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Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad
Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad
Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad
Libro electrónico148 páginas1 hora

Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad

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Descripción Nariño y Espejo
El granadino Antonio Nariño y el ecuatoriano Eugenio Espejo querían un país cimentado en una misma nacionalidad, con diferentes características étnicas, de espacio y tiempo, que determinan su actitud e identidad. Pueblo que desde las entrañas de la colonia, y por la influencia de los límites naturales pugnaba, como hasta hoy lo hace, por manifestarse libre y único en su diversidad.
Entre Nariño y Espejo establecieron una profunda relación al encontrarse por primera vez en Bogotá en 1879, donde debió comparecer por una acusación del presidente de la Audiencia de Quito. Ambos hombres insaciables en el saber, y enamorados de la libertad, departían horas enteras inmersos en los recursos de sus genialidades, en busca del camino, que más temprano que tarde, conduciría a sus respectivas patrias a sacudirse del yugo español.
La traducción y publicación de los Derechos del Hombre, por lo que Nariño fue apresado, y sus bienes confiscados, y la circulación de su papel periódico La Bagatela., el 14 de julio de 1811, son hitos que marcan su vida amarga y pesarosa. Su espíritu rebelde y apasionada lucha por la libertad de Colombia, que lo mantendrán en constante zozobra, lo transformaron en reo de toda culpa imaginable. Su vida toda, no conoció otra cosa que calumnias, prisiones, fugas y destierros.
El movimiento independentista había nacido en el país y crecía. Las "Primicias de la Cultura de Quito" y la Escuela de la Concordia de Eugenio Espejo, contribuyeron en la idea de emancipación. En el proceso, costeños y serranos lograron su ansiada libertad, la cual, en el fondo de su alma, no deseaban compartir con nadie.
Designado por Bolívar, su amigo y admirador, vicepresidente interino de Colombia, Nariño instaló como tal, el congreso de Cúcuta en 1821. Así parecía que la patria y la vida, lo premiarían al fin, pero no. Por adeudar rentas coloniales, y permanecer muchos años ausente, se intentó declararlo como miembro ilegal del senado. Nariño herido, espetó a la asamblea palabras que lo exoneraron y arrancaron el aplauso de sus enemigos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 mar 2019
ISBN9780463774069
Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad
Autor

Antonio Cacua Prada

Antonio Cacua Prada nació en la ciudad de San Andrés, provincia de García Rovira, Departamento de Santander, República de Colombia, el 11 de febrero de 1932.Sus padres, educadores, periodistas y músicos, lo formaron en estas disciplinas.En la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá se doctoró en Ciencias Económicas y Jurídicas en 1958. También se graduó en periodismo y radiodifusión, 1953. Se licenció en Ciencias de la Comunicación, 1965 y se especializó en Cooperativismo, 1952, y Laboral, 1955.En la actividad pública desempeñó varios cargos en los Ministerios de Trabajo y de Gobierno, y en la Presidencia de la República de Colombia, de 1956 a 1960.Ocupó la Secretaría de Gobierno y la Gobernación del Departamento de Santander, como encargado, en 1959.Fue elegido miembro de la Cámara de Representantes, en cuatro períodos, por la circunscripción electoral del Departamento de Santander y senador de la República de 1960 a 1974.Se desempeñó como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario en los gobiernos de los presidentes Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen y Julio César Turbay Ayala, en la República Dominicana, Costa Rica, El Salvador y Guatemala, en 1971, de 1973 a 1979, y en 1982.Se ha destacado como profesor, catedrático, decano y rector universitario. Ha estado vinculado a las universidades: Javeriana, Santo Tomás, América, Industrial de Santander, Los Libertadores, Colegio Odontológico Colombiano, Escuela Superior de Guerra, La Gran Colombia, Universidad Tecnológica de Colombia y al Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior, Icfes. Es autor de varios textos universitarios.En el periodismo ha sobresalido como directivo del gremio. Es miembro del Círculo de Periodistas de Bogotá, fundador del Colegio Nacional de Periodistas; redactor, colaborador, corresponsal y director de diarios, semanarios y revistas colombianas impresas, radiales y de televisión y de publicaciones extranjeras. En la actualidad es columnista de Colprensa.Es miembro de número y directivo de la Academia Colombiana de Historia, de la Academia Colombiana de la Lengua, de numerosas academias nacionales y del exterior, de organizaciones culturales, centros cívicos y patrióticos de Colombia y del extranjero.Ostenta la Gran Cruz de la Orden del Quetzal de Guatemala, la Orden Bolivariana de Guatemala, la Orden Sanmartiniana, la Orden Simón Bolívar de Colombia y otras distinciones.Ha ganado varios concursos históricos y literarios realizados en Colombia. Conoce la mayor parte de los países del mundo.Escritor e investigador incansable, ha publicado más de cuarenta libros y centenares de ensayos, discursos y artículos.Casado. Padre de tres hijos varones, profesionales.Desde 1981 ocupa la rectoría del Instituto Universitario de Historia de Colombia, Universidad de la Academia Colombiana de Historia. Dirige el "Boletín de Historia y Antigüedades", órgano oficial de la Academia, que aparece en forma trimestral, desde octubre de 1980 y las publicaciones de esta prestigiosa entidad.En la actualidad es: presidente mundial de la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Periodistas, FIAP. Asesor Jurídico de la Federación Iberoamericana de Periodismo Científico. Presidente del capítulo colombiano de la FIAP. Presidente de la Asociación Colombiana de Periodismo Científico y Presidente del Instituto Sanmartiniano de Colombia.Hace parte de las mesas directivas de la Academia Colombiana de Historia; de la Sociedad Bolivariana de Colombia; de la Sociedad Santanderista de Colombia; del Instituto Bernardo O'Higgins de Colombia; del Instituto Cultural Colombo-lsraelí; de la Asociación de Amigos de Corea; y de la Asociación de Amigos de China-Taiwan.Es miembro correspondiente de la Real Academia Española de Historia y de las Academias de Historia de numerosos países.

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    Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad - Antonio Cacua Prada

    Antonio Nariño y Eugenio Espejo, dos adelantados de la libertad

    Antonio Cacua Prada

    Ediciones LAVP

    www.luisvillamarin.com

    Cel 9082624010

    New York USA

    ISBN: 9780463774069

    Smashwords Inc.

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico, por reprografía, fotocopia, video, audio, o por cualquier otro medio sin el permiso previo por escrito otorgado por la editorial.

    Antonio Nariño y Eugenio Espejo, dos adelantados de la libertad

    Nota del editor

    Capítulo I. Santafé de Bogotá y San Francisco de Quito

    Ciudad muy noble y muy leal

    San Francisco de Quito

    Capítulo II. Don Eugenio Espejo

    Sus escritos

    Cárcel y destierro

    El retrato de golilla

    Destino Bogotá

    La amistad con Nariño

    Escuela de la concordia

    Instrucción

    Socios supernumerarios

    Sociedad patriótica de amigos del país

    Los estatutos

    Los socios

    La imprenta en Quito

    Primicias de la cultura de Quito

    De el mercurio peruano

    La biblioteca pública

    Sobre periodismo

    Audaz e innovador

    Las banderillas

    Su muerte

    Capítulo III. Don Antonio Nariño

    Estudios

    A Cartagena

    Matrimonio

    El arcano sublime de la filantropía

    El santuario

    Los quiteños

    Tesorero de diezmos

    La imprenta patriótica

    La traducción de los derechos del hombre

    Los pasquines

    El proceso

    Lo dejaron solo

    Mártires de la libertad de prensa

    Preso a Cartagena

    Fuga y regreso

    Rumbo a Cartagena

    En Bocachica

    A la inquisición

    De nuevo en Bogotá

    Primeros periódicos

    El negocio de la imprenta

    Los derechos del hombre

    La bagatela

    Prospecto

    Libertad de imprenta

    Noticias muy gordas

    Bagatela extraordinaria

    Golpe de opinión

    En el gobierno

    Ser libre o morir

    Presidente en propiedad

    Diez bagatelas más

    La última que se había reservado

    Periodismo político

    Guerra civil

    El libertador Simón Bolívar

    Últimos años

    Su célebre defensa

    Otros periódicos de Nariño

    Su muerte

    Intensidad del patriotismo

    Bibliografía

    Nota del editor

    En tan reducido espacio es muy difícil tratar de manera global sobre los precursores Espejo y Nariño, además del americanista doctor Antonio Cacua Prada. Autor de medio centenar de libros sobre historia de Colombia y América; director del Boletín de Historia y Antigüedades de la Academia de Historia de Colombia; admirador y recobrante de personajes de nuestro pasado, como queda demostrado en este pequeño pero grande libro, que desde el Archivo Histórico del Guayas acogemos y editamos muy complacidos.

    Eugenio Espejo, nació y vivió en el Quito colonial, áspero y cruel, donde las élites que pugnaban por lucir, a cuál más, refinadas alcurnias y abolengos, no daban espacio ni cabida en su imaginación, a nada que fuera conceder oportunidades, y no el escarnio, a las castas tenidas por serviles, de las cuales él procedía. Espejo nació cuando apenas se vislumbraban las reformas a la filosofía medieval, y su pensamiento ilustrado, que lo proyecta al enciclopedismo europeo, lo convierte en un luchador agresivo, que mediante la burla amarga busca terminarlo. Mordacidad atroz, sangrienta y sediciosa sátira, como calificara el presidente Villalenguay Marfil, a su cáustica obra "Retrato de un Golilla".

    Lector ávido y profundo, aprendió el francés, y con ello se introdujo en las obras de Rousseau, Voltaire, y las doctrinas publicadas en Francia a mediados del siglo XVIII. Todo esto, y su aguda inteligencia, lo conducen a vivir en plenitud las transformaciones que empezaban a manifestarse en el mundo. La independencia del territorio que serían los Estados Unidos, fue determinante en su vida. Igual influyeron en él los levantamientos de Tupac Amaru y de los comuneros del Socorro.

    Tal ilustración tiene, que le urge comunicarla, y en 15 años de su vida, sin cumplir aun los 50, ya es notable su obra, que en ella, por ser la semilla del periodismo ecuatoriano, se destaca Primicias de la Cultura de Quito. Espejo –como lo describe Antonio Cacua en este magnífico libro– inició la difusión de la esperanza en las clases sociales más bajas. Donde penetró sostuvo los principios morales y políticos, defendió los derechos del hombre, y llegó a difundir tan avanzados ideales, que en pocos años más se manifestaron en el 10 de agosto de 1809.

    El movimiento independentista había nacido en el país y crecía. Las Primicias de la Cultura de Quito y la Escuela de la Concordia del gran Espejo, contribuyeron en la idea de emancipación. En el proceso, costeños y serranos lograron su ansiada libertad, la cual, en el fondo de su alma, no deseaban compartir con nadie.

    Querían un país cimentado en una misma nacionalidad, con diferentes características étnicas, de espacio y tiempo, que determinan su actitud e identidad. Pueblo que desde las entrañas de la Colonia, y por la influencia de los límites naturales pugnaba, como hasta hoy lo hace, por manifestarse libre y único en su diversidad.

    Entre Nariño y Espejo establecieron una profunda relación al encontrarse por primera vez en Bogotá en 1879, donde debió comparecer por una acusación del presidente de la Audiencia de Quito. Ambos hombres insaciables en el saber, y enamorados de la libertad, departían horas enteras inmersos en los recursos de sus genialidades, en busca del camino, que más temprano que tarde, conduciría a sus respectivas patrias a sacudirse del yugo español.

    La traducción y publicación de los Derechos del Hombre, por lo que Nariño fue apresado, y sus bienes confiscados, y la circulación de su papel periódico La Bagatela., el 14 de julio de 1811, son hitos que marcan su vida amarga y pesarosa. Su espíritu rebelde y apasionada lucha por la libertad de Colombia, que lo mantendrán en constante zozobra, lo transformaron en reo de toda culpa imaginable. Su vida toda, no conoció otra cosa que calumnias, prisiones, fugas y destierros.

    Designado por Bolívar, su amigo y admirador, vicepresidente interino de Colombia, instaló como tal, el congreso de Cúcuta en 1821. Así parecía que la patria y la vida, lo premiarían al fin, pero no. Por adeudar rentas coloniales, y permanecer muchos años ausente, se intentó declararlo como miembro ilegal del senado. Nariño herido, espetó a la Asamblea palabras que lo exoneraron y arrancaron el aplauso de sus enemigos:

    "Hoy me presento señores ante el senado, del que he sido nombrado miembro, y acusado por el congreso que yo mismo he instalado y que ha hecho este nombramiento. Qué satisfactorio es para mí, señores, verme hoy como en otro tiempo Timoleón, acusado ante un senado que él había creado, acusado por dos jóvenes, acusado por malversación, después de los servicios que había hecho a la república, y el poderos decir sus mismas palabras al principiar el juicio. Oíd a mis acusadores, oídlos señores; advertid que todo ciudadano tiene derecho a acusarme, y que al no permitirlo, daríais un golpe a esa misma libertad que me es tan glorioso haberos dado.

    Envejecido, y encarado a una muerte prematura, deja cantar la grandeza de su alma: Odié siempre, por instinto a los tiranos: luchando contra ellos perdí cuanto tenía, perdí hasta mi patria! Cuando apareció por fin esa libertad por quien había yo sufrido tanto, lo primero que hizo fue, tratar de ahogarme con sus propias manos. Es increíble que, ya hubiera Audiencia o Asamblea patriota, al aparecer el día, lo saludaba yo, preso, amenazado o desterrado... Me han dado cadenas todos: me han calumniado! Pero no he aborrecido ni a los que me han perseguido.

    José Antonio Gómez Iturralde

    Capítulo I

    Santafé de Bogotá y San Francisco de Quito

    Santa Fe de Bogotá, tiene las mejores proporciones para ser una ciudad la más pulida y aseada; por que tiene abundantes aguas altas; está situada en la pendiente de la Cordillera grande de los Andes, junto a dos empinados cerros, nombrados Guadalupe y Monserrate; sus calles tiradas a cordel y con dos pequeños ríos, que la atraviesan...

    Así escribió don Francisco Silvestre Sánchez, uno de los más notables gobernadores de Antioquia, en su Descripción del Nuevo Reino de Santafé de Bogotá, en 1789.

    De esa relación a la actualidad, solo los dos pequeños ríos han desaparecido. La urbe ha crecido, su población multiplicado en forma considerable, y el desarrollo urbanístico pujante en estos últimos cincuenta años.

    Ciudad muy noble y muy leal

    El 6 de agosto de 1538, el conquistador español, natural de Granada, don Gonzalo Jiménez de Quesada, en el sitio ocupado hoy por la Plaza de Bolívar, –calles 10 y 11, entre carreras 7 y 8–, fundó la ciudad de Santafé de Bogotá. Para ello ordenó la construcción de doce chozas de barro, tabla y paja, y otra más llamada del "Humilladero", donde Fray Domingo de las Casas, con ornamentos hechos de telas indias y un cáliz de plomo, ofició la primera misa.

    El cronista Don Juan de Castellanos, en su Historia del Nuevo Reino de Granada, 1886, apuntó:

    "A la nueva ciudad puso cimientos

    a quien de Santa Fe le dieron nombre

    no sin contemplación de la de España

    por ser disposiciones y apariencias

    de los campos y vegas de Granada

    patria del general que los regía."

    Poco después de Quesada arribaron a esta amplia sabana, procedentes de Quito y Venezuela, don Sebastián de Belalcázar y don Nicolás de Federmán. Sino disputaron sus glorias se debió a que cada uno traía solo 165 hombres y un capellán. Este reparto equitativo de sus

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