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Triple vida
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Libro electrónico477 páginas7 horas

Triple vida

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Triple vida es una ficción que muestra las caras de Diana Castañón, una perito en finanzas, perfeccionista, fría, tajante, obsesiva y compulsivamente casada con los movimientos de la bolsa de valores, por otro lado está la paciencia, ternura y comprensión en el trato con sus propios padres y finalmente, está la madre derrotada, fracasada al haberle arrebatado a su hijo producto de su relación con James Scotland, jefe de corredores de bolsa del Banco Internacional, que por vanidad y soberbia no acepta la idea de ser padre.
Al nacer Anthony, consigue robar el corazón de James quien lo arrebata de los brazos de su madre. Después de 7 años, Anthony busca la ayuda de George su chofer, para localizar a su madre y así concluir su torturada vida al lado de James. Diana por su parte, guarda el secreto de ese hijo reanudando su dolor cada noche en su constante búsqueda por encontrar a Anthony que ha desaparecido de su vida y cuando encuentra una pista, el destino la acerca y la aleja de su hijo.
Así la trama hasta que Terence, el jefe de James, invita a Diana a trabajar con él como jefa superior inmediata de James, lo que desencadena una carrera contra reloj para encontrar a Anthony que ha sido secuestrado junto con George y ninguno de los padres sabe dónde están.
Una orden de aprensión en contra de James y un destino inalcanzable marcan la pauta de una historia que consigue atrapar la atención del lector de principio a fin en una trama de suspenso.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 jun 2018
ISBN9788417435899
Triple vida
Autor

P. M. Martínez

Patricia Mandujano Martínez, originaria de la ciudad de Acámbaro, Guanajuato, México. Tiene estudios de licenciatura en psicología general y maestrías en administración de instituciones educativas y tecnología educativa, ambas en la universidad virtual del sistema Tec de Monterrey. Actualmente trabaja como docente y orientadora educativa en una escuela preparatoria su misma ciudad de origen, le gusta la lectura, la opera y la música.

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    Triple vida - P. M. Martínez

    P. M. Martínez

    Triple vida

    Triple vida

    P. M. Martínez

    Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © P. M. Martínez, 2018

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    universodeletras.com

    Primera edición: agosto, 2018

    ISBN: 9788417435233

    ISBN eBook: 9788417435899

    Prólogo

    Después de varias semanas sin verse, llegó el día en que Cristy y Diana se volverían a encontrar para comer juntas. Cuando concluyó la reunión de trabajo a la que había asistido Diana con su jefe, las comisiones estaban claras y todo era cosa de empezar el proyecto, una labor que terminaría siendo un rotundo éxito como todo lo que Diana solía emprender. Era una mujer talentosa para los negocios y las finanzas, inteligente, muy competente y responsable dentro del trabajo pero en su vida personal la historia parecía no encajar con la imagen profesional que ella representaba de un modo tan magistral que nadie podría dudar que se trataba de una persona autorrealizada.

    Ese día Diana tenía que dar una conferencia importante en el Centro de Convenciones de la ciudad de Morelia, era sobre las nuevas estrategias para un exitoso desempeño en la bolsa de valores nacional, además de que aprovecharía para promover su nuevo libro sobre finanzas titulado «el lado light de la bolsa» pero antes debía acudir a la cita que tenía con su amiga de toda la vida. Despidiéndose de los empresarios y pensando en éstos compromisos, Diana salió de la sala de juntas para dirigirse a su porshe para meter su portafolio y sacar una pequeña bolsa de viaje con la que se encaminaría directamente al tocador de damas para cambiar su atuendo ya que la comida era informal y los trajes sastres no resultaban ser tan cómodos para ese tipo de situaciones. Habiéndose desembarazado de la formalidad del vestir, sacó su celular de la bolsa de mano y marcó el número de Cristy quien luego de varios tonos contestó:

    —Hola amiga, ¿ya estás libre?

    —Hola Cris, si, acabo de terminar la reunión y ya casi son las dos de la tarde, dime a dónde paso por ti para ir a comer —su voz denotaba un dejo de entusiasmo que se esforzaba por disimular.

    Cris había sido su amiga desde que eran pequeñas, vivían en la misma colonia en Tequisquiapan, habían asistido a las mismas escuelas, jugaban toda las tardes que podían y acudían a los mismos centros a tomar varias clases que si bien no siempre eran las mismas, también es justo mencionar que las llevaban y traían juntas de modo que resultaban ser inseparables y los únicos momentos que dejaban de verse era durante las horas de sueño, cuando iban al baño y cuando alguna de ellas salía de vacaciones y no era posible que cargaran una con la otra de modo que tenían que asimilar el alejamiento temporal que debía de haber entre ellas y que eso significaba un extrañamiento que para ambas resultaba ser eterno. A pesar de ello, habían estudiado diferentes carreras en diferentes universidades pero siempre en la misma ciudad: Morelia de tal forma que su amistad era muy profunda, sincera y parecía haber una fusión de las dos como si se tratara de hermanas gemelas.

    —Te espero antes de llegar a la facultad de odontología, estacionas tu carro y nos vamos caminando ¿va? —dijo apresuradamente Cris.

    —¿No queda muy lejos el lugar donde comeremos? —quiso saber Diana.

    —No, pero te advierto que no es un restaurant de lujo, ni un lugar de comida rápida como los que acostumbras, es un lugar sencillo para gente sin dinero —advirtió muy seriamente Cris.

    —Bien sabes que no hay problema por eso, lo importante es la compañía, entonces te veo en unos veinte minutos ¿de acuerdo? — confirmó Diana.

    —Te espero afuera de odontología —contestó Cris.

    En el momento justo en que la conversación con Cris finalizaba y se disponía a guardar el celular en su bolsa de mano, Diana llegaba a su carro cuando una voz a su espalda la llamó tomándola por sorpresa.

    —Diana, ¿dónde comerás? —dijo la voz masculina de su jefe el dueño de la empresa donde ella trabajaba que involuntariamente se había retrasado al quedarse hablando con uno de los asistentes a la reunión. Es necesario mencionar que su jefe siempre había sentido cierta admiración y deseo por Diana a grado tal que siempre se mantenía al acecho con la esperanza de que en algún momento ella bajara la guardia y él pudiera entrar en acción.

    Diana volteo y descubrió que se trataba de Ricardo Garza, así se llamaba su jefe desde hacía varios años.

    —Sr. Garza, es usted, no lo esperaba —dijo con un tono de sorpresa mientras Ricardo dejaba asomar su mejor sonrisa— la verdad no tengo idea porque una amiga que vive aquí me invito a comer y ya acepté, de hecho me está esperando —contestó Diana con total seguridad y en un tono cortante como si pretendiera no dejarle abierta la puerta para que insistiera en su insinuante invitación a comer.

    —¡Qué lástima! Esperaba que pudiéramos comer juntos para conversar un poco sobre la reunión y algunas otras cosas que urge ajustemos para no retrasarnos en las fechas estipuladas para terminar con los proyectos a tiempo y así poder ver las ganancias esperadas al menor plazo posible — Ricardo trataba de poner un toque de misterio en sus palabras al mismo tiempo que pretendía darse a sí mismo demasiada importancia por sus conocimientos sobre la materia, aunque en realidad dejara mucho que desear en ese rubro.

    —Le agradezco mucho la invitación Señor pero francamente considero que la reunión concluyó en muy buenos términos y no hay mucho de qué hablar al respecto, en cuanto a los otros asuntos que usted menciona, ya estoy trabajando en ello, solo es necesario esperar un poco de tiempo para que las piezas se vayan acomodando por lo demás, no se preocupe que yo le prometo que todo saldrá bien, a menos que tenga alguna queja sobre mi trabajo en la empresa o… desconfié de mí —dijo Diana haciendo uso de su característico tono de voz sugestivo que abría la curiosidad de sus receptores con más facilidad de la que lograba imaginar

    —No, para nada, no tengo queja alguna sobre tu trabajo, — tuvo que reconocer Ricardo — pero estaba pensando, quizás, sería bueno que nos conociéramos mejor, digo porque así tú podrías tomar decisiones en cualquier reunión sabiendo que cuentas con mi apoyo incondicional, aunque de sobra sabes que lo tienes pero, con el tiempo podrías hacerlo pensando en que eres la dueña de la empresa — mientras decía esto, Ricardo se acercaba más a Diana hasta quedar a solo unos cuantos centímetros de ella y apoyando su brazo derecho sobre el toldo del carro de ella — ¿qué te parece la idea? Suena bien ¿no?

    —Muchas gracias por su buena voluntad pero no creo que sea necesario porque de hecho usted ha podido ver las decisiones que tomo y tal como lo manifiesta, tengo la firme convicción de que cuento con todo su apoyo ¿no es así? — hizo una breve pausa antes de continuar — el cual le agradezco, y en caso contrario dígamelo por favor para no tomarme atribuciones que aún no me he ganado —contestó firmemente Diana.

    —No, nada de eso, sabes que cuentas con mi apoyo incondicional en todo lo que representó en el mundo empresarial pero… — iba a continuar cuando Diana lo interrumpió para decir.

    —Si es así, entonces no hay más que hablar, le agradezco su amable invitación, espero que tenga un buen provecho y una excelente tarde; lo veo mañana en la oficina a las 10:00 a.m., para presentarle el inicio del plan de acción para este nuevo proyecto que acaba de negociar con la empresa y en cuanto lo apruebe empezamos a trabajar en ello, pero eso ya se verá en su momento en su oficina, por lo pronto, lo dejo señor. ¡Que pase buena tarde! — y antes de que Ricardo pudiera articular una sola palabra, Diana abrió la puerta del carro, se subió en un movimiento elegantemente rápido, lo encendió y se preparó para meter la reversa

    —Gracias Diana, igualmente —contestó Ricardo viendo que sus esfuerzos, como siempre, habían sido inútiles, lo único que le quedo fue tocar la ventana de su auto para decir — ¡un asunto más! ¿te molestaría mucho si acaso pudiera asistir a la conferencia que darás esta tarde en el centro de convenciones?, me gustaría ir a escuchar algunas de las teorías y estrategias que sueles inventar para resolver los problemas empresariales con tanta eficiencia y efectividad — esta vez el tono de voz de Ricardo trataba de mostrar algo de interés por el tema pero no dejaba de escucharse un dejo de arrastrada frustración por este nuevo fracaso.

    —Me encantaría verlo por ahí aunque no creo que haya algo nuevo que descubrir, al menos no para usted. —contestó Diana con indiferencia.

    Ricardo Garza era un empresario con más suerte que astucia y el éxito de su empresa se debía en menor medida a su intuición para los negocios y en mayor parte a las capacidades de Diana que tanto explotaba con el único objetivo de mantenerse en la cúspide del éxito profesional, y era por esto último que toleraba los desplantes de Diana y no se atrevía a forzar la relación que había entre ellos porque de sobra conocía lo aferradamente terca que solía ser ella y donde en una de esas decidiera renunciar… y con la popularidad que disfrutaba en el mundo empresarial y financiero a nivel regional, lo menos que podía esperar era que alguna empresa de la competencia la contratará y bajo tales circunstancias lo único que le quedaría sería la ruina económica, más importante aún, sería lo moral porque entonces todos sabrían que su éxito no era precisamente suyo, hecho que su soberbia y vanidad no le permitirían reconocer. En vista de semejante situación no le quedaba más remedio que dirigir sus pasos hacia el volvo que esperaba pacientemente estacionado algunos metros más cerca de la salida para ir a comer al restaurant «Apple» donde su secretaria le había hecho una reservación para dos personas sólo que, una vez más, como en otras tantas ocasiones, comería en compañía de cualquier otra persona que hubiera asistido a la reunión que acababa de concluir o bien, terminaría aceptando la invitación del anfitrión de la empresa donde se había celebrado la misma, cualquiera de las dos cosas que ocurriera primero le daba igual, el hecho es que no comería con Diana y punto final, lo demás era parte de la rutina.

    Cabe mencionar que en ambas situaciones significaba continuar hablando de negocios y francamente su estado de ánimo ya no estaba para seguir con la misma historia, su cerebro pedía un receso a gritos por lo que empezó a ver la posibilidad de ir a comer solo para más tarde decidir si realmente valía la pena asistir a la conferencia de Diana o terminar por iniciar el regreso a Querétaro donde estaba su lugar de trabajo, su residencia y donde seguramente lo estarían esperando su esposa y sus hijos. Sus pensamientos lo tenían hecho una perfecta revoltura de sentimientos y emociones, por un lado, quería ser él quien hiciera de Diana lo que quisiera y eso incluía mandarla al diablo cuándo y cómo quisiera pero a fin de cuentas era ella quien le acababa de dar la «patada» en el trasero siendo esto más que suficiente por ese día, sin embargo por otro lado, estaba la casi hipnótica atracción que sentía hacia esa mujer y la opción de estarla contemplando de frente durante la conferencia y no precisamente a su lado, tal como solía ser en la mayoría de las reuniones, lo hacían dudar entre ir o no ir a la conferencia, después de todo ella tenía razón, el tema de la conferencia no tenía secreto alguno para él puesto que en el desempeño de sus funciones dentro de la empresa, siempre tenía algo que mostrar y enseñar tanto a los demás integrantes de la empresa como a quienes asistían a las reuniones. Definitivamente esa era una decisión que debería de razonar y concluir durante la comida ya que después de terminada, habría que ejecutar la decisión tomada.

    Mientras todo esto pasaba por la cabeza de Ricardo, Diana manejaba en dirección al punto de reunión donde había acordado que se vería con Cristy; estaba feliz de poder tomarse un respiro del trabajo pero más aún de ver a su amiga, sin embargo, su situación personal no le permitía dejar de lado la enorme tristeza que amenazaba a cada instante su interior con seguir desgarrando su alma. Diana cargaba un problema que pertenecía a su vida personal, era una situación que la atormentaba y asfixiaba hasta lo más profundo de su ser, se trataba del inmenso dolor que le causaba el tener que vivir alejada de su hijo Anthony, de quien por cierto nadie sabía de su existencia incluso ni su propia madre, era un secreto que había sabido guardar celosamente para evitar ser lastimada, porque además significaba un total rechazo por parte de su familia no obstante, estaba dispuesta a enfrentar al mundo entero si acaso era necesario, a cualquier persona o situación llegado el momento, lo que fuera, menos a James Scotland.

    Capítulo I

    Después de que Diana concluyera sus estudios en la universidad, sus calificaciones fueron lo suficientemente buenas como para graduarse con honores y al mismo tiempo conseguir la titulación por promedio, ese era el primero de los grandes éxitos que cosecharía a lo largo de su vida y la piedra en el zapato que sería la causa de su eterna depresión, porque así como todo tiene un precio, en su momento, la vida le cobro con creces ese logro.

    La universidad, como premio por su esfuerzo académico le consiguió una beca para estudiar en la Geneva Business School de Zuiza el posgrado de Master of Science Degree in Finance. Fue en este lugar donde, en un congreso organizado por el departamento de finanzas de ese país, conoció a James Scotland, un corredor de bolsa británico conocido en dicho medio como excelente administrador de finanzas y miembro del club de accionistas de la bolsa de valores de Londres, además de pertenecer al equipo que se encargaba de asesorar los movimientos del Banco Internacional, todo un personaje de éxito que tenía mucho conocimiento para dar y regalar, la cúspide de la astucia a donde cualquier mujer estaría dispuesta a dar lo que fuera para poder escalar ese «Everest» recubierto de seguridad, arrogancia, lujos y dinero que hábilmente escondía su carencia de sentimientos.

    Desde que se conocieron visualmente, la atención de James se mantuvo lo suficientemente cerca de ella como para dar inicio con una simple amistad, misma que para Diana significaba la oportunidad de aprender mucho más de lo que la universidad podría proporcionarle, eso sin mencionar el hecho de que la estaba introduciendo en un mundo que para Diana, era desconocido pero que si abría bien los ojos, la sumergiría en el espacio justo entre el corazón y la médula, un lugar privilegiado para vivir intensamente las emociones producto de los razonamientos propios del manejo económico del mundo entero. Aceptar la invitación de James a conocerlo significaba asegurar su éxito profesional y personal, porque además era un hombre apuesto de tez blanca, sus ojos cafés claros, labios rosa tenue, delgados pero sumamente provocadores, su barba lampiña contrastaba con la abundancia de su cabello lacio y medianamente corto; sus manos finas y carnosas hacían juego con su complexión robusta sin que por ello podamos decir que estaba pasado de peso, más bien estaba en el punto justo para lograr llamar la atención de cualquier mujer y máxime si a esto le agregamos el valor económico que en esos momentos había en cada uno de los diferentes departamentos de su cartera. James resultaba ser el cuerno de la abundancia en cuerpo y alma, por lo menos hasta ese punto, el tiempo le enseñaría a Diana que su mayor defecto era ese: carecer de un alma y un corazón.

    Conforme pasaban los días, la relación empezó a ser cada vez más estrecha de modo que le ayudaba proporcionándole información que pudiera ser de utilidad para desarrollar sus proyectos académicos. A través de las enseñanzas que le daba al transmitirle sus conocimientos, contribuía a que ella desarrollará sus propias estrategias financieras. Puso todos sus esfuerzos para hacer que Diana aprendiera lo más que fuera posible sobre las cuestiones de negocios y principalmente en términos financieros. James estaba impresionado con Diana y, sin darse cuenta, se enamoró de ella perdidamente de tal modo que deseaba casarse con ella, la diferencia de edades no era mayor a 6 años y en realidad eso no era importante para él sin embargo, Diana se negaba porque tenía la impresión que eso de que la chica pobre se casará con el rico y eran felices para siempre no era más que un cuento de hadas y que James solo quería jugar con ella, estaba segura que sería un hombre sumamente asediado por las mujeres y fue por ello que siempre se negó a formar un hogar al lado de él; la inseguridad que Diana tenía la llevaba a imaginar que lo estaba compartiendo con alguien más lo que le impedía aceptar la propuesta de James. No obstante ella también deseaba estar con él y fue así como al paso de los meses Diana se mudo al chalet que tenía James en Suiza.

    La relación llegó hasta la intimidad más profunda, ella sabía todo de él y viceversa, sus estudios y su vida social en Europa estaban siendo todo un éxito mucho más de lo que ella pudiera imaginarse, de modo que su cerebro se embriago con tantos detalles, éxitos, delicias, lujos y demás cosas que la llevaron de la mano a perder la prudencia cegando totalmente su confianza para dejar que James hiciera cuanto le viniera en gana con ella en todos los terrenos: personal, sexual, afectivo pero principalmente en lo profesional. Diana estaba encantada, no podía dejar de vivir intensamente cada segundo de su vida, todo era perfecto, mucho mejor que en un sueño, un sueño del que no quería despertar jamás. Cuando hablaba vía telefónica con su familia, les decía que estaba aprendiendo mucho, que la vida le estaba sonriendo y que su sueño se había hecho realidad, les hablaba de un hombre al que había conocido pero que no era tan importante, al menos no como en realidad lo estaba siendo, no quería que sus padres pensaran más allá de lo que convenía.

    Un día llegó James de un viaje que había hecho a Londres y le informó:

    —Amor, ha sido una excelente semana de negocios en el Banco, me siento orgullosamente satisfecho de mi desempeño y más aún de los resultados. — su voz era entusiasta, animada.

    —Si tú estabas a cargo del proyecto financiero, tal como me dijiste la semana pasada, no podía ser de otra manera —contestó Diana en un tono sensualmente provocativo mientras se acercaba a él para recibirlo con un abrazo y su correspondiente beso.

    —Ya solo me hace falta pasar la prueba de mentor educativo —hizo una pequeña pausa para regresar el beso que ella le había dado inicialmente— necesito aplicarte una prueba que me diga qué tan buen maestro he sido contigo.

    —Tú dirás —dijo Diana.

    —Para ello te quiero dar un regalo —dijo James con un tono más indiferente.

    —¿De qué se trata cariño? —preguntó curiosamente Diana.

    —El lunes te abriré una cuenta bancaria que será independiente de las mías, la cantidad será la mínima y tú te encargarás de hacerla crecer a través de los movimientos que decidas hacer en la bolsa de valores de modo que en dos años más, cuando concluyas con tus estudios deberás de tener una cantidad más sólida.

    —¿De verdad?, no, no te creo, seguro que me estás bromeando, ¿por qué ibas a hacer eso? —dijo Diana tratando de contener la emoción que le había provocado la noticia.

    —Para nada amor, creo que ya es hora de ver qué tan bien has aprendido el juego de la bolsa — diciendo esto la tomó en sus brazos para volver a besarla suave pero muy apasionadamente.

    Fue en esa ocasión cuando Diana besó el paraíso sin siquiera verlo, pero ¿Quién quería verlo?, todo era hermoso, su realización académica y profesional estaba a punto de verse coronada por los deseos pasionalmente personales de James, si, de James, del mejor ejecutivo que había en el Banco Internacional, no había nadie como él, al menos así lo creía Diana. Esa tarde tuvo la mejor experiencia en términos sexuales, había llegado al único y mejor orgasmo del mundo, estaba plena, lo único que hacía falta era su realización como madre, pero esa parte podía esperar un tiempo e incluso podía no darse jamás, aunque si llegaba a existir estaría bien que fuera al lado de James.

    Concluido el episodio sexual, Diana cometió el error de mencionarle a James que su realización profesional, personal y como mujer estaban completas gracias a él, que solo hacía falta un hijo para que pudiera realizarse como madre, pero que en realidad en ese momento no hacía falta. No hubo terminado de respirar cuando James la alejó de su lado y le dijo:

    —¿Estás loca?, ¿qué tienes en la cabeza?, ¿cómo me hablas a mí de un hijo?, entiéndelo de una buena vez y espero que te estés cuidando porque yo no puedo tener un hijo, eso arruinaría mi imagen, además es un gasto, una responsabilidad que no quiero tener y mucho menos si eso significa que deformarás tu cuerpo y renunciaremos a nuestra vida social, además de que las embarazadas se ponen horribles, ni ganas de acercarse a ellas — su tono era agresivo. Diana jamás lo había visto así.

    Después de haber dicho esto salió de la cama se ducho y salió sólo a tomar unos tragos. El sentimiento que albergó Diana al escucharlo la dejo desolada y más porque ella sabía que desde que habían empezado a tener relaciones sexuales se había cuidado una o dos veces pero no más lo que dejaba la puerta abierta a esa posibilidad y el saber que no contaba con el apoyo de James la hacían sentirse como una prostituta cualquiera. Fue entonces cuando alcanzó a vislumbrar el futuro que tendría si conseguía poner en práctica lo aprendido y sobre todo si James no se arrepentía de abrir esa cuenta que le había comentado y desde luego, si no lo arruinaba con un embarazo no planeado. Después de llorar un rato, salió de la cama, se ducho y calentó algo para comer rápido con la intención de acostarse antes de que James regresará, no quería volver a vivir la escena, sabía que cuando se enojaba le costaba varios días hacer a un lado el coraje, al menos así se lo habían comentado su secretario y asistente personal.

    Más tarde regresó James y al verla en la cama a punto de acostarse la sorprendió por la espalda dándole un muy apretado abrazo al tiempo que empezaba a besarle el cuello, deslizando la tela del camisón para tocar con sus labios sus hombros, la espalda a la vez que una de sus manos buscaba suave y sutilmente uno de sus senos firmes al tiempo que la otra mano empezaba a acariciarle la entrepierna haciéndola sentir una vez más la mujer más deseada aunque por dentro, no podía alejar de su mente la expresión agresivamente satánica que había puesto James al mencionar la posibilidad de un hijo. Las caricias de James iban subiendo el tono de las sensaciones que estaba percibiendo de modo que se dejo llevar por el hombre tomado que estaba a su espalda quitando su ropa para volver a hacerle el amor como si fuese la última vez que lo hacía, sí eso era lo único que debía de hacer, dejarse hacer al antojo de su amante sin volver a pronunciar el tema del hijo y de ese modo podría evitarse un momento sumamente amargo al que por cierto no estaba acostumbrada y tampoco quería hacerlo; los labios de James estaban jugando con sus pechos de tal forma que Diana fue arrancada de sus pensamientos para disfrutar intensamente de aquel momento de suma intimidad con el hombre que consideraba era muy semejante a un dios que la conducía placenteramente hasta el paraíso que solo los verdaderos amantes son capaces de conocer, lo que sucediera fuera de esa habitación resultaban ser banalidades propias del mundo terrenal al que ella sentía que no pertenecía cuando estaba entre los brazos de James.

    La vida de Diana siguió siendo la misma durante las siguientes semanas, con trabajos, exámenes, conferencias con ponentes importantes en materia financiera, eventos sociales a los que solía acompañar a James sin que por ello descuidará el complacer a su hombre en la cama o donde a él se le antojara tomarla solo para recordarle las maravillas del paraíso que había a su lado. Todo transcurría de manera normal hasta que un día, revisando el calendario, se percató que tenía casi tres meses que no padecía las molestias propias de su periodo. En un primer instante le confortó el no tener que sufrir los terribles cólicos pero un segundo después recapacitó lo suficiente para descubrir que de hecho no había tenido ningún período en los últimos casi tres meses y eso era síntoma de…. No, había que ir a comprar una prueba de embarazo, hacer un estudio clínico, ir al médico o cualquier cosa con tal de encontrar una explicación a semejante situación.

    Salió inmediatamente en dirección a un hospital para solicitar una revisión general argumentando que se había estado sintiendo mareada y que padecía de la presión arterial, eso era falso pero necesitaba un pretexto para hacerse revisar y poder salir de dudas haciendo uso del seguro médico que le habían incluido con lo de la beca. El médico de guardia la atendió, le hizo una exploración y le entrego una orden firmada para la elaboración de estudios de gabinete con la intención de revisar sus niveles de colesterol, triglicéridos y, como ella le había mencionado la ausencia de su periodo menstrual el médico ordeno de igual manera las pruebas de embarazo, había que descartar cualquier diagnóstico o síntoma que indicará la posibilidad de que la paciente pudiese estar embarazada y aunque ella lo negaba con la boca, en su interior lo anhelaba a la vez que lo temía, de cualquier manera, el doctor la mando directamente al laboratorio para sacar la cita y pudieran hacerle los estudios al día siguiente por la mañana.

    Hechos los estudios, volvió al consultorio del doctor para ver los resultados que arrojaban. El doctor los revisó y le hizo un ultrasonido que no había podido hacerle en la primera cita. Después de ver y analizar los resultados obtenidos en ambos estudios concluyó:

    —¡Felicidades señora! Esta usted embarazada.

    Al escuchar semejantes palabras, Diana sintió una enorme felicidad al mismo tiempo que tuvo la impresión que la tierra se abría y se la comía de un solo bocado, su rostro se puso pálido, la sangre le abandonaba el cuerpo y las fuerzas habían desaparecido de su cuerpo. El médico, al ver la reacción física de Diana corrió a su lado dando la vuelta a su escritorio para revisarle sus signos vitales y con ello corroborar que todo estaba bien. Después de algunos minutos, Diana se tranquilizó y le dijo al doctor que estaba sorprendida porque no imaginaba que pudiera darle tan buena noticia, trato de tranquilizarse lo más rápido posible, para salir del consultorio y de la clínica con la promesa de que volvería en la fecha indicada para su próxima cita de control de embarazo.

    En cuanto salió del hospital su cabeza empezó a girar a gran velocidad, por un lado la felicidad le quitaba el aliento y por otro estaba la expresión de James cuando le hizo saber que no estaba dispuesto a tener hijo alguno con ella. Fue entonces cuando se sintió como si hubiera sido utilizada para satisfacer las necesidades fisiológicas de un animal y no de un ser humano, aunque no podía negar que lo había disfrutado hasta más allá del hartazgo pero eso no quitaba la pregunta más importante de toda su vida ¿cómo se lo iba a decir?, de hecho ¿se lo tendría que decir?, Diana no sabía qué era lo mejor no tenía la más remota idea de lo que iba a hacer, todo era tan confuso, tan oscuro y tan difícil de vislumbrar que no acertaba con una sola idea clara en la cabeza, tan distraída iba caminado que no se percato que al atravesar una de las calles el semáforo estaba en verde cuando ella atravesaba y sin que pudiera enterarse de lo que pasaba a su alrededor, fue aventada por una camioneta que pasaba en ese momento a su lado, las personas que estaban en la orilla de la banqueta le ayudaron a levantarse para preguntarle si estaba bien a lo que ella contestó que todo estaba bien, que estaba distraída pero que no le había pasado nada, solo había sido el susto, la impresión de la situación y unos cuantos golpes por el aventón y la caída pero nada más.

    Cuando reanudó su andar su mente volvió a volar hacia su hijo surgiendo de este modo una nueva preocupación al pensar que algo pudiera haberle ocurrido al pequeño, su preocupación por este nuevo suceso hizo que apresurara el paso sin darse cuenta de ello sino hasta que llegó al departamento, se dio cuenta que había estado corriendo por lo agitado de su respiración, entró a toda prisa y fue directamente al baño para ver que había pasado, empezó a explorar sus partes para ver algún rasgo de sangre, se palpó el estómago, en fin, se hizo una revisión detallada para descubrir que no había indicio alguno de daño al pequeño. Fue entonces cuando al fin las lágrimas empezaron a salir de sus ojos con desesperación y angustia, no podía evitarlo, tenía que hacerlo para desahogar tanto el susto del incidente como la sorpresa del bebé antes de que pasaran las siguientes tres semanas que era cuando James le había prometido que iría a visitarla.

    Durante ese tiempo, James estaría en América asesorando algunos movimientos en W. S. por lo que disponía de algún tiempo para reflexionar sobre su embarazo. Se suponía que un día antes habría partido a cumplir con esa comisión que le habían encomendado en su trabajo, lo cual le permitía sacar todo el sentimiento que llevaba dentro a sus anchas, después de esto, estando más tranquila, podría pensar con más calma qué iba a pasar con eso y cómo se lo manejaría, porque si de algo estaba segura era de que tendría que enfrentarlo, pero no sin antes haber tomado una decisión sobre el nuevo ser que se estaba gestando en su interior para poder analizar la segunda parte: informar al padre sobre la próxima llegada.

    Todas éstas cosas pasaban por la mente de Diana que jamás se percató que James estaba sentado en el pequeño bar que había en la sala cuándo la vio pasar a toda prisa en dirección al baño. James hubiera esperado cualquier cosa menos oír el llanto desesperado, angustiado y lleno de sentimiento que estaba escuchando en un primer momento para después de varios minutos percibir que Diana vomitaba. Decidió dejar pasar algunos instantes más pero después de veinte minutos de no ver ni saber qué era exactamente lo que estaba pasando el por qué de semejante escena y sabiendo que Diana era una mujer muy ecuánime, tranquila y que jamás se desesperaba ante nada, la curiosidad lo animó a encaminar sus pasos al baño para tocar la puerta y preguntar:

    —Amor ¿está todo bien? — su tono de voz demostraba un exceso de cautela.

    Diana, al escuchar la voz y reconocer que era la de James, empezó a sudar en frío, su cerebro estaba más enloquecido y no acertaba a explicarse a sí misma qué carajos estaba haciendo James ahí cuando se suponía que debiera estar en Estados Unidos por lo que optó por dejar de lado el factor sorpresa para contestar:

    —Sí, estoy bien — su voz era angustiada.

    —¿De verdad?, no te escuchas nada bien, ¿por qué mejor no abres y me cuentas que pasa? Si te sientes mal podemos ir a un hospital — se ofreció amablemente James.

    —No —gritó Diana— es solo que tuve un… pequeño percance en la calle y me asusté mucho, es todo — su voz temblaba.

    —¿Qué?, sal de ahí y cuéntame qué pasó, ¿te han hecho algo?, ¿estás bien?, ¡por Dios Diana! — James estaba alarmándose con lo del «percance» aunque no se podía imaginar qué podía haberle sucedido para ponerla así, de algo si estaba seguro y era de que debía de haber sido algo bastante serio.

    —Tranquilo, no pasa nada, solo necesito estar sola unos momento ¿sí?, por favor — Diana suplicaba a Dios que todo se arreglará antes de que empezará la situación a explotarle en las manos.

    De pronto, sus esperanzas de contar con unas cuantas semanas para pensar mejor las cosas se acababan de desvanecer solo para colocarla en una situación donde su cerebro se negaba a reaccionar, sus ideas no alcanzaban a aterrizar en ningún lado, el tiempo de que disponía se agotaba de forma impresionantemente rápido, y su corazón, lejos de recuperar su ritmo normal se aceleraba cada vez más, lo único que surcó su campo mental fue la necesidad de encomendarse al creador para que la iluminará en los siguientes minutos. El respirar profundamente le ayudo a recuperar el control de su cuerpo a la vez que se tranquilizaba lo necesario para atreverse a salir del baño y enfrentar de una buena vez su actual conflicto con quien consideraba que era el hombre de su vida.

    Por su parte James, al escuchar la petición de Diana, decidió regresar al bar a esperar que Diana se calmara para poder investigar qué había pasado. Varios minutos después, salió Diana del baño no sin antes haberse lavado la cara y tratando de controlar su respiración para mantener la serenidad necesaria con la finalidad de solo responder a sus preguntas sin delatar su visita al hospital. En cuanto James la vio le dirigió una mirada interrogativa que no daba espacio ni lugar a pregunta alguna, de modo que fue Diana quien empezó a decir:

    —Hola, pensé que estarías en W. S. —lo dijo mientras trataba de dibujar una sonrisa en sus labios.

    —Sí pero por cuestiones climatológicas se cancelo el vuelo, así que decidí pasar a despedirme de ti y fui a la universidad donde me dijeron que ya te habías ido, vine para acá y llevó casi dos horas esperándote y en cuanto llegas, entras corriendo sin fijarte en mi presencia y te encierras en el baño a llorar y vomitar, ¿se puede saber qué esta pasándote? —el tono inquisitorial arrinconó el cerebro de Diana que no sabía qué contestar.

    —Perdón… bueno… yo… Dios. Lo que paso es que tuve que ir a la librería para ver si habían llegado algunos libros que había encargado hace dos semanas y me dijeron que no… entonces venía pensando distraídamente en qué iba a hacer para encontrar la información que requiero para el examen y…. no me fije y… uff! Bueno, un auto me aventó pero la culpa fue mía porque no vi que el semáforo estaba en verde y… y… me espanté mucho.

    La voz de Diana era nerviosa, entrecortada y por sobre todo, no tenía la fuerza suficiente para posar sus ojos en los de James, sabía que la descubriría y tendría que decirle la verdad porque la expresión de James en la ocasión que le mencionó la posibilidad de un hijo era demoníaca, la asustaba demasiado y eso sin contar con que aún no sabía si de verdad estaba dispuesta a tener ese hijo o no.

    James se acercó a ella y poniendo sus dedos en la barbilla de Diana, con suavidad pero con firmeza le levantó la cara y al ver que la mirada de Diana estaba clavada en el suelo, le dijo con cierta ternura:

    —Diana, Diana, Diana, mi amor, no sé qué este pasando pero creo que estás exagerando porque solo tenías que llamarle a mi asistente, y tienes el teléfono, para que él se hubiera encargado de comprarte los libros que requieres y en el último de los casos, creo que el internet ayuda mucho en éstos casos, por lo que francamente no me creo eso de los libros, porque mejor no dejas de jugar y empiezas a decirme la verdad ¿dónde estabas?

    —James no, por favor, no me hagas esto ¿quieres?, de verdad que estoy muy estresada, ese examen me tiene bloqueada y ya no sé lo que hago, igual y no es pretexto pero han sido tantas cosas que me tienen excesivamente cansada y si no te importa quisiera descansar un poco, por favor — al pronunciar las últimas palabras levantó su ojos para dedicarle una mirada suplicante.

    —De acuerdo, está bien, vamos a pensar que te creo pero, bueno olvidándonos de tu incidente y reiterándote mi apoyo incondicional, solo te pido que llames a mi asistente para darle los nombres de los libros que requieres y empecemos con mi despedida porque de hecho es a lo que vengo y no espero frialdades de tu parte, después de todo, estaré ausente tres semanas y no quiero dejar de hacerte feliz antes de irme —James trató de abrazarla y besarla apasionadamente pero Diana se lo impidió con ambas manos.

    —¿Qué pasa?, ¿O es que acaso no piensas despedirme como me merezco? —inquirió desconcertadamente James.

    —No es eso, lo que pasa es que estoy muy cansada, ya te lo he dicho, además tres semanas no es mucho tiempo, y con la rapidez con la que pasa, en menos de lo que me lo pienso ya estarás otra vez aquí — Diana empezó a alejarse de él cuando sintió la mano de James al sujetar su brazo para jalarla de regreso hacia él.

    —Definitivamente no, quiero pensar que todo está bien pero no sé porque te aferras a demostrarme lo contrario y no puedo jugar más a que te creo así que me vas a decir qué es exactamente lo que está pasando — esta vez la voz de James sonaba a punto de explotar mientras que su mano sujetaba el brazo de Diana de modo que empezaba a cortarle la circulación del mismo, lo cual la lastimaba visiblemente.

    —¡Por Dios James! Me lastimas, suéltame —dijo Diana a la vez que se esforzaba por zafarse sin lograrlo

    —Se acabaron las sutilezas —tronó James— si hay alguien más quiero saberlo porque ni tú ni nadie me va a ver la cara de imbécil ¡me oíste!

    Al verse perdida, Diana siguió forcejeando sin obtener el más mínimo éxito por lo que viendo esto, James la empujó con fuerza contra la pared con lo que al golpearse en la espalda y la cabeza cayó al suelo lo que la llevó en forma automática a poner una mano en la cabeza mientras la otra

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