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En vez del optimismo: Crisis de representación política en el Chile actual
En vez del optimismo: Crisis de representación política en el Chile actual
En vez del optimismo: Crisis de representación política en el Chile actual
Libro electrónico204 páginas2 horas

En vez del optimismo: Crisis de representación política en el Chile actual

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“El lector tiene en sus manos un libro inusual: es un comentario ilustrado e inteligente sobre la situación política chilena. Es un análisis que se atreve a ir más allá de lo evidente, de los lugares comunes, de la forma de reflexión a la que estamos acostumbrados. Juan Pablo Luna muestra una especial agudeza para describir la crisis del sistema político chileno”. Fernando Atria

“En estas páginas Juan Pablo Luna nos saca de esa zona de confort para introducirnos en el vértigo de la incerteza. Si están dispuestos, síganlo, pero antes les hago una advertencia tomando prestadas las palabras de Nicanor Parra y su «Montaña rusa»: Suban, si les parece/ Claro que yo no respondo si bajan/ echando sangre por boca y narices.Firmen aquí, si así y todo quieren seguir adelante”. Daniel Matamala

“En años donde el debate público se reduce peligrosamente a un puñado de eslóganes y la cobertura política se limita a analizar las encuestas presidenciales, observamos en estos textos la reflexión amplia de un académico que mira la política en su sentido profundo: como herramienta para construir comunidad; un académico movido por la convicción de que «lo mejor que podemos hacer es generar interrogantes donde otros ven certezas, e intentar iluminar así realidades escondidas en los márgenes», como dice en su inquietante última columna, «Réquiem para la democracia capitalista»”. CIPER Chile


ACERCA DEL AUTOR:

JUAN PABLO LUNA es profesor titular del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile e investigador principal del Núcleo Milenio para el Estudio de la Estatalidad y la Democracia en América Latina (RS130002). Su investigación se ha centrado en el estudio de la representación política en América Latina y más recientemente, en la interacción entre el crimen organizado y los agentes estatales en la región.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 ene 2018
ISBN9789563245431
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    En vez del optimismo - Juan Pablo Luna

    equivocado.

    PRESENTACIÓN

    PLANTEAR PREGUNTAS DONDE OTROS VEN CERTEZAS

    Para la Fundación CIPER es una gran satisfacción ver transformado en un libro la colección de columnas de Juan Pablo Luna, profesor titular del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

    Publicados originalmente en CIPER entre 2016 y 2017, estos textos desmenuzan la crisis del sistema político chileno y ofrecen al lector un retrato rico en matices y perspectivas nuevas, en el que se vinculan temas que usualmente se miran en forma aislada. 

    Un buen ejemplo es cómo el profesor Luna aborda el escándalo del financiamiento ilegal de la política, asunto en el que periodistas y fiscales han buscado probar que el dinero pagado por algunas empresas se tradujo en leyes favorables a los intereses corporativos. Echando mano a sus investigaciones académicas, el profesor Luna describe aquí una parte que complementa esa historia: cómo ese dinero se ha vuelto central en el engranaje partidario. Destaca el rol del clientelismo, mecanismo que permite a los partidos reunir votos en los sectores populares para representar los intereses de los sectores prósperos que los financian. Y explica cómo la segregación social y territorial chilena permite a los partidos elaborar discursos distintos y contradictorios para los diferentes sectores y ser electoralmente exitosos en todos (dado que no hay contacto entre las clases sociales —vivimos en universos paralelos, remarca Luna—, nadie nota ni denuncia las contradicciones). 

    Estos y otros mecanismos ayudan a entender en parte por qué hoy es tan difícil saber qué piensa un partido sobre temas clave y por qué las mayorías no se sienten representadas por los discursos partidarios. Pero siempre dispuesto a ampliar la cancha, a incorporar nuevas perspectivas, Luna no se detiene ahí y nos advierte también que el gran daño que le hace a la democracia una elite empresarial que paga por leyes no es el único problema ni el más grave. Mirando lo que ocurre en la cima de la estructura, hemos olvidado la amenaza «por abajo», desde lo local: la amenaza narco que ocupa calles, barrios, municipios y que hace encogerse de miedo a las democracias de todo el continente.

    El lector encontrará aquí descripciones y análisis de fenómenos clave, sobre los que se reflexiona poco, como la emergencia del ciudadano monotemático (que solo se moviliza políticamente por un único tema y al que es muy difícil satisfacer); o el daño que le produce a la política la excesiva transparencia (el liderazgo político requiere de magia, decía Max Weber. Y esa magia es, en esencia, opacidad). Luna alimenta estos textos con ideas frescas que hoy se discuten a nivel mundial; por ejemplo, las interesantes teorías de Peter Turchin respecto de los ciclos de cooperación y violencia que se suceden en la historia humana (la victoria de Donald Trump habría dado inicio a un nuevo ciclo de violencia) o el contundente análisis de Wolfgang Streeck sobre el fin de la democracia capitalista.

    No es tarea de esta presentación dar cuenta de la cantidad de ideas nuevas que aparecen en el libro de Luna. Solo queremos remarcar que, en años donde el debate público se reduce peligrosamente a un puñado de eslóganes y la cobertura política se limita a analizar las encuestas presidenciales, observamos en estos textos la reflexión amplia de un académico que mira la política en su sentido profundo: como herramienta para construir comunidad; un académico movido por la convicción de que «lo mejor que podemos hacer es generar interrogantes donde otros ven certezas, e intentar iluminar así realidades escondidas en los márgenes», como dice en su inquietante última columna, «Réquiem para la democracia capitalista».

    La fundación CIPER tiene como tarea central la promoción de la democracia a través del periodismo de investigación llevado adelante con altos estándares éticos y profesionales. Para realizar nuestro trabajo buscamos establecer diálogos constantes y profundos con el mundo académico, un espacio que, gracias a la inversión pública en formación de capital humano avanzado, se ha enriquecido en voces e ideas. Tenemos la convicción de que el trabajo de investigadores como Luna es un aporte clave para el fortalecimiento de la democracia, que, en épocas de incertidumbre, necesita hacerse más y mejores preguntas y no solo aferrarse a un puñado de recetas y eslóganes.

    CIPER Chile

    A MODO DE ADVERTENCIA

    Por Daniel Matamala

    Dese por advertido el lector: lo que viene en las siguientes páginas es difícil de masticar.

    Y lo es no porque el tema no sea fascinante (que vaya que lo es), ni menos porque la prosa sea compleja (que Luna sabe explicar, y sabe hacerlo en simple y en crudo). Lo que viene no es fácil porque este libro de Juan Pablo Luna desnuda con precisión las crisis de nuestro sistema político, pero se resiste a resolverlas de un golpe de ingenio. Huye de los lugares comunes al describir los problemas, desarma mitos políticamente correctos y nos presenta en toda su complejidad el estado de las cosas.

    No hay soluciones, fórmulas ni recetas. Es un elogio de la incertidumbre. 

    ¿Cómo así? Vamos por partes, que este plato indigesto hay que masticarlo bien antes de intentar tragarlo. 

    Algunos lugares comunes dominan el debate público hoy en Chile. Que vivimos una crisis de confianza, causada por el choque entre una ciudadanía empoderada por nuevas formas de comunicación y una elite incapaz de amoldarse a este nuevo escenario. Esa crisis tiene expresiones cuantitativamente evidentes, como la baja participación electoral y los récords de desconfianza y desaprobación hacia el Congreso, el gobierno y otras expresiones de poder. También aparece en otras manifestaciones más bien subjetivas, como el clima enrarecido en las redes sociales o las agresiones verbales y físicas contra las autoridades. 

    Esa malaise social traería ciertos peligros, continúa este diagnóstico. El más temible de ellos es el populismo. Se lo presenta como el fantasma de un caudillo dispuesto a barrer con la elite política y reemplazarla con el infierno particular de quien lance la profecía: para algunos será la demagogia económica, para otros el militarismo autoritario, la lucha de clases, el racismo ignorante à la Trump, etc.

    Ante tales pesadillas, sigue esta mirada, afortunadamente hay soluciones: transparencia total para recuperar la confianza, leyes que estimulen la renovación política para recomponer lazos con la ciudadanía, partidos con mejor accountability que den gobernabilidad, etc.

    Esta trilogía (problema > peligro > solución) que suelen ofrecer los columnistas de la plaza resulta reconfortante. Tenemos un problema, hay un peligro en él, pero conocemos ciertas pócimas milagrosas para eludirlo. 

    En las siguientes páginas, en cambio, Juan Pablo Luna nos sacará de esa zona de confort para introducirnos en el vértigo de la incerteza. Si están dispuestos, síganlo, pero antes les hago una advertencia tomando prestadas las palabras de Nicanor Parra y su «Montaña rusa»: «Suban, si les parece / Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices».

    Firmen aquí, si así y todo quieren seguir adelante.

    EL RITUAL DE LO HABITUAL

    Luna sitúa el inicio de la crisis en la pérdida del vínculo entre políticos y sociedad civil, reemplazado por un lazo cada vez más estrecho con los intereses empresariales y la tecnocracia. Esta conformación de una elite político-técnico-empresarial, autónoma del teórico soberano (el pueblo), fue generando una crisis de baja intensidad.

    Es el no estoy ni ahí de los años de la transición, minimizado en su momento como expresión de «normalidad» de una sociedad madura, que ya no se jugaba la vida en cada elección, y donde, por lo tanto, naturalmente los intereses del respetable se enfocaban en elegir el mejor modelo de electrodoméstico y no el partido político más cercano a sus sueños e intereses. 

    Esta mirada de la política como mera administración puede parecer muy plácida, pero es una bomba de tiempo. Para explicar por qué, permítanme citar una frase de Carlos Peña en su libro Ideas de perfil: «Cuando a la política se la concibe como una mera técnica o un saber experto —y la deliberación de los ciudadanos queda entonces desplazada por la cultura de los expertos, lostechnopols, como los llaman hoy los papers de Political Science— se está suprimiendo de la vida colectiva la necesidad de discernimiento y de diálogo. Y la vida común aparece como la ejecución de un guión que no podemos modificar sino solo —a través de los expertos— leer».

    La mera lectura del guion tarde o temprano se vuelve insuficiente para la ciudadanía, y de pronto esta crisis se vuelve de alta intensidad. Entonces llega la anomia: «las normas que rigen la acción social se rompen y los actores se quedan sin marcos de referencia, sin libreto», explica Luna. Los protagonistas repiten sus rituales habituales, pero estos parecen de pronto desprovistos de todo sentido. En esa sensación de banalidad quiero extenderme, porque se cuela hoy en todos los ámbitos. 

    Se la percibe cuando un gobierno llama a comisiones, grupos de trabajo o mesas de diálogo para enfrentar alguna demanda social que le ha explotado en la cara. Cuando el Congreso sigue ciertos rituales coreográficos, como las interpelaciones en que un diputado, con cara de circunstancia y ademán enérgico, conduce un cuestionamiento que terminará con el ministro en cuestión siendo aplaudido por la barra brava producida para la ocasión. Cuando, al ser pillada con las manos en la masa, alguna autoridad declama la relevancia del «respeto a la institucionalidad», de «la presunción de inocencia» o «la inviolabilidad de la honra», intentando presentar como asunto de principios (o de patriotismo, incluso) lo que todos los espectadores sabemos que no es más que el esfuerzo por salvar el pellejo.

    Pero esa misma ritualidad vacía se percibe también en los movimientos sociales. ¿De qué otra manera describir el calendario de protestas, marchas y tomas que se despliega cada otoño e invierno, mientras los dirigentes estudiantiles intentan legitimar su conducción, dejar huella y convencerse a sí mismos de que este año sí será, sin duda, al fin, un nuevo 2011?

    Rituales a los que ese mismo pueblo que no escucha a los políticos también dejó de prestar atención, marcándolos en el calendario con la misma resignación con que se reciben las lluvias, los tacos o los cortes de agua y luz: disrupciones incómodas, sin ningún sentido, de la rutina diaria.

    Cuando los políticos pierden su capacidad de intermediación, de traducir las demandas sociales en políticas públicas, el sistema se rigidiza. Cada uno repite sus rituales, pero falta la bisagra que convierta ese movimiento mecánico en avance. Sin la bisagra (o, más bien, con una bisagra que ya no tiene aceite), cada movimiento suena con más y más estrépito, a riesgo de romperse. 

    Los eslóganes se convierten en fines en sí mismos, más que en instrumentos que, traducidos por la política, terminen generando decisiones públicas mínimamente legítimas y satisfactorias. Es una forma de ritualidad vacía a la que la nueva izquierda del Frente Amplio y el movimiento estudiantil se ha mostrado particularmente adicta. 

    ¿Es la transparencia la pócima mágica que solucione la anomia? Instintivamente, parece claro que sí. Es lo que demandamos los medios de comunicación y las redes sociales, proclives a estallar con escándalo cada vez que, paradójicamente, esa transparencia nos permite mirar por el ojo de la cerradura lo que ocurre en la cocina del poder. A riesgo de ser muy políticamente incorrecto, Luna controvierte esta idea. Citando a Max Weber, recuerda que el liderazgo político requiere de cierta «magia». Y la magia es, por definición, opaca. Por algo el sombrero de copa del que sale el conejo no es transparente. Es negro. 

    Este libro también contradice la extendida idea de que el abismo al que nos asomamos es el populismo. Ejemplificando con el caso de Perú, el autor nos habla de un peligro diferente. El poder que pierden los partidos no necesariamente se lo roba un caudillo galopando en un corcel negro y blandiendo una bandera roja. Puede que, mucho más quietamente, sea una elite tecnocrática la que usurpe ese poder, volviendo totalmente superflua la rutina democrática.

    En este escenario, es la burocracia (especialmente los economistas a cargo de Hacienda) la que define políticas públicas, garantiza estabilidad macroeconómica y da confianza a los inversionistas para que la rueda siga girando. La que escribe el guion, siguiendo a Peña.

    Un panorama mucho más tranquilizador para quienes pretenden mantener el statu quo con la tapa bien firme sobre la olla a presión. ¿Y la democracia? Mal, gracias.

    Es esa, me parece, una mirada especialmente torpe sobre la situación actual. De hecho, se ha puesto de moda en la elite chilena (ese nudo político-técnico-empresarial) poner a Perú como un modelo de éxito. Perú crece más que Chile, nos dicen. Las inversiones mineras se desvían hacia allá porque hay «garantías» que nosotros ya no damos. El timón económico no se mueve por presiones populistas. Y además nos ganaron en La Haya, y eligieron a un gringo pro-mercado (PPK) como presidente.

    Hay en ese diagnóstico una sicología interesante. Una suerte de desplazamiento del mito del paraíso perdido, desde nuestra idílica transición con un 7% de crecimiento y consensos cupulares al amable y cómodo Perú (¡qué bien se come allá, además!).

    LAS LLAVES DEL BORRACHO

    ¿Respuestas? Juan Pablo Luna recuerda el chiste del borracho que busca la llave bajo el farol, no porque el llavero haya caído ahí, sino porque es el único lugar donde hay luz. 

    Es aquí donde el texto se vuelve derechamente inquietante. Porque nos saca de la luz del farol, para buscar en la oscuridad. Y peor aún (alerta de spoiler): no encontraremos el llavero. 

    «La crisis chilena», advierte Luna, «es la manifestación local de algo muy grave: el agotamiento de un modelo económico y de gobernanza que desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy logró compatibilizar capitalismo y democracia representativa. Hoy ya no parece posible que democracia y capitalismo, tal como los hemos venido practicando hasta ahora, sigan siendo compatibles».

    Uf.

    Dejaremos a las páginas que siguen la fundamentación de tan demoledor diagnóstico. Tal vez a los que sueñan con la superación de esta «democracia burguesa» y del capitalismo como motor del orden social la propuesta les parezca hasta excitante. Lamento no compartir tal entusiasmo. La dupla capitalismo + democracia representativa, con todas sus enormes deficiencias, ha creado las sociedades más prósperas de la historia de la humanidad, y temo que no se avizora en el horizonte ninguna fórmula capaz de competir con ella. 

    Valga aquí un brevísimo resumen, cortesía de Yuval Noah Harari en Homo Deus. En las últimas décadas los seres humanos hemos dominado, por primera vez desde que salimos de las cavernas, las tres grandes causas de sufrimiento humano: el hambre, la peste y la guerra. 

    Hoy la obesidad mata a tres personas por cada una

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