Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Sobredosis de Cupcakes: Serie Cupcakes, #2
Sobredosis de Cupcakes: Serie Cupcakes, #2
Sobredosis de Cupcakes: Serie Cupcakes, #2
Libro electrónico197 páginas2 horas

Sobredosis de Cupcakes: Serie Cupcakes, #2

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Salí con mis amigas para disfrutar de una muy necesaria noche de chicas, mientras me preguntaba si beber otro martini sucio me llevaría al límite. Lo siguiente que supe fue que estábamos en medio de una situación en la que ningún grupo de mujeres en su mayoría borrachas debería estar.

Todo comenzó cuando Bea dijo que necesitaba ir al baño, lo que llevó a Amy May a decir que estaba a punto de estallar, y Carmen y yo decidimos que deberíamos ir todas para volver a la pista de baile lo antes posible.

Fue nuestra suerte que desde el baño de atrás escucháramos a una mujer gritar: —No —y la voz de un hombre decirle—: Sé que lo quieres.

Ese imbécil eligió el baño equivocado, en el club equivocado, en el momento equivocado.

No sabía que era el vicepresidente de Cade. Y, aunque la salvamos de sus garras esa noche, un mes después, la encontrarían flotando en la piscina de un motel... lo que causaría el primer problema que Cade y yo tendríamos que enfrentar como pareja.

Bueno, eso y Branson Braswell.

¿Quién hubiera pensado que extrañaría los días en que mi mayor problema era mi ex idiota e infiel?

Dirigir una firma de IP era mucho más difícil que tomar fotos para uno, especialmente cuando tu vida profesional se desborda en la personal. Y salir con un macho alfa que montaba en motocicleta y se veía bien haciéndolo, no siempre era sol y rosas.

Estaba comiendo tantos cupcakes como nuestro nuevo cachorro gastando tapetes absorbentes y si no tenía cuidado tendría una Sobredosis de Cupcakes.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento16 sept 2020
ISBN9781071566138
Sobredosis de Cupcakes: Serie Cupcakes, #2
Autor

Bethany Lopez

Bethany Lopez is a USA Today Bestselling author of more than thirty books and has been published since 2011. She's a lover of all things romance, which she incorporates into the books she writes, no matter the genre.When she isn't reading or writing, she loves spending time with family and traveling whenever possible.Bethany can usually be found with a cup of coffee or glass of wine at hand, and will never turn down a cupcake!Sign up for her newsletter and get a free eBook! https://landing.mailerlite.com/webforms/landing/r7w3w5

Relacionado con Sobredosis de Cupcakes

Títulos en esta serie (2)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance de suspenso para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Sobredosis de Cupcakes

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Sobredosis de Cupcakes - Bethany Lopez

    Para KP, Jessica, Shanyn y todo el equipo de Inslinger PR. Muchas gracias por toda su ayuda durante los últimos años. A través de traslados, jubilaciones y numerosas mudanzas, han estado allí para darme un poco de estabilidad. ¡Les agradezco a todos!

    Prólogo

    Salí con mis amigas para disfrutar de una muy necesaria noche de chicas, mientras me preguntaba si beber otro martini sucio me llevaría al límite. Lo siguiente que supe fue que estábamos en medio de una situación en la que ningún grupo de mujeres en su mayoría borrachas debería estar.

    Todo comenzó cuando Bea dijo que necesitaba ir al baño, lo que llevó a Amy May a decir que estaba a punto de estallar, y Carmen y yo decidimos que deberíamos ir todas para volver a la pista de baile lo antes posible.

    Fue nuestra suerte que desde el baño de atrás escucháramos a una mujer gritar: —No —y la voz de un hombre decirle—: Sé que lo quieres.

    Ese imbécil eligió el baño equivocado, en el club equivocado, en el momento equivocado.

    No sabía que era el vicepresidente de Cade. Y, aunque la salvamos de sus garras esa noche, un mes después, la encontrarían flotando en la piscina de un motel... lo que causaría el primer problema que Cade y yo tendríamos que enfrentar como pareja.

    Bueno, eso y Branson Braswell.

    ¿Quién hubiera pensado que extrañaría los días en que mi mayor problema era mi ex idiota e infiel?

    Dirigir una firma de IP era mucho más difícil que tomar fotos para uno, especialmente cuando tu vida profesional se desborda en la personal. Y salir con un macho alfa que montaba en motocicleta y se veía bien haciéndolo, no siempre era sol y rosas.

    Estaba comiendo tantos cupcakes como nuestro nuevo cachorro gastando tapetes absorbentes y si no tenía cuidado tendría una Sobredosis de Cupcakes.

    Capítulo 1

    —Pausa para ir al baño —llamó Amy May, jalándome del brazo y señalando hacia donde Bea y Carmen ya se encaminaban hacia el baño.

    Estábamos teniendo una merecida noche de chicas y después de tres martinis sucios, no podían sacarme de la pista de baile. Sin embargo, ante la mención del baño, me di cuenta de que realmente tenía que hacer pis.

    Asentí y dejé que Amy May me arrastrara detrás de nuestras amigas.

    —Oye —dije, cuando un tipo sudoroso meneó su trasero en mi rostro, luego le di un empujón juguetón para sacarlo del camino mientras me reía alegremente.

    Había sido una gran noche.

    ¿La parte más loca de todo? Cade estaba en casa cuidando a mis hijos.

    Sip, escucharon bien. Mi semipeligroso motociclista sexy, de cabello largo, estaba en casa con mis mellizos de once años, comiendo brownies y viendo películas de superhéroes mientras yo salía con mis chicas a pasarlo bien.

    Si me hubieran preguntado hace un año si pensaba que esta sería mi vida, habría dicho diablos no. Honestamente, nunca imaginé que la vida pudiera ser tan buena. Al menos no con todo lo que había pasado con mi ex.

    Pero aquí estaba, bebiendo con mis amigas y fantaseando con el conocimiento de que cuando llegara a casa más tarde, borracha y cachonda, habría un tipo súper sexy esperando para hacer que mi cuerpo cantara como una sinfonía. ¡Y era todo mío!

    —Hay mucha fila —explicó Carmen cuando las alcanzamos en el pasillo lleno de gente en la parte posterior del bar.

    —No hay fila en el de hombres; entremos allí —sugirió Bea. Sin esperar a que estuviéramos de acuerdo, abrió la puerta y todas la seguimos adentro.

    Miré alrededor, parcialmente fascinada y completamente asqueada.

    —Apesta —dije, tratando de susurrar, pero fallando.

    Justo en ese momento, escuchamos una conmoción y Bea se llevó un dedo a los labios, y luego hizo algún tipo de movimiento con las manos hacia el cubículo de atrás.

    Bea era policía, pero el resto no lo éramos, así que todas nos quedamos allí mirándola sin saber qué demonios intentaba decir.

    Ella puso los ojos en blanco y se movió silenciosamente hacia la parte de atrás del baño.

    Una vez que nos acercamos, pudimos distinguir dos voces en el cubículo cerrado.

    No —suplicó una voz femenina—. Por favor, no lo hagas.

    —Sé que lo quieres —respondió una áspera voz masculina—. Prácticamente me estabas follando con la mirada en el bar.

    —No —dijo ella de nuevo, y pude ver por la mirada de pura ira que cruzó en el rostro de Bea, que estábamos a punto de acudir a la ayuda de esta chica.

    ¿Fue la idea más brillante? Tal vez no. Cuatro mujeres en su mayoría borrachas de diferentes tamaños y ocupaciones, irrumpiendo en lo que parecía ser una violación en progreso, puede que no haya sido la mejor jugada. Podríamos haber ido y avisarle a uno de los enormes gorilas que vigilaban el club, pero como Bea era policía y no era una persona que retrocedía ante nada, sabía que íbamos a entrar.

    Bea llamó mi atención y asintió firmemente. Apenas noté la mirada de preocupación que compartían Amy May y Carmen, porque lo siguiente que supimos fue que nuestra pequeña amiga levantó la pierna y pateó la puerta.

    Como si lo hubiéramos practicado un millón de veces, todas entramos en el cubículo para discapacitados y formamos una U, bloqueando la salida.

    Dos cabezas giraron hacia nosotras y tuve un segundo para asimilar la situación.

    La chica era joven, tal vez de unos veinte años, con cabello rubio y un lindo vestido rojo. Parecía el tipo de chica que saldría para divertirse con su novio, no el tipo de chica que tendría sexo en el baño con el tipo de aspecto descuidado que actualmente estaba con la mano en su trasero.

    Decir que el hombre parecía rudo era quedarse corto.

    Cabello largo y grasiento, una barba tupida y salvaje y ropa que no había visto una lavadora en días. Este tipo no era el yin de su yang. Era más bien como el Billy Bob Thornton para Angelina Jolie.

    En otras palabras, ¡jodidamente asqueroso!

    —Largo de aquí —gruñó el hombre oso después de que la sorpresa de ser interrumpido por un grupo de mujeres desapareciera.

    La chica nos miró con los ojos muy abiertos, y sus mejillas rojas de vergüenza.

    —Bueno, ¿qué tenemos aquí? —empezó Bea, su voz fría y tranquila—. Parece otro hombre con la polla pequeña tratando de obligar a una mujer a hacer algo que ella no quiere.

    —Sí —estuvo de acuerdo Carmen, su rostro más enojado de lo que nunca había visto. Por lo general, se veía alegre y llena de energía, pero en este momento parecía muy enojada—. ¿Qué tienen los hombres que les hace pensar que no significa sí? ¿Hay algún tipo de filtro en su cabeza que cambie la definición de ciertas palabras?

    —O, ¿qué pasa cuando estás dormida y lo toman como consentimiento? —Añadió Amy May—. Como si no se dieran cuenta de que si una mujer no es capaz de decir que quiere sus manos sobre ella, no deberían ponérselas.

    —O —agregué, cruzando los brazos sobre mi pecho y mirando a la bestia gruñendo frente a nosotras—. Cuando piensan que solo porque te vistes para ir a un club y disfrutas bailando, estás rogando por tener sexo. O, como tan elocuente dices, follar a los hombres con la mirada solo por mirarlos.

    —No sé quién se creen que son, perras, pero será mejor que se larguen de aquí —gruñó el oso barbudo.

    —Trabajo para el periódico local y estoy pensando en escribir un artículo investigativo sobre los idiotas que piensan que pueden aprovecharse de las mujeres en los bares locales —dijo Carmen con arrogancia.

    —Soy una panadera que hace los mejores postres de la ciudad y a ti te prohíbo entrar en mi local de por vida —dijo Amy May, haciéndome sonreír.

    —Soy una mujer que ha sido agraviada por un imbécil como tú y tengo que decir que tengo ganas de patearte el trasero —le dije, enseñando los dientes mientras sonreía como una maniaca.

    —Y yo soy una maldita policía —dijo Bea, dando un paso más cerca de la pareja—. Y le ruego a Dios que presentes cargos.

    Le tendió una mano a la chica que todavía estaba en las garras de Barba Negra.

    —Oh, no, no —respondió la chica, rodeando al hombre para tomar la mano de Bea y ser sacada a salvo del camino—. Por favor, solo quiero irme. No quiero ningún problema.

    La chica nos rodeó y salió por la puerta, dejándonos con la mirada clavada en el imbécil frente a nosotras.

    —Lárguense de aquí y espero no volver a verlas nunca más, perras —se mofó.

    —Oh, te estaré vigilando —prometió Bea—. Será mejor que te asegures de que todas tus futuras conquistas realmente quieran tus patas grasientas sobre ellas o estaré allí para encerrar tu trasero.

    —Todas lo quieren, lesbiana —dijo con aspereza, haciéndome dar un paso adelante con los puños apretados. Amy May puso sus manos alrededor de mi cintura y me jaló hacia atrás, empujándome fuera del cubículo y a través del baño.

    —Vamos, vámonos —dijo Carmen detrás de nosotras, y supe que estaba tratando de sacar a Bea.

    Amy May y yo esperamos en el pasillo unos segundos, y luego Carmen y Bea salieron finalmente.

    —Ya no tengo ganas de bailar —dijo Carmen, una vez que estuvimos todas juntas de nuevo.

    —Sí, probablemente deberíamos dejarlo todo por hoy —respondió Bea, dirigiendo sus ojos hacia la puerta del baño de hombres, como si estuviera esperando que él nos siguiera y comenzara algo de nuevo.

    —Está bien —estuvo de acuerdo Amy May—. ¿Quieres compartir un Uber?

    —Sí —respondí, luego puse la mano sobre mi estómago y supliqué—: ¿Pero puedes darme unos minutos? Todavía tengo que hacer pis.

    Capítulo 2

    Ho-la —llamé en voz alta mientras intentaba sin éxito abrirme paso por el apartamento a oscuras.

    »¡Ay! —Me quejé cuando mi rodilla golpeó la esquina de una mesa auxiliar—. Mierda.

    Casi grité de alivio cuando vi la luz que se asomaba debajo de la puerta de mi habitación, como un faro de lo que había estado esperando toda la noche.

    Abriendo la puerta y apoyándome contra el marco en mi mejor pose sexy, sonreí seductoramente mientras inspeccionaba la habitación, luego mi sonrisa se desvaneció y murmuré:

    »Oye —cuando vi a Cade sentado en mi cama. Estaba completamente vestido, de espaldas contra la cabecera, con las piernas cruzadas en los tobillos, mientras veía algo en la televisión.

    »No estás desnudo —me quejé mientras me apartaba de la puerta y entraba en la habitación a trompicones.  

    Los ojos oscuros de Cade se posaron en mí, con una pequeña sonrisa juguetona en los labios mientras me miraba.

    »¿Por qué no estás desnudo? —pregunté, colocando las manos en mi cintura y dando mi mejor expresión severa—. Eso es lo único que he estado pensando toda la noche.  

    Cade se rio entre dientes, balanceó las piernas sobre el costado de la cama y se puso de pie enderezándose.

    »Cielos, sí que eres alto... y sexy. Sexy, alto. —No sabía realmente lo que estaba diciendo, ni me importaba, solo quería su ropa en el piso y mis labios en su carne.

    Fruncí el ceño cuando Cade pasó junto a mí.

    Girando tan rápido como pude sin caerme, me di la vuelta y lo vi cerrar la puerta, con llave, y luego apoyarse en ella.

    »Cuando cruzas los brazos así, tus bíceps se ven enormes —reflexioné, pensando que me gustaría morderlo.

    —Ven aquí —respondió Cade, haciendo esa cosa del dedo que de alguna forma logró hacer que mi cuerpo ya excitado palpitara con anticipación.

    —No respondiste a mi pregunta —discutí, manteniéndome en mis trece por alguna estúpida razón—. ¿Por qué no me estabas esperando desnudo en la cama, como mi fantasía decía que lo harías?

    —Lila —dijo Cade pacientemente, haciendo que mis ojos se dirigieran a sus labios—. Estaba aquí cuidando a tus hijos. A solas. De ninguna manera lo haría sin ropa, incluso si están dormidos, lo cual dudo mucho.

    —Huh —contesté, sin haber pensado para nada en eso—. Buen punto.

    Satisfecha con su respuesta, pero aun necesitando ver la extensión suave y bronceada de su carne, crucé la habitación hacia él, apoyé las manos sobre

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1