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Libertad
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Libro electrónico351 páginas4 horas

Libertad

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Tras una serie de traumáticos episodios, la humanidad enfrenta la peor escisión de su historia: una minoría selecta maneja unos niveles extremos de tecnología, que le permite incluso disfrutar de la inmortalidad. Estos "superiores" viven encerrados tras los infranqueables muros de una serie de ciudades perfectas que los protegen de los "inferiores", hombres de una supuesta violencia congénita. Sobre este dislocado ambiente, Libertad dibuja la experiencia de Anto, un insulso funcionario de la Ciudad de Verona que gracias a su único amigo, el irreverente P, emprende un fascinante periplo que le llevará desde su sórdido despacho en el Ministerio de Exterminio hasta enfrentar de modo ineludible una cita con la "verdadera y única muerte". En este tránsito, que tiene mucho de inquisición personal, Anto descubrirá algunos de los entresijos ocultos de la sociedad superior: los infratrabajos esclavizantes, la rapiña sistemática a la que se somete a las poblaciones inferiores y hasta una conspiración política. La decepción que todo esto provoca en el protagonista le empuja por último a abandonar la Ciudad de Verona e internarse en la temida Zona Inferior. Allí conocerá la segunda mitad de la Historia, nunca contada. Atrevida alegoría de nuestra inasible sociedad globalizada, Libertad retoma, desde una perspectiva propia, la larga tradición de la socioficción, deudora de la literatura utópica de todos los tiempos.
IdiomaEspañol
EditorialUqbar
Fecha de lanzamiento30 ago 2016
ISBN9789568601300
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    Vista previa del libro

    Libertad - Pablo Gonz

    Índice

    Libro Primero

    DENTRO

    parte primera

    VERONA

    parte segunda

    TANNA Y CALCUSS

    parte tercera

    LA TORR E DE PISA

    parte cuarta

    SALIR

    Libro Segundo

    FUERA

    parte primera

    CALDERA

    parte segunda

    VIAJE AL CORAZÓN DE UN HOMBRE

    parte tercera

    CUENTOS INFERIORES

    parte cuarta

    P Y LA VIEJA SABIA

    A Eva Carrera,

    luz en la oscuridad.

    Pero ése es el comienzo de una nueva historia,

    la historia de la continua renovación de un hombre,

    la historia de su gradual regeneración,

    de su tránsito de un mundo a otro,

    de su iniciación en una nueva y hasta entonces incógnita realidad.

    F. M. DOSTOYEVSKI Crimen y Castigo

    Libro Primero

    DENTRO

    Un apartheid social mundial,

    con muros que separasen los países tecnológicamente desarrollados

    de los otros países mantenidos en el atraso, sería intolerable.

    O podría darse una bifurcación de la humanidad:

    por un lado los que disfrutan de todos los avances tecnológicos

    y prolongan al máximo su expectativa de vida

    (tal vez hasta más de 100-120 años),

    aislados por un muro más discriminador que el de Berlín,

    y por el otro la antigua humanidad,

    que sobreviviría con los recursos convencionales

    y con una corta expectativa de vida,

    contentándose con morir antes de tiempo.

    LEONARDO BOFF

    La voz del arcoiris

    parte primera

    VERONA

    1

    Yersinnia, Año 630 DRH

    Al sentarse junto a la ventana de su destartalada cabaña, el viejo Anto percibe una presencia: la de un niño rubio de unos diez años que está en cuclillas frente a una de las conejeras. El niño sonríe con plenitud, pero enseguida se concentra y se pone a buscar hierbas para dárselas a los conejos. Lleva unos pantalones cortos, demasiado anchos para sus flacas piernas y una basta camisa de lana en la que parece esconder algo. Va descalzo, pero se mueve con naturalidad sobre los guijarros.

    El viejo Anto sale de su cabaña, se acerca al muchacho y lo saluda.

    El niño le mira con sus grandes y brillantes ojos azules.

    —¿Cuántos conejos tiene?

    —Cuatro —responde el viejo.

    —¿Y usted se los come?

    —Claro.

    Vuelve entonces el niño a observar a los conejos y, recordando de repente su misión, se pone de pie y dice:

    —Buenas tardes. Me llamo Miguelito Shwarowski y mi padre me envía con un regalo para usted.

    Acto seguido, saca de debajo de su camisa un cachorrillo de perro, negro como un tizón, que lo primero que hace es bostezar.

    —Ya está destetado. Se llama Pilón. Pero mi padre me ha dicho que usted a lo mejor quiere ponerle otro nombre.

    Cuando el perrito llega a las nudosas manos del viejo, éste lo acaricia con suavidad:

    —Muchas gracias, Miguelito. Me va a venir muy bien tener un compañero, y Pilón me parece un nombre excelente para un perro.

    Luego lo baja al suelo y observa cómo el perro se lanza a morder una de sus botas.

    —La Yésica hacía lo mismo —aclara el niño—. Es porque son cazadores. La Yésica es la madre de Pilón. Yo no tengo madre. Se murió cuando yo nací. ¿Usted tiene madre?

    —Tuve una.

    —¿Y se acuerda de ella?

    —No muy bien. Nos separaron cuando yo tenía sólo cinco años.

    —¡Uy, hace mucho! Porque... ¿cuántos años tiene usted?

    El viejo acusa el golpe, pero prefiere no mentir:

    —Tengo trescientos diecisiete años.

    Al oír esto, Miguelito se queda como congelado:

    —Entonces, usted es superior.

    —Así es —reconoce el viejo.

    —De todas formas —concluye el niño—, yo no le tengo miedo.

    2

    Sbiriel, Verona, 22 años antes.

    Entrechocaron cuatro copas de vino, y Belachkian, un joven oriental, alzó la voz entre las sonrisas de sus compañeros:

    —Anto, por favor, repite el nombre del cargo —y añadió dirigiéndose a los otros dos, Immo y P—: ¡Ya veréis qué bonito!

    —Por favor, Bela, no seas chiquillo —se defendió Anto.

    —De acuerdo. Entonces lo diré yo. Tienen ante ustedes, queridos hermanos, al nuevo Ayudante Adjunto del Secretario Civil de Reordenación Territorial del Ministerio de Exterminio de la Ciudad de Verona. ¿Lo he dicho bien?

    —Casi —se resignó Anto, sentándose de nuevo en el butacón.

    También Belachkian y P se sentaron; no así Immo que se acercó a oler unas rosas que había en un jarrón. Este invitado vestía de un modo curioso, aunque no extravagante: un camisón de plasma naranja, a juego con los marcos de sus gafas, y botas militares del mismo color. También Anto y Belachkian iban vestidos de plasma, en este caso con trajes completos, mientras que P llevaba un complicado traje de tela, una antigualla compuesta de muchas piezas cuyos nombres sólo él conocía: chaqueta, chaleco, corbata...

    —¿Y cuándo se ejecuta el ascenso? —preguntó Immo.

    —Dentro de una novena —respondió Anto—. Eso me dijo el secretario de personal...

    —¡Alto, alto! —vociferó Belachkian de nuevo—. ¡Eso no nos lo habías contado! ¿Te entrevistaste con el Secretario Civil de Personal?

    —Pues, sí.

    —Pero, hermano, ¡qué nivel de coqueteo institucional! ¿Tú te das cuenta del grado que tiene el Secretario Civil de Personal? ¿Qué es? ¿Un cinco? ¿Un seis?

    —Es un grado cuatro —respondió ásperamente P, que había reconocido en la mirada de Anto una cierta molestia por tanta broma—. Sin embargo —añadió retomando su habitual tono galante—, es normal que el Secretario Civil de Personal comunique de palabra los ascensos a los funcionarios de nivel 8 y superiores, con lo cual no puede hablarse de coqueteo institucional.

    —Oye, hermano —dijo Belachkian—. ¿Tú estudiaste Derecho o algo así?

    —Este chico es idiota —replicó P llevándose la copa a los labios.

    —Se admite el argumento —apostilló Immo.

    Anto se limitó a guardar silencio, pero enseguida una llamada le proporcionó un motivo para hablar: «¿Cenamos?» A continuación, golpeó con sus nudillos la mesa donde reposaban las copas; y a sus espaldas, una silueta humana abandonó el marco de la puerta.

    El comedor era una pieza cuadrada con paredes de color mostaza y techo de piedra eléctrica. Una suave luz dorada bañaba el mobiliario: cuatro divanes forrados de cretona y una mesa de centro baja, vestida con un sencillo mantel de lino. Sobre él estaban servidos los entremeses: jamón de pato con gajos de mandarina, hojas de endivia rellenas de roquefor, un suculento paté con guindas y otras exquisiteces. Los comensales se acomodaron en los divanes y tras dirigir al anfitrión los elogios de rigor, comenzó la charla. Una castañeta de Anto sirvió de orden para que el criado entrase con el vino. Era un sirviente inferior de unos sesenta años. Tenía la frente surcada por profundas arrugas, pero sus manos trabajaban aún con rapidez. Sirvió el vino en las copas y se retiró hacia la puerta. Entre los comensales, la conversación ya remontaba el vuelo, y Belachkian insistía sobre Anto, arrojándole trocitos de zanahoria, en la necesidad de que contara en detalle su entrevista con el Secretario Civil de Personal:

    —Fue un recibimiento frío —relató el anfitrión por fin—. Cuando entré en su despacho, me pidió que me sentase un momento porque estaba haciendo el amor con una taquígrafa, lo cual era evidente. Y cuando terminó, me dijo que por resolución número tal, de fecha tal, me habían adjudicado el puesto cuyo nombre conoce tan bien aquí el hermano Belachkian. Luego me entregó una copia sellada del documento y me despidió.

    —¡Y ya está! —exclamó el oriental— ¿esa fue toda tu magnífica reunión con el secretario?

    —Sólo en tu imaginación hubo una magnífica reunión —acotó P.

    —Bueno, a decir verdad —continuó Anto—, sí hubo algo curioso. Mientras esperaba, me llamó la atención un retrato que colgaba de la pared. Era de un tipo de ésos que se nota que se dan importancia. Tenía un flequillo aplastado y un bigotito estrecho que parecía de broma. En el brazo llevaba una banda roja con una especie de araña negra. Cuando ya me iba, le pregunté a la taquígrafa quién era aquel hombre. ¿Y cómo me dijo? ¿Alo? No. ¿Afo?

    —Ado —corrigió P—. Se trata, seguramente, de Ado Jítler.

    —¿Y quién era ése? ¿Un inferior?

    —Sí, un tipo del siglo veinte que provocó una guerra que le costó la vida a más de cincuenta millones de personas, entre ellos a seis millones de judíos. En la lista de los mayores exterminadores de la historia, queda por encima de insignes asesinos como Pol Pot, Sadam Juseín y Estalin, pero es ampliamente superado por Mao Tse Tung, el fírer Minjijao, Magistrato, por supuesto, y el actual Consejo Civil Mundial.

    —Un día lograrás que te borren —dijo Immo.

    —Oye, P —intervino Belachkian—, ilústranos un poco. ¿Qué es un judío?

    —Un judío era una persona que practicaba la religión judía.

    —Vamos acercándonos. ¿Y qué es una religión?

    Dos golpes de nudillos, dados por Anto sobre la mesa, trajeron de vuelta al viejo criado. Cada cual se sirvió de la fuente de carne asada que éste hizo circular; y cuando se retiró, la explicación pudo tomar forma:

    —Cuando aún no se había descubierto la inmortalidad, la idea de la muerte le provocaba a la gente mucho miedo y la religión fue uno de los medios que los inferiores inventaron para no sentirlo. Había una figura llamada Dios, de quien supuestamente procedía el hombre y a quien supuestamente volvería después de muerto.

    —¿Y la gente de aquella época de verdad se creía eso?

    —La mayor parte sí aunque había excepciones, naturalmente. Por ejemplo, un filósofo del siglo diecinueve que se llamaba Niche.

    —Ese era el que hablaba del superhombre, ¿no?

    —El mismo. Tampoco creía en Dios otro filósofo que se llamaba Karmars. Decía que la religión era «el opio del pueblo». Para que me entendáis: «la droga de la gente». Curiosamente, Ado Jítler se reconocía discípulo de Niche, y sin embargo, luchó contra los discípulos de Karmars. ¿Alguien puede entender eso?

    El postre consistió en plátanos macerados en vinagre, y al término de la cena, se sirvieron café y vino dulce. Belachkian sacó entonces una cajita con raíz y la hizo circular, pero sólo Immo aceptó el ofrecimiento. Ambos sucumbieron enseguida a la sensación de fuerza que proporcionaba la droga y propusieron ir a un club de sexo, pero ni P ni Anto quisieron acompañarlos. Antes de abandonar la casa, el oriental, sin motivo aparente, la emprendió a patadas con el viejo criado, y sólo una rápida intervención de Anto evitó que la agresión pasase a mayores. Mientras P echaba a Belachkian y a Immo a la calle, Anto miró a su sirviente por primera vez en muchos turnos: el viejo se retiraba a su habitación en actitud sombría.

    —Este Bela es cada día más imbécil —dijo Anto—. ¿No sé por qué sigo invitándole?

    —Porque sois amigos desde hace más de cien años —respondió P.

    Anto sirvió personalmente el vino dulce y se reclinó en su diván. Comenzaba para él la fase auténtica de la celebración. También P era consciente de esto, y su rostro lo denotaba: había desaparecido de él cierta contracción que le daba a su dueño un aspecto demasiado intelectual. Permanecieron mucho tiempo en silencio, degustando el vino y con la mirada perdida en el techo eléctrico.

    Antes de salir a la calle, P se dio media vuelta y se despidió de Anto deseándole mucha suerte en su nueva etapa. Luego miró al viejo criado, que sujetaba la puerta, y pensó en decirle «gracias por servirnos». Sin embargo, se contuvo.

    3

    LOS CINCO MANDAMIENTOS INFERIORES

    No hablarás.

    No mirarás.

    No amarás.

    No robarás.

    No matarás.

    4

    Verona, 2/3/24 608 DRH

    Al salir de Sbiriel, el pueblo en el que he pasado la mayor parte de mis vidas, comprobé que mi autónomo tenía energía más que suficiente para llegar a Verona. Me sentía lleno de esperanza ante la perspectiva de mi futuro y a la vez un poco asustado. Lo desconocido siempre me produce este tipo de sensaciones contrapuestas.

    Lo primero que vi en la Radial Sur fueron los campos de maíz. Se extendían al sol, bajo una tenue nube de vapor. A tramos regulares se veían los brillantes paneles electrógenos, como árboles artificiales, y enormes máquinas de color naranja que navegaban por aquel océano vegetal. A unos cuatro kilómetros al norte de Sbiriel, a la altura de la Hacienda Faule, salí de la autopista para coger la carretera que conduce al monasterio de Spókel. A unos dos kilómetros del cruce existe un mirador desde el que se aprecian, en días despejados, los campos que se extienden al sur de Sbiriel. Dicen que con unos buenos visores se alcanza a ver incluso el Muro; pero los visores de mi alma no deben ser buenos, porque allí no se veía nada más que una superficie sembrada y un horizonte difuso. Tomé un par de fotografías, llamé a un número al azar y tras conversar un rato con una señora cuya máxima aspiración consistía en replicar perejil en el horno de su cocina, volví al autónomo para proseguir mi viaje. Algunas veces, las llamadas al azar me han dado ocasión de compartir mis sentimientos con gente interesante, pero casi siempre que uno habla al azar, se topa con gente común. Parece mentira que se desperdicie el tiempo en cosas tan banales como vivir la televida, ir a los clubes de sexo, esnifar raíz o replicar perejil en un horno. Cuando se piensa en los esfuerzos realizados por tantos científicos para lograr la inmortalidad de nuestra especie, uno llega a sentirse mal al ver que aquéllos sirvieron principalmente para entronizar la banalidad.

    Como este diario pretende ser, entre otras cosas, un panorama de mi época, he grabado en mi alma algunas noticias que escuché durante el viaje:

    «—Queridos oyentes: ¡feliz turno! Hace aproximadamente diez minutos, terminó de restablecerse el orden en la ciudad sauzamericana de Maracaná. Como ya informamos en anteriores boletines, un grupo de setecientos inferiores, fuertemente armados, se había apoderado de un torreón estratégico, dejando a su paso dos víctimas mortales y cinco heridos graves a los que ya se les ha practicado la eutanasia. Aunque la seguridad misma del núcleo no se vio amenazada en ningún momento, la algarada ha hecho saltar la voz de alarma entre las autoridades. Elgo18, Hermano Mayor de Maracaná:

    «—Puedo asegurarles que hechos como éste no se volverán a repetir. En los próximos turnos, el Consejo Civil va a estudiar las medidas a tomar. Pero, entretanto, quiero que todo el mundo sepa que Maracaná sigue siendo la misma ciudad tranquila de siempre».

    «—¿Qué medidas tienen previstas tomar, hermano Elgo?»

    «—Es pronto para decirlo, pero seguramente instalaremos algún tipo de armas inteligentes».

    «—¿Cabezas de hidra?»

    «—Es posible».

    «Bien, ya lo escucharon, queridos oyentes, Maracaná contará desde muy pronto con armas inteligentes en su muro. Para Radio Vero informó Moloinchi6: ¡feliz turno!»

    «Gracias, Moloinchi. En otro orden de cosas, el Consejo Civil Mundial informó que hace seis turnos se comenzó a bombardear Naipul con bacterias heterófagas 62 y 63 LBH, dentro del programa de erzificación de dicho planétulo. En las próximas novenas se aplicará el siguiente paso: la liberación controlada de algunas especies de insectos clásicos, como moscas y cucarachas».

    «Siguen en paradero desconocido los 36 tripulantes y 984 pasajeros del ovi de la compañía Fri que se precipitó la novena pasada en aguas jurisdiccionales de Kent. Aún se está analizando la posibilidad de que se tratase de un atentado milt. Recordemos que un comunicado pirata, recibido en Cárdif a los pocos minutos de la catástrofe, se atribuía la autoría del atentado y anunciaba otros, sin precisar fecha ni lugar. Expertos consultados opinan que todo parece apuntar a un intento de los eternos insurgentes por aprovechar en beneficio de su causa lo que no es más que un lamentable accidente. Caso de no aparecer con vida en la próxima novena ninguno de los pasajeros siniestrados, las autoridades de Kent transmitirán sus datos personales al Archivo Civil, o a las correspondientes ciudades de origen de los mismos, para proceder a su clonación reglamentaria».

    «En lo que se refiere a las noticias locales, destacar, sobre todo para los niños, que el barco a vapor de la laguna Máxima ya se encuentra en servicio, con una garantía de 100 años y un seguro personal de 20 millones de oros por pasajero. El valor del billete se incrementará a 4 oros».

    «La temperatura en estos momentos es de 21 grados y la previsión meteorológica anuncia lluvias ligeras para el próximo turno. Contaminantes aéreos: 56. Nivel de ruido permitido para mañana: 8».

    «Para terminar y como es habitual, les invitamos a compartir con nosotros un momento de reflexión junto a nuestro común padre Golo. El Patriarca, de gira por Norzamérica, pronunció estas hermosas palabras mientras compartía una taza de café con algunos ciudadanos de Ny: «Cultivar los lugares sagrados os vivificará». Gracias, Golo, por verter tu luz sobre nosotros».

    Al entrar en los Bosques Civiles de Verona, bajé la velocidad de mi autónomo a 20 km/h para disfrutar mejor del paisaje. Se veían sobre la cúpula los viejos robles entre cuyas ramas volaban pájaros e insectos. Había paseantes solitarios, parejas de amantes, perros que jugaban a perseguirse y un grupo de niños. Me llamó la atención la funcionaria de Natalidad que acompañaba a éstos porque llevaba un peinado muy curioso: el pelo en dos trenzas, una hacia delante y otra hacia atrás. Poco más allá entré en el túnel y al llegar al Nudo, tomé el Anillo Subterráneo hacia el este. A apenas trescientos metros, mi alma me envió a mano derecha de nuevo, y luego me dictó el número del garaje y abrió la puerta. Mi criado ya estaba allí, esperándome. Conectó el autónomo a la red y subió por una escalera. Yo le seguí.

    Mi casa actual es mucho más grande de lo que había imaginado. También más fría. Creo que me llevará algunas novenas acomodarme a ella. Echo de menos a P.

    5

    RUPTURA DE HOSTILIDADES (RH). Episodio histórico que marca el inicio de la Civilización Superior. Sirve como cronorreferencia (ARH, Antes de la Ruptura de Hostilidades/DRH, Después de la Ruptura de Hostilidades), y su equivalente en el cómputo antiguo es el año 2065 después de Cristo. Se trató de un movimiento revolucionario espontáneo a escala mundial cuyo origen geográfico es aún hoy motivo de disputa. Las hipótesis mejor definidas apuntan a Ciudad de Méjico, Los Ángeles, Niumoscau, Sanyermén, Lagos, Calcuta o Pekín. Su desarrollo se ciñó al mes de nov de aquel mismo año, pero sus consecuencias se extendieron a lo largo de décadas. Los miembros de las clases más pobres de todo el planeta se rebelaron al unísono contra el orden establecido, quemando edificios lujosos y barrios residenciales, saqueando supermercados y templos, derribando torres de comunicación, etcétera. Como consecuencia de aquellos trágicos acontecimientos, unos dos mil millones de personas perdieron la vida, entre los afectados directamente y los que sucumbieron a las epidemias posteriores (v. Peste de los Quinientos). Al movimiento social de un cuarto de siglo de duración que se consagró a la tarea de restaurar el orden se le denomina Reencuentro (v.). Esos veinticinco años coinciden prácticamente con la extensión de la vida de Magistrato, el Último Mortal (v.).

    Enciclopedia Abreviada Tsírkel

    MAGISTRATO, (El Último Mortal). Celebérrimo Mártir, Cívico y Exterminador, nacido el año 6 ARH en la ciudad de Cali (República Anarco-Ecológica de Gran Colombia) y muerto el 25 DRH en el Océano Indic, algunas millas al sur de Yogyakar (Asia). Su deceso marca el fin de la época denominada Reencuentro (v.) y el inicio de la Paz Guerrera (v.), germen y cuna, respectivamente, de la actual Civilización Celular Triunfante (v.).

    Nada se sabe de los primeros seis años de la vida de Magistrato, por lo que su biografía oficial arranca el propio año de Ruptura de Hostilidades (v.), concretamente el día 18 nov, en la ciudad de Valdivia (República Cristiana de Patagonia), donde se encontraba de vacaciones con su madre. Según puede leerse en su autobiografía Sin compasión: «parecía que los disturbios universales no iban con aquella tranquila ciudad sureña, de modo que mi madre decidió que nos quedáramos a vivir allí». La vida de la joven turista y de su hijito, convertidos de un momento a otro en refugiados, siguió el curso normal en tales casos: las constantes consultas telefónicas, la atención a las noticias y la restricción de los gastos en previsión de la segura escasez. Magistrato se adaptó pronto a la nueva situación, pero el día antes citado su universo sufrió una dramática mutación. Él y su madre habían salido a pasear cuando, de repente, apareció un carro de combate atestado de gente enardecida. Uno de aquellos exaltados fue el autor del disparo que le costó la vida a la madre de Magistrato. «Iba de la mano de mi mamá y enseguida la vi en el suelo. Tenía las piernas dobladas y la falda levantada. Lo siguiente que recuerdo son las ratas». En su desesperación y sin que nadie le prestara ayuda, el niño comenzó a vagar sin rumbo por aquella ciudad que ardía, abandonada a su triste suerte, y por fin halló refugio en un almacén de cereales que acababa de ser saqueado. Un costal debió de ser su humilde lecho y algunos granos quemados su único alimento por novenas enteras. Haría sus necesidades en un rincón, como cualquier animal, y bebería agua del río al atardecer. De aquellos turnos data el vívido recuerdo de las ratas, que marcaría para siempre el destino de Magistrato como Exterminador. Un día, en un galpón próximo a las ruinas que le servían de refugio, encontró una trampilla solera; y al abrirla, fue inmediatamente asaltado por una numerosa tropa de ratas que se desperdigaron en todas direcciones. El recuerdo del zumbido que produjeron sobre el suelo de cemento las uñas de aquellos cientos de roedores no le abandonó jamás. En el interior de la trampilla, Magistrato encontró sacos de manzana deshidratada, de uvas pasas y de coco rallado, todo ello roído por las ratas e infectado con sus excrementos y sus nidos. A pesar de la repugnancia que sentía, el niño logró extraer las partes aprovechables y transportarlas a un lugar seguro. Sin embargo, su situación no mejoró con aquel hallazgo, sino todo lo contrario. En cuanto el sol declinaba, el almacén «se poblaba de rumores y chillidos roncos, que daban los machos al pelear. Si al menos nunca fuera de noche, me decía. Si no hubiera abierto esa trampilla. Si mi mamá estuviese aquí. Así pensaba yo».

    Pocos turnos más tarde, el horrible presente de aquel miserable niño comenzó a transformarse en un futuro mejor. Unas personas que dieron con él, le recogieron y le condujeron a la localidad de Punucapa (v. Punukip), donde se habían atrincherado, novenas atrás, los restos de la colonia yerman de Valdivia. En aquel lugar, una aldehuela ribereña del río Crosses, pasó Magistrato los años de su segunda infancia y desarrolló los instintos exterminadores que lo harían célebre. También allí definió mentalmente, bajo la benéfica influencia de sus lecturas de Niche, Chopenjágüer y Jítler, los pasos más gloriosos de su fascinante carrera política. No es necesario decir que en el recinto de Punucapa no se vio una sola rata, ratón, nutria o coipo en los años que Magistrato permaneció allí. Este hecho le valió el apodo de Gato, con que solían dirigirse a él sus más íntimos comilitones. Tampoco se vio, a partir de un momento dado, a merodeadores humanos. Con sólo doce años de edad, Magistrato se jactaba de haber «mandado al infierno» (matado) a dieciocho inferiores de todas las edades. A los catorce, tras el Restablecimiento Telefónico (v.), Magistrato pronunció ante el Foro Civil de Resistencia (v.) —antecedente inmediato del actual Consejo Civil Mundial (v.)—, su famoso discurso De la correcta población. Este obra, uno de los primeros documentos redactados en lengua inglis, destacaba la urgente necesidad de regular la población humana del planeta por medio de una serie de masacres oficiales, «tarea pendiente que a todos compete, pero cuya organización y realización asumiré con gusto, si así se me ordena». Partiendo de los más de dieciocho mil millones de humanos supervivientes a la Ruptura de Hostilidades (v.) y posterior Peste de los Quinientos (v.), Magistrato se comprometía, en un plazo no superior a diez años, a reducir la población terrestre a la más razonable cifra de dos mil millones. Estos habrían de desglosarse del siguiente modo: doscientos millones de superiores y mil ochocientos millones de inferiores. El efecto del célebre discurso fue apoteósico y el Foro Civil de Resistencia resolvió a favor de la aplicación del Plan Magistrato. Cuando el joven Cívico llegó a Austin (Norzamérica), centro del Restablecimiento Telefónico, venció con su enérgica elocuencia las reticencias que su corta edad despertaron entre los Aforados, y se puso manos a la obra como un nuevo Alejandro (v.) o un nuevo Augusto (v.). Corría el año 8 DRH.

    Son de sobra conocidos los hitos principales de la Gran Masacre Inferior (v.) y no vamos a referirnos a ellos in extenso. Baste citar las Campañas Nucleares Norzamericanas de los años 9 y 10; los Bombardeos Nitrogénicos de DF, San

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