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Cultura Chinchorro: Las momias artificiales más antiguas del mundo
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Libro electrónico489 páginas5 horas

Cultura Chinchorro: Las momias artificiales más antiguas del mundo

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La Cultura Chinchorro es una cultura de pescadores que partió habitando la costa del desierto de Atacama hace nueve mil años, y que alrededor del año 5000 a.C. comenzó a momificar intencionalmente a sus difuntos. El Dr. Arriaza nos narra la vida de su gente, sus elaboradas técnicas de momificación, el significado social de sus ritos mortuorios y las enfermedades que los afligían. Gracias a los documentales de televisión y a las publicaciones del Dr. Arriaza y sus colaboradores las momias Chinchorro han perdido su anonimato.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 jul 2022
ISBN9789561127111
Cultura Chinchorro: Las momias artificiales más antiguas del mundo

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    Cultura Chinchorro - Bernardo Arriaza Torres

    INTRODUCCIÓN

    El 20 de octubre de 1983 transcurría como cualquier otro día de investigaciones en el Museo Arqueológico San Miguel de Azapa de la Universidad de Tarapacá, cuando de pronto un llamado telefónico interrumpió nuestras actividades para comunicarnos un nuevo descubrimiento de momias humanas. El llamado provenía de la compañía de agua potable local que en ese momento hacía excavaciones para mejorar el sistema de suministro cerca del centro de la ciudad, en las faldas de un cerro llamado Morro de Arica. La noticia en sí misma no tenía nada de extraordinario, ya que en el museo estamos acostumbrados a los reiterados llamados telefónicos que reportan el hallazgo de antiguos restos humanos. Toda la ciudad actual de Arica está construida sobre las ruinas y cementerios de antiguas culturas, ya que el desierto de Atacama, con sus estériles montañas de arena y sus secas extensiones lisas o pampas, se expande formando una barrera natural que limita el crecimiento de la ciudad. Consecuentemente, cada vez que los trabajadores de la construcción realizan excavaciones son extremadamente altas las posibilidades de encontrar restos arqueológicos.

    Inmediatamente se envió a terreno un equipo de arqueólogos para analizar la situación. Lo que vimos fue sorprendente: estas momias eran completamente distintas de aquellas que estábamos acostumbrados a ver, porque eran miles de años más antiguas.

    Además, sus cuerpos habían recibido tratamientos de momificación artificial extremadamente complejos. No correspondían a cuerpos naturalmente desecados como la mayoría de las momias de Arica. Nos dimos cuenta que estábamos en medio de un hallazgo extraordinario, y repentinamente todo el personal del Museo Arqueológico San Miguel de Azapa no hacía otra cosa que comentar la noticia. Los trabajadores de la compañía de agua potable habían dado con un antiguo cementerio Chinchorro descubriendo y destrozando parcialmente muchos cuerpos. Afortunadamente, impactados por el hallazgo de las momias, detuvieron inmediatamente sus excavaciones para evitar daños adicionales. Cuando llegamos, la escena era hipnotizante: el perfil de la zanja revelaba varios cuerpos tendidos de espalda, alineados en fila, como si estuvieran viajando juntos hacia la eternidad, cuando su viaje se interrumpió inesperadamente. Las brillantes caras negras de las momias relucían contra el arenoso suelo gris del cerro y sus expresiones de paz contrastaban con los semblantes asombrados de la multitud allí congregada. Con el proyecto de construcción pospuesto, Vivien Standen y Guillermo Focacci, junto a otros arqueólogos de la Universidad de Tarapacá, comenzaron varios meses de trabajo, rescatando las momias (Fig. 2, pág. 36; Lámina 1, pág. 261). En el laboratorio, el paleopatólogo Marvin Allison y yo emprendimos la tarea de analizarlas.

    En ese entonces un grupo reducido de expertos conocía la existencia de estas momias preparadas artificialmente, hoy llamadas Chinchorro. Max Uhle desenterró las primeras entre 1909 y 1917. Desde entonces se habían publicado muy pocos artículos sobre ellas. El descubrimiento de nuevas momias Chinchorro presentaba una increíble oportunidad de profundizar en el conocimiento de uno de los misterios más grandes de nuestra prehistoria local. ¿Quiénes fueron estas personas? ¿Por qué preparaban sus muertos en una forma tan compleja? ¿Cuál era el significado de sus ritos mortuorios? ¿Hasta qué punto estas prácticas reflejaban la organización social de esta antigua sociedad?

    Antes de reflexionar sobre estas interrogantes es necesario definir la palabra momia, ya que puede tener varios significados: técnicamente, una momia es el cuerpo de un ser muerto en que el proceso de descomposición ha sido reducido a su mínima expresión por medios naturales o artificiales. La momificación natural es un proceso de conservación de los cadáveres como consecuencia de condiciones medioambientales especiales. Estos tipos de momias pueden ser:

    Cuerpos desecados: son producto de condiciones medioambientales áridas y han sido hallados en países como Chile, Egipto, México, suroeste de Estados Unidos y Perú.

    Cuerpos naturalmente preservados por condiciones físico-químicas: un ejemplo de estos son los cuerpos hallados en las áreas pantanosas del norte de Europa, que han sido preservados por la acción curtidora del sphagnan, una sustancia aniónica polisacárida presente en los pantanos (Painter, 1991).

    Cuerpos preservados por el frío extremo: estos corresponden a cuerpos hallados en regiones como Alaska, Groenlandia, los Andes y los Alpes (Brothwell, 1987; Hansen, Meldgaard y Nordqvist, 1991). El hombre congelado (Ice man), que se encontró en los Alpes ítalo-austriacos es un buen ejemplo de un cuerpo momificado naturalmente por el frío (Höpfel, Platzer y Spindler, 1992).

    Debido a su clima extremadamente árido, a las fuertes radiaciones solares y a los altos niveles de concentración de sal en los suelos, el desierto de Atacama posee las condiciones ideales para la preservación de los cadáveres. Los nitratos sirven como preservantes naturales, absorbiendo los fluidos del cuerpo y minimizando el ataque de microbios. La mayor parte del tejido blando –como órganos internos, genitales e incluso rasgos faciales de los cuerpos con momificación natural– se conserva en excelente condición (Lámina 2, pág. 262).

    La momificación artificial, por otra parte, no es una preservación al azar (Lámina 3, pág. 263), sino el resultado de prácticas socioculturales que conservan el cuerpo del fallecido para su viaje hacia el más allá. Los dolientes, en forma activa, intentan preservar el cuerpo, incluyendo su fisonomía, e interrumpen el proceso de descomposición del cadáver quitando los órganos internos y rellenando con diversos materiales el cráneo, las cavidades abdominales y torácicas, para recuperar el volumen. Se encuentran cuerpos artificialmente preservados en todo el mundo: Chile, China, Europa, Egipto y Norteamérica (Alaska) (Cockburn y Cockburn, 1980; David y Tapp, 1984).

    Cabe destacar que la expresión momificación artificial, en ocasiones, se usa como un sinónimo de embalsamado; sin embargo, la palabra momia se deriva de un antiguo término persa que significa betún. Esta sustancia negra, similar al alquitrán, se utilizaba para embadurnar cadáveres en Persia. Debido a condiciones naturales, a menudo, los cuerpos desecados adquieren un color café-negro, lo que lleva a pensar que ellos han sido cubiertos con betún. En estos casos la palabra momia ha sido aplicada erróneamente; en cambio, la palabra embalsamado se deriva de la palabra bálsamo o ungüento aromático, que se usaba para perfumar y preservar cadáveres (Cockburn y Cockburn, 1980; Comas, 1974).

    Desde un punto de vista antropológico, resulta más interesante la preparación artificial de un cuerpo, porque es una tarea muchísimo más exigente que la momificación natural. La momificación artificial requiere un trabajo especializado y una dosis significativa de energía. Además de los ritos que se ejecutan durante y después del funeral, las prácticas funerarias, incluyendo el tratamiento del cuerpo, su tumba, la calidad y el tipo de bienes sepulcrales u ofrendas, no son un fenómeno aleatorio. Por ende, es importante el estudio de dichas prácticas, ya que son determinadas por ideologías, creencias metafísicas en el más allá y la posición social del difunto, entre otras variables (Arriaza, 1988; Bloch y Parry, 1982; Chapman, Kinnes y Randsborg, 1981).

    Como la muerte habita en el corazón de cada sociedad, la búsqueda de la vida eterna, espiritual o física parece ser un empeño humano universal. Creemos que el estudio de la muerte, además de los diferentes tipos de tratamientos mortuorios, puede proporcionar claves para llegar a entender las culturas antiguas. Según la arqueología convencional, los científicos utilizan los artefactos culturales para hacer inferencias acerca de las interacciones sociales y las creencias de las primeras poblaciones; pero el estudio de las momias humanas nos da una nueva manera de apreciar el sentimiento colectivo de los que vivieron hace miles de años. Las momias y esqueletos son tesoros arqueológicos que contienen información prehistórica acerca de nosotros mismos y de nuestro pasado. Nos proporcionan datos fidedignos acerca de enfermedades, vestuario, alimentación y arte, nos revelan sus creencias metafísicas concernientes a la vida y a la muerte. También nos ayudan a comprender los antiguos sistemas de organización social, de modo que las momias son una ventana al pasado para estudiar los logros de la humanidad, ahora atrapados en cuerpos disecados.

    A menudo una momia se considera como un símbolo de muerte, pero es también un símbolo de la victoria sobre el proceso de descomposición natural que ha sido frenado. El individuo está muerto, sin embargo todavía está físicamente con nosotros en forma de momia, oponiéndose al avance del tiempo y proyectando una sensación de inmortalidad.

    Es probable que nuestra fascinación con el tema sea, al mismo tiempo, un testimonio de nuestro miedo a lo desconocido y a la muerte que no hemos sido capaces de vencer. Los análisis mortuorios, específicamente el estudio de las momias y sus bienes sepulcrales, nos abren la puerta para explorar las emociones y creencias que la gente de antaño tenía acerca de la muerte. Estos cuerpos son como viajeros en el tiempo que contienen secretos de nuestro pasado y nos hablan de nuestros ancestros, de sus mundos biológicos, sociales y espirituales. Concentremos nuestra atención en las momias y en la información que guardan para que así aprendamos cómo era la vida diaria de la gente Chinchorro.

    Línea de tiempo que muestra la posición de la cultura Chinchorro en relación con las antiguas y nuevas culturas.

    F

    IGURA

    1. Mapa de los sitios Chinchorro excavados a lo largo de la costa del océano Pacífico en Perú y Chile. La flecha gruesa representa la expansión de las prácticas de momificación artificial y la parte de la flecha punteada indica áreas de probable expansión.

    Capítulo I

    LA CULTURA CHINCHORRO

    Los Chinchorro eran grupos de pescadores que se establecieron a lo largo de la costa árida del desierto de Atacama. Se adaptaron a la vida en él mientras aprendían los secretos de cómo extraer sus alimentos del océano y de la costa pantanosa, donde abundaban plantas, aves y animales. Su tecnología era simple pero notablemente eficaz, y se mantuvo casi sin variaciones por miles de años. Fabricaban anzuelos de conchas marinas para atraer los peces con el destello de la madreperla, hacían sedales de fibras vegetales y los reforzaban con cabellos humanos o pelos de animales, y pulían piedras hasta obtener la forma de un pequeño cigarrillo para usarlos como plomadas. Extraían juncos de los pantanos para torcerlos y entrelazarlos, y con ellos fabricaban cestos para recolectar alimentos o hacer cobijas para dormir o cubrir sus pequeñas viviendas. Los Chinchorro nunca desarrollaron la cerámica ni fundieron metales para hacer herramientas, ni tejieron en telares, ejemplos de logros tecnológicos que se asocian con culturas sociopolíticamente más desarrolladas, pero crearon un culto a la muerte que alcanzaba los niveles de sociedades tecnológicamente más complejas.

    LA HISTORIA DE LOS DESCUBRIMIENTOS

    El presente estudio sobre los Chinchorro es el fruto de la labor dedicada y paciente de muchos expertos que excavaron la arena en el desierto de Atacama por más de ocho décadas (Tabla 1, pág. 35). Max Uhle (1917), un estudioso alemán, fue el pionero al descubrir 12 cuerpos enterrados en posición extendida en el sitio Morro 1, y varias otras momias a 2 km de allí en una playa llamada Chinchorro (otra parte de este mismo sitio fue redescubierta en 1983). Uhle (1922:54) también halló otras momias similares en posición extendida como a unos 12 km al interior de los valles de Azapa y Lluta. Este investigador publicó la primera relación de los vestigios culturales de los Chinchorro en una serie de artículos donde él los llamó los Aborígenes de Arica (Uhle, 1917, 1919, 1922). Debido a que Uhle encontró las primeras momias en la playa del mismo nombre en Arica, hoy se denomina Chinchorro a esta cultura, que en la jerga local significa balsa o red de pesca.

    Basándose en la simplicidad de las ofrendas mortuorias o bienes sepulcrales y en la falta de cerámica, Uhle propuso que los Aborígenes de Arica vivieron alrededor de los tiempos de Cristo. Cabe recordar que el sistema de fechar muestras por radiocarbono no se desarrolló hasta 1949. Lo que le impresionó a este investigador, y lo que aún nos impresiona hoy, es el tratamiento tan elaborado que se dio a los cuerpos.

    Uhle registró tres tipos de técnicas de momificación:

    –Tratamiento simple : La aridez del desierto de Atacama desecaba naturalmente los cuerpos.

    –Momificación complicada o tratamiento complejo : Los cuerpos se preservaban artificialmente quitando todos los órganos internos, rellenando las cavidades con fibras vegetales y cabellos humanos o de animales, como los de las pieles de lobos marinos. Luego suturaban las incisiones y untaban los cuerpos con tierra de colores, generalmente rojo, les ponían una peluca de cabello humano y los enterraban en posición extendida. Uhle (1922:65) observó que la mayoría de las momias que él había estudiado, incluyendo hombres, mujeres y niños, exhibían este mismo tratamiento.

    –Momias cubiertas con capa de barro : Los cuerpos se cubrían con una delgada capa de barro, que al endurecerse encementaba el cuerpo. Según Uhle, estas momias las enterraban ligeramente reclinadas o de lado, como si estuvieran dormidas.

    Uhle creía que las momias del primer tipo, o simples, eran las más antiguas, mientras que el segundo tipo se desarrolló a partir del primero; y el tercero fue una degeneración del segundo. Actualmente, gracias a las técnicas de fechado radiocarbónico y los nuevos hallazgos en el sitio Morro 1 y otros lugares, sabemos que los cuerpos momificados en forma natural, o sea del tipo 1, se sitúan al comienzo y al final de la cultura Chinchorro (7020 a.C. y 1110 a.C., respectivamente). Los cuerpos momificados artificialmente en forma compleja, del tipo 2, también se ubican entre esas fechas, y los cuerpos momificados artificialmente pero en forma más simple, del tipo 3, es decir, momias cubiertas con capa de barro, se ubican cronológicamente después de las momias de preparación complicada. Esto indica el fin o, por lo menos, la decadencia de las prácticas de momificación de la gente Chinchorro. Uhle acertó en su clasificación de los tipos de momias; solo erró en determinar la antigüedad de las mismas.

    T

    ABLA

    1. M

    OMIAS

    C

    HINCHORRO ENCONTRADAS A LA FECHA

    Anker Nielsen, un investigador danés, continuó el trabajo de Uhle y hacia 1940 desenterró varias momias artificialmente preparadas en la ciudad de Iquique (Fig. 1, pág. 32, área de Bajo Molle y Patillos). Desafortunadamente Nielsen nunca publicó los resultados de sus descubrimientos, pero aportó uno de los aspectos culturales claves al recuperar una pequeña momia, similar a una muñeca (Bittmann, 1982). Luego estas pequeñas momias llegaron a conocerse como momias estatuillas, las que con frecuencia contenían huesos fetales humanos que se preparaban de la misma manera que los adultos (Fig. 3, pág. 37).

    En los tiempos de Uhle los antropólogos consideraban la cultura como un proceso de evolución material progresivo: una sociedad intelectualmente más avanzada era aquella que poseía los artefactos más elaborados. Por lo tanto, los investigadores concentraron su atención en los artefactos de culturas políticamente mucho más complejas, como Tiwanaku e Inca, pero hicieron caso omiso de las interacciones sociales de las comunidades organizadas en forma más simple y que carecían de cerámica. Sus excavaciones arqueológicas tenían como meta el descubrimiento de artefactos, mientras que las momias solo recibían atención esporádica.

    F

    IGURA

    2. Tres momias rojas encontradas durante la excavación del sitio Morro 1.

    En 1924 el investigador sueco Carl Skottsberg publicó la descripción de varias momias desenterradas en Arica, halladas en posición extendida (Skottsberg, 1924:32–39). Tres de esas momias eran Chinchorro, dos de las cuales eran mellizos humanos momificados que medían aproximadamente 45 cm de largo y tenían entre dos y tres meses de edad (pertenecían al tipo 2, siguiendo la clasificación de Uhle). La tercera momia Chinchorro era un adulto cubierto con capa de barro de sexo masculino (tipo 3 de Uhle).

    Cuatro años después de la publicación de Skottsberg el antropólogo Ricardo Latcham (1928, 1938), quien trabajó en la región de Atacama, confirmó la extensa distribución de momias Chinchorro preparadas artificialmente. Notó que la gente Chinchorro habitaba no solo la playa Lisera en Arica y los alrededores del valle de Azapa, sino además al sur de Arica, incluyendo Pisagua (Punta Pichalo) y Cobija (Fig. 1, pág. 32). Sus hallazgos fueron muy interesantes porque ampliaban a 600 km a lo largo de la costa el área geográfica registrada para Chinchorro. Latcham también describió que la costa estaba llena de montículos de antiguos restos culturales, los que hoy se conocen como conchales y que guardan información importante sobre la alimentación de los aborígenes y la evolución de la fauna marina a través del tiempo.

    F

    IGURA

    3. Radiografía de una momia estatuilla de Arica.

    Durante la década de los años 1940 el arqueólogo norteamericano Junius Bird siguió los pasos de Latchman y se interesó en el estudio de los conchales marinos. Comenzó analizando sistemáticamente estos restos culturales para entender la adaptación marítima socioeconómica de las poblaciones costeras del desierto de Atacama. Sus investigaciones revelaron que los antiguos habitantes de esta región explotaban los recursos costeros y tenían una fuerte dependencia del mar. Durante sus excavaciones Bird descubrió a un niño Chinchorro con momificación compleja y a través de sus estudios en Arica (Playa Quiani) y en Pisagua confirmó la existencia de momias Chinchorro en el sur de Arica. Bird también destacó el hecho de que la mayoría de las caras de las momias estaban repintadas (Bird, 1943:246) y sugirió que las momias no se enterraban inmediatamente, sino que se mantenían en el campamento para exhibirlas y retocarlas cada cierto tiempo.

    Sobre la base de la evidencia de la tecnología pesquera, Bird (1943:307; 1946:587-589) dividió la población ancestral de la costa en dos periodos: el Primer Periodo Prealfarero, que se caracteriza por la presencia de anzuelos de conchas marinas, y el Segundo Periodo Prealfarero, que se caracteriza por la presencia de anzuelos de cactáceas (Tabla 2, pág. 39).

    Más tarde, la arqueóloga Grete Mostny (1964) visitó nuevamente el área donde Bird había trabajado y fechó dos fogones de un basural en la Playa Quiani, encontrando que los pescadores de Arica vivieron allí tan temprano como el año 4220 a.C.

    En los años 1960, como la actual ciudad de Arica estaba expandiéndose, arqueólogos locales trabajaron arduamente a medida que se descubrían nuevos cementerios. El historiador Luis Álvarez (1961, 1969), por ejemplo, describió 18 momias que él desenterró de las playas Chinchorro y Miller, e impresionado por el hecho de que se las despojaba de su carne y se reemplazaba su piel por arcilla, sugirió que probablemente los Chinchorro eran antropófagos o caníbales. Además encontró ocho momias estatuillas en la Playa Miller (sitio

    PLM

    8) que medían aproximadamente 17 a 30 cm de estatura. La fecha radiocarbónica asociada con la Playa Miller corresponde al año 2140 a.C. (Núñez, 1976:122).

    En 1965 el arqueólogo Lautaro Núñez entregó un dato concreto sobre la cronología Chinchorro al obtener el primer fechado radiocarbónico derivado directamente de una momia del sitio Pisagua Viejo. Obtuvo una fecha de 3270 a.C., la que era mucho más antigua de lo que Uhle jamás imaginó. Núñez (1969) concentró sus primeros esfuerzos en comprender quiénes eran los Chinchorro, tratando de caracterizarlos a través de sus artefactos culturales. Los describió como grupos de cazadores y recolectores que vinieron del altiplano del sur de Perú. Dedujo que se habían desplazado a lo largo de la costa chilena para explorar diferentes nichos económicos, cazando camélidos como alpacas y llamas, y recolectando plantas silvestres. En 1975 los arqueólogos Lautaro Núñez, Vjera Zlatar y Patricio Núñez demostraron, a través de sus descubrimientos, que eran varias las poblaciones que estaban repartidas a lo largo de la franja costera. En el sitio llamado Caleta Huelén 42, al sur de la actual ciudad de Iquique, en la desembocadura del río Loa, encontraron un campamento de pescadores con esqueletos enterrados bajo los pisos de las viviendas. Los cuerpos estaban en posición extendida y tenían las cavidades orbitales rellenas de barro, tratamiento que podría corresponder a un patrón funerario Chinchorro. Núñez et al. obtuvieron un fechado radiocarbónico para el sitio correspondiente al año 2830 a.C. y para los esqueletos el año 1830 a.C. Esto proporcionó mayor evidencia para confirmar los hallazgos de Latcham y Nielsen y establecer que la gente Chinchorro habitaba hasta unos 600 km al sur de Arica.

    T

    ABLA

    2. N

    OMBRES DADOS A LAS MOMIAS

    C

    HINCHORRO

    En la década de los años 1970 los antropólogos Bente Bittmann y Juan Munizaga (1976) exploraron la complejidad de las prácticas mortuorias Chinchorro y su significado social, y demostraron que los Chinchorro tenían conocimientos de anatomía, disección y disecación de cuerpos. Estos investigadores sugirieron que las momias Chinchorro podían representar los más antiguos ejemplos conocidos de prácticas de momificación artificial en todo el mundo. Además describieron que estos grupos usaban estólicas o lanzadardos, arpones, pesas para anzuelos, cuchillos líticos y cestería (1976, 1977). Ellos pensaban que lo que realmente caracterizaba la cultura Chinchorro y la distinguía de otras culturas contemporáneas en los Andes era la práctica de la momificación artificial.

    La práctica de momificación que llevó a la cultura Chinchorro a la atención general irónicamente trajo como consecuencia la destrucción y pérdida de momias y artefactos. Algunos marinos mercantes que visitaron el puerto de Arica a principios del siglo

    XX

    se llevaron momias y materiales arqueológicos como recuerdo y los distribuyeron a través del mundo. Como consecuencia, son muy pocas las momias desenterradas antes de 1970 que están disponibles para ser investigadas, y no se sabe a ciencia cierta qué ha ocurrido con la mayoría de ellas, ni siquiera dónde están. Lo único que se sabe es que algunas se encuentran en colecciones de museos chilenos.

    El arqueólogo Jaime Vera (1981), por ejemplo, publicó una detallada descripción de cuatro momias Chinchorro de preparación compleja, notablemente bien preservadas (Fig. 4, pág. 41) que se encuentran en el Museo de Historia Natural de Valparaíso (aproximadamente 2.000 km al sur de Arica). Según Vera, ellas habían sido donadas a este museo alrededor de 1915 y procedían de Arica; probablemente algunas de ellas son las que desenterró Uhle. Además de describirlas, Vera también proporcionó fechas radiocarbónicas para otras dos (3290 a.C. y 3060 a.C.). Varios museos chilenos y el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York también conservan momias Chinchorro como parte de sus colecciones. Dicha colección en este último museo corresponde a los hallazgos de Junius Bird.

    Para la década de 1980 las momias Chinchorro habían ganado un lugar muy importante en la prehistoria chilena y andina, pero no aún en la prehistoria universal. En 1984 las excavaciones de los arqueólogos Virgilio Schiappacasse y Hans Niemeyer en la Quebrada de Camarones, cerca de 100 km al sur de Arica, dieron un nuevo giro a los estudios Chinchorro. De cuatro fechas radiocarbónicas obtenidas, una de las muestras tomadas directamente de una momia Chinchorro lanzó su cronología nada menos que al año 5050 a.C., cerca de dos milenios más antigua que la primera fecha que obtuvo Núñez en 1965. Además, en Camarones 14, de los 23 cuerpos encontrados, solo los niños, cinco en total, estaban artificialmente momificados (Schiappacasse y Niemeyer, 1984:87-94), lo que nos lleva a suponer que la momificación artificial puede haber comenzado con los niños. Otros investigadores, como Vera (1981), ya habían descrito momias preparadas artificialmente de adultos y niños, pero estas no eran tan antiguas como las provenientes del sitio Camarones 14.

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    4. Niño Chinchorro momificado artificialmente, descrito por Vera, 1981 (estilo rojo), Museo de Historia Natural, Valparaíso, Chile.

    Durante la década de 1980, con el descubrimiento en el sitio Morro 1, las momias Chinchorro ganaron fama no solo entre los profesionales sino además entre el público en general. Los diarios locales de Arica describían los descubrimientos fortuitos de las momias Chinchorro como un hallazgo espectacular y las noticias de estas antiguas momias en el norte de Chile se esparcieron como el viento a través de todo el mundo. Lo que hizo a las momias de Arica interesantes al público no fue solo su antigüedad, sino además la preservación sorprendente de sus cuerpos y su belleza mística. Hasta sus rasgos faciales y sus genitales estaban todavía intactos después de miles de años.

    Se exhumó un total de 93 momias Chinchorro del sitio Morro 1. Cerca del 38% estaban naturalmente momificadas y el 62% restante, artificialmente preparadas. Los hallazgos en el sitio Morro 1 revelaron técnicas de momificación increíblemente sofisticadas, confirmándose los tres tipos básicos descritos por Uhle. Se sometió a nueve de estas momias a fechado radiocarbónico, proporcionando un rango en el tiempo que va desde el año 5860 a.C. al 1720 a.C. (Allison et al., 1984:163-165). También se llegó a determinar que algunas momias Chinchorro de Arica eran casi contemporáneas con aquellas momias desenterradas en Camarones 14 por Schiappacasse y Niemeyer en 1984.

    Las momias del Morro 1 demuestran que las prácticas fúnebres Chinchorro exhiben enormes variaciones en estilos de momificación, las que a su vez han conducido a más de alguna confusión. Una cuestión crucial desde el punto de vista arqueológico es cómo se debería definir el término Chinchorro (Tabla 2, pág. 39). Además, necesitamos saber qué sitios se pueden considerar Chinchorro. Sobre la base de tecnología pesquera y prácticas mortuorias similares, varios sitios a lo largo de la costa chilena en la parte sur del río Loa se asocian con la cultura Chinchorro, pero la evidencia no es siempre concluyente. Bittmann (1982) comentó sobre posibles sitios, tales como Cobija, donde tres cuerpos asociados con anzuelos de conchas de mariscos estaban enterrados, tendidos de lado y cubiertos con ocre rojo. Este sitio data de aproximadamente el año 3110 a.C., contemporáneo con fechas del Chinchorro ariqueño. Además, la visión de Bittmann de la presencia de rasgos Chinchorro en Cobija está respaldada por las descripciones de Ricardo Latcham (1928, 1938), quien encontró allí evidencia de momias Chinchorro. Bittmann comentó además que al sur de Cobija, en el hipódromo local de la ciudad de Antofagasta, tres esqueletos enterrados en posición extendida estaban cubiertos con ocre rojo y la ofrenda mortuoria incluía arpones de hueso y esteras de fibra vegetal. La ciudad de Antofagasta, entonces, podría representar el extremo sur de la cultura Chinchorro (Fig. 1, pág. 32).

    Al norte de Arica, en la ciudad peruana de Ilo, la arqueóloga Karen Wise (1991) reportó varios esqueletos enterrados que podrían tener relación con la cultura Chinchorro. Wise también encontró evidencia de un sitio habitacional y las fechas radiocarbónicas de los fogones van desde el año 5850 a.C. al año 4250 a.C. En investigaciones recientes Umire (2013) debate la evidencia bioarqueológica del sur de Perú y concluye que los sitios Yara, Villa del Mar y Km 4 presentan rasgos mortuorios

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