Durante siglos, los expertos han considerado a los tartesios una cultura anicónica, es decir, un pueblo que evitaba representar a sus dioses, profetas o líderes con forma humana, y que por ello usaban motivos animales, vegetales o betilos (piedras sagradas). Tartessos sería así el pueblo sin caras; al menos hasta abril de este 2023 en que se realizó el asombroso hallazgo en Casas del Turuñuelo. Mientras que la mayoría de pueblos que jalonaban el Mediterráneo en la Antigüedad eran politeístas y dejaron numerosas representaciones de sus deidades, en los yacimientos tartésicos no se había encontrado hasta ahora nada de eso, salvo contadas excepciones, como alguna figura pintada en cerámica o escultura de bronce pequeña –representación de la diosa Astarté–, pero se consideraba más una aculturación (proceso de recepción y adaptación a otra cultura) fenicia que un desarrollo autóctono.
En 2023, en el yacimiento tartésico citado, en Guareña, Badajoz, se han hallado cinco caras, dos de ellas perfectamente conservadas. Según comunicaron a los medios los investigadores, «dos (…) se encuentran casi completas y corresponden a sendas figuras femeninas adornadas con destacados pendientes o arracadas que representan piezas típicas de la orfebrería tartésica». Otra de las tres restantes parece representar a un guerrero, al conservar parte del casco. Ahora sí, el pueblo tartesio tiene rostro. En palabras de los responsables de la excavación, el descubrimiento de los cinco insólitos bustos antropomorfos supone «un profundo cambio de paradigma» al obligar a reescribir la historia. También se han descubierto otros objetos y piezas.
Hasta el momento, estas piezas doradas de la orfebrería tartésica solo se conocían a través de los hallazgos realizados en enclaves como Cancho Roano o parte del conjunto que conforma el llamado tesoro de Aliseda, un ajuar funerario atribuido a Tartessos hallado en Cádiz. Pero nada tan impresionante y revelador como lo desenterrado en abril de 2023. Según los investigadores del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas español) que comandan los trabajos, dada la factura técnica y el detalle artístico con el que fueron elaboradas las figuras, nos hallamos quizá ante la representación de dos divinidades femeninas del panteón tartésico. Otra hipótesis plantea que en realidad se trate de personajes destacados de aquella sociedad que desapareció casi sin dejar rastro de la noche a la mañana. Los análisis acabarán por arrojar una respuesta a este confuso y complejo puzle que configura el pasado de aquel pueblo ya no tan mítico y sí cada vez más real.
En el citado yacimiento, un edificio de dos plantas, también se han encontrado restos de muchos animales, teóricamente sacrificados en el marco de supuestos ritos funerarios, además de cinco relieves figurados que datan del siglo V a. C. En 2017 saltaba la sensacional noticia: hallaban 16 caballos sacrificados en dicho recinto, en el que se desenterró una escalinata de diez peldaños entre ambos pisos que forman una construcción cimentada con técnicas arquitectónicas novedosas (sillares cuadrangulares que se fabricaron con un mortero de cal, arena y arcilla), un elemento de construcción no conocido en la península ibérica hasta la llegada de los romanos, lo que evidencia el avance tecnológico de los tartesios.
EXTRAÑO SACRIFICIO RITUAL
Al pie de la escalinata sus viejos pobladores realizaron un sobrecogedor ritual antes de quemar, destruir y posteriormente sellar el que era sin duda uno de sus templos. Restos, dirigido por Sebastián Celestino Pérez y en el que colaboraba la investigadora Esther Rodríguez González, hoy codirectora de la II Campaña de Excavaciones en Casas del Turuñuelo.
