fue rechazado con aquel donde llegó a su apogeo.

    Se casó en 1901 con Guillermo Ferrero y tuvo dos hijos; un niño, Leo, nacido en 1903, y una hija, Nina, nacida en 1910, a los cuales se consagró. Su padre, César Lombroso, murió en 1909 y Gina se dedicó a reunir los escritos paternos, a corregir los libros en prensa y a juntar cartas y manuscritos. Reconstruyó, recogiendo los estudios de Lombroso acerca de enajenación mental, El hombre enajenado. Como el libro El hombre criminal estaba agotado, lo resumió en un volumen, según los deseos del editor; arregló la reedición de La mujer criminal, recogió todos los documentos relativos a la vida de su padre y diferentes estudios científicos, en un gran volumen titulado César Lombroso, estudio de su vida y de sus obras, que resumió después para una biblioteca popular, en un pequeño volumen, La vida de César Lombroso.

    Se ocupó, durante la guerra, en obras de beneficencia y estuvo en contacto con las mujeres de su tiempo, por lo que se dio cuenta de que la mujer no se apreciaba debidamente a sí misma y hacía responsable a la educación de las diferencias profesionales entre los dos sexos. Entonces escribió su libro Alma de mujer, donde fija los caracteres esenciales que distinguen a los hombres de las mujeres. Este libro tuvo gran resonancia en el mundo y fue traducido en 16 idiomas.

    Después escribió: La mujer frente a la vida, La mujer en la sociedad actual y Vidas de mujeres.

    Cuando comenzó la crisis económica, Gina Lombroso encontró en ella la confirmación de sus estudios contra el maquinismo, iniciados en 1896; reunió entonces estos estudios en un libro, La tragedia del progreso, publicado en 1929, que fue inmediatamente traducido al inglés, al español y al francés, con el título de El precio del maquinismo. Este libro dio lugar a muchas controversias y fue continuado en 1933 por otro, Retorno a la prosperidad.

    En 1933, una inmensa tragedia cayó sobre su vida. Su hijo Leo murió en un accidente. Desde entonces, la madre se dedicó a recoger los estudios de su hijo. Sus primeras notas, La eclosión de una vida, aparecieron en 1936.

    * * *

    No quiero dejar de destacar en especial, una cualidad de la señora de Ferrero, que por sí sola hace de la autora de la biografía de Lombroso, una figura respetable; me refiero a su serena devoción para los suyos y por la sociedad, y, en particular, por sus elevadas y bien orientadas enseñanzas feministas.

    Es prueba de ello este libro acerca de su padre, que cautiva por su hondo sentido de persuasión.

    Gracias en nombre de los

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