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La Cámara de Guerra: El Cantante Lunar - Libro Dos
La Cámara de Guerra: El Cantante Lunar - Libro Dos
La Cámara de Guerra: El Cantante Lunar - Libro Dos
Libro electrónico173 páginas2 horas

La Cámara de Guerra: El Cantante Lunar - Libro Dos

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A David le espera una prueba de fuego.

El héroe involuntario y capitán del velero místico El Cantante Lunar aún no ha aprendido que su sordera es su mayor don. Esta "discapacidad", junto con su posesión de tres artefactos sagrados: El Cristal del Cantante, el Cristal Rosado y la Brújula de la Rosa de los Vientos, otorgan a David el poder de salvar las vidas de todos sus seres queridos.

Sin embargo, siente que todos los milagros que trajo a casa en el Cantante Lunar se han disipado. Está tan sordo como antes, la parálisis de su hermana ha vuelto y la angustia por la muerte de su madre es más fuerte que nunca. En la tumba de su madre, David libera el poder de sus cristales y es transportado a Coronadus, donde se encuentra con una venerada mujer que ejerce el poder de la vida y la muerte y ayuda a David a comprender su misión kármica.

Cuando se produce un cataclismo, David descubre que el pasado, el presente y el futuro no conocen límites en el interminable círculo de la vida, y que debe seguir su destino, dondequiera que le lleve.

IdiomaEspañol
EditorialNext Chapter
Fecha de lanzamiento11 abr 2021
ISBN9781071595930
La Cámara de Guerra: El Cantante Lunar - Libro Dos

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    La Cámara de Guerra - B. Roman

    Prologo

    Otro: Fue sabio al prever los peligros que le esperan a este chico y a todos los que se encuentra.

    —Pero como dije, sólo he rasguñado la superficie de su capacidad del chico para reconocer en lo que puede convertirse, está destinado a convertirse, por mi presencia.

    Otro: Necesita más conciencia de qué y quién eres, lo cual requiere deseo.

    —Sé que lo tiene.

    Otro: Y el coraje.

    —También lo demuestra.

    Otro: Entonces, ¿está listo para ahondar en preguntas más complejas y tratar con respuestas que pueden sorprenderle?

    —¿A una edad tan joven?  Lo sé, lo sé, su alma no tiene edad, su curiosidad no tiene límites.

    Otro: Y los cuentos de hadas soñados han cumplido su propósito.  El corazón de madre está abierto ahora para abrazar y guiar su camino hacia el descubrimiento...

    —... para ayudarle a cavar más profundamente...

    Otro: Y para protegerlo de las fuerzas destructivas que lo corromperían a él y a todos los que conoce, sólo para poseer egoístamente lo que debe mantenerse cerca, desinteresadamente.

    —Entonces, lo que está por venir será una prueba aún más grande para su valentía de lo que ya ha experimentado.

    Otro: Y una prueba de su propia evolución también.

    —Entonces no debo fallarle a él, o a mí.

    Uno

    Puerto Avalon, septiembre

    Llevo casi tres meses en casa, y los milagros que traje conmigo se han desvanecido en meras ilusiones.  Al principio, viví en un estado de euforia, disfrutando cada sonido, cada palabra, cada ruido que no había escuchado en años.  Pero ahora, estoy tan sordo como antes. 

    Desearía poder contarle a alguien lo que me pasó.  Pero no puedo.  Todavía no puedo.  Sally es la única que sabe algo, pero ni siquiera ella conoce toda la extensión de mis experiencias con Ishtar y Saliana.  ¿Cómo podría decirle que hay un lugar donde podría caminar y bailar de nuevo, pero que no puedo llevarla allí?  Sería demasiado cruel. 

    ¿Y si no puedo volver a hacer navegar al Cantante Lunar, o incluso conjurarlo?  ¿De dónde vino de todos modos?  ¿Por qué vino a mí de entre todas las personas?  Aunque pudiera traerlo de vuelta, ¿cómo sé que podría encontrar el camino de vuelta a la isla?

    Las últimas palabras de Jaycina siguen resonando en mis pensamientos: Un día lo entenderás.  Tal vez un día también encuentres en tu corazón la forma de perdonar.  Pero con cada día que pasa, entiendo cada vez menos.  Y aunque estoy seguro de haber perdonado a papá, ¿por qué la ira y el resentimiento todavía me aprietan el corazón, especialmente hoy?

    ––––––––

    ––––––––

    David termina de escribir en su diario, un ritual que realiza diariamente desde que regresó a casa.  Cierra el libro y estudia la inscripción de la portada: Bitácora del Capitán, Gran Navío Cantante Lunar

    En él, ha contado cada momento sorprendente de su aventura a bordo del misterioso barco Clíper.  Desliza el diario bajo una pila de suéteres en su cajón y lo cierra.

    —Hola, papá.  Ya casi estoy listo.  No podía decidir si usar o no un suéter. David cierra el cajón, esperando que su padre no capte el tono ligeramente cohibido de su voz.  Su padre no sabe lo del diario.  Nadie lo sabe.

    —No creo que lo necesites hoy —dice Isaac, casualmente­—. Pensarías que es el primer día del verano en vez del primer día del otoño.

    Isaac Nickerson no es bueno con la lengua de señas y prefiere que David le lea los labios.  Por lo tanto, el rostro de Isaac es un objeto de estudio constante para David.  Hoy, le llama la atención la expresión aparentemente serena en el rostro de su padre y piensa, papá realmente tiene todo en orden.  Y este tiene que ser su día más difícil desde el funeral.

    Isaac observa a su hijo por un instante, arrugando su frente con curiosidad.  —Me sorprende que no lleves la camisa azul.  Siempre fue tu favorita.

    —Uh, sí. Lo es, papá. Sólo pensé que tal vez me pondría algo nuevo hoy, ya que es una ocasión especial y todo eso —David dijo una vez que usaría la camisa azul hasta que cada hilo se deshilachara, hasta que las iniciales de los monogramas se cayeran, hasta que los botones de nácar se volvieran amarillos y se agrietaran.  Siempre la usaba, por ella.  Pero no hoy.

    —Bueno, vamos a movernos, hijo. —Isaac y David bajan juntos las escaleras, ambos con expresiones de pensamiento profundo, sus cabezas ligeramente inclinadas.

    —Y dicen que las mujeres tardan una eternidad en arreglarse —Sally bromea con los dos hombres de su vida cuando entran en la sala de estar.  —Llevo horas que ya estoy lista —lo dice haciendo señas.

    —¿Apuestas? —David la desafía con buen humor.

    La articulación de David es fuerte y clara, el resultado de mucha práctica y entrenamiento de su madre. Se angustia constantemente porque ninguna de sus cirugías anteriores ha ayudado siendo que otras personas sordas han podido mejorar con los mismos procedimientos.  Ahora, usa un nuevo audífono que le permite escuchar sus propias vibraciones vocales, pero no las palabras discernibles. Aun así, evita que se sienta aislado en un mundo casi sin sonido.

    —Apuesto—Sally se burla con su contagiosa risa adolescente.

    David ayuda a Sally a ponerse las muletas.  Su corazón se desgarra al ver a su hermana pequeña maniobrando sobre los descansabrazos, a pesar de que es fuerte y experta con los palos, como ella los llama.  A los ojos de David, él es responsable de su recaída en los apoyos y muletas, un recordatorio de su inepto experimento con el sagrado patrón de cuadrícula de la Estrella de David.

    Sally sonríe y le da a David su mirada de al menos estoy fuera de mi silla de ruedas.  A los ojos de Sally, David es responsable del milagro que le permitió levantarse y caminar sin ayuda, aunque sólo fuera por unas pocas semanas.  Sally adora a su hermano y es inquebrantable su fe en él.  Quiere que vuelva a intentar sus experimentos, pero teme que haya dejado los cristales para siempre.

    Momentos después, la camioneta familiar llega al cementerio y descansa bajo el ciprés solitario que adorna la entrada. 

    Isaac saca varios ramos de flores exuberantes, una pequeña maceta de violetas y una pala de jardín de la parte trasera del auto.  David y Sally lo siguen hasta la tumba de su madre. 

    El ángel de mármol blanco aún la vigila con firmeza.  El epitafio destaca claro y limpio, como si la lápida hubiera sido grabada ayer mismo:

    Blanche Billie Nickerson

    Amada Esposa y Madre

    Te extrañamos

    Sally se incorpora hacia el suelo torpemente y se sienta sobre la cabecera de la tumba de su madre. Con la pala de jardín cava un pequeño agujero para las violetas.  David e Isaac extienden los ramos de flores hasta que la tumba se cubre con los colores vivos de la vida.

    Blanche Billie Nickerson.  No importa cuántas veces Isaac trató de convencerla de que Blanche era un nombre maravilloso, ella se estremecía cada vez que alguien la llamaba así.

    —Cuando era pequeña, se burlaban constantemente de mi nombre —protestaba­—. Blanche Es algo que le haces a una olla de vegetales hasta que se les cae la piel.

    —Pero Blanche también significa blanco y brillante... como una luz pura de inspiración —sermoneaba Isaac.

    —No soy un ángel todavía —su amplia sonrisa revelaba unos dientes perfectos—. Billie se parece más a mí.  La vieja y confiable Billie Nickerson con los pies en la tierra.

    La enterraron en el cementerio familiar, en un acantilado cerca del mar que sobresale orgullosamente en el océano.  Todo el clan Nickerson, un siglo de generaciones, fue enterrado allí.  Pero una gran extensión de tierra yacía aún intacta, esperando pacientemente a los Nickerson restantes.

    Mirando por encima de la cerca blanca que cuidadosamente bordea el cementerio, David estudia las olas del océano mientras se arremolinan y salpican contra la pared del mar.  Se le ocurre que su cerebro se siente así, un remolino de conflictos y emociones.

    Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, David patea el poste de la cerca de manera ligera y rítmica mientras las mismas preguntas abrasadoras desgarran su mente. ¿Por qué murió? ¿Por qué no aguantó un poco más? Casi lo logra ¿Por qué no pudo tener voluntad para vivir? ¿Cómo nos pudo dejar? ¿Cómo pudo dejarme a ?

    La voz temblorosa de Sally rompe el doloroso silencio.

    —Feliz aniversario, papi. Feliz aniversario, mami.

    Isaac se arrodilla y abraza fuerte a su hija.

    —Gracias, dulce princesa. Tienes razón. Mami hubiera querido que hoy celebraremos no que estuviéramos tristes. Porque aun los tengo a ti y a David y años de hermosos recuerdos.

    —¿A donde hubieras llevado a mami por su aniversario? Veinte años es importante ¿no?

    Isaac aclara su garganta deliberadamente y exhala todo rastro visible de tristeza.

    —Bueno, veamos. Es uno muy importante como son todos los aniversarios. Así que llevaría a tu madre a un paseo en ferry bajo la luz de la luna y a una cena en Punto del Faro.

    Pediríamos la langosta más grande del menú y escucharíamos música romántica a la luz de las velas —un destello juguetón brilla en sus ojos. —Sabes, ahí hay una sirena de verdad que toca el harpa mientras cenas y sale a la superficie del estanque sobre una balsa dorada.

    Sally pone los ojos en blanco. —Ay, papá. No existe cosa alguna como las sirenas.

    —¿Apuestas? —Isaac la interrumpe con su frase favorita.

    —Apuesto —chilla Sally.

    —Okay, los llevaré ahí y entonces veremos. Si es cierto, tú pagas la cena. Si no es cierto, yo invito.

    —Ya dijiste. Solo asegúrate de traer una cartera grande. Porque me muero de hambre —Sally llama a David —Adivina que, David. Iremos a celebrar el aniversario de mamá. Papá nos llevará a Punto del Faro.

    —¿A escuchar una sirena tocar el harpa? —David adivina, sabiendo que era la pequeña mentira favorita de su padre.

    —Sí ¿Cómo supiste?

    —Oh, papá me dijo lo mismo cuando era pequeño.

    —¿Quién es pequeño? Yo no lo soy.

    —¿Apuestas? —David la molesta.

    —Oh, ustedes dos no tienen remedio —una vez más el sonido de la risa de Sally anima el corazón de Isaac.

    David e Isaac levantan a Sally y los tres salen hombro a hombro del cementerio, cada uno complementando la fuerza del otro.

    Mientras se alejan, un remolino inesperado sopla sobre la tumba de Billie Nickerson.

    Su fuerza arranca hojas y pétalos de los ramos de flores que Isaac y David habían puesto allí.

    Giran en el aire, como Mevlevís bailando con alegre desenfreno. Finalmente, se posan en un halo alrededor del pequeño cumulo de violetas, silenciosos y quietos como los espíritus del cementerio.

    Dos

    Isaac golpea impacientemente en el escritorio con su bolígrafo.  Durante dos horas, un representante del Departamento de Defensa ha estado presionando a Isaac y Janice Cole para construir barcos para la Marina, pero Isaac no se siente atraído por la lucrativa oferta.

    —En todos mis años como ingeniero náutico, nunca he querido diseñar barcos militares.  Es una cuestión de principios —dice Isaac, con la mandíbula bien firme—. Además, hay docenas de otros constructores de barcos que darían sus vidas por un contrato así.  ¿Por qué Embarques Cole?

    El representante, un capitán de la Marina con una impresionante colección de cintas de combate, no se deja intimidar.

    —Porque aunque

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