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Un pueblo de la Alta Baviera a finales del siglo XVII.

Una mujer solitaria, inteligente y dotada de conocimientos que parece casi mágica ante los ojos de la mayoría de la gente.

Con la preparación de colgantes y cataplasmas, con el estudio de hierbas, piedras y estrellas, Marika tendrá que encontrar una forma de sobrevivir por sí misma en un mundo que la ve como una amenaza y a las mujeres como poco más que animales.

La luz en los ojos de una niña, el asesinato de un padre de familia y la llegada al pueblo de un inquisidor, destruirán el delicado equilibrio que Marika había establecido con los demás habitantes y dejarán que la envidia y el rencor cultivados durante años maduren el fruto con el sabor más amargo: el odio.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento13 dic 2020
ISBN9781071579534
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    Una vez más - Marzia Bosoni

    A la Madre.

    Karima

    Karima caminaba lentamente de un lado a otro, ocasionalmente miraba hacia el cielo que se oscurecía rápidamente.

    En el jardín, las manchas azules de las flores de regaliz se desvanecían lentamente, preparándose para la noche; mientras los grandes arbustos de lavanda buscaban en vano sus espigas. Ese mismo día habían terminado de recoger las flores y la casa estaba fuertemente impregnada del intenso aroma de la lavanda; pero en el jardín era el jazmín el que esparcía su dulce y embriagadora fragancia cubriendo casi todos los demás olores.

    Sin embargo, Karima, que durante tantos años había caminado por ese jardín y conocía cada hierba y cada piedra, percibía claramente el aroma de las hierbas aromáticas que venía del rincón oriental: la salvia sana que cura todos los males, el resistente tomillo, la menta fresca que protege el espíritu e infunde optimismo, el exuberante toronjil, el hisopo regio que protege y purifica, el mirto tímido que favorece el amor... Y, en la luz del crepúsculo que se desvanecía rápidamente, reconoció sin demora el rincón de las ortigas que repelen el mal, mezcladas con amapolas rojas para los presagios; a lo lejos aún podía ver el delicado y precioso arbusto de mirra, cultivado con tanto esfuerzo por su fragante resina. Las bayas negras de la belladona, las raíces mortales del acónito y la reina de las hierbas mágicas, la mandrágora, estaban en un rincón protegido y custodiado por orgullosos arbustos de laurel.

    Luego, en el centro del jardín, unas piedras trazaban un círculo perfecto; ahora, ya no solo eran sombras en la noche, sino que en cada una de esas piedras se habían grabado símbolos y palabras en idiomas hacía mucho tiempo olvidados. Y ese era el lugar que Karima vigilaba con más insistencia.

    Mientras continuaba la paciente vigilia nocturna, su fiel compañera Layla, la observaba en silencio con sus grandes ojos verdes que sabían escanear la noche e interrogar a las estrellas: durante mucho tiempo habían aprendido a comunicarse a través de la mirada y los leves contactos del cuerpo.

    Al sentirse observada, Karima se detuvo un momento y le devolvió la mirada con una expresión de melancólica dulzura; inmediatamente los ojos de Layla se humedecieron y se iluminaron, permitiéndole escapar un sonido parecido a un suspiro.

    Karima siguió caminando por el estrecho balcón en el que se encontraban. Como cualquier bruja, sabía perfectamente que era fundamental esperar el momento en el que la luna llena inundara de luz el jardín, antes de realizar el ritual que desde tanto tiempo atrás esperaba celebrar. Y Karima no era cualquier bruja.

    Había llegado al mundo en una noche como esta, una noche en la que la luna parecía inmensa y derramaba su tono plateado sobre todo. La luna era lo primero que percibieron sus ojos, aún sin verla. Recordaba bien ese momento, escuchaba los murmullos y ruidos extraños, pero todos sus sentidos estaban dirigidos a esa voz que solo ella podía escuchar: la voz de la Luna.

    "Bienvenida de nuevo, hermanita, hija mía. Otro viaje te espera y lo que has aprendido en

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