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Desatada: (Novela romántica contemporánea)
Desatada: (Novela romántica contemporánea)
Desatada: (Novela romántica contemporánea)
Libro electrónico117 páginas2 horas

Desatada: (Novela romántica contemporánea)

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Taylor Dawson pasa sus días ensuciándose como mecánica en el garaje de su padre, en vez de hacerlo con un tipo caliente. A los diecinueve, ella está lista para deshacerse de su virginidad, pero no ha encontrado todavía al hombre indicado. Recogiendo a su compañera de cuarto de su trabajo en el bar del Club V, Taylor se encuentra con el dueño del club, Jake Mesa, y él le dará una lección sobre la sumisión cuando Tay observe accidentalmente cómo obedece la mujer del collar que está a su merced.
Sin embargo, la grabación de seguridad de Jake atrapó a la hermosa joven en su oficina y ahora ella tiene toda su atención. Cuando el papá de Taylor enfrente un desastre en su empresa que puede terminar no solo con su garaje, sino también con su vida, ella no sabrá a dónde acudir. Y Jake le hará una arriesgada oferta… ¿Podrá Tay resistirla o terminará totalmente desatada?


Si las historias con héroes hermosos, amor instantáneo y momentos sexys te atrapan, sigue leyendo…

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 may 2019
Desatada: (Novela romántica contemporánea)

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    Desatada - Jessa James

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    Agarré un trapo del gancho y limpié la grasa de mis manos con el sucio pedazo de tela. Limpié el sudor de mi ceja con la parte trasera de mi antebrazo para evitar que cayera en mis ojos y me picara. Las puertas del garaje estaban abiertas y dejaban entrar una pequeña brisa, pero en el calor de verano, no ayudaba mucho para enfriar el lugar.

    Miré el reloj que estaba colgado en la pared, justo encima del calendario andrajoso de Miss Marzo que uno de los empleados de papá había colgado hacía años y nunca habían quitado. Aparentemente, todos estaban tan satisfechos con la apariencia de Miss Marzo que estaban contentos de dejarla en Dawson Brother’s Garage por la última década.

    Faltaban diez para las cinco, todavía teníamos tres coches en espera y sabía que no saldría de aquí por horas. Mi papá me necesitaba y yo odiaba irme temprano, especialmente los días cuando no había muchos otros chicos trabajando en el garaje. El negocio era exitoso, pero como muchos otros negocios, este había recibido un duro golpe cuando la economía anduvo mal. Las personas continuaban haciendo el mantenimiento de sus coches, por lo general, pero a veces esperaban un poco más entre cambios de aceite y quizás no vinieran a la primera señal de algún problema. Eso resultó en más actividad para nosotros, sin embargo, no era el tipo de trabajo que queríamos. Mi papá adhería más a mantener el coche que a repararlo y yo había aprendido de él.

    Si quieres que ronronee como un gatito, tienes que acariciarlo detrás de las orejas de vez en cuando, me decía él a menudo. Lo había escuchado repetirlo, más veces de las que podía contar, a varios clientes con el paso de los años. Desde que mi madre falleció dándome a luz, yo había pasado todo el tiempo con mi papá. Nosotros teníamos una conexión que parecía muy diferente de las de mis contemporáneos y sus padres, quizás porque yo pasaba todo mi tiempo con mi papá, pero también porque él me respetaba como una igual en el garaje.

    Él hizo lo que pudo para enseñarme, desde que era pequeña, todo lo que sabía de lo que ocurría debajo del capó de un coche. Para cuando tenía diez años, yo ya podía escuchar una correa de distribución desplazada a una milla de distancia. Mientras fui creciendo, yo pasaba más y más tiempo en el garaje, terminando los días después de la escuela entre todos los gases y el aceite. Era buen dinero extra que gastaba saliendo con amigos, y había podido ahorrar un poco. Una vez que llegó mi graduación, pude trabajar a tiempo completo, y era fácilmente la mejor empleada de papá.

    Miré a Rodrigo que estaba actualmente de espaldas debajo de un Mustang que necesitaba urgente una nueva pintura. Viendo sus muslos gruesos y musculosos saliendo del vehículo me hizo recordar las veces que habíamos jugado en la habitación trasera y la vez que lo había llevado arriba en mi cumpleaños número dieciocho. Rodrigo era un muy buen tipo, pero él trabajaba aquí, y estaba claro que no había nada entre nosotros, excepto química sexual. Y si mi papá se enterara de lo que había sucedido entre Rodrigo y yo… bueno, no quería pensar cuáles serían las consecuencias para él.

    Ser hija única era una cosa. Ser hija única con un solo padre que me crió solo desde el primer día era algo totalmente diferente. Nunca nada era simple. Aunque él confiaba en mí y en mi juicio en general, él no confiaba en el mundo fuera del garaje, mucho menos en los chicos que pudieran llegar y romperme el corazón. Yo había salido con chicos de vez en cuando, pero la mayoría de los chicos de la escuela estaban demasiado aterrorizados de mi papá y no hicieron el esfuerzo para salir en una verdadera cita conmigo. De alguna forma, fui a mi fiesta de graduación sin ningún drama, pero desde que había acabado la secundaria hacía un año, yo me encontaba en una sequía. Era algo que me preocupaba un poco, incluso sabiendo que podía tener sexo cuando quisiera y con quien quisiera, lo único que tenía que hacer era decir la palabra.

    Había chicos que venían con sus coches deportivos mejorados, los que tenían carreras los fines de semana, y aquellos que habían heredado algo de un familiar lejano. Este último grupo rara vez tenía idea sobre cómo funcionaban sus coches, y usualmente eran los más impresionados por mi talento bajo el capó. Hubo muchos a los que podría haber seducido en uno de los closets del garaje y con quienes pude haber tenido algo, pero yo mantuve mi virginidad por tanto tiempo que no la desperdiciaría con uno de esos pequeños idiotas que apenas podían mantener sus penes en sus pantalones cuando me veían en mi overol y en mi top apretado.

    Yo los observaba cómo miraban como sanguijuelas mis tetas 36C, que apenas entraban en mi sujetador y en mi top. Mis tops favoritos eran los pequeños para asegurarme de que se viera un poco de la tela de mi sujetador por arriba. Siempre de un color que fuera a juego con el top que estuviera utilizando. Llamaba más la atención de esta forma, claro que no era que yo necesitara la atención. Era obvio que estos tipos me deseaban y harían cualquier cosa por meterse en mis pantalones o, al menos, poder ver lo que se escondía debajo del capó. Había visto a más de uno arreglarse los pantalones en mi presencia cuando creían que no los estaba mirando. Hubo uno que fue lo suficientemente valiente para lamerse los labios, acercarse, respirar en mi cuello y hacerme saber directamente lo que quería hacerme en ese momento en su Chrysler 300G Coupe de 1961 que había heredado. Ese casi me hizo considerarlo, pero solo porque estaba demasiado caliente esa tarde en particular, y como estaba muy sucia en apariencia, no solo en mi mente, rechacé la oportunidad. Eso no me detuvo de agarrar mi vibrador apenas llegué a casa y jugar con mi clítoris hasta que un orgasmo me hizo gemir y agitarme en mi cama.

    —Demonios —dije, sintiendo mi vagina responder al recuerdo. Miré el reloj de nuevo. Tendría que irme pronto si quería llegar a casa a tiempo para ducharme, cambiarme e ir al trabajo de Samantha para recogerla. El Club V estaba un poco lejos de nuestro apartamento, pero yo le había prometido llevarla a casa para que no tuviera que irse sola a mitad de la noche. Si me fuera un poco temprano, quizás tendría algo de tiempo para deshacerme de esta frustración.

    Mis ojos se enfocaron en Miss Marzo y en sus manos que agarraban sus senos, los levantaban y hacían que sus pezones apuntaran a la cámara. Ella era muy caliente, y si no me iba pronto del garaje me encontraría masturbándome detrás de una pila de llantas mientras imaginaba a Miss Marzo presionando sus grandes tetas en mi cara. No era que fuera lesbiana o algo parecido, pero hey, yo era humana.

    —¿Hey, papá? —dije mientras me asomaba en su oficina, ansiosa de irme del garaje y regresar a mi apartamento lo más rápido posible.

    —¿Hmm? —Respuestas monosilábicas eran algo normal en él.

    —Me estoy yendo ahora. Tengo que recoger más tarde a Sam.

    Él asintió sin levantar la vista de su pila de recibos.

    —Está bien, Tay. Te veo mañana.

    Me apuré a ir a mi coche y entré una vez que me aseguré de que mi trasero no estuviera cubierto de grasa. Tenía una ducha y un vibrador que me esperaban en casa.


    Las perillas de la ducha sonaron mientras las giraba y las tuberías se sacudieron debajo de las paredes del antiguo apartamento. Tomaría unos cinco minutos para que el agua se calentara a una temperatura agradable, y yo me desvestí, sacudí mi cabello y lo peiné con un cepillo mientras esperaba.

    Mi largo cabello oscuro caía como cascada en suaves ondas, y las puntas apenas tocaban las puntas de mis senos alegres. Mis pezones se endurecieron cuando les pegó el aire.

    El espejo de cuerpo completo me daba una gran vista de mi cuerpo tonificado. Yo medía un metro setenta,

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