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Venezuela Petrolera: El Asentamiento En El Oriente (1938-1958)
Venezuela Petrolera: El Asentamiento En El Oriente (1938-1958)
Venezuela Petrolera: El Asentamiento En El Oriente (1938-1958)
Libro electrónico284 páginas3 horas

Venezuela Petrolera: El Asentamiento En El Oriente (1938-1958)

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"Este trabajo de Sebastin Navarro Rodrguez llega, en ms de un sentido, a llenar parte de ese inmenso vaco en nuestra historia del ltimo siglo. Como un naturalista integral, este joven historiador acomete un examen de los aspectos geolgicos, climticos, de desarrollo urbano, sociolgicos y culturales de la sociedad venezolana de la primera mitad del siglo XX, en las zonas del Oriente venezolano que recibieron directamente el influjo del petrleo. En especial, Navarro Rodrguez describe, con admirable lujo de detalles, el nacimiento y evolucin de poblados como Caripito, en los cuales se comenz a implantar un estilo de vida hbrido, venezolano-extranjero, que inevitablemente influy en la manera de ser de los venezolanos quienes all vivieron y en sus costumbres y actitudes sociales, todo lo cual sera heredado por sucesivas generaciones con un impacto multiplicador muy importante.

Los procesos de urbanizacin llevados a cabo por las empresas estadounidenses y europeas en las reas petroleras promovieron una verdadera revolucin cultural en Venezuela. La orientacin del poblado o campamento, la aparicin en el medio rural del agua corriente, la escuela, la distribucin espacial de oficinas y viviendas, las casas de los empleados y trabajadores, todo ello obedeca en esos poblados a una planificacin que era relativamente nueva en la Venezuela de la primera mitad del siglo XX. Estos elementos y su significado sociolgico son debidamente explicados, casi por primera vez, en esta extraordinaria obra de Navarro Rodrguez, ayudado de mapas y maravillosas fotos."

Dr. Gustavo Coronel.
Gelogo petrolero - Politlogo.
Investigador Asociado de la Universidad de Harvard.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 abr 2010
ISBN9781426929601
Venezuela Petrolera: El Asentamiento En El Oriente (1938-1958)
Autor

Sebastián Navarro Rodríguez

Tras varios años de formación académica y ejercicio profesional en el área de Sistemas de Información, como Consultor de Sistemas para empresas de telecomunicaciones, Sebastián Navarro Rodríguez decidió involucrarse con otra de sus grandes pasiones: la historia ambiental y de la energía. Obtuvo la Licenciatura en Historia en la Universidad Central de Venezuela (Magna Cum Laude), y los premios al mérito académico (2005, 2006) y a la investigación (2006). Ha sido distinguido con el premio William H. Phelps. Durante tres años fue Asistente Docente en el Departamento de Historia de la Universidad Central de Venezuela, donde también ha sido profesor de Historia del Petróleo y Gas Venezolano. Por sus proyectos relacionados con energía y cambio climático, ha sido seleccionado dos veces como representante de América Latina por la Fundación William J. Clinton en el marco de la Clinton Global Iniciative en la Universidad de Texas en Austin y en la Universidad de Miami en Coral Gables. Desde muy temprana edad, sus intereses académicos han estado ligados a la historia del tema energético. Sobre este aspecto ha escrito en periódicos y revistas, manteniendo una disciplinada labor de investigación y una permanente asistencia a diversos eventos internacionales. Su padre, José Antonio, luego de estudiar en Cornell University y regresar a Venezuela, dedicó su vida a promover, desde el sector petrolero, la cultura y la historia de su país. Su abuelo, Rafael, trabajó para la Mene Grande (Gulf). Este libro es un tributo a ellos y a la labor de los miles de pioneros, venezolanos y extranjeros, que dieron lo mejor de sí para contribuir con el desarrollo de su país.

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    Muestra de manera excelente el desarrollo del oriente de Venezuela gracias a la actividad petrolera

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Venezuela Petrolera - Sebastián Navarro Rodríguez

© Copyright 2010, 2011 Sebastián Navarro Rodríguez.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni

registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por

ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o

cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor.

Impreso en Estados Unidos.

ISBN: 978-1-4269-2959-5 (sc)

ISBN: 978-1-4269-2960-1 (e)

Library of Congress Control Number: 2010903170

Trafford rev. 10/29/2011

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Para Norteamérica y el mundo entero

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Contents

RECONOCIMIENTOS:

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I

LOS ORÍGENES DE LA ACTIVIDAD PETROLERA EN EL ORIENTE DE VENEZUELA.

CAPÍTULO II.

LA TRANSFORMACIÓN DEL ORIENTE VENEZOLANO,

REFERENCIAS

A mi abuelo, Rafael Rodríguez, cuya inteligencia y capacidad, sumadas a las de otros tantos miles, contribuyeron al desarrollo de la industria petrolera venezolana.

A mi padre, José Antonio Navarro Ochoa, estudioso antropólogo cuya formación académica en la UNAM, Cornell University y la UCV, le condujo a entregarse al quehacer cultural de su país.

A mi madre, Iraida, por su ejemplo, por sus esfuerzos.

A Gustavo Coronel, ejemplo de honestidad y capacidad, una vida de trabajo tangible procurando una Venezuela mejor.

RECONOCIMIENTOS:

A la Fundación William J. Clinton, por permitirme viajar e investigar en la Universidad de Texas en Austin, y a las Universidades de Indiana en Bloomington y Purdue en West Lafayette.

A María Andreyna Navarro, PostDoctoral Associate de la U.M.

A Randy Trahan, a Jesús Antonio Montoya, a Isabel, Guadalupe y Maritza Rodríguez, y a toda mi familia en Anzoátegui y Bolívar, Venezuela.

Venezuela no fue hecha solo por héroes y batallas, por políticos y transacciones económicas. Muchos de sus protagonistas se dedicaron a las faenas el espíritu, hasta el punto de construir un patrimonio enaltecedor.

José Antonio Navarro Ochoa, 1996

PRÓLOGO

Los científicos del siglo XIX, a lo Humboldt, eran integrales por necesidad. Trabajaban esencialmente solos o, a lo sumo, con un acompañante, con quien podían conversar sobre sus hallazgos. Uno se imagina a Humboldt viajando por nuestras tierras, escribiendo observaciones que luego plasmaría en su obra monumental Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente. Para ello debió escalar montañas, navegar caudalosos ríos, caminar incesantemente por nuestra geografía. Sus observaciones fueron de todo orden: geológicas, mineralógicas, botánicas, zoológicas, sociológicas, climáticas. El naturalista del siglo XIX debía ser un hombre-orquesta. Hoy en día el científico trabaja en equipo y ya es raro ver, por ejemplo, algún trabajo geológico elaborado por un solo autor. Generalmente el trabajo es el resultado de un grupo de especialistas, cada quien, aportando un estrecho segmento del conocimiento, eso sí, en profundidad.

En la Venezuela de hoy la tarea que se le impone al historiador es un poco como la tarea de aquellos grandes naturalistas del Siglo XIX. Ello es así porque Venezuela es un país cuya historia aún no ha sido suficientemente contada. Como observadores de la realidad nacional tenemos la impresión que muchos de nuestros compatriotas viven en un presente eterno, sin saber de dónde han venido y, más triste aún, sin saber hacia dónde se dirigen. Pareciera que la tradición oral es la que aún prevalece en nuestro país, por sobre la historia escrita. Ello es así porque nuestros hombres públicos, aquellos quienes han tenido una influencia importante sobre los acontecimientos en nuestro país, raramente han escrito sus memorias, sus experiencias. Como resultado, Venezuela es un país que siempre pareciera estar comenzando de nuevo desde cero. Los venezolanos poseemos un débil sentido de nuestra historia y, por lo consiguiente, un también débil sentido de nuestra identidad nacional. No es que Venezuela no tenga historia sino que ha carecido, hasta ahora, de suficientes historiadores, de una suficiente tradición escrita.

El petróleo no es la excepción de esta regla sino, probablemente, su mejor exponente. Para ser un país que ha vivido del petróleo durante casi un siglo, los venezolanos mostramos un alto nivel de desconocimiento sobre esta fuente de energía y sobre la interacción que ha existido entre la explotación petrolera y la sociedad venezolana. Los ensayos sobre petróleo disponibles en la literatura han estado casi todos saturados de prejuicios ideológicos, como es el caso de las obras de Rodolfo Quintero y Salvador de la Plaza, para mencionar apenas dos de nuestros más conocidos ensayistas sobre petróleo desde una perspectiva marxista. Salvador de la Plaza, en sus escritos, diría que los geólogos que acompañaron a Ralph Arnold en su maravillosa gesta exploratoria entre 1912 y 1914 habían sido paseados en hamacas por todo el país, como visires orientales. Rodolfo Quintero añadiría que estos geólogos habían destruido nuestras culturas indígenas y solo habían llegado para colonizar a los atrasados venezolanos. Por su parte los novelistas del petróleo, desde Ramón Diaz Sánchez hasta Miguel Otero Silva, escribieron sobre la industria petrolera desde afuera, sin llegar a conocerla internamente y sin evaluar objetivamente los aportes que esta industria hiciera al país, no solo desde el punto de vista puramente económico sino en lo sociológico y en lo cultural.

Este trabajo de Sebastián Rafael Navarro Rodríguez llega, en más de un sentido, a llenar parte de ese inmenso vacío en nuestra historia del último siglo. Como un naturalista integral, este joven historiador acomete un examen de los aspectos geológicos, climáticos, de desarrollo urbano, sociológicos y culturales de la sociedad venezolana de la primera mitad del siglo XX, en las zonas del Oriente venezolano que recibieron directamente el influjo del petróleo. En especial, Navarro Rodríguez describe, con admirable lujo de detalles, el nacimiento y evolución de poblados como Caripito, en los cuales se comenzó a implantar un estilo de vida híbrido, venezolano-extranjero, que inevitablemente influyó en la manera de ser de los venezolanos quienes allí vivieron y en sus costumbres y actitudes sociales, todo lo cual sería heredado por sucesivas generaciones con un impacto multiplicador muy importante.

Los procesos de urbanización llevados a cabo por las empresas estadounidenses y europeas en las áreas petroleras promovieron una verdadera revolución cultural en Venezuela. La orientación del poblado o campamento, la aparición en el medio rural del agua corriente, la escuela, la distribución espacial de oficinas y viviendas, las casas de los empleados y trabajadores, todo ello obedecía en esos poblados a una planificación que era relativamente nueva en la Venezuela de la primera mitad del siglo XX. Estos elementos y su significado sociológico son debidamente explicados, casi por primera vez, en esta extraordinaria obra de Navarro Rodríguez, ayudado de mapas y maravillosas fotos.

Dos de las características importantes de estos primeros asentamientos petroleros en el medio rural fueron la disciplina comunitaria y la democracia. La disciplina comunitaria, porque todo estaba debidamente organizado y existieron reglas del juego desde el primer momento, de manera que cada habitante del lugar sabía cuáles eran sus derechos y sus deberes. Democracia, porque todos los habitantes tenían acceso, por igual, a los servicios comunes y cada quien sabía que tendría una similar oportunidad de ascender en la escala social. Los estereotipos de la novela petrolera venezolana sobre discriminación racial o de clases en el sector petrolero han sido frecuentemente el producto de prejuicios basados en una tradición izquierdista entre nuestros intelectuales, la cual tuvo mucho que ver con su aproximación al marxismo en los años de lucha contra la dictadura gomecista.

La creación de los poblados o campamentos petroleros trajo, como efecto colateral importantísimo, la promoción de métodos agrícolas modernos y de una ganadería más productiva que la existente hasta ese momento en esas regiones del país. La introducción y uso sistemático de medicinas anti-maláricas representó un gran avance para la salud de los habitantes y un ejemplo que fue seguido por el gobierno, en buena hora, para crear un sistema nacional de salud. No por accidente los primeros sanitaristas venezolanos, tales como Enrique Guillermo Tejera y Leopoldo García Maldonado, fueron médicos de las empresas petroleras en sus primeras etapas de desarrollo profesional. García Maldonado, por ejemplo, fue pionero en la construcción sobre pilotes de las casas de los campamentos petroleros, sistema que permitía aislar la vivienda de los charcos de agua donde se criaban los mosquitos portadores del paludismo.

El entrenamiento eminentemente práctico en tareas de perforación de pozos y de producción petrolera hizo posible el ascenso de jóvenes de la región a tareas cada vez más especializadas, promoviéndose un elemento meritocrático en la vida del venezolano que contrastó con el tratamiento paternalista que había sido el predominante en el país por parte de los sectores poderosos hacia las clases populares. Como apunta el autor Navarro Rodríguez: No existían los manuales ni los cursos sofisticados. El aprendizaje era absolutamente empírico, trabajando y produciendo. Los supervisores y capataces era gente de amplia experiencia, oriundos, entre otros estados de los Estados Unidos de América, de Texas, Oklahoma y Louisiana.

Los métodos de construcción produjeron, de igual manera, un cambio profundo en la manera de vivir del venezolano. El autor apunta: La introducción de los techos de zinc, usados en vez de la palma, fue otro de los cambios en las técnicas de construcción que vinieron con la empresa Standard Oil de Venezuela a la región. Se observa, en la construcción de los techos de las casas, una elevación en V para disipar el calor producto de la luz solar y permitir el drenaje del agua de la lluvia a los costados. Son las primeras manifestaciones de una nueva manera de construir, nuevas técnicas que venían de toda la experiencia de construcción de la Standard Oil, que entrenó a los obreros usando los nuevos materiales para edificar su propia infraestructura en la región.

Son innumerables los aspectos de la vida del venezolano que fueron modificados, en su mayoría positivamente, por la aparición del campamento petrolero, luego convertido en poblado abierto y totalmente integrado al resto de la comunidad. El ejemplo de una manera mejor de vivir constituyó uno de los aportes más positivos de las empresas foráneas en el desarrollo de la sociedad rural y semi-rural venezolana del siglo XX.

Estos son algunos de los elementos del majestuoso cuadro que nos pinta el historiador Navarro Rodríguez en esta interesantísima y original obra. Su estudio abre una senda enteramente nueva para el análisis de la sociedad venezolana, la cual bien pudiéramos llamar una sociología del petróleo. No ya sobre bases ideológicas, en intentos de ajustar la realidad a conclusiones pre-concebidas, sino como herramienta científica para iluminar lo que ha sido hasta ahora una historia envuelta en la penumbra y en los prejuicios.

Me siento realmente orgulloso de presentarles esta magnífica obra.

Gustavo Coronel.

Geólogo petrolero (University of Tulsa)—Politólogo (Johns Hopkins University)—Investigador Asociado, Harvard University.

INTRODUCCIÓN

La Cuenca Oriental de Venezuela, con sus dos subcuencas, la de Guárico, al oeste, y la de Maturín, al este, conforma un territorio de 138.600 km², situados a lo largo de la ribera norte del río Orinoco. Esta cuenca se extiende desde el sur del estado Guárico hasta los estados Anzoátegui, Monagas y Delta Amacuro.

Los inicios de la industria petrolera en el Oriente venezolano, apreciados gracias mapas, fotografías, grabados y otras fuentes de archivo de la época, son el foco central de esta investigación. Las líneas que siguen aspiro sean vistas como una invitación a considerar al tema de la historia petrolera de Venezuela como un componente ineludible de nuestra identidad nacional. Gracias al advenimiento de su industria petrolera, durante buena parte del siglo XX, con los brazos abiertos este gran país recibió e hizo suya a una ingente cantidad de personas—en su enorme mayoría buena, trabajadora y decente—, en tiempos duros y difíciles para la humanidad.

Este libro pretende también ayudar a hacer frente a tantos prejuicios que se resumen en el mensaje que por años se ha repetido al venezolano: los de allá son los malos y no dejaron absolutamente nada al país, y los de acá son los buenos.

Los comienzos de la industria petrolera nacional están marcados por una dictadura de enorme significado para comprender nuestra historia contemporánea. A partir de 1908 hasta 1935, Juan Vicente Gómez y sus adláteres gobernaron con mano de hierro. Su ejército fue implacable.

Después de la muerte de Gómez, la sociedad venezolana fue testigo de repetidos intentos por instaurar una democracia que estimulara la consolidación de los derechos ciudadanos e invirtiera con probidad los recursos fiscales para sacar adelante la economía del país. Los apetitos por el poder y la intriga militar los llevarían a pique.

En paralelo, durante esos años, la eclosión de regímenes totalitarios, encabezados por partidos cuyo objetivo fue la sumisión absoluta, acabó el sueño de vivir en paz y libertad de millones. Redujeron cualquier expresión de disentimiento y el menor atisbo de crítica fue inaceptable. El saldo en número de víctimas de estas ideologías debe ser recordado para que la humanidad no permita que algo así suceda jamás.

Antes del fin del siglo cayeron dos de las más poderosas potencias totalitarias. La República Democrática Alemana dejó de existir el 10 de noviembre de 1989. Esta porción de territorio alemán, gobernada por un macabro sistema policial, estuvo tras una pared que dividió la ciudad de Berlín. Su apagado color grisáceo fue el último que miraron, tratando de traspasarla en busca de la libertad, aún no se sabe exactamente cuántos fallecidos.

El final de la Segunda Guerra Mundial determinó la división de Alemania. La decadencia de la República de Weimar (1918-1933), produjo el ascenso al poder del delirio incalificable de Adolfo Hitler, que con su discurso irracional llegó a gobernar doce años más, hasta su muerte, en 1945. Arrastró a su país al abismo.

A continuación, la República Federal Alemana (West Germany), con la contribución del mundo libre, en especial de los Estados Unidos de América y de las políticas monetarias adoptadas por Ludwig Erhard, alcanzó un notable desarrollo socioeconómico.

En cambio, la República Democrática Alemana fracasó estrepitosamente, y sus ciudadanos, presos tras la cortina de hierro, privados de paz, progreso y libertad, finalmente pudieron obtenerla al reunificarse con su counterpart.

En diciembre de 1991 se vino abajo una segunda potencia totalitaria del siglo XX, sumida en la inviabilidad de un sistema justificable solo para una mente como la de una de sus figuras políticas más representativas, Iósif Stalin.

La disolución de la Unión Soviética, formada en diciembre de 1922, arrojó como saldo la desaparición de millones de seres humanos. De las miles de órdenes de Stalin, caracterizadas por su actuación degenerada al amparo del culto a la personalidad y de la siembra del odio a través de su discurso lamentable, ninguna es más abominable que el genocidio de los Kulaks, los agricultores y campesinos ucranianos, mediante el Holodomor (hambruna) de 1932 y 1933. Esto, sin dejar de lado a los Gulag, los centros de detención donde confinó a unos 18 millones de hombres, mujeres y niños.

Mientras ese dramático escenario tenía lugar, Venezuela fue un destino apetecido por millones de personas que ansiaban escapar de la devastación. Aún cuando el país no estuvo exento de convulsión, para muchos, en particular para una buena cantidad de trabajadores y honestos emigrantes europeos, era una tierra de esperanza.

En lo político, a la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, luego de 27 años de gobierno (1908-1935), asumió la presidencia de la República el general Eleazar López Contreras (1935-1941). Tras cinco años de incipientes reformas, algunas de ellas esbozadas en el llamado Plan de Febrero, el general Isaías Medina Angarita (1941-1945) inauguró a continuación un gobierno tolerante, de reconocida amplitud. Esto, debe reconocérsele pues pese a que perteneció a la llamada oficialidad gomecista, Medina fue tolerante con las diversas voces de aquella Venezuela.

Era natural que Medina Angarita caminara por el centro de Caracas. Su mayor temor durante esos paseos no iba más allá de que una repentina lluvia cayera y lo obligara a guarecerse bajo el techo de alguna tienda o pequeño establecimiento de comida.

Un golpe de Estado, liderado por el partido Acción Democrática, cuya cabeza más visible era el político Rómulo Betancourt, y por un sector de jóvenes oficiales de las Fuerzas Armadas, cada vez más ávido de poder, impidió que el general Medina finalizara su mandato constitucional.

Poco antes, una candidatura de consenso, que contó con el respaldo por diversos sectores, conscientes de que implementaría las reformas políticas y sociales que el país aspiraba y necesitaba, se vio frustrada por un giro del destino. El Dr. Diógenes Escalante, un brillante diplomático andino, no pudo asumir su cargo como Presidente.

En sustitución, Ángel Biaggini fue designado candidato por el partido de Medina Angarita. Acción Democrática se opuso a esa candidatura. Exigió entonces una modificación a la Constitución para que la elección del Presidente se hiciera a través del voto directo de los venezolanos, en vez de que el Congreso decidiera la cuestión. Esta propuesta fue descartada por Medina Angarita.

Los hechos se precipitaron. Por una delación, el gobierno apresó

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