El Sentido Común y Cómo Ponerlo en Práctica: Descubre cómo aumentar tu inteligencia emocional para mejorar tus relaciones interpersonales
Por Yoritomo-Tashi
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Entre las obras maestras destinadas a la educación de la voluntad y a la superación personal figuran, con justo renombre, las del pensador japonés Yoritomo Tashi. Hemos elegido la más representativa de ellas, seguros de ofrecer al lector insospechados recursos que surgen de las ideas cotidianas más simples.
Decimos no sin razón que el sentido común es el menos común de los sentidos, pero hay que agregar que está al alcance de cualquiera, conforme lo demuestra este práctico libro, donde con estilo ameno al que adornan parábolas e imágenes se ofrecen las enseñanzas necesarias para llegar a poseer ese don, indispensable en la lucha por el éxito.
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El Sentido Común y Cómo Ponerlo en Práctica - Yoritomo-Tashi
Prefacio
He de confesar la satisfacción que me produjo saber que el público, interesado en extremo por la doctrina de Yoritomo Tashi, deseaba conocerla en un nuevo aspecto.
Para mí tal deseo significaba la perspectiva de horas graves y dulces, transcurridas en medio de la serena calma que engendra los pensamientos sanos y bienhechores, y que vivifican el alma con su esplendor.
Así pues, en la salita desierta del Museo Provincial, donde el silencio es el solo ritmo de las meditaciones, con fervor y recogimiento hojeé de nuevo dos preciosos manuscritos, traduciendo los consejos de aquel cuya psicología florida y honda hemos saboreado juntos en tantas ocasiones.
Una vez más, con atención apasionada de discípulo, he recorrido aquellas páginas en las cuales se aúna la más humana e inmensa piedad con las virtudes magníficas que se llaman Energía, Voluntad y Razón.
Hay que observar que Yoritomo, si bien ensalza la Voluntad y la Energía en todas sus formas, sabe hallar en su corazón delicadezas que transforman estas fuerzas, algo brutales algunas veces, en elementos bienhechores, cuya presencia determina invariablemente las fecundaciones favorables.
Da a sus consejos la forma de apólogos y leyendas agradables, y su alma exótica, a un tiempo tan lejana y tan próxima a la nuestra, evoca una flor cuyo aspecto conocido llevará aparejado un perfume singular.
En él los asuntos más severos pierden su aspecto austero y hostil y se presentan en la seductora forma de transparentes parábolas, de intensidad poética grandísima.
Al leerlo pensamos, a pesar nuestro, en los discursos de los filósofos de la antigüedad, pronunciados en medio de lujuriantes jardines, llenos de flores y de sol.
En la lejanía de los tiempos se ve también la inmensa figura de Aquel cuya doctrina se convirtió en religión mundial, pues habla igualmente de amor y de bondad.
Sin embargo, los principios de Yoritomo encierran un ideal menos vasto.
Su reino es de este mundo y sus teorías se refieren más a la felicidad tangible que a la de ultratumba; este bienestar palpable se halla en el cumplimiento de las virtudes viriles y en el esfuerzo para conseguir la armonía, de la que dimana toda la serenidad.
De la mano nos lleva para conducirnos a través de ese edén de los conocimientos, en el que hemos descubierto ya la Energía, el arte de influir y el de vencer la timidez, uno de los más difíciles.
En pos del maestro vamos a aprender de él otra vez, para estudiar los medios de conquistar esa cualidad de poco brillo quizá, pero primordial, que se denomina el sentido común.
B. Dangennes
I
LECCIONES DEL FILÓSOFO
Una noche bellísima —nos dice Yoritomo— paseábame por los jardines de mi maestro Long-Ho, escuchando los juiciosos consejos que siempre me daba, en forma de símbolos seductores, cuando se detuvo y con la mano me indicó una parte del terreno algo menos cuidada que el resto.
Las plantas parásitas se enroscaban agarradas a los arbustos, marchitando y destruyendo casi todas las flores.
Unas pocas se erguían a través de la maleza y los arabescos complicados de la revuelta vegetación.
Sólo una planta con flores vulgares y follaje recio crecía sin sufrir la avasalladora influencia de los parásitos; se diría que, gracias a sus cualidades de constancia y rusticidad, había logrado evitar los peligrosos contactos de las enredaderas, mientras que su sombra parecía malsana a las hierbas inútiles y dañinas.
"Observa, hijo mío —me dijo el sabio—, y aprende a comprender la enseñanza de la Naturaleza:
Las plantas parásitas son la imagen de la incuria, a cuyo influjo desaparecen las mejores intenciones.
La energía, sin embargo, logra vencer esos obstáculos que aumentan cada día; se abre camino a través de las ramas que lo obstruyen y, bella y fuerte, surge en medio de la espesura más agreste.
La ambición y la audacia vencen también, después de salvar infinidad de obstáculos.
El sentido común, por su parte, casi nunca se ve forzado a combatir; crece en paz, lejos del tumulto de las dificultades y de las tupidas malezas.
Su flor es menos bella que otras muchas; pero jamás se deja eclipsar por el desorden de las plantas vecinas.
Las domina sin dificultad, pues las aparta constantemente.
Crece, pues, ufana y duradera, aunque modesta, lejos de las luchas que entorpecen siempre el florecimiento y lo hacen no sólo lento sino efímero la mayoría de las veces."
Un absurdo prejuicio presenta al sentido común como una forma inferior de la inteligencia.
Procede este error del hecho de que el sentido común puede igualmente aplicarse a los conceptos más elevados y a las mentalidades más elementales.
Proporciona a los que lo poseen la facultad de situar cada cosa en el lugar que le corresponde.
No cambia el valor de los sentimientos atribuyéndoles un alcance exagerado.
Permite considerar con duda las razones ficticias y desechar resueltamente las que llevan el estigma de la falsedad.
Los que cultivan el sentido común reconocen francamente sus yerros, si bien es cierto que rara vez están apartados de la verdad, puesto que proceden con rectitud de espíritu y se esfuerzan por mantener su línea de conducta.
Yoritomo, dejando por un momento su demostración favorita por el símbolo, dice:
"El sentido común puede definirse así: Es el sentido central hacia el cual convergen todas las impresiones, que se confunden en un sentimiento único: el deseo de la verdad.
Para las personas que tienen sentido común todo se reduce a una percepción única: El amor de la rectitud y de la simplicidad.
Todos los pensamientos convergen hacia esos dos sentimientos, cuya preponderancia se hace sentir en la totalidad de las resoluciones y, sobre todo, en las reflexiones que las determinan.
El sentido común permite eludir el temor que se apodera siempre de aquel cuyo razonamiento vacila; evita los desfallecimientos de la voluntad e infaliblemente indica la actitud que procede adoptar."
Y Yoritomo, cuyo ingenio se complace siempre en extender sus observaciones hacia el lado sociológico, añade:
"El sentido común varía según las costumbres y el ambiente. El sentido común de un pueblo no es el mismo que el del pueblo vecino.
1El sentido común tal como debe comprenderse
Ciertas costumbres que parecen muy naturales en el Japón, contrariarían o enojarían a los occidentales, así como nuestros antiguos prejuicios sufrirían al tener que soportar ciertas prácticas que son de uso corriente en los pueblos de Europa.
El sentido común —añade— se guarda muy bien de atacar ciertas creencias que la tradición ha convertido en principios.
No obstante, si la rectitud de su juicio le lleva a considerarlos perjudiciales, los acogerá con mayor reserva y se mostrará con ellos extremadamente circunspecto, lo cual equivaldrá a una censura pronunciada abiertamente.
La educación modifica también el sentido común; es evidente que un daimio [1] no puede juzgar las cosas de igual modo que un hombre perteneciente a las últimas clases de la sociedad.
Un mismo objeto puede ser deseado y rechazado según el rango que ocupe aquel que deba apreciarlo.
¿Hemos de creer por esto que en dos juicios tan contradictorios el sentido común no existe? De ningún modo. El sentido común puede rechazar o desear una cosa, sin que por ello sufra la lógica en lo más mínimo.
Por el contrario, es muy frecuente verla derrotada, al adoptarse en determinada situación el partido que un medio completamente distinto aceptara con razón como el más indicado por el sentido común."
Yoritomo nos llama además la atención sobre una particularidad:
"El sentido común —dice— es el arte de resolver los problemas, no el de plantearlos.
El sentido común influye raramente en una iniciativa. Pero desde el momento que se trata de llevar a la práctica lo que la ciencia, el ingenio o el numen humano han inventado, interviene de modo favorable y definitivo.
Es el elemento principal del discernimiento. Sin el discernimiento es, pues, imposible juzgar la proporción y alcance de las cosas.
Tan sólo gracias al auxilio del sentido común podrá distinguirse la naturaleza exacta de la proposición sometida al juicio y darle una interpretación conforme a la exactitud."
Este último punto es esencial y debe tenerse presente en todas las circunstancias de la vida.
Sin la exactitud, el sentido común no puede desarrollarse favorablemente, pues sufre sin cesar a causa de la incoherencia que resulta de las observaciones engañosas.
Si queremos ahora saber cuáles son las cualidades principales de que está formado el sentido común, pasaremos varias hojas y vemos lo siguiente:
"El sentido común es la síntesis de numerosos sentimientos que concurren a formarlo.
En primer lugar, mencionaremos el raciocinio.
Viene luego la moderación.
Enumeraremos, además:
El espíritu de penetración.
La continuidad del esfuerzo.
La cordura, que permite aprovechar las lecciones de la experiencia.
Existen asimismo otras muchas cualidades que, junto con las citadas, forman el sentido común; pero, por