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Confianza: Construyendo las bases para el emprendimiento en países en vías de desarrollo
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Confianza: Construyendo las bases para el emprendimiento en países en vías de desarrollo
Libro electrónico222 páginas3 horas

Confianza: Construyendo las bases para el emprendimiento en países en vías de desarrollo

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Generar confianza es la clave del éxito para todo emprendedor, más aún si intenta surgir en países emergentes donde debe sortear una serie de obstáculos tanto gubernamentales, como legales e institucionales. Y este libro demuestra cómo hacerlo. El lanzamiento de este nuevo libro se realiza en julio de 2018 a nivel mundial y en varios idiomas.

El destacado profesor de la escuela de negocios de Harvard y estratega económico, Tarun Khanna, explica cómo construir las bases necesarias para el desarrollo de un emprendimiento y provocar con ello un real cambio social. Y lo hace basándose en historias individuales ocurridas en India, México, Brasil y China, además de las lecciones aprendidas en su propia experiencia como cofundador de importantes emprendimientos realizados en India, China, Asia y Medio Oriente.
“Confianza de Khanna entrega una visión refrescante y brillante de cómo los individuos y los empresarios pueden construir relaciones duraderas, crear condiciones más positivas en la sociedad y superar las dificultades, que están profundamente arraigadas, en sistemas de desconfianza”.
Andrónico Luksic Craig, presidente Grupo Luksic, Chile.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jul 2018
ISBN9789569986161
Confianza: Construyendo las bases para el emprendimiento en países en vías de desarrollo

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    Confianza - Tarun Khanna

    © 2018, Tarun Khanna

    Trust. Creating the Foundation for Entrepreneurship in Developing Countries.

    Primera edición

    © 2018, Berret-Koehler Publishers, Inc.

    1333, Broadway, Suite 100

    Oakland, CA 94612, Estados Unidos

    © De esta edición en español

    2018, Empresa El Mercurio S.A.P.

    Avda. Santa María 5542, Vitacura,

    Santiago de Chile.

    ISBN Edición Impresa: 978-956-9986-15-4

    ISBN Edición Digital: 978-956-9986-16-1

    Inscripción Nº A291776

    Impreso en Chile/Printed in Chile

    Primera edición: julio 2018

    Edición general: Consuelo Montoya

    Diseño y producción: Paula Montero

    Ilustraciones interiores: Mahima Kachroo

    Diseño portada: Paula Montero

    Fotografía portada: Free Image

    Traducción: Camila Cornejo

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Todos los derechos reservados.

    Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de Empresa El Mercurio S.A.P.

    Para mis padres.

    ÍNDICE

    Prólogo

    Introducción: Confianza, emprendimiento y el mundo en vías de desarrollo

    Capítulo 1: El «porqué» y el «cómo» de la confianza

    Capítulo 2: Un cambio de mentalidad

    Capítulo 3: Construyendo sobre normas sociales existentes

    Capítulo 4: Trabajando en equipo con el Estado

    Epílogo

    PRÓLOGO

    Llevo dos décadas estudiando el esfuerzo de emprendedores de países en vías de desarrollo. Inicialmente mi trabajo se relacionaba con empresas establecidas, a menudo en forma de grandes conglomerados familiares. Sin embargo, me comenzó a llamar la atención cómo los nuevos empresarios se abrían camino en la competencia, a pesar de tener las probabilidades jugando en su contra. Las empresas establecidas tienen un acceso mucho más fácil al escaso capital y talento que existe en estos países, y saben cómo tratar con los, a veces, corruptos puestos de poder. Pero eso no detiene a los emprendedores, quienes siempre se las ingenian para encontrar las grietas en la armadura del impávido guardián.

    Hace menos de una década comencé a apoyar a jóvenes emprendedores como una especie de ángel inversionista, y poco tiempo después abrí empresas propias en estos países. Hoy conecto y aconsejo a personas con talento, residentes en la zona de Cambridge, donde trabajo en Estados Unidos, con las innumerables oportunidades y necesidad de visión que existe en países en vías de desarrollo.

    He encontrado que este trabajo es intensamente creativo… ¡y estimulante! De hecho, considero que el emprendimiento y mi trabajo académico son totalmente simbióticos, aunque quizás inusuales (o eso me han dicho).

    En este libro, que contiene unas cuantas historias ilustrativas, he intentado trazar algunos patrones con los que me he encontrado a lo largo de mi trabajo. Ninguna de las historias aquí descritas demuestran mis propias aventuras en el mundo del emprendimiento, aunque algunas han sido influenciadas por dichas experiencias. En cambio, estas retratan a emprendedores individuales y situaciones que he estudiado bajo distintas perspectivas y durante varios años, a veces incluso por décadas.

    Sin embargo, los temas tratados en cada capítulo también se basan en mi propia experiencia y esfuerzos dentro del mundo del emprendimiento. Por ejemplo, el encontrarme cara a cara con la desconfianza visceral que los consumidores les tienen a los vendedores —quienes son sospechosos de ser incompetentes o sin escrúpulos— me llevó a cofundar Aspiring Minds, una firma de evaluación de talento que utiliza la tecnología para certificar la calidad de trabajadores en toda Asia, operando desde oficinas instaladas en Beijing, Nueva Delhi y Manila. Aspiring Minds ayuda a cimentar confianza en el ecosistema laboral, al conectar a la juventud con oportunidades de trabajo.

    De igual manera, mis encuentros con la tecnología —ya sea al conectar a pequeños vendedores de China con el comercio global, o implementar el uso de biometría avanzada en India— me han alertado sobre su increíble potencial, pero también sobre la necesidad (que generalmente se pasa por alto) de situar la tecnología en un contexto centrado en problemas específicos. Esta es una lección que he aprendido gracias a una cadena comercializadora de té ubicada en India, llamada ChaiPoint. Hemos comenzado a utilizar robots, desarrollados en Shenzhen, para hacer té de calidad a gran escala, al estilo asiático, llamado té chai. Hemos aprendido a hacerlo de manera que respeta rituales centenarios de beber té. Una faceta central de este libro (y de mi trabajo en las últimas décadas) es reconocer que los problemas no pueden ser fácilmente aislados y abordados por separado dentro de las economías de países emergentes. Invertir capital en un empresario que lo necesita no es muy útil si su salud se ve comprometida o si no tiene los medios para viajar a un lugar y e invertirlo. Se necesita crear un cambio en la mentalidad, para alejarnos de la idea de que los emprendedores de países emergentes deben concentrar su máxima atención en la solución de un solo problema (como sí lo hacen en lugares como Boston y San Francisco) y, en cambio, debemos enfatizar la realidad de que estos emprendedores no tienen el lujo de concentrarse en un único problema. Estos emprendedores necesitan establecer las condiciones para crear. Las historias en este libro sobre el cirujano cardíaco de Bangalore y del empresario multinacional en Bangladesh proporcionan nítidos ejemplos sobre este cambio de mentalidad.

    Este razonamiento se aplica igualmente a los llamados empresarios con fines de lucro y a aquellos motivados por un deseo de alcanzar el progreso social. También me he encontrado con un gran número de empresarios que trabajan en conjunto con gobiernos. En este libro describo dichos esfuerzos en Brasil e India. Normalmente, pensamos en burocracia y emprendimiento en términos opuestos. Mi experiencia sugiere que esto no es realmente necesario, tema que también abordo en mi libro anterior, donde narro mis primeras experiencias como empresario en China e India, Billions of Entrepreneurs (Harvard Business Press; Penguin en Sud-Asia, 2008). En este libro me concentré en una visión más amplia de lo que es el emprendimiento empresarial, en lugar de una visión centrada solo en los talentosos interesados en popularizar una empresa. Estaría encantado si este libro condujera a los emprendedores —y a aquellos que ven el emprendimiento como la clave del avance económico— a reflexionar sobre sus propias experiencias y tal vez convencer a algunos aspirantes a empresarios a dar el salto.

    Estoy agradecido de los emprendedores con los que he tenido la oportunidad de trabajar, aquellos nombrados en el libro y numerosos otros, quienes me han enseñado tanto. Del mismo modo, el privilegio de estar en una institución como la Universidad de Harvard —el punto de encuentro de tantos estudiantes talentosos— es difícil de pasar por alto. Numerosos asistentes de investigación me han ayudado a lo largo de los años, especialmente aquellos que se encuentran repartidos en diversos centros de investigación de Harvard en países emergentes. Especialmente, me siento agradecido de Jonathan Mingle, quien trabajó conmigo en este manuscrito hace un par de años; de Carolyn Brown, quien el año pasado realizó un esfuerzo sobrenatural para ayudarme a cruzar la meta, y a Mahima Kachroo, quien ayudó con las gráficas e ilustraciones.

    Diariamente, tengo con mi mujer, Ruhi, y con mis hijos adolescentes, Simran y Rishi, una enorme deuda de gratitud por el apoyo, el cual es demasiado extenso como para describir en detalle con palabras. Pero es hora de dedicar este trabajo a mis padres, quienes se han mantenido como mis modelos a seguir a lo largo de mi vida adulta. Lo hago con sincero agradecimiento y con mucho orgullo por ellos.

    Tarun Khanna

    Boston, febrero de 2018

    INTRODUCCIÓN

    Confianza, emprendimiento y el mundo en vías de desarrollo

    Los emprendedores que tienen grandes ideas para resolver problemas en países en vías de desarrollo no pueden contar con las bases tradicionales (como leyes, supervisión reguladora y protecciones gubernamentales) con las que sí podrían contar en países desarrollados, ya que dichas bases son incipientes en sus regiones o simplemente no existen. Buenas ideas que surgen en dichos países pueden fácilmente convertirse en ideas fallidas —junto con desesperanza y desconfianza— si un emprendedor confía ciegamente en estas bases fundacionales fantasmas. Así, la solución del emprendedor es aceptar la situación de su contexto y centrarse en nutrir la confianza como un complemento al problema que se está resolviendo, en una variedad de formas que exploraré en este libro. El emprendedor no solo debe crear, sino que también debe instaurar las condiciones para crear.

    Confianza ambiental

    Esto puede parecer inútil, pero piense por un minuto en cómo se hacen las cosas en Estados Unidos. Cuando uno quiere comprar algo, la web te provee con la información que necesitas sin problemas y de manera instantánea. Cuando tu llave de agua tiene fugas, varios plomeros (todos calificados en internet por su confiabilidad) están a tu disposición para solucionarlo. Si el gásfiter que contrataste no hace un buen trabajo, hay maneras de influir en su calificación virtual. Hace una década, cuando mi hijo de cinco años se quedó encerrado en el sótano de la casa, llamamos a la policía de Newton, donde vivimos. En menos de diez minutos estaban en mi casa para destrabar la puerta. Ahora, sé que Newton —un suburbio afluente de Boston— puede ser bastante distinto a otras partes de Estados Unidos. Pero aun así, en esta parte del mundo existen las condiciones para convocar cualquier tipo de ayuda que se necesite.

    Y es más que eso. Si un servicio de mensajería deja paquetes grandes en la puerta de mi casa, confío en que nadie los robará. A menudo dejo la puerta de mi estacionamiento abierta, o la de mi oficina en el trabajo. No estoy tratando de tentar al destino. Simplemente actúo de forma natural a una realidad existente, ya que, aparte de haber sufrido un intento de robo en Nueva York hace un tiempo, tres décadas de seguridad han generado en mí esta confianza en la vida urbana estadounidense. Regulaciones diarias que se traducen de forma concreta en el día a día han generado ese tipo de confianza en países desarrollados.

    De hecho, sin esta confianza ambiental, el funcionamiento de casi todo se vería comprometido. De haber dudado en llamar a la policía local cuando mi hijo accidentalmente se encerró en el sótano —por haber pensado que no responderían o sería multado con un pago colateral— los años de entrenamiento y disciplina de esta institución no serían de mucho uso. Como un ángel inversionista, normalmente confío capital a emprendedores. Confío en que ella o él destinarán el dinero para los fines previstos. Es cierto que de producirse algún tipo de fraude puedo recurrir a la ayuda de contadores, abogados y reguladores para obtener las reparaciones necesarias. Pero estas tienden a ser instancias de último recurso, después que los medios más informales fallan, como por ejemplo, los esfuerzos por preservar la reputación de la empresa en cuestión, o la amenaza de rechazar a dicha empresa en futuros negocios. El uso de entidades formales de regulación requiere que yo confíe en ellas, para así contratarlas.

    El rol de la confianza se aplica también a actividades más complejas. Cerca de mi oficina se encuentra el Instituto Wyss de Ingeniería Biológica de Harvard (llamado simplemente «Wyss»). Hace algunos años, conocí a un científico del instituto proveniente de Dublín llamado Conor Walsh, quien fundó el laboratorio de biodiseño de Harvard, el cual ayuda a crear dispositivos robóticos de fácil uso. Estos tienen un sinfín de funciones, desde la rehabilitación de víctimas de accidentes hasta ayudar a soldados a arrastrar materiales pesados de combate. El laboratorio en sí se asemeja a una colmena vibrante de actividad, con prototipos de prótesis que varían desde lo más extraño a lo increíblemente natural, sensores de todo tipo esparcidos alrededor, el sonido ambiental de actuadores neumáticos y sierras especializadas, incluso sastres que trabajan con materiales únicos para vestir a los robots.

    En el instituto Wyss, los científicos deben trabajar de manera colectiva y en equipo para ayudar a los pacientes y tratar sus necesidades. Esto requiere que los pacientes sean transportados a los laboratorios donde se les puede colocar, por ejemplo, una especie de manga robótica que permita que alguien parapléjico pueda pararse de forma parcial, y así poder medir su movilidad limitada a través de sensores. El equipo de Walsh necesita dominar una variada gama de conocimientos para lograr este trabajo. Necesitan entender particularidades anatómicas de cada paciente para encontrar el material y un ajuste correcto para cada uno; necesitan comprender el complejo campo del control de dolor; y probablemente deben saber tratar con la psicología de un paciente con estas características. Conor Walsh es un hombre inteligente, y aun así estas no son sus áreas de destreza. Él tiene que confiar en la buena voluntad y colaboración de personas con diferentes orígenes laborales para poder hacer su trabajo. Aquí en el instituto Wyss yace una compleja red de confianza.

    Afortunadamente, lo asombroso de Cambridge [zona en el estado de Massachusetts, Estados Unidos, que alberga a la Universidad de Harvard y al MIT] es que todos estos grupos de expertos se encuentran literalmente a la vuelta de la esquina. Pero acceder a ellos requiere que Walsh y su equipo sean vistos como colaboradores dignos. Otros expertos confían que él y su equipo no harán uso incorrecto de la inversión de capital ni de su tiempo. Estos especialistas esperan, probablemente, que el intercambio de experiencias sea recíproco. Incluso en el mundo competitivo de la investigación existen reglas, normas y arreglos que protegen a los científicos. Las consecuencias de quebrantar dicho acuerdo implícito de confianza son increíblemente severas. Ostracismo social seguramente ocurriría. De hecho, estos «marginados» no tienen esperanza de reintegrarse en el sistema científico de flujo libre de ideas, que es el alma de cualquier sistema de ciencias e investigación.

    La red de confianza creada por Conor debe expandirse más allá de los confines de la ciencia investigativa. Los doctores y el centro médico responsable del bienestar de los pacientes tienen que confiar en que la gente del instituto Wyss trabajará con la sensibilidad necesaria con sus pacientes, utilizando un conjunto de habilidades que ingenieros normalmente no han cultivado como parte de su experiencia profesional. Todos estos expertos deben trabajar en protocolos y en compartir de forma recíproca la información que van descubriendo, a modo de cultivar y nutrir la confianza. Nada se podría lograr de lo contrario.

    En el mundo se pueden encontrar literalmente decenas de proveedores de capital de riesgo, quienes estarán dispuestos a llevar la investigación de Conor a la realidad. Otra vez más, la disposición de financiamiento inicial implica un gran nivel de confianza. El científico debe confiar en el financiero a quien le revela sus ideas en una apuesta por fondos. ¿Quién protege al científico? El financiero firma un acuerdo de no divulgación, prometiendo mantener el contenido intelectual en secreto. Aun así, el deseo del financiero de mantener una relación confiable y de reputación es igual de importante.

    Como sugiero con estos ejemplos —locales para mí—, la confianza se presenta de varias formas. Puede surgir de reputaciones que han sido cuidadosamente cultivadas durante años, incluso décadas, por frecuentes interacciones cotidianas. La confianza también puede iniciarse gracias a recomendaciones, es decir, que yo trabaje con alguien en particular ya que fue recomendado por otra persona en quien confío. A menudo la confianza se basa en estructuras formales, como leyes y regulaciones: reglamentos de ley y orden, contratos entre individuos u organizaciones, normas de la academia estadounidense, entre otros. La confianza oxigena. Anima nuestra existencia y facilita cada interacción, ya sea interacciones de día a día o por compromisos, de trabajo o personales.

    El concepto de la confianza dista de ser nuevo. Se remonta, de hecho, a las mismas raíces de la economía. Adam Smith, el padre de la economía, es recordado hasta el día de hoy por su idea de «la mano invisible», la cual funciona bajo el precepto de que personas que siguen sus propios intereses guían el mercado hacia la estabilidad¹. De hecho, Smith tenía razón al maravillarse del efecto acumulativo —y casi mágico— que tenía cada persona cuando actuaba bajo su propio interés. Pero incluso Smith enfatizó la importancia de la confianza para el funcionamiento de los mercados. Para él, la confianza era el motor invisible del progreso económico.

    Tal como Smith argumenta en su libro Teoría de los sentimientos morales, escrito en 1759: «La franqueza y apertura concilian la confianza. Confiamos en el hombre que está dispuesto a confiar en nosotros. Creemos ver claramente el camino por

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