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Los Guardianes de la Gran Pirámides.
Los Guardianes de la Gran Pirámides.
Los Guardianes de la Gran Pirámides.
Libro electrónico306 páginas4 horas

Los Guardianes de la Gran Pirámides.

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Información de este libro electrónico

Valeriano Baden junto a sus amigos integran un equipo de arqueología de la Universidad de Harvard que viaja a Egipto con la intención de investigar el emplazamiento en ruinas de una escuela hermética. La noche de su llegada a El Cairo, un hombre herido de muerte entrega a su novia un papiro que tiene una antigüedad de más de mil quinientos años, el cual contiene una información sobre una entrada a una cámara secreta de La Gran Pirámide. Éstos, además de gran poder y dinero, conocen toda la verdad sobre el pasado de la humanidad y lo que va a ocurrir en un futuro muy próximo. Val y sus amigos no se detienen ante nada y continúan investigando hasta llegar a la cámara secreta, donde descubren quién es el creador y las razones que tiene para destruir la humanidad.

IdiomaEspañol
EditorialInty Morales
Fecha de lanzamiento26 dic 2018
ISBN9780463892015
Los Guardianes de la Gran Pirámides.
Autor

Inty Morales

Inty Morales Borges nació el 20 de diciembre de 1968 en Sagua la Grande, provincia de Las Villas en la isla de Cuba. En 1998, se exilió en los Estados Unidos con la oleada de emigrantes cubanos llamados balseros. En 1998 fue acusado en el Condado de Broward con primer grado de muerte en un caso que a todas luces podía ser considerado defensa propia, solo que la familia de la víctima estuvo a cargo de procesar el caso con un fraude y un conflicto de intereses que puede ser considerado el mayor en el estado de la Florida y los Estados Unidos. Inty Morales es autor de treinta y tres libros, los cuales intenta publicar con la intención de ganar algún dinero con el cual poder sacar la verdad a la luz y denunciar el raqueterismo judicial en el estado de la Florida.Inty Morales.

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    Los Guardianes de la Gran Pirámides. - Inty Morales

    CAPÍTULO I

    LA INVITACIÓN A EGIPTO

    -1-

    Valeriano Baden y Samanta Duguma eran dos jóvenes de veinte y ocho años, que acababan de graduarse en la universidad de Harvard, en historia del Antiguo Egipto.

    La tesis presentada por los jóvenes durante la graduación había llamado la atención de muchos doctores y entendidos en el tema. La localización de las escuelas herméticas de principios de la construcción de la Gran Pirámide era un tema del que muchos desconocían. Ellos planteaban que el recinto en donde estos sabios planearon y diseñaron la construcción del monumento emblemático de Egipto, debía estar a unas cinco millas de la pirámide.

    Para soportar el argumento, Valeriano había financiado un escaneo de sondeo aéreo sobre el lugar, el cual reveló con toda claridad las ruinas de una construcción de forma rectangular en el centro y otras ocho de menor tamaño y cuadradas.

    El profesor Elinsu Hastara, se había impresionado mucho con las palabras del joven, quien planteaba al final de su tesis que este descubrimiento aportaría a la humanidad, mucho conocimiento sobre el nacimiento de la cultura egipcia y el lugar de dónde provenía antes del diluvio.

    Valeriano, en comunicación con el doctor Elinsu, no dudó un segundo en ofrecerle la financiación del proyecto de excavación sobre el lugar, si él lograba conseguir los permisos reglamentarios con las autoridades de El Cairo. El problema se resolvió en sólo seis meses después de Valeriano y Samanta haberse graduado de la universidad.

    Los jóvenes se dieron a la tarea de formar el equipo que viajaría a El Cairo, en donde los primeros reclutados resultaron ser los doctores Megan Fuller y Clark Brown, y para completar el grupo de personas que removerían la dura tierra del desierto del Sahara. Valeriano necesitaba gente en buenas condiciones, razón por la que eligió a Donal Bryson, su mejor amigo en el equipo de fútbol Rudy en la universidad, junto a él llegó su novia Pamela Rootte, la capitana del grupo de agitadoras que apoyaba el equipo de fútbol.

    —Es todo un placer conocerlo personalmente señor Valeriano Baden —dijo el doctor Elinsu Hastara, con demasiada cortesía. Cuando extendió su mano derecha para saludar al joven que abría la marcha del grupo de americanos.

    —El placer es mío señor Hastara —replicó Valeriano, mientras estrechaba la mano del doctor de la Universidad de El Cairo y después de sonreírle con afabilidad, continuó diciéndole—: si no le importa, puede llamarme Val.

    Val le presentó a sus amigos, incluidos los doctores Megan y Clark, quienes, a pesar de haber visitado El Cairo en otras cinco ocasiones, no conocían al doctor Hastara.

    Después de las presentaciones, los recién llegados se encaminaron a las esteras de recoger los equipajes, usando una carretilla con un mozo de la terminal salieron a los parqueos en donde los esperaban dos Jeep Land Rover.

    —El hotel Oasis tiene una vista maravillosa del plató de Guiza —dijo el doctor Hastara a los recién llegados, después de hacerle una seña con su mano derecha a los choferes de los Jeep para que se ocuparan del equipaje.

    —Sí, eso vi en las fotos que me enseñó la agencia de viajes —reconoció Val, quién hizo una pausa al ver un hombre que pasaba por dentro del grupo y salía en dirección al último Jeep, en donde desapareció al quedar cubierto de éste.

    —Los ladrones abundan por estos lugares —dijo Hastara aclarando a Val las posibles intenciones del escurridizo desconocido.

    —Pues debe haber tenido un mal día porque yo creo que iba huyendo de aquellos tipos con pinta de poli —dijo Bryson señalando con su mano derecha hacia la entrada central de la terminal del aeropuerto, en donde cuatro hombres vestidos con trajes occidentales le miraban el rostro a todo el que entraba al lugar.

    —Ya saben mis queridos amigos, en la ciudad más poblada del mundo se ve todo tipo de gente —dijo el doctor Hastara, con un leve encogimiento de hombros, para restar importancia al asunto.

    Val asintió a las palabras el doctor, El Cairo, no hacía diferencia en crímenes a ciudades como Nueva York, Los Ángeles o Detroit en Chicago. Después de ver que los choferes habían acabado de cargar el equipaje en la parte de atrás de los jeeps, y se acomodaban tras el volante de éstos en espera de partir, se volvió hacia el doctor Hastara para concluir diciendo—: deseo invitarlo a cenar al hotel esta noche, así durante la velada podemos puntualizar algunos detalles sobre las excavaciones.

    -2-

    Saliendo de El Cairo en dirección al delta del río Nilo, se encuentran los terrenos de la ciudad de Heliopides. En la antigüedad, estas ciudades se encontraban separadas por una gran franja de tierra, pero, con el rápido crecimiento de la población, los suburbios de ambas ciudades fueron creciendo hasta que las ciudades quedaron fundidas en una sola.

    Antes de llegar a las tierras de cultivo regadas por el río Nilo se encuentra la zona más pudiente de todo el país, el lugar está repleto de mansiones de una gran variedad de estilos, según los caprichos de los ricos terratenientes que las habitan. Las calles de este sector de la ciudad están protegidas por agentes vestidos de paisano, quienes, a diferencia de la policía de los suburbios de la ciudad, estos conducen Land Rover y poseen una identificación que los acredita como agentes especiales del gobierno.

    La familia Sajasharamed estaba considerada como una de las más ricas del lugar, como también la más legendaria de Egipto.

    Radael Sajasharamed era el último heredero de la familia y vivía en una mansión estilo palacio grecorromano con sus siete esposas. El joven de 28 años tenía una estatura de 6 pies 4 pulgadas, de constitución musculosa y piel morena. Era la estampa viva de un guerrero del Antiguo Egipto. Con el rostro de facciones bien marcadas y el pelo largo hasta los hombros, le daban al joven la distinción de un noble de antaño sus ojos castaño claro lo situaban como una persona inteligente y fuerte a la hora de enfrentar cualquier situación difícil, como la que se encontraba afrontando en ese momento, la cual lo había dejado dos noches sin dormir.

    Sentado tras su cómodo escritorio de madera tallada a mano, levantó la mirada hacia la entrada de la biblioteca al oír que llamaban a la puerta con unos suaves toques.

    —¡Adelante! —exclamó Radael, después de dejar a un lado los formularios que había estado revisando.

    La puerta se abrió apareciendo en el umbral una de sus esposas, quien, después de saludarlo con una inclinación de la cabeza, dijo con voz ensayada.

    —¡El señor Grusallo Aldajalla desea verlo, mi señor!

    —Gracias Alisan, hazlo pasar y déjanos solos —replicó Radael, preparándose para las noticias que le traería el jefe de la policía especial del gobierno.

    La mujer con el rostro cubierto hasta los pómulos se apartó a un lado para cederle el paso al visitante.

    Grusallo era un hombre de 5 pies 8 pulgadas de estatura, lo que podía considerarse de tamaño mediano, pero disponía de buena musculatura y era un adicto a los deportes combativos, en los que se incluían el boxeo y el judo.

    Hacía dos años que ocupaba el puesto del jefe de la policía especial y su eficacia sobre el terreno estaba más allá de toda prueba. Vestido con un traje de occidente y pelado con un estilo juvenil le hacía parecer tener menos edad, que los 40 años de vida que tenía.

    —¿Cómo van las cosas con la captura de Mubán? —preguntó Radael, después de ver que la puerta de la biblioteca se cerraba a espaldas de Grusallo, y le señalaba el butacón que estaba a la derecha del escritorio.

    —Ha intentado escapar dos veces por el aeropuerto, pero le hemos cortado el paso —respondió Grusallo antes de tomar asiento, y después de hacerlo se metió la mano derecha en el bolsillo de la chaqueta para sacar dos pasaportes, los cuales extendió a las manos de Radael para continuar diciendo—: son auténticos, no logro comprender cómo se hizo de ellos.

    Radael ojeó los pasaportes y llegó a la conclusión de que Grusallo era muy bueno examinando documentos, ninguno de los dos tenía el nombre de Muban Ilangén, pero las fotos en ambos era la de éste.

    —¿Cómo lograste quitarle los pasaportes a esa rata? —preguntó Radael devolviendo los pasaportes a las manos de Grusallo.

    —Tengo demasiados contactos en el aeropuerto y cuando usted reportó el robo, fue el primer lugar que corrí a cerrar a canto y cal.

    —¿Entonces Muban no podrá salir de El Cairo?

    —Todas las salidas de la ciudad están vigiladas por mis hombres y para intentar escapar por el desierto, necesita prepararse con un par de días de antelación, tiempo que no le voy a dar —respondió Grusallo lleno de satisfacción, al saber que su objetivo estaba acorralado en los suburbios de la ciudad.

    —¿Cuándo podrá devolverme el papiro robado? —preguntó Radael, después de asentir varias veces.

    —Esta noche, o a más tardar en las primeras horas de la madrugada —respondió Grusallo con voz segura. Y haciendo una corta pausa, en la que fingió meditar, preguntó con más cautela—: ¿cómo desea que atrapemos a Mubán?

    Radael sabía que la pregunta venía por la razón que Mubán era primo hermano de una de sus mujeres y el familiar preferido de su hijo al Alkedan, de 5 años. La decisión era difícil, pero proteger la vida de Mubán después de su traición lo pondría a él en una situación complicada frente al Concilio de los Guardianes de la Gran Pirámide.

    —Devuélvame el papiro, la forma y los métodos que use para recuperarlo poco me importan —respondió Radael, apretando su mandíbula al concluir la frase.

    —¡Perfecto! de esa forma el trabajo será más sencillo —replicó Grusallo poniéndose de pie para dar por terminada la entrevista. Pero antes de que pudiera decir sus palabras de despedida, Radael levantó su mano derecha para detenerlo unos segundos.

    —Sepa que su trabajo ha sido muy eficiente y en base a ello lo he propuesto para que forme parte de los Guardianes de la Gran Pirámide —dijo Radael con el tono de voz denotando cierto orgullo al decir sus últimas palabras.

    Grusallo quedó en silencio unos largos segundos, las palabras de Radael lo habían dejado atónito. Por lo que él sabía, Los Guardianes de la Gran Pirámide eran la gente más selecta de la sociedad y el gobierno de El Cairo.

    Su fundación estaba en un viejo monasterio, en donde se guardaban muchas reliquias y papiros de la antigüedad. Y pertenecer a ese grupo lo haría disponer de los secretos de antaño, como también de un poder y reconocimiento ilimitados dentro de Egipto.

    —Será todo un placer formar parte de una orden de tan alta distinción como lo son los guardianes de la Gran Pirámide —dijo Grusallo, después de haber asimilado todo lo que le llegaría con la nueva asignación.

    —Su preparación durará un par de años, pero, con su inteligencia, podrá comprender cosas que, para otros, incluidos los científicos, podrían parecer imposible.

    —Pondré todos mis sentidos en aprender y tenga la seguridad de que no lo defraudaré —replicó Grusallo con voz eufórica, ya que su recomendación iba a llegar por parte del máximo líder de los Guardianes de la Gran Pirámide.

    —¡Perfecto! ahora puede marcharse a concluir su trabajo —concluyó Radael poniéndose de pie para despedirse de Grusallo como una ligera inclinación de su cabeza.

    -3-

    Después de su segundo intento de escapar por el Aeropuerto Internacional de El Cairo, Mubán se había refugiado en la casa de un amigo que llevaba varias semanas fuera de la ciudad.

    —¡Maldito perro, ese Grusallo! —exclamó Mubán con rabia al recordar que había escapado del aeropuerto gracias a los turistas que salían de la terminal con sus equipajes.

    Contrajo los puños y, después de dar un corto paseíto por la desordenada sala de la casa, se encaminó hacia la destartalada puerta para echar una mirada al camino a través de las rendijas de las tablas. En la entrada al callejón jugaban unos niños y, más allá, dos mujeres empujaban una carretilla con bidones de agua.

    —Todo marcha bien aún, pero tengo que pensar en un plan para salir de la ciudad —se dijo Mubán en voz alta con la intención de forzar su cerebro a pensar. Echó a caminar hacia la mesa del centro de los viejos muebles de madera y tomó la mochila en donde tenía todas sus pertenencias. Metió la mano y sacó un tubo de aluminio de dos pies de largo por casi cinco pulgadas de diámetro. Lo levantó frente a su rostro y dijo sonriendo—: esto los puede destruir a todos, no habrá más secretos y Shajai y Alkedan serán libres para siempre.

    Al decir estas palabras, Mubán sintió cómo sus fuerzas volvían a renovarse al saber que actuaba por una causa justa, eso a pesar de que otros no lo entendieran así. Tenía que vencer y lo iba a hacer, aunque en ello se le fuera la vida.

    —¡Los turistas americanos se alojan en el hotel Oasis! —exclamó Mubán sintiendo cómo su cuerpo se llenaba de adrenalina al descubrir la forma de derrotar a los Guardianes de la Gran Pirámide.

    Después de unos segundos de reflexión, llegó a la conclusión de que solo tenía que esperar la caída de la noche para llegar al lugar. Y eso era algo que sucedería de forma inevitable en unas cinco horas. Estaba seguro de que podía resistir la espera sin ser descubierto en aquel lugar.

    CAPÍTULO II

    LA MUERTE DE MUBÁN

    -1-

    Val y sus amigos habían pasado unas cuatro horas acomodando sus cosas en las habitaciones del hotel Oasis y, después de una buena ducha, todo el grupo se volvió a reunir en el lobby con el doctor Elinsu Hastara.

    El restaurante del hotel estaba en la primera planta y daba hacia el río Nilo. La pared del fondo era de cristal de un ahumado claro y, con la puesta de sol, se podía apreciar una vista impresionante del plató de Guiza con sus Pirámides.

    —¡Puff! no hay la menor duda de que le dieron una buena ubicación al hotel —dijo Val cuando el capitán del salón del restaurante los guiaba hacia una mesa para 8 personas.

    —Aquí cuenta todo. Los dueños de los negocios no pueden vender una cerámica si no les dicen a los clientes que es más antigua que la propia esfinge —dijo el doctor Hastara sonriendo con diversión al concluir con sus palabras.

    Val y sus amigos asintieron a las palabras de éste. Luego, se acomodaron en torno a la mesa y fue la doctora Megan Fuller quien tomó la palabra haciendo una pregunta—: doctor Hastara, ¿qué piensan sus colegas de la universidad sobre lo que podemos encontrar en ese lugar?

    El doctor quedó pensativo al oír la pregunta, tomó la carta del menú que le pasó el capitán del salón, pero no la abrió. Al final de su reflexión dijo con cierta cautela—: hay muchas discrepancias sobre el tema ya que, como ustedes saben, la famosa biblioteca de Alejandría y su misteriosa desaparición es un tema que se enreda con las ubicaciones que tuvieron las escuelas herméticas.

    La respuesta del doctor Hastara hizo que Val y sus amigos intercambiaran miradas de incomprensión.

    —¿Usted cree que en ese lugar puedan estar las cosas que había en la biblioteca de Alejandría? —preguntó Val frunciendo el entrecejo al sentirse contrariado con algo que él no esperaba que pudiera ocurrir ni remotamente, ya que había clara evidencia de que la información que contenía la famosa biblioteca había sido destruida durante las cruzadas.

    —Sé lo que piensan, pero disponemos de información que en Alejandría nunca estuvo la información que comprende a la época antes del diluvio universal. La información era tan sagrada que sólo podía ser leída por los iniciados al concluir su graduación en la escuela hermética.

    —Tiene mucha lógica lo que usted acaba de decir —reconoció el doctor Clark Brown interviniendo por primera vez en la conversación. Hizo una corta pausa y, cuando todos concentraron la atención sobre su rostro, continuó diciendo—: más si tenemos en cuenta el celo de los sacerdotes de aquellos tiempos.

    —La última fase de graduación de la escuela hermética está muy bien detallada en algunas escrituras en tablillas de barro y sobre cueros de animales. El iniciado era pelado al rape y entraba en un retiro de dos años en donde su única tarea era leer la verdad escondida dentro de la cámara de la vida.

    —¿Esa es la razón por la cual usted le ha dado mucha importancia a mi teoría? —preguntó Val haciendo que todos volvieran la atención hacia él.

    —Joven, usted dispone de una perspicacia increíble para definir cosas importantes. En su teoría plantea que la importancia del Viejo Egipto para el futuro de la humanidad no está en las tumbas de los faraones con sus riquezas, sino en los humildes recintos de las escuelas herméticas, los cuales fueron construcciones que no sorprenden a nadie por su majestuosidad y grandeza. Y yo estoy de acuerdo con usted en ese punto, como también que toda la información de antes nos puede dejar saber de dónde proviene la humanidad.

    Las palabras del doctor Hastara dejaron maravillados a todos los reunidos en torno a la mesa. Está claro

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