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Relatos escogidos
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Libro electrónico728 páginas9 horas

Relatos escogidos

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Información de este libro electrónico

Un libro para reflexionar y aprender de la mano del párroco Enrique Jordá Pascual.

Escogidos para ti. Te ayudarán en clases, charlas, grupos, reuniones, homilías. Los podrás utilizar para: centrar un tema, abrir un diálogo, ayudar a reflexionar, centrar una idea, ayudar a aterrizar, ejemplarizar, y sobre todo, a crear climas de sensibilización, esperanza y optimismo. Te gustarán.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento28 may 2015
ISBN9788491120124
Relatos escogidos
Autor

Enrique Jorda Pascual

Enrique Jordá Pascual nació en Alcoy (Alicante), estudió en el instituto de enseñanza media de su ciudad natal y cursó los estudios de filosofía y teología en el seminario diocesano de Orihuela-Alicante. Ordenado sacerdote en 1975, fue nombrado formador y profesor en el colegio Santo Domingo de Orihuela y después en el seminario conciliar de la Inmaculada Concepción y Príncipe San Miguel, de la misma ciudad. Fue párroco en Agost, en Desamparados y durante muchos años, Vicario parroquial en Altea, poblaciones todas de la provincia de Alicante. Fruto de la catequesis y de su ya dilatada labor pastoral y de enseñanza, es su recopilación de relatos titulada Relatos escogidos, ejemplos, cuentos, historias y anécdotas que, como lectura formativa, reuniones, charlas o predicaciones ofrece a niños, jóvenes, padres, profesores, catequistas, sacerdotes y a todos cuantos pretendan «enseñar deleitando». e.jordapascual@gmail.com

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    Relatos escogidos - Enrique Jorda Pascual

    Título original: Relatos escogidos

    Primera edición: Mayo 2015

    Fotografía de autor de Diego Coello

    El texto bíblico ha sido tomado de la versión © Versión Nácar -Colunga y Versión de la Conferencia Episcopal Española

    © 2015, Enrique Jordá Pascual

    © 2015, megustaescribir

               Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Contenido

    Prólogo

    1   Tan sólo 3 ducados.

    2   La anciana.

    3   La silla.

    4   El alpinista.

    5   La Pequeña Flor.

    6   El bordado de Dios.

    7   El naufragio.

    8   La lucha de la mariposa.

    9   La taza

    10   Manos que oran.

    11   La gotita de agua.

    12   El águila y la paloma.

    13   Traigo un amigo

    14   Dar sin recibir.

    15   Amar es darse.

    16   ¡Cuánto vales!

    17   El ángel de los niños.

    18   El anillo del maestro.

    19   Lo principal.

    20   El visitante.

    21   La botella.

    22   La carreta vacía.

    23   La puerta del corazón.

    24   El heredero.

    25   La telaraña.

    26   Un pequeño gusano.

    27   ¿Aún habla Dios con nosotros?

    28   Auxilio en la lluvia.

    29   Arreglar al hombre.

    30   Ayuda desinteresada.

    31   Basta una cebolla.

    32   Donando sangre.

    33   Dos buenos hermanos.

    34   El anillo de compromiso.

    35   El árbol de las manzanas.

    36   El caballo en el pozo.

    37   El diamante.

    38   El paquete de galletas.

    39   El viejo violín.

    40   Tirarse de espaldas.

    41   La rosa y el sapo.

    42   La tinaja rajada.

    43   ¿Quién se lleva al Hijo?

    44   El perrito cojo.

    45   El cirineo de cada día.

    46   Por amor a Jesús.

    47   El mercader y la bolsa.

    48   El padre y el coche.

    49   La muñeca y la rosa blanca.

    50   Las piedrecitas azules.

    51   Una canción que salvó dos vidas.

    52   Una comida con Dios.

    53   Construye bien la casa.

    54   El guarda del puente.

    55   Historia de la tiza.

    56   Los pájaros y la Nochebuena.

    57   El circo.

    58   El perro fiel.

    59   El huevo vacío.

    60   Habitación con vistas.

    61   La fe de una niña.

    62   Los obstáculos.

    63   Pedir limosna al rey.

    64   El collar de perlas.

    65   Sigue cantando.

    66   El andamio.

    67   La muerte se muere.

    68   Carta a mamá.

    69   Yo en el juzgado.

    70   El tren de Navidad.

    71   El Buda de oro.

    72   El hermano.

    73   Una Navidad rusa.

    74   San Eloy.

    75   La mejor maestra.

    76   El Eco.

    77   Ser como gansos…

    78   La naranja.

    79   Por su madre.

    80   El orgullo.

    81   Marina, la ostra.

    82   Nada, ni un céntimo.

    83   El ladrillazo.

    84   Como inquilino o dueño.

    85   El bambú.

    86   El globo negro.

    87   El Matrimonio: ¡morir, pero juntos!

    88   Una pistola y dos hombres frente a Dios.

    89   Reginald.

    90   Un muerto hace de guía.

    91   ¿Recuerdas lo del pato?

    92   ¡Qué bueno!

    93   Notas del arpa.

    94   El rey y la semilla.

    95   El sigilo sacramental.

    96   El zapatero pobre.

    97   Fleming y Churchill.

    98   Háblame de Dios.

    99   ¡Hombre al agua!

    100   La bolsita de piedras.

    101   Santa Teresita y Pranzini.

    102   La Cruz y el hacha.

    103   La leyenda del petirrojo.

    104   Los dos hermanos.

    105   Refinar la plata.

    106   El cielo y el infierno.

    107   El fogonero del tren.

    108   No te veo, papá.

    109   El violín desafinado.

    110   La jaula vacía.

    111   La lentilla.

    112   Dieciséis guardias armados.

    113   Las cosas importantes.

    114   Las gafas.

    115   Por san Valentín.

    116   Los dos mares de Palestina.

    117   Nuestra casa del cielo.

    118   El calendario de taco.

    119   Representación navideña.

    120   El tren de la vida.

    121   Giovanni Papini.

    122   Cicatrices de amor.

    123   El loco de la noche.

    124   El precio de la salvación.

    125   Olimpiada del amor

    126   No vendas a Jesús.

    127   Los clavos del mal carácter.

    128   Podemos hacer más que eso.

    129   La esposa de Dios.

    130   ¡Presente!

    131   El zorro y el topo.

    132   Clases de español en el cielo.

    133   El preso liberado.

    134   El rosal y el manzano.

    135   Trip el gusano viajero.

    136   Amor de madre.

    137   Androcles y el león.

    138   Los ángeles del callejón.

    139   El precio de una vida.

    140   El hijo más sagaz.

    141   El árbol de estrellas.

    142   El Dr. Martín.

    143   Las tres piedras.

    144   Inclinarte para poder beber.

    145   La felicidad y la familia.

    146   La piedra de la sopa.

    147   El tonto.

    148   El espantapájaros.

    149   Un amigo de verdad.

    150   La camarera del Estella.

    151   El hambre de fray Félix.

    152   El mejor discípulo.

    153   El pordiosero.

    154   El mantel de Navidad.

    155   El pozo y sus secretos.

    156   El sultán.

    157   El verdadero amor.

    158   Entrega.

    159   …Es el cielo.

    160   Información.

    161   La abeja.

    162   El príncipe feliz.

    163   El escorpión.

    164   Qué es un santo.

    165   Renacer en Navidad.

    166   Por un par de zapatillas.

    167   Mi ángel de la guarda.

    168   El cuento del tronco.

    169   El árbol de Navidad.

    170   El helado de chocolate.

    171   Un niño valiente.

    172   Niño agradecido.

    173   El Milagro de Cebreiro.

    174   La cruz.

    175   La esposa jorobada.

    176   La lámpara y la vela.

    177   La mejor entrevista.

    178   La ratonera.

    179   El secreto de una joven polaca.

    180   ¿Dónde fue enterrado Jesús?

    181   El huevo y el escorpión.

    182   El gusano y el escarabajo.

    183   El arpa del castillo.

    184   El viejo pescador.

    185   Robertito y las papas.

    186   Joven como ella.

    187   El pescador de perlas.

    188   El pintor y su modelo.

    189   La Santa Misa en alta mar.

    190   Una tierra nueva.

    191   Los dos perritos.

    192   El árbol lleno de pañuelos.

    193   El cuervo y el cántaro.

    194   El gallo de la veleta.

    195   El oso y los viajeros.

    196   El regalo del rey.

    197   Fray Primitivo y el pozo.

    198   El rey y su halcón.

    199   La ignorancia del rey.

    200   La pobreza y la fe.

    201   Las gafas de Dios.

    202   El milagro de la Virgen Blanca.

    203   Rico como Creso.

    204   Cuando la caridad fructifica.

    205   Dios y el pecado.

    206   El triple regalo.

    207   El zapato bajo la cama.

    208   Generosidad filial.

    209   La muerte de la rosa.

    210   El Cristo de la Absolución.

    211   El árbol generoso.

    212   El Cristo del convite.

    213   El organista ciego.

    214   La milagrosa salvación.

    215   En la India.

    216   La piedra y el tío Antón.

    217   Newton y la resurrección.

    218   El cartero y la partida de Bautismo.

    219   Yo solo no puedo.

    220   La niña ciega.

    221   La sonrisa del rey Herodes.

    222   Muchos no lo saben.

    223   El devoto de María.

    224   La Virgen de la Plaza.

    225   Las Notas del Niño Jesús.

    226   Buscad el Reino de Dios.

    227   A corazón abierto.

    228   El abuelo salvó al pueblo.

    229   El amor en el matrimonio.

    230   El chasco del universitario.

    231   El pájaro del frío y el invierno.

    232   El regalo de los reyes magos.

    233   Gracias por venir en mi ayuda.

    234   La semilla que triunfa de la muerte

    235   El expreso del Pacífico.

    236   El importe de un billete.

    237   El pincelito.

    238   Hablan lo que escuchan.

    239   La amistad puede salvar vidas.

    240   La niña de los fósforos.

    241   La pequeña vela.

    242   Parece que está pero no está.

    243   Personas a contraluz.

    244   Sacramentos de Dios.

    245   Un domingo al atardecer.

    246   El cerdito de san Antonio Abad.

    247   La cabra campanera.

    248   El pobre avaricioso.

    249   Heliogábalo y Matusalén.

    250   Gratitud americana.

    251   Jesús salvado de las aguas.

    252   La fuerza de la oración.

    253   Por qué mueve la cola el perro.

    254   Emilia Kaczarowka.

    255   Un saco de tierra.

    256   Caminando bajo la nieve.

    257   Carlos III y el paje.

    258   Dios en la Eucaristía.

    259   Echad los cubos al mar.

    260   El pastorcito.

    261   Hansel y Gretel.

    262   La educación cristiana.

    263   La presencia de Dios.

    264   Confianza en María.

    265   El La del pastor y la Navidad.

    266   El tren de Chicago.

    267   La mano amiga.

    268   El arroyo moribundo.

    269   La semilla despreciada.

    270   El loro y el Ave María.

    271   El hombre que sabía el día de su muerte.

    272   El pozo del desierto.

    273   Mi empleada no, mi hija.

    274   El poder de la oración en Navidad.

    275   Envidia a las puertas del cielo.

    276   Siete dólares.

    277   El bambú japonés.

    278   El caleidoscopio.

    279   Cargar con las piedras.

    280   Diversos modos de conducir.

    281   El esparraguero.

    282   El leñador honrado.

    283   La leyenda del gran cucharón.

    284   La tía Rosa.

    285   El amor es sorprendente.

    286   Sobre el sufrimiento.

    287   La última golondrina.

    288   La Fe.

    289   Saber pedir al padre.

    290   Buscando un tesoro.

    291   ¿Cómo te devuelvo los cinco dólares?

    292   El ciego del camino.

    293   Estar preparados.

    294   La luz todo lo transfigura.

    295   La manada de Kimba.

    296   Respuesta de campesina.

    297   Doña Anita y los 300 Euros.

    298   El amigo misterioso.

    299   El hombre que buscaba casa.

    300   Lo dio todo.

    301   Mirar al cielo.

    302   El Señor es mi pastor, nada me falta.

    303   Todos podemos dar.

    304   El pantalón mojado.

    305   El peor veneno.

    306   Las apariencias.

    307   Los dos caballos.

    308   Los tres anillos.

    309   Los zapatos.

    310   Sevilla y la Macarena.

    311   Todos somos necesarios.

    312   La higuera.

    313   El albañil ladrón.

    314   Pilotando con María.

    315   Sal de aquí, hijo mío.

    316   Servir a los demás.

    317   Noticia desde Egipto.

    318   Dios detrás.

    319   El escultor.

    320   Tú eres…

    321   Criminal regenerado.

    322   Faustino, el fútbol y el Rosario.

    323   San José, patrón de los moribundos.

    324   El ángel monaguillo.

    325   El albañil y el pozo.

    326   El collar del rey.

    327   El puerco espín.

    328   La arañita voladora.

    329   La monjita del cielo.

    330   Sólo en el silencio.

    331   Todo es para nuestro bien.

    332   La bolsa de agua caliente.

    333   La perla y sus orígenes.

    334   La prueba del ajedrez.

    335   La copa elegida.

    336   La respuesta de san José.

    337   El tiempo que nos queda.

    338   La hormiga y el grano de trigo.

    339   El baile de los ladrones.

    340   Las piedras del desierto.

    341   Los caminos de Dios.

    342   De rodillas.

    343   Billete para el paraíso.

    344   La reina pordiosera.

    345   Romance portugués.

    346   El ángel del Capitán.

    347   El gallo y la zorra.

    348   La historia de Colgate.

    349   Lo envió su madre.

    350   Herencia paterna.

    351   La alemana y el subsahariano.

    352   No hay prisa.

    353   Sorpresa en las arenas…

    354   El cura de Cucuñán.

    355   El faro de Kerdonis.

    356   ¡Quitadme los zapatos!

    357   La Divina Providencia.

    358   La anciana y las semillas.

    A vosotros, que me habéis animado a buscar y a contar estas historias, con las que sólo he pretendido ayudar a comprender un poco mejor los valores eternos que hacen más habitable y más amable este mundo.

    Prólogo

    Erase una vez, allá por el año 1978, un superior del Colegio Santo Domingo de Orihuela (Alicante), que por las noches en el dormitorio les leía un cuento a los internos más pequeños…

    Así podría empezar la historia (no cuento) de la génesis de este libro que hoy, lector, tienes entre tus manos. Es una selección de cuentos, relatos, pasajes de la historia, fábulas, etc., recogidos de muy diversas fuentes (otros libros, internet, mensajes, charlas, revistas), de muy variados autores y durante muchos años, porque la costumbre viene de muy lejos. Pero es sobre todo la historia de una vida entregada en el anuncio del Evangelio y de los principios y valores que encierra, adaptándolo al auditorio, y de una manera muy especial a los niños. Esa es, fundamentalmente, la razón de ser de este libro: hacer comprensible para los más pequeños la Buena Noticia del Evangelio de Jesús.

    Desde que D. Enrique llegó a mi parroquia de Altea el 1 de octubre de 1998, muchos años antes de irme yo al seminario, le habré oído infinidad de homilías, pero, aunque esté feo decirlo, creo que podría contar con los dedos de las manos (y me sobraría alguno) las que recuerdo. En cambio sí recuerdo muchos de los cuentos y relatos que a lo largo de todos estos años ha ido desgranando al final de la homilía de la Misa de niños cada domingo, y de hecho ahora soy yo el que también los utiliza, de la misma manera y con el mismo resultado. Porque es evidente que es más fácil recordar un cuento que una reflexión, por muy buena que sea. Supongo que por eso también Jesús prefería predicar contando parábolas.

    No es nada fácil perseverar en la tarea de buscar cada domingo –sin falta, pues el auditorio lo espera ansioso– un relato más o menos adecuado al tema del Evangelio correspondiente. Pero resulta enormemente gratificante ver la estupenda acogida, no sólo por parte de los niños, sino también de catequistas, padres y de la gente mayor que participa en la Misa de niños, y la atención con que escuchan, al final de la homilía en la que se ha explicado la Palabra de Dios, el cuento o historia que la ilustra. Diría incluso que con más interés, si cabe, por parte de los mayores que de los niños… Porque son relatos pensados para niños, pero muy aptos también para mayores que quieran profundizar en su fe con textos ejemplarizantes fáciles de recordar, y adecuados también para charlas, clases, reuniones, etc. Son un instrumento sencillo para ayudar a reflexionar, centrar un tema o iniciar un diálogo. Por eso me alegra enormemente que ahora se vaya a publicar esta selección, para que puedan llegar a muchas más personas, y les ayude tanto como me han ayudado a mí.

    Muchas gracias a D. Enrique por compartir esta selección de cuentos, pero sobre todo por hacernos disfrutar a tantos niños (y no tan niños) durante tantos años acercándonos a Jesús, con esperanza y optimismo, ayudándonos y animándonos a comprometernos en este bonito cuento de Dios que es la vida.

    Miguel Cano Crespo

    Sacerdote

    1   Tan sólo 3 ducados.

    En los primeros días del año 1200 una carroza real tirada por seis caballos blancos y rodeada de una nutrida escolta de caballeros, partía de la corte real de Valladolid con dirección a Francia. En el interior viajaba la infanta Dª Blanca de Castilla hija del Rey Alfonso VIII y prometida del Rey de Francia Luis VIII.

    En la frontera le esperaba su prometido y juntos se dirigieron a Paris. Al pasar por Toulouse dieron con la Plaza principal de la Villa donde iban a ajusticiar a un criminal.

    Lo acompañaban los jueces y el verdugo, en medio de la gran multitud atraída por la curiosidad que ese género de acontecimientos siempre despierta

    Llegando frente a la horca, la reina vio al infeliz condenado ya con la cuerda al cuello. No pudo contener un grito y escondió el rostro entre las manos.

    El rey, entonces, se detuvo e hizo un gesto al verdugo para que esperase. Y dirigiéndose a los jueces, dijo:

    —Señores magistrados, como señal de bienvenida la reina os pide que sea de vuestro agrado conceder a este hombre el perdón.

    Esta intervención del rey fue recibida por unos con alegría y por otros con sorpresa. Pero los jueces respondieron:

    —Majestad, este hombre cometió un gran crimen para el que no hay perdón, y aunque nuestro deseo sería agradar a nuestra señora la reina, estamos maniatados por la ley que exige que sea ahorcado inmediatamente.

    -¿Existe en el mundo una falta que no puede ser perdonada? -preguntó tímidamente la reina.

    —Ciertamente que no —respondió un consejero del rey.

    Y recordó que según la costumbre del país cualquier condenado, por peor que fuera su crimen, podría ser rescatado con la suma de 1.000 ducados.

    El rey abrió su bolsa y sacó 800 ducados de ella.

    La reina, a su vez, registró la suya y solo encontró 50 ducados, dijo:

    —Señores, ¿no es suficiente para este pobre hombre la suma de 850 ducados?

    —La ley exige 1000 ducados - repitieron los magistrados, inflexibles.

    Entonces, todos los hombres del séquito real echaron mano en sus respectivas bolsas, en busca de más monedas, entregándolo todo a los jueces. Hicieron cuentas y anunciaron:

    —Son 997 ducados, ¡aún faltan 3!

    —¿A causa de 3 ducados este hombre será ahorcado? - exclamó perpleja la reina.

    —¡No se trata de una exigencia nuestra, sino de la ley! ¡Nadie puede alterar la ley!

    E hicieron una señal al verdugo, que se acercó con la cabeza cubierta con una capucha negra, preparándose para el acto final. De nuevo intervino la reina:

    —¡Deteneos! Revisad primero a este pobre miserable. Tal vez tenga consigo 3 ducados.

    Con escepticismo, el verdugo revisó al condenado y encontró en uno de sus bolsillos 3 ducados. Se completó por fin la suma necesaria. El criminal fue perdonado y acogido amablemente por el rey y por la reina.

    La bondadosa reina era una perfecta cristiana con una piedad y caridad reconocida años después por toda Francia. Blanca de Castilla fue la madre del Rey Luis IX que hoy conocemos como San Luis Rey de Francia.

    Y la narración termina de la siguiente forma:

    ¿Quién es el hombre que, a punto de ser ahorcado, fue salvado por la bondad del rey, por la intercesión de la reina y la ayuda de los caballeros del séquito real?

    Bien podría ser cualquiera de nosotros. En el día del Juicio, sin duda nos salvará la misericordia de Dios, la intercesión de la Virgen María y los méritos de los santos.

    Pero todo eso no valdría de nada si no lleváramos con nosotros por lo menos 3 ducados de buena voluntad… y de buenas obras hechas a lo largo de nuestra vida.

    2   La anciana.

    Se encontraba una familia de cinco personas pasando el día en la playa. Los niños estaban haciendo castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció una anciana, con sus canosos cabellos al viento y sus vestidos sucios y harapientos, que decía algo entre dientes mientras recogía cosas del suelo y las introducía en una bolsa.

    Los padres llamaron junto a sí a los niños y les dijeron que no se acercaran a la anciana. Cuando esta pasó junto a ellos, inclinándose una y otra vez para recoger cosas del duelo, dirigió una sonrisa a la familia. Pero no le devolvieron el saludo.

    Muchas semanas más tarde supieron que la anciana llevaba toda su vida limpiando la playa de cristales para que los niños no se hirieran en los pies.

    3   La silla.

    Una joven le pidió al sacerdote de su parroquia que fuera a su casa a hacerle una visita su padre que estaba muy enfermo. Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo, encontró al hombre en la cama con la cabeza alzada por un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote pensó que el hombre sabía que vendría a verlo.

    Supongo que me estaba esperando, le dijo.

    Pues… No, ¿Quién es usted?, dijo el hombre.

    Soy el sacerdote que su hija llamó para que rezase con usted. Cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo iba a venir a verlo.

    Ah sí, la silla, dijo el hombre enfermo. ¿Le importa cerrar la puerta?.

    El sacerdote, sorprendido, la cerró. Nunca le he dicho esto a nadie, pero… toda mi vida la he pasado sin saber cómo rezar. Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae, etc., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y salió por el otro, pues no sabía cómo hacerlo. Por ello hace mucho tiempo abandoné por completo la oración. Esto ha sido así en mí hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo: José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas… Te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente de ti, luego con fe mira a Jesús sentado delante de ti. No te preocupes, pues Él nos dijo ‘Yo estaré siempre con vosotros’. Por lo tanto, le hablas y le escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora mismo. José continuó hablando: Lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces.

    Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija, pues me internaría de inmediato en un manicomio".

    El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que estaba haciendo y que no cesara de hacerlo, luego rezó un poquito con él, le dio la bendición, los santos óleos y se fue a su parroquia.

    Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó: ¿Falleció en paz?. , respondió la hija. Cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando volví de hacer la compra una hora más tarde lo encontré muerto. Pero hay algo extraño en su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar esto?.

    El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió:

    Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera.

    4   El alpinista.

    Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria para él solo, por lo tanto subió sin compañeros. Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo decidido a llegar a la cima, le oscureció. La noche cayó sobre la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

    Subiendo por un acantilado, a sólo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires… caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.

    Seguía cayendo… y en esos instantes, pasaron por su mente todos los momentos de la vida, él pensaba que iba a morir, sin embargo, de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos… Sí, como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.

    En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedo más que gritar:

    Ayúdame dios mío… de repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

    ¿Qué quieres que haga? Sálvame Señor

    ¿Realmente crees que te puedo salvar Por supuesto Señor"

    Entonces corta la cuerda que te sostiene… Hubo un momento de silencio, el hombre se aferró más a la cuerda… no acababa de creer.

    Cuenta el equipo de rescate que al día siguiente encontraron colgado al alpinista congelado, muerto, agarrando con fuerza, con las dos manos una cuerda… a dos metros del suelo…

    ¿Y tú, tan confiado de tu cuerda? ¿Por qué no la sueltas? ¿No será falta de fe?

    5   La Pequeña Flor.

    Un hombre de negocios, que apenas guardaba un leve recuerdo de la religiosidad de su madre, que murió cuando él tenía cinco años, se casó con una mujer también del gran mundo, que no practicaba religión alguna. Así, con el ejemplo de su esposa perdió la poca fe que le quedaba. Sin embargó a sus hijas las pusieron en un colegio de religiosas, porque allí iban también las hijas de sus amigas.

    Un día, para sus negocios, le hacía falta una cantidad de dinero que no tenia, y que necesitaba para el plazo de cuatro días. Comentó el asunto con su mujer. Su hija pequeña, que los oía, le dijo:

    -Papá, ¿por qué no le rezas a la Pequeña Flor, para que te ayude?

    Pequeña Flor es el nombre que en Estados Unidos se le da a Santa Teresa del Niño Jesús.

    El padre, que desconocía este asunto, se preguntaba qué clase de flor era aquélla, seguramente alguna superstición que las monjas habían enseñado a las niñas…Algo enfadado le dijo a su hija que no rezaría a ninguna flor.

    Su hijita se marchó triste y descorazonada…

    Tres días después, el padre, aún no había conseguido el dinero, y al día siguiente había de cerrar el negocio.

    Aquella noche pasó por el cuarto de su hijita, antes de acostarse, y la vio, que, en compañía de su institutriz irlandesa rezando devotamente sus oraciones delante de una estampa de Santa Teresa de Lisieux. La niña, corrió a besarlo y le dijo:

    —Papá, Marta y yo le hemos hecho un triduo a la Pequeña Flor para que mañana se te arregle tu negocio. Ella ha prometido enviar desde el Cielo una lluvia de rosas…

    La escena conmovió al padre…

    Al llegar a su despacho, dictó una carta a su secretaria para el interesado notificándole la imposibilidad de cerrar el negocio por la falta de recursos. Mientras la secretaria escribía la carta le anunciaron la visita de un antiguo amigo suyo a quien no veía desde hacía años. Después de unos momentos de conversación le dijo:

    —Vengo a pagarte una antigua deuda; he tardado cinco años en cumplir mi obligación, pero hasta ayer no tuve oportunidad de conseguir el dinero.

    Diciendo esto puso un cheque sobre su mesa marchándose acto seguido para no robarle más tiempo.

    Al mirar el cheque, quedó sobrecogido: era la misma cantidad que necesitaba para el negocio…

    Agradecido, compró un ramo de flores y junto con su hija, se lo puso a la estampa de Santa Teresita que tenía en su cuarto.

    La niña le dio varios días después una estampa de Pequeña Flor poniéndola en su cartera. Con ella iba un día a entrar en el Metro, cuando se le cayó la cartera. Se agachó para cogerla y este instante le hizo perder el tren. Poco después se escuchó un gran ruido y se apagaron las luces…El Metro había descarrilado, cosa muy rara en este tren… Impresionado, entró en una iglesia y dio gracias a Dios por este señalado favor, así como a Santa Teresa del Niño Jesús. Acto seguido compró una imagen de la santa y se la regaló a su hija. También compró la Historia de un alma, de la santa, y eso hizo que volviera a la fe de Dios.

    6   El bordado de Dios.

    Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Yo observaba el trabajo de mi mamá desde una posición más baja que donde estaba sentada ella, así que siempre me quejaba diciéndole que desde mi punto de vista lo que estaba haciendo me parecía muy confuso. Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mis rodillas y te dejaré verlo desde mi posición.

    Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y porqué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Unos minutos más tarde escuchaba la voz de mi mamá diciéndome: Hijo, ven a verlo Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía ver la hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo se veía tan confuso. Entonces mi mamá me decía: Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Había un diseño, sólo lo estaba siguiendo. Ahora míralo desde mi posición y sabrás lo que estaba haciendo."

    Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho: Padre, ¿qué estás haciendo? Él responde: Estoy bordando tu vida". Entonces yo le replico:

    No lo entiendo. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?.

    El Padre parecía decirme:

    Hijo mío, ocúpate de tu trabajo… que yo haciendo el mío, un día te traeré al cielo y te pondré sobre mis rodillas y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás…

    7   El naufragio.

    El único sobreviviente de un naufragio llego a la playa de una diminuta y deshabitada isla. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y cada día escudriñaba el horizonte buscando ayuda, pero no parecía llegar. Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera para protegerse de los elementos y almacenar sus pocas pertenencias.

    Entonces un día, tras de merodear por la isla en busca de alimento regresó a su casa para encontrar su cabañita envuelta en llamas, con el humo ascendiendo hasta el cielo. Lo había perdido todo. Quedó anonadado de tristeza y rabia. Dios, ¿cómo pudiste hacerme esto? se lamentó. Sin embargo, al día siguiente fue despertado por el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.

    ¿Cómo supieron que estaba aquí?; preguntó el cansado hombre a sus salvadores. Vimos su señal de humo, contestaron ellos.

    Es fácil descorazonarse cuando las cosas marchan mal, pero no debemos desanimarnos porque Dios trabaja en nuestras vidas, aún en medio del dolor y el sufrimiento. Recuerda la próxima vez que tu cabaña se vuelva humo, que puede ser la señal de que la ayuda y gracia de Dios viene en camino.

    8   La lucha de la mariposa.

    Un hombre encontró un capullo de mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la mariposa cuando saliera del capullo. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por poder salir de su capullo. El hombre vio que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño orificio, hasta que llego un momento en que le pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento. Pareció que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del capullo para hacerlo más grande y así fue que por fin la mariposa pudo salir.

    Sin embargo al salir la mariposa tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas. El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se abrieran y crecieran lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba. Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas… Nunca pudo llegar a volar.

    Lo que el hombre en su bondad no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.

    Libertad y el volar, solamente podrán llegar después de la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha, también le fue privada su salud. Algunas veces las luchas son lo que necesitamos en la vida. Si Dios nos permitiese progresar por nuestras vidas sin obstáculos, nos convertiría en unos inválidos. No podríamos crecer y ser tan fuertes como podíamos haberlo sido. ¡Cuánta verdad hay en esto! Cuántas veces hemos querido tomar el camino corto para salir de dificultades, tomando esas tijeras y recortando el esfuerzo para poder ser libres. Necesitamos recordar que nunca recibimos más de lo que podemos soportar y que a través de nuestros esfuerzos y caídas, somos fortalecidos, así como el oro es refinado con el fuego.

    9   La taza

    Se cuenta que una vez, en Inglaterra, había una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de sus tiendas favoritas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. ¿Me permite ver esa taza?, preguntó la señora, nunca he visto nada tan fino como eso! En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar. La tacita le comentó:

    "¡Usted no entiende! Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo. Hace mucho

    tiempo yo sólo era un montón de barro. Mi creador me tomó entre sus manos y me apretó y me moldeó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: ¡Por favor, déjame en Paz!. Pero sólo me sonrió y me dijo: aguanta un poco más, todavía no es tiempo.

    —Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor. Me pregunté por qué mi creador querría quemarme, así que llamé a la puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi creador que me decían: aguanta un poco más, todavía no es tiempo. Finalmente se abrió la puerta. Mi creador me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara. Así está mucho mejor me dije a mí misma, pero apenas si me había refrescado cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintándome. El color de la pintura era horrible! Sentía que me asfixiaba Por favor detente le gritaba yo a mi creador, pero él sólo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía aguanta un poco más, todavía no es tiempo.

    —Al fin dejó de pintarme; pero esta vez me tomó y me metió nuevamente a otro horno! No era un horno como el primero, sino que era mucho más caliente. Ahora sí estaba segura que me sofocaría. Le rogué y le imploré que me sacara. Grité, lloré, pero mi creador sólo me miraba diciendo aguanta un poco más, todavía no es tiempo.

    —En ese momento me di cuenta que no había esperanza. Nunca lograría sobrevivir a ese horno. Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi creador me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara.

    —Después de una hora de haber salido del segundo horno, me dio un espejo y me dijo: Mírate. Esta eres tú!. Yo no podía creerlo. Esa no podía ser yo. Lo que veía era hermoso. Mi creador nuevamente me dijo: Yo sé que te dolió haber sido golpeada y moldeada por mis manos, pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras agrietado. También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. ¡Ahora tú eres un producto terminado! ¡Eres lo que yo tenía en mi mente cuando te comencé a formar!".

    Igual pasa con nosotros. Dios nunca nos va a tentar ni a obligar a que vivamos algo que no podamos soportar. Dios sabe lo que está haciendo con cada uno de nosotros. El es el artesano y nosotros somos el barro con el cual El trabaja. El nos da forma para que lleguemos a ser una pieza perfecta y podamos cumplir su voluntad.

    10   Manos que oran.

    Durante el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nuremberg, vivía una familia con 18 niños. Para poder poner pan en la mesa para toda la prole, el padre, y jefe de familia, trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de oro, y en cualquier otra cosa que se presentara. A pesar de las condiciones tan pobres en que vivían, dos de los hijos de Alberto Durero tenían un sueño. Ambos querían desarrollar su talento para el arte, pero bien sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia.

    Después de muchas noches de conversaciones calladas entre los dos, llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa, con la venta de sus obras, o como fuera necesario.

    Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la Iglesia. Alberto Durero ganó y se fue a estudiar a Nuremberg. Alberto comenzó entonces el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció por los próximos cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia.

    Los grabados de Alberto, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte. Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero se reunió para una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Alberto se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado para hacer sus estudios una realidad.

    Sus palabras finales fueron: Y ahora, hermano, es tu turno. Ahora puedes ir tú a Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de ti. Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba, tenía el rostro empapado en lágrimas, y movía de lado a lado la cabeza mientras murmuraba una y otra vez: No… no... no….

    El hermano se puso de pie y secó sus lágrimas. Miró por un momento a cada uno de aquellos seres queridos y se dirigió luego a su hermano, y poniendo su mano en la mejilla de aquel le dijo suavemente: No, hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. Mira lo que cuatro años de trabajo en las minas han hecho en mis manos. Cada hueso de mis manos se ha roto al menos una vez, y últimamente la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis… mucho menos podría trabajar con delicadas líneas, el compás o el pergamino y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano… para mí ya es tarde.

    Han pasado más de 450 años desde ese día. Hoy los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Alberto Durero pueden ser vistos en museos de todo el mundo. Pero seguramente la mayoría de las personas, sólo recuerdan uno, tal vez hasta lo tenga en su oficina o en su casa.

    Un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano, Alberto Durero dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente Manos, pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a esta maravilla y le cambió el nombre por el de Manos que oran.

    11   La gotita de agua.

    Era una vez una gota de agua que sintió de pronto la llamada de ir mar, y hacia el mar se fue apresurada y transparente. Por el cauce del riachuelo corría cantarina. Todo lo alegraba con su presencia: las riberas florecían a su paso, los bosques reverdecían, los pájaros cantaban. Y hacia el mar corría blanca y contenta.

    Pero un día se cansó de caminar por el cauce estrecho del arroyo. Al saltar sobre la presa de un molino, divisó horizontes de tierra y en tierra quiso convertirse. Aprovechando el desagüe de una acequia, se salió de madre y se estacionó.

    Inesperadamente se sintió prisionera de la tierra, convertida en charco sucio, maloliente, tibio: repugnantes animalillos crecieron en su seno y el sol dejó de reflejarse en él.

    Pasó una tarde un peregrino; se detuvo ante el charco y, sentencioso, exclamó: ¡Pobre gotita de agua! ¡Ibas para mar y te quedaste en charco! Le dio pena; se inclinó hacia ella, la tomó en el cuenco de su mano y volviéndola al riachuelo decía: Gotita, recobra tu vocación de mar!’

    Y la gota de agua volvió de nuevo a correr cantarína, camino de la mar.

    ¿Entendiste la parábola?

    Esta es tu propia historia. La historia del agua comienza: Era una vez una gota de agua que sintió de pronto la llamada de la mar… Y la tuya empieza: Era una vez un alma que al salir de tomar su primera comunión, del colegio, después de una confesión, sintió de pronto la llamada de Dios.

    Todavía te estoy viendo regresar a casa. Volvías cantarína, generosa, con vocación de santa. Todo lo alegrabas con tu presencia: casa, amigos, círculos, paseos. Tanto es así, que, sobrecogidos, llegaron a preguntarse los que te rodeaban:

    —Pero ¿qué te ha sucedido?

    — ¡Nada!—respondías—. ¡Ha pasado el Señor y he sentido la llamada de su amor!

    Pero un día te cansaste; te cansó el cauce estrecho del plan de vida, la sujeción a la dirección espiritual. Veías a otras almas, liberadas de obligaciones y deberes, correr a campo traviesa por los mandamientos de la Ley de Dios, reír aparentemente satisfechas de sí mismas.

    Y te saliste del arroyo. Orillaste el plan de vida; aprovechaste una ocasión cualquiera —boda, fiesta, feria, veraneo…—y lo dejaste todo y lo echaste todo a rodar. Tú también querías libertad.

    Y de pronto te sentiste prisionera de la tierra, de modas exageradas, de modales atrevidos, sucia de tibiezas, fría de generosidad, barro de pecados graves. ¡Te convertiste en charco!

    Como para exclamar: ¡Pobre alma! ibas para mar y te convertiste en charco. Ibas para mucho y te quedaste en nada. ¡Duró todo tan poco!

    ¡Pensar, Dios mío, que hay gotas de agua que nunca llegarán a mar!

    ¡Pensar, Dios mío, que hay almas que perdieron la vocación a la santidad por su culpa!

    ¡Pensar, Dios mío, que una de esas almas soy yo!

    ¡Qué diferencia! ¡Lo que antes era y lo que soy ahora! ¡Aquella paz, aquella alegría interior, blanca y desbordada; aquellas comuniones y meditaciones que se me pasaban volando; aquel correr inquieto hacia Dios!… ¡Y estos altibajos de ahora, este estancamiento, esta mi vida vacía!

    Pero no te desalientes. Sin saber por qué, sin hacer tú nada, acaba de llegar el Señor, el Divino Peregrino: se ha detenido ante tu inactividad espiritual. ¿No adivinas su presencia?

    Siente que se inclina hacia ti: toma en el cuenco de su gracia la gota de agua de tu vida y exclama: "Pobrecita alma! ¡No seas charco! ¡Recobra tu vocación de mar! ¡Corre hacia el océano de mi amor!.

    12   El águila y la paloma.

    Un día un hombre decidió poner a prueba la providencia del Señor. Muchas veces había oído decir que Dios es un Padre amoroso que se ocupa de todas sus criaturas. El hombre quería saber si también se ocuparía de él y le mandaría lo que cada día necesitara.

    Entonces decidió internarse en el bosque hasta un montecillo solitario, para esperar allí que Dios le enviara su sustento diario, por manos de quien Dios quisiera manifestarle su providencia. Y así lo hizo. Pasó una mañana, y no consiguió nada para comer, se internó más aún en el bosque, y se acostó en un claro. Lo primero que vio le dejó asombrado. Porque se encontró con una pobre paloma malherida, que tenía una pata y un ala quebrada. No podía volar ni caminar. En esas condiciones no le quedaba otra posibilidad que la de morir de hambre, a menos que la providencia de Dios la ayudara.

    Nuestro amigo se quedó mirándola, en espera de ver lo que sucedía. En una de esas vio sobrevolar un águila grande que traía entre sus garras un trozo de pan. Pasó por sobre la paloma y le arrojó justo adelante la comida, como para que no tuviera más trabajo que comérsela. Era como para creer o reventar. Realmente, el hecho demostraba que Dios se ocupaba de sus pobres criaturas, y hasta se había interesado de esta pobre paloma malherida. Por lo tanto no había nada que temer. Seguramente a él también le enviaría por intermedio de alguien lo que necesitaba para vivir. Y se quedó esperando todo el día, con una gran fe en la providencia.

    Pero pasó todo el día y no apareció nadie para traerle algo de comer. Y lo mismo pasó al día siguiente. A pesar que el águila había traído pan y frutas a la paloma, nadie había venido a preocuparse por él. Esto le empezó a hacer

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