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Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 2: Informes mensuales de coyuntura política 1985-1989
Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 2: Informes mensuales de coyuntura política 1985-1989
Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 2: Informes mensuales de coyuntura política 1985-1989
Libro electrónico1101 páginas16 horas

Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 2: Informes mensuales de coyuntura política 1985-1989

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Y va a caer… como decíamos ayer reúne en dos volúmenes los informes mensuales de coyuntura política surgidos al calor del llamado Taller de Análisis Político, realizado durante diez años, entre 1980 y 1989. Participaban en el Taller, entre muchos otros miembros menos permanentes, Enzo Faletto, Julieta Kirkwood, Eduardo Morales, Rodrigo Alvayay, Leopoldo Benavides y Rodrigo Baño, redactor de los informes. Este último reconoce que el objetivo principal de estos y del taller al cual daban vida era "molestar lo más posible", particular manera de describir el acto deliberado de producir movimiento y discusión política en la época de mayor censura y represión de la historia de Chile. Los informes eran remitidos cada mes a dirigentes sindicales, organizaciones poblacionales y estudiantiles, y a intelectuales, políticos y sacerdotes comprometidos con las causas populares y nacionales. Tanto el formato físico -impresión vía mimeógrafo- como el lenguaje coloquial utilizado en su redacción dan cuenta de la condición marginal de los informes en el contexto de la gran política. Sin embargo, tanto la rigurosidad conceptual en que se basan como la lucidez y amplitud analítica que despliegan ante cada una de las principales coyunturas los instalan como un documento fundamental para la comprensión de aquella década y de las que les han sucedido. El presente Tomo I contiene los Informes de Coyuntura Política del período julio de 1980-diciembre de 1984, mientras que el Tomo II, los del período enero de 1985-diciembre de 1989.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento1 jun 2017
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    Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 2 - Rodrigo Baño

    Rodrigo Baño

    Y VA A CAER...

    COMO DECÍAMOS AYER

    Informes Mensuales

    de Coyuntura Política 1985-1989

    Tomo II

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones / FACSO Universidad de Chile

    Primera edición, 2016

    ISBN Impreso: 978-956-00-0864-0

    ISBN Obra completa: 978-956-00-0862-6

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 2 860 68 00

    www.lom.cl

    lom@lom.cl

    PRESENTACIÓN

    Todo empezó por el principio, lo cual puede que no tenga ninguna gracia, pero es cierto. De manera que será bueno que el lector sepa que, antes de empezar a escribir el Informe Mensual de Coyuntura Política, hubo un pronunciamiento militar, que ahora podemos llamar golpe, que estableció un régimen autoritario, que ahora podemos llamar dictadura. A pesar de todo, y el todo era bien contundente, un grupo de amigos decidimos quedarnos para disfrutar del vino tinto, la cordillera de los Andes y la belleza de los animalitos. Lejos de todo heroísmo, nos empeñamos en sobrevivir y molestar lo más posible. Justamente a este segundo y noble objetivo corresponde la formación del Taller de Análisis Político, desde donde salió el Informe Mensual de Coyuntura Política.

    El Informe Mensual de Coyuntura Política fue una publicación informal (por no decir clandestina, por su connotación alcohólica y prostibularia) que se distribuyó durante diez años (de 1980 a 1989) en el submundo social y político de la época y que pronto alcanzó un tiraje, acreditado por mí mismo, de dos mil ejemplares impresos en un aparato llamado mimeógrafo. Los dos mil ejemplares no sólo se agotaban, sino que se leían. Al menos llegaban noticias alentadoras sobre la multiplicación de lectores de cada ejemplar, aunque no hubo ninguna agencia internacional que certificara esto. No obstante, hay que agregar que en el extranjero durante varios números se hizo la reimpresión del Informe Mensual de Coyuntura Política en una edición más monona.

    La distribución era un tantico difícil debido al clima: a veces llovía, pero el alma simpática y solidaria, que solo florece cuando estamos jodidos, permitía llegar a dirigentes sindicales, organizaciones poblacionales y estudiantiles, además de intelectuales y políticos, que nunca faltan, sin que tampoco faltaran los enviados de Dios, que en aquellos tiempos recordaban el carácter popular de Cristo.

    El material del Informe provenía fundamentalmente del diálogo (igual que Platón, pero de verdad) de quienes participaban en el Taller, grupo relativamente variable, pero que estuvo conformado al comienzo por Enzo Faletto, Julieta Kirkwood, Eduardo Morales, Rodrigo Alvayay y Leopoldo Benavides. También invitábamos ocasionalmente a políticos, dirigentes sociales y políticos-intelectuales que se vanagloriaban de tener cierta información; algunos exageraban al punto de declarar que tenían alguna idea. Como el tiempo pasa y además quiere hacerse notar, el choclo se fue desgranando por diversas causas con el paso de los años, aunque el escribidor se mantuvo porfiadamente escribiendo desde el primero hasta el último de estos Informes, pretexto que le sirve para proclamarse autor. Tan entusiasmado estaba en ello que ni siquiera se percató de que más de la mitad de los informes los cantó sin ningún acompañamiento de coro, aunque no faltaban los informantes, intrigantes, opinantes y cantantes que venían con el cuento.

    A los malpensados habría que decirles que nunca nos vendimos a nadie. Talvez porque nunca nadie quiso comprarnos, pero eso no nos quita el mérito. Por el contrario, metimos las manos en los bolsillos (propios) al comienzo y luego obtuvimos algunos aportes escuálidos destinados exclusivamente a pagar la impresión y el correo. Los que ayudaron en esto de conseguir recursos y trabajar en la distribución lo saben; mantenerlos en el anonimato es el mejor tributo que se puede hacer a su modestia. En situaciones desesperadas también llegó a pedirse a los lectores pudientes que aportaran con suscripciones para seguir con la porfía. La denuncia de que me construí un palacete con la venta de suscripciones para el Informe Mensual de Coyuntura Política no ha sido aún probada. Eran otros tiempos.

    Dado que nunca se ha visto que se haga alguna referencia al Informe Mensual de Coyuntura Política en los muchos estudios y análisis que se hacen de aquel período, es de suponer que no tuvo ninguna importancia ni incidió lo más mínimo en el curso de los acontecimientos. Pero en eso estamos bien acompañados, puesto que hubo aquí muchos que hicieron más y recibieron menos. Afortunadamente, siempre es imposible saber por qué suceden las cosas, pues solo Dios sabe y no da entrevistas, de manera que cada uno puede creer lo que quiera.

    En todo caso, más allá de la soberbia de creerse capaz de meter la pata en la rueda de la historia, no cabe duda que llamó mucho la atención, para los que atención tienen, el estilo del Informe Mensual de Coyuntura Política. Al respecto habría que señalar que inicialmente nadie pensó en un estilo peculiar, sino simplemente escribir de manera que se entendiera, cosa cada vez menos común en la especie. Los primeros números del Informe son bastante ordinarios al respecto. Sin embargo, poco a poco se fue soltando la mano y los informes adquirieron el estilo que los hizo característicos. No hubo ninguna intencionalidad ni planificación al respecto, no se hicieron estudios de encuestas ni focus, simplemente la escritura tomó esos rumbos. Ayudó bastante al estilo el hecho de que fuera bien recibido por los lectores. Sólo entre ciertos dirigentes sindicales hubo algunas resistencias, reclamando «más seriedad, compañero», pero los aplausos de la mayoría silenciosa, aunque no se escucharon, fueron decisivos en mantener el estilo.

    Debido a que el colosal trabajo mes a mes se transformaría también en un colosal mamotreto, la presente publicación de la colección completa del Informe Mensual de Coyuntura Política (sin agregar, quitar ni modificar ni siquiera los errores, que siempre son de imprenta) se ha dividido en dos volúmenes: el primero y el segundo, dedicados, respectivamenste, al subperíodo julio 1980- diciembre 1984 y al subperíodo enero 1985- diciembre 1989. Como suele suceder, la publicación tiene como principal sentido satisfacer la vanidad de quien aparece como autor. No obstante, también puede ser de interés para quien quiera comparar cómo se analizaba un período en el momento que ocurría y cómo se analiza después. En esta permanente querella de las verdades, no se trata de criticar el que todos seamos generales después de la batalla (si todos fuéramos generales durante la batalla sería un despelote), sino simplemente de entregar a la diversión de los presentes las ingenuidades del pasado.

    Líbrenme los dioses del vicio de la modestia, pero puedo decir que, sin el apoyo del grupo inicial del Taller de Análisis Político, nunca podría haber escrito estos informes, pero también podría decir que sin los esfuerzos de mi madre al parirme tampoco habría sido posible que los hiciera. Nobleza obliga.

    Rodrigo Baño

    AÑO 1985

    INFORME MENSUAL DE COYUNTURA POLÍTICA Nº 55

    Santiago, enero de 1985

    A PURA DEMOSTRACIÓN DE DEBILIDAD EL RÉGIMEN LLEGARÍA AL AÑO 2000

    Este verano no será caluroso, dice el astrónomo, basándose en la disminución de las explosiones solares. Otros, políticos ellos, vaticinan un «verano caliente», basándose en las explosiones de amongelatina. Nosotros, modestamente, creemos que el verano será bastante ordinario, con exhibiciones de piel, sandías y largas reuniones para discutir la salvación de la patria.

    Esto no quiere decir que no se vayan a producir hechos políticos, siempre se están produciendo, sino que es poco probable que alteren la siesta veraniega.

    Por lo demás, no sólo se trata del verano. También se trata de una difícil adaptación al cambio de escenario que impuso el Gobierno con la dictación del Estado de Sitio y el cierre de la apertura política. Las vacaciones de verano llegan justo en momentos de meditación.

    Se han cumplido ya dos meses desde que se produjo el giro hacia lo duro y la evaluación de la situación actual tiene por principal finalidad tratar de determinar los alcances del cambio y su carácter transitorio o definitivo.

    Por cierto que la primera reacción ingenua, frente al endurecimiento del régimen y al aumento de la represión, oscila entre el despectivo «esto no puede durar» y el catastrófico «ya no hay nada que hacer». No es que la verdad esté en el justo término medio, como siempre supone todo pensamiento mediocre, pero es necesario escarbar un poco si se quiere tener un juicio más fundamentado acerca del problema.

    Los que auguran poca duración a la nueva situación suelen recurrir a la clásica fórmula de que «el endurecimiento del régimen es una demostración de debilidad». Por consiguiente, la dictación del Estado de Sitio es también demostración de debilidad.

    Curiosa fórmula ésta, que hace pensar que, si todavía se logra que un chileno sea campeón mundial de boxeo, esto se debe a que los aspirantes no han logrado hacer suficientes demostraciones de debilidad. Se dirá que el boxeo es boxeo y la política es política. Y es cierto. Pero tampoco se puede olvidar que el régimen militar chileno lleva once años y medio en el poder a pura «demostración de debilidad».

    Además, hay, que recordar que durante la apertura política también se señaló a menudo que tal apertura era producto de la «debilidad del régimen» frente a la movilización opositora. Ahora resulta que la cerradura también es producto de su debilidad.

    Demasiada debilidad, casi llega a parecer un abuso hacerle oposición al régimen.

    Por su parte, los que optan por pensar que el Estado de Sitio es definitivo y que ya no hay nada que hacer durante mucho tiempo, tienen una concepción de la política en la cual el que manda hace lo que quiere siempre. Afirmación ésta que es especialmente aplicable a regímenes que cuentan con un alto grado de concentración del poder, llamados autoritarismos o dictaduras.

    Como señalábamos en un Informe anterior, todo régimen autoritario y especialmente quién aparece encabezándolo (llámese emperador, presidente o dictador), trata siempre de mostrarse como un poder incontrarrestable. Con ello procura disuadir cualquier intento de oponerse a su fuerza. Por esta razón, es posible que ciertas medidas de fuerza permanezcan más allá de lo que parezca racionalmente necesario. Recuérdese cómo durante el actual régimen se mantuvo el toque de queda por largos años, lo cual era absolutamente innecesario.

    Esta demostración de que el que manda hace lo que quiere es la que pesa bastante en la idea de que todo puede ser permitido o prohibido desde arriba.

    Todas estas consideraciones pueden parecer inútiles para un análisis de coyuntura, pero no lo son. En buena medida, mucho del comportamiento político de la oposición, a partir de la dictación del Estado de Sitio, se entiende según evaluaciones, hasta cierto punto ingenuas, que definen al régimen como extremadamente débil o extremadamente fuerte.

    En efecto, la opción adoptada por ciertos sectores de izquierda, en cuanto a volcarse al enfrentamiento violento, parte de la consideración de un grave debilitamiento del régimen. A su vez, la opción adoptada por algunos sectores de centro e incluso de izquierda, en cuanto a orientarse a la negociación política con la derecha antes que a la movilización social, derivaría de la evaluación de que el régimen cuenta con mucha fuerza como para oponérsele frontalmente.

    Ambas evaluaciones son ingenuas. Lo actual no significa, como señalábamos anteriormente, que la verdad esté en el justo medio (que el régimen no tenga ni poca ni mucha fuerza). El punto que hay que considerar es que todo poder es relativo y dinámico. Relativo, porque sólo tiene sentido medirlo en una relación de poder. Dinámico, porque el movimiento de cada parte va modificando la relación en su conjunto.

    Y esto no es solamente una lección de ciencia política, es un elemento de explicación para entender lo que está ocurriendo.

    El 11 de mayo de 1983 se expresa en la primera Protesta Nacional el quiebre de la correlación de fuerzas que mantenían el régimen militar. Esto, aunque se exprese en buena medida espontáneamente, no se produce espontáneamente. Corresponde tanto al debilitamiento del régimen, producto de la crisis económica y de la pugna entre sectores en el poder, como al fortalecimiento de la oposición social y política en los últimos años.

    De la misma manera, el progresivo endurecimiento que muestra el Gobierno a lo largo de 1984, que culmina con el Estado de Sitio, se corresponde a transformaciones producidas en los sectores enfrentados.

    Como señalábamos en el Informe anterior, la existencia del conflicto capitalismo-socialismo, que aparece cruzando el conflicto dictadura-democracia, permite que el régimen cuente con suficiente fuerza propia (empresariado, EE.UU. y FF.AA.) como para resistir la movilización opositora, la cual se debilita por las distintas opciones que tiene en relación a la alternativa capitalismo socialismo. Para más detalles sobre el tema pueden consultarse los informes anteriores.

    Ahora bien, en este contexto, tanto la alternativa de manejar la apertura como la de endurecer son posibles para el régimen. Sin embargo, ambas son problemáticas y no se pueden profundizar. La apertura, porque exige una fórmula de salida que ponga término al régimen. El endurecimiento, porque no están dadas las condiciones para un «segundo golpe».

    La opción por endurecer y cerrar la «apertura» política, iniciada en 1983, no pareciera corresponder a ninguna transformación profunda al interior del régimen, sino que al peso de ciertos elementos circunstanciales. Tal es el caso, en este momento, de la particular situación de las FF.AA., las cuales, al carecer de instancia deliberativa, mantienen un gran margen de arbitrio del general Pinochet.

    Entiéndase la situación. Este es un régimen militar, pero que carece de mecanismos institucionales de participación de las FF.AA. Esto hace que tal participación opere por vías informales y, por lo tanto, sólo el consenso generalizado permitía un cambio por sobre la voluntad del general Pinochet. Sin embargo, la posición de poder del Capitán general depende especialmente del apoyo de las FF.AA., razón por la cual no puede dejar de atender las sugerencias y demandas de éstas.

    Al respecto, no debe olvidarse anteriores declaraciones del general Matthei en torno a abrir un diálogo directo entre la oposición y los Comandantes en Jefe de las FF.AA. No fue la primera declaración sobre el tema de la transición ni fue el único que las hizo. El problema es que son los militares el sector decisivo en las FF.AA. y es aquí donde debe haberse producido el principal respaldo para implantar el Estado de Sitio y cerrar la apertura política.

    No se necesita ser experto para suponer que algo tiene que haberse venido produciendo en el Ejército en el último tiempo, particularmente a raíz del sistema de ascensos y retiros, que han cambiado su composición y orientación.

    El progresivo endurecimiento del Gobierno culmina con el Estado de Sitio, pero no se trata meramente de un endurecimiento. Hay un manejo político del Estado de Sitio que evita excesos. Es cauteloso y medido, extraordinariamente racional y probado en sucesivos tanteos.

    La imagen que se tiene es que las FF.AA. y particularmente el Ejército, se han comprometido con el Gobierno en forma mucho más profunda, después de un ya largo período en que habían bajado mucho su perfil aislándose del Gobierno y manteniéndose en reserva.

    En estas condiciones, difícilmente se podría pensar que, cuando la situación del general Pinochet aparece más deteriorada, concurran simplemente a apartarlo y reclamar su cuota de responsabilidad y desprestigio. Por el contrario, resulta mucho más probable que su actual compromiso con el Gobierno implique también una mayor participación en la búsqueda de una solución a la crisis.

    Habrá que esperar para ver hacia dónde se apunta, pero todo parece indicar que, después de un tiempo de «limpieza y ordenamiento», se empezará a perfilar el tipo de proyecto de salida política que se piensa implementar.

    EL CASO DEL MODELO DESCUARTIZADO

    Antiguamente, cuando se enfrentaba un problema difícil y no se le encontraba solución, simplemente se decía «no se me ocurre nada» y uno se daba vuelta para el otro lado en la cama. En la actualidad, cuando sucede algo así, se nombra un Comité de Iniciativa, al cual, por supuesto, no se le ocurre absolutamente nada. En uno y otro caso, se hace cualquier cosa, porque hay que hacer algo.

    La economía en este país aparece sumida en un par de problemas. Razones objetivas (la crisis mundial) más estupideces subjetivas (manejar la economía como laboratorio espacial) ligadas a intereses creados, provocaron la catástrofe económica de la cual no se sabe como salir.

    El asunto podríamos saltarlo, pero resulta que la economía tiene consecuencias políticas y la política tiene consecuencias económicas.

    En el Informe anterior dábamos cuenta de la pugna existente entre el ministro de Economía, Collados, y el de Hacienda, Escobar. El primero partidario de bajar los aranceles, una mayor privatización de la economía y un reflote del modelo económico de los Chicago Boys aunque más moderado. Escobar propondría mantener los aranceles altos y diferenciados, un rol más activo del Estado y una política de corte «desarrollista».

    Muchos vaticinan una resolución de la pugna a través de un cambio de Gabinete. Los brujos hasta pusieron fecha: 17 de diciembre. Oportunamente señalamos que no sucedería tal cosa. Oportunamente, también, cobramos las apuestas.

    Tuvimos sí el día 18 una Conferencia de Prensa de Unidad (no sólo los congresos de los partidos han de ser de unidad) en la que Collados y Escobar aparecieron tan juntos y coincidentes que hasta hablaban como los sobrinos del Pato Donald.

    De los anuncios cabe consignar que los aranceles no bajaron, pero se proyectó comenzar a bajarlos en un 5% a mediados de 1985. Con esto, evidentemente, sólo se persigue sujetar las importaciones (en espera de la baja de aranceles) y así contar con más dólares para pagar la deuda externa.

    El otro anuncio de importancia es que definitivamente no habrá draw back para los exportadores. Vale decir, no se devolverán los impuestos que estos paguen. Lo cual también estaría orientado a satisfacer las exigencias del Fondo Monetario Internacional al evitar mayor déficit fiscal.

    No parece así haber predominio de la línea de Collados o predominio de la línea Escobar. Simplemente subsiste la ambigüedad y la economía sigue tratando de adaptarse a las exigencias del FMI.

    Lo que debe llamar la atención es que las recientes medidas económicas afectan negativamente los intereses de importantes sectores del empresariado. Tal es el caso de la proyectada nueva modificación de aranceles, la negativa al draw back y, más recientemente, la no devolución del pago de IVA en ciertos casos.

    Esto pareciera estar dando cuenta no sólo de las dificultades económicas que se prevén para 1985, sino que del grado en que necesitan ser afectados ciertos intereses empresariales para resguardar los intereses generales del capital, muy ligados en este caso al exterior. Dicho de otra manera, el Estado ha debido intervenir crecientemente para evitar el colapso económico, pero ello implica que también esté en condiciones de imponer cierto reparto de las pérdidas entre los sectores económicamente dominantes.

    Esta situación económica ya se veía venir cuando señalábamos que, en su estrategia de «aguantarse», el Gobierno compraba el apoyo del sector empresarial a fin de evitar el peligroso aislamiento. Pero, indicábamos, el empresariado cobra cada vez más caro su apoyo, exigiendo una sucesión de medidas que lo beneficien, con lo cual termina por desarticular toda política económica.

    En las actuales circunstancias se estaría tratando de controlar tal situación y de reordenar la economía de acuerdo a los requerimientos del Fondo Monetario Internacional.

    Esto nos lleva a considerar otro aspecto del Estado de Sitio. Si es necesario afectar a cierta parte del empresariado, hay que evitar que éste pueda apoyarse en la amenaza de articularse con la oposición al régimen. El Estado de Sitio y las medidas que lo acompañan evitarían ese riesgo.

    Es conveniente tener presente que lo anterior no significa que el régimen haya cambiado de orientación en cuanto a defensa del capitalismo. Por el contrario, es esa misma defensa la que obliga a imponer cierto orden en la repartición de las pérdidas. Lo cual, en el caso del capitalismo dependiente, obliga a cuidar los intereses del capital externo.

    En este punto también pareciera haber una intención militar de poner orden y no sería de extrañar que tomaran posesión incluso de algunos cargos en materia económica.

    Esta situación puede llegar a tener una gran importancia política, puesto que podría producir acercamientos significativos entre el empresariado y la derecha política como una forma de defender posiciones.

    No negamos con esto que los partidos de derecha aparezcan representando los intereses del empresariado, pero realmente pareciera existir un corte entre la derecha económica y la derecha política suficientemente grande como para que la primera aparezca actuando más directamente a través de sus organizaciones gremiales que de los partidos. Incluso las divisiones actuales en la derecha parecen corresponder más a posiciones ideológicas que a representación sectorial de intereses.

    De producirse tal acercamiento, sería posible que la derecha política asumiera la pugna económica entre los sectores dominantes, con lo cual la posibilidad de alianzas sociales y políticas crecería considerablemente.

    El silencio político impuesto por el Gobierno podría significar dificultades al respecto, pero es obvio que la derecha goza de plena impunidad, por lo que es muy posible que el tema comience a circular en buenos salones. Al fin y al cabo, la derecha puede no ser democrática, pero no es tonta.

    SÓLO VIRAR DERECHA (NUEVA LEY DE TRÁNSITO, EN INGLÉS)

    Ha pasado mucha saliva bajo los puentes desde que comenzó la discusión acerca de si es mejor movilizar o negociar. La discusión no es nada nueva, se repite con monótona frecuencia y con el mismo encarnizamiento. De hecho, algunas veces se impone un esquema y otras veces el otro.

    En la actualidad y después de aquella «demostración de debilidad del régimen» que es el Estado de Sitio y la cerradura (o cerrazón o cataplún), vuelve el tema. Esto ocurre especialmente en el centro político, que se encuentra bastante anonadado por la actual situación.

    Como la negociación con el Gobierno aparece, al menos momentáneamente, cerrada, se trataría de negociar con la derecha política una alternativa de centro-derecha que hiciera aceptable para el régimen una futura transición.

    El asunto no es nuevo, ya antes del Estado de Sitio había movidas al respecto. Sin embargo, en la actualidad la tendencia parece ser más fuerte.

    Por lo demás, las bienintencionadas presiones llueven copiosamente. El Mercurio puede que esté vendiendo cada vez menos diarios, pero sigue tratando de vender insistentemente la idea de que es necesario crear una fuerte agrupación de «demócratas» de derecha y de centro como única posibilidad de garantizar una transición a la democracia. De Europa vienen también invitaciones a dirigentes nacionales y democratacristianos con la velada intención de que si se encuentran pueden ponerse de acuerdo.

    Más importante que todo eso es el hecho de que el propio Departamento de Estado de EE.UU. haya insistido, a través de múltiples voceros, en la necesidad de lograr tal entendimiento de centroderecha que permita aislar los extremismos y normalizar la situación chilena.

    Ahora bien, la posibilidad de una articulación de derecha sólo podría realizarse sobre la base del eje Democracia Cristiana-Partido Nacional (o eventualmente el MUN, si lograra incluir importantes sectores de éste). Y conversaciones ha habido antes y sigue habiéndolas ahora, aunque, por el momento, casi exclusivamente a nivel informal de personalidades.

    Sin embargo, por uno y otro lado la cosa no resulta fácil, aunque es innegable que en la actualidad las posibilidades son mayores que nunca.

    La Democracia Cristiana (como todas las agrupaciones políticas) se encuentra sumergida en una profunda pugna interna. El sector más de derecha parece estar ganando posiciones, poniendo en peligro la dirección de consenso de Gabriel Valdés. El perfecto empate en que concluyó la elección de la directiva de la JDC parece dar buena cuenta del actual momento del partido.

    Esta situación de pugna y de real o relativo empate redunda claramente en el inmovilismo de la Democracia Cristiana. Entre movilizar con la izquierda o negociar con la derecha se impone la unidad del partido. Por tanto, se hace a medias lo uno y lo otro.

    Pero esta situación no parece posible de sostener durante mucho tiempo y, al parecer, la tendencia sería negociar con la derecha buscando una salida política. El problema es que tal acercamiento con la derecha requiere mantener también algún tipo de articulación con la izquierda para no ser un suicidio político.

    Por una parte, la derecha, y más específicamente el Partido Nacional, tampoco parecen muy dispuestos a meterse en una alianza con el centro. Desconfían profundamente de la Democracia Cristiana y guardan gran resentimiento hacia lo que significó su Gobierno. Es cierto que requieren de un espacio político para poder realizarse como entidad política, pero tienen un gran aprecio a la «garantía de orden» que les significa el general Pinochet y quieren la definitiva exclusión de la izquierda.

    En estas condiciones, las posibilidades de negociación existen, pero sus términos serían un tantico restringidos. Se reducen casi a la propuesta que el propio Partido Nacional lanzó hace algún tiempo (cuando todos lanzaban proposiciones a diestro y siniestro). En suma, instalación de un Congreso y limitación de los poderes excesivos del general Pinochet.

    Como aquello que parecía una miseria hace algunos meses podría parecer una maravilla a algunos sectores de la DC, los coqueteos continúan.

    Dada esta situación, no es extraño que la Alianza Democrática esté pasando por una grave crisis, crisis que podría, incluso, significar su ruptura.

    Al fin y al cabo, la Alianza fue concebida por la Democracia Cristiana como una alternativa de Gobierno. En la medida que se cierra el espacio político su situación se torna difícil y no es extraño que cada uno de sus componentes busque su propia salida.

    Los radicales de Silva Cimma y los socialdemócratas parecen hoy más dispuestos a algún tipo de acuerdo con la derecha. Los socialistas de Briones miran hacia el Bloque Socialista como una instancia para constituir partido. La Democracia Cristiana se debate en las profundas cavilaciones a que hemos hecho referencia.

    De tal manera, a menos que la Alianza en su conjunto logre negociar con la derecha (lo cual de todas maneras acarrearía problemas con los socialistas de Briones) es muy probable que su crisis se agudice.

    Por el momento y como una forma de evitar posibles rupturas, la Alianza se encaminaría hacia algunas modificaciones orgánicas que otorgaran mayor autonomía a sus componentes. Se variaría su forma de dirección y tendería a transformarse más en una multipartidaria de oposición que en alternativa de Gobierno.

    LOS CAZAFANTASMAS, LOS UNE FANTASMAS Y LOS FANTASMAS SUELTOS

    «Un fantasma recorre Europa», decía Marx en el siglo XIX refiriéndose al comunismo. Ante el aviso, se organizaron rápidamente empresas de cazafantasmas, las cuales se desarrollarían considerablemente en el siglo XX, al punto que, en ocasiones, llegan a haber más cazafantasmas que fantasmas.

    Ahora bien, fantasmas hay, Garay. Sin embargo, los cazafantasmas suelen andar viéndolos en todas partes y confunden, con buena o mala intención, a cualquier espíritu con un verdadero fantasma.

    Algo hay de aviesa intención en ciertos amplios englobamientos y confusiones, no puede ser pura ignorancia.

    La denuncia del secretario general de Gobierno, de que la izquierda es una sola, desde el socialismo que está en la Alianza hasta el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, carece de todo realismo. Obviamente, tiene por finalidad justificar la extensión de la represión hacia la izquierda moderada. Pero no se trata sólo de eso, también persigue legitimar la exclusión de toda la izquierda de cualquier negociación política, impulsando así la desarticulación de la Alianza Democrática en la perspectiva de un acuerdo de centro-derecha.

    A pesar de que lo dice un señor ministro, la visión de unidad de la izquierda resulta ridícula. Por el contrario, la izquierda sigue profundamente dividida y amenaza con seguirse dividiendo hasta el infinito negro.

    El cambio de escenario que impone el Estado de Sitio, lejos de producir inmediatos procesos unitarios ha ahondado las discusiones en su interior y parece poco probable que en el corto plazo se pueda hablar de unidad de la izquierda.

    Por absurdo que parezca, la unidad de la izquierda sólo parece posible en la medida que se desarrollen y diferencien nítidamente alternativas políticas reales en su interior. Sólo en ese momento son posibles acuerdos unitarios. Obviamente que en este terreno el problema fundamental es el de los socialistas.

    De manera que, a pesar de los esfuerzos del ministro Cuadra, la izquierda sigue perfectamente dividida tratando de enfrentar las nuevas condiciones que impone el Estado de Sitio.

    Es indudable que el Movimiento Democrático Popular ha resultado el más perseguido y golpeado por la agudización de la represión que trajo el Estado de Sitio.

    Difícilmente el MDP puede seguir funcionando en la actualidad en tanto tal y lo más probable es que su actuación sólo pueda realizarse en cuanto partidos que cuentan con cierto aparato clandestino.

    Como señalábamos en el Informe anterior, el Estado de Sitio no pilló desprevenidos a los comunistas, sino que, por el contrario, pareció cuadrar con sus expectativas. De aquí que, no obstante la persecución, el PC cuenta con una sólida organización clandestina y parece decidido a seguir implementando su «perspectiva insurreccional» a través de «todas las formas de lucha», incluida la «violencia aguda».

    El MIR, con menores recursos que el PC, seguiría también en lo suyo, mientras que el Partido Socialista (Almeydista) enfrentaría serios problemas derivados tanto de la represión como de la definición de línea.

    En cuanto al Bloque Socialista, su situación es extraordinariamente delicada. Por una parte, sufre la represión que se le aplica como izquierda, frente a la cual su aparato clandestino es más débil. Por otra parte, le es negado el «espacio político» para actuar y carece de la permisividad implícita que se le concede a la Alianza.

    En suma, el Bloque resulta golpeado a medias y, al mismo tiempo, inmovilizado por falta de una línea definida. No es entonces, casual que, en este momento, cobren extraordinaria fuerza diversas alternativas de redefinición del Bloque.

    Como puede verse, no sólo resulta absurda la pretensión unificadora de la izquierda que plantea al cazafantasmas ministro Cuadra, sino que en cada una de las articulaciones partidarias de la izquierda se presentan serios problemas que pueden llegar a afectar su unidad o, al menos, cambiar sus definiciones.

    Por lo demás, y como hemos visto antes, este no es sólo un problema de la izquierda. También la Alianza Democrática pasa por una aguda crisis y existen serios intentos para transformarla a fin de evitar su ruptura.

    En consecuencia, es bastante probable que el Estado de Sitio y el cierre de la apertura, al agudizar las contradicciones y problemas que venían arrastrando desde hace algún tiempo las principales coaliciones opositoras, puedan llegar a producir una transformación de tales articulaciones.

    En Informes anteriores ya habíamos señalado que a partir del Manifiesto Democrática que dio lugar posteriormente a la Alianza Democrática, las articulaciones de los partidos opositores fueron circunstanciales y apresuradas. Sin embargo, ya embarcados en tales coaliciones se crearon rigideces que tornaron de mayor costo el abandonarlas que permanecer en ellas. Esto impidió una mayor fluidez en tales articulaciones que permitiera que ellas correspondieran más a verdaderas alternativas que a acuerdos circunstanciales que perdían vigencia en cuanto variaran esas circunstancias.

    De tal manera, la actual crisis de las grandes coaliciones puede, tal vez, servir para que las distintas organizaciones políticas, al recuperar mayor autonomía, puedan llegar a articularse en torno a proyectos de mayor alcance y consistencia. Puede, tal vez, y, tal vez, no puede. En todo caso, todo movimiento puede despertar expectativas.

    DE NUEVO MIRÁNDOSE EL OMBLIGO, METICULOSAMENTE

    A falta de pan, buenas son las tortas y a falta de política nacional, buena es la política de partido. Qué se le va a hacer, hay que conformarse con lo que se tiene a la mano, medita más de algún (a) resignado (a) casado (a) mirando piadosamente a su cónyuge (a?). Algo similar parece ocurrir con ciertos políticos que, cerrado el espacio de apertura, emprenden entusiastamente la discusión interna del partido.

    Pero no se trata de puro desahogo, también debe comprenderse que un cambio de importancia en el contexto político nacional obliga a los partidos a revisar sus líneas y actuaciones para ver forma de volver a ubicarse.

    En fin, sea con las justificaciones que sea, lo cierto es que el fenómeno del análisis, crítica y pugna interna es bastante extendido, al extremo que casi no hay partidos que se escapen.

    Incluso en la derecha, poco afectada por el Estado de Sitio, salvo la publicidad, se agudizan las diferencias. Quizás las más notables sean las que se plantean entre los nacionalistas del MAN, en el cual se ha producido prácticamente la división entre los seguidores de Willoughby y los seguidores de Pablo Rodríguez.

    Pero es indudable que en los partidos de derecha no existen graves problemas que pudieran desembocar en divisiones y es más probable que se produzcan acercamientos. Al fin y al cabo, la actual situación los ha colocado en una sólida posición de privilegio, puesto que las principales perspectivas de salida parten de su posición clave en posibles acuerdos.

    En cambio, en la oposición la situación es grave, según hemos podido señalar al referirnos a la crisis de las coaliciones opositoras, crisis que se expresa en un profundo debate al interior de cada organización política en particular.

    En el centro político, la Democracia Cristiana se encuentra sumida en su profunda pugna entre sus distintas tendencias.

    Aquí, aunque resulta claramente improbable una división, también resulta claro que las diferentes tendencias impiden a la DC salir del inmovilismo. Tampoco para nadie es un misterio que prácticamente todas las energías de los democratacristianos están volcadas al problema interno.

    También en el centro, tenemos a los radicales que siguen sin solucionar el problema crucial de todo partido de centro, esto es, las tendencias hacia la derecha y hacia la izquierda. La actual directiva sigue inclinándose hacia la derecha. Es así como aparecen en la actualidad, junto a los socialdemócratas, como los principales impulsores de un acuerdo con la derecha, aún a costa de la exclusión de la izquierda. Sin embargo, la tendencia de izquierda del partido ha venido robusteciéndose y no sería de extrañar que pueda imponerse en un plazo relativamente breve.

    En la izquierda esto de las discusiones internas y las rupturas ya constituye una vieja vocación, particularmente entre los socialistas. Por ello resulta enteramente natural que el cambio en la situación política haya acelerado una serie vertiginosa de movidas cuyos resultados finales resultan aún difíciles de predecir.

    En general, el Partido Comunista parece el más tranquilo. Sin duda subsiste la diferencia entre la «perspectiva insurreccional» impulsada por los elementos más jóvenes y la tradicional política de frente de masas impulsada por los «viejos del partido». Pero, como hemos señalado en otra oportunidad, el Estado de Sitio contribuye a fortalecer la perspectiva insurreccional aún a riesgo del aislamiento que temen ciertos sectores.

    El Partido Socialista (CPU) que dirige Briones se encontraría sumido en hondas cavilaciones respecto de su futuro. En primer lugar, está su determinación respecto de continuar o no en la Alianza Democrática en vista de la crisis por la que atraviesa ésta y los posibles costos de un acuerdo con la derecha. A pesar de que hay algunos dispuestos a abandonar la Alianza, lo cierto es que prima la decisión de mantenerse en ella. Los beneficios que obtiene el PS (CPU) de Briones resultan manifiestos, en cuanto a imagen pública y capacidad de maniobra, como para abandonar la casa en que se ha presentado como fuerza política nacional.

    Pero, aún permaneciendo en la Alianza, el problema principal de este Partido sigue siendo constituirse como partido político. Más aún ahora, en que está cerrada la capacidad de convocatoria inorgánica que podrían tener sus líderes.

    Las alternativas para buscar ese desarrollo partidario consisten en buscar nuevamente una articulación del tronco histórico, fundamentalmente con el PS (Almeydista), que tiene la mayor capacidad orgánica, o volcarse hacia el Bloque Socialista, tratando de transformar a éste, o a alguna parte de él, en el Partido Socialista.

    Por cierto que esto no es novedoso. Hace algún tiempo Carlos Briones hizo un llamado amplio a históricos y renovados, pero no pasó nada. En la actualidad el intento sería más modesto, tratando de partir con lo más cercano que se tiene, esto es, el Bloque. Como se encuentra con la porfía de la Izquierda Cristiana y la reticencia del MAPU, se podría comenzar por aceptar la integración del MOC y de buena parte del Grupo por la Convergencia, los cuales hace tiempo están postulando a ingresar al PS (CPU) de Briones.

    El problema es, como siempre, que el ingreso de «renovados» les quita su atractivo como polo aglutinador del «tronco histórico», perdiendo posiciones en relación a otros competidores. Subsiste entonces la esperanza de articularse con otros históricos, cosa que sería posible con el sector que se desprendió del mismo: el PS (CPU) de Mandujano. No faltan también los que piensan que es posible además atraer a un sector del PS (Almeydista), aunque son mayores los rechazos a tal idea por considerar que hace perder perfil al partido.

    Como puede apreciarse, gran parte del tiempo del PS (CPU) de Briones está dedicado a tejer prolijas articulaciones y propuestas que permitan, ya sea a través de la «integración» de los renovados o de la «unificación» de los históricos, constituir un partido más fuerte.

    Lógicamente que estas movidas del PS (CPU) no son ajenas a lo que ocurre con los otros partidos que junto a él forman el Bloque Socialista. Por una parte tenemos al MOC y a un buen sector del Grupo por la Convergencia tratando de integrarse con aquellos socialistas. Más confuso es lo que ocurre con el MAPU y la IC.

    Al parecer tanto el MAPU como la Izquierda Cristiana estarían por tratar de buscar alguna forma de articulación más amplia de los socialistas, mirando hacia una futura articulación del conjunto de la izquierda, aunque por ahora el independentismo del PC la haga difícil.

    El MAPU, insistiendo en su tesis de síntesis parcial, habría llamado a un Congreso de Unidad, tratando de robustecer el partido con la incorporación de grupos socialistas «autónomos», «convergentes» y «renovados». Mayores esperanzas tiene en que la incorporación de algún sector del MOC pueda operar como símbolo de una «reconstitución del MAPU histórico». En fin, cada cual con sus ilusiones y fríos cálculos.

    Pero, más importante que estos intentos de achoclonar vecinos, (que pueden ser sumas que resten o, simplemente, que no las nota nadie) pareciera ser la idea lanzada en torno a constituir alguna especie de federación de socialistas. En tal federación tendrían cabida prácticamente todos los partidos que se declararan socialistas, desde los radicales (sector de izquierda) hasta los socialistas que están en el MDP, es decir, Almeydistas, CNR y 24 Congreso-La Chispa.

    La importancia de esta idea es que permitiría romper los chauvinismos partidarios, puesto que mantiene la autonomía de los partidos y sólo requiere un acuerdo general en torno a un programa.

    El problema, es que tal propuesta no contribuye a perfilar alternativas nítidas, sino que meramente pretende sumar fuerzas diferentes, en la perspectiva de que la línea política se obtiene sacando el promedio de las distintas posiciones. Puede generarse una federación de partidos que eficazmente movilice a la oposición al régimen, pero, de surgir la tentación de transformarla en partido, con tendencias excesivamente distintas, se corre el riesgo de la inoperancia, la ambigüedad y la debilidad real no obstante la apariencia.

    Pero no sólo hay problemas en la izquierda que está en el Bloque. También los socialistas que están en el MDP miran hacia dentro y evalúan sus posibilidades. Al menos por el momento el MDP aparece desarticulado y es obvio que el PC y el MIR hacen su política, en cambio los socialistas quedan desubicados: sufren la represión, pero difícilmente pueden hacer algo en la perspectiva del PC, pues no la comparten.

    Un primer resultado directo de la nueva situación son los problemas que ocurren en el PS (Almeydista) entre «terceristas» y «comandantes». De hecho, aquel larguísimo pleno que hace algunos meses dio el triunfo a los «terceristas», es sobrepasado por la mayor presencia que adquieren los «comandantes» a raíz del Estado de Sitio por su vinculación más directa a la línea insurreccional del PC. Se suceden las reuniones, hasta que se concluye en una virtual división que, seguramente, llevará a ambas partes a buscar aliados externos. En todo caso, tratándose de un partido con apellido (Almeydista) lo más probable es que el grueso del partido permanezca donde permanece el apellido.

    En fin, para no abusar de la paciencia de los señores lectores, basta de escarbar los problemas internos de cada uno. No se trata tampoco de provocar desaliento, sino de entregar los antecedentes que permiten esperar que en el futuro próximo se produzcan cambios en las organizaciones políticas que puedan contribuir a solucionar problemas cruciales, como son la falta de coherencia en la línea política y el corte horizontal entre dirigentes y bases.

    ORGANIZACIONES ECONÓMICAS POPULARES (OEP)

    O ARRÉGLENSELAS COMO PUEDAN (ACP)

    Bueno, si no fuera conveniente tener el poder nadie se desgastaría tratando de obtenerlo. Está claro que sirve para más de alguna cosa. Por ejemplo, sirve para descolocar a los adversarios cuando estos todavía no han pasado de la etapa de la táctica recreativa. Pero no se trata sólo de defender y atacar al régimen, la política es más que eso.

    Hablar del país «real» y el país «político» puede constituir un recurso propagandístico, pero también es innegable que en la medida que las acciones políticas no aparezcan enfrentando problemas concretos de la población corren el riesgo de no conmover a nadie. Así, en tanto la oposición pone énfasis exclusivamente en el cambio de régimen, apuntando que la solución de todos los problemas se alcanzará con la democracia, y en tanto que el cambio de régimen no parece inminente, lógicamente que pierde atractivo esa política en la población. Sea como sea, uno tiene necesariamente que preocuparse de buscar solución a los problemas más urgentes.

    Este desfase de la oposición a que hemos hecho repetida diferenta, y que se traduce en una reticencia a emprender acciones y movilizaciones claramente reivindicativas, pareciera estar siendo bien aprovechado por el régimen.

    En efecto, frente a algunas medidas del Gobierno que apuntan a satisfacer ciertas demandas populares, no faltan los que piensan que, terminada la «apertura política», el Gobierno iniciaría la «apertura social».

    Se hace notar así que, junto con el aumento de la represión hacia organizaciones sociales y políticas, el Gobierno parecería implementar un limitado «populismo» que actuaría como legitimador del cierre político y evitaría un terreno más fértil a la protesta.

    Se señala, en primer lugar, el sorprendente anuncio de modificación del Plan Laboral, otorgando a los trabajadores mayor estabilidad en el empleo y una más segura indemnización por despido, además de otros beneficios puntuales. También están los avisos de renegociación de deudas de luz y agua, la promesa de una «solución» (no una casa) para el campamento Raúl Silva Henríquez y las modificaciones al POJH, de manera que permitan una mayor autonomía e ingreso para sus trabajadores.

    En realidad, a pesar de que suena bonito decir que termina la apertura política y empieza la apertura social, lo cierto es que no parece haber grandes modificaciones en cuanto a la política social del Gobierno.

    Después de todo y no obstante el sacrosanto principio de subsidiariedad del Estado, existe realmente la llamada «read social», encaminada a otorgar un mínimo de cobertura a determinados sectores de la llamada «extrema pobreza». Lo que sí ha venido ocurriendo en el último tiempo, incluso antes del Estado de Sitio, es que el Gobierno se ha estado poniendo más sensible frente a ciertas demandas de los sectores populares a fin de descomprimir un poco el descontento a través de medidas que no tengan un alto costo. Recuérdese, por ejemplo, la restitución de los tribunales del trabajo o la extensión del desayuno escolar a los períodos de vacaciones.

    Está claro que el régimen no está en condiciones de atender los graves problemas que afectan a los sectores populares, pero eso no significa que desatienda la ejecución de algunas medidas de apoyo social que impidan mayores desbordes de descontento.

    Pero eso no es todo, también existen otras intenciones. Viejas intenciones que, en la medida que se tiene un respiro siguen tratando de implementarse. Se trata, en lo fundamental, de despolitizar los conflictos, para lo cual se procura evitar que el Estado siga siendo la piedra de toque de los conflictos sociales.

    Esta estrategia del régimen ha estado presente desde sus comienzos, pero suele olvidarse. Medidas como el Plan Laboral, la Reforma Previsional, la regionalización y la municipalización, entre muchas otras, tienden a ese objetivo.

    Calza con tal estrategia el actual intento por privatizar el problema de la cesantía subsidiada: PEM y POHJ. La experiencia de las fuertes movilizaciones del PEM y POHJ durante 1983 apresuraron el actual diseño de privatización. Se trata, en suma, de transformar a estos trabajadores en miniempresas de producción y servicios que a partir de un primer apoyo estatal puedan independizarse. Así se terminan las presiones sobre el Estado y cada mini empresa se hace cargo de la sobreexplotación de sus miembros si quiere sobrevivir.

    Debiera llamar la atención que estas miniempresas de cesantes impulsadas por el régimen se asemejen tanto a las que algunos denominan Organizaciones Económicas Populares (OEP), esto es: huertos familiares, talleres laborales, cooperativas varias, comprando juntos y otros similares. Al parecer, esta línea que ensalza la «autosatisfacción de necesidades», que olvida el problema político del Estado y el problema económico del sistema capitalista, requeriría al menos, de ciertas precisiones.

    En todo caso, más allá del interés político y académico del tema, interesa resaltar esta iniciativa gubernamental precisamente por eso, porque constituye una iniciativa, lo cual indicaría que su inmovilismo no es absoluto como algunos pretenden.

    Tal vez es de esperar que la oposición política también busque romper el inmovilismo precisamente en el mismo frente, encabezando movilizaciones centradas en reivindicaciones concretas. Mucho se ha anunciado en este sentido, pero lo cierto es que aún no hay acciones consistentes al respecto. Como con tantas otras cosas, habrá que esperar a ver qué sucede, no todo ha de ser mirar la bola de cristal.

    INFORME MENSUAL DE COYUNTURA POLÍTICA Nº 56-57

    Santiago, marzo de 1985

    TERREMOTO HIPÓCRITA Y ESTADO TAMBIÉN

    A qué negarlo, resulta un tantico difícil hablar de política mientras se está moviendo la tierra y se están cayendo las casas. Por un momento se inunda todo de pánico, dolor y solidaridad humana. Pero después habrá que ordeñar la vaca, hundirse en el tedio de las tareas escolares, lavar la ropa, pelar el ajo, sonreír saludos y, por supuesto, la política.

    No vamos a extendernos acerca de la larga historia y el futuro de los terremotos que presenta Chile, ni sobre consideraciones psicológicas respecto del carácter terremoteado de los chilenos. Sólo que no podemos dejar de referirnos al terremoto y retomar el análisis político como si nada hubiera pasado.

    A menudo, aquellos escépticos de todo análisis y de toda interpretación (que vaya más allá de señalar que las cosas son así cuando no son de otra manera), suelen lanzar ejemplos como la muerte de un personaje o una catástrofe natural para demostrar la arbitrariedad absoluta de la historia.

    Sin ánimo de polemizar en tan delicado tema, digamos simplemente que la relación entre los hechos es una costumbre humana difícil de eliminar.

    En términos simples, el terremoto es un fenómeno natural (o al menos eso creemos), pero sus efectos aparecen condicionados socialmente y, a la vez, producen consecuencias del mismo tipo. Un terremoto de la misma intensidad no produce los mismos efectos en una situación como la chilena que en un país desarrollado económica y socialmente, con viviendas modernas y bien construidas. Sus repercusiones en la sociedad y en la política también son distintas.

    Algunos han denominado al reciente sismo como «terremoto hipócrita», queriendo señalar con ello el carácter de la destrucción producida, que en muchos casos se tradujo en fachadas intactas que ocultaban la destrucción interior de las casas. Pero resulta que el Estado se ha mostrado también extraordinariamente hipócrita o completamente ausente.

    En efecto, nunca antes en una catástrofe similar el Estado, las autoridades, tuvieron más pobre papel. En los instantes inmediatos al terremoto no hubo una sola autoridad que hablara llamando a la calma y dando instrucciones, no hubo tampoco ninguna medida inmediata.

    Llama la atención que desde el comienzo quedó claro que la calamidad era un asunto privado y que sólo el «orden» era asunto público. Los medios de comunicación privados fueron los únicos que presentaron información, promovieron la calma y entregaron algunas instrucciones frente a las «réplicas» que se sucedían. La ayuda solidaria también se canalizó fundamentalmente a través de la Iglesia, organizaciones sociales y entes privados en general.

    Desde entonces y en adelante se ha ido ratificando la línea de prescindencia estatal. Salvo mínimas acciones, que parecieran más bien corresponder a gastos ordinarios de propaganda, el Gobierno sólo ha entregado paternales consejos acerca de las ventajas del esfuerzo personal para salir de la catástrofe. Eso y tomar una película para ablandar el corazoncito de los acreedores extranjeros.

    La especulación en artículos de primera necesidad en las zonas más fuertemente afectadas y de materiales de construcción en todas partes, sólo se vio como el efecto inevitable de la venerada ley de la oferta y la demanda.

    Todo esto ha sido explícitamente proyectado como el mejor de los comportamientos posibles, tanto por personeros de Gobierno como por el inefable Mercurio. Este último a través de una verdadera batería de editoriales, ha insistido descaradamente en que el Estado no debe ayudar a nadie, que no debe crear ninguna institución para enfrentar la catástrofe, recordando que la terrible Corporación de Fomento a la Producción (CORFO), pieza fundamental en la industrialización del país, se creó justamente a raíz del terremoto de Chillán.

    Ni siquiera se ve con buenos ojos ese asunto de la solidaridad, que atenta contra el esfuerzo personal y el desarrollo de la iniciativa privada.

    Esta línea editorial de El Mercurio, que también pareciera estar expresando el comportamiento del Gobierno, tiene una importancia adicional, pues pareciera ratificar la progresiva identificación entre ambos. Baste recordar que el último cambio de Gabinete y las nuevas medidas económicas fueron también preparadas por El Mercurio.

    Sabido es que por muchos años El Mercurio ha tenido una fuerte incidencia en la política chilena, representando los intereses de un importante grupo económico muy ligado al capital extranjero. Pero en la actualidad El Mercurio está prácticamente quebrado, con una deuda insostenible con el Banco del Estado. Su sobrevivencia se logra con un increíble «renegociado» de su deuda que tiene reales caracteres de escándalo.

    Pero, más allá de cómo se hacen los negocios en este país, interesa saber hasta qué punto El Mercurio sigue siendo expresión de un cierto sector económico o ya se ha transformado en un medio de comunicación en manos del Gobierno a pesar de las apariencias.

    Al parecer seguiría en poder de sus antiguos dueños y como expresión de sus intereses. Sin embargo, debe anotarse que aunque parece existir una notable afinidad entre este sector económico y los sectores que parecen predominar en el Gobierno, resulta difícil para El Mercurio sustentar una independencia relativa hasta el punto de discrepar abiertamente. Como el diario La Tercera también está profundamente endeudado con instituciones financieras del Estado, prácticamente no existe ninguna posibilidad de expresión por la prensa de posiciones que no sean progubernamentales.

    Pero ya continuaremos alguna vez con eso. Ahora, volviendo al terremoto (al tema) y el comportamiento del aparato de Estado y, en particular, el Gobierno, se puede señalar que en estas circunstancias resulta particularmente visible el carácter no sólo del régimen político, sino del Estado mismo.

    Veamos, no se trata sólo de que las autoridades no son elegidas de acuerdo a las reglas de la democracia formal, que las leyes se dictan por mecanismos no controlados mínimamente por la soberanía popular y que no se respetan derechos humanos fundamentales; esto es, que el régimen es autoritario. Se trata de que la dominación social y política ha cambiado al punto de que el Estado ya ni siquiera parece tener la pretensión de representar a toda la nación. Es un Estado ligado muy directamente a satisfacer los intereses de un sector y a la represión de otro.

    Puede transferir sumas astronómicas para evitar la quiebra del sistema financiero y para renegociar la deuda del empresariado e imponer toda clase de sacrificios para pagar la deuda externa. Pero no se hace cargo de los problemas que afectan a los sectores populares, principales perjudicados con el último terremoto, porque esos son problemas privados. Sólo tardíamente, y debido a la magnitud de la catástrofe y al peligro de la protesta social, el Gobierno ha adoptado mínimas medidas de ayuda en los casos más graves.

    Lo anterior no es algo reciente, corresponde a un largo proceso de transformación que ha desmantelado al Estado de todos sus aparatos encargados de cumplir una labor social amplia que justificara su pretensión de representar los intereses generales de la nación. Los hospitales y servicios de salud, los organismos de obras públicas, municipalidades, oficina de emergencia, instituciones públicas de construcción de viviendas, etc., no parecen justificarse en un Estado de esta naturaleza. Sólo se robustecen las FF.AA. pero éstas no concurren masivamente en ayuda de los damnificados; están resguardando el orden público.

    Este efecto que tiene el terremoto, en cuanto a hacer evidente el carácter del Estado, pareciera ser, por el momento, el de mayor trascendencia. Sin embargo, la preocupación política se ha centrado en dos problemas que parecen más inmediatos. Si el terremoto favorece o no la permanencia del régimen y, muy ligado a lo anterior, si tendrá o no un efecto de reactivación económica.

    Los temas pueden parecer de corto alcance y frívolos frente a la magnitud de un desastre aún latente y a los imperativos de la solidaridad, pero se presentan y hay que analizarlos.

    Al parecer, en términos generales, podría decirse que el terremoto no va a tener grandes efectos en cuanto a la estabilidad del régimen ni respecto al curso de la economía. Lo sentimos por los entusiastas de los vuelcos espectaculares, pero, al menos por ahora, no parece haber razones para esperar grandes cosas en estos aspectos.

    En primer lugar, si bien el terremoto, como cualquier situación de catástrofe, genera naturalmente un mayor grado de reconocimiento al «jefe», como guía indispensable para enfrentar la situación, el carácter del Estado (no representativo de la totalidad) impide que el «jefe» asuma esa conducción. Dicho más claramente, aumenta el reconocimiento a la autoridad, pero la autoridad que no hace nada pierde ese reconocimiento. Teóricamente el Gobierno pudo ganar mucho (ordena, protege, ayuda, organiza), prácticamente no pudo ganar nada.

    En segundo lugar, la rigidez de los compromisos contraídos con el FMI y la banca extranjera impiden todo impulso reactivador que, en las actuales condiciones, sólo podría provenir del Estado. Esto se refuerza en virtud del nuevo Gabinete y la reafirmación del modelo económico con las últimas medidas. Podría haber una temporal y pequeña disminución del desempleo debido a labores reconstrucción, pero esto sólo sería un efecto marginal.

    En síntesis, el terremoto ha pasado y aunque sus dramáticas consecuencias permanecerán durante largo tiempo, al parecer no va a tener una incidencia política decisiva. La tregua política será de corta duración y el conflicto y los conflictos resurgirán con toda su fuerza puesto que no han cambiado sus elementos esenciales.

    ¿TIENE INGENIO DE ALGO DON SANCHOTE DE LA MANCHA?

    Algo ocurrió el 6 de noviembre. Corrieron el piso, cambiaron el escenario. Algo ocurrió que, después de cuatro meses, parece enredar las cosas con otros nudos.

    Ahora, mientras empieza a retirarse el verano, se enfría la cabeza y se va entendiendo mejor aquel «Jarpazo» que terminó con Jarpa, aquella «demostración de debilidad» que golpea cada vez más fuerte.

    El 6 de noviembre se cerró aquella informal, limitada e inestable «apertura política» que nos hizo escribir tantos análisis. Ahora, en esta nueva época, hay que ir tratando de descubrir de qué se trata. Para ello es necesario indagar dos aspectos fundamentales: ¿cómo fue posible el endurecimiento del 6 de noviembre, cuando el régimen parecía en progresivo deterioro?, y ¿hacia dónde se encamina esta nueva época?

    Responder a estas dos preguntas daría lugar a varios tratados, pero eso se lo dejamos a los tratadistas. Por nuestra parte sólo daremos algunas pinceladas.

    Como hemos señalado repetidas veces, para entender lo que está ocurriendo es necesario considerar que no sólo nos encontramos con un conflicto en relación al régimen político (autoritarismo-democracia), sino que también con un conflicto en relación al sistema socioeconómico (capitalismo-socialismo) y entre sectores en el poder (sectores financiero-empresariado). Estos tres conflictos están articulados entre sí, de manera que cada uno repercute en los otros.

    En la medida que avanza la crisis política queda de manifiesto que el conflicto en relación al régimen pasa a subordinar al conflicto en relación al sistema. El Gobierno tiene así éxito en revivir la amenaza al sistema como razón de ser de su existencia. De esta manera, aunque no logra un apoyo activo, es capaz de descolgar de la oposición no sólo al empresariado, que criticaba vivamente su política económica, sino a importantes sectores de capas medias que son hegemonizados por la ideología capitalista.

    El reforzamiento del régimen viene a aparecer así como la única garantía real del mantenimiento del sistema. A la vez, el conflicto entre sectores en el poder, exacerbado por la crisis económica, se atenúa ante la amenaza común que se define con señalar la capacidad de movilización de los sectores populares y la fuerza de las orientaciones marxistas.

    Lo anterior, expuesto en forma muy esquemática, está en la base de las dificultades de los intentos unitarios, tanto entre partidos políticos como entre movimientos sociales. El cierre de la apertura no elimina estas dificultades, sino que puede agravarlas.

    Pero, que haya factores que expliquen la posibilidad de endurecimiento del régimen, no nos dice mucho respecto de lo que el régimen intentará hacer. No faltará el simplista que piense que todo se reducía a gritar fuerte y pegar más fuerte para hacerse obedecer. Pero las cosas son un poco más complicadas.

    En efecto, es la existencia de serios problemas la que obliga al Gobierno a la «apertura». El cierre de esa opción puede explicarse por los factores que hemos señalado, pero eso no significa que los problemas hayan desaparecido. La oposición al régimen sigue teniendo gran fuerza social y política, no obstante la discusión en torno al sistema. El descontento no ha disminuido, sino aumentado. La capacidad de movilización opositora puede volver a crecer, los grupos de acción directa aumentan, a la vez que el conflicto interno disminuye la eficacia para enfrentar la oposición, etc.

    Es necesario inventar algo, después se verá si sirve, como dicen los dioses cuando modelan la primera pareja humana.

    Para algunos empezaría a perfilarse un nuevo modelo, pero eso es una exageración de los que ven un intento fundacional en cada paso. Lo cierto es que parece subsistir el objetivo directo de aguantarse el mayor tiempo posible y controlar. Se trataría de un cambio de táctica.

    En esta nueva táctica se empieza a percibir una mayor sistematización tendiente a hacer más coherente la opción adoptada. Esto se manifiesta tanto en la persistencia de las medidas «de excepción» de carácter represivo, como en los cambios en el equipo de dirección y en las medidas dictadas.

    En el campo económico, la larga pugna entre Collados y Escobar se resuelve finalmente a favor del primero. Sale Escobar, partidario de una política de reactivación económica reclamada por el empresariado productivo, y entra Büchi, hombre ligado al famoso modelo económico de los Chicago’s que impone el sector financiero.

    Las medidas económicas recientemente dictadas, de alza del dólar y rebaja de los aranceles, se inscriben dentro de la política de apertura hacia el exterior y mayores garantías de pago de la deuda externa aún a costa de aumentar la recesión económica. Esto significa, obviamente y a pesar de medidas paliativas, el triunfo del sector financiero, fundamentalmente extranjero, y la derrota del empresariado productivo nacional.

    Los cambios en la

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