Kuélap - Machu Picchu. Comparaciones
Por Mirko Lauer
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La comparación a la que está dedicado este libro implica la idea de décalage, una cascada histórica como lo es física la de los andenes, y quizás sugiere que estamos en el inicio de una nueva época de coexistencia de las dos ciudadelas en el imaginario nacional. Esta nueva época es además un inédito espacio de coexistencia, donde pesan lo comercial, lo tecnológico, el avance arqueológico, y un mayor conocimiento de las relaciones entre ellas. Frente a todo esto el presente texto es solo un libro de primeras aproximaciones, de parecidos y diferencias en los sentidos más elementales, una invitación a seguir mirando. Ahora no hay duda que Kuélap y Machu Picchu estarán allí para el siguiente centenario. No siempre fue inevitable que llegaran a este segundo. Son contundentes moles de piedra, pero su condición es frágil. Finalmente son estructuras que han pasado más tiempo abandonadas que reconocidas, que pudieron haber sido llevadas a un desorden terminal, como ha ocurrido en tantos casos. Quizás los centenarios son también momentos de un voto patriótico por esa conservación.
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Kuélap - Machu Picchu. Comparaciones - Mirko Lauer
Perú, Universidad de San Martín de Porres
Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología
KUÉLAP - MACHU PICCHU COMPARACIONES
Primera edición electrónica, Lima 2020
172 páginas
Formato pdf: 15 mb
Machu Picchu / Kuélap
Kuélap - MACHU PICCHU
COMPARACIONES
Mirko Lauer
© Mirko Lauer
© Universidad de San Martín de Porres - Fondo Editorial
Primera edición electrónica - Octubre 2020
Fondo Editorial - USMP
Jr. Las Calandrias 151-291, Santa Anita, Lima 43 -Perú
Teléfono: (51-1) 362-0064 anexo: 3262
Correo electrónico: fondoeditorial@usmp.pe
Página web: www.usmp.edu.pe
Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología
Av. Tomás Marsano 242 - 246, Lima 34 - Perú
Teléfono: (511) 513 6300 Fax: (511) 242 5899
Editor General: Luis D. Suárez Berenguela
Diseño y diagramación: Fiorella del Aguila Vargas
Cuidado de edición: Juana Iglesias
Edición de fotografía: Luz María Bedoya
Reservados todos los derechos. Queda prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos reprografía y el tratamiento informático.
Edición electrónica
Octubre 2020
Lima - Perú
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2020-06603
ISBN Nº 978-612-4460-24-1
Digitalizado y distribuido por:
CreaLibros.com
Agradecimientos
A Isabella Falco, Ernesto Lauer, Adrián Lauer, Johan Leuridan, Enrique López-Hurtado, Jessica Mc Lauchlan, Francisco Merino, Mario Montalbetti, Javier Silva, Juan Stoessel, Stefan Ziemendorff.
CONTENIDO
UN APRENDIZAJE REPUBLICANO
ES TANTO LO QUE ATRAE LA ATENCIÓN LLEGANDO A KUÉLAP
LAS DESCRIPCIONES SUMARIAS QUE HACE LA UNESCO
LOS PERUANOS NO ESPECIALIZADOS PRÁCTICAMENTE NO COMPARAMOS NUESTRAS PRINCIPALES CULTURAS
SI VOLVEMOS LA MIRADA HACIA EL ASPECTO GEOMÉTRICO
SI EXISTE ALGO ASÍ COMO EL ÉXITO MUNDANO PARA LOS VESTIGIOS ARQUEOLÓGICOS
EL CAMINO POR EL QUE LLEGÓ EL PÚBLICO OCCIDENTAL AL CONOCIMIENTO DE CADA UNA DE LAS CIUDADELAS
CUSCO Y CHACHAPOYAS, LAS CIUDADES UBICADAS AL LADO
A LA IDEA DE UBICACIÓN Y DE CIUDADELA ARQUEOLÓGICA A MENUDO LE SUBYACE AQUELLA OTRA DE CIUDAD PERDIDA
SE CONSIDERA QUE EL MUNDO CORRE TRAS LAS CELEBRIDADES
LAS RUINAS EXISTEN EN SU TEXTO
FOTOGRAFIAR KUÉLAP (UN PORTAFOLIO)
UN PERSONAJE DEL NOVELISTA OLIN STEINHAUSER LLAMA A VENECIA UN ÁNGEL DE PIEDRA
A MODO DE CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
CRÉDITOS
UN APRENDIZAJE REPUBLICANO
Si bien la historia de este libro formalmente comienza hace unos 180 años, con el encuentro entre el juez Juan Crisóstomo Nieto y la ciudadela abandonada de Kuélap, la realidad en que él se desenvuelve cubre todo el tiempo Republicano. Así, la saga de la irrupción de Kuélap (1843) y Machu Picchu (1911) en la conciencia moderna del Perú es un fenómeno claramente bicentenario, y en tal medida este texto se suma a la conmemoración. Por lo pronto el aprecio por los monumentos prehispánicos y su consideración como parte importante de la nacionalidad surge en los primeros decenios de la República. El país independiente fue aprendiendo a entender los tesoros de su territorio a lo largo de un proceso de 200 años, una tarea compleja que todavía no termina.
El centenario de 1921 fue el momento en que por primera vez el país oficial se fijó en el pasado prehispánico, en particular el incaico. Lo hizo como un capítulo en la ideología de la Patria Nueva de Augusto B. Leguía. En la mejor faceta de ese interés político, lo incaico y lo autóctono fueron parte de un horizonte que la nación moderna debía alcanzar. ¿Por qué necesitó ese vínculo? La idea del indigenismo pesaba en la conciencia política desde inicios de siglo, y en la cultural desde un lustro atrás. La fama mundial de Machu Picchu ya iba a velocidad de crucero. Pero los descubrimientos o saltos a primer plano de los demás grandes monumentos arqueológicos todavía estaban por venir (y también las grandes rebeliones campesinas de 1922 a 1929).
El desinterés y la ignorancia de tiempos coloniales casi no establecieron diferencias entre monumentos de las culturas que encontraron, considerados como una suerte de totalidad confusa. Fue la mirada Republicana la que empezó a diferenciarlos, a partir de un ánimo científico nacional, alentado también por exploradores extranjeros. Pero a su vez la diferenciación se tradujo en cierto aislamiento. Las primeras expresiones de un interés persistente y ordenado fueron casi todas de estudiosos locales, sobre todo allí donde encontraron abundantes vestigios de inocultable importancia histórica.
La curiosidad por estos monumentos nunca ha sido pareja entre la población. El título del esencial libro de de Mariano Rivero y Johan Jakob von Tschudi (1841), Antigüedades peruanas, es elocuente sobre el particular: edificaciones y objetos de otro tiempo, sin un nombre, es decir un lugar, propio entre las cosas del país. Pero al mismo tiempo cosas peruanas, una asociación de lo muy viejo y lo muy reciente que no siempre fluía tan naturalmente en esa época. El estatuto de ese nuevo mundo propio tuvo que ser construido, sobre todo desde la arqueología y la historia. Parte del fenómeno provino del impulso a la separación de España. Como dice Joanne Pillsbury (2017), después de todo, las nuevas repúblicas eventualmente iban a necesitar su propia antigüedad americana
.
El avance de cada una de estas dos ciudadelas en el tiempo ha sido diferente. Kuélap en sus casi dos siglos ha conocido una lenta marcha hacia la celebridad, y otra más lenta todavía hacia la puesta en valor turística. El siglo de Machu Picchu fue una captura fulminante de la fama mundial, casi desde el inicio. No son logros de la primera hora Republicana, sino que se han ido dando a lo largo del tiempo, hasta llegar a ser realidades familiares, más o menos a partir del fin de la Segunda Guerra. En esos avances los monumentos arqueológicos fueron, en la feliz frase de José Tamayo Herrera, regalos del pasado.
La comparación a la que está dedicado este libro implica la idea de décalage, una cascada histórica como lo es física la de los andenes, y quizás sugiere que estamos en el inicio de una nueva época de coexistencia de las dos ciudadelas en el imaginario nacional. Esta nueva época es además un inédito espacio de coexistencia, donde pesan lo comercial, lo tecnológico, el avance arqueológico, y un mayor conocimiento de las relaciones entre ellas. Frente a todo esto el presente texto es solo un libro de primeras aproximaciones, de parecidos y diferencias en los sentidos más elementales, una invitación a seguir mirando.
Ahora no hay duda que Kuélap y Machu Picchu estarán allí para el siguiente centenario. No siempre fue inevitable que llegaran a este segundo. Son contundentes moles de piedra, pero su condición es frágil. Finalmente son estructuras que han pasado más tiempo abandonadas que reconocidas, que pudieron haber sido llevadas a un desorden terminal, como ha ocurrido en tantos casos. Quizás los centenarios son también momentos de un voto patriótico por esa conservación.
Luz María Bedoya. Camino a Kuélap, 2019
ES TANTO LO QUE ATRAE LA ATENCIÓN LLEGANDO A KUÉLAP
Primero el gran volumen de la mole, que no es cilíndrica pero lo parece, sobre todo vista desde el pie de sus murallas, su relación vertiginosa y desafiada con varios profundísimos vacíos circundantes, y luego con los montes lejanos, ubicados a la distancia exacta para ese vértigo. Hay algo en todo eso que escapa a la dimensión humana. Una vez que estamos en la ciudadela poco en ella mira hacia adentro, y todo hacia afuera, en un constante lanzamiento de largos silencios al abismo. Pero luego sentarse a la sombra de sus árboles para descansar de todo ese exceso de perspectivas inasequibles transmite una intensa serenidad. La gigantesca construcción está obligada a dejarse conocer de a pocos, lo cual puede propiciar en el paseante un sentimiento de fragmentación. No hay realmente una visión de Kuélap como conjunto, solo como una suma de partes. También está la sospecha de que un indetenible avance de plantas selváticas en otros siglos ha devorado a la ciudadela completa, y que podría volver a hacerlo, lo cual invita a pensar en lo transitorio y lo recurrente. La vegetación sugiere que hay mucho más que Kuélap oculto por los vastos alrededores. Pero mientras esos frondosos misterios aparecen, lo que queda es seguir a Roger Callois cuando dice que solo hay selva virgen que puede parecer un aburrido desorden
. Todo esto porque no hay el entorno plano y desértico de la costa, que no enreda la mirada sino que la jala descansadamente hacia el horizonte, ni el trabajo de permanente jardinería del que se benefician las bien cuidadas ruinas cusqueñas. Una vez que uno sube a Kuélap se encuentra con la extraña, poco familiar y poco elocuente, disposición de su trazo urbano, como si buena parte de este hubiera aparecido al azar, como algo que se ha ido reuniendo paulatinamente, sin deliberación ni orientación. Como si la gran muralla circundante estuviera puesta allí para contener la fuga de edificaciones desperdigadas. Trazo que hace pensar más bien en siglos de pascanas de impacientes nómades que surgieron de la maraña selvática y volvieron a ella. El color y la textura de las piedras utilizadas hace que por todas partes ellas parezcan en peligro de desintegrarse, amenazadas por una humedad que viene del aire, famoso por sus nubes, y desde dentro de la tierra. Nada parece crocante aquí. Los ángulos rectos que organizaron otras ruinas han retrocedido en este caso ante el predominio de formas circulares u ovaladas que no transmiten exactitud, y se alternan con monumentos cuya función no aparece clara. Lo recorre todo una atmósfera de desorden y de abandono, que no es por la ausencia de habitantes, sino que viene de una intuición sobre cómo puede haber sido su presencia. Gente que ha dejado detrás pocos objetos, como para no traicionar sus intimidades, que ha ocultado cadáveres empotrados en las paredes. La idea general es de un lugar a cuya actualidad todavía no ha llegado el reino de las grandes multitudes visitantes, es decir que el lugar no es de los turistas, sino al revés. Encima un cielo del mejor azul, siempre comido en los bordes por el blanco de la niebla y las nubes, en partes iguales.
Adolph Bandelier. Kué-lap N° 1, 1893
LAS DESCRIPCIONES SUMARIAS QUE HACE LA UNESCO
En la red de los patrimonios de la humanidad que reconoce son importantes por el prestigio del organismo y su búsqueda de precisión, y siempre un buen punto de partida. En el caso de Kuélap el lugar se presenta como una fortaleza circundada de masivos bloques de piedra
, con más de 420 estructuras dentro, también de piedra. En total unas siete hectáreas (580 por 110 metros) de superficie, rodeadas de una alta muralla. En el interior se identifican estructuras circulares, probablemente viviendas, con entierros bajo el piso. Seis de ellas están decoradas con diseños geométricos en rombo y zigzag. UNESCO también identifica tres grandes estructuras rectangulares, una plataforma circular de 23 metros de diámetro, y un templo principal. Luego hay varias zonas, cada una con características particulares: Pampa Linda, El Imperio, El Lirio, San José, Las Américas, La Malca, La Barreta, La Petaca. Se les considera espacios diferenciados, pero con poco más que decir sobre ellos.
A la anterior descripción podríamos añadir que Kuélap es una meseta de forma alargada, que algunos llaman ovalada, y que también podría considerarse fusiforme. La superficie está cubierta por cimientos de construcciones que ya han desaparecido. Hay un edificio en cada extremo, uno distinto del otro, probablemente templos o miradores, o ambos, y una reducida zona incaica de diseño angular, fruto de una conquista que se considera transitoria.
La descripción que hace UNESCO de Machu Picchu, también en la red, sigue otros criterios. Por lo pronto se aplica el nombre a un espacio mucho más amplio que la ciudadela propiamente dicha, con lo cual su área se extendería a poco más de 32 hectáreas. Se reconocen unas 200 estructuras en el interior y se las hace corresponder a propósitos religiosos, ceremoniales, astronómicos y agrícolas
. Se advierte que un trazo riguroso divide el lugar en una parte alta y una baja. Se hace hincapié en la integración de la ciudadela al paisaje. La descripción más pormenorizada simplemente ya no es necesaria, quizás porque se le puede encontrar en todas partes, y en todo caso corresponde a la arqueología o a la historia.
Son, pues, situaciones marcadamente diferentes, en este caso útiles para entender la manera como suele ser abordado cada uno de los dos lugares. La ruina del Cusco es enfocada como territorio suficientemente conocido, una realidad sobre la cual es posible dar cierta información y ahorrarse los detalles más elementales, y esto refleja lo mucho que el lugar ha sido estudiado con el tiempo. Con Kuélap sucede más o menos lo contrario, puesto que no hay mucha información, y lo habitual es describir sus formas y estructuras casi sin entrar en consideraciones más complejas. Tienta considerar que en el caso de Machu Picchu lo que interesa es el fondo de la cuestión, y en el caso de Kuélap por el momento es la pura forma