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Alma Salvaje Irlandesa: Libro 3 de La Caleta Mística, #3
Alma Salvaje Irlandesa: Libro 3 de La Caleta Mística, #3
Alma Salvaje Irlandesa: Libro 3 de La Caleta Mística, #3
Libro electrónico266 páginas3 horas

Alma Salvaje Irlandesa: Libro 3 de La Caleta Mística, #3

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De la autora de bestsellers del New York Times y USA Today, Tricia O’Malley, llega una serie romántica ambientada en las costas rocosas de Irlanda.

El amor nunca fue su fuerte.

Aislinn está acostumbrada a vivir la vida en sus términos. Como artista con un don extrasensorial, permite que sus estados de ánimo y los del mundo natural inspiren sus pinturas para su galería ubicada en la pequeña ciudad de Grace's Cove. Manejando su negocio como le plazca, Aislinn ha esquivado los compromisos serios toda su vida.

Cuando el Dr. Baird Delaney traslada su práctica de psiquiatría a la ciudad y se detiene en su tienda para recoger algunas impresiones para su oficina, el mundo de Aislinn se desbalancea. Irresistiblemente atraída por su presencia, pero convencida de que el tenso médico es una pobre pareja para su alma artística que fluye libremente, Aislinn ese siente dividida. Tanto Aislinn como Baird tendrán que suspender sus creencias a medida que caen de cabeza en un amor desordenado e impenitente que los reta a ambos a aceptarse de manera inequívoca.

Alma Salvaje Irlandesa se puede leer como una novela independiente y es el libro 3 de la serie La Caleta Mistica.
 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 oct 2020
ISBN9781071567920
Alma Salvaje Irlandesa: Libro 3 de La Caleta Mística, #3

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    Alma Salvaje Irlandesa - Tricia O'Malley

    Capítulo Uno

    —¡A islinn, espera! 


    Aislinn maldijo por lo bajo cuando Baird le gritó desde la puerta del pub de Gallagher. Con una sonrisa cortes, se volvió para mirarlo.

    Baird Delaney.

    Alto, moreno y delicioso, así lo había descrito Cait y Aislinn no podría estar más de acuerdo. O tal vez fueran las gafas con montura de alambre las que la habían hundido. Baird había entrado en su tienda a principios de semana para escoger algo de arte para su nueva oficina de psiquiatría, y el mundo de Aislinn había cambiado.

    —Lo siento, Baird, no era mi intención escabullirme, pero he tenido una larga semana —dijo Aislinn suavemente mientras apretaba los dedos alrededor de su bolso. Todo el calor y el brillo de Baird parecían pulsarle y era casi como mirar al sol. Aislinn entrecerró los ojos y levantó sus escudos mentales, tratando de actuar con normalidad.

    —Ash... lo siento, ¿puedo llamarte así?— Baird se detuvo y preguntó cortésmente, retorciendo aún más el corazón de Aislinn.

    —Claro, gracias por preguntar —dijo Aislinn con recato y trató de no mirar directamente a sus ojos grises ahumados bordeados por las pestañas más oscuras que jamás había visto. Para no pensar en el cuerpo fuerte que llevaba dentro de la camiseta negra que vestía, Aislinn intentó ponerle un nombre al color de sus ojos. ¿Grafito? No, muy oscuro. ¿Pizarra? No, todavía muy oscuro. Aguanieve.

    —¿Ash? ¿Hola?

    Sorprendida en sus pensamientos, Aislinn se sonrojó. Y luego quiso patearse por sonrojarse. Ella nunca se ponía así.

    —Lo siento, ¿qué estabas diciendo?

    Una lenta sonrisa apareció en el rostro de Baird, casi como si supiera a dónde había ido su tren de pensamiento.

    —Quería saber a dónde ibas. No es tan tarde. 

    —Ah, bueno, ya sabes, administrar un negocio puede ser agotador; Quería levantarme temprano para terminar algunos proyectos —dijo Aislinn con un suspiro.

    —Pero la banda principal aún no ha comenzado. Esperaba que bailaras conmigo —dijo Baird y se acercó a Aislinn. Su cercanía era como un puñetazo en el estómago, y Aislinn se sintió un poco mareada. Hizo todo lo posible para no retroceder.

     —Otra noche —susurró Aislinn, intentando no mirar su boca.

    —¿Estoy leyendo esto mal? Estaba bastante seguro de que había una atracción aquí —dijo Baird directamente y Aislinn saltó. Típico de un psiquiatra ser directo con sus sentimientos, pensó.

    — Yo solo... solo tengo que... —Aislinn se detuvo sin ganas mientras lo miraba a la cara. Su esencia misma parecía hipnotizarla e incapaz de detenerse, ella cerró la distancia entre ellos y le dio un beso en los labios.

    Un destello de calor, de rectitud, la quemó y Aislinn retrocedió rápidamente.

     —Oh no, no lo harás  —dijo Baird en voz baja y la sujetó por los brazos, acercándola hasta que sus senos rozaron su duro pecho.  

    Aislinn tembló contra Baird cuando él tomó sus labios con los suyos, mordisqueando muy suavemente. Ella suspiró en su boca mientras él la seducía con su beso, persuadiéndola para que se abriera a él y le diera un poco más. Pronto, se encontró a sí misma casi envuelta alrededor de él cuando su beso se intensificó. Aislinn gimió en su boca justo cuando un silbido lobuno rompió su abrazo.

    Incapaz de mirar a la persona que silbaba, Aislinn miró el pecho de Baird, feliz de ver que se estaba moviendo tanto como el suyo. Ella no podía encontrarse con sus ojos. Ninguno de los dos dijo una palabra.

    Llegando a una decisión, Aislinn suspiró y tomó su mano. 

    —Llévame a casa contigo. 

     —¿Qué? No. Me gustaría llevarte a una cita, es lo que me gustaría hacer  —dijo Baird con rigidez, su honor claramente ofendido. Por alguna razón, eso divirtió a Aislinn y ella se rió en su hermoso rostro.

    —Eres muy tradicional, ¿verdad? 

     —No siempre, pero en este caso, sí  —dijo Baird.

    —¿No quieres vivir un poco, doctor?  —Aislinn dijo y levantó una ceja. Estaba encantada cuando vio un sonrojo calentar las mejillas de él.

    —No es que no quiera vivir un poco, es que quiero que me tomes en serio —dijo Baird en voz baja.

    —Oh, prometo que te tomaré en serio. Muy en serio  —Aislinn susurró y se inclinó para mordisquear el labio inferior de Baird.

    Baird suspiró y apoyó su frente contra la de ella.

    —Sabes que te deseo —susurró Baird.

    —Lo sé —dijo Aislinn.

    —Pero esto se siente mal —dijo Baird.

    —No es así. Estará bien. Muy bien   —dijo Aislinn y le sonrió. Aislinn estaba sorprendida de sí misma. Como artista y mujer supremamente segura de sí misma, no era necesariamente libre con las parejas con las que elegía compartir su cama, pero al mismo tiempo, no se oponía a comenzar algo cuando una atracción era evidente. Sin embargo, rara vez se movía tan rápido con cualquier cosa en su vida.

    —Mi apartamento es un desastre, apenas he desempacado. ¿No deberíamos ir al tuyo? —preguntó Baird; la resignación peleaba contra la emoción en su voz.

     —No, vamos al tuyo. Te haremos sentir como en casa —dijo Aislinn con una sonrisa. No estaba lista para dejar que Baird entrara a su casa. Muy pocos eran invitados a su apartamento, su refugio, y Aislinn estaba segura de que si Baird fuera allí con ella, sería peligrosamente difícil borrar el recuerdo de él en su espacio.

     —Con una condición  —dijo Baird.

    Aislinn inclinó la cabeza hacia él y esperó.

     —Podré llevarte a una primera cita real. Una buena, como adultos, donde haremos todas las cosas de la primera cita y nos conoceremos mejor  —dijo Baird con firmeza.

    Aislinn le sonrió a Baird a pesar de la preocupación que la recorría. Oh, sí, ella podría enamorarse fácilmente de él. 

     —Es un trato.

    Capitulo Dos

    La palma de Aislinn se calentó  en la gran mano de Baird mientras la arrastraba por la acera con él hacia su oficina y apartamento con vistas al puerto. Los sonidos del pequeño pueblo se asentaron a su alrededor y Aislinn respiró hondo para calmar sus repentinos nervios. Estaba tan segura de sí misma hacía unos segundos, y ahora se preguntaba qué estaba haciendo.

    No era el sexo lo que la asustaba. Era el después. La cita a la que ella había prometido asistir. Aislinn sacudió la cabeza. Lo que debía hacer era huir lejos de Baird. No había forma de que este doctor y ella fueran a tener una relación real.

     —Bonita noche  —dijo Baird y Aislinn saltó.

    —Sí, lo es  —dijo ella mientras él se reía de ella.

     —Sabes, esta fue tu idea  —bromeó Baird y Aislinn se sorprendió riéndose de él.

     —Lo sé. Estoy siendo ridícula. Dime por qué moviste tu consulta aquí  —dijo Aislinn para desviar la conversación de lo que estaban a punto de hacer. Casi podía ver un letrero de neón parpadeando SEXO en su cabeza.

     —Necesitaba un cambio. Amo Galway, pero algo me llamó aquí. Había estado aquí varias veces. Me tomaba un fin de semana largo, conducía por la costa y contemplaba el agua. No sé cómo explicarlo. Solo necesitaba estar en Grace's Cove. Ahorré un montón de dinero de mi consulta y decidí tomar un descanso aquí abajo. No puedo imaginar que mi consulta esté tan ocupada como en Galway, pero estoy seguro de que eventualmente podré construir una clientela. Si no, bueno, cruzaré ese camino cuando llegue a él  —dijo Baird y se encogió de hombros.

    Aislinn se preguntó si la caleta realmente lo había llamado. No sería lo más extraño que había sucedido en esta ciudad.

     —No me sorprendería si tienes una práctica rebosante aquí  —reflexionó Aislinn.

     —¿Tú crees? A menudo encuentro que en los pueblos pequeños las personas son reacias a probar cualquier tipo de terapia  —dijo Baird con entusiasmo, la pasión por su negocio inundando su voz.

    — Oh, estoy segura de que encontrarás que Grace's Cove es diferente a la mayoría de las ciudades pequeñas que conoces  —Aislinn se rió suavemente.

     —Tendrás que explicar eso alguna vez. Me encantaría saber más sobre esta ciudad  —dijo Baird, alzando una ceja mientras se acercaban a su edificio.

     —Bueno, estoy segura que has oído todo tipo de rumores  —Aislinn comenzó y Baird la detuvo.

     —En otra ocasión —insistió Baird y acercó la mano de ella a su corazón antes de inclinarse para rozar sus labios con un beso. Aislinn sintió que una cálida bola de lujuria comenzaba a latir en su estómago.

    Baird se volvió y deslizó la llave en la cerradura de su puerta, tirando de Aislinn junto con él hacia la pequeña escalera que conducía al segundo piso.

       —El apartamento no es mucho, pero la vista valió la pena   —dijo Baird mientras subían las gastadas escaleras de madera.

     —Me lo puedo imaginar. Estoy enamorada del agua de aquí   —dijo Aislinn y chocó contra la espalda de Baird cuando él se detuvo y se volvió para mirarla.

    — ¿Enamorada? Interesante frase  —dijo Baird.

     —No piense demasiado profundamente en ello, Dr. Delaney.  —Aislinn le sonrió a pesar de que su cabeza bullía con pensamientos. Supuso que era parte de su trabajo, analizar los significados subyacentes.

     —No lo hago. Solo es interesante. Hay una gran diferencia entre amar algo y estar enamorado  —dijo Baird mientras continuaba por el pasillo hacia una pequeña puerta pintada de rojo alegre. Aislinn se apoyó contra la pared y observó a Baird mientras abría la puerta.

     —Supongo que la hay, entonces  —dijo Aislinn suavemente.

    Baird la miró a los ojos antes de abrir la puerta.

     —Bienvenida   —dijo, y le indicó que entrara a su hogar.

    Aislinn pasó junto a Baird y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante su cercanía. Ella estaba tratando de mantener sus escudos mentales en alto, pero Baird parecía pulsar con una combinación embriagadora de lujuria, inteligencia y calidez. Ella respiró hondo mientras cruzaba su pequeña sala de estar para pararse junto a la ventana.

     —La luna está brillante esta noche  —dijo Aislinn.

    Baird mantuvo la luz apagada y cruzó la habitación para reunirse con ella en la ventana. Aislinn tembló cuando él se colocó detrás de ella y miró por encima del hombro hacia el agua que se extendía ante ellos.

     —Sí, así es. Solo mira ese cielo —dijo Baird.

    La luna colgaba como un globo gordo en el cielo, su suave luz blanca trazando un camino a través de las tranquilas aguas del puerto. Las estrellas parpadeban a lo largo del horizonte y Aislinn ansiaba pintar el romance del puerto.

     —Si pintara esto, lo llamaría Luz de sirena —reflexionó Aislinn.

     —Eso es dulce. ¿En qué lo pintarías? 

     —Probablemente acuarelas. Solo para obtener ese desenfoque fino en los bordes... ¿ves allí donde el cielo se encuentra con la línea del agua y cómo se entremezclan suavemente? Las acuarelas serían perfectas para eso  —dijo Aislinn.

     —Entremezclar. Me gusta eso. ¿No es eso lo que estamos haciendo aquí?  —Baird preguntó. Aislinn se sobresaltó un poco mientras él le pasaba las manos por los brazos antes de rodearla por la cintura. Los nervios la asaltaron por un momento pero ella dejó escapar un suspiro. No se podía negar su atracción por Baird, pero él llevaba consigo la amenaza de una relación real. Una que Aislinn no estaba segura de poder manejar. Pero, si esta noche era todo lo que iba a permitirse con él, entonces lo daría todo, pensó Aislinn.

    Aislinn se volvió en los brazos de Baird y lo miró por debajo de los párpados.

     —No ha habido mucho de eso hasta el momento, ¿verdad? —dijo Aislinn con descaro y Baird dejó escapar una risa suave antes apretarla con fuerza contra su pecho.

    Aislinn jadeó cuando sus senos rozaron los duros músculos de su pecho. Aunque era inteligente como todos, Baird claramente no había descuidado su cuerpo. Aislinn imaginó que más de una de sus pacientes estaba enamorada de él. La luz de la luna brilló sobre su cara, destacando la intensidad en sus ojos. Aislinn encontró su mirada. Una fuerte oleada de lujuria se rompió entre ellos.

    Baird sacudió la cabeza y miró la boca de ella. 

    —No deberías ser hermosa. 

    La boca de Aislinn se abrió y ella lo golpeó en el pecho, pero él la abrazó con fuerza.

     —Tu cara. Es una mezcla de todos estos elementos de contraste realmente interesantes. No debería funcionar, pero lo hace. Podría detener a un hombre a diez pasos. 

    Aislinn lo miró boquiabierta, perdida en sus palabras, en la lujuria y la luz que emanaban de él.

     —Tú no estás nada mal, Dr. Ñam  —dijo Aislinn con una sonrisa.

    Las cejas de Baird se juntaron en confusión. 

    —¿Dr. Ñam? 

    Aislinn se echó a reír y se estiró para morderse el labio inferior. 

    —Ñamm  —ronroneó.

    —Ah —Baird dijo mientras rozaba sus labios suavemente con los de ella y Aislinn sintió la acumulación de calor en su vientre. Ella deslizó sus manos sobre su pecho y las envolvió alrededor de su cuello.  Acercando su cabeza, Aislinn se arrojó al beso. Ella dejó caer sus escudos y los sentimientos de Baird la invadieron. Fue como si su lujuria la golpeara en el estómago y Aislinn se tambaleó contra sus labios. Lujuria, teñida con un toque de anhelo. El corazón de Aislinn dio un vuelco al pensarlo y trató desesperadamente de concentrarse en las sensaciones físicas que Baird estaba construyendo en su cuerpo.

     —Sabes a luna... a calor frío  —murmuró Baird contra sus labios.

     —Ah, qué poeta eres  —dijo Aislinn cuando Baird comenzó a caminar hacia atrás con ella en sus brazos.

     —Es un pasatiempo  —admitió Baird. Se giró y la arrastró por un pasillo oscuro hacia el dormitorio. Atravesó la entrada y se inclinó para encender una pequeña lámpara de mesa que estaba en el suelo en la esquina. Las cajas se alineaban en la habitación y una cama King dominaba el resto del pequeño espacio.

    Asustada de que Baird se arrepintiera, y de que ella perdiera esta noche con él, Aislinn se acercó a Baird y lo empujó hacia atrás, hacia la cama, hasta que la parte posterior de sus piernas golpearon la cama.

    Empujándolo suavemente hasta que se recostó en el colchón, Aislinn lo miró a los ojos antes de agacharse y tirar del dobladillo de su vestido por encima su cabeza. La satisfacción la llenó cuando la boca de Baird se abrió al ver su sujetador y tanga de encaje púrpura brillante. Aunque Aislinn no tenía sobrepeso, tampoco se arrojaría en la categoría de delgada. Ella tenía suficientes curvas para hacer interesante su encaje morado y cuando Baird inmediatamente extendió sus manos para ahuecar sus senos, ella sonrió. El encaje morado de la victoria, pensó.

     —Dulce Jesús   —susurró Baird mientras le tomaba los senos con las manos. Aislinn se estremeció cuando le pasó los pulgares por los pezones.

     —Me gusta la ropa interior colorida  —dijo Aislinn.

     —Y por eso, te agradezco  —dijo Baird. Aislinn chilló cuando la levantó y la arrojó sobre la cama. Rebotando una vez, su cabello salió de su broche y lo miró por debajo de una mata de rizos. Su boca cayó abierta cuando Baird se quitó la camisa y se paró frente a ella con sus jeans ajustados y gafas.

    Se quitó el cabello de la cara y lo miró con intensidad. 

    —Muy sutil. 

    Baird se echó a reír y se desabrochó los jeans, bajándolos por las musculosas piernas. Aislinn miró boquiabierta sus calzoncillos, donde su deseo por ella era claramente evidente. Baird se subió a la cama y se arrodilló sobre ella, apoyando sus brazos a cada lado de sus hombros.

    Baird se inclinó para pellizcar su labio inferior y le guiñó un ojo.  

    —Aunque aprecio que seas una mujer fuerte y moderna, me gusta seducir, Aislinn. 

    Una inyección de puro calor la atravesó y la boca de Aislinn se abrió cuando él agachó la cabeza para capturar su pezón a través del encaje, trasnsformándolo en un pico tenso. Ella gimió cuando él le pasó la boca por los senos, arqueando la espalda para darle un mejor acceso. Frustrada por la barrera de encaje, ella alcanzó su espalda y liberó sus senos de los confines del sujetador.

    Baird gimió cuando se quitó el sujetador y lo tiró al suelo. Él capturó sus senos con sus grandes manos y continuó frotando sus pezones mientras su boca se abría paso por su suave estómago. Una dispersión de nervios la atravesó cuando se dio cuenta de a dónde iba. El aliento de Baird era caliente contra su estómago, y se agachó para tirar de la delgada tira de encaje que cubría su cadera derecha.

    Baird la miró de reojo. 

    —¿Qué tan apegada estás a esto? 

    —Me encanta. 

     —Te compraré otro par.  —La boca de Aislinn se secó cuando Baird arrancó el encaje de su cuerpo. Baird le sonrió perversamente y se movió entre sus piernas. Ella jadeó cuando él inclinó su cabeza hacia la V entre sus piernas. Aislinn cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones emocionales y físicas que la golpeaban. Con sus escudos mentales abajo, era como si estuviera en dos lugares a la vez. Sentir la lujuria de Baird cuando su lengua la provocaba hasta el punto del orgasmo era un poderoso afrodisíaco. Incapaz de detener la ola de sensaciones que la recorrían, Aislinn gritó al techo cuando Baird la llevó al borde en un calor abrasador. Aislinn jadeó cuando sus

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