Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Etnoarqueologías andinas
Etnoarqueologías andinas
Etnoarqueologías andinas
Libro electrónico659 páginas9 horas

Etnoarqueologías andinas

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Un aspecto de especial importancia que se puede percibir en la lectura de este libro, es la gran sensibilidad para darle un sentido al conocimiento histórico en función de comprender mejor el sistema de vida de las comunidades actuales: cuáles son sus creencias y sus aspiraciones, como se organizan, cuáles son las particularidades locales, cuál es el sentido de pertenencia a un mundo andino mayor. Este compromiso genuino permite que todo fluya en el tiempo y en el espacio, vinculando los procesos arqueológicos prehispánicos con las vivencias actuales, percibiendo el colorido de las dinámicas caravaneras y fijando la mirada respetuosa y agradecida hacia los cerros tutelares.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 ago 2016
ISBN9789563570731
Etnoarqueologías andinas

Relacionado con Etnoarqueologías andinas

Libros electrónicos relacionados

Antropología para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Etnoarqueologías andinas

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Etnoarqueologías andinas - Victoria Castro

    Etnoarqueologías andinas

    Victoria Castro Rojas

    Ediciones Universidad Alberto Hurtado

    Alameda 1869 - Santiago de Chile

    mgarciam@uahurtado.cl – 56-228897726

    www.uahurtado.cl

    ISBN libro impreso: 978-956-357-073-1

    ISBN libro digital: 978-956-357-074-8

    Registro de propiedad intelectual Nº 266681

    Dirección editorial

    Alejandra Stevenson Valdés

    Editora ejecutiva

    Beatriz García-Huidobro

    Diseño de la colección y portada

    Gabriel Valdés E.

    Diagramación interior

    Gloria Barrios A.

    Imagen de portada

    ©czalewski/123rf.com

    Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

    Índice


    Presentación

    SECCIÓN 1: EL INKA

    1. Antes del Inka y despues del Inka. Paisajes culturales y sacralidad en la Puna de Atacama, Chile. Carlos Aldunate, Victoria Castro, Varinia Varela

    2. Dos Pirámides de Caspana, el juego de la pichica y el dominio Inka en el Loa Superior. Victoria Castro, Mauricio Uribe

    SECCIÓN 2: ANTES DEL INKA. HISTORIA PRECOLOMBINA DEL RÍO SALADO

    3. La función de las chullpas en Likán. Carlos Aldunate, José Berenguer, Victoria Castro

    4. Orígenes altiplánicos de la Fase Toconce. Carlos Aldunate, José Berenguer,Victoria Castro

    5. Orientación orográfica de las chullpas en Likán: la importancia de los cerros en la Fase Toconce. Carlos Aldunate, José Berenguer, Victoria Castro

    6. Arquitectura del ‘‘pukara" de Turi. Victoria Castro, Fernando Maldonado, Mario Vásquez

    7. Arte rupestre de Likán este y Pampa Vizcachilla: reocupación y resemantización. Una aproximación etnoarqueológica. Esteban Aguayo, Victoria Castro

    8. El poder de los gentiles. Arte rupestre en el río Salado desierto de Atacama). Victoria Castro, Francisco Gallardo

    SECCIÓN 3: ORALIDAD-ETNOARQUEOLOGÍA

    9. Así sabían contar. Victoria Castro, Varinia Varela

    10. Los caminos del reinka en la región del Loa Superior. Desde la etnografía a la arqueología. Victoria Castro,Varinia Varela

    11. De cómo camina el sol durante junio, de lo que se ve en el cielo y de lo que se comenta y se practica en la tierra. Oralidad y rituales en la subregión de Río Salado, norte de Chile. Victoria Castro, Varinia Varela

    SECCIÓN 4: ETNOHISTORIA

    12. Los Atacamas y el pescado de Cobija. Carlos Aldunate, Victoria Castro, Varinia Varela

    13. El picaflor de la gente (Sotar Condi). Victoria Castro

    14. ¡Caiatunar, caiatunar!: Pervivencia de ritos de fertilidad prehispánica en la clandestinidad del Loa (Norte de Chile). Victoria Castro, Lautaro Núñez

    15. La dinámica de las identidades en la subregión del río Salado, provincia de El Loa, II Región. Victoria Castro

    Los autores

    Agradecimientos

    Presentación


    En la década de 1970 se reunieron algunos destacados investigadores jóvenes para abordar un conjunto de estudios arqueológicos, etnográficos y etnohistóricos en el curso del río Salado, en Toconce y en el Loa Superior. Así, poco a poco se fue formando el Grupo Toconce, constituido inicialmente por los arqueólogos Victoria Castro, Carlos Aldunate y José Berenguer, entre otros, a los que se sumaron con el tiempo nuevos colegas.

    Era frecuente verlos juntos en la parcela de Victoria Castro y Fernando Maldonado, en la precordillera de La Reina, organizando los próximos pasos de la investigación, estructurando un nuevo artículo para su publicación o bien inmersos en la preparación de una o más ponencias para el siguiente Congreso. Alguna vez tuve la suerte de participar en alguna reunión con ellos, por ser entonces vecino de Vicky en la parcela. Me impresionaba, por una parte, la gran camaradería que se observaba en el grupo Toconce, y, por otra, la rigurosidad casi sagrada de sus reuniones de trabajo una o dos veces a la semana.

    Esa labor tan fructífera que ha perdurado por décadas ha permitido dar un salto cualitativo en el conocimiento de la historia más antigua de aquella región curcumpuneña y conectar ese pasado con la vida actual de las comunidades que la habitan. El libro reúne trabajos de distintos períodos y de varios autores que han formado parte de este destacado equipo de trabajo, y de otros importantes colegas estrechamente vinculados con ellos, de modos diferentes.

    Esta presentación y comentario viene de un arqueólogo patagónico, que ha trabajado de preferencia en líneas temáticas algo alejadas del mundo andino, pero que ha intentado siempre mantener un interés por lo andino a través de los estudios relativos a los Complejos Aconcagua y El Vergel.

    Estuve hace muchos años en el río Salado y en Toconce, pero he seguido de cerca el avance de la investigación de los autores cuyos trabajos comentaré, desde una mirada distinta y no especializada sobre los temas del libro. Su lectura me ha permitido incrementar aún más un sentido de respeto y admiración por este grupo de colegas. Lo primero que emerge de sus trabajos y sus trayectorias es la dedicación, el esfuerzo, la perseverancia y la generosidad que han desplegado y los notorios resultados de sus investigaciones que han significado grandes avances para nuestra disciplina.

    Sección 1

    En el capítulo 1 Antes del Inka y después del Inka. Paisajes culturales y sacralidad en la puna de Atacama, Aldunate, Castro y Varela destacan la importancia central de las montañas en la cosmovisión andina. La relación entre la orientación de los vanos de las chullpas y los cerros que dominan el paisaje local. El juego entre arquitectura y geometría de la naturaleza adquiere una profunda dimensión simbólica, desde la Fase Toconce con la presencia de grupos altiplánicos. En Likán las agrupaciones de chullpas son utilizadas en este período como lugares de ofrendas rituales alcanzando las cotas más altas del paisaje construido. El artículo defiende la idea que la Fase Toconce llega a Turi durante el siglo XIV y marca un énfasis en las ofrendas de instrumentos, restos cerámicos o huesos que se conocen como waki fundacionales y se encuentran en las estructuras del pukara de Turi, con algunos elementos identitarios de la dualidad andina.

    Con la llegada del Inka a Turi el nuevo orden arquitectónico se sobrepone al preexistente y en forma coincidente se imponen nuevos rituales sobre la ideología altiplánica. Se aprecia la capacidad de la sociedad local para asimilar el cambio pero conservando en gran medida los rituales altiplánicos. Los autores logran explicar de manera sugerente las tensiones y concesiones mutuas de dos ideologías que deben encontrar la forma de coexistir en el nuevo paisaje construido donde los cambios del dominio espacial y de la orientación visual Inka parecen representar aspectos simbólicos centrales. Más allá de las tensiones y cambios espaciales y temporales, los habitantes actuales de esa región continúan otorgando un carácter sagrado a sus grandes montañas.

    El Capítulo 2 de Castro y Uribe trata sobre Dos pirámides de Caspana, el juego de la Pichica y el dominio Inka en el Loa Superior. Los autores incursionan en la interpretación de pequeñas pirámides y sus contextos. Exploran su posible vinculación con el juego de la Pichica y la estrategia Inka para ganar tierras o para donarlas, como una forma de ejercer dominio y asociación con los grupos locales, generando las lealtades propicias a la integridad del Tawantinsuyo. Es un valioso ejercicio para intentar conectar el objeto material con la ideología de dominio y traspaso de poder.

    Ambos capítulos (1 y 2) marcan el énfasis, por conectar los restos materiales con el ámbito ideológico, en dos escalas de análisis distintas, que oscilan entre las estructuras arquitectónicas y los pequeños objetos piramidales.

    Sección 2

    Carlos Aldunate, José Berenguer y Victoria Castro abordan el complejo tema de la función de las chullpas en Likán (Capítulo 3). Constituye un trabajo metodológicamente novedoso sobre el tema, para su época (1982). Cuando existían múltiples hipótesis sobre la función de las chullpas y diferentes dudas, los autores asumieron el desafío de estudiar las chullpas de Likán de manera integral, considerando la variada información previa que existía en la vasta región andina. Combinando un enfoque etnográfico de la ritualidad vinculada a la muerte en Toconce y un estudio arqueológico amplio de las chullpas de Likán, donde consideraron aspectos arquitectónicos y excavaciones estratigráficas, lograron establecer importantes relaciones entre los contextos arqueológicos de las chullpas, las cajas etnográficas, las capillas y otras estructuras religiosas actuales. Concluyen que las chullpas de Likán fueron utilizadas como adoratorios y delante de sus vanos vinculados a los grandes cerros tutelares que demarcan el paisaje, se realizaban quemas rituales que formaban parte de un rico mundo de las ideas, con una larga continuidad temporal demostrada por la información arqueológica y etnográfica.

    Castro, Aldunate y Berenguer retoman los orígenes altiplánicos de la Fase Toconce en el capítulo 4. Lo abordan primero desde una perspectiva histórica para contrastar distintas interpretaciones del problema, mostrando los enfoques contrapuestos y las dificultades surgidas en el pasado para utilizar las categorías étnicas en relación las culturas prehistóricas de la región. Un segundo aporte del texto consiste en un cuidadoso análisis de las principales características de la Fase Toconce: los sitios, los asentamientos, el patrón funerario, el complejo cerámico, la cronología y las relaciones de la Fase Toconce con otras unidades arqueológicas. Lo anterior se conecta con la discusión del problema vinculado a la identidad étnica.

    El análisis, en su conjunto, permite a los autores concluir que la Fase Toconce difiere notoriamente de los complejos de la tradición atacameña, enfoque que marca una diferencia con respecto a varias interpretaciones anteriores, interpretaciones que alcanzaron otra dimensión después del influyente cambio de enfoque propuesto por John Murra. Se establece también una estrecha relación con la unidad arqueológica Malku de Lípez, en el noreste de la Subárea Circumpuneña, al punto de mencionar un Complejo Toconce-Mallku y se discute el posible origen de la Fase Toconce en la sub-área Circuntiticaca.

    En el capítulo 5 Orientación orográfica de las chullpas en Likán: la importancia de los cerros en la Fase Toconce, Berenguer, Aldunate y Castro profundizan nuevamente en el tema del culto hacia los cerros, utilizando información etnográfica actual de Toconce y localidades cercanas, así como también registros arquitectónicos de los vanos y accesos de las capillas, orientados hacia las principales cumbres que integran el paisaje asociado. La relación secuencial de chullpas y capillas permite a los autores discutir variados aspectos de la religiosidad del pasado y presente en Toconce, redescubriendo notorias huellas de continuidad y también del cambio, en la concepción y prácticas de los cultos católico e indígena.

    Otro aporte significativo es la contrastación de la hipótesis de la orientación de las chullpas de Likán y de Quebrada Seca hacia los puntos cardinales, con respecto a la hipótesis de orientación orográfica de las mismas. El uso de una cuidadosa metodología y de un procedimiento deductivo, que permite seguir la secuencia de reflexiones y preguntas que se formulan los autores, les conduce a respaldar la idea de una orientación orográfica de las chullpas de Toconce. Además, y en forma sorprendente, llegan a develar la orientación de éstas, no solo hacia las altas cumbres de la subregión, como ya se había propuesto anteriormente, sino también y de manera principal, hacia los cerros y eminencias menores situados a escala local.

    Victoria Castro, Fernando Maldonado y Mario Vásquez abordan de manera detallada el análisis de la arquitectura del pukara de Turi en el capítulo 6. Se aprecia la visión del arquitecto en el tratamiento de los rasgos constructivos y en la percepción del conjunto desde una perspectiva urbanística. Las relaciones entre el Inka y las poblaciones locales y regionales son observadas a partir de la información arquitectónica, donde se combina la figura del prestigio y poder inkaico con una estrategia de dominio mediatizado, concordante con un poder local de significación, siendo Turi un espacio de interacción de poblaciones y un nodo de importancia económica en el tráfico transpuneño.

    Figuras naturalistas de camélidos, paneles de camélidos esquemáticos en caravana, representaciones humanas, felinos esquemáticos y otros diseños, algunos de carácter muy reciente, dan forma al arte rupestre de Likán Este y Pampa Vizcachilla, tema de investigación abordado por Esteban Aguayo y Victoria Castro en el capítulo 7. Los estudios arqueológicos y el registro de expresiones etnográficas, en conjunto, permiten a los autores tratar diferentes aspectos relacionados con reocupación y resemantización del arte rupestre en la provincia de El Loa, entreabrir el acceso al importante tema del poder de los ancestros, ‘los gentiles’ y evaluar el proceso de continuidad de la cosmovisión andina.

    Una atmósfera especial se apodera del libro en el capítulo 8, es el poder de los gentiles que impregna el texto con silencio, tensión y temor de los lugareños, al momento de expresarse sobre el arte rupestre que reconocen vinculado a los antiguos, los abuelos. Es un poder latente que merece mucho respeto.

    Los autores, Castro y Gallardo, nos conducen por este derrotero de poderes del pasado, aún vigentes, a un escenario colmado de profundas reflexiones en relación al arte rupestre y nuestras dificultades y posibilidades de lograr una adecuada interpretación del mensaje de otros, inmersos en contextos de ideas distintas a las nuestras. Visiones y percepciones diferentes del mundo, que representan un largo desafío para arqueólogos y antropólogos, en el intento por establecer puentes adecuados para lograr decodificar el sentido de símbolos que aún se mantienen en la penumbra de nuestro conocimiento.

    Sección 3

    Victoria Castro y Varinia Varela abordan el relato oral en el capítulo 9 Así sabían contar. Lo natural y lo sobrenatural constituyen una unidad indivisible en valiosos testimonios que dan cuenta de una cosmovisión en la cual humanos y naturaleza están asociados por lazos de reciprocidad. El dar y recibir se constituyen en una dimensión sagrada que explica los principios de la vida y organiza sus procesos básicos y a la vez trascendentales.

    La importancia del relato oral y su contrastación arqueológica muestra un notorio potencial en la búsqueda del camino del Inka y la arquitectura asociada. Etnografía, observaciones cartográficas y exploraciones arqueológicas se funden para develar las cosas del Inka, en el capítulo 10, de las mismas autoras, referido al Reinka.

    Aunque junio es el mes de descanso de las cosechas, el sol recorre incansable las altas cumbres y los habitantes de Ayquina y Toconce saben cuando el sol se para en la cumbre del cerro León o aparece en los cerros del Tatio o en otras cumbres. Castro y Varela nos muestran en el capítulo 11 como la percepción del movimiento aparente del sol se convierte en algo real y cotidiano para los habitantes de la sub región del río Salado y adquiere un sentido profundo en su cosmovisión.

    Junio es el mes donde ocurren muchos fenómenos importantes en el cielo y donde se funden las creencias ancestrales con la religiosidad cristiana. Es un tiempo especial para los humanos, para los animales, para agradecer a la Pachamama, para ‘pagar’ y para mirar el derrotero del sol. Es un tiempo necesario para reactivar los rituales, para purificar los animales y para esperar que la tierra descanse y se prepare a estar abierta el primero de agosto, e iniciar así un nuevo ciclo de pródiga entrega. Las estrellas orientarán la decisión de saber cuándo será el momento más adecuado para las siembras. Este capítulo representa un valioso rescate patrimonial al mostrar de manera íntima la cotidianeidad de lo sagrado en toda su profundidad y en la rica variedad de sus expresiones.

    Sección 4

    Aldunate, Castro y Varela, exploran en el capítulo 12 el proceso de complementariedad entre las tierras altas y el litoral, a lo largo del tiempo. La importancia de las relaciones inter étnicas entre los pescadores camanchangas o changos de Cobija y los grupos originarios de Atacama, Alto Loa y Loa Medio. El intercambio de pescado por productos del interior y el traslado del pescado a largas distancias hasta alcanzar la ruta de Potosí, hace que los grupos del interior no solo emprendan largos viajes sino también compartan con los pescadores especializados los espacios costeros, con ocupaciones permanentes o transitorias. El escrito representa un homenaje a John Murra y destaca a la complementariedad como un logro fundamental de las poblaciones andinas, que incluye un mensaje de enseñanza para el futuro.

    La magia del picaflor adquiere su dimensión multicolor en el capítulo 13. El ave que renace junto a los néctares de las plantas en primavera y que se repliega en invierno. En su fiesta de alas transparentes, sin siquiera posarse, va fijando su huella profunda en la cosmovisión andina. Victoria Castro, con especial sensibilidad para entender cómo los elementos y las entidades vivientes de la naturaleza se integran a los paisajes culturales, explora la presencia del picaflor y su significado como deidad regional de Atacama. En su vasto recorrido por distintas fuentes va develando con minuciosidad su eficiencia simbólica y su poder en distintas sociedades del mundo pan andino.

    El hallazgo de un documento de 1677 permite reflexionar sobre el violento impacto de la extirpación de idolatrías y sus manifestaciones más especificas en la provincia de El Loa, en las localidades de Lasana, Caspana y Aiquina. Aflora la resistencia clandestina a través de iconos zoomorfos vinculados a la fertilidad de la tierra y las rogativas para propiciar las buenas cosechas. Lautaro Núñez y Victoria Castro profundizan, en este capítulo 14, la relación de las fuentes documentales y los antecedentes arqueológicos para analizar el culto a los simios, el lagarto, el picaflor Sotar Condi y su vinculación con el agua y las siembras. El documento refiere, en un pasaje especial, que el hombre de mayor autoridad portaba una olla nueva llena de maíz, que era tocada por una anciana. Al grito de ‘caiatunar’, buena cosecha, procedían a quebrar la olla sobre una peña, invocando la producción y la fertilidad. Una palabra kunza que parece encerrar una sentida protección y reactualización de los valores tradicionales más íntimos, de profundas raíces prehispánicas.

    Victoria Castro regresa, en el último capítulo, al complejo tema de las identidades en la subregión del río Salado. Los estudios realizados por años le permiten distinguir dos tradiciones culturales. La tradición del desierto vinculada con los grupos de la zona del Salar de Atacama que corresponderían a la etnia atacameña con una lengua que no sería ni aymará, ni quechua; y la tradición Altiplánica, presente en el Loa superior, compuesta por grupos altiplánicos, sin que se pueda establecer su lengua. Aunque podría tratarse de una etnia aymará parlante. Las fuentes del siglo XVI mencionan a varios grupos étnicos con lenguas aymará, quechua, puquina y uroquilla que se interdigitan en el altiplano meridional.

    Victoria analiza los estudios antiguos sobre el tema y los primeros intentos por relacionar los restos arqueológicos con las identidades étnicas: las propuestas de Uhle, Oyarzún y Latcham, la intuición de Hanson, los esfuerzos de Mostny, Naiville, y Le Paige. Posteriormente, con el cambio de visión a partir de los acuerdos del Congreso Internacional de Arqueología de San Pedro en 1963, que recomendaban abandonar las categorías étnicas en la denominación de las culturas prehistóricas, se adoptaron de preferencia denominaciones arqueológicas, los complejos culturales, tendencia muy marcada en diferentes autores durante los años siguientes.

    El cambio de visión radical propuesto por John Murra en la década del 70 permitió que la complementariedad fuera explorada en profundidad por distintos autores y el conocimiento de los procesos de movilidad contribuyó a dar mayor riqueza a los estudios arqueológicos, etnohistóricos y antropológicos. El tráfico de pescado de Cobija a Potosí; la estrecha vinculación entre las poblaciones del Salar de Atacama, del Noroeste argentino y de Lípez, entre otros ejemplos, generaron y generan dinámicas de gran importancia para la comprensión del modo de vida de sus comunidades, de sus formas de organización social y su percepción integral de la naturaleza, y de lo humano como parte de esta: los paisajes culturales que forman parte del imaginario colectivo en su dimensión andina, con sus particularidades regionales y locales.

    El libro representa un largo sendero que Victoria Castro y sus colegas han recorrido durante varias décadas generando nuevo conocimiento en campos afines del saber. Su destacada labor ha contribuido a reconstruir capítulos importantes de la historia de los pueblos originarios de norte y sus relaciones con otras regiones vecinas del mundo Surandino.

    Los estudios de arqueología, etnoarqueología, las observaciones antropológicas y el valioso registro de la oralidad, han generado un aporte notable para el conocimiento de la historia del río Salado, el río Loa y la zona costera de Cobija; para la valoración de la diversidad cultural que se generó y que aún hoy existe en esa región del cono sur de América.

    Un aspecto de especial importancia que se puede percibir en la lectura de los distintos capítulos, es la gran sensibilidad para darle un sentido al conocimiento histórico en función de comprender mejor el sistema de vida de las comunidades actuales: cuáles son sus creencias y sus aspiraciones, como se organizan, cuáles son las particularidades locales, cuál es el sentido de pertenencia a un mundo andino mayor. Este compromiso genuino permite que todo fluya en el tiempo y en el espacio, vinculando los procesos arqueológicos prehispánicos con las vivencias actuales, percibiendo el colorido de las dinámicas caravaneras y fijando la mirada respetuosa y agradecida hacia los cerros tutelares.

    Mauricio Massone Mezzano

    Concepción, verano de 2016

    SECCIÓN 1

    EL INKA

    Antes del Inka y despues del Inka. Paisajes culturales y sacralidad en la Puna de Atacama, Chile

    ¹


    Carlos Aldunate

    Victoria Castro

    Varinia Varela

    Introducción

    El desierto de Atacama, una enorme extensión de más de 200.000 km², que se extiende desde la cordillera de los Andes hasta el océano Pacífico, se caracteriza por ser uno de los lugares más áridos del planeta. Solo un río, el Loa, cruza este desierto y los asentamientos humanos que allí se establecieron lo hicieron en los oasis ubicados en sus riberas, en la precordillera donde nacen cursos de agua que luego desaparecen en el desierto, o en los escasísimos lugares con recursos de agua dulce que existen en la costa. Desde el punto de vista de la división del área Andina propuesta por Lumbreras (1981), el desierto de Atacama está comprendido en el área centro sur andina, caracterizada por una fuerte influencia de las sociedades altiplánicas en su desarrollo cultural. Identifican a las sociedades que vivieron en estos extensos territorios un Arcaico con indicios de sedentariedad y domesticación de camélidos en sus fases finales, un Formativo vinculado a fases culturales de las tierras altas del altiplano nuclear (Pukara, Qaluyu) y a las vertientes orientales de la cordillera de los Andes (San Francisco, Condorhuasi) y un Período Medio, con fuerte impronta de Tiwanaku. En el período Intermedio Tardío, la región denota componentes regionales diferenciados, uno de ellos con presencia altiplánica. Por último, durante el período Tardío, las sociedades de esta área quedan comprendidas dentro de la esfera del Tawantinsuyu.

    Figura 1. Mapa general de la zona de Estudio, en que se muestran las localidades de Toconce y Turi (Dib.: F. Maldonado y A. Brodbeck).

    Nuestra región, denominada río Loa superior, está situada en las quebradas altas del desierto de Atacama, a pocos kilómetros de la región de Lípez en Bolivia y al norte del Salar de Atacama, lugar donde se encuentra el centro de ‘lo atacameño’. Culturalmente se caracteriza durante Período Intermedio Tardío por la presencia de una sociedad local que tiene fuertes vínculos con sus vecinos de la puna de Atacama, pero presentan marcados rasgos de una interacción con el altiplano, la misma que más tarde refleja la presencia del Tawantinsuyu.

    A continuación definiremos algunos contextos rituales de dos sitios representativos de estos períodos: Toconce y Turi, localizados a los 3.600 y 3.000 m snm, respectivamente.

    Rituales altiplánicos

    Likán

    La aldea de Likán, ubicada en Toconce, es un sitio del Periodo Intermedio Tardío ubicado sobre una colina, cuyo diseño arquitectónico tiene un ordenamiento espacial que asciende en importancia ritual a medida que se sube por la colina. Encerrados en un muro perimetral hoy semidestruido, presenta diferentes sectores con habitaciones en ladera, bastante aglutinados.

    En las cotas superiores se disponen unos 70 abrigos rocosos que fueron usados como sepulturas, cerrándose con un muro complementario. Siempre ascendiendo y sobre este muro, se registra otro muro perimetral que inscribe un espacio con unas setenta chullpas y en una colina aledaña, un gran recinto actuó como lugar de fundición. Todo el conjunto está articulado por vías de circulación internas. Existe un camino empedrado que sube la colina y da acceso a este complejo (Fig. 2. Lámina del levantamiento topográfico). Las fechas obtenidas para este sitio dan un rango de ocupación entre el 930 y el 1210 d. de C., aunque es muy posible que este asentamiento se haya extendido a épocas más tardías. En él encontramos tempranas evidencias de una presencia de grupos altiplánicos en Atacama durante el Período Intermedio Tardío. Ellas se manifiestan en otros sitios de las cabeceras del río Salado, afluente del Loa, en los inicios del siglo X, lo que nos ha permitido enunciar una fase arqueológica que hemos denominado Fase Toconce². Entre la configuración de elementos que caracterizan a estos asentamientos son especialmente relevantes para este estudio las chullpas, torres circulares de piedra, de una edificación comparativamente muy cuidadosa, que exhiben en su interior un esmerado emplantillado de piedra a modo de piso, rasgo extraordinario para este período y región (Fig. 3. Chullpa). Tal como en Likán, las chullpas siempre están agrupadas en las cotas más altas de los asentamientos pertenecientes a esta fase arqueológica.

    Figura 2. Bosquejo topográfico del sitio Likan en Toconce, Provincia El Loa, Anto­fagasta.

    Figura 3. Chullpa del sitio Likan , Toconce.

    Nuestras investigaciones³ demostraron que estas estructuras, que en el altiplano central exhiben una funcionalidad funeraria, no fueron utilizadas como enterratorios, sino como lugares de ofrendas rituales, vinculadas a cultos funerarios. Es especialmente significativo el hecho de que los vanos de estas estructuras están preferentemente orientados hacia los grandes cerros y volcanes que se destacan en el horizonte, con un predominio de aquellos dirigidos hacia el cerro Puma Orko o Mallku León, al que los actuales lugareños veneran y dirigen sus oraciones, pues allí habitan sus ascendientes y las divinidades, que se regocijan juntos en sus alturas⁴. Es conocida la ideología andina respecto a las achachilas, lugares de origen de los pueblos, que a menudo son identificadas con las grandes protuberancias u oquedades de la tierra, jugando los cerros un papel de especial importancia. En toda esta región hemos constatado que las estructuras rituales actualmente en uso por los lugareños, como capillas, cementerios y plazas rituales están orientadas hacia estos mismos cerros⁵.

    Las ‘cajitas’ son otro tipo de estructuras rituales que se encuentran en los cimientos o bajo el suelo de los recintos habitacionales del Período Intermedio Tardío. Ellas fueron utilizadas en épocas prehispánicas para contener ofrendas fundacionales (huesos de camélidos, instrumentos de piedra, usualmente palas agrícolas, etc.). El uso de estas pequeñas estructuras de piedra, que generalmente son pequeños cuadrados o rectángulos con otra piedra a modo de tapa, permanece vigente hasta la actualidad y recibe el nombre de waki. (Fig. 4 Waki).

    Figura 4. Waki, entierro ceremonial en el pukara de Turi.

    Turi

    A 3.000 msnm y alrededor de 20 km aguas abajo de Toconce se encuentra la localidad de Turi, que se beneficia de las napas y surgencias de agua que escurren de los volcanes y altas cumbres andinas. Ellas son el origen de una gran vega o bofedal formada por las aguas subterráneas que confluyen a esta planicie desde los planos inclinados que la rodean. La importancia económica y cultural de este rasgo es trascendental para comprender el papel que la localidad desempeñó, y aún juega, en la vida de las sociedades andinas que todavía la habitan. En efecto, Turi es la única fuente de pastos permanentes de la región con acceso expedito en todas las estaciones del año, ya que las vegas de altura no son accesibles en invierno. Por otra parte, la región sufre frecuentes y largos períodos de sequía, lo que transforma a estas vegas –a pesar de sus actuales magros recursos⁶– en un recurso insustituible para el mantenimiento y desarrollo de sus economías ganaderas. Las fuentes de alimento acuífero de estos bofedales son manantiales que han sido utilizados desde tiempos pretéritos tanto para regar la vega como para mantener plantaciones de diversos productos agrícolas.

    Para aprovechar y controlar este recurso, durante el siglo X, comunidades agroganaderas que vivían en el lugar, construyeron en las laderas de un pequeño lomaje que domina el lugar y junto a las fuentes de agua que riegan la vega, una aldea, conocida con el nombre de pukará de Turi, que fue ocupada hasta épocas coloniales bastante avanzadas.

    El Pukará de Turi

    El pukará de Turi compromete una extensión aproximada de 17.000 m² de superficie intramuros, y está ubicado sobre un montículo que se levanta al Este de las vegas dominándolas desde su cima. Se trata de una compleja aldea nucleada, en la que se distinguen sectores funerarios, habitacionales, ceremoniales y comunales; muros de circunvalación, calles, caminos, apachetas o hitos marcadores de tráfico y expresiones de arte rupestre (Fig. 5. Vista aérea de Turi). En algunos espacios, especialmente en el sector sur del pukará, se observan ordenamientos espaciales muy claros, como caminos y otras vías de circulación interna; también se encuentran presentes sectores con edificaciones de características homogéneas que han sido evidentemente interrumpidos por construcciones posteriores, todo lo cual, sugiere que este pukará no corresponde a una sola ocupación, sino que su estado actual es el resultado de una larga y compleja historia.

    Las investigaciones arqueológicas realizadas en Turi⁷ han develado parte de la historia de este asentamiento, y distinguido tres fases en su ocupación. Turi 1 delata la aparición de una aldea nucleada con características locales, en los inicios del siglo X d. de C. Posteriormente, durante Turi 2, a mediados del siglo XIV, se produce un mestizaje de esta sociedad con aportes del vecino altiplano, actual región de Lípez. En la segunda mitad del siglo XV, el asentamiento de Turi 2 sufre notables modificaciones y aparecen edificaciones netamente incaicas. Turi 3 corresponde al asentamiento que perdura en épocas coloniales hasta mediados del siglo XVII.

    El levantamiento topográfico del pukará⁸ permite distinguir algunos rasgos y configuraciones resultados de estos 600 años de historia y que se deben destacar para los efectos de este trabajo.

    Figura 5. Vista Aerea del sitio de Turi.

    El sector poniente constituye la parte medular del pukará y se distingue por presentar un ordenamiento complejo. Hay diversas vías de circulación internas, algunas de ellas excelentemente conservadas, marcando claros caminos que separan conjuntos de estructuras de patrones semicirculares y algunas rectangulares que se perciben como unidades separadas. Casi todas ellas conservan sus vanos de acceso, que presentan a menudo una estructura complementaria exterior, a modo de paraviento. Algunos de los recintos rectangulares son de grandes proporciones e inscriben a otros de dimensiones menores. En estos sectores, y especialmente en el centro del pukará, se ubica una gran concentración de artefactos de molienda⁹. Un rasgo característico de esta parte del asentamiento, que le imprime un orden espacial deliberadamente marcado, es un camino que cruza el pukará por su parte central, en sentido oeste-Este y llega hasta la gran plaza de la cumbre.

    El Sector Oriental está sobre las partes más altas del montículo que ocupa el asentamiento. Fuera del muro de circunvalación, que en este sector es de dos hiladas y alcanza dimensiones de más de tres metros de altura, dos tipos de complejos arquitectónicos muy diferenciados caracterizan a este sector. Por una parte, al NE y SE, hay numerosos conjuntos de torreones de piedra o chullpas, cuya planta afecta formas circulares. Irrumpe entre estos torreones una gran plaza rectangular ubicada en la parte central y cuyo muro oriental constituye el límite del pukará. Inmediatamente fuera de este muro oriental, corre un ancho camino de 5 m de ancho cuya huella se pierde hacia el norte y el sur. Hay varias estructuras rectangulares, algunas de dos aguas, que están fuera de los muros y miran hacia el camino. Dentro de la plaza se distingue una gran edificación de adobes, de carácter estrictamente rectangular, que inscribe una superficie de más de 200 m², tiene techo de dos aguas, sostenido por altas cumbreras con tres vanos en sus partes superiores. Esta estructura presenta, en el muro que da hacia la plaza, tres vanos de acceso.

    Al menos la plaza y la edificación de adobes que inscribe, son estructuras de carácter netamente incaico, lo mismo que el camino que corre adyacente al muro exterior de la plaza y las estructuras rectangulares asociadas a él. En los inicios de nuestra investigación planteamos la hipótesis de que estas estructuras eran un testimonio del impacto que el Tawantinsuyu había dejado en el pukará de Turi¹⁰.

    Prácticas rituales altiplánicas en Turi

    Entrado el siglo XIV, en el pukará de Turi encontramos testimonios de la llegada de la Fase Toconce, que se construye en la parte superior de este asentamiento un conjunto de chullpas, también orientadas hacia los cerros de la localidad especialmente hacia el Paniri (volcán que hasta el presente es condiserado sagrado para el pueblo de Ayquina). Las investigaciones realizadas en Turi han demostrado que estas estructuras presentan características similares a las de Likán en sus aspectos formales y contextuales, siendo solo uno o dos siglos más tardías. Las fechas terminales de Toconce coinciden con las del arribo de esta fase a Turi, por lo que nuestra hipótesis es que Toconce llega a Turi durante el s. XIV.

    Las investigaciones también han iluminado sobre otras prácticas rituales altiplánicas asociadas a esta misma ocupación del pukará de Turi por la Fase Toconce (Fase Turi 2). Entre ellas, la más relevante consiste en los ritos de ofrendas de instrumentos líticos, restos cerámicos y/o huesos, que se entierran en lugares especialmente determinados. Esta práctica, que subsiste hasta hoy, es conocida como waki por los lugareños¹¹. En 1899, al desplomarse la torre de la iglesia que se estaba construyendo en Toconce, se hizo un waki para asegurar la nueva estructura.

    En gran parte de las estructuras del pukará hemos exhumado el tipo de ofrendas antes mencionadas, las cuales se encuentran enterradas bajo el piso de las habitaciones dando la impresión de tratarse de waki fundacionales hechos al construir las estructuras, tal como se acostumbra hasta el presente en muchas localidades altiplánicas¹².

    Para el conocimiento de la religiosidad y el ritual altiplánico de esta época, uno de los waki que arrojó mayor información fue el de la

    estructura 166 –de cuyos cimientos se exhumó un contexto de huesos de mandíbulas y metapodios de camélidos– que presenta una interesante configuración ideológica que refiere a la dualidad andina¹³. Había una mitad izquierda de mandíbula de llama adulta y otra mitad derecha de guanaco joven, junto a un metacarpo izquierdo juvenil y un metatarso derecho de adulto, lo que plantea las siguientes estructuras posibles de oposición:

    Además, en este contexto ritual se puede apreciar otra oposición dual:

    Rituales incaicos

    El Inka llega a nuestra región de estudio y su presencia se demuestra claramente en Turi. Las evidencias incaicas son principalmente en el orden del diseño arquitectónico, que se imponen sobre el asentamiento preexistente¹⁴. En cambio, los testimonios incas en el inventario de artefactos muebles de Turi son muy escasos. En más de una tonelada de fragmentos cerámicos analizados en este sitio, no se ha encontrado sino una docena de fragmentos de escudillas planas ornitomorfas y otras formas incaicas (todas manufacturadas en el tipo cerámico local Rojo Pintado), dos fragmentos Saxamar y uno probablemente Inca Paya. En el contexto de ofrendas exhumado de una chullpa, se registraron dos ceramios de morfología inca, confeccionados en el tipo local Rojo Pintado. Invariablemente, estas evidencias incaicas estaban asociadas a cerámicas altiplánicas (Laguna Hedionda y Yavi).

    Estas escasas huellas de alfarería incaica, sin embargo, no pueden acallar la presencia de una kallanka de adobes de grandes proporciones, con cimientos de piedra, que sigue el típico modelo cuzqueño¹⁵. Otras estructuras de adobe, una gran plaza rectangular, a modo de kancha y estructuras de piedra rectangulares, algunas a dos aguas, todas las que exhiben fuertes rasgos incaicos y constituyen una evidente ruptura con la arquitectura previa del asentamiento. Ellas están hechas en la cumbre del promontorio, no dentro de la aldea amurallada, sino en su margen oriental-superior, dándole la espalda al asentamiento y vinculadas espacialmente con un ancho camino, también de tipología inca¹⁶. Estas construcciones están hechas en un evidente gesto de separar el sector incaico del preexistente, y previamente a su construcción se preparó el terreno, nivelándolo, gesto que se opone la arquitectura previa, que se caracteriza por su adaptación a la topografía del lugar. Todos estos rasgos sugieren una fuerte presencia del Tawantinsuyu en un asentamiento local, que debe ser convenientemente explicada. El hecho de que la plaza y kallanka hubieran sido construidas en las cotas superiores, interrumpiendo el sector donde se ubican la mayor parte de las chullpas, nos sugirió que estas estructuras incaicas fueron hechas en el lugar más sagrado de Turi, donde estaban colocadas estas estructuras, siguiendo el patrón característico de la Fase Toconce. Nuestra hipótesis establecía que para ello necesariamente deberían haber destruido estas estructuras rituales, lo que implicaría un enérgico gesto de poder del Tawantinsuyu sobre Turi. En las excavaciones efectuadas al interior de la kallanka, se demostró fehacientemente que para construir esta edificación y la gran plaza anexa, se debió aplanar la cumbre del promontorio y quedaron en evidencia al menos dos pavimentos de chullpas construidas durante la Fase Turi 2 que fueron destruidas para asentar allí el edificio inka, perteneciente a la Fase Turi 3 (Fig. 6). Esta superposición arquitectónica fue confirmada por la estratigrafía, pues las excavaciones demostraron que al hacer los heridos para los cimientos de la kallanka, se rompió la capa de ocupación correspondiente a Turi 2, demostrando que fue durante o después de esta época que se construyó dicha edificación.

    Figura 6. Pavimento de Chullpa, encontrado al excavar la kallanka de Turi.

    Otro antecedente significativo obtenido en las labores de excavación y consolidación de la kallanka, fue la constatación de la solidez de los cimientos de dicha construcción. A manera puramente incaica, y sin relación a las tecnologías arquitectónicas previas, se practicaron heridos profundos (hasta 1,5 m en algunos sectores), en los que se depositaron grandes piedras a modo de cimientos. Para asegurar los puntos críticos de la edificación, que daban estabilidad a las altas cumbreras de la kallanka, se construyeron en los vértices de los muros perimetrales cimientos especialmente profundos y sólidos. Los cimientos de piedra sobresalían algunas decenas de centímetros del nivel del suelo para que los muros de adobe no sufrieran la erosión provocada por las partículas de arena arrastradas por el viento. Todos estos cuidados evidencian el perfecto dominio de una tecnología arquitectónica compleja y especializada en grandes construcciones, extrañas en la región durante esta época. Si a esto agregamos que los muros de esta edificación son de adobes, completamente exóticos para el Tardío regional, y tan bien hechos que han resistido los embates de cinco siglos, no queda lugar a dudas de que estamos frente a tecnologías evidentemente foráneas.

    No obstante esta esmerada construcción, en uno de los vértices de la kallanka (el sur-este), se descuidó deliberadamente el cimiento y en vez de asegurar este punto crítico con grandes piedras, como se hizo en los otros casos, se practicó un entierro ritual, poniendo en grave peligro la construcción y resultando en el colapso de ese sector. Este ofertorio estaba compuesto por el cráneo de un hombre joven (25-35 años), al parecer de proveniencia local, sin deformaciones artificiales ni huellas de haber sido decapitado, sugiriendo un entierro post mortem del cráneo separado del cuerpo, con pintura roja y hojas de coca, elemento que ocupa un lugar preponderante en los rituales, durante el Tawantinsuyu (Fig. 7). Esta práctica nos sugirió una analogía con los waki fundacionales del altiplano, pero con modalidades muy especiales y sugerentes.

    Los antecedentes nos hacen pensar en una concesión de la tecnología foránea a las tradiciones locales, que probablemente fueron tan fuertes que obligaron a hacer esta ‘costumbre’ altiplánica a pesar del peligro que representaba para la construcción. La trasmutación de las ofrendas tradicionales del waki por un simulacro de sacrificio humano o capacocha, podría ser una concesión local a los incas. Es muy atractivo pensar en un verdadero acuerdo entre las partes para la construcción de estas importantes estructuras. Quedaría pendiente, sin embargo, la destrucción de estructuras rituales, tan importantes como las chullpas, para nivelar el piso y construir la kallanka y la plaza en el lugar más sagrado del antiguo asentamiento, lo que sugiere más bien una fuerte imposición del Tawantinsuyu sobre una sociedad mestizada a partir de identidades previas. Quizá una forma de expresar, a través de este acto fundacional, un nuevo orden, un pachakuti que trae aparejado un dominio desconocido hasta entonces.

    Figura 7. Waki de cráneo humano. Entierro ceremonial que formaba parte de los cimientos de la kallanka de Turi.

    También durante el Tawantinsuyu, encontramos en nuestra región la presencia de otros rituales propios de este horizonte, que se imponen fuertemente sobre la ideología altiplánica previa. En la cumbre de los cerros de la región, hacia donde miraban los vanos de las chullpas de Likán y Turi, se encuentran restos de construcciones y otros testimonios que son característicos de los santuarios de altura incaicos. Entre estos, son importantes los hallazgos en la cima del cerro Mallku León (5.771 m), hacia donde miraban la mayoría de las chullpas de Likán, donde se encontraron dos plataformas y restos de leña. En la cumbre del Paniri (c. 6.000 m), cerro que enfrenta Turi y hacia donde se orientan muchas de sus chullpas, se encontraron nueve estructuras, acumulaciones de leña y fragmentos cerámicos incaicos¹⁷ (Fig. 8).

    Figura 8. Vista panorámica de los cerros de la zona de estudio. Foto gentileza F. Maldonado-Roi.

    Acuerdos y tensiones

    Turi nos ofrece antecedentes de importancia para evaluar los elementos ideológicos evidenciados en los rituales que dicen relación con la penetración del Tawantinsuyu en Atacama. En primer lugar, demuestra que este proceso se efectúa a través de la influencia altiplánica, que ya se encuentra presente en este mismo asentamiento desde mediados del s XIV. Un siglo más tarde y bajo estas mismas influencias se hacen importantes alteraciones arquitectónicas de carácter cuzqueño en el pukará, las que se presentan acompañadas de otras modificaciones en los contextos, como por ejemplo, la cerámica de factura local y morfología inca. Todo esto sugiere que las influencias incaicas e incluso las construcciones de tipo cuzqueño, fueron llevadas a cabo sin alterar mayormente a esta sociedad. Deben haber sido las cabeceras altiplánicas, que recibieron un impacto más profundo del Tawantinsuyu, las que trasmitieron estos choques a los lugares que ya habían ocupado. Los miembros de la elite de Turi¹⁸, para legitimar su autoridad en el nuevo modelo del Tawantinsuyu, habrían construido estas nuevas edificaciones y alterado los espacios del pukara al modo cuzqueño. Este quehacer, denotaría la capacidad social de esta población para hacer frente al cambio¹⁹.

    En el aspecto ideológico, podemos acreditar que los rituales altiplánicos característicos de Turi 2 preincaico, subsisten con algunas modificaciones, durante la presencia del Tawantinsuyu en este asentamiento. Hemos detectado entierros rituales o waki fechados en plena época inca. Por otra parte, en contextos de chullpas se han encontrado ofrendas de cerámica de tecnología local con características formales incaicas, demostrando la supervivencia de las ideologías y rituales altiplánicos, después de la irrupción del Tawantinsuyu en el sitio.

    Hacemos también presente que Turi es un caso único en el norte de Chile en que el Inka construye su asentamiento dentro de un local y, aunque diferencia claramente su sector, convive con la población preexistente.

    Sin embargo de lo establecido, el pukara es alterado profundamente. (1) El Inka puso especial énfasis en diferenciar y separar el sector que ocupa con respecto al área ocupada por la población local, mediante la construcción de muros. (2) Las estructuras principales construidas por el Tawantinsuyu, alteran la orientación predominante del asentamiento, que durante la fase anterior miraba hacia al oeste donde se ubican las vegas, y dejan al pukara orientado hacia el este y vinculado con el camino incaico. (3) Se nivela la cumbre del promontorio, destruyendo las estructuras rituales previas para construir la kancha y la kallanka.

    Adicionalmente, la evidente superposición de santuarios incaicos sobre los cerros sagrados evidencia la clara intención del Tawantinsuyu de imponer nuevas condiciones ideológicas a las poblaciones de Atacama. El establecimiento del sector de chullpas en las partes más altas de los asentamientos, característica de los sitios de la Fase Toconce y la ulterior destrucción de estas estructuras en Turi para edificar en el mismo lugar la plaza y kallanka, es una demostración de la relevancia simbólica que en la arquitectura ceremonial andina tenía la diferenciación del espacio sagrado en un patrón vertical.

    De acuerdo al aspecto simbólico que se ha atribuido a la arquitectura incaica, estas nuevas condiciones seguramente tuvieron que ver con la estructura estatal Inka, que reformulaba los espacios y transformaba cada asentamiento dominado en un nuevo Cusco, para apropiarse de ellos y establecer una clara diferenciación con otros de la misma región que no le interesaban de la misma manera²⁰. En estas circunstancias, Turi estaría demostrando una llegada del Tawantinsuyu a Atacama a través de las redes de influencias de jerarquía y poder establecidas previamente por las sociedades altiplánicas, bajo un fuerte tamiz de la cultura local. En este proceso, jugaron un importante papel los aspectos ideológicos andinos y especialmente los incaicos, que a veces convivieron y en otras, el Tawantinsuyu reformuló el espacio, transformando al asentamiento y tomó posesión de los sitios sagrados, sin dejar duda de las nuevas condiciones que imponía. Un elemento que puede contribuir a confirmar esta conclusión es la presencia actual de un ‘bolsón’ de la lengua quechua entre los actuales habitantes de esta región, a pesar de un sustrato lingüistico aymara-atacameño. No obstante

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1