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Libro electrónico234 páginas4 horas

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Información de este libro electrónico

Todo lo que quería era una aventura de una noche… una noche caliente, sudorosa y desinhibida, sin compromisos.
¿El plan? Conocer al Sr. Alto, Oscuro y Apuesto del bar y llevarlo a casa. Listo.
Pero nunca alguien me había tocado así, ni poseído de esa forma… nunca.
Cuando las luces del día llegan, él se marcha. ¿Yo? Yo tengo que regresar al mundo real. Salir de la fantasía que él hizo realidad. Me pongo mis tacones más altos y me preparo para conocer a mi nuevo jefe.
Solo que es él. Asignada como su asistente ejecutiva personal… todo lo que puedo hacer es desear más. Sí, tengo un trabajo por hacer y no es lo que él cree que es. Estoy aquí para investigar los registros financieros de su empresa, trabajando como una periodista encubierta.
El destino se reirá último, porque no soy la única con un anhelo. Mi nuevo jefe tampoco se ha olvidado de anoche.
Cada mirada es excitante y la tensión aumenta cada vez que entro en su oficina.
Largas horas, largas noches, y los dos estamos forzados a permanecer cerca… Más de ese sexo increíblemente caliente y desenfrenado nos está tentando a ambos. Estamos cerca de arrancarnos la ropa mutuamente, pero solo nos detienen las dudas.
¿Nos rendiremos ambos? ¿O seguiremos anhelándonos el uno al otro por siempre?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 abr 2020
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    Muy bueno, me encanto. Hay que leerlo. Lo disfrutaran mucho.

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Anhelo - Jessa James

siempre?

1

Cameron Parker se cubrió los ojos de las luces brillantes que alumbraban las paredes del club de punk lleno de humo. Ella estaba bien al fondo, pegada a una pared cerca de la puerta. El piso del club se inclinaba hacia el escenario, así que Cam tenía una buena vista.

Todavía no encontraba a quien buscaba, a su amiga Liz, quien le había jurado que la vería allí. Había venido algunas veces con amigos, pero nunca sola como esta noche.

Cam revisó su teléfono e ignoró el montón de textos y correos electrónicos que eran de trabajo, se había prometido una noche de diversión antes de que comenzara con su nueva asignación.

Eran las diez y diez. Liz llegaría tarde como siempre. Cam miró alrededor de la gente en el salón y deseó estar en otro lado. Se sentía muy ruidoso a pesar de que la banda no estaba tocando, pero música estridente salía de parlantes baratos y era imposible que Cam pudiera hablar con Liz por teléfono.

Giró su cabeza y obtuvo un vistazo de ella en el espejo quebrado que colgaba de la pared del club. Era alta, delgada y pelirroja; llevaba mucha sombra en los párpados y un vestido de cuero sin tirantes. La única porción de su rostro que no estaba cubierta de glitter era la de sus enormes ojos azules y sus suaves labios rosados, donde llevaba un maquillaje de ojos ahumados y mucho brillo labial.

La imagen se distorsionó en la superficie rota del espejo e hizo que pareciera demente. Parecía encajar perfectamente con el lugar.

Despegó la vista del espejo y tomó un largo sorbo de su bebida, nerviosa por estar aquí sin su amiga. Ser mujer y estar sola era patético, pero de todas maneras esa era la vibra de este lugar. Patética.

Cam terminó su trago y se dirigió al bar. Las personas se movían a su alrededor y el espacio donde estuvo parada antes fue absorbido de inmediato por la multitud. El bar siempre estaba ocupado, a pesar de la falta de bartenders y de asientos.

Si iba a quedarse el tiempo suficiente para saludar a Liz, necesitaría otro trago. Se metió entre dos hombres grandes y esperó pacientemente hasta que el bartender la notara.

Uno de los hombres se movió. Cam tuvo que mirarlo dos veces al notar que el hombre había tomado su lugar.

Joder.

Él era enorme, casi de dos metros, puro músculo. Estaba vestido con una chaqueta de cuero negra y jeans negros. Cabello oscuro, ojos azules oscuros, tatuajes en los brazos. Cabello cortado al popular estilo de Peaky Blinders, largo por encima y rasurado por los lados.

Sin embargo, fue realmente la expresión en su cara lo que la atrajo. Algo parecido a diversión atravesó sus rasgos, pero ella pudo notar que había también algo crudo ahí, como ira o quizás odio a sí mismo.

Cam se dio cuenta de que estaba mirándolo justo un segundo antes de que él la mirara; sus ojos recorrieron su cara, luego sus largas piernas y finalmente fueron a sus tetas.

Después, él la miró directamente a la cara y sonrió.

Un estremecimiento pasó por el cuerpo de Cam al ver su expresión. Era como tener a un gato enorme que le sonreía, listo para saltar y atacarla, entonces se sonrojó y bajó la mirada. Sin embargo, eso no lo detuvo de deslizarse al asiento disponible a su lado.

—¿Te puedo invitar un trago? —le preguntó.

Era británico, algo que hizo que Cam se asombrara. Su voz era adorable, como un ronroneo que iba perfectamente con su aspecto. Cam lo miró de nuevo, un poco estupefacta, y se aclaró su garganta, algo nerviosa, pero logró que su voz permaneciera estable.

—Claro —dijo ella—. Whisky con hielo.

Él se dio la vuelta hacia el bar para buscar al bartender e hizo un gesto con la mano, pues las palabras de su pedido se perderían con toda la bulla alrededor. Pagó los tragos y luego se giró hacia Cam con el trago entre sus dedos.

—Gracias —le dijo ella.

Los dedos de ambos se tocaron cuando ella tomó el vaso. Él bebió un trago de su bebida sin despegarle la mirada y ella tuvo que sonreírle, porque o bien el hombre nació para depredador o hacía esto muy a menudo.

No era que eso fuera a disuadirla.

Tomó un largo trago de su bebida pensando que quizás hubiera una explicación cósmica al por qué Liz no había aparecido todavía. Cam no era del tipo que llevaba hombres a casa, pero este era tan apuesto…

—¿Me vas a decir tu nombre? —preguntó él levantando una ceja.

Su voz era educada, refinada, como si acabara de salir del Parlamento. Y sin embargo, estaba aquí, en un show de punk rock. Ella lo miró con curiosidad.

—Cameron —dijo ella—. Cam.

—Smith —dijo él.

Él le ofreció una mano, la cual ella recibió. Mil pequeños choques de energía atravesaron su piel y le fue difícil no mirarlo con ojos de corderito, pero se resistió y actuó de manera casual.

—Y… —dijo Cam retirando su mano—. ¿Viniste a ver a la banda?

Smith se movió e hizo que notara más los músculos que tenía bajo la chaqueta de cuero y la camiseta de Death From Above 1979.

—¿The Blinds? Sí. El baterista es mi amigo —dijo él.

Cam no sabía qué decir, así que llenó el silencio tomando un largo trago de su bebida. Al ritmo que iba, estaría mareada en poco tiempo.

Miró al roquero punk que era ridículamente apuesto. ¿Sería tan malo dejarse llevar solo por una noche?

—¿Quieres otro trago? —preguntó el Sr. Alto, Oscuro y Apuesto.

Ella miró la bebida en sus manos y se sorprendió al notar que ya estaba vacía.

—Sí, ¿por qué no? —le contestó—. Todavía es temprano, ¿cierto?

Él sonrió y llamó al bartender. Ella aprovechó la oportunidad para escudriñarlo más. Tenía un hoyuelo en el lado derecho de su cara que aparecía cuando sonreía. Y su chaqueta de cuero estaba recogida en los codos, donde revelaba unos fuertes antebrazos venosos y con músculos de una forma que hacía que sus rodillas se tambalearan.

Cam desvió la mirada, deslizándose una mano por su cadera enfundada en un pequeño vestido de cuero. Tenía que levantarse temprano para trabajar. Comenzaría una nueva asignación al trabajar de encubierto en Calloway Corp, haciéndose pasar como secretaria para descubrir si algunos errores financieros eran solo eso… o algo más.

Como su última asignación como reportera de investigación la hizo descubrir –vía llamada telefónica– lo que sucedía en los mataderos, se había prometido unos días de descanso antes de comenzar algo nuevo, pues trabajaba duro y se merecía cada minuto libre.

La banda comenzó a ordenar el escenario mientras él le ofrecía otra bebida. El grupo no era especialmente memorable, pero el cantante principal llevaba el cabello verde brillante, peinado en picos.

Smith comenzó a mover la cabeza en apreciación. Cam sonrió. Era difícil no admirarlo disfrutar el momento, especialmente cuando se expresaba en alguien tan apuesto.

—Aquí, —dijo Smith levantando la copa para dar un brindis— por nuevas experiencias y por vivir cada momento al máximo.

Los labios de Cam dibujaron una sonrisa al chocar su copa con la suya y luego tomó un trago. Él de verdad estaba jugando con ella, provocándola con ese brindis. Con un solo vistazo, entendió que él había perfeccionado sus movimientos hacía mucho; el brindis solo era el comienzo.

Y sin embargo, no hablaba mucho. Quizás su estilo fuera ser apuesto y misterioso. Sin duda estaba acostumbrado a tener chicas nerviosas a su lado, que lo miraban con los ojos brillantes como ella lo hacía.

Quizás era momento de que ella tomara el control, que hiciera sus movimientos. Cam tenía un vago deseo de quitarle la sonrisa de la cara. ¿Quién decía que ella no podría hacerlo con su boca?

La banda comenzó a tocar, las luces fueron atenuándose. Era como si fuera una señal.

Cam bajó su bebida y se acercó a él mirándolo directamente a los ojos. Él levantó sus cejas, enfrentándola mientras bajaba su trago. Antes de que pudiera dudar, ella se acercó y lo cogió por la chaqueta.

Sujetándolo con fuerza, tiró de él hacia abajo y lo besó.

El contacto de los labios de él con los suyos fue como un rayo. La sensación recorrió su piel y envió una oleada de placer por su columna. Smith parecía sorprendido por el beso al comienzo, pero después de un momento la besó enterrándole los dedos en su cabello.

El beso era como el fuego que comenzaba como una pequeña chispa y luego se tornaba en una llamarada velozmente. Ella deslizó su brazo por su cintura y cerró el espacio que los dividía, los dedos de sus pies se le acalambraron en sus botas.

Él rompió el beso para besarle el cuello y ella gimió una combinación de satisfacción y deseo. Sus uñas se clavaron en su nuca. Él gruñó en su pecho.

—Eres una sorpresa, ¿cierto? —dijo Smith.

Cam no respondió, solo lo besó de nuevo, con fuerza. Su lengua chocó con la suya en una guerra que ambos disfrutaban. Cuando ella se alejó y se mordió el labio inferior, él volvió a gruñir mientras sus manos recorrían su cuerpo. Cuando sus manos llegaron a su trasero, Cam reunió las fuerzas para alejarse y ladear su cabeza.

—¿Quieres ir… a otro lado? —le preguntó disfrutando el hecho de que ella era la instigadora.

—Dios, sí —dijo él.

Cam se mordió el labio intentando no sonreír y lo miró con sus pestañas entrecerradas. Algo en él gritaba LLÉVAME A CASA. Aunque era un completo extraño, Cam sentía que podía confiar en él.

—Bien. Mi piso está a unas cuadras.

—Guíame entonces —dijo él inclinando su cabeza.

Cam cogió su cartera y ambos avanzaron por la multitud hacia la calle oscura. Las luces de la calle estaban apagadas en toda la cuadra, de hecho, estaban apagadas en casi todo el vecindario. No era exactamente el mejor vecindario, pero para ella estaba bien.

Cam vivía en un loft que había sido un depósito sobre la misma calle, así que conocía muy bien la reputación colorida de la zona.

—¿Necesitamos ir en coche?—preguntó él mientras ella avanzaba por el aparcamiento.

—En realidad no. Vivo a dos cuadras de aquí —le dijo moviéndose más deprisa para no sentirse incómoda.

—¿Vives aquí? —observó él, mirando de reojo la cuadra cuando ella lo guiaba por la calle.

—Sí. ¿Es eso un problema? —preguntó Cam y lo miró en su ropa de roquero punk. Parecía improbable que este tío tan grande tuviera problemas en caminar solo por la noche.

—No, solo curiosidad.

Ambos giraron en la esquina y el piso de Cam apareció.

—Mi piso está aquí —dijo con nervios que comenzaron a notarse cuando sacó sus llaves.

Subió rápidamente la media docena de pasos hasta su apartamento, enfocándose en que sus manos no temblaran mientras abriera la puerta. Sentía que sus ojos recorrían todo su cuerpo en ese momento.

Cam lo miró por encima de su hombro mientras le permitía entrar al piso, se paró a un lado y cerró la puerta detrás de él. Era un espacio enorme con todos los pisos y paredes de cemento, pero ella había hecho todo lo posible para darle sofisticación al lugar. Había alfombras suaves por todos lados, un sofá adorable en forma de L, una cocina bien decorada y femenina y unas delicadas mamparas japonesas que dividían su dormitorio. Una pequeña oficina se disponía en una esquina y un baño en otra.

—Genial —dijo él mirando alrededor—. Parece que te ha ido muy bien.

Su acento hizo que Cam se estremeciera de nuevo. Seguramente él sabía que su acento era encantador.

—Es un trabajo en marcha —dijo Cam dejando su cartera y llaves en una mesita—. ¿Quieres un trago?

—Puedo pensar en otras cosas que quiero más —dijo él sonriéndole mientras se acercaba para tomarla por su cintura, luego se inclinó, buscando su boca.

Cam se entregó al instante y lo besó. Él la empujó de espaldas hacia el dormitorio y ella aceptó con ganas porque lo deseaba, como si tenerlo en su apartamento no fuera prueba suficiente.

Se giró para abrir los biombos del dormitorio que revelaban una enorme cama blanca. Él la siguió hasta allí besándole el cuello. Ella jadeó sintiendo cómo se humedecía. Su coño se apretó con necesidad.

Él desabrochó la parte trasera del vestido con dedos ágiles, tomándose su tiempo. Ella respiró hondo, permitiendo que el vestido cayera al suelo. Quedó desnuda, excepto por su tanga de tela negra. Cerró sus ojos y escuchó la inspiración que él hizo cuando la vio de esa forma.

—Dios, eres demasiado hermosa —le dijo girándola hacia él.

Cam abrió los ojos y lo miró, dándose cuenta de que sus ojos eran de un azul oscuro. Él cogió ambos senos y los pesó en sus manos.

Ella respiró hondo y se estremeció bajo su tacto con sus pezones endurecidos. Se estiró y comenzó a desvestirlo tras quitarle su chaqueta.

Él se sacó la camisa por encima de la cabeza y sus músculos se tensaron. Era una obra de arte, puro bíceps tensionados y abdominales cincelados. Sus tatuajes atraparon su mirada, aunque Cam no podía descifrarlos en ese momento. Era todo lo que podía hacer para controlarse y no quedarse ahí atontada.

Lo último fueron sus zapatos y sus jeans oscuros. Se quitó sus pantalones y se acercó a ella, pero Cam logró tener un vistazo de su polla. Aparentemente, él no era solo arrogante, tenía un enorme falo que respaldaba todos sus movimientos.

Ambos se besaron otra vez y ella lo llevó de espaldas a la cama. Cuando la parte trasera de sus rodillas tocaron la cama, Cam se recostó.

Él pausó un segundo, regresó y sacó algo de su billetera. Ella lo vio coger un pequeño paquete brillante y le dio su aprobación; si él no sacaba un condón, ella lo haría.

Luego regresó a la cama y se colocó encima de ella. La besó profundamente, le dio atención en ambos senos, girando ambos pezones con su lengua. Cam gimió al sentir la sensación en sus senos y su coño se estremeció.

Se movió para quitarse la tanga, pues no quería tener algo entre ella y su pene.

Él se alejó el tiempo suficiente para ponerse el condón, luego le abrió las piernas y presionó su polla en la entrada.

—¡Sí! —le susurró ella—. ¡Sí, hazlo!

Sonrió por un momento y luego entró en su coño centímetro a centímetro, haciéndola gemir.

—Estás tan estrecha —le dijo penetrando de nuevo—. ¡Joder!

Cam lo rodeó con sus piernas cuando él establecía el ritmo, gimiendo al sentir su polla que entraba y salía tocando cada lugar que imploraba por su tacto. Él la prendía fuego al abrirse camino en su coño.

Se salió y la dio vuelta para colocarla sobre sus rodillas y codos. Cam gimió cuando él entró profundamente dentro de ella otra vez y le cogió su cabello en un puño, tirando gentilmente mientras la follaba.

Ella volvió a la vida con ese poco de dolor, empujándose para atrás con cada penetración, moviéndose mientras él metía y sacaba su polla. Smith gruñía mientras la penetraba, deslizando su mano alrededor y entre sus piernas. Tocó su clítoris resbaladizo por la excitación. Comenzó a trazar círculos allí mientras sus penetraciones eran cada vez más cortas. Ella podía sentir su tensión, sentir que estaba al borde, pero estaba demasiado perdida en la sensación como para que le importara.

Cam estaba también al

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