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Sentirse hombre en el norte: Narrativas de masculinidad entre la posmodernidad y el muro
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Sentirse hombre en el norte: Narrativas de masculinidad entre la posmodernidad y el muro
Libro electrónico286 páginas4 horas

Sentirse hombre en el norte: Narrativas de masculinidad entre la posmodernidad y el muro

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El texto explora los cambios en la identidad masculina a través de las historias de un grupo de hombres en Mexicali. Desde los espacios limítrofes donde estos hombres interactúan, y en un contexto histórico posmoderno en el que surge el muro que se construyó a lo largo de toda la franja fronteriza de México con Estados Unidos, se analizan las zonas
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 may 2020
ISBN9786076076354
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    Sentirse hombre en el norte - Lidia Alejandra Suárez Sánchez

    Índice

    Agradecimientos

    Prefacio

    Introducción

    Capítulo I. La masculinidad en juego

    Capítulo II. La frontera norte

    Capítulo III. Escenario I. Violencia y cultura del barrio: reproducción y rupturas

    Capítulo IV. Escenario II. Modernidad-posmodernidad: imaginarios, tribus y cultura visual

    Capítulo V. Escenario III. Feo, fuerte, formal

    Conclusiones

    Bibliografía

    Legales

    Universidad Autónoma de Baja California

    Lidia Alejandra Suárez Sánchez

    Sentirse hombre en el norte

    Narrativas de masculinidad entre la posmodernidad y el muro

    Selección Anual para el Libro Universitario

    Agradecimientos

    Al final de toda exploración regresas al punto donde empezaste y lo ves todo por primera vez, dice un poema Whitman. Eso es lo que sucede al terminar un proceso de trabajo: lo que se estuvo tratando de comprender adopta dimensiones distintas. Es en parte lo que mueve el conocimiento acerca del mundo y la sociedad, la sorpresa de ver cómo construimos y volvemos a construir, pieza por pieza, nuestros propios inventos, y cómo en ellos vamos depositando creencias, historias, afectos, convicciones y todo lo que permite que se reproduzca la vida social. Por experimentar este proceso, y por todo lo que alcancé a ver y sentir, doy las gracias.

    Expreso mis sinceros agradecimientos a cada una de las personas e instituciones que apoyaron la realización de este trabajo de tesis. Al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que a través del Programa Interinstitucional de doctorado en ciencias sociales

    uas

    -Unison-

    uabc-ciad

    hizo esta tarea posible.

    A los hombres participantes, por darme la oportunidad de conocer una parte de su vida, de sus historias, su mundo y utopías acerca del mundo. Por dejarme conocer sus ideas y mostrarme sus puntos de vista acerca de la desigualdad o la igualdad que producen los acuerdos que establecen los hombres y las mujeres.

    A Germán Vega, por compartir sus libros sobre masculinidad, género y migración. A Mayra Vidales y Alejandra Navarro, por revisar, comentar y desarmar el orden del texto. A Lya Niño, por facilitar el espacio de trabajo, libros e información. A Rosario Román, por su buena disposición y apoyo para que este trabajo llegara a su fin. A Magdalena Villareal, por hacerme creer que no todo está perdido si dentro de la rigidez académica se buscan los espacios liminares de libre expresión y pensamiento. A Rosy Espinoza, por revisar y comentar parte de esta versión.

    Al cuerpo académico de ciencias sociales del Instituto de Investigaciones Sociales de la

    uabc

    por involucrarme en parte de sus actividades, discusiones y proyectos de investigación social durante este proceso.

    A los compañeros y compañeras que tejen redes de lucha colectiva, por atreverse a imaginar y reinventar narrativas de solidaridad, aprendizaje, compromiso con las pequeñas causas que configuran utopías comunitarias y cambios sustanciales, por mostrar un camino por construir.

    A mi familia, por el apoyo incondicional de siempre, principalmente a Jerónimo, por su pequeña, divertida y esencial compañía en las batallas, las derrotas y los triunfos de todos los días.

    Prefacio

    El propósito de este trabajo es comprender los cambios por los que atraviesa el concepto de masculinidad desde la perspectiva de un grupo de hombres que viven en la frontera norte, específicamente en la ciudad de Mexicali, a partir de la exploración de sus utopías desde cuatro ejes temáticos: masculinidad, violencia, género y cultura visual. El objetivo es establecer un acercamiento a los espacios de liminaridad donde estos hombres interactúan, dentro del contexto histórico de la construcción de un muro que se extiende a lo largo de la franja fronteriza en esta época de posmodernidad.

    La metodología plantea una exploración postexperimental enfocada en las zonas de resistencia, en lo marginal y lo excluido, sin tratar de generalizar en torno a las pautas que condicionan el comportamiento masculino. Para tal efecto, se utilizó el método etnográfico y se realizaron entrevistas a un grupo de hombres de distintas edades, nivel socioeconómico y experiencias de migración hacia Estados Unidos. Algunos de ellos trasgreden el orden social por medio de la violencia directa o física y, otros, de manera simbólica. Ambos grupos están en desacuerdo con las normas que propone el orden legal establecido y, en este sentido, sus discursos se oponen a la estructura hegemónica dominante, por lo tanto, sus narrativas se consideran discursos contrahegemónicos.

    En esta investigación se encontró que, desde la percepción de los varones entrevistados, existe un proceso de cambio del significado de ser hombre en relación con el modelo de masculinidad tradicional, que exigía al hombre rudeza y distanciamiento emocional, incluso de su propia familia. Sus narrativas muestran los ángulos de las transformaciones por las que atraviesa el género masculino y, en consecuencia, el femenino. Estas se producen en medio de una atmósfera de violencia, según el reporte de datos empíricos sobre el entorno familiar y el contexto social en el que se desarrolló la infancia de estos varones, así como por las características de la violencia social que ellos mismos reproducen a través de la trasgresión física y la violencia simbólica.

    Las causas de la violencia, por lo tanto, no las determina el contexto social, aunque puede propiciarlas, es decir, que en un mismo entorno social, en condiciones de vida similares, las opciones de los varones pueden ser distintas. La interpretación es que no existe un esquema unidimensional de comportamiento, sino que los hombres pueden tomar las opciones básicas: la violencia y la no violencia, con sus diferentes matices.

    Por último, desde la lógica de los entrevistados, la masculinidad no es algo que caracteriza sólo a los hombres, sino a una concepción del mundo que forma parte de los imaginarios de género en hombres y mujeres y, en este momento, experimenta diversos cambios, los cuales se observan en el registro de masculinidades alternas, contrahegemónicas, que amplían los discursos en relación con el significado de ser hombre en esta zona de la frontera noroeste de México.

    Introducción

    Para existir, todo discurso necesita

    De un metadiscurso que le otorgue reconocimiento.

    Dubois et al. (1974)

    Escenario A

    Un día de noviembre de 2006, a las 7:30 horas, el noticiero Al instante, de la frecuencia 1340 de amplitud modulada, transmitió la voz del reportero Francisco Sandoval, quien anunciaba la detención de un grupo de jóvenes que pintó un mural sin autorización en la pared de un cine abandonado del centro de Mexicali —ciudad fronteriza que, después de 104 años de existencia, basa su economía en la producción agrícola y en la industria maquiladora—. La autoridad, que no consideró que podría tratarse de una propuesta de intervención estético-política para mejorar la deteriorada imagen pública de la zona centro de la ciudad, detuvo a los responsables por realizar actos vandálicos en el espacio urbano del primer cuadro de la ciudad. En seguida, se les condujo a la comandancia de la policía municipal. Uno de los protagonistas narró que:

    Habíamos como cinco, y para mala estrategia de nosotros, un compañero pintó un zapatista y uno de los changarreros reaccionario de ahí llamó a la policía. Casi decía ¡Prefiero que esté la pared llena de mugre y de fecales a ver esos monos!.

    Los cinco jóvenes estudiantes y el profesor involucrados se dedican al arte público, construyen lo que ellos consideran una lucha política, pintan las bardas de la ciudad –a veces de manera legal y otras no– y son concientes de las enormes desventajas de competir con la mercadotecnia publicitaria: Nosotros hacemos uno y ellos hacen 20. Dicen hacer arte por desesperación, porque su forma de resistir al opresivo sistema capitalista es a través de los recursos de organización que va contra una corriente cultural hegemónica. El profesor detenido explica:

    El municipio dijo que no podía dar permiso, y el dueño… ¡a saber dónde! Sabe, se ha de haber muerto. Nos aventamos así y al cuarto día llegó la policía. No sé si alguien le dijo que estábamos pintando, pero llegó y ya le explicamos todo: Mira, estamos haciendo una obra, al menos saneando aquí, si no te convencemos, nos vamos pues y ya. ¡Ya!, váyanse, pues, recojan y váyanse.

    Sí, fue una agresión, un diálogo verbal de media hora.

    ¡No!, que me vale gorro que estés haciendo el bien. Si no traes permiso, ¡vas pa’ arriba!. Sí, un poco agresivo en palabras, y nosotros por convencerlo de que era algo bueno lo que estábamos haciendo. Porque yo también me enfadé y dije: pues total, en mi trabajo no me hacen nada. Pues estando allá, hablamos con el juez, a lo mejor el juez está igual que él. Pensé: Ni te voy a convencer ni me vas a convencer, a lo mejor esté bien, pero no pasa de una multa de 1 500 pesos. No voy a estar discutiendo toda la tarde con él.

    Ahí la policía levantó a cinco compañeros y ya después llegamos nosotros y fuimos a hablar con el juez. Le explicamos todo al juez y dijo lo mismo que dijo el policía: Sí, estaban haciendo algo bien, pero no traen permiso y eso equivale a multa.

    A lo mejor era esa la intención…, como el municipio necesita dinero, todo el que venga para acá tiene que dejar.

    Los jóvenes y el profesor detenidos parecen estar convencidos de que es necesario proponer un discurso visual que represente, por medio de una guerrilla visual urbana, una contranarrativa[1] al discurso del nacionalismo triunfalista. En su utópico intento de confrontar al capitalismo semiótico[2] desde una ofensiva simbólica, posiblemente pretendan combatir el bombardeo mediático de las empresas trasnacionales corporativas que tapizan la frontera con anuncios publicitarios y basura visual. Según dicen, consideran aberrante la saturación publicitaria que se hace de Tecate, Coca-Cola, Starbucks, Walmart o McDonald’s.

    Si la gente alcanza a agarrar el diccionario y buscar a Carlos Marx, José Martí, ya es ganancia. Ahora, aunque la gente no los entienda, le gusta. Dicen: Este pinche loco está pintando un mono que ni es del gobierno, ni es de la Tecate y lo está pintando por la libre. Ya con eso nos damos por bien servidos: con que la gente lo mire y vea la frase, ya si se va a los libros…, ¡pues mejor!

    Su estrategia es reproducir imágenes de personajes como El Indio Jerónimo, Emiliano Zapata, Francisco Villa, los hermanos Flores Magón, Lenin, Marx, Trosky, el Che Guevara, Joan Báez, que acompañan con las frases Para todos todo, Ya basta, Resistir, Proletarios del mundo unidos, cuya intención es traspasar los límites del poder, con el fin de intervenir en los imaginarios[3] que configuran la realidad social a través de poner en la escena pública urbana conceptos de lucha social, que representan en imágenes y que construyen de manera colectiva.

    Escenario B

    Héctor es un hombre de 60 años y tiene un papel protagónico en la historia negra de la colonia Bellavista. Un día lo encontré en la biblioteca donde trabajaba, ya lo había visto antes pasar en su bicicleta, e incluso había escuchado su plática ingeniosa. Pero aquel día, en la biblioteca, nos habíamos alterado con la visita de un insecto que Héctor se ofreció a matar, dejó su bicicleta y con un periódico le dio un certero golpe que acabó con su existencia, lo metió en un frasco que tapó y echó al bote de la basura. Héctor es un hombre de alrededor de 1.80 m de estatura, de complexión delgada y voz fuerte, él y su familia forman parte de la leyenda negra que le ha dado muy mala fama a la colonia. Los vecinos dicen que el puesto que tiene afuera de su casa es una tiendita[4] y la mayoría de la gente les tiene miedo. Incluso una vez, una señora me pidió que los denunciara a la policía porque ella no se atrevía, tenía miedo que después cobraran venganza.

    El día que Héctor mató al insecto, se quedó a platicar en la entrada de la biblioteca. Durante la conversación, le pregunté si me permitía hacerle una entrevista grabada. Me dijo que no, pero empezó a contar historias acerca de drogas, violencia y venta de armas que sucedían en la colonia, en algunas de estas, él mismo era el protagonista. Al iniciar la plática, lo primero que me dijo fue Tú tienes ojos y ves. Yo soy un cabrón, pero aquí todos, o el 98% está enlodado, en esto último se refería al negocio de comprar o vender drogas.

    Espacios liminares: las contranarrativas, la posmodernidad y el muro

    Estos son los relatos de un grupo de hombres y las contranarrativas con que construyen discursos acerca de la violencia que les rodea, la cual rechazan de diversas formas o reproducen a través de sus experiencias, frustraciones y desacuerdos con el poder o por medio de las utopías con las que, en mayor o menor medida, intentan transformar y recrear su contexto social. El registro de estas historias se desarrolló entre 2006 y 2008, mientras se construía el muro que refuerza la frontera entre México y Estados Unidos. Estas historias describen breves fragmentos de una etapa histórica posmoderna que se caracteriza, en términos de Maffesoli (2007), por difractar o desarticular los modelos cognitivos tradicionales, además impacta el conocimiento y las formas de organización localista a partir del resurgimiento de la potencia societal, que crea una nueva arquitectura cultural dentro de los escenarios históricos subyacentes al contexto de la posmodernidad (modernidad, premodernidad, etc.) y hace posible el surgimiento de múltiples y paradójicas prácticas socioculturales masculinas en torno a la violencia social o simbólica, como muestra el registro de datos empíricos.

    Para este estudio, se dividió a los hombres entrevistados en dos grupos. El primer grupo (dentro del escenario A) considera que las imágenes pueden convertirse en contranarrativas de los aparatos hegemónicos publicitarios que reproducen la cultura visual popular (los medios masivos de comunicación) y que, por lo tanto, tienen el poder de generar cambios a nivel perceptivo en la conciencia social de los sujetos, como herramientas de liberación ideológica, es decir, del pensamiento. En este sentido, transgreden de manera simbólica el espacio urbano al dibujar a personajes históricos que representan una serie de íconos revolucionarios y anticapitalistas.

    El segundo grupo de hombres (dentro del escenario B) transgrede las fronteras de la legalidad por medio de la violencia social y física directa. Su móvil principal es sobrevivir dentro de un contexto marginal. Prefieren la vida fácil que, en realidad, resulta complicada por sus formas alternas de obtener ganancias económicas a partir de realizar actividades delictivas, que muchas veces recurre a la violencia para conseguir sus propósitos. Ellos piensan que no es necesario ser honesto ni tener un trabajo formal para vivir bien, porque las autoridades que integran los distintos cuerpos policíacos municipales, federales o estatales son un enemigo más que tiene la ventaja de realizar un doble juego: el de la violencia institucional que se infiltra dentro de la hegemonía de las redes de complicidad y protección a la delincuencia fronteriza.

    En términos teóricos, las notas de los Quaderni de Gramsci explican que la hegemonía prevalece sobre la mera dominación política de clase. Esta conforma la raíz privada del Estado, es la ascendente cultural de la clase dominante la que garantiza esencialmente la estabilidad del orden capitalista […], hegemonía es subordinación ideológica (Gramsci, citado en Díaz-Salazar, 1991, p. 224). En este sentido, las formas de acción que adopta el poder hegemónico se expresan a través de sus aparatos y de las prácticas culturales que construyen el sentido de la realidad de los individuos que se relacionan e interactúan en la sociedad.

    La hegemonía masculina en el capitalismo es la cuestión de cómo grupos particulares de hombres encarnan posiciones de poder y bienestar, y cómo legitiman y reproducen las relaciones sociales que generan su dominación (Carrigan et al., 1987, citado en Ramírez, 2006, p. 41). Como formas de control, refleja la ambivalencia entre la rivalidad y la complicidad que pueden establecer los delincuentes, los traficantes o los artistas visuales públicos versus la institución cultural o policíaca.

    El concepto de hegemonía adopta nuevos sentidos en la posmodernidad. La globalización tiene una fuerte tendencia hacia la homogeneización de la cultura de género, pero también puede operar en sentido contrario, al provocar la emergencia de expresiones alternas. Un ejemplo de esta dinámica la describe Klein (2000), al señalar cómo el patriarcado transforma los códigos de sus mensajes publicitarios en función de lo que se reconoce, lo políticamente correcto en temas de diversidad sexual, tolerancia racial o liberación femenina, con el objeto de aumentar ventas, mientras permite que la sobreexplotación continúe en los países del tercer mundo, donde maquilan sus productos.

    Un comportamiento similar al que se señaló en el ámbito de la publicidad se observa en los múltiples procesos culturales de las tribus urbanas que se localizan en la frontera norte, las cuales no encajan en el molde unidimensional global porque refuerzan y replantean las concepciones de dominación en términos de la cultura de género. Estos procesos derivan de la emergencia de una serie de expresiones culturales locales y transculturales[5] que configuran los escenarios de las narrativas que se producen en una ciudad como la de Mexicali.

    Las contranarrativas tienen visión opuesta a la dominante, como las bardas blancas, que muestran el contenido de las narrativas oficiales con letra de molde: Mexicali, te quiero libre de grafiti, y su contranarrativa con expresiones literales: Libertad o Para todos todo, junto a imágenes de Francisco Villa, Emiliano Zapata o los hermanos Flores Magón.

    Algunos grupos sociales encuentran en las contranarrativas una forma de salir de la prisión de la identidad que impone el sistema capitalista (Parker, 2009). Estas formas de expresión proponen la construcción de una nueva arquitectura cultural que integra los símbolos, las prácticas y las representaciones visuales que transgreden las narrativas oficiales del orden, hasta ahora, patriarcal.

    Los hombres que compartieron sus historias para este trabajo buscan intervenir el sentido de la realidad de dos maneras: 1) a través de imágenes que transformen la estructura de los imaginarios colectivos por medio de la representación visual de personajes y líderes de distintas revoluciones sociales, y 2) al realizar acciones antiestructurales delictivas y violentas. Nuestro interés es conocer su interpretación y representación acerca de lo que para ellos significa ser hombre, y hasta qué grado sus transgresiones son de forma o si se convierten en transformaciones de fondo en el orden de género. La intención es explorar, por medio de las palabras de los entrevistados, el contexto social y los cambios o permanencias en las relaciones de género que se configuran a partir de los imaginarios en la sociedad patriarcal[6] fronteriza.

    El desarrollo que ha tenido la sociedad patriarcal desde la época colonial hasta esta etapa posmoderna, como señala Connell (2003), plantea la existencia del desarrollo de un orden de género mundial, el cual define la estructura de relaciones que conecta a los regímenes de género de las instituciones con los órdenes de género de las sociedades locales. Este orden se comprende mejor desde estos borrosos espacios liminares, donde los hombres interactúan y en los que se empiezan a dar cambios.

    La propuesta del presente trabajo es estructurar un análisis a partir de cuatro ejes temáticos: masculinidad, violencia, género y cultura visual, con el propósito de establecer un acercamiento a estos elusivos espacios de liminaridad de la frontera norte dentro del contexto histórico de la posmodernidad, así como observar hasta dónde los hombres construyen acuerdos o desacuerdos con las formas tradicionales de masculinidad, cuando juegan a entrar y salir fuera de los límites del sistema-mundo global, al apropiarse de las contranarrativas de la nación y la modernidad (Mummert, 1999) o al asumir y actuar en función de las condiciones que impone el orden de género dominante.

    Las reacciones de los varones frente a este orden producen diversos matices de aceptación, rechazo o indiferencia hacia lo que significa la masculinidad hegemónica y su particular condición de dominio y violencia, porque a esta condición de masculinidad se accede a través de una serie de pruebas y ritos de paso que involucran la sexualidad, la responsabilidad social, la generosidad frente al grupo de pertenencia o el arraigo a los vínculos afectivos, que contribuyen a preservar el orden patriarcal y tienen por objeto consolidar el mito que continuamente reinventa el neomachismo contemporáneo local.

    Hombres en espacios de frontera

    El concepto de frontera tiene diversas acepciones. Existen fronteras entre los periodos históricos de modernidad y posmodernidad, fronteras geopolíticas (por ejemplo, entre México y Estados Unidos), fronteras entre los géneros masculino y femenino, frontera entre la estética visual y la antiestética de la ciudad invadida por una sobresaturación de imágenes, fronteras entre visiones distintas o divergentes acerca del mundo, o de violencia y no violencia, entre muchas otras.

    La frontera, en principio, puede definirse como una abstracción que sirve para delimitar las otredades, Barrera (1995, p. 14, citado en Michaelsen & Johnson, 1997) argumenta que los migrantes no son sólo portadores de códigos que cruzan las abstractas fronteras entre territorios que son grandes espacios semióticos que contextualizan los símbolos que se producen.

    Los habitantes de la frontera llegaron a este lugar desde principios del siglo

    xx

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