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La mujer del porvenir
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Libro electrónico98 páginas1 hora

La mujer del porvenir

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La mujer del porvenir (1869) es un vibrante y lúcido ensayo sobre la independencia de la mujer y su futuro en la sociedad moderna. Escrito en la España del siglo XIX por Concepción Arenal, este texto destaca por su espíritu vanguardista.
A lo largo de su vida, Concepción Arenal escribió varias obras en las que defendió la igualdad entre hombres y mujeres y reivindicó el libre acceso a la educación. También defendió que las mujeres pudieran dedicarse a profesiones que hasta entonces les estaban vetadas.
La escritora fue pionera al colocar la emancipación femenina en el punto de mira y al abordar con seriedad las consecuencias de la discriminación educativa. Combatió los prejuicios sobre la supuesta inferioridad fisiológica, moral e intelectual de la mujer. Exploró también las consecuencias de su acceso a la educación y al trabajo.
Una de las reflexiones de La mujer del porvenir es la emancipación de la mujer como sujeto político, un punto central de su pensamiento.
El movimiento feminista español de este periodo es escaso. También lo fue el número de mujeres que accedió a los estudios superiores. De 17.287 personas matriculadas, solo una era mujer en el año 1900.
El pensamiento feminista está en manos de unas pocas pensadoras de la época que tuvieron acceso a los debates, e incluso participaban en ellos. La búsqueda de la igualdad entre ambos sexos influida por el pensamiento krausista y el escaso pensamiento feminista, no cuajaron, y habrá que esperar algunas décadas más.
Incluso pioneras del feminismo como Concepción Arenal acaban adoptando una actitud de resignación. Incluso, de cierta aceptación ante la presión de las ideas patriarcales:
«…no albergamos hoy aquel íntimo convencimiento en la igualdad de la inteligencia de los dos sexos manifestado en La mujer del porvenir»
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento31 ago 2010
ISBN9788498976434
Autor

Concepción Arenal

Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. En 1862 publicó su manual El visitador del preso, traducido a casi todos los idiomas europeos. En 1864 fue nombrada visitadora general de prisiones de mujeres. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Al mismo tiempo elaboró una amplia obra escrita, en la que reflexionaba sobre propuestas como la legitimidad de la guerra justa en defensa de los derechos humanos, la orientación del sistema penal hacia la reeducación de los delincuentes o la intervención del Estado en favor de los desvalidos.

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    La mujer del porvenir - Concepción Arenal

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    Concepción Arenal

    La mujer del porvenir

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: La mujer del porvenir.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    e-mail: info@red-ediciones.com

    Diseño de cubierta: Michel Mallard.

    ISBN rústica ilustrada: 978-84-9007-455-8.

    ISBN tapa dura: 978-84-1126-013-8.

    ISBN ebook: 978-84-9897-643-4.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Brevísima presentación 9

    La vida 9

    Al lector 11

    Capítulo I. Contradicciones 13

    Capítulo II. Inferioridad de la mujer 17

    Cuestión fisiológica 17

    Capítulo III. Inferioridad moral de la mujer 23

    Capítulo IV. La historia 29

    Capítulo V. Consecuencias para la mujer de su falta de educación 37

    Capítulo VI. Consecuencias para el hombre de la supuesta inferioridad de la mujer 51

    Capítulo VII. Consecuencias para la sociedad de la supuesta incapacidad intelectual de la mujer 61

    Capítulo VIII. ¿Qué oficios y profesiones pueden ejercer las mujeres? 67

    Capítulo IX. ¿Cómo se modifica el carácter de la mujer educada? 73

    Capítulo X. ¿Hay incompatibilidad entre el cultivo de la inteligencia y los quehaceres domésticos? 81

    Capítulo XI. ¿Qué será de los hijos cuando la madre pueda ejercer una profesión u oficio lucrativo? 85

    Capítulo XII. La mujer soltera 89

    Conclusión 93

    Libros a la carta 99

    Brevísima presentación

    La vida

    Concepción Arenal (Galicia, 31 de enero de 1820-1893). España.

    Su padre, Ángel del Arenal, era un militar que sufrió prisión por su ideología liberal y por estar en contra del régimen monárquico absolutista del rey Fernando VII. Las duras estancias en prisión provocaron su muerte en 1829, cuando Concepción apenas tenía ocho años.

    En 1834 Concepción y su madre se marcharon a Madrid, y allí estudió en un colegio para señoritas. Hacia 1841 ingresó como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, vistiendo de hombre, en una época en que la educación universitaria estaba prohibida a las mujeres. Con atuendos masculinos Concepción participó también en tertulias políticas y literarias.

    Tras terminar la carrera se casó en 1848 con el también abogado y escritor Fernando García Carrasco. Años después colaborarían juntos en el periódico liberal Iberia hasta la muerte de Fernando en 1857. Entonces sumida en la pobreza se fue a la casa del violinista Jesús de Monasterio en Potes (Cantabria), donde fundó en 1859 el grupo femenino de las Conferencias de San Vicente de Paúl.

    En 1863 fue la primera mujer que recibió el cargo de Visitadora de Cárceles de Mujeres, puesto que ocupó hasta 1865. Publicó libros de poesía y ensayo como Cartas a los delincuentes (1865), Oda a la esclavitud (1866), El reo, el pueblo y el verdugo o La ejecución de la pena de muerte (1867). En 1868 fue nombrada Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, y en 1871 entró en la revista madrileña La Voz de la Caridad.

    En 1872 fundó la Constructora Benéfica, sociedad dedicada a la construcción de casas baratas para obreros. Por entonces también colaboró con la Cruz Roja del Socorro, asistiendo a los heridos de las guerras carlistas, a cargo de un hospital de campaña.

    Concepción Arenal es la principal precursora del feminismo en España.

    Murió el 4 de febrero de 1893 en Vigo.

    Al lector

    Más bien te preveo hostil que te espero benévolo, lector, a quien por tanto no me atrevo a llamar amigo.

    Te presento este librito, y si te propones leerle, me debes agradecer que sea tan breve, porque el asunto es largo, y te aseguro que me ha costado trabajo no decir más sobre él.

    He procurado agrupar los argumentos y concentrar las razones para que tengan más fuerza, porque ya se me alcanza que no será poca la resistencia que necesitan vencer.

    Los que se dirigen a ti, suelen tener la idea de atraerte a su creencia, a su opinión; mis pretensiones son más modestas: no intento persuadirte ni convencerte; toda mi ambición se limita a que al concluir estas páginas, dudes y digas, primero para ti y después para los otros: «¿Si tendrá razón esta mujer en algo de lo que dice?»

    Capítulo I. Contradicciones

    El error, tarde o temprano, acaba por limitarse a sí mismo, y la primera forma de su impotencia, es la contradicción: si quisiera ser lógico, se haría imposible. La humanidad, que puede ser bastante ciega para dejarle sentar sus premisas, no es nunca bastante perversa o insensata para permitirle que saque todas sus consecuencias: le opone su razón, sus afectos o sus instintos, y él transige; podemos estar seguros de que donde hay contradicción, hay error o impotencia.

    Aplicando esta regla al papel que la mujer representa en la sociedad, por la falta de lógica del hombre, vendremos a convencernos de su falta de razón, primero, y de justicia, después.

    Una mujer puede llegar a la más alta dignidad que se concibe, puede ser madre de Dios: descendiendo mucho, pero todavía muy alta, puede ser mártir y santa, y el hombre que la venera sobre el altar y la implora, la cree indigna de llenar las funciones del sacerdocio. ¿Qué decimos del sacerdocio? Atrevimiento impío sería que en el templo osara aspirar a la categoría del último sacristán. La lógica aquí sería escándalo, impiedad.

    Si del orden religioso pasamos al civil, las contradicciones no son de menor bulto. ¿Cómo una mujer ha de ser empleada en Aduanas o en la Deuda, desempeñar un destino en Fomento o en Gobernación? Solo pensarlo da risa. Pero una mujer puede ser jefe del Estado. En el mundo oficial se la reconoce aptitud para reina y para estanquera; que pretendiese ocupar los puestos intermedios, sería absurdo. No hay para qué encarecer lo bien parada que aquí sale la lógica.

    En las relaciones de familia, en el trato del mundo, ¿qué lugar ocupa la mujer? Moral y socialmente considerada, ¿cuál es su valor?, ¿cuál su puesto? Nadie es capaz de decirlo. Aquí es mirada con respeto, y con desprecio allá. Unas veces sufre esclava, otras tiraniza; ya no puede hacer valer su razón, ya impone su capricho. Buscad una regla, una ley moral: imposible es que la halléis en el caos que resulta del choque continuo entre las preocupaciones y la ilustración, el error y la verdad, la injusticia y la conciencia. El libertino que escarnece la virtud, cree en la de su madre; el cínico arriesga la vida en un desafío por defender el honor de su hermana; el que ha hecho muchas víctimas y hollado las más santas leyes, recibe como tal un capricho de la que ama; el que tiene teorías y hábitos de tirano, viene a ser el esclavo de su hija o de su nieta. El corazón, los instintos, la conciencia, se oponen de continuo en la práctica a esas teorías que conceden al hombre superioridad moral sobre la mujer. Se ve, pues, arrastrado a ceder de lo que llama su derecho cuando no abusa de él, y al conceder esta gracia, ya no establece reglas de justicia, porque no es fácil poner límites a la generosidad del que da por afecto, ni a la exigencia del que recibe sin reflexión. Así, pues, en las relaciones domésticas y sociales del hombre y la mujer, como lo que se llama justicia no lo es, ni puede por lo tanto convertirse en regla permanente y respetada, todo está a merced de los afectos y

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