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Señores auditores, muy buenas tardes: Selección de Pamela Hernández y Silvia Hernández
Señores auditores, muy buenas tardes: Selección de Pamela Hernández y Silvia Hernández
Señores auditores, muy buenas tardes: Selección de Pamela Hernández y Silvia Hernández
Libro electrónico490 páginas6 horas

Señores auditores, muy buenas tardes: Selección de Pamela Hernández y Silvia Hernández

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Información de este libro electrónico

Luis Hernández Parker (Hachepé o HP), fue el comentarista político radial más escuchado en Chile durante varias décadas (1946 a 1975), con gran influencia entre los políticos y en un amplio público. Además de comentarios sobre política nacional e internacional, abordaba una amplia variedad de temas con el objeto de informar y formar a los chilenos sobre su país, América Latina y el mundo. El libro que presentamos, reúne una selección de los libretos que preparaba HP para sus comentarios radiales. A través de ellos podemos conocer el tipo de periodismo que hizo este connotado comunicador social, la profundidad y lucidez para analizar e interpretar los hechos, como la claridad y amenidad con que los comentaba. Pero a través de estas lecturas también podemos conocer los intereses de los auditores y del Chile de entonces como el sentido de la política.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento1 may 2018
Señores auditores, muy buenas tardes: Selección de Pamela Hernández y Silvia Hernández

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    Señores auditores, muy buenas tardes - Luis Hernández Parker

    Luis Hernández Parker

    Señores auditores:

    muy buenas tardes

    Selección de

    Pamela Hernández y Silvia Hernández

    Edición de Marcelo Mendoza y Nibaldo Mosciatti

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones

    Primera edición, 2010

    ISBN: 978-956-00-0150-4

    Composición de portada: Marian Salamovich / María José de la Barra

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 2 860 6800

    www.lom.cl

    lom@lom.cl

    Introducción

    Hachepé, el alfabetizador político de Chile

    Marcelo Mendoza Prado

    1

    Hay periodistas cuyo principal mérito es estar en el lugar de los hechos, de modo de relatarlos como testigos presenciales. Las nuevas tecnologías y su característica inmediatez en la transmisión de lo que acontece han posibilitado que hoy puedan ejercer de reporteros ciudadanos comunes y corrientes que se limitan a registrar en una foto del celular lo que les tocó ver o avisar al instante del acontecimiento del que fueron testigos. Y la información enviada tiene filtros muy tenues o definitivamente no los tiene, y por ello somos auditores o lectores de noticias que nunca antes habrían sido calificadas como tales.

    Cierto periodismo ha derivado en la pura y dura chismografía, en una suerte de fisgoneo permanente muy propio de una sociedad espía y vacua como la que vivimos. Esto posibilita una perniciosa sociabilidad basada en lo que en el siglo XIX constituyó una utopía y que hoy se hizo real: la del panóptico, artefacto que permitiría vigilar todo lo que ocurre alrededor. Algo huele mal cuando los periodistas se transforman en fisgones, acusetes o vigilantes donde el objeto fundamental es reproducir mediáticamente el momento en que supuestos personajes realizan acciones privadas que al hacerse públicas convierten lo que pasa, incluida la política, en un espectáculo. Esta frivolización ha degradado la esencia del oficio, que lo entiendo con una inherente intención de profilaxis social, imprescindible en toda sociedad democrática, como lo es el doble esfuerzo por la representación de la realidad de un momento y, a su vez, la fiscalización de lo que hacen públicamente los principales responsables del acontecer, es decir, los que detentan el poder fáctico o formal.

    La lectura de los libretos radiales de los comentarios políticos de Luis Hernández Parker (Hachepé o HP, para su vasto público) es un plato exquisito de degustación para quienes habíamos ya perdido el gusto de paladear periodismo ejemplar, inteligente y con una lúcida capacidad de interpretación de lo que sucede en un momento histórico que lo hace perdurable en el tiempo. Como nos gusta la gastronomía, diríamos que contiene los ingredientes precisos –ninguno está de más– para una cena de gala, pero engullida en la conversación informal con un grupo de amigos conocedores de la buena mesa, lo que implica personas con sentido de pertenencia al destino de una sociedad.

    HP nos entrega el placer y la utilidad cívica de ser bien informados; esto quiere decir explicando todo el contexto necesario para comprender, y recibir una interpretación lúcida y ponderada de lo que se informa, donde sobran las calificaciones pues el comentarista ha tenido la capacidad de hacer innecesario adjetivar ya que su enorme atributo de análisis de cómo suceden las cosas es suficiente para formarse una opinión.

    Para estar bien informado se debe saber con precisión lo que en verdad sucede, pero, más aún, saber lo que va a suceder. Tan importante como aquello es prescindir de juicios personales evidentes, lo que se logra poseyendo una independencia y libertad que permite reconocer las basuritas debajo de la alfombra, aunque éstas acarrean consecuencias incluso para la defensa de las propias ideas y convicciones.

    En ese sentido, Hachepé realiza una labor predictiva, entregando a sus auditores escenarios posibles para la política. ¡Qué manera de echarse de menos esta función alfabetizadora y pedagógica en el periodismo, la política y sociedad hoy! Esta función mañosamente ahora ha sido sustituida por el abusivo rol de las encuestas, no dejando espacio para el análisis y reflexión más puros y elevados. Sin lugar a dudas esta labor va mucho más allá del periodismo: constituye una función profiláctica que ayuda a construir una democracia con sustento.

    En sociología se llama reflexividad al hecho de que la predicción de situaciones provoca el efecto de modificar lo predicho tan sólo por haberlo anticipado: es decir, la profecía al ser hecha pública puede llevar, por su publicidad y no por otra cosa, a cumplirse o, por el contrario, a evitar cumplirse. Como se verá en sus dramáticos comentarios del período de la Unidad Popular –dramáticos porque en sus audiciones están todos los ingredientes de la tragedia griega– lo que permanentemente hace es llamar la atención a su masivo público auditor de la polarización imperante para evitar la tragedia. La ética del periodista, presente siempre en él de manera explícita y sobre todo implícita, hace ver que la democracia es una construcción histórica de peso que no se puede echar por la borda ignorando de manera irresponsable el atributo aristotélico de la falta de prudencia.

    Lo que hace Hachepé es anticiparse: orientar el curso de la política; lo que lleva a construir una realidad, donde los actores políticos finalmente, para tomar decisiones, están obligados a ser también auditores suyos pues era él quien armaba el rompecabezas político completo, uniendo los retazos que le han proporcionado los diferentes protagonistas del poder de decisión. Y lo hace con un valor agregado no menor: proporciona el gozo de la palabra bien dicha. Los lectores actuales podrán confirmarlo ahora con la lectura de comentarios agudos, pero también amenos.

    Reitero: Hachepé llegó a ser el chileno mejor informado del país, lo que puede ser valiosísimo si se usa para iluminar a la población (y nefasto si se utiliza para abusar de la información privilegiada en favor de espurios intereses personales). Sin embargo aquello, me parece, es secundario al lado de otro aporte mayor, fruto de su inteligencia y capacidad para interpretar la realidad: llegó a ser la brújula que indicaba el curso de los acontecimientos.

    Otro aspecto a destacar es el talento y amenidad de su escritura, donde combina con destreza el afán didáctico explicativo de los sucesos con una pluma que a veces llega a finuras como ésta: Los girantes partían a las provincias y regresaban con la faz rubicunda y sonrosada como chiquilla que ha recibido su primera declaración de amor. O esta otra: políticos de campanuda y gaseosa oratoria (al referirse a los políticos tradicionales argentinos). O, por último, espléndidos perfiles como el que hace de Carlos Ibáñez del Campo, que ocupa la mayor parte de su comentario de una tarde, y que no es un personaje de su agrado, pero su sentido de justicia es tan grande que no resulta ofensivo.

    A veces la lectura de estos libretos es un placer: informa, explica, analiza, interpreta y, cuando lo estima necesario, se pronuncia, aunque esto ocurre sólo en contadas ocasiones.

    2

    Pertenezco a otra generación y por tanto no tuve el gusto de oír sus comentarios políticos, pero puedo imaginar a miles de auditores esperando el momento en que este periodista, que concebía la política como el ejercicio de la más alta acción colectiva que puede llegar a tener un pueblo, comenzaba a dirigirse a los Señores auditores, saludando con un Muy buenas tardes. Al leer estas audiciones, tantos años después, e imaginando su timbre de voz, me percato de que superaba con creces la labor de un periodista, pues lo que en verdad hacía era relatar y explicar la historia de lo inmediato, desde la óptica de quienes tienen el privilegio de tomar las decisiones, que hace trascendentes aquellos momentos acotados. Por eso sus comentarios tienen una vigencia insospechada, no para buscar la arqueología, los vestigios de una época acabada, sino para entender lo que sucedió después: ahora mismo.

    La influencia de HP en el acontecer político chileno en casi 30 años, desde el gobierno de Gabriel González Videla (1946-1952) hasta el de Salvador Allende (1970-1973), no figura en los análisis históricos de nuestro pasado reciente. No conozco textos políticos ni históricos locales en donde se reconozca la reflexividad en la explicación de la historia. Tarea pendiente. Hernández Parker fue un factor de reflexividad en la política del Chile de la segunda mitad del siglo XX. Me explico: por el hecho de analizar desde un micrófono (y también en prensa escrita y, después, en televisión) la política inmediata con agudeza e influencia, los acontecimientos de las altas esferas del poder podían llegar a modificarse. El haber sacado de la opacidad la política real hacía que ésta pudiera modificar el curso que habría tenido de no haberse difundido masivamente. Esta función de transparencia es primordial para una sociedad verdaderamente democrática. Y es el rol más genuino de sanidad pública del periodismo, y el termómetro de la vitalidad democrática de un pueblo. Pese a toda la ampliación de libertades y derechos ocurrida en los últimos decenios en el mundo, hoy este termómetro indica que la vitalidad democrática deja mucho que desear.

    En su sentido más preciso, Hernández Parker fue un pedagogo de la democracia y un alfabetizador político, puesto que su labor explicativa y descriptiva de los sucesos políticos chilenos (y también iba más allá: son notables sus comentarios respecto del primer vuelo espacial del Sputnik, del terremoto de 1960 o sus análisis de política internacional, por ejemplo) lo hacen ahora, a la distancia, valorarlo como tal vez el más consistente educador cívico que ha tenido el país y por ello a él se le debe cuota no menor en la formación de ciudadanos con conciencia política de al menos tres generaciones del siglo XX.

    Su credibilidad era tal que la expresión Lo dijo Hernández Parker se utilizó como sentencia para cerrar cualquier disputa política.

    Como alfabetizador político tuvo dos tribunas permanentes: la radio y la prensa escrita. En la primera, la mayor parte de su trabajo lo ejerció en sus Tribuna política o Tribuna libre en diversas radios. En la segunda, escribiendo semanalmente en revista Ercilla. Sin duda, la radio lo hizo llegar a un público mucho más amplio y heterogéneo. Y ahora tenemos el raro privilegio de oírle nada menos que sus comentarios vertidos en cinco períodos presidenciales. No deja de ser paradójico que lo expresado en el soporte de la inmediatez (la radio) ahora se haga permanente.

    Sé que en la actualidad es tarea difícil que el auditorio se asombre o entusiasme ante este tipo de privilegios. Para quienes nos importa retener y mantener la memoria –inmediata, mediata y ojalá también remota– se trata de una fuente primaria de incalculable valor. Y esto se lo debemos a su familia, que tuvo la perseverancia y el mérito de transmitir este legado, conservando y recuperando libretos dispersos que se estaban comiendo los ratones.

    Nuestro pasado reciente ha sido tan traumático que los comentarios recopilados en este libro son una invaluable fuente para entender mucho mejor la complejidad de lo ocurrido.

    3

    El lector se sorprenderá al repasar en estos libretos pedazos de la historia que desmienten o al menos hacen más cuestionables algunas verdades oficiales. Por ejemplo, por poner un tema casi al azar, respecto a la posición chilena sobre la señera demanda de soberanía marítima boliviana. Escojo dos extractos de libretos de HP: uno, de comienzos del gobierno de González Videla, en el que informa que el Presidente quiere entregar un corredor de territorio a Bolivia para que pueda salir al mar e incluso también analiza posibles revisiones de límites fronterizos, cuestión que piden Bolivia y Perú. Hoy, cuando nuevamente ha estado en pauta la posibilidad de una salida al mar a Bolivia, a muchos chilenos les parecerá una extemporaneidad y se les olvida o no lo saben que gobiernos de derecha como aquel plantearon lisa y llanamente entregársela. Como comenta HP, también en el gobierno de Ibáñez estuvo latente esa posibilidad: Que Bolivia tiene derecho a una salida propia y soberana al mar y que el camino más corto es Arica… es indudable, y algún día se realizará.

    El recorrido histórico de las audiciones de Hernández Parker, con el mérito de haber sido difundidos en cada presente mismo (y escritos bajo el imponderable periodístico de la inmediatez), merecerán más de alguna revisión para quienes han narrado y explicado parte importante de la segunda mitad del siglo XX chileno. Porque tuvo la capacidad para complejizar los conflictos vividos, puesto que tuvo a mano fuentes discrepantes que, a la vez, eran protagonistas de lo que ocurría. Puedo decir que, en mi caso, me permitió entender que los procesos políticos distan mucho de cómo por lo general son puestos a posteriori, ya que se tratan de explicar sólo en base a sus consecuencias.

    En particular, permítaseme confesar que gracias a este rescate de las audiciones de Hernández Parker sólo ahora puedo valorar como uno de los hechos más significativos de la consolidación de la democracia en Chile la aprobación de la Cédula Única para votar, que fue ley solo en las postrimerías del segundo gobierno de Ibáñez, que desde la elección presidencial de 1958 evitó continuar con la felonía del acarreo de miles de inquilinos a votar por el candidato de los patrones. La valoración, está de más decirlo, la dio el propio HP en su comentario, explicando en su rol de pedagogo de la democracia que lo que entonces aprobaba el Congreso era acaso el hecho político más importante del siglo. Desde que leí ese libreto no olvidaré nunca el nombre del parlamentario que presentó la ley: el democratacristiano Jorge Rogers, destacado –obvio– por nuestro comentarista.

    En razón a que, pese a los años todavía vivimos con el trauma de lo acontecido en el período y fin de la Unidad Popular, resultan particularmente esclarecedores los comentarios de HP de entonces. Sus reiterados esfuerzos por contemporizar las posiciones alejadas del ultrismo, en defensa de la convivencia democrática, terminan siendo –en su última audición rescatada aquí de ese tiempo– casi un grito para evitar la debacle, que ahora, tras todo el dolor acaecido con posterioridad, da cuenta que los fieles auditores al final no lo escuchaban. Si lo hubieran oído… Por ejemplo, en abril de 1972 Hernández Parker les decía a sus señores auditores que lo prudente es que los políticos chilenos no traten de zafar sus iras (…) Parece que ha llegado el momento de reemplazar el odio por una solidaridad constructiva. Si lo que digo es predicar en el desierto, mala suerte.

    4

    Nacido en Antofagasta en 1911, de padres asentados en Bolivia, Hernández Parker estuvo interno en el colegio salesiano Patrocinio San José de Santiago y estudió Derecho en la Universidad Católica. Allí fue compañero de Eduardo Frei, Bernardo Leighton y Radomiro Tomic, los fundadores de la Falange Nacional, luego personajes clave de la Democracia Cristiana. Con una educación en recintos claramente clericales, HP fue un líder estudiantil que se opuso a la dictadura de Ibáñez al comienzo de los años 30, formando el movimiento universitario Avance, de izquierda, para luego entrar a militar en las Juventudes Comunistas, donde llegó a ser su secretario general.

    Se casó con Dora Volosky, ingeniera agrónoma también comunista, y su casa fue un reducto de acogida de comunistas visibles y perseguidos. A los 25 años –tras la caída de Ibáñez– llegó incluso a subrogar al secretario general del Partido Comunista, Carlos Contreras Labarca, cuando se ausentaba. En paralelo, empieza a escribir en el periódico Frente Popular y como corresponsal del diario argentino Crítica, que dirigía Natalio Botana. Volodia Teitelboim, primo de su mujer y que recién llegado de provincia vivió en casa del matrimonio, ha relatado que era un líder político innato y que poseía una oratoria seductora que hacía oírlo sin que volara una mosca.

    En 1935 ocurrió un suceso que marcaría traumáticamente su futuro: al regreso de un viaje que hizo a la URSS a un congreso mundial de juventudes comunistas, llegó a Buenos Aires, donde es detenido por la policía secreta. Lo torturado. Retornó al país silencioso y muy afectado, sin decir palabra de su detención. Hasta que el diario conservador chileno El Imparcial reprodujo lo publicado en un periódico argentino que revelaba las Confesiones de Luis Hernández Parker bajo tortura. Hubo terremoto en el PC chileno y, al confirmarse que lo narrado era cierto, fue expulsado por delación.

    Nunca se defendió de ello. Guardó silencio sepulcral sobre todo lo que le sucedió y políticamente quedó como un paria. Su esposa y sus cuatro hijos fueron su refugio emotivo. Es entonces, en esa condición de borrado del mapa de su partido, que se incorpora en cuerpo y alma a la que fue su vocación esta sí imborrable: el periodismo. En 1941 entra a revista Ercilla, donde compartió años de trabajo junto a otros notables periodistas como Manuel Seoane, Julio Lanzarotti, Lenka Franulic, Enrique Cid, Hernán Millas, Emilio Filippi o Hans Ehrmann, entre otros. En 1944 comienzan a oírse sus primeros comentarios políticos en radio Prat, luego pasa a radios La Americana, Sociedad Nacional de Agricultura, Cooperativa Vitalicia, Corporación, Minería, Portales y nuevamente Minería, en las cuales su Tribuna libre, luego Tribuna política, pasaría a ser audición obligada para todo ciudadano que quisiera estar bien informado de lo que realmente pasaba en Chile.

    Su influencia llegó a ser tan grande que sus fuentes eran, podría decirse, las más importantes figuras políticas del país, no los orejeros que propagan rumores. Su segunda mujer –María Inés Solimano, con la que tuvo dos hijos más– contó una vez que para confirmar algún dato sabía perfectamente las horas para llamar a estas fuentes privilegiadas: sabía que Eduardo Frei Montalva a las 7:15 salía de la ducha o que Carlos Altamirano a esa hora hacía ejercicios. Por cierto: nunca dio a conocer sus fuentes y por ello –y por otras cosas más– era absolutamente confiable para ellos.

    En la década de los 60 llegó a tener espacio propio en Canal 9, de la Universidad de Chile (actual Chilevisión), y en los 70 en TVN.

    Hernández Parker gozó de un privilegio: su trabajo, es decir el unánime reconocimiento de su talento para comentar la política con altura de miras y honestidad, lo hicieron una persona querida por el público. Adonde fuera lo reconocían y se le acercaban para pedirle que les dijeran cómo veía el panorama político, y él lo daba. Hay relatos de sus contemporáneos de haber sido testigos de recepciones con aplausos cuando más de alguna vez llegó a un restaurante, de parte de los comensales presentes. Cuesta imaginar situaciones parecidas para con un periodista en la actualidad. Y ello es un síntoma de que el periodismo actual no cumple la misma función que la de aquellas épocas.

    Su agudeza e inteligencia puestas, en definitiva, al servicio de la democracia en la que creía fueron un aporte precisamente para el devenir democrático del país. Nadie podía imaginar de manera exacta cuál era la postura ni los afectos políticos de Hachepé, aunque sí podían quedar claros sus desafectos: todo lo que atentara a la convivencia pacífica con derechos, como por ejemplo el autoritarismo de Ibáñez o el peronismo en Argentina. Leyendo sus libretos, esto parece evidente, pero haciendo la salvedad de un persistente esfuerzo por ser ecuánime en el relato del acontecer, mostrando las distintas posiciones recogidas por la variedad y relevancia de sus fuentes. ¿Cómo podía entenderse que indistintamente tanto Frei Montalva como Salvador Allende o Carlos Altamirano lo trataran con la confianza de un amigo, sabiendo que todo lo que dijeran –en desayunos o almuerzos habituales– podía ser usado en su contra? Porque nunca hizo tal.

    5

    Quiero destacar el valor del trabajo de selección de libretos realizado por Silvia y Pamela Hernández. No sólo los rescataron, tantos años después, sino que hicieron una selección extraordinaria, que implicó una labor ardua y de años. Extraordinaria porque no hay un libreto seleccionado que no tenga interés, preocupándose de que esté presente una amplia mixtura de temas que dan cuenta de la historia de estos años, en Chile y el mundo.

    Quedará la sensación de que faltó poner en el libro los comentarios políticos de Hernández Parker los meses, semanas y días previos al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Indudablemente que por el peso que aún tiene para el Chile actual aquel período nos habría sido necesario, después de todo lo leído, saber qué decía Hachepé de la tragedia que sucedió. Sin embargo, esta ausencia se explica porque la labor de rescate, como se puede suponer, no fue total y quedaron muchos libretos perdidos o desechos por el paso del tiempo. El último comentario radial del período de la UP que está en esta selección es lo suficientemente claro de lo que ha de venir, pese a ser emitido en junio de 1973.

    Asimismo, llaman la atención los libretos pos Golpe, por su candidez e incluso más que eso, ya que de manera manifiesta elude hablar de la situación política. Y cuando lo hace, el pedagogo de la democracia aparentemente ha decantado en un educador del nuevo régimen que no tiene nada que ver con soberanía popular. Incluso más: a veces, podría leerse como casi un justificador de la Junta Militar.

    Ante la carencia de libretos en las semanas posteriores al 11 de septiembre, las responsables de la selección de esta obra transcribieron el comentario político de HP publicado en revista Ercilla, en octubre de 1973, y que explica la situación imperante por cierto sin el menor asomo de crítica, como una voz más entre tantas otras que el periodismo de entonces podía publicar. Ello da cuenta de la honestidad de las autoras de esta selección, porque no quisieron dejar en el limbo el rol de comentarista político de HP en momentos en que esta tarea podía ser muy cuestionable.

    Pese a ello, en otros libretos pos Golpe Hernández Parker se da maña para solapadamente decir algunas cosas, como referirse a la Declaración Universal de los Derechos Humanos o al asesinato y funerales del general Carlos Prats, enfatizando que no recibió honores por haber sido Vicepresidente de la República y comandante en jefe del Ejército y que nadie del Gobierno asistió a su sepelio.

    En otro, de julio de 1974, se refiere a que le preguntan: Oiga HP, ¿por qué no habla como antes? ¿Por qué no se refiere a los entretelones de la política chilena? Usted no nos cuenta nada, se corre. ¿Qué pasa?. Y responde: Quienes preguntan no se han dado cuenta de lo ocurrido en Chile desde el 11 de septiembre y viven en la luna.

    Uno de sus últimos libretos radiales parece una magistral pieza surrealista. La situación de no poder hacer comentarios políticos, para él, que lo que había hecho toda la vida, debió haber sido tan dramática que comenta varios minutos un Manual de la Familia, que se acababa de editar, siguiendo su característica labor pedagógica: explica en qué consiste y lo útil que puede ser para padres y amas de casa, pues da consejos para comprar casa propia, primeros auxilios, educación de los hijos, etcétera. Una lectura entrelíneas hace ver que ese comentario político pudo ser una ironía ferozmente desesperada.

    Es muy probable que ese sentimiento, horrible para alguien que siempre abogó por una democracia tolerante y de convivencia, haya apurado su muerte, en mayo de 1975.

    Periodistas y políticos. Carta de Salvador Allende

    6 de agosto de 1970

    Señor don Luis Hernández Parker - Presente

    Muy apreciado H.P.:

    Impuesto de la carta que dirigieras a Rafael Tarud, me apresuro a escribirte para hacerte llegar algunas reflexiones. Procedo así, sin soberbia, porque siempre me esfuerzo en no ahorrarme explicaciones si alguien se siente víctima de un trato injusto, a raíz de cualquier actitud mía –o en que me corresponda papel indirecto– que acaso haya sido mal interpretada.

    A través de nuestros ya tan largos años de convivencia en el ajetreo político chileno, imagino que habrás comprobado un estilo de actuar en mí: no soy de los hombres públicos que se desviven por cultivar periodistas para ocupar sitios realzados en los titulares periodísticos o en las audiciones radiales o de TV.

    Mi manera de actuar me ha llevado a girar en rededor de valores más permanentes que los que fluyen de las relaciones oportunistas o circunstanciales. Soy amigo de quienes aprecio, por su calidad intelectual, por sus rasgos morales, por su eficiencia y su sentido profesional, etc. etc. Este tipo de relación implica una cierta vigencia seria, que permite superar con lealtad dificultades o diferencias accidentales, sin que subsistan resentimientos de ninguna índole.

    Te asigno en el periodismo nuestro el papel que nadie puede cuestionarte, como hoy se dice. Eres lo que eres y con esto, basta. En mi primera aparición en el Canal 7, la Decisión 70, dejé testimonio público y responsable de este convencimiento mío. Más allá de lo meramente profesional, también sabes que somos ambos sobrevivientes de una trayectoria nacional compleja y muy ardua, en la cual, por años y años, las figuras surgen, brillan, se tuercen y desaparecen sin dejar huellas. Esta supervivencia tiene que traducir un contenido de genuinos contornos positivos de algún mérito.

    Por lo mismo, H.P., jamás he podido participar en nada que se te figure lesivo para ti. No me cabe, igualmente, papel alguno en las acciones desplegadas por gentes que me brindan su concurso periodístico en la campaña. Voy ya un poco de vuelta en la vida y, por lo mismo, tornándome un tanto filósofo. Sé que nadie logra convencer a nadie, cuando la urdimbre en que los juicios se tejen se nutre de pasiones, rivalidades, etc. Pero también sé que, pasados los nubarrones, todo queda en nada, para dar paso a valores de vigencia inobjetable. Respeto –o más bien– me explico, que los periodistas piensen de la manera que su juicio les dicte y, en general, no procuro inhibir su sentir. Así pues, no intervengo –ni siquiera remotamente– en la orientación periodística de nadie. Y un ejemplo lo acredita de modo fehaciente: periodistas con quienes mantengo lo que podría calificarse como una relación amistosa genuina y hasta íntima, plantean en sus publicaciones puntos de vista que, sin temeridad, correspondería considerar como adversos para mis intereses políticos en un grado difícil de medir en su negativismo. Sin embargo, nada les reparo ni nada les observo, porque los sé bien inspirados y les reconozco el derecho a batallar por sus concepciones. Si en esto tan serio no me inmiscuyo, cae por su propio peso observar prescindencia en otros aspecto que, incluso, ni he conocido.

    Te pido, pues, H.P., considerar esta carta como la expresión concreta e indudable de sentimientos hacia ti marcados por una recta y merecida cordialidad.

    Dispón de tu affmo.

    Salvador

    Selección de libretos radiales

    1947-1975

    Gobierno de Gabriel González Videla (1946-1952)

    Enero de 1947

    La Guerra Fría en Chile. Posiciones sobre el Partido Comunista

    El empecinado y combativo gobierno de don Gabriel González Videla espera que esta sea una semana de relativa calma en su guerra contra el Partido Comunista. Una semana útil, desde el punto de vista psíquico para distender los afiebrados nervios; valiosa para los contadores tácticos para examinar el balance de lo hecho en las primeras 3 semanas y necesaria para planear sin apremio las nuevas estrategias.

    […]

    La paradojal concatenación de los hechos, que nadie aún se ha atrevido a analizar para la Historia, han convertido a Gabriel González en un mandatario con una suma de poder real y legal… como ninguno lo tuvo desde la caída de mi general Ibáñez para adelante…

    […]

    Ahora es distinto. Es verdad que la fuerza adversaria de don Gabriel González Videla, el PC y sus zonas políticas de influencia en radicales y falangistas, no son núcleos despreciables. El Partido Comunista chileno, potencialmente y en comparación con la población de nuestro país, es el más poderoso de todo el continente americano. El Partido Comunista de Brasil es el más numeroso, con sus 800.000 afiliados: pero opera en una nación de 48 millones de habitantes. El PC chileno alcanzó una fuerza electoral de 80.000 votos en una población de sólo 5 millones de habitantes.

    La penetración, el empuje y la tradición de las fuerzas comunistas no son como para mirarlas por encima del hombro. Sus bases están hincadas en los centros fundamentales de producción y se han aguerrido en combates que vienen sucediendo con distinta intensidad desde los tiempos de Luis Emilio Recabarren.

    Los comunistas han decidido el marcador de las tres últimas elecciones y en forma tajante en la última. Tan decisiva como el Partido Radical. Electoralmente, el PC, de colista en la tabla electoral, pasó a ocupar el tercer puesto, a escasos centímetros del conservador y del radical, y sobrepasando al liberal. Cuenta con la mayor fuerza electoral en 5 provincias: Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Santiago y Concepción.

    Ha hecho bien el Gobierno, pues, cuando ha tomado patéticamente en serio al Partido Comunista de Chile, que era lo que desde esta Tribuna Libre decíamos después de las elecciones de O’Higgins y Colchagua. Las fuerzas en Chile, como en Francia, como en muchos otros países, se polarizan abruptamente. Sólo se perfilan dos fisonomías con cuerpo y alma propios: el anti-comunismo y el comunismo. Y los anticomunistas si quieren ser dinámicos deben dejar de jugar al avestruz y mirar el comunismo de frente, en todo su poder que emana no sólo de las energías que forma en cada nación, sino de las energías que le facilita el empuje mundial que representa Rusia Soviética y su papel en la sociedad humana moderna.

    Con todo, señores auditores, el dilema de Chile, anti-comunismo o comunismo, se ha inclinado en forma notoria a favor del primero, del anti-comunismo. De ahí proviene hoy la suma de poder que rodea al presidente González Videla. Está respaldado por todas las fuerzas anti-comunistas, vengan éstas de la Derecha, de la Izquierda, y aquellas intrínseca y exclusivamente anti-comunistas, como el ACHA,¹ que celebró ayer su primer cumpleaños; el Partido Nacionalista y el de las Fuerzas Armadas en retiro, que ejercen una considerable influencia sobre las Fuerzas Armadas en funciones, que no pueden deliberar.

    En este momento de cruce de la política chilena están con el Primer Anti-Comunista de América los siguientes núcleos de solidez y opinión:

    Primero: las Fuerzas Armadas, que desempeñan el rol más destacado en la actual etapa y cuya función dinámica ya no se apartará de la colaboración permanente hacia el gabrielismo y del gabrielismo hacia las Fuerzas Armadas.

    Segundo: todos los partidos de la Derecha (conservadores y liberales).

    Tercero: los partidos de centro (Agrario-Laborista y Radical Demo-crático).

    Cuarto: los partidos de Izquierda (radicales cenistas,² socialistas y democráticos).

    Quinto: los ingredientes químicamente anti-comunistas (achistas, nacionalistas).

    Permanecen al margen, escindidos en su biología (aunque unidos en su cuerpo) los falangistas y parte de los radicales y tal vez de los socialistas unificados.

    Están en la oposición total los comunistas, algunos asambleístas radicales y los falangistas que siguen al diputado Bernardo Leighton.

    3 de noviembre de 1947

    Balance primer año de gobierno de Gabriel González Videla

    Descansando en Peulla, navegando por las primaverales aguas de los lagos Llanquihue y Todos los Santos, tomando once en ese apacible rincón de tarjeta postal que es Ensenada, volando en su avión de Santiago a Osorno (ida y regreso) y hablándoles con entera franqueza a los agricultores, así ha celebrado el Presidente de la República su primer cumpleaños como el Mandatario Nº 24 de Chile. Tomó el mando del buque un 3 de noviembre de 1946 en condiciones extremadamente difíciles para él, por la condición paradojal en que fue elegido, y extremadamente difíciles para el país, debilitado en su economía y en medio de un mundo tatuado por las cicatrices sin curar que dejó como saldo trágico la Segunda Guerra Mundial.

    ¿Resultará confortable, pregunto, hacer un recuerdo de estos estremecidos doce meses de gabrielismo en La Moneda?

    […]

    En el caso del actual mandatario de Chile, las personas que viven muy próximas a él, que escuchan sus confesiones y sus confidencias, podrán decir algún día la vibración íntima de un hombre que debe sentir la pesadumbre trágica de no haber podido realizar su ideal político más caro, por aquel que luchó y se esforzó toda la vida.

    Como líder político de una generación, fue para la hoy mortecina Izquierda chilena el gran predestinado. Todo lo que no pudo hacer don Pedro Aguirre Cerda porque falleció prematuramente y todo lo que no alcanzó a acometer don Juan Antonio Ríos porque la guerra y también la muerte le salieron al encuentro, lo haría este joven, saludable, incansable y empecinado gladiador radical que durante 10 años construyó con la paciencia de un benedictino la combinación política con la cual iba a gobernar.

    […]

    Don Gabriel González Videla es hoy la figura más popular de Chile y tal vez de América del Sur. Popular no en el sentido de bienquisto, sino de que su nombre es el más repetido por todas las clases sociales de la población. Se le nombra para defenderlo y para atacarlo. Es el nombre más discutido.

    Sin embargo, toda polémica exclusiva alrededor de su nombre se hace pequeña, es como un sobrevolar a baja altura. Para comprender la evolución del gabrielismo es preciso analizarla en conjunto con los acontecimientos tenaces que lo obligaron a cambiar de rumbo.

    Y el primero es su elección misma. Sus partidarios no alcanzaron a reunirle los votos necesarios para sentirse ya el 4 de septiembre de 1946 Presidente electo.

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    Para ser Presidente de Chile, tenía que ganar la segunda batalla: la batalla del Congreso. El Parlamento desde el 4 de septiembre quedó en condición de elegir entre él y Eduardo Cruz Coke. Podía perfectamente inclinarse por el 2º sin faltar a la Constitución.

    Fueron esos meses los más zozobrantes para el señor González Videla y sus amigos. Tenía que ganar la batalla del Congreso y rápidamente se trazó un plan, dividido en tres partes, para obtener la victoria.

    […]

    Primero, le pidió al vicepresidente Alfredo Duhalde ayuda total (que le entregara el poder a los suyos). Duhalde lo hizo. Segundo, con ayuda del Partido Comunista, mantuvo en estado de alerta a las masas para cualquier contingencia, y tercero, Gabriel González Videla se dirigió con su cayado de caminante izquierdista a golpear las puertas de la Derecha. De frente y sin miedo, demandó los votos de los conservadores y liberales. Los primeros le contestaron que no. Que ellos tenían su propio candidato que era Eduardo Cruz Coke. Los segundos, quedaron de estudiar. Don Gabriel González Videla insistió y para conquistarlos ofreció formar con todos un amplio gabinete de Unión Nacional. Olvidar el pasado.

    Y ahí tienen ustedes el origen de todo lo que vino después.

    Un simple juego caprichoso de las cifras electorales. Un mecanismo pre-establecido de la Constitución de Chile, y estos dos sucesos inducen a un hombre a buscar el apoyo de sus adversarios para gobernar.

    Y empezó gobernando con los que habían sido sus adversarios. En el Congreso no sólo la Izquierda roja votó por él. Votaron también los perspicaces parlamentarios pipiolos que entonces aplicaron ese maquiavélico aforismo de que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Don Gabriel González Videla fue proclamado mandatario por su padrino el León, con el siguiente resultado del Congreso Pleno: por don Gabriel González Videla, 138 votos. Por don Eduardo Cruz Coke, 46.

    Era un 27 de octubre y domingo.

    El 3 de noviembre se hizo cargo efectivo del mando y se presentó al curioso, eufórico y huraño pueblo santiaguino con su primer gabinete que estuvo integrado por 4 radicales (Cuevas, Bossay, Juliet y Ríos Valdivia), por 3 liberales (Fernando Claro, Manuel Bulnes y Guillermo Correa) y un técnico en Hacienda, Roberto Wachholtz. Secretario General fue designado el periodista Darío Poblete Núñez, que es el único que se mantiene firme en lo alto del mástil oteando el horizonte.

    Los demás, están lejos.³

    El mismo Presidente de la República definió su trifásico gobierno radical-liberal– comunista como paradojal.

    La paradoja mostró sus incurables huellas contradictorias desde el primer momento. Criterios económicos diferentes rompieron su solidez. Luego vino la tensa polémica alrededor de la sindicalización campesina. Así, unidos con agua, terminaron el año 1946.

    […]

    La situación se equilibraba en estos filos cuando llegaron las elecciones municipales de abril que significaron triunfos rotundos exclusivamente para los comunistas en primer lugar, y para los conservadores, en segundo.

    El Partido Comunista alcanzó casi los 80.000 sufragios. Se colocó a la par con el Partido Conservador y el Radical. Esto trajo el pavor. He aquí que el Partido Comunista se transformaba en una especie de bomba atómica que arrasaba con todo. El momento devino patético. La Moneda pidió consejo al Consejo Ejecutivo Nacional del Partido Radical. Este le expresó que la única solución era la entrega de todo el poder al Partido Radical. De esta manera saldrían los elementos químicos que se repelían entre sí: comunistas y liberales.

    Así se hizo.

    El 16 de abril renunciaron, malgré lui, los ministros liberales y comunistas y se formó el segundo gabinete de don Gabriel González Videla, totalmente radical.

    Mientras tanto, el Partido Comunista se dio cuenta de que se aproximaban horas grises. Que en la sombra se tejían mallas para envolverlo. Cambió de táctica con el Partido Socialista. Reanudó en una conferencia nacional de mayo su viejo canto de sirena de la unidad comunista-socialista, pero el Partido Socialista, reunido en pleno, junto con entregarle el mando al joven abogado Raúl Ampuero y derrotar a Schnake, rechazó toda colaboración con los comunistas. En junio el Partido Radical celebró su Convención Nº17 y en julio el Partido Comunista celebró la suya que tiene el Nº54.

    Pero el mes de julio fue más importante por otro suceso: por el viaje transcordillerano de don Gabriel González Videla a Brasil y Argentina. ¿Se conversó entonces de la necesidad de declarar jaque mate al comunismo? ¿Este fue el tema básico que trató con los presidentes Dutra y Perón? La cosa parece que sucedió justamente al revés. Cuando funcionarios de aquellos países

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