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Romoleto: Un Emigrante En Venezuela
Romoleto: Un Emigrante En Venezuela
Romoleto: Un Emigrante En Venezuela
Libro electrónico294 páginas4 horas

Romoleto: Un Emigrante En Venezuela

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Jos Luis Torres naci en Ibdes, provincia de Zaragoza, Espaa, en el tiempo de la Repblica.

El destino lo llev a Venezuela, donde vivi en Sanare, un pueblecito de las montaas del Estado de Lara, y fund el colegio Santa Rosa de Lima. Pocos aos despus se trasladado al Pao, donde se encuentran las minas de hierro y convivi exitosamente con gentes de todas las nacionalidades, religiones, ideas polticas y culturales. Aqu fue el comienzo de la idea de la novela.

Voltil como su destino se ubic en Estados Unidos donde ha vivido la gran parte de su vida, pasando por Nueva York, Michigan, y Los Angeles, California.

En California, asisti al colegio Chapman College, donde obtuvo la Licenciatura en Espaol, y donde en ste mismo fue miembro de la facultad como profesor de espaol de la nica universidad flotante del mundo (World Campus a Float). Aqu fue donde la idea se hizo realidad, al convertirla en un libro que present como su tesis para la Licenciatura, y as naci Romoleto Un Emigrante en Venezuela.

Autor del mtodo bilinge llamado Learn Spanish Aprenda Ingls, utiliz este mtodo enseado espaol por telfono para grupos de adultos que debido a sus condiciones fsicas les imposibilitaba asistir personalmente a clases. Posteriormente Learn Spanish Aprenda Ingls fue traducido al sistema Braille.

Jos Luis Torres actualmente radica en Kissimme, Florida con su esposa e hijo.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento26 oct 2012
ISBN9781463338121
Romoleto: Un Emigrante En Venezuela
Autor

José Luis Torres

José Luis Torres nació en Ibdes, provincia de Zaragoza, España, en el tiempo de la República. Cuando era un niño estalló, por desgracia, la guerra civil, que arrasó con los sueños que podría tener un niño de su edad. El pueblo se amuralló de hielo y su futuro se volvió negro y terrible, presagio de lo que iba a venir después. Casi sin tener uso de razón, José Luis se encontró en un seminario en Tarazona, donde comenzó a caminar por el túnel que las circunstancias le habían trazado como destino. En ese túnel divisó el horizonte y vio en el fondo el mapa de America, tras las nubes rosadas y azules que el atardecer le ponía ante la vista, y soñó que algún día iría a América. El destino lo llevó a Venezuela, caliente, lujuriosa y tropical como todo el Caribe. El tiempo que no perdona, no se detuvo y a los 22 años de edad se convirtió en sacerdote. Fue destinado a Sanare, un pueblecito de las montañas del Estado de Lara, donde fundó el colegio “Santa Rosa de Lima”. Pocos años después, fue trasladado a El Pao, donde los ríos Caroní y Orinoco se convierten en uno, y en cuyo lugar se encuentran las minas de hierro. Allí conoció gentes de todas las nacionalidades, religiones, ideas políticas y culturales; con quien convivió con éxito y armonía. Aquí fue el comienzo de la idea de la novela. Volátil como su destino, se ubicó en Estados Unidos, pasando por Nueva York, Michigan y California, donde ha vivido la gran parte de su vida. En Orange, California, asistió al colegio Chapman College, donde obtuvo la Licenciatura en Español, y donde en éste mismo colegio fue miembro de la facultad como profesor de español de la única universidad flotante del mundo (World Campus a Float). Aquí fue donde la idea se hizo realidad, al convertirla en un libro que presentó como tesis para la Licenciatura, y así nació “Romoleto Un Emigrante en Venezuela”. Autor del método bilingüe llamado “Learn Spanish – Aprenda Inglés”, José Luis utilizó este método enseñando español por teléfono para grupos de adultos, que debido a sus condiciones físicas, les imposibilitaba asistir personalmente a clases. Posteriormente, “Learn Spanish – Aprenda Inglés” fue traducido al sistema Braille. José Luis Torres actualmente radica en Kissimme, Florida con su esposa e hijo.

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    Romoleto - José Luis Torres

    ROMOLETO:

    Un emigrante en Venezuela

    José Luis Torres

    Copyright © 2012 por José Luis Torres.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2012915793

    ISBN:            Tapa Dura               978-1-4633-3814-5

        Tapa Blanda           978-1-4633-3813-8

                          Libro Electrónico   978-1-4633-3812-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

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    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    426860

    Contents

    Introducción

    Capítulo Primero

    Capítulo Segundo

    Capítulo Tercero

    Capítulo Cuarto

    Capítulo Quinto

    Capítulo Sexto

    Capítulo Séptimo

    Capítulo Octavo

    Capítulo Noveno

    Capítulo Décimo

    Introducción

    Romoleto un Emigrante en Venezuela es una novela histórica.

    Venezuela, como la mayor parte de las naciones Latino-Americanas, enriquecieron su población con la llegada de emigrantes de casi todas las partes del mundo. Los emigrantes de origen europeo ocuparon el primer puesto y entre ellos, los españoles, italianos y portugueses fueron los más numerosos.

    Fue en el tercero de sus viajes que Cristóbal Colón, en 1496, divisó la tierra firme. Pero al final de la segunda guerra mundial emigrantes de todas las nacionalidades comenzaron a eligir a Venezuela, buscando paz, trabajo, fortuna y aventura.

    El motivo que les obligó a salir de sus países era distinto para cada individuo. La segunda guerra mundial dejó mucha miseria en Europa, y en contraste, la vida en Venezuela era más fácil y tolerante, lo cual despertó las esperanzas y los sueños de los extranjeros que comenzaron la búsqueda de El Dorado. La mayor parte de los emigrantes son idealistas en sus puntos de vista. Pero muchos de ellos, desarrollan metas materialistas después de sufrir frustraciones y desencantos.

    En los más escondidos laberintos de la selva se encuentran los vestigios de solitarios aventureros que sacrificaban todo para encontrar oro, diamantes y nuevos minerales. Uno de estos aventureros fue Jimmie Angel, quien volando sobre la Gran Sabana encontró la catarata mas alta del mundo que lleva su nombre Angel Fall (Salto del Ángel). Aún la pequeña avioneta se encuentra solitaria en las alturas coronadas de niebla del altiplano. Hay muchos aventureros que ante la belleza de los paisajes del panorama, eligieron esos lugares para dejar su tumba a las orillas del camino donde gotea el agua por siempre y para siempre.

    Muchos de los emigrantes son españoles e italianos. Romoleto (diminutivo de Rómulo) llegó a Venezuela durante la presidencia del General Marcos Pérez Jiménez, quien la obtuvo en 1952. Durante su presidencia, Venezuela entró en una etapa de incalculable progreso económico.

    Venezuela tiene una extensión de 352.150 millas cuadradas de territorio, y una población de siete millones de habitantes, según el censo de 1961. En las décadas del los 50 numerosas compañías petroleras nacionales e internacionales se instalaron en todo el país, y se multiplicaron de una manera que cambió el panorama nacional. La producción de hierro creció igualmente con la llegada de United States Steel Corporation y Bethlehem Steel Corporation a las orillas de los ríos Orinoco y Caroní, por donde navegaban los barcos de Japón, Europa y Estados Unidos cargados de materias primas, lo cual convirtió a Venezuela en el quinto país del mundo en la producción de hierro. Como resultado, se necesitaron más trabajadores y fueron construidas nuevas ciudades en todo el país, con escuelas, hospitales, autopistas, ferrocarriles y carreteras. Venezuela era conocida como el país del Oro Negro.

    Más de 150.000 emigrantes llegaron de Italia, 200.000 de España y más de 50.000 de Portugal. Antes, los emigrantes iban a la Argentina o Brasil, pero ahora se vienen a Venezuela, porque los ingresos anuales de sus trabajadores son comparables al de los países muy desarrollados, y por encima de los otros países hispano americanos.

    Romoleto representa el emigrante italiano, y el narrador, Santiago Martín, el emigrante español. Son como dos amigos experimentando la vida en Venezuela, trabajando con gente de otras nacionalidades, interactuando con miembros del gobierno u oficiales militares, con obreros y campesinos de las plantaciones.

    En Romoleto hay dos experiencias interrelacionadas. Una es la del emigrante, con su personalidad, nacionalidad, experiencias anteriores, la motivación de emigrar de su país, y la proyección de su pasado cuando se enfrenta a su nuevo ambiente. La otra es la del nuevo país, donde experimenta cambios imprevistos e inestabilidad política, y la proyección de sus aspectos político-sociales en la vida de los nativos e emigrantes.

    Emigrar a otro país no es nada fácil, es un sacrificio, una necesidad, un escape o huida. El proceso normal es nacer, crecer, desarrollar su personalidad y nacionalismo en el país de origen. Cuando esto no es posible, por cualquier razón el emigrante busca una salida. En cada emigrante hay frustraciones, y el grado de esta se demuestra en la relación y comportamiento en el nuevo país. La adaptación a una nueva vida, a nuevas costumbres, y nuevas gentes con valores e ideas diferentes aumentan la frustración. Por lo tanto la buena suerte, y experiencias felices, facilitan la adaptación a estos cambios.

    En diciembre de 1954, yo también deje mi país natal España, aunque las circunstancias eran diferentes, porque quería terminar la carrera de sacerdote en Venezuela. En Barcelona aborde el barco Biancamano registrado en Italia, y me convertí en uno más de los 2.000 emigrantes a bordo.

    La primera noche comencé a escribir mis primeras experiencias y las primeras páginas de Romoleto. Cada día observaba las emociones, los sentimientos, los problemas y actitudes de la gente que me rodeaba. Fue cuando me dí cuenta de que mi vocación no era genuina y honesta, y que yo también dejaba España porque no estaba de acuerdo con las condiciones sociales y religiosas de mi país.

    Muchos de los pasajeros sabían que en Venezuela el clero tenía influencias entre los empresarios y el gobierno; por lo tanto me pedían la dirección en caso de que necesitaran mi ayuda. Al establecerme en Venezuela ayudé a los que mas pude, visité cárceles donde había presos venezolanos, españoles e italianos que no tenían quien les visitara o ayudara; muchos de ellos eran inocentes y la mayor parte eran arrestados por razones políticas.

    Me ordené de sacerdote en 1956. Al poco tiempo fui trasladado a Barquisimeto, una ciudad del estado de Lara, donde fui editor del Fe y Acción un periódico semanal de la diócesis. Esto me facilitó establecer relaciones con periodistas y políticos, también me ayudó a mantener contacto con emigrantes, y tener conocimiento de su suerte y frustraciones.

    En 1957 fui trasladado a Sanare, un pueblo agricultor donde todo era diferente, los nativos eran humildes campesinos, y los emigrantes agricultores. Aquí fundé el colegio parroquial Santa Rosa de Lima. Como la parroquia era demasiado grande, y extensa, una vez al año visitaba las aldeas o caseríos vecinos, lo cual me tomaba un promedio de tres meses para concluir estas visitas. Tuve la oportunidad de conocer a los compesinos quienes representaban el contraste de la riqueza y pobreza del desconocido segmento de la sociedad venezolana.

    Debido al poco trabajo y a un salario pobre, la comida era escasa. Allí fue donde conocí la pobreza e injusticia de la sociedad. Los políticos y caciques eran los primeros interesados en hacerse amigos del sacerdote, para así protegerse y aumentar su influencia y dominio sobre los pobres campesinos. En varias ocasiones tuve que defender a estos humildes campesinos de las tiranías e injusticias de los caciques avarientos y políticos ventajosos que venían buscando apoyo cuando había crisis de gobierno.

    En 1959 fui enviado como capellán y maestro al sur de Venezuela donde estaban las minas de hierro del Pao, dirigidas por la Bethlehem Steel Corporation. La vida en las orillas de los ríos Caroní y Orinoco eran ricas en minerales y experiencias. Me encontré viviendo con gente de todas las nacionalidades, religiones, ideas políticas y culturales. Debido a mi liberalismo y tolerancia me hice amigos de líderes de distintos partidos políticos, y administradores de las minas; que me facilitaron poder viajar por el Río Orinoco, para ver los nuevos yacimientos minerales de la región, y la diversidad de la naturaleza del sur de Venezuela, que es tan generosa y prolífica. Como Romoleto, me sentí creciendo y cambiando al estar expuesto a tantas corrientes culturales.

    El comienzo de Romoleto tiene lugar durante la dictadura del General Marcos Perez Jimenez. Las elecciones generales se llevaron a cabo el 30 de noviembre de 1952, donde Jóvito Villalba, representante del partido Unión Republicana Democrática (U.R.D.) alcanzó la mayoría de los votos populares. Los partidos de Acción Democrática (A.D.), el Partido Comunista Venezolano (P.C.V.), el partido Independiente, y el partido Social Cristiano Demócrata (COPEI) se unieron en la clandestinidad y dieron el voto al partido ganador. Como resultado, las fuerzas militares rehusaron aceptar los resultados de las elecciones y nombraron al General Marcos Perez Jimenez como presidente a nombre de las fuerzas armadas. El Congreso, nombrado por el mismo general le dio poderes dictatoriales, los cuales asumió desde el 2 de diciembre de 1952, hasta el 23 de enero de 1958.

    Durante la dictadura hubo gran progreso material, y prosperidad económica, pero también hubo persecución política, y crueldad contra los opositores del gobierno. Esta dictadura terminó el 23 de enero de 1958 cuando un grupo de militares con el apoyo del pueblo, huelgas y demostraciones obligaron al general a salir del país.

    - - - - - - - - -

    Capítulo Primero

    A las cinco de la tarde, el Conte Biancamano permanecía amarrado al muelle del puerto de Barcelona. Los camareros italianos, que trabajaban a bordo, daban instrucciones a los viajeros que llegaban, impidiéndoles que intrudujeran en los pequeños camarotes un número exagerado de maletas y paquetes, que debían ser colocados en las cubiertas, para depositarlos en las bodegas.

    Centenares de personas se apiñaban en las galerías del puerto para dar el adiós a familiares y amigos. Los últimos avisos y recomendaciones flotaban en el aire. Se veían pañuelos secando lágrimas y ahogando suspiros y, como flechas de Cupido, también se cruzaban entre el barco y el puerto besos y sonrisas, que los emigrantes italianos combinaban con picarescas frases napolitanas.

    Así conocí a Romoleto. Tuvo un pequeño enredo con una española que merodeaba por el puerto, y nuestras caras se hicieron familiares y amigas desde entonces.

    Se veían las ramblas de Barcelona cada vez más oscuras. Las luces de neón venían siendo cada vez más brillantes. Unos barcos intercambiaron sus señales de sirenas con la capitanía del puerto, y de pronto, nos vimos dando vueltas a las costas de Barcelona y al majestuoso Tibidado entre un mundo maravilloso de luces.

    Las cubiertas comenzaron a quedarse solas. El mar estaba tranquilo, con la placidez que caracteriza al Mediterraneo. El agua se estrellaba contra el casco del Biancamano y allá, atrás, quedaba la estela de espuma blanca y se oía el sonido de sus burbujas en un lenguaje simbólico, algo así como el son de una copa de champaña en un ambiente clásico. Era el primer día de mi viaje a Venezuela. Nacido en los años trágicos de la guerra civil española, el ambiente económico-social en que me desenvolvía era de penurias y trabajos. Años después de la guerra civil se hablaba emocionadamente de la irresponsabilidad de los republicanos españoles que saquearon el tesoro nacional, desamparando a la nación y abandonándolo en manos de Rusia y Méjico. El mundo de los aliados exagerando su histeria de victoria tenía bloqueada & la Península Ibérica, que había permanecido neutral, y el orgullo español afloraba a los labios de cada adolescente y cristalizaba en una protesta contra todo. Dolía amargamente la actitud humillante del mundo ócidental que nos negaba hasta sus relaciones diplomáticas. Nos encolerizaba la crítica de los españoles en exilio que reaccionaban frustrados, haciendo blanco de sus juicios perniciosos a España y al pueblo español. Se sentía una satisfacción colectiva cuando la muchedumbre y bufones ponían en ridículo las exageradas medidas del gobierno para controlar la situación económica que, inevitablemente, entonces, no tenía remedio.

    Abrirse camino en una España aislada, que se levantaba de las ruinas, sin ayuda exterior, ignorada por el plan Marshal en su programa para la recuperación europea, era duro. La educación seguía reservada únicamente para los hijos de los capitalistas y en una minoría para los hijos de los enchufados, que se aglutinaban a la sombra del poder. Vinieron apareciendo los ricos nuevos y cuando el dinero les dió la luz verde, aún con su falta de experiencia, comenzaron a enviar sus vástagos a los centros culturales.

    Salir de España entonces, era como conseguir la flor de oro. Establecer conexiones con amigos que vivían en América era ya una fortuna y más si podían costear o adelantar algo de dinero para el viaje.

    Otro escape para reaccionar contra las circunstancias, aunque con consecuencias más peligrosas y hasta funestas, era ingresar en seminarios o congregaciones religiosas. En esta época se multiplicaron las vocaciones religiosas de una manera sorprendente. Analizada la presión socio-económica que influenciaba al individuo era un ahogo moral que lo privaba de libertad y discernmiento para ver con claridad los designios de su porvenir. Analizada la situación con un perfil psicológico, el ingreso en un instituto religioso era una reacción contra la frustración social. El individuo no encontraba facilidades para desarrollar la personalidad y sus talentos. Ancestrales influencias y tabús tradicionales se acentuaron en la sociedad después de la guerra española. La invitación de un clérigo para ingresar en el seminario o una campaña de vocaciones hecha al final del verano, era la llamada de Dios, aunque ni el clérigo ni el candidato pudieran medir las consecuencias para el individuo y la misma iglesia; aunque ninguno pensara que es inhumano renunciar a la satisfación de las necesidades espirituales fisiológicas y sociales cuando la persona no ha llegado a la madurez o carece de la experiencia y conocimiento necesarios para contraer este compromiso. En muchos casos, la frustración del sacerdote es una señal de que la libertad personal quedó ahorcada con cíngulos de castidad y votos perpetuos. Algún día la Iglesia bajará a la arena para aplicar medidas de razón, humanidad y caridad frente a muchas de estas situaciones.

    La vida del emigrante es una aventura, un mundo de ensueños en desarrollo, una oportunidad para la evolución de los poderes del ingenio, otras veces es un despeñarse por senderos sin rumbo, es afrontar un universo de distintos sentimientos y emociones que endurecen el corazón y lo hacen egoísta, material, incapaz de apreciar la hospitalidad, la amistad y la nobleza. La vida del emigrante es hasta una contradicción, una anormalidad, un conflicto social, una frustracion; de aquí que no siempre se confie en el emigrante; de aquí que el emigrante sea un desadaptado a las costumbres del país que lo recibe y un desadaptado en su propio pais; de aquí que la crítica a lo que ve sea una reacción espontánea. Muchos emigrantes son realmente paranóicos, viven una personalidad ilusionaria y otra mas realista.

    Lópe de Vega esculpió con palabras la imagen del emigrante:

    Pobre barquilla mía,

    Entre peñascos rota,

    Sin velas desvelada,

    Entre las olas rota!

    Cuando por las riberas

    Andabas costa a costa,

    Nunca del mar temiste

    Las iras procelosas.

    Segura navegabas;

    Que por la tierra propia

    Nunca el peligro es mucho

    Adonde el agua es poca.

    Verdad es que en la patria

    No es la virtud dichosa,

    Ni se estima le perla

    Hasta dejar la concha.

    Dirás que muchas barcas

    Con el favor en pompa

    Saliendo desdichadas,

    Volvieron venturosas.

    No mires los ejemplos

    De las que van y tornan;

    Que a muchas ha perdido

    La dicha de las otras.

    Aquella noche, con los brazos sobre la baranda de la cubierta, observando el mar inquieto que echaba de una parte a otra el reflejo de las olas, me sentí inseguro; y prometí poner en tinta, al menos, algunos de los detalles de los días a bordo y los episodios más importantes de la vida en Venezuela.

    Arreglé mi cabello y empujé la puerta de uno de los salones. En el bar tomé una cerveza y compré un paquete de cigarrillos americanos. Observando las monedas italianas que me devolvió el camarero descendí a mi camarote.

    Otros tres pasajeros compartían conmigo la misma cabina. Uno a uno fueron llegando y silenciosamente ocuparon su litera.

    23 de septiembre.- Hoy me he levantado tarde. A las nueve de la mañana he subido al comedor. El sol entraba de lleno por las ventanas donde esta situada nuestra mesa. Como el desayuno es informal cada uno se sienta en la mesa que le parece; en la nuestra he conocido un personaje nuevo para mí, que andaba haciendo estragos con el queso, la mermelada y la mantequilla. Al tiempo que como me dice:

    .- Yo soy español, pero me he nacionalizado venezolano. Trabajo en Maracay con las fuerzas aéreas venezolanas. Vine a España a traer una niña que va a estudiar en Madrid, y al mismo tiempo he comprado dos pisos en Barcelona. En Maracay tengo una quinta nueva; los terrenos los conseguí con el mayor Mujica; ahora van a echar una autopista que pasará por delante de mi casa y el valor va a ser tres o cuatro veces mayor que cuando le hice.-

    Yo me acobardé cuando le oí hablar de esa manera; sin embargo, decidí escucharle y observar; tal vez me pudiera orientar y posiblemente ayudar a mi llegada a Venezuela.

    .- No crea que Venezuela es como España. Aquí la gente es distinta; no existe ese protocolo entre las personas del gobierno; es gente sencilla; usted puede ir a visitarlos y participar en las fiestas y reuniones; igualmente con los ricos, no se tienen a menos de alternar con otras personas que no tienen dinero.-

    Mientras habla, me enseña una pistola niquelada.

    .- Se la traigo al mayor Figueroa. El va a esperarme en la Guaira. Traigo muchas cosas para la familia y para otros oficiales de Maracay; me escribieron que saldrían a la aduana. Usted ya sabe, en Venezuela mandamos los militares.-

    .- ¿Es difícil encontrar trabajo en Caracas?.-

    .-En Caracas es un poco difícil. Semanalmente llegan a Caracas diez mil emigrantes; de todas formas depende de la profesión que usted tenga.-

    Yo le digo que soy topógrafo.

    .- ¡Oh¡ Usted consigue trabajo en seguida. Yo mismo le daré mi tarjeta y lo recomendaré al Coronel Sifuentes.-

    .-¿Le parece bien que demos una vuelta por el barco?.-

    .- Como guste.-

    Las cubiertas estaban llenas de familias; una música napolitana me hacía sentirme en un embiente extraño, agradable, internacional. Aquella gente que venía de aldeas humildes, pobres, de las costas de Nápoles o Palermo se daban aire de superioridad. Era una pequeña reacción victoriosa porque también salían huyendo de la austeridad. El sur de Italia estaba abandonado; la industria se hallaba concentrada en el Norte, principalmente en Milán, Génova, Turín. El mismo Romoleto, cuyo verdadero nombre es Guido Sinatra, me lo habia explicado: Habia perdido el padre en la segunda guerra mundial; la hermana y la novia habían sido violadas por soldados americanos en la liberación de Italia. En el Norte no quieren a la gente del Sur, ¿y qué se hace?. El señor español seguía hablándome de los oficiales que conocía.

    .- ¿Cómo está el trabajo para los emigrantes italianos en Venezuela?.-

    Le pregunto mientras caminamos contemplando el mar azul y el sol blanco del amanecer, que resplandecía por todas las terranzas del Biancamano.

    .- Algunos dicen que trabajan por una miseria, pero es mentira. La mayor parte de los emigrantes italianos que usted ve aquí, vienen contratados por constructores de la misma nacionalidad. La construcción la tienen acaparada ellos. Trabajan de acuerdo con los mismos ministros del gobierno. Viven cinco o seis en la misma habitación, gastan poco; con una coca cola y un bollo de pan pasan el día; el dinero lo mandan íntegro a Italia. La mayor parte son solteros o tienen las familias fuera de Venezuela.

    27 de septiembre.- Hemos pasado el día en Tenerife. Los Pasajeros han aprovechado el tiempo comprando artículos baratos en las tiendas de los hindúes. Un perfume a sándalo quemado envolvía el ambiente fresco de las calles. Bellas canarias acudían de las aldeas con sus cántaros de leche, resplandecientes de sol, los pechos hermosos como palomas blancas.

    Y son las cinco en punto de la tarde. El Conte Biancamano parece una ciudad flotante del futuro. A bordo van más de dos mil personas. En las cubiertas hay montones de maletas. Vamos saliendo del puerto. Ya no hay espacio en las barandas para apoyar los brazos y dar el último vistazo a la ciudad. Los altoparlantes del puerto nos despiden con la canción del emigrante a todo volumen. El romanticismo de su música y el hondo sentimiento de su letra humedece y estruja mi corazón. Me hacen recordar una jota que cantaba un amigo de Zaragoza antes de salir para el Perú.

    Cuando se deja la Patria

    Y uno se engolfa en la mar,

    El cuerpo tira pa alante

    Y el alma tira pa atras.

    Santa Cruz de Tenerife, la ciudad española mas lejana de la peninsula, con estampa moruna en la estructura de sus casas; El Teide, generalife gigante con fuego en las entrañas y nieve en su rostro invisible, cubierto de nubes plomizas; Candelaria, con su ermita a la Virgen morena; Candelaria, con su farola de gas que alterna las noches oscuras con su luz amarilla y las noches serenas de luna con sus cristales negros de humo, sin luz, porque alguien se olvidó de ponerle gas. Sois como un adiós extendido entre las aguas azules. Y en ese adios, comienza a sentirse la separación del corazón que se desgarra del continente viejo.

    La noche va cayendo y aunque no hay música, siguen sonando en los oídos míos y en la conciencia de todos los que emigran, Torna a Sorrento y la canción del emigrante.

    29 de septiembre.- Vamos navegando en aguas tropicales. Anoche tuvimos una fiesta muy buena. Hubo concurso de bailes. También entre los gallegos viaja gente de gusto y de educación. Hace dos días que paseo con una muchacha que ha acabado el bachillerato en Espana; hace poesías en español y portugués. Viaja sola. Me dice que esta escandalizada de las otras muchachas gallegas que van a bordo.

    .-¿Ves aquellas tres que van en pantalones?.- Volví disimuladamente la cabeza.

    .-No, chico, no te rías; nunca vistieron pantalones en Galicia. Has de suponer que aunque no los llevan con gracia y son demasiado chanchullos para cuerpos tan irregulares, ellas vienen de aldeas y estaban trabajando en el campo.-

    .-¿Qué me ibas a decir de esas muchachas?.-

    .-Anoche tuvo que intervenir un oficial de la tripulacion. Era un verdadero escándalo. Si van a hacer lo mismo en Venezuela, más valía que se hubiesen quedado en Galicia. Mira cómo andan, provocando a todos los hombres.-

    .-Me haces pensar que es verdad lo que decia Cervantes en el Quijote cuando encontró a Maritormes en una de las ventas.-

    .-Todas las gallegas no somos iguales. Yo soy gallega y me avergúenzo de la suciedad con que andan y de los adamanes inmorales que han adaptado en estos últimos días.-

    .-¿Crees que en Venezuela van a seguir haciendo lo mismo que en

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