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Inventando una ciudad perdida
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Libro electrónico499 páginas5 horas

Inventando una ciudad perdida

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Una fotografía hizo a Macchu Picchu famoso y ayudó a transformar el lugar en lo que la autora llama una "ciudad perdida descubierta", una utopía andina encontrada. Desde entonces el lugar no ha sido el mismo. El libro trata sobre el ejercicio de ver y el papel que jugaron las tecnologías de visualización para moldear el conocimiento sobre las naciones, los pueblos y el pasado convertido en patrimonio nacional. Hiram Bingham y las tres expediciones de Yale (1911, 1912, 1914-1915) presentaron a Macchu Picchu y al Perú ante el mundo, modelando su imagen muchos siglos después de que lo hicieran los incas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 oct 2020
ISBN9786123260187
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    Vista previa del libro

    Inventando una ciudad perdida - Amy Cox Hall

    portadilla

    Serie: Estudios Históricos, 85

    Publicado originalmente como Framing a Lost City: Science, Photography, and the Making of Machu Picchu por Amy Cox Hall. Copyright © 2017 por la University of Texas Press. Todos los derechos reservados.

    © IEP Instituto de Estudios Peruanos

    Horacio Urteaga 694, Lima 15072

    Telf.: (511) 200-8500

    Correo-e:

    Web:

    ISBN (impreso): 978-612-326-017-0

    ISBN (eBook): xxxxxx

    Primera edición impresa en español: Lima, octubre de 2020

    Primera edición digital: Lima, octubre de 2020

    Registro de proyecto editorial: 31501132000450

    Prohibida la reproducción total o parcial del contenido y de las características gráficas de este libro por cualquier medio sin permiso de los editores.

    Asistente de edición: Yisleny López

    Corrección de pruebas: Daniel Soria

    Diagramación: Silvana Lizarbe

    Carátula: Gino Becerra

    Cuidado de edición: Odín del Pozo

    Imagen de carátula: Detalle de fotografía El altar del templo principal de Machu Picchu, de Hiram Bingham. Cortesía de National Geographic Society.

    Cox Hall, Amy

    Inventando una ciudad perdida: ciencia, fotografía y la leyenda de Machu Picchu. Lima, IEP, 2020. (Estudios Históricos, 85)

    1. HISTORIA; 2. EXPEDICIONES; 3. CIENCIA; 4. FOTOGRAFÍA; 5. SIGLO XX; 6. MACHU PICCHU; 7. PERÚ

    W/05.01.01/E/85

    ÍNDICE

    orla

    AGRADECIMIENTOS

    UNA NOTA SOBRE EL TEXTO

    INTRODUCCIÓN. Visualizando la ciencia

    VISIÓN

    Ciencia epistolar

    Visión de huaquero

    CIRCULACIÓN

    América Latina como laboratorio

    La estética del descubrimiento

    Retratando al indio miserable para la ciencia

    CONTIENDAS

    La política del ver

    CONCLUSIONES. Artefacto

    BIBLIOGRAFÍA

    Lista de ilustraciones

    Figura 1.1. Ayer y hoy, Sergio Langer, 2008

    Figura 3.1. Hiram Bingham con su cámara, 1912

    Figura 3.2. Una diapositiva sin título, coloreada a mano por W. C. Ives en Mystic, Connecticut, para ser usada en las conferencias ilustradas de Bingham (1911)

    Figura 3.3. Dos fotografías panorámicas en el álbum de fotos de la expedición, 1912.

    Figura 3.4. Las ruinas de la antigua capital inca, Machu Picchu, Hiram Bingham 1912

    Figura 4.1. Fotografía panorámica de Machu Picchu (durante el desbroce) y cañón del Urubamba. Hiram Bingham, 1912

    Figura 4.2. Una buena trocha de mulas en el sur del Perú. Hiram Bingham, 1912

    Figura 4.3. El altar del templo principal de Machu Picchu. Hiram Bingham, 19126

    Figura 4.4. El mejor tipo de trabajador indio: sur del Perú. Hiram Bingham, 1912

    Figura 4.5. Una típica madre india cuzqueña y su bebe. Luther T. Nelson, 19121

    Figura 4.6. Sin título. Ilustración Peruana, 1912.

    Figura 4.7. Sin título. Ilustración Peruana, 1912.

    Figura 5.1. Fotografías sin título, etiquetadas como F, tomadas por David Ford, c. 1915

    Figura 5.2. Placa 2 de H. B. Ferris, estudios antropológicos sobre los indios quichua y machiguenga.

    Figura 7.1. Grupo en Machupichu. Hermanos Cabrera, 1940

    Figura 7.2. Turista en Aguas Calientes. David Salas, 1955

    Figura 7.3. Los turistas. Marcel Velaochaga, 2007

    Figura 7.4. Los prisioneros. Marcel Velaochaga, 2007

    Figura 7.5. Publicidad en una parada de autobús del Cusco, 2008

    Para Kirk

    AGRADECIMIENTOS

    orla

    El financiamiento de esta investigación proviene de becas del Programa Fulbright, la National Science Foundation, el Center for Latin American Studies de la Universidad de Florida y el Amherst College. Gran parte del capítulo cinco fue escrito mientras realizaba la residencia en el Hambidge Center for Creative Arts and Sciences en Rabun Gap, Georgia. El tiempo de tranquilidad que tuve ahí fue invalorable para el desarrollo de esa parte del libro. Sin este apoyo, la investigación realizada en múltiples sitios y los varios años requeridos para este libro hubieran sido de imposible realización. Estoy agradecida por los permisos otorgados por Sergio Langer y Marcel Velaochaga para publicar sus trabajos en este libro. Su arte me ha ayudado a pensar en mis propias ideas.

    Después de haber trabajado en este proyecto por más tiempo del que me gustaría admitir, estoy en deuda con muchas personas, algunas de las cuales se mencionan aquí.

    La Universidad de Florida me brindó una combinación ecléctica de profesores y estudiantes de posgrado que ampliaron mi pensamiento de maneras que solo ahora me doy cuenta. No puedo agradecerles lo suficiente a Brenda Chalfin y Florence Babb por su permanente entusiasmo en relación con este proyecto y por su constante aliento. Glenn Willumson amplió mi interés en la fotografía y fue un asesor y profesor con un talento único, cuyos cursos y comentarios mejoraron mi pensamiento y mi escritura. El curso de Stacey Langwick sobre antropología de la ciencia me ayudó a reconsiderar mi enfoque acerca de la historia y la antropología. Le agradezco a Michael Moseley por sus conocimientos sobre arqueología peruana y su buen humor. Mark Thurner leyó cuidadosamente los primeros borradores de este trabajo y me impulsó a incorporar argumentos históricos e historiografía peruana con mayor profundidad.

    El apoyo de mis colegas ha sido vital para la finalización de este libro, y me gustaría haber reconocido su importancia antes. Mis compañeros de promoción en la Universidad de Florida me ofrecieron su amistad y me abrieron los ojos a visiones sobre América Latina que no había considerado. Scott Catey leyó innumerables borradores iniciales de propuestas de subvenciones, así como capítulos posteriores; Ciencia epistolar le debe mucho a sus comentarios. Lauren Fordyce fue una oyente solidaria que entendió los desafíos que implica dedicarse a una carrera académica. Finalmente, Juan Carlos Callirgos me ayudó a abrirme a la vida en el Perú, tanto al pasado como al presente. Estoy agradecida por su confiable amistad, apoyo, lecturas detalladas y consultas sobre los capítulos. No puedo agradecerle lo suficiente.

    Si bien mi formación ha sido principalmente en antropología cultural, la investigación para este libro es histórica. En los Estados Unidos revisé todo el material de archivo que se conserva en los documentos de la Expedición Peruana de Yale y documentos de la familia Bingham de la Sterling Library’s Manuscripts and Archives de la Universidad de Yale. Los asistentes de investigación fueron extraordinarios en cuanto a colaboración e información, incluso en el envío de materiales cuando ya no estaba en el campus. Revisé la correspondencia del Departamento de Estado de los Estados Unidos en el Archivo Nacional y los materiales de archivo y álbumes fotográficos de la National Geographic Society. Renee Braden, de la National Geographic Society, ha sido una verdadera joya. Después de muchos, muchos años tratando de acceder a los álbumes de fotos de las expediciones de Hiram Bingham, ella finalmente lo logró. Estoy muy agradecida por el tiempo que se tomó de su tan apretada agenda para facilitar la visita.

    En Lima, trabajé en varios archivos públicos, incluido el del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú; el Archivo General de la Nación; el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú; y el del Instituto Riva-Agüero, que posee un repositorio de periódicos y revistas ilustradas de principios del siglo XX, así como documentos de Albert Giesecke, Mejía Xesspe y la colección de artículos Zapata/Arias Schreiber sobre la defensa del patrimonio monumental. En el ex Instituto Nacional de Cultura, examiné los artículos de Luis Eduardo Valcárcel. También visité las colecciones de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Biblioteca Nacional en Lima, que tiene ejemplares de periódicos y revistas ilustradas como Actualidades, Variedades, Prisma, El Perú Ilustrado y El Correo de Perú. Me siento muy honrada por la confianza y buena voluntad que me mostraron los bibliotecarios y archiveros.

    En el Cusco, revisé el archivo y la biblioteca regional, así como el archivo fotográfico, la Fototeca Andina del Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas. Allí, los bibliotecarios me ayudaron a aclarar algunos de los errores materiales en las fotografías guardadas en el archivo, asegurándose de que no transitara por el camino equivocado. Visité otros archivos, como el de la Sociedad Geográfica de Lima, donde no encontré documentos, pero cuya ubicación histórica evocaba la desaparecida elegancia de una época pasada. También visité archivos personales y me reuní con personas como Luis Figueroa Yábar, el conocido cineasta de la escuela cusqueña e hijo del artista y fotógrafo Juan Manuel Figueroa Aznar, quien compartió conmigo sus documentos, fotografías y recuerdos.

    La Colección Latinoamericana de la Universidad de Florida ha constituido un recurso fabuloso que a menudo di por sentado. La Biblioteca Frost en el Amherst College ha sido el mejor ejemplo de lo que puede suceder si se tiene cuidado, interés y recursos en una biblioteca universitaria. Eran y son asombrosos.

    En el Departamento de Antropología y Sociología del Amherst College tengo la suerte de contar con colegas que me alientan y son muy cordiales. Deborah Gewertz, Chris Dole, Vanessa Fong, Nusrat Chowdhury, Jerry Himmelstein, Ron Lembo, Leah Schmalzbauer y Hannah Holleman me acogieron y me brindaron una bien pensada orientación y apoyo. Estoy especialmente agradecida a Deborah y Leah por su estímulo y recomendaciones sobre la publicación. También le agradezco a Austin Sarat por hacerme sentir que pertenecía a un lugar como Amherst y por aprobar fondos de última hora para mis investigaciones y viajes. Mis estudiantes en Amherst College y en UNC-Charlotte me ayudaron a convertirme en una mejor profesora y, en el proceso, en una mejor académica y escritora.

    En el Perú, innumerables personas me ayudaron con archivos y trámites burocráticos, y también con la vida. Les estoy agradecida a todas. En particular, Mariana Mould de Pease me acogió en su casa y compartió sus ideas, documentos y perspectivas. Ella es un tesoro. Jorge Flores Ochoa me brindó su tiempo y compartió conmigo sus puntos de vista durante muchos años. Leylys Gutiérrez me invitó a Colitur y animó a los guías turísticos a hablarme sobre sus experiencias en Machu Picchu. Esta parte de la investigación fue un gran alivio y contrapeso al frío que se pasa en las salas de lectura. También debo agradecer especialmente a la hermosa familia Castellanos por invitarme a ser parte de ellos. La amistad de Diana Castellanos continúa siendo una fuente de gran alegría y apoyo para mí.

    Los comentarios de Christopher Heaney y Walter Little me ayudaron a aclarar y profundizar el argumento de este libro. Estoy agradecida por el tiempo y el cuidado que han mostrado en sus revisiones y por sus enriquecedoras sugerencias, todas las cuales han contribuido a mejorar el libro. En su versión en inglés, Kerry Webb fue una editora reflexiva y diligente; ella supervisó el libro a la perfección a lo largo del proceso, desde la revisión hasta su publicación. Aprecio enormemente el modo en que ella creyó en este proyecto. Kip Keller hizo un extraordinario trabajo de corrección de los manuscritos. Estoy asombrada de su habilidad. En la edición en español, el IEP y los traductores trabajaron con el libro y lo hicieron aún mejor.

    Finalmente me gustaría agradecer a mi familia. Mi mamá, si bien no comprende el propósito de la profesión que he elegido, me ha respaldado. Mi padre ha leído los borradores de mi investigación y siempre me ha alentado a que siga escribiendo. Redacté mi tesis cuando estaba embarazada de mi primera hija y empecé a enseñar mientras estaba embarazada del segundo. En retrospectiva, no tengo idea cómo esto fue posible, pero debe haber tenido algo que ver con el dulce amor, la admiración y la emoción que me mostraron. Ellos son alegrías que me siguen dando sentido y un lugar en el mundo. El libro está dedicado a Kirk, mi esposo. No sé cómo haz continuado dándome todo ese apoyo. Gracias por ese incansable mérito.

    UNA NOTA SOBRE EL TEXTO

    Técnicamente, la expedición de 1911 fue la única oficialmente denominada Expedición Peruana de Yale. Las posteriores expediciones de 1912 y luego la de 1914-1915 se llamaron Expedición Peruana bajo los Auspicios de la Universidad de Yale y la National Geographic Society. Gilbert Grosvenor, director de la Sociedad y editor de la revista National Geographic , a menudo le mencionó a Bingham que cuando las expediciones se discutían públicamente, la Sociedad sentía que no tenía el crédito que merecía. Sin embargo, he optado por referirme a las tres expediciones como Expediciones Peruanas de Yale por razones de simplicidad y porque así es como se conocen normalmente.

    Figura 1.1. Ayer y hoy, Sergio Langer, 2008. Esta imagen proviene de la revista Somos, que se distribuye los sábados con El Comercio, el diario de mayor circulación en Lima, Perú. La caricatura, un comentario sobre la conquista, apareció en 2008. Langer satiriza a los turistas cargados de cámaras, induciéndonos a pensar críticamente sobre la práctica del turismo. La leí también con la lente de este libro, un tanto literalmente, pensando que el dibujante podría estar sugiriendo, al igual que yo, que la fotografía es una herramienta de conquista y es tan potente como un rifle —o quizás más porque los disparos siguen lanzándose, las balas nunca dejan de circular—. Cortesía del artista.

    INTRODUCCIÓN

    Visualizando la ciencia

    orla

    [Machu Picchu] es mucho más maravilloso e interesante que Choquequirao. ¡La piedra es tan fina como cualquiera en Cusco! Es desconocido y se convertirá en una buena historia.

    Hiram Bingham1

    Hace cerca de veinte años visité por primera vez Machu Picchu como mochilera y realicé el recorrido a pie a través del Camino Inca. Llegué al Cusco, miré a mi alrededor, hablé con una agencia de turismo, negocié el precio, reservé mi viaje y partí al día siguiente con una mezcolanza de turistas del Reino Unido, Australia y los Estados Unidos. El día que hicimos el agotador ascenso a Huarmiwañusqa (Paso de la Mujer Muerta, a 4197 msnm), los porteadores llevaban apiladas las pertenencias de los turistas en bultos de un metro y medio que sobresalían de sus espaldas. Me maravillé por su fuerza y agilidad mientras corrían subiendo la montaña con ojotas de caucho, pero lamentaba la evidente desigualdad. Habiendo insistido en llevar yo misma mi mochila, llegué a la cima orgullosa del logro, pero percibí que la situación no era tan clara, puesto que los porteadores parecían decepcionados porque no recibirían un pago por cargar mi mochila. Después de tres días de caminata, llegamos a Machu Picchu, donde un nuevo guía nos hizo un recuento sobre la zona en un inglés incomprensible. Subí hasta el Huayna Picchu, tomé imponentes vistas desde la punta que sobresale de esta joven montaña y admiré la elegancia de un paraje perfectamente situado.

    Actualmente es menos probable este escenario. Los turistas deben programar su aventura y reservar el viaje a Machu Picchu con meses de antelación. Las excursiones por el camino están reguladas por el Ministerio de Cultura y los sitios para acampar están limitados a aquellos supervisados por unos pocos operadores turísticos autorizados. Los turistas ya no pueden decidir espontáneamente subir al Huayna Picchu. En cambio deben hacer una reserva y pagar una tarifa de entrada por separado. Los precios se han disparado.

    En 1983, Machu Picchu fue reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad y en 2007 fue declarado una maravilla del mundo moderno. En 2011, más de un millón de turistas visitaron Machu Picchu.2 En 2015, un boleto turístico de ida y vuelta en el tren que sale de Cusco a Aguas Calientes costaba entre 90 y 398 dólares. La tarifa de entrada al parque, incluyendo una visita al Huayna Picchu y al Templo de la Luna, que anteriormente estaba incluida en la tarifa de entrada, era de 152 soles peruanos o aproximadamente 47 dólares para adultos extranjeros. Visitar solo Machu Picchu costaba 128 soles peruanos o 40 dólares. Los peruanos siguen pudiendo visitar Machu Picchu gratis los domingos, pero incluso con la tarifa de entrada reducida, el costo de la visita está fuera del alcance de la mayoría. Por ser tanto una fuente de capital extranjero como el eje de una identidad nacional que une a las personas en el colectivo imaginario denominado peruano, Machu Picchu se ha convertido en un logo tan poderoso como el símbolo de Nike.

    Los estudiosos creen que Machu Picchu fue una residencia o un lugar de retiro real del inca Pachacuti, el noveno sapa inca, quien gobernó desde 1438 hasta 1471. En el momento de su muerte, el Imperio incaico estaba en su apogeo, se extendía desde el Ecuador septentrional hasta Chile e incluía lo que hoy es el Perú, Bolivia y el norte argentino. Después de que los españoles conquistaron a los incas, Machu Picchu fue perdida de vista. No fue sino en 1911 cuando Hiram Bingham, un historiador de la Universidad de Yale, lo fotografió, que la ciudad inició su camino a la celebridad. Una fotografía hizo a Machu Picchu famoso y ayudó a transformar el lugar en lo que podríamos llamar una ciudad perdida descubierta, una utopía andina encontrada. Desde entonces el lugar no ha sido el mismo.

    Este libro trata sobre el ejercicio de ver. Más específicamente, trata sobre las tres expediciones de Hiram Bingham al Perú, entre 1911 y 1916, y el papel que jugaron las tecnologías de visualización para moldear el conocimiento sobre las naciones, los pueblos y el pasado convertido en patrimonio nacional.3 Hiram Bingham y las expediciones peruanas de Yale (1911, 1912, 1914-1915) presentaron a Machu Picchu y al Perú ante el mundo. Hicieron mapas, exhibieron antigüedades, tomaron fotos, escribieron libros y artículos e impartieron conferencias ilustradas con imágenes. Estas palabras e imágenes enmarcaron Machu Picchu desde una posición estratégica específica, que lo colocó en un ámbito dominante de visibilidad.4 Los relatos del descubrimiento a menudo se centran en el heroísmo o el antiheroísmo de Bingham y tienden a eclipsar este hecho. Sin embargo, lo que sabemos acerca de Machu Picchu, el ejemplo más icónico del patrimonio peruano, proviene de, o es formulado en términos establecidos por, el imaginario y el encuadre que realizaron las expediciones peruanas de Yale. Pareciera que Machu Picchu no nos habla sin haber hablado primero con Yale.5 Este libro examina así lo que Hiram Bingham eligió mirar y cómo lo miró para explicar la manera en que Machu Picchu fue moldeado no solo por los incas, sino también por las expediciones científicas de la primera parte del siglo XX.

    En 1978, Edward Said publicó Orientalismo, texto que marcó un punto de inflexión en el estudio de las maneras en que el Otro ha sido visto y presentado y cómo el poder se imbricó y circuló a través de campos aparentemente inocuos.6 Desde la publicación del libro, las pinturas, fotografías, novelas, museos, el arte y las crónicas de viajes se han examinado como artefactos que moldean la manera en que pueblos y naciones han sido inventados y traducidos por los observadores externos.7 De esta forma, en las últimas dos décadas, los estudios de ciencia, tecnología y sociedad (CTS) se han centrado en analizar las estrategias de representación del Otro que permiten construir un conocimiento autorizado y universal.8 Dado que el conocimiento científico ya no se considera un reflejo directo de la naturaleza, el interés de los estudiosos se ha centrado en analizar cómo los instrumentos tecnológicos en sí mismos influyen en la construcción de este conocimiento científico.9 Así, se sostiene que las imágenes son actores clave no solo en la formación de identidades individuales y grupales, sino también en la producción misma de conocimiento científico.10 Más que una exégesis de estereotipos, esta línea de investigación analiza cómo el ejercicio de ver y representar da forma a poderosas narrativas que solidifican hechos y conocimientos, e insertan al Otro dentro de estructuras autorizadas de visibilidad que influyen en lo que se considerada verdadero y cierto.

    Si ciencia es un término que describe la adquisición de conocimientos acerca del mundo físico y natural a través de la observación, entonces analizar esas prácticas de observación es crucial para comprender la construcción, veracidad e historicidad del conocimiento. Tal como Lorraine Daston y Elizabeth Lunbeck señalan: La observación educa los sentidos, calibra el juicio, selecciona objetos de investigación científica y forja el pensamiento colectivo.11 Esta investigación examina las prácticas y tecnologías científicas que hicieron posible tales observaciones, y por lo tanto la manera en que los diferentes tipos de público asimilaron Machu Picchu como una ciudad perdida descubierta.12 Al hacerlo, este libro analiza la manera en que la imagen de Machu Picchu fue moldeándose en relación con los dilemas de la ciencia, los avances del instrumental científico del conocimiento y los discursos racializados sobre el Perú y sus habitantes. Fue esta suma de factores, en última instancia, lo que transformó a Machu Picchu en una ciudad perdida y patrimonio nacional.13

    Ciencia, tecnología y sociedad: las expediciones científicas

    A primera vista, Hiram Bingham y las expediciones peruanas de Yale pueden parecer un tema poco propicio para los estudios de CTS. A pesar de que Bingham era un explorador y se consideraba a sí mismo un científico, los estudios de CTS en el ámbito académico han tendido a enfocarse en la ciencia producida antes del siglo XX o en tecnologías científicas tales como los dispositivos de imagen médica, las computadoras y los superconductores.14 La física y la biomedicina, particularmente el estudio del cuerpo y el trabajo en entornos clínicos, se han privilegiado en desmedro de los referidos a expediciones científicas.15 Además, tratar de vincular los estudios de CTS con los exploradores puede parecer confuso e incluso contraintuitivo, pues, desde un punto de vista popular, la ciencia y los científicos convocan una imagen hecha de batas blancas, tubos de ensayo, productos farmacéuticos y computadoras. En cuanto a mí, tenía sentido incluir las prácticas expedicionarias en el campo de estudios sobre la ciencia, pero parecía contradictorio. La expedición de Bingham y sus hallazgos no lucían lo suficientemente científicos.

    Si bien Bingham consideraba que su labor había generado conocimiento científico en cartografía, geografía y osteología, nunca fueron los resultados más destacados de las expediciones. Las tres expediciones de Yale al Perú no generaron inventos, laboratorios o dispositivos novedosos. Por otro lado, la arqueología, que a priori podía haber sido la práctica científica ideal para descubrir Machu Picchu, apenas se utilizó en las tres giras. Ninguno de los miembros de las expediciones al Perú era experto en esta disciplina. Bingham era historiador, y su equipo se componía de un geógrafo, un osteólogo, un naturalista y un topógrafo, así como de varios asistentes jóvenes. Si bien los mapas topográficos de las expediciones continúan siendo utilizados por los exploradores de hoy y a Bingham se le atribuye la ubicación de Vitcos, donde Manco Inca gobernó hasta su asesinato por parte de los españoles, su legado no se lee fácilmente como científico16.

    Una posible explicación de esto es que cuando se realizaron las expediciones de Bingham, la ciencia estaba menos especializada de lo que lo está hoy; entonces bastaba con haber recibido educación para incursionar en la ciencia sin una preparación específica. Eran comunes las conferencias ilustradas dictadas por exploradores, incluyendo a Bingham, o por científicos no profesionales.17 Por ejemplo, Bingham era miembro del Club Cosmos, una sociedad exclusivamente masculina cuyos miembros presumían de haber realizado trabajo meritorio en ciencia, literatura o artes plásticas, o simplemente de ser cultivados en esos campos.18 El objetivo científico de los integrantes de las expediciones era en realidad ciencia más historia, más aventura, más industria. Lo difuso de estos objetivos evidencia el anacronismo de emplear estas etiquetas actuales para describir la realidad de la época de Bingham, cuando el aura científico-romántica del explorador propia del siglo XIX aún estaba muy viva. Esto no quiere decir que la ciencia no desempeñara un papel importante en la organización, legitimación y desarrollo de la expedición. Sin el brillo y los recursos de una expedición científica, el legado de Yale sería muy diferente. De hecho, fue precisamente el encuadre científico lo que garantizó a Bingham y a las expediciones un prolongado legado cultural en el Perú y en el mundo en general.

    Aunque formado como historiador, Bingham podría ser descrito mejor como explorador y coleccionista con propósito científico.19 Como el primer profesor de Historia Sudamericana en Yale, buscó plantear preguntas emocionantes y relevantes, basadas en investigaciones previas, para luego intentar responderlas con la esperanza de contribuir, más allá de la experiencia individual, al enriquecimiento del conocimiento. Sus expediciones se basaron en una tradición previa de expediciones científicas, dedicadas a catalogar, nombrar y recolectar datos, pero también influyeron sutilmente en lo que con el tiempo llegaría a considerarse ciencia.

    Las dos prácticas científicas más prolíficas de Bingham durante su expedición de 1911 fueron la cartografía y la fotografía. Ambas continuaron desarrollándose en posteriores viajes, aunque con algunos añadidos. En la segunda y tercera expediciones, el protagonismo recayó en la recogida de restos prehispánicos, una práctica que dejó una huella duradera tanto en controversias políticas como en la reputación de Bingham. En la expedición de 1911, sin embargo, las actividades más destacadas fueron la medición y la fotografía. La tecnología fotográfica y la reproducción de imágenes jugaron un papel importante en la invención de Machu Picchu. Estas ayudaron a elaborar vistas estandarizadas con base en criterios previamente seleccionados, que en última instancia definieron el lugar, las personas que lo habitaban y los restos materiales como perdidos y reencontrados.

    En 1911, la mirada anglosajona comparó el Perú con otras naciones, y, sobre la base de categorías raciales y morales, dentro de una escala de industrialización y civilización, lo categorizó como un país precario. Ricardo Salvatore sugiere que durante este periodo Sudamérica se convirtió en un ‘continente de oportunidades’ y también en una tierra de ‘ciudades perdidas’ y ‘antiguas glorias’, una síntesis contradictoria de atraso y futuras oportunidades de mercado.20 En paralelo, el deseo de los peruanos se equiparar su país con otras naciones era parte del espíritu de la época. Gran parte de la élite local vio con agrado la posibilidad que abrían las expediciones de Bingham de configurar la imagen de la nueva nación a partir de las ruinas coloniales.21 Las plataformas transnacionales de creación de conocimiento, los objetivos científicos y las necesidades nacionalistas se conjugaron así para crear un entramado discursivo que se percibía a sí mismo como moderno; un esquema mental particular que estaba acompañado de un orden institucional específico.22 Ese contexto moldeó las tres expediciones, condicionó las decisiones de Bingham y generó el marcó que permitió convertir a Machu Picchu en un descubrimiento de importancia mundial.

    La ciencia, sin embargo, no era solo un producto de los discursos de la modernidad, sino también el resultado de la materialidad creada por los propios avances tecnológicos, que determinaban tanto los temas que los científicos elegían trabajar como el espacio político en que se desenvolvían. La modernidad como tal no solo incluía transformaciones económicas,23 sino también artilugios y tecnologías con las que se reproducía a sí misma. Estos mecanismos llegaron al Perú a finales del siglo XIX y experimentaron un gran auge durante la expedición de Bingham.24 De hecho, fue a través de la fotografía que Machu Picchu se dio a conocer al mundo.25 Los expedicionarios tomaron miles de fotografías durante sus tres viajes, incluyendo quinientas de Machu Picchu.26 El acto de fotografiar, junto con la selección, circulación y manipulación de imágenes y diagramas para diferentes tipos de público, dio forma a Machu Picchu como un lugar global e ícono nacional peruano. A pesar de que localmente era conocido mucho antes de la llegada de Bingham, la manera en que Machu Picchu se percibe en nuestros días deriva directamente de la forma en que fue imaginado y empaquetado a principios del siglo XX.

    Las expediciones de Yale a Machu Picchu permiten analizar no solo las prácticas científicas en sí mismas, sino también las maneras como las narrativas nacionalistas sobre el Perú se imbrican con narrativas globales, que trascienden al propio país. Las ruinas se encuentran en el centro del pasado colonial del Perú y de su futuro poscolonial. Son evidencias materiales que nos permiten discutir acerca de modernización, desarrollo, raza, indigeneidad, expediciones científicas, fotografía, las relaciones con los Estados Unidos, turismo e identidad nacional. A través de un análisis de la manera en que Machu Picchu ha sido percibido, este libro se propone contribuir a los debates sobre la conexión entre ciencia y modernidad, y acerca de la construcción de la nación en el siglo XX. Las imágenes no reflejan solo personas u objetos, sino que también pretenden influir en quien las ve.27 Los siguientes capítulos analizan en detalle la manera en que las tecnologías de visualización permitieron situar el paisaje andino dentro del discurso moderno.

    La visión y las expediciones científicas en Sudamérica

    Un gran número de autores ha analizado la manera en que la ciencia se construyó en los siglos XVIII y XIX como discurso global y metonimia del imperio.28 La expedición de Carlos María de La Condamine en 1735 a Quito buscó catalogar y categorizar los recursos. Esta misión, junto con la publicación de Systema naturæ de Carlos Linneo (1735), permitió configurar nuevos sentidos comunes globales, basados en la capacidad descriptiva de la historia natural.29 Los jardines botánicos europeos y los museos de historia natural se consolidaron al mismo tiempo como laboratorios de investigación científica y evidencia de la geografía conquistada.30

    Si el trabajo de La Condamine permitió que América se percibiera como una realidad accesible, reconocible y coleccionable, Alexander von Humboldt hizo lo contrario: presentó la región como un abrumador espectáculo de la naturaleza a la espera de ser conquistada.31 Humboldt no estaba interesado en llenar los vacíos taxonómicos, sino en desentrañar leyes de la naturaleza dentro del caos aparente;32 para ello, midió, recolectó e ilustró. Utilizó instrumentos (42 en su viaje a Venezuela) y papel, balanzas, herramientas y frascos para conservar semillas.33 Compiló sesenta mil especímenes y sus dibujos cambiaron la forma en que América era percibida por parte de los europeos.34 Estos dibujos tenían innegable mérito estético, con gran riqueza de color y detalle, pero también científico, ya que permitían a quienes los veían ser testigos de las maravillas del continente americano sin necesidad de salir de Europa.35

    A mediados del siglo XIX, la exploración científica en Sudamérica comenzó a incluir investigación etnográfica, recolección de antigüedades, excavación de restos, antropometría y tipificación fisiognómica.36 Nuevos métodos y perspectivas impulsaron el conocimiento de una nueva América a través de gráficos e ilustraciones.37 Obras como Antigüedades peruanas, de Mariano Eduardo de Rivero y Johann Jakob von Tschudi (1851), ejemplificaron una tradición humboldtiana de visualizar el paisaje directamente por medio de los ojos y las representaciones del explorador.38

    Exploradores británicos y angloamericanos siguieron los pasos de sus antecesores franceses y españoles en sus viajes al interior peruano.39 El viaje de sir Clements Markham en 1852 al Cusco y su posterior Travels in Peru and India (1862), así como el libro Peru: Incidents of Travel and Exploration in the Land of the Incas (1877), resultado de la expedición de Ephraim George Squier patrocinada por el Gobierno de los Estados Unidos, fueron hitos en una literatura efervescente. Las expediciones sudamericanas de Bingham (1906-1907, 1908-1909, 1911, 1912, 1914-1915) se enraizaban en esta trayectoria.40

    Squier, en particular, marcó un punto de inflexión para los estudios andinos modernos.41 Al igual que otros exploradores de Sudamérica en el siglo XIX, su manera de mirar el continente era estadística y cuantitativa. La ciencia hacía posible hablar de poblaciones a partir de objetos singulares, como cráneos humanos y restos cerámicos, que podían medirse y compararse, para extraer conclusiones de largo alcance.42 Para cumplir con los criterios de la ciencia moderna, Squier utilizaba brújula, cinta métrica, lápiz y cámara.43 La fotografía era fundamental para su manera de entender la ciencia; mapas e imágenes eran parte de una narrativa de viaje que se consideraba a sí misma científica y moderna.44

    El interés de Bingham por el Perú se basaba en la investigación de Squier. También la obra de Adolph Bandelier The Islands of Titicaca and Koati (1910) despertó su interés, pero su agenda de investigación estaba influida sobre todo por Clements Markham. Libros como A Journey to the Ancient Capital of Peru (1856),45 Travels in Peru and India (1862), A History of Peru (1892) y The Incas of Peru (1910) fueron centrales para definir la manera en que el explorador percibía el Perú. Aunque su objetivo era estudiar los orígenes de los incas,46 los textos de Markham eran una mezcla de relato de aventuras, crónica histórica e informes sobre la capacidad productiva del territorio.

    En A History of Peru, Markham comienza con la época de los incas y termina con un análisis de la república. El libro concluye con cuatro capítulos sobre el Perú contemporáneo: La gente del Perú, La literatura del Perú, El comercio del Perú y La riqueza del Perú. En estos capítulos, Markham describe la promesa del Perú como nación y delinea los problemas y posibilidades para el futuro desarrollo industrial del país. Al igual que los primeros geógrafos, quienes entendían su disciplina como una oportunidad para explotar los recursos naturales,47 Markham destacó el potencial del Perú, su clima diverso y abundantes recursos.48 Preveía que el país se desarrollaría como una nación moderna sobre la base de los intercambios con Gran Bretaña, que por entonces dominaba el comercio en toda la región. Instaba además a construir infraestructuras y abrir rutas que conectaran el Cusco con Brasil.49 Por lo tanto —concluía Markham— se podría aceptar que, cuando los medios de transporte en la montaña peruana estén plenamente desarrollados y los vapores transiten por todos los ríos navegables, un muy extenso y lucrativo comercio del caucho de la India se desarrollará y mantendrá.50

    Los libros de Markham estaban imbuidos de admiración por el pasado peruano y de esperanza por su prometedor futuro. En A History of Peru, elogia al país por sus bendiciones naturales y por contener todos los climas, y concluye el libro augurando que si las dos grandes necesidades del Perú, inmigración y paz, se lograran, un futuro brillante puede aguardar a los por mucho tiempo sufridos hijos del sol.51

    En ese momento, la exploración científica en el país se centraba en el antiguo Perú y sus pobladores.52 Influidos por la publicación de El origen de las especies (1859), de Charles Darwin, los estudiosos trataban temas como el origen del hombre, la población del continente y las diversas especies prehistóricas.53 En cambio, el estudio de las poblaciones andinas contemporáneas tenía un prestigio mucho menor. Esta disparidad se debía en parte a la creencia de que las poblaciones indígenas peruanas eran epígonos incapaces de contribuir a la comprensión de la grandeza inca.54 En contraste, exploradores como Squier y Markham examinaban el imaginado pasado peruano a través de la lente glorificada de la raza inca.

    Con su pretendida asepsia, representaciones como las fotografías y los dibujos de las ruinas del

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