Las Aventuras de Ollie Orangután
Por Larry Landgraf
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En los inicios, todos los animales nacían en libertad. Sin embargo, Ollie, nació en una jaula y ha pasado toda su vida en un zoológico. Todo lo que sabe lo ha aprendido de su madre y a través de los barrotes de su encierro. Su vida dependía por completo de los humanos. Siempre había tenido alimento suficiente y se divertía mirando a los humanos que lo visitaban a diario, en especial a los más pequeños. La vida era cómoda y Ollie creció sin sobresaltos.
Pero el destino quiso que todo eso cambiara. Ollie se ve depositado en un entorno completamente nuevo del cual no conoce nada. Él deberá aprender cosas nuevas para poder sobrevivir sin la ayuda de los humanos. Hará nuevos amigos, pero el mundo real es brutal. También se encontrará con otros dispuestos a lastimarlo. ¿Logrará fortalecerse y comenzar una nueva vida?
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Las Aventuras de Ollie Orangután - Larry Landgraf
Capítulo 1
El viaje en tren
Ollie apoyó la cabeza contra los barrotes de su jaula. Su cráneo vibraba mientras él mantenía la mirada fija sobre los cajones de madera que se encontraban al otro lado del vagón. El constante traqueteo de las ruedas de acero golpeando las juntas de los rieles era monótono pero relajante. ¡Piiiiiii! El silbato del tren señaló un cruce de caminos al pasar por otra ciudad. Cada pitido hacía que le brotara una lágrima mientras Ollie posaba su mirada perdida sobre el infinito. A cada instante se alejaba más de su casa, de su madre, y de la vida que alguna vez había conocido.
Su madre lo había preparado para ese viaje hacía mucho tiempo. Ella le decía que el zoológico solo tenía un sitio espacioso para los simios. No permitirían que estos estuvieran hacinados. Eso era bueno en muchos sentidos, pero también era inevitable que su hijo fuera transportado a otro zoológico cuando alcanzara la madurez. Ese momento había llegado y Ollie iba camino a Brownsville.
Ollie pensó en su madre. ¿Volvería a verla alguna vez? Nunca había conocido a su papá. Madre nunca hablaba de él. Ollie sintió que las lágrimas se acumulaban en su ojos. No hacía más que unas horas que había abandonado su hogar y la separación de su madre ya le desgarraba el corazón.
Ollie parpadeó y se frotó la cara con su largo brazo. Se levantó y se dirigió lentamente hacia el otro lado de la jaula. Después de viajar durante varias horas, necesitaba moverse. No tenía mucho espacio, pero este era el suficiente como para que no estuviera apretado. Se aferró a los barrotes de acero y miró los rayos de luz que se abrían paso a través de los listones de madera del vagón. La humedad y el polvo del aire hacían que los rayos brillaran. La luz era lo único de lo que veía que le despertaba algún interés.
De repente, se escuchó un fuerte chirrido; metal sobre metal. Las ruedas del vagón chirriaron sobre las vías de hierro y Ollie salió despedido contra los barrotes de su jaula. Se aferró a ellos con más fuerza. En ese momento, la jaula se cayó cuando el vagón se detuvo de manera abrupta. Sus dedos quedaron atrapados entre los barrotes de metal de su jaula y el piso. Gritó a causa del repentino dolor y liberó sus manos de un tirón. Su cabeza impactó contra los barrotes superiores de la jaula. El peso de su cuerpo hizo que esta se desplazara por el piso y chocara contra los cajones que estaban apilados en el otro extremo del vagón.
Ollie sintió que el aire se escapaba de sus pulmones mientras él se estrellaba contra los barrotes de su jaula y los cajones. El dolor que sintió al costado de su cabeza le hizo soltar un chillido. Los ojos comenzaron a pesarle y la oscuridad lo golpeó con fuerza mientras se desmayaba.
Ollie parpadeó. Se estiró para masajear el costado de su cabeza. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero le dolía la cabeza. Al moverse, el dolor le recorrió el cuerpo.
Se detuvo por un segundo y escuchó. Lo único que oyó fue el viento que pasaba silbando entre las tablas del vagón. La puerta de su jaula se había abierto. Ollie hizo una mueca de dolor al salir gateando de su prisión. Estaba adolorido, pero no creía haberse roto ningún hueso.
El interior del vagón estaba más iluminado que antes. Ollie miró a su alrededor y descubrió que dos tablas del costado se habían roto y había aparecido un hueco. Se arrastró hacia allí para echar un vistazo. Pudo ver el suelo, pero el vagón pasaba a una gran altura. Tiró de las tablas y se rompieron dos más. El agujero no era lo suficientemente grande para su cuerpo, por lo que asomó la cabeza por la abertura.
Ollie miró hacia abajo. El tren se encontraba en un puente de caballetes muy por encima del suelo. Miró a la izquierda y a la derecha. A cierta distancia, cuando el puente hacía una curva hacia la derecha, uno de los vagones estaba atravesado sobre las vías. También vio que dos de ellos se habían caído y se encontraban en el suelo. Uno estaba parcialmente sumergido en agua y, el otro, en un lugar alto del irregular terreno.
Ollie tiró de las tablas que estaban al costado de su vagón. Le costó un poco, pero pudo romper dos más. Ahora la abertura era lo suficientemente grande como para poder escapar. Entrecerró los ojos, estos no estaban acostumbrados al brillo de la luz después de estar encerrado en el tren. Además, estaba un poco mareado, probablemente porque se había golpeado la cabeza en el accidente.
Miró a su alrededor en busca de humanos. No se veía ninguno. Si había algunos, probablemente estaban en la parte delantera del tren cerca del motor. Eso era al otro lado del vagón que estaba atravesado en las vías.
Ollie bajó la mirada. Había tierra, mucha maleza, y un poco de agua. La profundidad no parecía superar el tobillo. A lo lejos, la luz se reflejaba en el agua y eso llamó su atención. Parecía haber un río o un lago.
Su cabeza no dejaba de latir. Necesitaba agua y descansar un poco. Pudo ver que a lo lejos se veía un sitio sombreado, allí no lo encontrarían.
No había nada que lo retuviera allí. Sin duda, tarde o temprano se acercarían los humanos para inspeccionar el daño al tren y, seguramente, volverían a encerrarlo. Eso no sucedería si él hacía algo, pero necesitaba escapar del tren antes de que aparecieran. Se le ocurrió que, si lograba huir del tren, tal vez podría regresar con su madre.
Ollie miró hacia al suelo nuevamente. Estaba demasiado lejos para saltar. Tendría que bajar por los pilotes del puente. Estos eran negros y olían a un fuerte químico. Tocó la sustancia negra y la llevó hasta su cara. Era repugnante, pero tenía que pasar sobre ella para