Genocidio sile nciado
Cuatro efigies colosales talladas en una gigantesca mole de granito en el monte Rushmore. Uno de los monumentos más visitados de los Estados Unidos, donde miles de norteamericanos rinden tributo y homenaje cada año a la memoria de los arquitectos de la democracia más longeva del mundo. Tallados en 1941, los rostros de los cuatro hombres clave de los primeros 150 años de historia de los Estados Unidos divisan en el horizonte los límites de la reserva india de Pine Ridge, habitada por sioux de la tribu oglala, descendientes de Nube Roja y de la primera generación de desplazados, que en la década de los 70 del siglo XIX claudicó a la presión del gobierno estadounidense abandonando sus tierras ancestrales. Pero los oglala de Nube Roja no sólo se vieron empujados a una migración indeseable, privados de su tierra y de su dignidad como pueblo. También tuvieron que asistir estupefactos al sacrilegio perpetrado por los insaciables buscadores de oro en las Black Hills (Colinas negras), tierra sagrada de los sioux, los cheyennes y demás tribus nativas del noroeste. Los colosos del monte Rushmore se yerguen, en efecto, majestuosos en una pared de estas colinas donde late el corazón, roto en mil pedazos, de su cultura, de su trágica historia y de su magullado legado espiritual. Enésima afrenta del gobierno estadounidense a las tribus nativas americanas.
Cruda realidad
Pero más allá de esta afrenta, los problemas de Pine Ridge, como los de las otras reservas, son los altos índices de pobreza, tasas de desempleo que oscilan entre el 80 y 90%, violencia endémica, alcoholismo
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