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La secuencia Gamma: La secuencia Gamma
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Libro electrónico351 páginas4 horas

La secuencia Gamma: La secuencia Gamma

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Información de este libro electrónico

La genetista Lanaya Kim debe hacer lo que las autoridades no han hecho – ligar las muertes “accidentales” de varios científicos prominentes alrededor del país para demostrar que en realidad fueron asesinado. En los últimos dos años, los genetistas han muerto en supuestos accidentes, pero Lanaya sabe la verdad. Si cuenta sus secretos a las autoridades, se arriesga a convertirse en sospechosa o exponerse al asesino y convertirse en su próximo objetivo. Contratar al investigador privado Hamilton DeShear podría ayudarla a divulgar la verdad, pero el tiempo se agota. Los asesinatos se dan cada vez más rápido y el nombre de Lanaya podría ser el siguiente en la lista del asesino. Pero cuando Lanaya y DeShear empiezan a investigar, lo que descubren es mucho más horroroso de lo que cualquiera se hubiera podido imaginar.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 dic 2020
ISBN9781071580370
La secuencia Gamma: La secuencia Gamma

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    La secuencia Gamma - Dan Alatorre

    La secuencia Gamma

    Dan Alatorre

    ––––––––

    Traducido por Carina G. Almeida 

    La secuencia Gamma

    Escrito por Dan Alatorre

    Copyright © 2020 Dan Alatorre

    Todos los derechos reservados

    Distribuido por Babelcube, Inc.

    www.babelcube.com

    Traducido por Carina G. Almeida

    Babelcube Books y Babelcube son marcas registradas de Babelcube Inc.

    Contents

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Capítulo 29

    Capítulo 30

    Capítulo 31

    Capítulo 32

    Capítulo 33

    Capítulo 34

    Capítulo 35

    Capítulo 36

    Capítulo 37

    Capítulo 38

    Capítulo 1

    El asesino se colocó un pasamontaña negro sobre su cara y observó la decoración en la entrada de la casa de su próxima víctima.

    En la televisión los policías y los novios molestos siempre son capaces de abrir la puerta de una patada. En la vida real eso es un poco más complicado.

    Él alzó el ariete de 18 kilogramos e intentó balancearlo. De acuerdo con el sitio web que los vendía, estos pesados arietes de acero reemplazaron las raudas patadas de los oficiales de la policía en 1975, y habían estado abriendo las puertas de los tercos perpetuadores desde entonces.

    Un golpe certero al picaporte y la herramienta haría el resto.

    Respiró hondo mientras frotaba el nudo que crecía en su estómago. Se alejó de la puerta y echó un vistazo a través de la gran ventana, prestándole especial atención al hombre viejo y gordo sentado en la mesa del comedor. El candelabro del techo arrojaba un brillo cálido y amarillo sobre las paredes que se desbordaba hasta el patio formando un rectángulo deforme.

    El hombre dentro de la casa cortó una pequeña rebanada de algo que había en su plato, lo llevó de forma elegante hacia su boca con el tenedor al revés, como lo hace la realeza europea. También tenía una buena postura. No había duda de que esa era la forma en la que el Dr. Faustus Braunheiser les exigía a sus estudiantes de la Academia Wellington comer, de manera formal y correcta. Cuando los estudiantes lo podían observar desde sus mesas, seguro veían a un hombre maduro y rígido que se manejaba como cualquier buen director, el ejemplo perfecto de elegancia sofocante y tediosa dignidad.

    Pero esta noche, el viejo hombre comía solo.

    Sin chicos adolescentes embobados con camisas y corbatas a juego, sin miembros aduladores de la facultad. Y lo mejor de todo, sin miembros de la familia.

    Esa no es forma de celebrar un cumpleaños, doctor.

    Una pequeña brisa jaló el cuello de la camisa del asesino y llevó consigo el hedor de la bahía en marea baja. Él miró de cerca los altos setos que delineaban el camino hacia la casa.

    Gracias a Dios por la privacidad.

    De forma automática iba a limpiar sus manos en sus pantalones, pero se detuvo al recordar que llevaba puestos unos guantes de látex. Después de dar una palmada al mango del gran revolver en su cinturón, volvió a alzar el ariete de acero de 18 kilogramos. Sus dos manijas permitían balancearlo como un péndulo, y según la página web, el impacto concentrado a velocidad manual rondaba los 420 kilogramos por centímetro cuadrado.

    Más que suficiente para lograr el cometido.

    Respiró hondo una vez más, se esforzó para guiar la punta del grueso ariete negro hacia el brillante picaporte de latón sin tocarlo. Lo sostuvo ahí por un momento, midiendo el golpe, luego dejó que el ariete se balanceara hacia atrás. La fuerza de su masa corta y regordeta casi lo tira fuera del elegante pórtico delantero y bajo las majestuosas escaleras de mármol de la casa, pero él forzó sus brazos y hombros para contener el péndulo.

    Cuando el ariete alcanzó el punto máximo del arco trasero, él lo llevó hacia adelante por primera vez cerca de la puerta.

    Uno.

    Exhaló profundo, balanceó el ariete otra vez hacia atrás. Una gota de sudor bajó por el vendaje que tenía en un lado de su cara.

    Lo balanceó hacia delante de nuevo y casi tocó el picaporte.

    Dos.

    El ariete se fue hacia atrás por última vez. Con un gruñido, sostuvo las manijas de acero con fuerza y apretó sus dientes, entonces tiró el ariete hacia el picaporte.

    Tres.

    El impacto sacudió sus brazos y un trueno se escuchó por toda la entrada hasta llegar al garaje del doctor, más allá del Jaguar clásico estacionado ahí y luego se disipó en la noche. Mientras el picaporte desaparecía, una nube de astillas tomaba su lugar. El impulso llevó el ariete a atravesar el marco de la puerta, sus manijas desaparecieron entre el grueso piso de madera.

    Él tiró de la pesada herramienta de acero unas cuantas veces para liberarla, luego la lanzó sobre la vía de piedra que llevaba al pórtico de la mansión y llegó hasta los setos estilizados. Aterrizó con un golpe seco sobre la tierra gruesa. La enorme puerta delantera se encontraba rota en varias partes y tenía un gran agujero donde el picaporte solía estar, pero se había abierto unos cuantos centímetros.

    El asesino levantó su pie para hacer el resto. Pateó la puerta, esta se abrió de golpe y chocó con la pared hecha de paneles de madera de caoba. El viejo hombre en la mesa ya estaba de pie, sus ojos bien abiertos y su boca llena del siguiente bocado de su elegante cena de cumpleaños. Corrió hacia la entrada de su hogar. ¿Qué cree que está haciendo? ¿Quién es usted? ¡Largo de aquí!.

    Con el corazón acelerado, el intruso sacó su enorme arma de la funda y la apuntó hacia el viejo hombre. Cállese y siéntese, Dr. Braunheiser.

    El director se detuvo con la boca abierta y levantó sus manos lentamente.

    ¿No se acuerda de mí?. Dijo el hombre alto con cuerpo atlético que parecía un galgo, él sabía que su figura era imponente. El pasamontaña negro era un buen detalle. Mantenía a la víctima algo atemorizada y concentrada por completo. Aun así, el intruso se esforzó para no dejar que la adrenalina afectara su voz o hiciera que sus manos temblaran.

    Esta – esta casa tiene una alarma, dijo el Dr. Braunheiser. La policía. Seguro ya vienen para acá.

    El Galgo sacudió su cabeza y se acercó al viejo hombre. La desconecté. Los cables de su teléfono y las líneas de cable pasan por el mismo lugar, hacia el medidor de electricidad, por la pared frente a la piscina. Además, cuando usted entró no activó el sistema, así que no nos mintamos, ¿de acuerdo?. Él levantó el arma hasta sus ojos, apuntando el cañón hacia su víctima. Ahora, de rodillas.

    El Dr. Braunheiser frunció el ceño mientras bajaba sus manos. No haré tal cosa.

    El Galgo tragó en seco para apaciguar el nudo en su estómago. Sí lo hará. Él inspeccionó el largo espejo de madera tallada colgado junto al enorme acuario en el vestíbulo. Un hombre terrorífico con un pasamontaña negro y pantalones de mezclilla azules lo miraba. Volteó su cabeza para dirigir su mirada hacia Braunheiser. El viejo hombre seguramente usaba una voz firme que llenaba de miedo el cuerpo de sus estudiantes. Pero no esta noche. El Galgo puso su dedo en el grueso gatillo de su arma .45. Usted se va a arrodillar y hacer lo que yo le diga, o tomaré el próximo vuelo a Carolina del Norte y mataré a su hija Jenifer en la oficina de su clínica. Luego buscaré a su esposa Sandy en el seminario y la mataré en el cuarto de su hotel. Entrecerró sus ojos y le gruñó al doctor. ¿Entendió, cumpleañero?.

    Las manos de Braunheiser temblaban y las levantó. Eso no es necesario. Solo... solo dígame, ¿qué quiere? Yo puedo – yo, yo tengo.... Su voz se había apagado, era mucho más baja ahora, y no tan firme como hace un momento.

    El Galgo avanzó y puso su arma junto a la frente de Braunheiser. Ya se lo dije. Póngase de rodillas.

    El doctor bajó su cuerpo refunfuñando, puso sus manos sobre las tablas brillantes de madera para apoyarse mientras se sentaba. Con las manos a sus costados se puso de rodillas, una pierna a la vez, hizo una mueca por el dolor y se puso frente al intruso.

    Las llaves del Jaguar, dijo el Galgo. ¿Dónde están?.

    El doctor miró la entrada. En el gancho. Junto a la puerta.

    De acuerdo.

    ¿Usted... usted quiere dinero entonces? Yo puedo darle -.

    El Galgo pasó un pulgar por debajo del pasamontaña y lo dejó sobre su frente. El aire se sentía frío sobre su piel. ¿Así que no me recuerda?. Observó a su víctima. Bueno, era muy joven en aquel entonces. No tomaban fotos de la clase en la sede ni nada parecido.

    Braunheiser parpadeó unas cuantas veces. ¿Sede?.

    Genética Ángelus.

    La cara del viejo hombre empalideció.

    Oh, está empezando a recordar. El Galgo puso un dedo sobre el vendaje en su ojo. Hizo una mueca de dolor, el sudor rodaba por su cuello y su espalda. Me alegra que recuerde. Me gusta recordar. Pero primero, déjeme decirle lo que va a pasar. Él se volvió a poner el pasamontaña sobre su cara.

    Yo – yo puedo darle dinero, susurró el doctor con voz temblorosa. Drogas. Medicinas. Cualquier cosa que -.

    ¡Cállese!. Gritó El Galgo mientras se inclinaba cerca de la cabeza del viejo hombre. ¡Usted no es el protagonista de esta obra, Doctor!. Se giró hacia el espejo y admiró el pasamontaña y la forma en la que escondía sus rasgos y le otorgaba una presencia amenazante. Sabe, dijo mientras rondaba al hombre arrodillado frente a él. Es impresionante que haya llegado hasta donde llegó. Usted es el peor mentiroso que he conocido en la sede – y he conocido a varios de sus colegas en los últimos años.

    El Galgo sacó un pañuelo de su bolsillo.

    Este es el trato. Usted va a poner unas cuantas gotas de éter en este pañuelo y después lo va a inhalar.

    No lo voy a hacer.

    Sí lo va a hacer. Dejó caer el pañuelo frente al doctor. Si intenta no hacerlo, le disparare en los muslos, usted se extenderá sobre el piso pateando por el dolor y yo pondré el pañuelo sobre su cara. Bajó el tono de su voz a un susurro y puso su boca junto al oído del doctor. Es su decisión.

    Las heridas de bala.... Braunheiser tragó en seco, el sudor empezó a aparecer en su frente, tienden a ser notadas por los detectives.

    Los forenses también las notan, Doc. El Galgo olfateó. La colonia Clive Christian y la crema de afeitar del viejo hombre llenaron las fosas nasales del agresor. Pero si cree que alguien va a venir a investigar en medio del pantano el Gran Ciprés, mucho más allá de la reserva india, y cavar entre el estiércol de caimanes para encontrar sus heridas, pues, recuerde que – esos mismos detectives de Miami no se tomaron la molestia de mojarse los pies cuando el vuelo ValueJet 592 cayó en los Everglades. Dudo mucho que los profundos pantanos sean el primer lugar en el que cualquiera llegue a pensar en buscarlo.

    El viejo hombre se estremecía ahora, todo su cuerpo temblaba. Entonces... usted, ¿usted tiene que matarme?.

    El Galgo se enderezó. Oh, sin lugar a duda. ¿No había quedado claro?. Él caminó por el largo pasillo hacia el árbol de navidad, admirando los jarrones y las estatuas mientras el piso oscuro rechinaba bajo sus pies. Le quedan unos pocos minutos. Úselos sabiamente. Rece, por ejemplo – a quién en usted crea. La ciencia. El dinero posiblemente. El poder. Pero no se equivoque, en unos minutos, uno de nosotros estará muerto. Tragó en seco. Y como soy yo el que tiene el arma, puedo apostar que será usted.

    No se saldrá con la suya. La voz del doctor se llenó de ira.

    Ya lo hice, dijo el Galgo mientras caminaba de vuelta donde el doctor. Varias veces. Pero ya me cansé de hablar con usted. Es hora del espectáculo. Tres inhalaciones profundas deben ser suficientes – y sabré si está fingiendo, así que no lo haga.

    Con manos temblorosas el doctor tomó el pañuelo del piso y lo levantó.

    El Galgo sacó un pequeño vial de su bolsillo. Tres gotas de esto. Ni más, ni menos. Recuerde, hay muchas formas feas de morir. Esta no tiene por qué ser una de esas. Él sostuvo la botella, moviéndola de atrás hacia adelante como el péndulo de un reloj mientras miraba fijamente al viejo hombre a los ojos. Debe ser terrible, saber que pronto morirá.

    El doctor tenía la mirada puesta en él, el pañuelo se encontraba en su temblorosa mano. Si me dice lo que quiere, tal vez pueda ayudarlo.

    ¡No! ¡Ya recibí toda la ayuda que puedo soportar de usted Doctor Braunheiser! Ahora, por última vez. Él estiró su brazo y apuntó su gran arma a la cabeza del viejo hombre. Empiece a oler o le juro que sus sesos quedaran en las paredes.

    El viejo hombre quitó la tapa de la botella de plástico, esta se escapó de sus dedos temblorosos y rodó por el piso. El Galgo se detuvo para recogerla. No puedo dejar ninguna evidencia por ahí.

    El vial tenía un cuentagotas. Braunheiser levantó el cuentagotas y puso tres en el centro del pañuelo.

    Póngalo sobre su nariz y boca, dijo El Galgo mientras movía la pistola que apuntaba al doctor. Por favor respire profundo por la nariz y cuente regresivamente a partir de diez. Se rio. Solo bromeo. No tiene que hacer eso.

    El viejo hombre respiró de forma vacilante.

    Más profundo. Por lo que tengo entendido las heridas de bala duelen muchísimo. Primero, el impacto – es como ser golpeado por un bate de béisbol, ¡pum! Lo deja sin aire. Después, el dolor agudo y abrasador pasa por todo su cuerpo y aporrea su cerebro. Luego, llega la intensa sensación de calor. Algunos tipos dicen que llegan a percibir el olor de su propia carne quemándose por el plomo caliente. Después su sistema siente las oleadas sin fin de dolor agonizante y los deja en shock – luego de diez o quince minutos de dolor intenso. Seguramente un chico mayor como usted sufriría un paro cardíaco. Y a corta distancia, esta .45 puede arrancarle la pierna. Ahora, si no lo puede hacer por sí mismo, piense en su pobre e inocente esposa e hija. Jenifer y Sandy no merecen morir también. Piense en el desastre rancio y pegajoso de sangre y viscosidades que dejaríamos para que la sirvienta encuentre el martes. Así que, por favor. Hágalo bien.

    El doctor levantó sus hombros e inhaló profundamente.

    Así es. Es mejor que empiece a contar.

    Temblando, el hombre asintió. Sus ojos se estaban llenando de lágrimas, él habló a través del pañuelo que sostenía sobre su cara. Diez.... Su voz vacilante. Nueve.

    Él cerró sus ojos, las lágrimas rodaban por sus mejillas. Ocho....

    Otra respiración temblorosa y profunda.

    Lo ayudaré, dijo el Galgo. Siete.

    Los hombros del doctor se hundieron mientras inhalaba por tercera vez. Sus manos cayeron a sus costados, el pañuelo flotó hacia el suelo. Su cabeza se movió ligeramente a la derecha y después su cuerpo se desplomó. Chocó de cara contra las pulidas tablas de roble.

    El Galgo inhaló profundo y exhaló despacio mientras frotaba el nudo en su estómago. Así es. Ahora, permítales a mis amigos acompañarlo a su auto, empezaremos la segunda fase.

    Capítulo 2

    Hamilton DeShear limpió su cara con una toalla y se sentó sobre la tela de la silla de acampar, tomó su celular que estaba sobre la tapa de la hielera antes de que la vibración lo tirara al suelo. Nunca llevaba el celular consigo mientras corría, consideraba que merecía tener una hora para él mismo en la madrugada. Su corrida de cinco kilómetros diarios en la playa era uno de los pocos placeres que se permitía últimamente.

    Una caña de pescar dentro de un tubo de PVC medio enterrado que se encontraba cerca no mostraba señas de haber atrapado ningún pez. Él sostuvo la toalla sobre del teléfono para tapar la brillante luz, luego leyó lo que había en la pantalla.

    Número desconocido.

    Bien. Por lo menos no es Tullenstein otra vez.

    Dio un golpe al icono verde y puso el teléfono en su oreja. Investigaciones DeShear.

    La mujer al otro lado del teléfono habló en tono bajo y acelerado. Hola, ¿puedo hablar con Hamilton DeShear, por favor?. Titubeaba un poco, como alguien que no sabe con seguridad cómo pedir lo que quiere.

    Tal vez era una esposa que quería que siguieran a su marido, definitivamente no era uno de los subalternos de Tullenstein intentando demandarlo de nuevo.

    DeShear alejó el teléfono de su cara para ver la hora. Siete treinta. Habla Hank DeShear. ¿Qué puedo hacer por usted?. Puso el teléfono sobre la tapa de la hielera y presionó el botón de altavoz, luego sacudió la arena de su torso firme y desnudo.

    La mujer aclaró su garganta. No sé muy bien como decir esto....

    De acuerdo, no hay problema, tómese su tiempo.

    Una mujer joven y tonificada – por lo menos de la mitad de su edad – llegó trotando, llevaba puesto un brasier deportivo y unos pantalones de yoga rosados. Su cola de caballo rubia oscilaba en la parte posterior de su gorra de beisbol, pero sus ojos estaban puestos en DeShear. Ella le sonrió y lo saludó con la mano. Él levantó su mano y asintió. Sus largas piernas batieron la suave arena mientras se giraba y continuaba su camino hacia la playa.

    Necesito de sus servicios, dijo la mujer al otro lado del teléfono. Pero debe empezar de inmediato. ¿Puede reunirse conmigo? Hablé con Mark Harriman del departamento de policía de Tampa. Él me lo recomendó muy especialmente.

    Entiendo, qué amable Harriman. ¿De qué se trata, señorita...?.

    Puede llamarme Lanaya Kim. ¿Supongo que ha leído sobre la muerte del Dr. Braunheiser anoche?.

    Algo vi en las noticias. Academia Wellington. Era el director. DeShear tomó su teléfono y presionó iconos para encontrar el sitio web del tribunal de Tampa. El indicador de señal parpadeaba una barra parcial mientras buscaba una mejor conexión. Su computadora estaba en la cajuela de su carro, pero no se encendería suficientemente rápido como para encontrar la historia y leer más – eso si es que lograba captar alguna señal.

    Los reportes periodísticos dicen que murió en un accidente automovilístico de una sola persona. Quiero demostrar que la causa de la muerte es errónea, pero debe empezar de inmediato. ¿Puede reunirse conmigo mañana?.

    Claro que sí. Sacudió la arena de sus piernas. De hecho puedo reunirme con usted esta mañana si quiere. ¿Con cuál bufete de abogados trabaja?.

    Mañana. Y trabajo por mi cuenta. Un abogado, empleado mío lo contactará pronto si es que decide tomar el caso.

    Está bien. ¿Puedo saber cuál es su nexo con este caso, Sra. Kim?.

    Como dije, la muerte del Dr. Braunheiser fue algo más que un simple accidente. Podemos hablar de los detalles mañana. Me gustaría -.

    ¿Qué cree que pasó?. Él miró las tranquilas aguas de la bahía que destellaban por el sol de la mañana, pequeños diamantes bailaban en cada onda.

    Yo... Yo no puedo hablar de eso por teléfono. Si usted -.

    Entonces será mañana, Sra. Kim. Y no se preocupe, soy bien versado en este tipo de cosas. Realizo una excelente investigación judicial, y como Harriman seguro le dijo, solía ser policía. Así que, si tenemos que revisar los pedazos restantes de los frenos o inspeccionar el mecanismo de dirección para encontrar una reparación mal hecha o un problema de fabricación, no hay problema. Puedo encontrar a los mejores expertos, recopilar toda la información y presentarla de forma tal que cualquier persona en el jurado esté a su favor. Claro que para que esto empiece a caminar, usted primero debe demostrar que es la parte afectada. ¿Puede decirme cuál es su conexión con el Dr. Braunheiser?.

    Unas cuantas gaviotas aterrizaron junto a la caña de pescar.

    Las noticias... las noticias dicen que la muerte del Dr. Braunheiser fue un accidente.

    Y usted quiere demandar.

    No. Yo quiero... mi interés.... Ella respiró hondo. Si se hace un examen de toxicología especializado, este mostrará que había Propofol en el cuerpo del Dr. Braunheiser. Suficiente para probar que él no era capaz de manejar un carro.

    DeShear frotó la barba incipiente en su barbilla. Eso es un poco diferente. ¿Usted cree que el accidente fue intencional? ¿Un homicidio?.

    De verdad yo – no quiero discutir esto por teléfono. Cuando nos veamos en persona le puedo contar más.

    De acuerdo, pero por lo que me cuenta, usted – o alguien más – piensa que la muerte del doctor fue un asesinato.

    Sr. DeShear -.

    Señorita, es una distinción importante para mí. Yo no trabajo en investigaciones de asesinatos.

    Sr. DeShear, por favor escuche lo que tengo que decir. Su voz se quebró. Por favor.

    El quebranto de su voz lo enganchó. El miedo de otras personas lograba que él fuera más empático. Puso su mano sobre su cadera. De acuerdo, lo siento. Adelante.

    Por teléfono no. Mañana. En persona.

    Él apretó los labios. Algo en ella no le daba buena espina.

    Usted trabaja con fianzas, ¿cierto? ¿Encuentra criminales que no cumplieron con los términos de esas fianzas? Y su cuenta la tiene con el banco Mid Florida. Revise su estado de cuenta. Encontrará un depósito de cinco mil dólares por parte de Créditos Suisse, de una cuenta que termina en dos-cero-uno. ¿Le gustaría tomarse el tiempo necesario para verificar que los fondos están ahí?.

    Él se levantó de golpe. Yo, eh, no estoy en mi oficina en este momento. Mirando el carro se arrepintió de no haber encendido la computadora antes – y de no haber corrido a un lugar con una mejor señal.

    ¿Puede revisarlo desde su teléfono? Yo espero.

    Bueno, aquí casi no tengo señal. ¿Dijo cinco mil?.

    ¿Tengo su atención ahora? Es todo suyo solo por reunirse conmigo mañana en el Boulevard Bayshore. Escuche lo que tengo que decir y el dinero es suyo, sin compromiso. Después de eso, veremos si quiere encargarse de mi caso.

    Él asintió. Cinco mil dólares definitivamente compran unas cuantas horas de mi tiempo. Yo estoy libre esta tarde si gusta.

    Mañana. Llegaré de Texas.

    ¿A qué hora debo ir por usted al aeropuerto?.

    Por favor preste atención. Necesito que le reporte a la policía sobre el Propofol. No aparecerá en un examen toxicológico normal, así que el forense tiene que buscar esa sustancia específicamente.

    Entiendo. Ellos se preguntarán de dónde obtuve esa información.

    Dígales la verdad. Que recibió el dato por teléfono. Mañana, encuéntrese conmigo al medio día en la esquina del Boulevard Bayshore y Gandy. Llevaré puesta ropa de correr roja y estaré haciendo ejercicios de estiramiento en medio del césped.

    Él se puso de pie y sostuvo el teléfono en su oído con el hombro. Dobló la silla de acampar, tomó la heladera y la caña de pescar y empezó a caminar hacia el auto. Miles de personas trotan en Bayshore todos los días. ¿Cómo voy a encontrarla?".

    Su foto está en el expediente del departamento regulatorio de profesionales. Yo lo encontraré. Debo dejarlo ahora.

    Solo para asegurarme de que estamos en la misma página – si nos reunimos, me puedo quedar con los cinco mil.

    Correcto.

    De acuerdo, acaba de comprar una reunión. Él sonrió. Parece que esta será una blanca navidad a final de cuentas. ¿Cómo está el clima en Texas durante estas festividades?.

    No lo sé. No dije que viviera en Texas, dije que llegaría de ahí. Resopló ella. Espero que preste más atención a los detalles de aquí en adelante, Sr. DeShear.

    Él movió sus pies. Sí señora. Lo siento. Como investigador privado a menudo tengo que deducir cosas, así que -.

    Entonces intente no deducir cosas incorrectas. Una última cosa. No debe intentar contactarme de ninguna forma. Por el momento, asuma que todos los aspectos de su vida están comprometidos. Su oficina, sus computadoras, todo. Trabaje como si sus teléfonos estuvieran pinchados y su casa fuera vigilada. Lo estoy llamando desde un teléfono descartable, así que no intente llamarme.

    No tome esto a mal, pero no le parece un poco exagerado.

    Por cinco mil dólares puedo sonar tan exagerada como quiera.

    De acuerdo. Me parece justo.

    Venga solo mañana, y no le cuente a nadie de nuestra reunión.

    No hay problema. Él dejó sus cosas y frotó su frente. Ah, Sra. Kim, esto puede costarme el trabajo, pero me siento obligado a decirlo una vez más – no puedo involucrarme en una investigación activa de asesinato. No está permitido. Así que, cuando hable con Harriman sobre el Propofol, si sale como usted dice – es el fin. Tendré que hacerme a un lado.

    Lo contrataré para que investigue el caso de una persona desaparecida. Usted aún trabaja esos casos, ¿no es así?.

    Pues sí.

    "Como un investigador que

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