Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Destinos cruzados
Destinos cruzados
Destinos cruzados
Libro electrónico511 páginas8 horas

Destinos cruzados

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Divorciado, con dos hijos que parecen hacer todo lo posible por ignorar su existencia, el ex abogado operativo de las Fuerzas Especiales Jakez Saint-Hervé lleva una vida tranquila entre el hogar y la oficina cuando, el mismo día, es desafiado a celebrar su cumpleaños y acompañar a su hija a un baile al que no le interesa asistir.

Poco tiempo después intentan matarlo; descubre que celebrar su cumpleaños no es tan malo y se ve obligado a recurrir a su experiencia militar y a la ayuda de buenos amigos para rescatar a la mujer que ama.

Una carrera contra el tiempo ocurre entre Portugal, Italia, Albania y el Mediterráneo occidental para salvarla de un destino peor que la muerte.

¿Y qué tiene que ver la Iglesia de la Verdad Eterna, la infame organización conocida de                "Perdidos para Siempre", con todo esto?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento27 ago 2022
ISBN9781667440385
Destinos cruzados

Relacionado con Destinos cruzados

Libros electrónicos relacionados

Ficción de acción y aventura para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Destinos cruzados

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Destinos cruzados - Nuno Morais

    Destinos cruzados

    Nuno Morais

    Traducido por Leticia Prevez 

    Destinos cruzados

    Escrito por Nuno Morais

    Copyright © 2022 Nuno Morais

    Todos los derechos reservados

    Distribuido por Babelcube, Inc.

    www.babelcube.com

    Traducido por Leticia Prevez

    Babelcube Books y Babelcube son marcas registradas de Babelcube Inc.

    00001.jpg

    Esta es una obra de ficción.

    Los personajes y sus nombres, así como los lugares y los acontecimientos son producto de la imaginación del autor y no tienen relación con la realidad. Cualquier semejanza con nombres, acontecimientos, lugares, entidades, organizaciones y personas vivas o muertas, es pura coincidencia o fruto de la fantasía del lector – por los cuales el autor no tiene ninguna responsabilidad.

    Obras de Nuno Morais en español

    Novelas:

    Tráfico Inhumano:

    Perdidos para Siempre

    Destinos Cruzados

    Guerra Oculta (em traducción)

    Cuentos:

    Ojalá estuvieses Aquí – Wish You Were Here

    Portales

    Un Viaje Atribulado

    Nuno Morais

    DESTINOS

    CRUZADOS

    TRÁFICO INHUMANO

    VOLUMEN II

    A Nhoca y a Budi

    AGRADECIMIENTOS

    A todos los lectores de Perdidos para Siempre, especialmente aquellos que dedicaron un poco de su preciado tiempo (¡ustedes saben quién sois!) y me enviaron comentarios, críticas y sugerencias; sin su apoyo, este segundo volumen de Tráfico deshumano tal vez nunca hubiese pasado de un .doc

    UNO

    Estoy pasando por la puerta del escritorio para ir a almorzar cuando me llama la recepcionista, que también trabaja como telefonista.

    Dr. Saint-Hervé, es su exmujer. ¿Le digo que ya salió?, me pregunta con una voz falsamente amable. No me gusta para nada esa tipa y creo que el sentimiento es mutuo, pero como no fui yo quien la contraté, no me voy a tomar el trabajo de molestarme con ella.

        No. Puede pasarme la llamada. Voy a atenderla en mi oficina.

    Claro, señor doctor, dijo decepcionada. En la lógica retorcida de las cosas, no voy a quedar debiéndole el favor de haberle contado por mí mismo una mentira a Mima, impidiéndole de saber algo más sobre mi desastrosa vida privada.

    Atravieso nuevamente el vestíbulo, camino hasta la mitad pasillo y entro en mi sala. El teléfono de la mesa de reuniones está sonando, probablemente porque ella creyó que no quería que fuese atendido por la secretaria. Paso la llamada para el otro teléfono, me siento en mi silla, me recuesto confortablemente y levanto el auricular.

    Buenos días, Mima ¿A qué le debo el honor?

    "¡Oh! Hola, Jakez, me asustó. No esperaba que me atendiera tan rápido. Ni me di cuenta siquiera que le habían pasado la llamada. ¿Cómo está? ¿Está bien?

    Me olía a gato encerrado. El tono de voz es demasiado simpático. Debe querer algo. ¿Pero, cuándo ella me llama por otra cosa?

    Escuchame, Mima, ya estaba saliendo para ir a almorzar y si no te importa, mejor que vayas directo al asunto, me haces el favor. Tal vez la frase me salió más grosera de lo que me habría gustado, aunque se tratase de Mima, pero como estoy con hambre, no tengo mucha paciencia.

    "Ah, mi niño, pero que modales. Quien estuviera escuchando pensaría que no me quiere, dijo con voz melindrosa.

    Definitivamente, no cabía duda, venía para prenderme con algo, solo resta saber lo que es. No digo nada y la dejo continuar.

    Bueno, ya me di cuenta de que no quiere conversar, por lo que no le voy a preguntar más sobre usted, dijo en tono de pelea y continua: Como debe saber, el baile de presentación a la sociedad de Catarina va a ser dentro de unas semanas y a nosotros, en fin, a ella le gustaría mucho ser conducida por su padre, como debería ser en estas ocasiones. Aunque estemos divorciados, yo también creo que lo más indicado es que sea presentada por ti, en vez de por otro miembro de la familia."

    No tenía ni la más mínima idea que mi hija sintiera inclinación para ser debutante, pero también cómo podía saberlo. A ninguno de mis hijos yo les importaba un carajo, lo que convierte la llamada todavía más extraña.

    Escuchame, Mima, ¿Si Catarina siente tanto placer en ser acompañada por su padre, no podía, al menos ser ella misma la que me llame?

    ¡Oh, Jakez, francamente! La pobre muchachita tiene muchas cosas en que pensar. No tome a mal una cosa tan insignificante. De todos modos, soy yo quien me he ocupado de todo junto con ella, por eso es como si hubiese sido Catarina quien le estuviese llamando, termina con la voz más dulce.

    Pero no me doy por vencido y le digo que, si mi hija quiere que la acompañe al baile, tiene que ser ella misma quien me lo pida. Para ser sincero, alimento la esperanza de que no lo haga, pues la última cosa que me pasaría por la cabeza sería aguantar una porquería de aquella. Pero no voy a decírselo, porque a pesar del hambre todavía puedo darme cuenta que eso solamente me llevaría a una discusión y me haría perder más tiempo e iría almorzar aún más tarde.

    ¡Ah, Jakez, Usted está hoy insoportable!, exclama, dejando traslucir en su tono de voz algo de la irritación que me acusaba. Mima está acostumbrada a conseguir todo lo que quiere sin esforzarse. Se queda en silencio, durante un rato, para ver si cambio de opinión, pero después suelta un suspiro de enfado y continua más calmada: Bueno, voy a decirle a Catarina que exige que sea ella quien te llame. Pero escúcheme, ¿al menos está de acuerdo en acompañarla?, pregunta como quien no tiene mucho interés en la respuesta.

    Eso solo se lo puedo confirmar después de haber hablado con Catarina, digo, medio divertido con la pregunta, a pesar de la irritación que me crecía por dentro.

    Pero que cosas tiene, muchacho. Ella lo llama después. Adiós, Jakez, despidiéndose no muy satisfecha.

    Hasta la vista, Mima, le digo, imitando un personaje de una vieja película de Arnold.

    Cuelgo el auricular y me pongo a pensar algunos minutos sobre lo que podría mantener a mi hija tan ocupada que ni para joder, puede telefonear a su padre. Seguro que no era nada. Debe haber pensado que sería más fácil poner a su madre de intermediaria, si es que no fue idea de la propia Mima. En fin, si todo ocurre como espero, las cosas no pasan de aquí. Como exigí que fuera ella la que me llamara, el pedido pasó súbitamente a tener sabor de obligación y dejó de ser una broma. Creo que va a acabar por descubrir que puede perfectamente darle el brazo al padrastro o a cualquiera de los hermanos de la madre.

    Salgo de la oficina, atravieso nuevamente el patio sin que esta vez alguien me llame y salgo al rellano donde me tropiezo de frente con Jorge Pizarro de Almeida que viene saliendo del elevador.

    ¿Cómo está, Jakez? ¡Espero que esté bien!, pregunta, como siempre muy formal.

    Bien, gracias. ¿Y usted Jorge? Hace días que no lo veo, ¿Está trabajando fuera?

    Si, fue a Madrid con un cliente por causa de, rhmm, una herencia, afirma con un pequeño titubeo.

    Ah, espero que todo se haya resuelto bien, digo, sin prestar mucha atención y más interesado en ir almorzar que en la conversación. Y ahora, con su permiso, voy a aprovechar el elevador para ir a almorzar.

    Aproveche, aproveche. Me abre la puerta con una expresión que parecía más de alivio y un gesto que se diría un floreado de teatro, pero que es usual en un personaje conocido por su exagerada exuberancia y formalidad. Le agradezco, entro en el elevador y pulso el botón para ir a la planta baja.

    La cabina del elevador apestaba a Eternity. Jorge debe haber vaciado un frasco entero en el agua durante el baño. Aguanto lo mejor que puedo el camino lento de cinco pisos que me separan de la entrada del edificio, abro la puerta exterior rápidamente y me tropiezo de frente con una abogada que tiene su oficina debajo de la nuestra. Murmuro unos buenos días apresurados mientras aguanto la puerta para que ella pase y todavía pienso en advertirle del olor tóxico que llena la cabina del elevador, pero después cambio de idea. Poco me importa que piense que soy yo quien me baño con Eternity; la tipa ni me respondió los buenos días que le di y al final de cuenta hasta tiene suerte, porque él podía haberse tirado un peo.

    Salgo del edificio y viro a la izquierda en dirección a la plaza de Londres, pensando que debería ir al gimnasio para entrenar más, pero no, en vez de eso, subo por la Guerra Junqueiro hasta arriba, atravieso la calle y entro en Mexicana, que a esta altura está abarrotada de gente haciendo lo mismo que a mí me gustaría hacer. Hay una fila en la puerta de entrada a la sala interna y parece que no hay lugares vacíos.  Disimulo mi malestar lo mejor que puedo y me preparo para dar media vuelta, cuando veo que uno de los empleados me está haciendo señas y señalando para una mesa vacía medio escondida atrás de una columna. Confirmo que es conmigo y voy para allá.

    Buenas tarde, dotor, tiene aquí esta mesita esperándolo. Como vi que tardaba, le guardé este lugar.

    Voy a agradecerle al hombre, pero no puedo acordarme de su nombre. Me quedo en muchas-gracias-señor… en tono decreciente hasta lo inaudible y un leve movimiento de cabeza y me siento en la silla que alejó de la mesa. Para decir la verdad, no me doy cuenta por qué razón dijo que me guardó la mesa, porque no es que venga aquí todos los días religiosamente y hoy hasta ni era seguro que iba a venir. Lo más probable es que se haya equivocado de persona, pero como ya estoy sentado, me quedo.

    Bueno, entonces, ¿qué va a querer para hoy, dotor? El plato del día es brochetas de calamares con camarón, acompañado de papas hervidas, pero también tenemos todo lo que ve en la carta, si el dotor quisiera hacer el favor. Si me dice lo que quiere beber, yo lo traigo mientras usted se decide.

    Le pido una jarra y me quedo mirando para el menú con los nombres de los platos, pero nada parece realmente atraer mi atención. Creo que tengo mucha hambre para concentrarme, por eso me decido por los calamares- como es el plato del día deben traerlo más rápido.

    El camarero me trae una jarra y los acostumbrados platos con aperitivos y hoy no puedo resistirme. En pocos minutos, me como casi todo el pan y hago desaparecer la mitad de los patés. El tipo regresa con la brocheta a tiempo de impedir que el último bocado llegue al fin que parecía destinado desde que resolvió ser el entrante de mi mesa. 

    Más tranquilo, ataco la brocheta con un apetito voraz en vez de simplemente la engullir. Estaba muy hambriento y dominado por la irritación que siempre me dejaban las conversaciones con Mima.

    ¡Divorciados hacia casi seis años y ella consigue todavía sacarme de mis cabales! Creo que el efecto es mucho peor ahora de lo que era antes. Quizás por ella estar convirtiéndose cada vez más en una tía y por eso se me hace considerablemente más difícil darme cuenta de que era lo que teníamos en común. Eso me irrita. Fueron once años, o, mejor dicho, trece, si cuento con los años que fuimos novios en la universidad. Trece años es mucho tiempo, para un día despertar al lado de una persona que casi no se conoce y que te dice que necesita espacio para ella.

    Quizás no haya sido así, tan de repente. Tal vez algunos indicios estaban desde el comienzo y no fui capaz de verlos solapados por la pasión. En fin, nada más quedaron cenizas frías, un sabor amargo en la boca y los dos pequeños, que, de contra, no les importo un carajo.

    ¡Qué mierda! ¿Pero por qué rayos atendí la llamada? A veces parece que me olvido de pensar.

    Para relajarme, paso la vista por la sala, llena de comensales que se abastecen antes de la segunda mitad del día. Creo que reconozco a algunos, pero a otros no. La algarabía de unos y otros sin embargo es uniforme. Un barullo permanente y uniforme que mezclado con el tintineo de los cubiertos y el rechinar de los platos y los vasos, como que crea una muralla de ruidos y me hace sentir como si una campana me cubriera, preservando extrañamente algunos metros cúbicos de silencio.

    Es interesante observar así a las personas. Estudiarlas mientras conversan, viéndolas mover los labios y alterar las expresiones del rostro, sin tan siquiera oír lo que dicen. Parecía una película cuya parte sonora fuera apenas el ruido de fondo.

    Allí hay una pareja que discute. Ella tiene un aire infeliz y él una cara circunspecta. Más al frente, dos tipos que seguramente están hablando de fútbol, pues con toda esa energía no se discute hoy en día de otro asunto, ni siquiera de política. Para el lado de la puerta está una mesa con unas muchachas que por el aire de conspiración que tienen, sus gestos y risas, deben estar discutiendo de los atributos de los enamorados. En eso, veo levantarse rápidamente la mitad femenina de la pareja que me atrajo primero la atención. Parece no irse nada satisfecha. Él hizo un gesto tímido para alcanzarla, que disimula con pasarse la mano por el pelo como peinándose, encoje los hombros y sonríe para sí mismo con aire de satisfacción, al mismo tiempo que le hace una seña al camarero para que le trajera otra para desahogarse.

    Sigo a la muchacha con la vista mientras ella se dirige a la salida y percibo una silueta que gesticula y sobresale sobre las otras recortadas de negro debido a la claridad que viene de afuera y que esperan un lugar para almorzar. No me doy cuenta de que las señas son para mí. Con la sala llena podían ser fácilmente para otra persona, pero cuando oigo que me llama por mi nombre, reconozco la voz y respondo levantando la mano.

    Leonel va pasando con dificultad entre las mesas, pues los espacios que quedaban no fueron pensados para alguien con dos metros de altura y un cuerpazo de fisiculturista. Entre ‘con permiso’ y ‘perdones’, abre lenta y cuidadosamente el camino en mi dirección; un tipo bien vestido y con aire arrogante, que ha pasado el tiempo intentando impresionar a su compañera de mesa, aun piensa en protestar contra quien, tan inoportunamente, le perturba la comida con su paso, pero al virarse y ver el tamaño de la figura, traga en seco y vuelve a meter la nariz en el plato para diversión de su acompañante.

    El grupo de las muchachas sigue a Leonel con miradas más que interesadas y él, que nunca despreció la ocasión, le guiñó el ojo. Inmediatamente ellas se comportaron como si se sintieran ofendidas y fingieron no hacerle caso, sin embargo, continuaron observándolo disimuladamente mientras se dirige hacia mí.

    Viene nítidamente satisfecho consigo mismo, con una sonrisa de oreja a oreja que contrastaba con el tono sombrío gris oscuro que es casi el uniforme de los empleados del BTP.

    ¿Cómo me descubriste?, le pregunto cuando llega cerca de mí.

    Fui a tu oficina y la chismosa que atiende el teléfono me dijo que habías acabado de salir a almorzar y bueno, aquí no hay muchos lugares para escoger. Entonces, ¿satisfecho?

    No, para decirte la verdad, no es por eso, hombre. Cuando ya iba a salir telefoneó Mima y yo cometí la imbecilidad de atender.

    ¿Y la conversación te dejó irritado? Ante mi conformidad, continua ¿Qué es lo que ella quería esta vez?

    Ella nada. Esta vez se trataba de un pedido de poder. Vino a pedirme que acompañase a Catarina al baile de debutantes. Aparentemente es aconsejable que las muchachas sean llevadas por los padres, aunque estén divorciados de las madres y ajenos a todos los acontecimientos.

    ¿Y tú aceptaste?

    Todavía no. Le dije que, si Catarina quiere que la acompañe al baile, va a tener que pedírmelo ella misma. Él asintió con un movimiento de cabeza. ¡Tú me conoces, tío! A pesar de las circunstancias, son pocas las cosas que yo no haría por mis hijos- aunque sea soportar un salón lleno de debutantes y sus respectivos progenitores - pero creo que debo ser recompensado con alguna gentileza, ¿no te parece?

    Sin dudas, sin dudas. ¿Y qué piensas? ¿Ella te lo va a pedir o no?

    No, ahora dejó de tener gracia. Venir a hablar conmigo en esos términos, deja de ser un recado para pasar a ser un pedido en serio, lo que la coloca en una posición de dependencia, por más desinterés que quiera aparentar. Por mí, creo que va a preferir ser acompañada por el idiota del padrastro o por uno de sus tíos a tener que hablar conmigo. Eso significa que por lo menos no voy a tener que soportar aquel baile fastidioso.

    Mmm, creo que estás engañado. ¿Cuándo es el baile?

    Más o menos de aquí a un mes.  ¿Por qué?.

    Solo por saber. Con esa invitación anticipada, ella no necesita desencantar a nadie para tener acompañante. Yo creo que te va a llamar

    No, no lo creo, le digo, no queriendo dejar por alto la satisfacción de sentirme libre.

    ¿Quieres apostar?

    Vamos ¿Cuánto apostamos?"

    Diez. Ve sacudiendo las polillas del abrigo, porque lo vas a necesitar

    ¡Hmpf! ¡Vamos a ver! ¡Apostamos solamente para dejares de ser cretino! Pero vamos a cambiar de tema. ¿Qué es lo que te trae por aquí? Espero que no vengas a buscar novedades, porque excepto ésta, no tengo más ninguna.

    No estoy tan desesperado así que necesite venir a verte solo para conocer novedades, chaval. No, para el banco, supuestamente, estoy visitando a un cliente, pero me apeteció mudar el rumbo y como sé que tú almuerzas a esta hora, resolví dar un salto hasta aquí.

    Tuviste suerte realmente. Hoy me retrasé por culpa de Mima, sino ya habría terminado. ¿Quieres comer algo?

    No gracias, estoy entre comidas, dijo con un enfático movimiento de la cabeza. Leonel sigue normalmente aquellas dietas raras y come a horas más extrañas todavía y hace combinaciones que harían desesperarse a cualquier gastronómico de la alta cocina. Pero, mira una cosa, ¿qué vas a hacer el viernes que viene?

    ¿Además de trabajar, quieres decir?

    Claro

    No tengo nada programado. ¿Por qué?

    ¡Es tu cumpleaños, tío! ¿No sabes cuántos cumples?

    Si, pero no estaba pensando en hacer nada especial. ¿Un año a más o a menos, a quién le importa? Yo me siento exactamente igual.

    Está bien, está bien, conversar contigo ya es un buen comienzo, pero eso no quiere decir que te crea. Los cumpleaños fueron hechos para ser celebrados y éste te garantizo que lo vamos a conmemorar dignamente. Al final no son todos los días que se cumplen cuarenta y cinco años.

    ¿Y qué quieres hacer para celebrarlo? ¿Tirarte de la tabla del puente u otra cosa igualmente idiota?

    No, nada tan trivial como eso, dijo con una expresión enigmática, que me hizo pensar que era mejor quedarme en casa. Vamos a hacer un fiestón que te va a dejar en la ruina, tú vas a ver. Era de eso mismo que yo sentía miedo, pero no le digo nada y solo me limito a mirarlo con un aire de infelicidad.

    No te pongas así, macho. Vas a ver que te va a gustar. Mira para acá, ¿hace cuánto tiempo que no te tomas unas copas en serio? Y no me refiero a la botella de aguardiente que nos bebimos en mi casa el mes pasado porque esa la tuvimos que dividir entre cuatro.

    Pienso, pero no logro recordarme. Nunca fui de grandes borracheras, porque siempre acabo asqueado mucho antes de emborracharme completamente y eso me quita la satisfacción por tal ejercicio.

    Estas viendo, ni siquiera te acuerdas y eso quiere decir que estás en el momento de refrescarte la memoria. Mira bien, yo sé exactamente la mejor manera de cómo hacerlo.

    Comienza a explicarme los planes para una cena y una noche de diversión que tiene pensado para la celebración conjunta de nuestros cumpleaños, ‘porque siempre son noventa años, compadre, y eso tiene que ser debidamente celebrado’… Creo que lo que realmente me asusta es el significado diferente que le damos a la palabra ‘debidamente’, porque en el caso de Leonel esa valoración incluye, necesariamente, una serie de excesos y probablemente de todo tipo y al mismo tiempo.

    ¡Vamos a cenar a un restaurante nuevo que abrió en la calle veinte y cuatro de Julio! Es el lugar ideal para comenzar la noche. Escuché decir que la comida es muy buena, las meseras mejores, y presta atención, andan casi semidesnudas. ¡Además la música ambiente es tan alta que te va a parecer que estamos cenando en una discoteca!

    ¡Ya, capté, mi hermano!, le digo, intentando imitar un adolescente en cualquier anuncio de refrigerantes. No puedo esperar. Y dime, gran organizador, ¿qué sugieres que hagamos después?

    La etapa siguiente es ir a ‘A la gata perfumada’, el mejor club de strip de la península. Allí mismo en los muelles de Santos. Olvidate de todo lo que has visto en los otros, en éste, es todo mejor. ¡La decoración, las chicas, todo!

    Ah, bueno, si tú lo dices, pero a mí me faltan puntos de comparación. Sabes, el strip no me da ganas de joder, especialmente cuando es hecho con desconocidas a quien nítidamente no importo un carajo, por eso, nunca pensé que valiese la pena perder mi tiempo en un sitio como ese… En fin, si te empeñas no voy a ser yo quien te va a echar a perder la fiesta.

    Cuarenta y cinco años y virgen. ¡Hah! Ellas te van a adorar. Vas a salir de allá transformado, puedes creerme."

    Me parece difícil, pero no quiero echar por tierra sus ilusiones, por eso pongo cara que pretendo que interprete ‘quien sabe’, por si ocurre, pero puede significar cualquier otra cosa. Lo que sea que él vio parece no afectarlo.

    En donde pasaremos el resto de la noche depende de la suerte que tengamos en la segunda etapa. Pero si ocurre, mi estimado, ya es cada uno por su lado.

    Pues sí. Suponiendo que yo estaría interesado, tendría que estar desesperado y sufrir de ilusiones para pensar que podría sacar una stripper. La verdad es que, yo no soy ni una cosa ni la otra y tampoco sufro de ilusiones. Leonel tampoco, pero le gusta hacer esas cosas. Desde que lo conozco, y ya son muchísimos años, él es así. Un bellaco acaba acostumbrándose, aunque a veces sea preciso hacer un esfuerzo.

    Mira para acá, tío ¿y a quién más estabas pensando llevar en esa pequeña excursión?

    Pocas personas. Estas cosas pierden la gracia cuando el grupo es de más de diez. Por mi parte voy a invitar solamente a mi gente de costumbre, gente que tu bien conoces. ¿Y tú?

    Me siento sorprendido. ¿A quién realmente yo podría o me gustaría de convidar para celebrar mi cumpleaños conmigo? Exceptuando a Leonel, claro. No me viene nadie a la mente. Conozco muchas gentes, entre los colegas de profesión, ex enamoradas y relacionamientos que se quedaran después del divorcio. Pero, los primeros es mejor ni tenerlos en cuenta, ya basta con tener que aguantarlos durante el día; del segundo grupo solo podía invitar a una (esto suponiendo que lo quiera hacer y que estuviera interesada en ir) y de las terceras, bueno, considerando que tienen algún relacionamiento con Mima, quizás no me interesa que ella supiera con quien y donde yo celebro o no mi cumpleaños. Por eso….

    Creo que no voy a invitar a nadie. Me voy a unir a tu grupo. ¿A Tuuva también va a ir?

    ¡No, claro que no, hombre! Me dispara como si yo hubiera dicho una barbaridad. Tienes que ver que el grupo es solo de tíos, hombre. De todas formas, ella no está aquí, se va el miércoles para Helsinki a tratar algunas cosas de su negocio.

    Mientras hablamos yo voy comiendo y bebiendo cerveza. Leonel me mira como si estuviera asqueado.

    No sé cómo es que tú puedes comer todas esas porquerías todos los días en el almuerzo, acaba diciendo.

    Miro para él por debajo de las cejas y encojo los hombros.

    ¿Y el nivel de colesterol, tampoco te interesa?

    Leonel, por el amor de Dios, no me vengas con esas mierdas otra vez, hombre! Claro que me interesa y hago lo posible por mantenerlo bajo y hasta por disminuirlo, pero solo cuando no interfiere en una buena comida, como es el caso en este preciso momento.

    Bueno, después no me digas que no te avisé. Los años también pasan por nosotros, Jaka, al contrario de lo que nos gustaría pensar, por eso tenemos que ser más cautelosos. Pasa la mano por sus cabellos copiosos mientras lanza más una mirada descarada y una nueva sonrisa ‘Colgate’ para la mesa de sus admiradoras, que continúan fingiéndose desinteresadas entre risitas comprometidas.

    Ninguno de nosotros cambió mucho en los últimos veinte años, es lo que quiere decirme. Las arrugas son pocas y los cabellos blancos inexistentes - en mi caso, porque en su caso, difícilmente aparecen, aunque puedan ser muchos. Su vasta cabellera rubia que le llega al cuello de la camisa es la encargada de tornarlos invisibles. Sin embargo, es mucha verdad que no nos veíamos tan jóvenes. Si la imagen que veo todas las mañanas en el espejo me podía poner en dudas del correr del tiempo, la duración de mi memoria cuando adulto no me dejaría creer en tal fantasía. Es cierto que estamos envejeciendo cuando miramos para atrás y vemos una vasta complejidad llena de recuerdos que se extiende por más de veinte cinco años desde que somos adultos.

    Sin embargo, a diferencia de Leonel, que insiste en mantener una apariencia juvenil durante la mayor cantidad de años posibles, yo procuro cuidar de mi cuerpo y vivir una vida saludable, desde que ninguna de los dos me impida de hacer o comer las cosas que gusto, siempre que me apetezca. Puedo parecer hedonista, pero ¡joder! descubrí por mí mismo que si no lo fuera, nadie va a serlo por mí.

    Leonel continúa intentando en darme consejos sobre nutrición, mientras escoge posiciones que muestran lo mejor de sí a sus más juveniles admiradoras. Pero a mí no me importa, el discurso no es realmente para mí, se trata simplemente de más una forma de autopromoción para los oídos femeninos. ¡Siempre con lo mismo, este cretino!

    Es el único amigo que me resta de los tiempos de la escuela, o tal vez sea para decirlo mejor, el único y verdadero amigo que tengo, porque sé que puedo contar con él para todo y en cualquier circunstancia.

    Nos conocemos desde los catorces años, cuando fuimos a parar al mismo grupo y comenzamos a llevarnos bien, de la única forma que un relacionamiento entre dos muchachos con intereses comunes se puede llevar bien. Hicimos la secundaria siempre en el mismo grupo y fuimos los dos de voluntarios para el CIOE, la Brigada de Tropas Especiales, de Lamego después que acabamos el décimo segundo grado. Dos muchachones de dieciocho años con prisa para poner rápidamente la tropa para atrás de la espalda y la voluntad de hacerlo con estilo. Pasamos por muchas cosas juntos, durante el tiempo del servicio y después de salir y eso fue fidelizando la amistad que nos une hace más de treinta años hasta hoy y puedo decir, con seguridad, que puedo contar con él para todo.

    Mujeriego incorregible. Leonel nunca tuvo una novia fija y siempre cambiaba de una para otra - manteniendo a veces varias al mismo tiempo - con la misma facilidad que yo cambio de ropa interior. Es de aquellos tipos que parece tener un charme irresistible y siempre trató bien a las enamoradas. Ninguna de ellas nunca se incomodó con él y hasta lo que sé, mantiene buenas relaciones con muchas de ellas.

    Se podría pensar que el haber conocido y casado con Tuuva, ya casi cerca de siete años, después de un romance relámpago que dejó a todos que lo conocen de boca abierta, habría significado una alteración radical en su comportamiento de Don Juan a marido fiel, pero no. A ella no le importa las escapadas de su marido y hasta parece ser la primera en desencaminarlo, lo que hace que la tenga en la palma de su mano y sienta por ella una pasión abrumadora que no parece en vías de disminuir. Él es de esos tíos que nacieron con el culo virado para la luna como se acostumbra a decir.

    ¤

    Salgo del escritorio un poco después de las ocho, me monto en la BMW, inserto el lector digital en el compartimiento a la izquierda de la batería de la moto, transfiero el sonido para los auriculares del casco y atravieso la ciudad para llegar a la A5, que a esta hora está casi vacía. Entro en la vía con los primeros acordes de Got Me Under Pressure, de los ZZ Top, alcanzo con la moto los doscientos y me mantengo a esa velocidad casi todo el trayecto sin ver aparecer el Porsche de la GNR, lo que me deja en la salida de Cascais en poco más de dos canciones. Comparativamente, el trayecto hasta la carretera del Guincho, siguiendo por las calles traseras de Cascais debido al tránsito coincidente con la hora de la cena, parece demorar una eternidad.

    Dejo la moto cargándose en el garaje y cojo el elevador hasta el apartamento que compré de segunda mano cuando nos divorciamos Mima y yo; una casa que a veces me parece enorme con sus tres dormitorios y sus correspondientes baños, sala, terraza, cocina, comedor y otro espacio que antes era una oficina y ahora está llena de tebeos y libros en sus estantes.

    Me desvisto de mi ropa con trazos fluorescentes para conducir que a ley me obliga a usar, me quito las botas en el vestíbulo de entrada y lanzo todo en el armario con espejos, junto con el casco. Cojo el control remoto y enciendo el lector de bobinas dónde están grabadas como cuatro horas de jazz calmo y músicas de películas que recuperé de mi vieja colección de 33 rpm. En el cuarto me libro de la cazadora y la corbata, me quito las medias y las tiro en el cesto de las ropas sucias que está en el baño, mientras me dirijo a la cocina para preparar algo de cenar.

    Hago una ensalada de rúcula, lechuga, hongos frescos, pedazos de jamón y lascas de queso parmesano, que condimento con jugo de limón y gotas de aceite. Saco del refrigerador un recipiente de tomate que abro y vierto en un vaso y lo pongo todo en una bandeja, juntamente con los cubiertos, servilletas y dos tajadas de pan español, que había puesto a descongelar en el microondas.

    Voy para la terraza mientras Sidney Bechet toca los primeros acordes de Summertime, me siento a la mesa de pino tratado, de forma que el mar me quedara de frente y me como la ensalada despacio mientras el sol desaparece sobre la línea de agua en el horizonte. El calor que quedaba del día se va disipando con la brisa que llega del mar, lo que hace que la temperatura a la altura del décimo piso esté bastante agradable.

    El crepúsculo me provoca una sensación extraña, que me hace siempre pensar que dura mucho más tiempo de lo que ocurre en la realidad. La primera vez que me acuerdo de que eso me pasó fue cuando era muy pequeño; fue durante el viaje en coche con mi madre, de Coimbra para Salamanca y de haber pasado el fin del día en alguna parte antes de llegar a la frontera. Iba sentado en el asiento de atrás del Renault 4, verde claro, que durante muchos años fue nuestro, muerto de sueño, con un hambre horrible y harto de no llegar a ningún lugar. Sin embargo, como no quería parecer débil, me quedaba en silencio e iba apreciando el paisaje, que poco a poco se llenaba de tonos grises - con excepción del cielo azul-claro, pintoreteado aquí y allí con jirones de nubes blancas, que nos había cubierto durante todo el día, pero que parecía ahora evolucionar para un tono azul más oscuro, igual de uniforme, pero que por eso no era más interesante. Ni todo el cielo oscurecía. La carretera por donde seguíamos y a la velocidad con que íbamos, parecían hacer con que la ventana lateral trasera estuviera siempre alineada con el sol que se aproximaba al horizonte con una orgía de colores que se iba desarrollando a su alrededor. Durante lo que me parecía una eternidad, vi al cielo mancharse de color rosa, naranja, rojo, violeta y rosado nuevamente, para después repetir las manchas en tonos cada vez más oscuros hasta desaparecer en una manta azul cobalto, que acabó transformándose en negro azabache, decorado por un número siempre creciente de puntos brillantes que la carretera mal iluminada hacia resplandecer.

    Todo esto no debe haber durado más de lo que dura cualquiera otra puesta del sol, pero a mí me pareció que aquello nunca acabaría. Pienso que continué viendo los colores bailando, mucho después que se cerró la noche y que ningún rayo de sol pasara por encima de la curvatura de la tierra. Me olvidé de que tenía hambre, que estaba cansado y del sueño que me provocaba el movimiento del coche. En aquel momento nada para mi existía excepto aquel cielo completamente nuevo que se deparaba en frente de mis ojos.

    Fue una experiencia fantástica, un momento mágico, que me dejó apasionado por el crepúsculo. A esa hora y en aquel momento del día es cuando más me siento en paz conmigo mismo.

    Mima nunca lo distinguió o nunca lo quiso percibir. Tal vez debía haber visto en eso una señal de que las cosas iban a acabar mal, o que por lo menos, no iban a correr tan bien cuanto me parecía, pero no estaba en condiciones de darme cuenta. Durante los años que duró nuestra relación con casamiento incluido, no veía nada más allá de mis narices. Ahora me pregunto cómo pudo pasar, pero la verdad es que durante todo ese tiempo estuve ciego y sordo para todo lo que pasaba a mi alrededor, convencido que el amor que sentía era retribuido. Pensé siempre sinceramente que ella me amaba, pero ahora creo que tal vez nunca había ocurrido realmente.

    La voz de Billie Holiday al cantar Blue Moon me entró inesperadamente por los oídos o quizás me llamó más la atención que la canción anterior.

    Preparo lentamente la cachimba con Rhon Saint-Malo y una piedrecita oscura de libanes que un conocido de los años de la facultad me ofrece de vez en cuando, en memoria de los viejos tiempos y dejo que los vapores del hachís se lleven con ellos la cólera con que me dejó la llamada de mi exmujer.

    ¿Cómo una cosa que comenzó tan bien pudo haber acabado tan estúpidamente? Ya me lo he preguntado más veces de lo que sería honorable admitir, pero siempre sin encontrar una respuesta.

    O mejor dicho la respuesta la conozco bien, lo que no quiero es aceptarlo.

    Cuando miro para atrás, con lo que me ofrecen la objetividad de la separación y la distancia, logro ver claramente lo engañado que viví todos aquellos años. Al recordar de nuestras conversaciones, sus reacciones, comentarios y la distancia que a partir de cierta hora parecía estar interponiéndose entre nosotros, me queda la impresión de haber sido un poco más que un instrumento utilizado por ella para alcanzar sus objetivos, establecidos desde hace mucho - aunque de una forma inconsciente, porque no creo que haya sido tan cínica al punto de no haber sentido nada por mí.

    Inconscientemente o no, al final solo fui más un peón de las guerras entre ella y su madre; una pieza usada y convenientemente sacrificada cuando dejó de ser útil.

    Para decir la verdad, lo que más me molesta, no es el hecho de haber sido usado, sino el hecho de nunca haber percibido lo que estaba pasando hasta ya ser demasiado tarde. En fin, aunque haya despertado más temprano de poco me hubiese servido. La decisión de dejarme y las razones para hacerlo, fueron de ella y solo de ella. Nada de lo que pudiera hacer la hubiera hecho cambiar de ideas.

    Mirando para nuestro relacionamiento sin apasionamiento, que es precisamente lo que me resulta más difícil, se podría concluir que Mima nada más que me usó mientras le hice falta. Después, me puso un par de patines y me dice que precisaba espacio para sí misma. Que poco tiempo después del divorcio ya lo había reconsiderado y ofrecido ese espacio al cretino que es ahora su marido, llevaría a la misma conclusión – especialmente sabiendo que él, al contrario de mí, nunca sería rechazado por la familia ni los amigos de ella, lo que le conviene a una Mima cada vez más tía e interesada en una vida de jet-set la cual yo nunca le ofrecí.

    Quiero decir con esto que al final, la mujer por quien yo juzgaba estar locamente enamorado durante tantos años era capaz de ni haber existido. Fue solamente una ocupación pasajera de la Mima real, que es la que hoy se da a conocer. Serví para marcar una posición contra lo que la familia le exigía y especialmente la madre, – una especie de último berrinche antes de llegar finalmente a la edad de la razón, si así se quisiera ver las cosas – y después fui descartado como cualquier estuche vacío.

    El hecho de tener dos hijos durante los años que estuvimos juntos, poca o ninguna importancia parece haber tenido en su decisión de la separación. Por lo que puedo concluir, por sus comportamientos en los años que siguieron al divorcio, tampoco ellos parecen sentir mi falta. Las disculpas para no querer estar conmigo fueron apareciendo a lo largo de los años, así como también fue creciendo la frialdad en el trato y el distanciamiento en las pocas veces que nos vimos. Hoy somos meros conocidos, personas que se encuentran para almorzar en cualquier restaurante, un día a la semana entre las clases de la mañana y las sesiones de estudio por la tarde en el colegio privado y elegante de San-artola-cualquier cosa, para donde van todos los meses mis dos mil quinientos euros. Lugar donde nunca los hubiera matriculado si alguien me hubiese preguntado alguna vez. Pero nadie me preguntó y el tribunal se encargó de confirmar que nadie tenía nada que preguntarme.

    Ahora parece que la más joven quiere iniciar alegremente la fase de aprendizaje para tía, presentándose entre volantes y encajes a una sociedad que está harta de saber quién es, de dónde viene y para donde va, a juzgar por el ejemplo de la madre.

    ¿Al final, qué puedo hacer contra eso? Nada. ‘niente, rien de rien’. Si es lo que ella quiere, que siga adelante. Si tuviera el valor de pedírmelo, hasta le hago el favor de acompañarla.

    Por más que pueda pensar que me gustaría hacerlo, la verdad es que no logro separarme de ellos. Si ellos se quieren alejar de mí, me es indiferente. No por eso voy a dejar de intentar de ser su padre o comenzar a comprarle su cariño con dinero o regalos y no voy a dejar de estar aquí cuando necesiten de mi- ya sea para decirles que no o para hacerles la vida ligeramente más difícil, como con esta historia del baile de Catarina.

    El hachís comienza a hacer efecto y ya estas cuestiones parecen súbitamente perder toda su importancia. Me imagino a Mima de aquí a unos veinte años, con su cada vez más marcado acento de señora elegante; siempre de fiesta en fiesta con el cretino a remolque; con él todavía más calvo y el cráneo lustroso de la brillantina que usa para poner los cabellos para atrás pensando ciertamente que se da un aire arrebatador, cuando al final solo aumenta su aire de idiota. Me lo imagino al timón del Grand Cherokee, verde oscuro en que acostumbra a transportarse, hundido en la profundidad del asiento, solo con la cabeza por fuera, pero sin perder los aires de importancia que se da y que le sirven para conseguir fulanas en los clubes y restaurantes que es dueño. Comienzo a reír. Me rio desalmadamente, como a veces ocurre cuando fumo, pasando arbitrariamente de escena para escena como en un filme divagante, siguiendo cualquier secuencia aleatoria para la cual solo mi inconsciente tiene la llave. Y me voy riendo siempre, una carcajada detrás de la otra, hasta que siento dolor en los abdominales de tantas contorsiones y contracciones.

    Con mucho trabajo logro controlarme, no sin antes haber tenido algunas recaídas que obligaron a agarrarme al espaldar de la silla para no caer en el piso, y llevo la bandeja con los platos para la cocina.

    Friego los platos aún entre pequeños ataques de risa, pero cuando voy para el baño ya tengo las cosas controladas. Me siento extrañamente libre del estado de media depresión que la llamada de esta mañana me dejó. Reír es realmente uno de los mejores tratamientos que conozco para todo tipo de estado neurótico.

    Los dos días del fin de semana pasaron sin grandes novedades. El sábado por la mañana voy al gimnasio y hago ejercicios de spin con una tipa súper acelerada que debió haber venido directo de la discoteca para acá. Cincuenta minutos de tspum-tspum-tspum-pum-pum-tspum-tspum-tspum-pum-pum, con la bicicleta son más que suficientes y decido no hacer mi sesión de levantar pesos. Me arrastro hasta mi casa donde paso el resto del día en la terraza releyendo Los Mayas de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1