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Axolotl: El Hombre Universal
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Libro electrónico291 páginas4 horas

Axolotl: El Hombre Universal

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Al igual que el ajolote cuya existencia puede manifestarse en dos diferentes elementos, el agua y el aire, Axolotl procede de la mezcla de dos culturas unidas por el amor. Y en su lucha contra la injusticia de una sociedad decadente que se ha formado en medio de la disputa por el poder entre gobierno y religin, sabe que de la misma manera que el ajolote lo hizo, l tambin ha logrado trascender hacia lo verdaderamente importante en la existencia humana. Ahora deber motivar un cambio en la consciencia de la humanidad por medio de la informacin y de demostrar que esta sociedad ha fracasado al entregarse al materialismo puro y su nica salvacin ser la transformacin del ser humano a travs del servicio motivado por el amor a sus hermanos.

Luis Muoz Flores.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento20 ene 2012
ISBN9781463314866
Axolotl: El Hombre Universal
Autor

Luis Muñoz Flores

Luis Muñoz Flores, nació en la ciudad de México, D.F. el once de abril de 1949, estudió en la escuela nacional preparatoria 2 de la UNAM y trabajó en el fondo de cultura de la UNAM como corrector de pruebas, en la editorial Nuevo Mundo, de México y como redactor en el diario el Heraldo de México. Emigró a la ciudad de Los Ángeles, California en 1971 y después de variados empleos, trabajó en el Semanario Imagen, una sucursal del Heraldo de México en la ciudad de Los Ángeles. Más tarde estudió medicina oriental en el “Emperor College” de Santa Mónica, California y se graduó como Doctor en naturopatía en Clayton School of Natural Healing. Su pasión por la escritura empezó desde muy joven con pequeños ensayos y por fin en 2012 editó su primera novela titulada “Axolotl, el hombre universal”. Como en su primera novela, la principal intención del autor es llevar un mensaje de hermandad, tolerancia y amor a través de vencer la ignorancia.

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    Axolotl - Luis Muñoz Flores

    Contents

    AXOLOTL

    LA EDAD DE LA INOCENCIA

    EL FIN DE LOS DÍAS DE ESTUDIANTE

    EMPIEZA UNA NUEVA LUCHA

    UNA NUEVA EXPERIENCIA

    LA INDEPENDENCIA

    Y LA REVOLUCIÓN

    NUESTRAS FANTASIAS…

    NUESTROS HEROES…

    NUESTRA HISTORIA…

    FILOSOFÍA: ORIENTAL Y OCCIDENTAL

    NUEVAS REVELACIONES

    UN MARAVILLOSO ENCUENTRO

    NACE LA ILUSION

    EL CLERO Y OTRAS SECTAS

    UN HUECO EN EL PECHO

    CON EL CORAZON VACIO

    UN MENSAJE ESPECIAL

    UN NUEVO COMENZAR

    DESCUBRIENDO LA RUTA…

    ESPIRITUALIDAD VS. RELIGION

    UN ENCUENTRO INESPERADO

    UN DIA DE LUTO… POR SIEMPRE

    LA FE Y LA RAZON

    CAPITALISMO Y PODER

    LA DISOLUCION DE LA DEMOCRACIA

    TRIUNFA LA VOZ DEL PUEBLO

    UNA SOLA VERDAD

    UNA LLAMADA DE ATENCION

    DE VUELTA A SUS RAICES

    CONCLUSIÓN:

    A MIS PADRES, LOS QUE ME TOCARON EN ESTA VIDA Y DE QUIENES APRENDÌ GRANDES LECCIONES.

    A MI ESPOSA, MI COMPAÑERA DE VIAJE, QUIEN ME AYUDÒ A RECOMPONER EL CAMINO DESPUÈS DE MIS ERRORES.

    A TODOS MIS HIJOS, A QUIENES DEBO EL HABER APRENDIDO, EL VERDADERO CAMINO DEL AMOR.

    A DIOS, A ESA MARAVILLOSA INTELIGENCIA UNIVERSAL TODO AMOR, QUE ME DIO LA OPORTUNIDAD DE REDESCUBRIRLE DESPUES DE HABER NEGADO SU EXISTENCIA.

    AXOLOTL

    El viaje de un hombre nacido de la mezcla de dos culturas a través de 2 épocas diferentes, una jornada recorriendo 50 años del siglo 20 y 11 años del siglo 21 que nos llevan a reflexionar acerca de la sociedad actual, su origen y la serie de mitos sobre los que ha sido construida, la manipulación de muchas generaciones por sus controladores, gobierno y religión, utilizando el miedo como arma principal. El despertar de las multitudes a una nueva conciencia libre de hipocresía que quizás ha llegado demasiado tarde, un destino marcado y una transición inevitable a la que pudiéramos sobrevivir. Axolotl al igual que el ajolote, el animal de donde se origina su nombre, vive en dos mundos, uno en donde respira su origen su esencia y otro en donde ha descubierto su propia verdad, uno donde todo le une a lo conocido y lo que ama profundamente, otro en el que llegó a conocer y descubrir lo que realmente aspira alcanzar, porque dentro de su corazón sabe que es su meta final.

    LO QUE ERES HOY, ES EL RESULTADO DE TUS PENSAMIENTOS

    (BUDHA)

    UNA VIDA SIN EXAMINARSE NO VALE LA PENA VIVIRSE

    (SOCRATES)

    LA EDAD DE LA INOCENCIA

    The long and winding road.

    Aquél era sin duda un bello atardecer en el Valle de México, una visión mágica, casi divina, un espectacular cielo rojizo lleno de nubes de diversos matices entre escarlatas y dorados y ahí de pie sobre el suelo semiarenoso estaba José María, con la vista perdida en aquellas filas interminables de majestuosos magueyes, agaves gigantes formados como disciplinados guerreros aztecas de un verde azuloso, que con sus pencas terminadas en amenazantes púas parecían estar alerta para defenderse contra lo que les amenazara, como si presintieran el momento en que serían atacadas por el hombre, aquel que les arrancaría el corazón, para después de aquel hueco obtener el tan preciado líquido, el agua-miel que se convertiría más tarde en pulque, bebida prehispánica muy apreciada por los pobladores nativos de Mezo-América.

    Aquel lugar, su pueblo, su origen, había cambiado sin lugar a dudas, ahora era mucho más grande, mucho más poblado, con las calles principales pavimentadas y con las casas con bardas altas y protegidas con puertas de hierro, señal inequívoca del temor y la desconfianza que crece junto con el crecimiento demográfico y la llegada de los forasteros inmigrantes. También ahora alrededor de la plaza central donde antes se encontraba la pequeña plaza y el antiguo kiosco de estilo colonial, se podían encontrar todo tipo de diferentes pequeños comercios, así como varios lugares de comida rápida, ejemplo claro de la influencia norteamericana en la dieta de aquella comunidad, una pizzería y hasta un par de cafeterías con acceso al Internet… ¡Oh! El hoy tan imprescindible Internet, esa increíble e inagotable fuente de información que ayuda a muchos a enriquecer sus conocimientos y le ahorra tiempo a los holgazanes y los convierte en sabelotodo instantáneos; sobre todo a los que prefieren las telenovelas y los talk shows a los buenos libros y los cuales obtienen así información digerida, rápida y fácil, o los que pasan el tiempo visitando el youtube o el facebook sin importar que al apagar la computadora sigan siendo casi tan ignorantes de todo lo demás como antes de conectarse.

    El pueblo era San Andrés Jaltenco, en su origen se llamaba simplemente Xaltenco, pero como casi todos los pueblos de México y gran parte de Latinoamérica, después de la conquista española, se les antepuso un nombre cristiano, antes del nombre original así como San Juan Teotihuacan, San Mateo Tecoloapan, San Pedro Tlaquepaque, etc. El poblado donde José María nació en el primaveral mes de abril de 1949, apenas contaba en aquel tiempo con unos cinco mil habitantes, las angostas calles eran de aquel suelo arenoso semidesértico clásico del norte del Estado de México, era un pueblo mayormente productor de magueyes pulqueros, una clase especial de agave nativo de la región y de la explotación de lana de borregos, un lugar donde el que más o el que menos, tenía unas doscientas cabezas de ganado; ahí no existían los portones, apenas pequeñas bardas de adobe para contener a las gallinas o los cerdos, un sitio donde toda la gente se conocía y se saludaba al encontrarse por la mañana en su camino hacia el molino o por las tardes antes de retirarse a sus casas después de las labores del campo. Un pueblo lleno de gente hospitalaria entre muchos de los cuales existían lazos familiares, a quienes cuando uno llegaba a visitar le recibían siempre con una invitación a compartir los alimentos o cuando menos a tomar un refresco, agua de limón con chía o de alguna otra fruta de la temporada, los tíos, tías, primos y primas abundaban y la harmonía se podía respirar en aquel lugar.

    El abuelo materno de José María fue Pedro Axolotl, Mayordomo del pueblo y de los productores de lana de aquel lugar, un hombre de marcados rasgos indígenas, de estatura media y tez morena quemada por el sol, fuerte y corpulento, acostumbrado al duro trabajo del campo y orgulloso de su origen familiar. Había quedado viudo al nacer Matías, el más pequeño de sus hijos. Hijo de indígenas también, Pedro fue a su vez hijo de Emilio Axolotl, un mayordomo del pueblo y había aprendido de sus antecesores los ciclos de sembrado y preparación para que aquella, la madre tierra, siempre diera buenas cosechas y aunque mayormente se dedicaban al cuidado y explotación del maguey, siempre se sembraba maíz y frijol para el consumo familiar así como algunas hortalizas y vegetales de temporada y alfalfa para alimentar al ganado. Pero su mayor cuidado se lo dedicaban a la cría de los borregos, de donde obtenían lana y carne que les proporcionaba el dinero suficiente para suplir lo necesario durante el año, en fin aquel era un pueblo tranquilo y apacible con las características de casi cualquier pueblo de México.

    Desde su llegada a aquel lugar, el joven Alberto Longoria y Pérez causó revuelo entre las jovencitas casaderas, así como la preocupación y el recelo de los hombres del pueblo. Había sido enviado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes de la ciudad de México, la capital, para establecer y estar encargado de la oficina de telégrafos de aquella zona, cuya sede había sido designada a San Andrés Jaltenco, así como de la Oficina Postal. Hijo de inmigrantes españoles ya fallecidos quienes habían abandonado España durante la guerra civil, aquel muchacho rubio y bien parecido, nacido ya en México, de grandes y expresivos ojos azules, llegó a San Andrés y después de un arduo trabajo de acondicionamiento de las instalaciones en un pequeño edificio en el centro del pueblo, al poco tiempo se enamoró de aquel lugar, de su vida apacible y de su gente tan hospitalaria a quienes poco a poco se fue ganando con su trato amable y buen servicio, ya que la gran mayoría de la población era analfabeta y apenas podía leer, por lo que dedicaba gran parte de su tiempo libre a leer y a veces hasta a contestar algunas de las misivas, enterándose sin querer de situaciones muy personales de los habitantes de aquel lugar. Fue así como se enteró de que doña Tomasa la dueña del molino tenía 2 hijos en el Norte, (Estados Unidos) y que le mandaban dinero desde hacia años con lo que había abierto no solo el molino, sino también una panadería que empezaba a funcionar, que la tía Florentina padecía de bochornos y que su hijo Fidencio había sufrido de hemorroides debido a un estreñimiento crónico.

    Fue durante la fiesta anual de San Andrés, el patrono del pueblo y después de 3 años de estar prestando sus servicios como telegrafista enviado desde la ciudad de México, que Alberto se preparó para ir a la kermes tradicional donde abundaban los puestos de antojitos de la región, dulces llevados de otros pueblos de la zona y algunos otros de juegos de lotería y tiro al blanco, que se decidió a acercarse, mientras daba vueltas al kiosco de la plaza, a Juana la hija de Pedro Axolotl y después de intercambiar algunas miradas de simpatía y conversar con ella le pidió que fuera su novia, como se acostumbraba en aquel lugar. Le había gustado desde que la miró por primera vez y ocasionalmente había intercambiado algunas frases y sonrisas con ella, pero sabía que tenía que esperar a que le conocieran mejor y ganarse su confianza para ser aceptado. Al principió la idea no fue muy del agrado de Pedro Axolotl, pero después de pensarlo mejor, accedió al reconocer que aquel muchacho era un hombre trabajador y bueno y le concedió la mano de su hija. Por su parte Juana Axolotl era una muchacha bella, delgada, de piel morena y ojos cafés grandes y profundos, así como un bello pelo negro, brillante y largo que le caía por la espalda, pero lo que a Alberto más le agradaba de aquella muchacha era su carácter siempre alegre y su rostro siempre sonriente, ella era como una invitación a sentirse feliz. El noviazgo duró solo un año y la fecha para la boda se fijó 6 meses más tarde. Pedro Axolotl celebró la boda de su hija con una gran fiesta de dos días, donde casi todo el pueblo estuvo invitado, la iglesia de San Andrés se llenó con el perfume de flores blancas recién cortadas y hubo para comer barbacoa de borrego, mole con guajolote y arroz, acompañado del tradicional pulque curado, o sea mezclado con frutas diferentes, así como aguas frescas de frutas del lugar, zarzamora, chía con limón y de capulín, una pequeña cereza negra, nativa del lugar.

    José María Longoria Axolotl, abrió los ojos al mundo el día 11 del mes de abril de 1949, en la misma fecha, aunque en años diferentes, en que nació el emperador romano Septimius Severus, así como el diseñador Oleg casini, el matemático inglés James Patrick Kelly, el autor ruso Serguey Lukyanenko y en el mismo día en que Abraham Lincoln pronunció su último discurso público antes de ser asesinado. La comadrona que ayudó a parir a su madre, había pasado un buen susto ya que el muchacho venía atravesado y no podía nacer, esta tuvo que acostar a Juana en el piso y acomodó al bebé en su panza mientras Alberto mecía a Juana levantándole por la parte media de la espalda con la ayuda de un rebozo, 30 minutos más tarde, José María lanzó su primer llanto. Había nacido bien, pero su madre que tenía más de 12 horas en labor de parto quedó casi desmayada. Ese día Pedro Axolotl celebró otra gran fiesta con pulque, mole de guajolote y barbacoa de borrego, para celebrar el nacimiento de su primer nieto varón.

    Los primeros años de José María estuvieron llenos de amor e influencia de ambas partes, mientras su madre le enseñaba las costumbres de la gente del pueblo, el amor y cuidado a los animales, a alimentar a las gallinas así como recoger huevos del gallinero y a saber escoger las verduras de su hortaliza, por su parte, su padre le enseñaba a conocer las letras y más tarde a leer, ya que él era un verdadero devorador de libros y cada vez que podía viajar a la ciudad de México, regresaba cargado de diferentes publicaciones para leerle al pequeño José María. Así fue creciendo aquel chiquillo mescla llena de amor de ambas razas, con el pelo rubio, ojos cafés y con rasgos también mesclados, quien escuchaba a su padre contarle historias que no comprendía por completo, pero también fue así, escuchando a su padre leerle por las noches, que adquirió el buen hábito de la lectura, algo que más tarde en su vida le sería esencial.

    Cuando su pequeño hijo cumplió 5 años de edad, Alberto solicitó su traslado a la Ciudad de México, tres meses más tarde este le fue aprobado, después de los años de servicio prestados no tuvieron ningún inconveniente en concederlo, él quería que su hijo tuviera una buena educación en una buena escuela y que más tarde asistiera a la universidad, tenía que prepararlo para el futuro, sabía que la vida sería cada vez mas difícil y algo tendría que sacrificar para lograrlo, quizás cambiar la tranquila vida en San Andrés por un mejor porvenir para su hijo. Nuevamente Don Pedro reprobó la idea en un principio, pero sabía que debía de respetar la decisión de aquellos jóvenes, a él nunca le había gustado la ciudad, ni los autos ni los tranvías, la sentía llena de peligros amenazantes, como una fiera que engullía a sus pobladores, la gente desaparecía en la ciudad y ahí nadie conocía a nadie, pero Alberto le convenció de que él los cuidaría, que estarían bien y que además les visitarían tan frecuentemente como pudieran.

    Juana le dio un beso a su padre, sabía que no era un hombre que mostrara sus sentimientos y que aunque le dolía su partida no diría nada, al subirse al auto que les llevaría a la ciudad, la lluvia empezó a caer en San Andrés lo cual ayudó a disimular las lágrimas de Pedro Axolotl, amaba su hija y sobre todo a aquel pequeño que le llenaba de felicidad con sus juegos, sus caricias y sus preguntas interminables, era como si el pueblo entero llorara por su partida, como si sufriera por los hijos que se van, adivinando que nunca más regresarán.

    José María Longoria Axolotl, empezó a acudir a la escuela y al ingresar al primer grado, sus maestros descubrieron que debido a la dedicación de su padre y al tiempo invertido, el niño ya sabía leer, escribir, sumar y restar, así que a los seis años de edad, comenzó a cursar el tercer grado, todo lo demás ya lo tenía muy bien aprendido. Los premios, reconocimientos por buen comportamiento y buenas notas eran cosa de cada semana y sus padres estaban felices y orgullosos de su desempeño en la escuela, después de todo parecía que había valido la pena mudarse a la capital. Los recién llegados habían conseguido un departamento de renta en las calles de República de Ecuador, cerca del centro de la ciudad, en un edificio muy bien construido y con mucha comodidad.

    Por las mañanas en su recorrido hacia la escuela, José María caminaba felíz de la mano de su madre por las calles de República del Perú, en aquellas calles con bella arquitectura colonial y grandes portones de madera y en su camino le acompañaban todo un cúmulo de agradables aromas que despertaban su apetito, provenientes de las entradas de los zaguanes donde señoras con braceros llenos de carbón encendido y grandes comales, vendían vaporosos tamales de variados sabores, con ollas llenas de atole de masa o champurrado, gorditas de piloncillo y canela cuyo olor se metía por la nariz inevitablemente, mientras que otras ofrecían sus gelatinas de dos o tres sabores con nueces o ciruelas pasas dentro en un desplante de bellos colores, o ricos flanes con caramelo y deliciosas jericallas, aquello era todo un desfile de colores, sabores y olores que diariamente disfrutaba, aunque su madre constantemente le repetía que la comida hecha en casa era mejor y estaba preparada con mayor limpieza. Más adelante encontraban en la plaza de Santo Domingo, el viejo edificio en cuyos arcos los escribanos redactaban en sus viejas máquinas de escribir, cartas a los menos afortunados que no sabían leer ni escribir, unas para los parientes que se encontraban lejos o tal vez una carta de amor para el ser querido, o para llenar documentos y formas oficiales, mientras que con sus prensas de mano los impresores ofrecían sus servicios a los que por ahí concurrían, aquel era un mundo mágico y todo nuevo para ellos.

    Los días pasaban y todo parecía estar muy bien en la vida de esta joven familia y cada vez que tenían oportunidad en sus periodos de vacaciones, José María y sus padres visitaban a su abuelo en San Andrés donde se la pasaban de lo mejor, le fascinaba el estar en aquella tierra semidesértica donde podía correr sin cuidarse de los autos, y echar a volar sus papalotes en los meses de viento, el que su abuelo le llamara Axolotl en vez de llamarle por su nombre de pila, el sacar a pastar a los borregos acompañado de los perros y conversar con aquel viejo acerca de las costumbres mas rústicas de hacer las cosas de todos los días, ayudar a recoger las cosechas de maíz o separar el frijol nuevo y esa vida de tranquilidad tan diferente a la de la ciudad. Era como recargarse de energía pisando en los suelos arenosos de aquel lugar. Una de las cosas que más le fascinaba a aquel chiquillo era cuando empezaba la temporada de lluvias y ver formarse pequeños riachuelos que después se acumulaban en forma de pozas naturales donde abundaban las carpas, las tilapias y otros pequeños peces que escapaban de las presas mayores, pero sobre todo muchos renacuajos y ajolotes. La primera vez que José María observó un ajolote se quedó sorprendido, le pareció un animal maravilloso, como un león del agua con una mezcla de fealdad y belleza conjugada que llamó poderosamente su atención por sus colores y sus movimientos a veces casi imperceptibles y al mostrárselo a su abuelo, este le recordó que de ahí procedía su apellido, en náhuatl axolotl significaba monstruo de agua, es un animal muy apacible que observa el mundo con una gran calma y puede vivir en dos mundos, en el agua y fuera de ella, los antiguos nativos decían que representaba al dios Xolotl de donde proviene su nombre, que era el gemelo de Quetzalcoatl pero que nació feo como un monstruo. Después su abuelo le contó que en la mitología mexica Xolotl era un dios feo que le huía a la muerte quien le perseguía y que cambiaba de apariencia al ver aparecer a su verdugo, una vez huyó escondiéndose entre las milpas donde tomó la forma de una planta de maíz, al verse descubierto por aquel verdugo que le perseguía, se escabulló y logró escaparse de nuevo y tras esconderse en un magueyal, se convirtió entonces en una penca de maguey, pero nuevamente fue descubierto y ya desesperado para poder escapar decidió entonces meterse al agua donde se transformó en un pez llamado axolotl, pero no pudo ya cambiar nuevamente su aspecto, el verdugo le encontró y le dio muerte. Xolotl era un dios que no aceptaba la muerte y para escapar de ella usaba sus poderes de transformación.

    Las historias que Don Pedro contaba a su nieto por las noches en que juntos observaban el cielo estrellado tirados en un viejo sillón de piel de borrego, estaban siempre conectadas a ese mundo mágico de los dioses mexicas y hacían que su imaginación volara visualizando escenas de otros tiempos o atravesando las galaxias, siguiendo a las estrellas fugaces y estas experiencias acrecentaban su amor y admiración por aquel hombre simple y sencillo, que siempre encontraba la forma de hacerle sentir feliz, pero pronto las vacaciones terminaron y debía volver a la ciudad a continuar con su educación.

    Después de haber pasado unas semanas en casa de su abuelo, todo parecía volver a la normalidad de la rutina diaria, sin embargo la vida de José María estaba a punto de chocar de frente con el destino, con algo que cambiaría para siempre toda esa estabilidad y armonía lograda por sus padres: la sombra de un terrible monstruo, el del alcoholismo.

    Alberto Longoria realmente nunca había sentido inclinación por las bebidas alcohólicas y de hecho ni siquiera lo había hecho con el pulque que producía su suegro, además de que aquel fuerte olor le repugnaba y nunca llegó a probarlo aceptando solo el agua-miel, pero una tarde fue invitado a recibir su ascenso como jefe de su sección en la oficina central de telégrafos, la noticia fue recibida con gran alegría, pero la misma situación le hizo verse forzado a brindar con champagne durante la ceremonia de su nuevo nombramiento, al principio el sabor no le hizo muy feliz, pero para su mala suerte de ahí en adelante, debido a su nuevo cargo, las reuniones sociales se hicieron cada vez más frecuentes, reuniones donde se comía y se bebía como parte de un protocolo y éste pronto descubrió que una vez que empezaba no podía dejar de beber, lo que había comenzado como algo aparentemente positivo en la superación de Alberto, resultó en una verdadera desgracia.

    Alberto empezó a beber cada vez más, el monstruo del alcoholismo que ha causado tanto dolor a millones de hogares en el mundo a través de la historia de la humanidad, había encontrado eco en el cerebro de este buen hombre y le hizo olvidar todos sus buenos propósitos y responsabilidades, le cegó en tal forma la mente y los sentidos al punto que llegó a esconderse en los baños de su oficina para beber, como si su voluntad la poseyera una fuerza superior a él. Al regresar a su casa, siempre traía escondida una pequeña botella con bebida, ya fuera tequila, mezcal o cualquier otro licor fuerte y entre más fuerte mejor. Juana quien al principio solo le lanzaba miradas de reproche, pronto le empezó a reclamar por ese comportamiento con mayor firmeza, pero Alberto nunca pudo cumplir sus repetidas promesas de dejar de beber, era como si una fuerza invisible se hubiese apoderado de él y le hiciera sentir esa sed insaciable de alcohol y simplemente sentía que no podía vivir sin beber. Pronto su situación económica así como su relación marital empezó a desmoronarse, en varias ocasiones tuvieron que ir José María y Juana a levantarlo de la entrada del edificio donde se había quedado tirado sin poder dar un paso más, Juana le amenazó varias veces con regresarse a San Andrés a vivir con su padre y llevarse al niño y Alberto juró y prometió de nuevo que no bebería más.

    Habían pasado dos semanas, dos largas semanas sin beber, esa mañana Alberto se despidió de Juana y su hijo con un beso tierno lleno de amor y culpa, esa noche no llegó a su casa, Juana esperó hasta la mañana siguiente y al mediodía ya no pudo esperar más y acudió a la estación de Policía donde le aconsejaron esperar 24 horas más, pero por desgracia no tuvo que esperar mucho tiempo, esa misma tarde, a las cinco en punto un policía tocó a la puerta y le dio la terrible noticia, Alberto había sido asaltado y asesinado la noche anterior, su cuerpo había sido identificado y estaba en la morgue. A Juana se le doblaron

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