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El Amor Que Se Perdió
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Libro electrónico85 páginas1 hora

El Amor Que Se Perdió

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Es la historia de Ca, cuenta como desde muy joven se enamora de una bella joven, y del plazo que su suegro le puso para que se pudiera casar con ella, aunque trabajo muy duro para poder cumplirlo, pareciera que el destino o la vida no se lo permitirn, por eso aprendi a vivir sin el amor de su vida
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento31 jul 2012
ISBN9781463332297
El Amor Que Se Perdió
Autor

Sulma Bermudez

Es la historia de Caí, cuenta como desde muy joven se enamora de una bella joven, y del plazo que su suegro le puso para que se pudiera casar con ella, aunque trabajo muy duro para poder cumplirlo, pareciera que el destino o la vida no se lo permitirán, por eso aprendió a vivir sin el amor de su vida

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    El Amor Que Se Perdió - Sulma Bermudez

    Copyright © 2012 por SULMA BERMUDEZ.

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    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera

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    411340

    Era una noche de luna llena cuando una joven estaba dando a luz, ella desde que empezó su embarazo tuvo muchas complicaciones, los doctores, temían la muerte de ella o del bebe, así que hacían todo lo que estaba a su alcance para tratar de salvar, la vida de los dos, afuera estaba un muchacho en la capilla del hospital pidiendo para que los dos se salvarán, tenía miedo de perder a su esposa y cuidar a su hijo solo, por fin después de nueve horas los doctores salieron. Aquel muchacho los estaba esperando ansioso por saber, que había pasado, el doctor todo sudado y con una sonrisa en el rostro le dijo, señor Simón Bongo, ¡la cirugía a sido un éxito! los dos están a salvo, un poco delicados pero en unos días se los podrá llevar usted a su casa.

    Simón fue a ver a su pequeño hijo lo vio hermoso un poco delicado pero vivo, y ¡eso era lo más importante! en ese momento, fue a ver a su esposa Mercedes, ella estaba muy delicada todavía.

    Simón la beso en la frente dándole las gracias a dios porque su esposa estaba con vida.

    Así pasaron los días, los dos tanto Mercedes como el bebe de nombre Caí se recuperaban satisfactoriamente, llego el día que los dos se fueron a su casa, contentos porque el pequeño Caí, estaba muy bien.

    Ellos vivían en un pueblo no muy grande en las afueras de la ciudad, en ese pueblo había muchos árboles frutales, muchas cascadas y ríos que pasaban por ahí, ¡era como un pequeño paraíso!

    Por esa razón venía mucha gente de la capital y de otros lados del país, porque en ese lugar se respiraba el aire fresco, se apreciaba lo hermoso de la naturaleza.

    Como era muy visitado por los turistas, en el centro del pueblo había una plaza, ahí había bancas, para que la gente se pudiera sentar, y muchos puestos donde la gente vendía sus artesanías, también tenían puestos de comida, cafeterías y funditas de bebidas frías.

    En el pueblo vivía gente muy rica, de clase media y pobre como en todos los lugares, algunos se dedicaban a la siembra y al ganado para venderlo en las ciudades y otros vendían en la plaza del pueblo.

    Simón y Mercedes criaron a su pequeño hijo, en ese bello pueblo, ellos decidieron no tener más hijos porque Mercedes se ponía al borde de la muerte, por eso los dos se pusieron a trabajar muy duro para que su hijo, tuviera lo indispensable, y así pasaron veinte tres años, ellos no vivían tan mal, se pudiera decir que eran de clase media.

    De ellos se hablaba muy bien porque el señor Simón era muy trabajador, y Mercedes su esposa era muy dulce, y trabajadora.

    Caí era un joven muy guapo, trabajador, respetuoso, era amable, y muy simpático, su padre se dedicaba a la compra y venta de ganado, y Mercedes vendía en la plaza del pueblo, ella tenía una fondita donde vendía bebidas frías y calientes, en tiempo de verano ella ¡invento el té frio! lo hacía de muchos sabores, con las hojas de los árboles frutales, como nadie sabía su secreto, ella tenía mucho éxito, y siempre en las tardes estaban más ocupados, Simón y Mercedes atendían a la gente, y Caí llevaba las bebidas a las mesas.

    Por eso Caí conocía mucha gente porque le ayudaba a su padre y a su madre también, el estaba muy orgulloso de sus padres, por que trabajaban muy duro, para poder tener un techo donde vivir, el le ayudaba mucho a Simón administrar el negocio y hacer corte en la caja en la noche.

    Ellos se levantaban a las seis de la mañana, para regresar en la tarde y ayudarle a Mercedes.

    Al medio día, Mercedes ya los estaba esperando con la comida hecha, por que llegaban con mucha hambre y porque sabían que en la tarde iban a estar muy ocupados.

    Caí llegaba se bañaba, se sentaba a comer, junto con Mercedes y Simón, descansaban un rato, y se ponían a limpiar las mesas y a barrer afuera, para que el lugar se viera fresco y limpio.

    Llegándose el atardecer la fondita se llenaba de muchas parejitas que llegaban ahí muy enamoradas, Caí los atendía y se preguntaba. ¿Cuándo voy a tener ese mismo sentimiento que tienen ellos?

    Caí deseaba sentirse enamorado, quería conocer el amor del cual toda la gente hablaba, hasta sus padres le platicaban lo maravilloso que había sido conocerse.

    Caí tenía la esperanza de que algún día conocería una bella chica que le llamara la atención, porque todas las muchachas que el conocía, se le hacían muy frías, interesadas y presumidas.

    A veces cuando platicaba con ellas le daba la impresión de que ellas querían salirse de su casa como diera lugar, aunque no amaran al hombre que las cortejaba.

    Caí pensaba, pobre tontas ¡quieren tener libertad! y no se imaginan que cuando se casen, se les va acabar la libertad que tanto añoran, a veces cuando Caí las estaba atendiendo le hacían plática.

    Caí con todo respeto las saludaba, las atendía, y ellas le empezaban a preguntar.

    ¿Tienes novias?

    Caí les traía la bebidas se las ponía en sus mesas y muy serio les contestaba, ¡no!

    Ellas muy coquetas, le decían siéntate.

    ¡Te invitamos algo de tomar!

    Caí solo las veía, pensaba.

    ¡Que no se dan cuenta que estoy trabajando!

    Y con una sonrisa en el rostro les decía.

    ¡Me encantaría!

    ¡Pero no puedo porque estoy ocupado!

    Una de ellas insistía.

    ¡Puedo venir en la noche cuando salgas!

    ¡Hooo!

    Tienes miedo de salir con una mujer.

    Caí suspiraba ¡enojado y humillado!

    Le contestaba sin mostrarle enojo.

    ¡Eres muy hermosa!

    Creo que se vería muy mal que una bella dama venga a buscar a un hombre, ¡no crees!

    Pero ellas insistían, querían que el las invitara a salir, pensaban que el les tenía miedo.

    Caí solo las ignoraba, deseaba no escuchar lo que le estaban diciendo.

    Cuando ellas se marchaban, el se sentía aliviado, hasta suspiraba, se ponía feliz ¡por que ya estaba en paz!

    Su madre al verlo enojado

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