Relatos escogidos
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Un libro para reflexionar y aprender de la mano del párroco Enrique Jordá Pascual.
Escogidos para ti. Te ayudarán en clases, charlas, grupos, reuniones, homilías. Los podrás utilizar para: centrar un tema, abrir un diálogo, ayudar a reflexionar, centrar una idea, ayudar a aterrizar, ejemplarizar, y sobre todo, a crear climas de sensibilización, esperanza y optimismo. Te gustarán.
Enrique Jorda Pascual
Enrique Jordá Pascual nació en Alcoy (Alicante), estudió en el instituto de enseñanza media de su ciudad natal y cursó los estudios de filosofía y teología en el seminario diocesano de Orihuela-Alicante. Ordenado sacerdote en 1975, fue nombrado formador y profesor en el colegio Santo Domingo de Orihuela y después en el seminario conciliar de la Inmaculada Concepción y Príncipe San Miguel, de la misma ciudad. Fue párroco en Agost, en Desamparados y durante muchos años, Vicario parroquial en Altea, poblaciones todas de la provincia de Alicante. Fruto de la catequesis y de su ya dilatada labor pastoral y de enseñanza, es su recopilación de relatos titulada Relatos escogidos, ejemplos, cuentos, historias y anécdotas que, como lectura formativa, reuniones, charlas o predicaciones ofrece a niños, jóvenes, padres, profesores, catequistas, sacerdotes y a todos cuantos pretendan «enseñar deleitando». e.jordapascual@gmail.com
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Relatos escogidos - Enrique Jorda Pascual
Título original: Relatos escogidos
Primera edición: Mayo 2015
Fotografía de autor de Diego Coello
El texto bíblico ha sido tomado de la versión © Versión Nácar -Colunga y Versión de la Conferencia Episcopal Española
© 2015, Enrique Jordá Pascual
© 2015, megustaescribir
Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Contenido
Prólogo
1 Tan sólo 3 ducados.
2 La anciana.
3 La silla.
4 El alpinista.
5 La Pequeña Flor.
6 El bordado de Dios.
7 El naufragio.
8 La lucha de la mariposa.
9 La taza
10 Manos que oran.
11 La gotita de agua.
12 El águila y la paloma.
13 Traigo un amigo
14 Dar sin recibir.
15 Amar es darse.
16 ¡Cuánto vales!
17 El ángel de los niños.
18 El anillo del maestro.
19 Lo principal.
20 El visitante.
21 La botella.
22 La carreta vacía.
23 La puerta del corazón.
24 El heredero.
25 La telaraña.
26 Un pequeño gusano.
27 ¿Aún habla Dios con nosotros?
28 Auxilio en la lluvia.
29 Arreglar al hombre.
30 Ayuda desinteresada.
31 Basta una cebolla.
32 Donando sangre.
33 Dos buenos hermanos.
34 El anillo de compromiso.
35 El árbol de las manzanas.
36 El caballo en el pozo.
37 El diamante.
38 El paquete de galletas.
39 El viejo violín.
40 Tirarse de espaldas.
41 La rosa y el sapo.
42 La tinaja rajada.
43 ¿Quién se lleva al Hijo?
44 El perrito cojo.
45 El cirineo de cada día.
46 Por amor a Jesús.
47 El mercader y la bolsa.
48 El padre y el coche.
49 La muñeca y la rosa blanca.
50 Las piedrecitas azules.
51 Una canción que salvó dos vidas.
52 Una comida con Dios.
53 Construye bien la casa.
54 El guarda del puente.
55 Historia de la tiza.
56 Los pájaros y la Nochebuena.
57 El circo.
58 El perro fiel.
59 El huevo vacío.
60 Habitación con vistas.
61 La fe de una niña.
62 Los obstáculos.
63 Pedir limosna al rey.
64 El collar de perlas.
65 Sigue cantando.
66 El andamio.
67 La muerte se muere.
68 Carta a mamá.
69 Yo en el juzgado.
70 El tren de Navidad.
71 El Buda de oro.
72 El hermano.
73 Una Navidad rusa.
74 San Eloy.
75 La mejor maestra.
76 El Eco.
77 Ser como gansos…
78 La naranja.
79 Por su madre.
80 El orgullo.
81 Marina, la ostra.
82 Nada, ni un céntimo.
83 El ladrillazo.
84 Como inquilino o dueño.
85 El bambú.
86 El globo negro.
87 El Matrimonio: ¡morir, pero juntos!
88 Una pistola y dos hombres frente a Dios.
89 Reginald.
90 Un muerto hace de guía.
91 ¿Recuerdas lo del pato?
92 ¡Qué bueno!
93 Notas del arpa.
94 El rey y la semilla.
95 El sigilo sacramental.
96 El zapatero pobre.
97 Fleming y Churchill.
98 Háblame de Dios.
99 ¡Hombre al agua!
100 La bolsita de piedras.
101 Santa Teresita y Pranzini.
102 La Cruz y el hacha.
103 La leyenda del petirrojo.
104 Los dos hermanos.
105 Refinar la plata.
106 El cielo y el infierno.
107 El fogonero del tren.
108 No te veo, papá.
109 El violín desafinado.
110 La jaula vacía.
111 La lentilla.
112 Dieciséis guardias armados.
113 Las cosas importantes.
114 Las gafas.
115 Por san Valentín.
116 Los dos mares de Palestina.
117 Nuestra casa del cielo.
118 El calendario de taco.
119 Representación navideña.
120 El tren de la vida.
121 Giovanni Papini.
122 Cicatrices de amor.
123 El loco de la noche.
124 El precio de la salvación.
125 Olimpiada del amor
126 No vendas a Jesús.
127 Los clavos del mal carácter.
128 Podemos hacer más que eso.
129 La esposa de Dios.
130 ¡Presente!
131 El zorro y el topo.
132 Clases de español en el cielo.
133 El preso liberado.
134 El rosal y el manzano.
135 Trip el gusano viajero.
136 Amor de madre.
137 Androcles y el león.
138 Los ángeles del callejón.
139 El precio de una vida.
140 El hijo más sagaz.
141 El árbol de estrellas.
142 El Dr. Martín.
143 Las tres piedras.
144 Inclinarte para poder beber.
145 La felicidad y la familia.
146 La piedra de la sopa.
147 El tonto
.
148 El espantapájaros.
149 Un amigo de verdad.
150 La camarera del Estella
.
151 El hambre de fray Félix.
152 El mejor discípulo.
153 El pordiosero.
154 El mantel de Navidad.
155 El pozo y sus secretos.
156 El sultán.
157 El verdadero amor.
158 Entrega.
159 …Es el cielo.
160 Información.
161 La abeja.
162 El príncipe feliz.
163 El escorpión.
164 Qué es un santo.
165 Renacer en Navidad.
166 Por un par de zapatillas.
167 Mi ángel de la guarda.
168 El cuento del tronco.
169 El árbol de Navidad.
170 El helado de chocolate.
171 Un niño valiente.
172 Niño agradecido.
173 El Milagro de Cebreiro.
174 La cruz.
175 La esposa jorobada.
176 La lámpara y la vela.
177 La mejor entrevista.
178 La ratonera.
179 El secreto de una joven polaca.
180 ¿Dónde fue enterrado Jesús?
181 El huevo y el escorpión.
182 El gusano y el escarabajo.
183 El arpa del castillo.
184 El viejo pescador.
185 Robertito y las papas.
186 Joven como ella.
187 El pescador de perlas.
188 El pintor y su modelo.
189 La Santa Misa en alta mar.
190 Una tierra nueva.
191 Los dos perritos.
192 El árbol lleno de pañuelos.
193 El cuervo y el cántaro.
194 El gallo de la veleta.
195 El oso y los viajeros.
196 El regalo del rey.
197 Fray Primitivo y el pozo.
198 El rey y su halcón.
199 La ignorancia del rey.
200 La pobreza y la fe.
201 Las gafas de Dios.
202 El milagro de la Virgen Blanca.
203 Rico como Creso.
204 Cuando la caridad fructifica.
205 Dios y el pecado.
206 El triple regalo.
207 El zapato bajo la cama.
208 Generosidad filial.
209 La muerte de la rosa.
210 El Cristo de la Absolución.
211 El árbol generoso.
212 El Cristo del convite.
213 El organista ciego.
214 La milagrosa salvación.
215 En la India.
216 La piedra y el tío Antón.
217 Newton y la resurrección.
218 El cartero y la partida de Bautismo.
219 Yo solo no puedo.
220 La niña ciega.
221 La sonrisa del rey Herodes.
222 Muchos no lo saben.
223 El devoto de María.
224 La Virgen de la Plaza.
225 Las Notas
del Niño Jesús.
226 Buscad el Reino de Dios.
227 A corazón abierto.
228 El abuelo salvó al pueblo.
229 El amor en el matrimonio.
230 El chasco del universitario.
231 El pájaro del frío y el invierno.
232 El regalo de los reyes magos.
233 Gracias por venir en mi ayuda.
234 La semilla que triunfa de la muerte
235 El expreso del Pacífico.
236 El importe de un billete.
237 El pincelito.
238 Hablan lo que escuchan.
239 La amistad puede salvar vidas.
240 La niña de los fósforos.
241 La pequeña vela.
242 Parece que está pero no está.
243 Personas a contraluz.
244 Sacramentos de Dios.
245 Un domingo al atardecer.
246 El cerdito de san Antonio Abad.
247 La cabra campanera.
248 El pobre avaricioso.
249 Heliogábalo y Matusalén.
250 Gratitud americana.
251 Jesús salvado de las aguas.
252 La fuerza de la oración.
253 Por qué mueve la cola el perro.
254 Emilia Kaczarowka.
255 Un saco de tierra.
256 Caminando bajo la nieve.
257 Carlos III y el paje.
258 Dios en la Eucaristía.
259 Echad los cubos al mar.
260 El pastorcito.
261 Hansel y Gretel.
262 La educación cristiana.
263 La presencia de Dios.
264 Confianza en María.
265 El La
del pastor y la Navidad.
266 El tren de Chicago.
267 La mano amiga.
268 El arroyo moribundo.
269 La semilla despreciada.
270 El loro y el Ave María.
271 El hombre que sabía el día de su muerte.
272 El pozo del desierto.
273 Mi empleada no, mi hija.
274 El poder de la oración en Navidad.
275 Envidia a las puertas del cielo.
276 Siete dólares.
277 El bambú japonés.
278 El caleidoscopio.
279 Cargar con las piedras.
280 Diversos modos de conducir.
281 El esparraguero.
282 El leñador honrado.
283 La leyenda del gran cucharón.
284 La tía Rosa.
285 El amor es sorprendente.
286 Sobre el sufrimiento.
287 La última golondrina.
288 La Fe.
289 Saber pedir al padre.
290 Buscando un tesoro.
291 ¿Cómo te devuelvo los cinco dólares?
292 El ciego del camino.
293 Estar preparados.
294 La luz todo lo transfigura.
295 La manada de Kimba.
296 Respuesta de campesina.
297 Doña Anita y los 300 Euros.
298 El amigo misterioso.
299 El hombre que buscaba casa.
300 Lo dio todo.
301 Mirar al cielo.
302 El Señor es mi pastor, nada me falta.
303 Todos podemos dar.
304 El pantalón mojado.
305 El peor veneno.
306 Las apariencias.
307 Los dos caballos.
308 Los tres anillos.
309 Los zapatos.
310 Sevilla y la Macarena.
311 Todos somos necesarios.
312 La higuera.
313 El albañil ladrón.
314 Pilotando con María.
315 Sal de aquí, hijo mío.
316 Servir a los demás.
317 Noticia desde Egipto.
318 Dios detrás.
319 El escultor.
320 Tú eres…
321 Criminal regenerado.
322 Faustino, el fútbol y el Rosario.
323 San José, patrón de los moribundos.
324 El ángel monaguillo.
325 El albañil y el pozo.
326 El collar del rey.
327 El puerco espín.
328 La arañita voladora.
329 La monjita del cielo.
330 Sólo en el silencio.
331 Todo es para nuestro bien.
332 La bolsa de agua caliente.
333 La perla y sus orígenes.
334 La prueba del ajedrez.
335 La copa elegida.
336 La respuesta de san José.
337 El tiempo que nos queda.
338 La hormiga y el grano de trigo.
339 El baile de los ladrones.
340 Las piedras del desierto.
341 Los caminos de Dios.
342 De rodillas.
343 Billete para el paraíso.
344 La reina pordiosera.
345 Romance portugués.
346 El ángel del Capitán
.
347 El gallo y la zorra.
348 La historia de Colgate.
349 Lo envió su madre.
350 Herencia paterna.
351 La alemana y el subsahariano.
352 No hay prisa.
353 Sorpresa en las arenas…
354 El cura de Cucuñán.
355 El faro de Kerdonis.
356 ¡Quitadme los zapatos!
357 La Divina Providencia.
358 La anciana y las semillas.
A vosotros, que me habéis animado a buscar y a contar estas historias, con las que sólo he pretendido ayudar a comprender un poco mejor los valores eternos que hacen más habitable y más amable este mundo.
Prólogo
Erase una vez, allá por el año 1978, un superior del Colegio Santo Domingo de Orihuela (Alicante), que por las noches en el dormitorio les leía un cuento a los internos más pequeños…
Así podría empezar la historia (no cuento) de la génesis de este libro que hoy, lector, tienes entre tus manos. Es una selección de cuentos, relatos, pasajes de la historia, fábulas, etc., recogidos de muy diversas fuentes (otros libros, internet, mensajes, charlas, revistas), de muy variados autores y durante muchos años, porque la costumbre viene de muy lejos. Pero es sobre todo la historia de una vida entregada en el anuncio del Evangelio y de los principios y valores que encierra, adaptándolo al auditorio, y de una manera muy especial a los niños. Esa es, fundamentalmente, la razón de ser de este libro: hacer comprensible para los más pequeños la Buena Noticia del Evangelio de Jesús.
Desde que D. Enrique llegó a mi parroquia de Altea el 1 de octubre de 1998, muchos años antes de irme yo al seminario, le habré oído infinidad de homilías, pero, aunque esté feo decirlo, creo que podría contar con los dedos de las manos (y me sobraría alguno) las que recuerdo. En cambio sí recuerdo muchos de los cuentos y relatos que a lo largo de todos estos años ha ido desgranando al final de la homilía de la Misa de niños cada domingo, y de hecho ahora soy yo el que también los utiliza, de la misma manera y con el mismo resultado. Porque es evidente que es más fácil recordar un cuento que una reflexión, por muy buena que sea. Supongo que por eso también Jesús prefería predicar contando parábolas.
No es nada fácil perseverar en la tarea de buscar cada domingo –sin falta, pues el auditorio lo espera ansioso– un relato más o menos adecuado al tema del Evangelio correspondiente. Pero resulta enormemente gratificante ver la estupenda acogida, no sólo por parte de los niños, sino también de catequistas, padres y de la gente mayor que participa en la Misa de niños, y la atención con que escuchan, al final de la homilía en la que se ha explicado la Palabra de Dios, el cuento o historia que la ilustra. Diría incluso que con más interés, si cabe, por parte de los mayores que de los niños… Porque son relatos pensados para niños, pero muy aptos también para mayores que quieran profundizar en su fe con textos ejemplarizantes fáciles de recordar, y adecuados también para charlas, clases, reuniones, etc. Son un instrumento sencillo para ayudar a reflexionar, centrar un tema o iniciar un diálogo. Por eso me alegra enormemente que ahora se vaya a publicar esta selección, para que puedan llegar a muchas más personas, y les ayude tanto como me han ayudado a mí.
Muchas gracias a D. Enrique por compartir esta selección de cuentos, pero sobre todo por hacernos disfrutar a tantos niños (y no tan niños) durante tantos años acercándonos a Jesús, con esperanza y optimismo, ayudándonos y animándonos a comprometernos en este bonito cuento
de Dios que es la vida.
Miguel Cano Crespo
Sacerdote
1 Tan sólo 3 ducados.
En los primeros días del año 1200 una carroza real tirada por seis caballos blancos y rodeada de una nutrida escolta de caballeros, partía de la corte real de Valladolid con dirección a Francia. En el interior viajaba la infanta Dª Blanca de Castilla hija del Rey Alfonso VIII y prometida del Rey de Francia Luis VIII.
En la frontera le esperaba su prometido y juntos se dirigieron a Paris. Al pasar por Toulouse dieron con la Plaza principal de la Villa donde iban a ajusticiar a un criminal.
Lo acompañaban los jueces y el verdugo, en medio de la gran multitud atraída por la curiosidad que ese género de acontecimientos siempre despierta
Llegando frente a la horca, la reina vio al infeliz condenado ya con la cuerda al cuello. No pudo contener un grito y escondió el rostro entre las manos.
El rey, entonces, se detuvo e hizo un gesto al verdugo para que esperase. Y dirigiéndose a los jueces, dijo:
—Señores magistrados, como señal de bienvenida la reina os pide que sea de vuestro agrado conceder a este hombre el perdón.
Esta intervención del rey fue recibida por unos con alegría y por otros con sorpresa. Pero los jueces respondieron:
—Majestad, este hombre cometió un gran crimen para el que no hay perdón, y aunque nuestro deseo sería agradar a nuestra señora la reina, estamos maniatados por la ley que exige que sea ahorcado inmediatamente.
-¿Existe en el mundo una falta que no puede ser perdonada? -preguntó tímidamente la reina.
—Ciertamente que no —respondió un consejero del rey.
Y recordó que según la costumbre del país cualquier condenado, por peor que fuera su crimen, podría ser rescatado con la suma de 1.000 ducados.
El rey abrió su bolsa y sacó 800 ducados de ella.
La reina, a su vez, registró la suya y solo encontró 50 ducados, dijo:
—Señores, ¿no es suficiente para este pobre hombre la suma de 850 ducados?
—La ley exige 1000 ducados - repitieron los magistrados, inflexibles.
Entonces, todos los hombres del séquito real echaron mano en sus respectivas bolsas, en busca de más monedas, entregándolo todo a los jueces. Hicieron cuentas y anunciaron:
—Son 997 ducados, ¡aún faltan 3!
—¿A causa de 3 ducados este hombre será ahorcado? - exclamó perpleja la reina.
—¡No se trata de una exigencia nuestra, sino de la ley! ¡Nadie puede alterar la ley!
E hicieron una señal al verdugo, que se acercó con la cabeza cubierta con una capucha negra, preparándose para el acto final. De nuevo intervino la reina:
—¡Deteneos! Revisad primero a este pobre miserable. Tal vez tenga consigo 3 ducados.
Con escepticismo, el verdugo revisó al condenado y encontró en uno de sus bolsillos 3 ducados. Se completó por fin la suma necesaria. El criminal fue perdonado y acogido amablemente por el rey y por la reina.
La bondadosa reina era una perfecta cristiana con una piedad y caridad reconocida años después por toda Francia. Blanca de Castilla fue la madre del Rey Luis IX que hoy conocemos como San Luis Rey de Francia.
Y la narración termina de la siguiente forma:
¿Quién es el hombre que, a punto de ser ahorcado, fue salvado por la bondad del rey, por la intercesión de la reina y la ayuda de los caballeros del séquito real?
Bien podría ser cualquiera de nosotros. En el día del Juicio, sin duda nos salvará la misericordia de Dios, la intercesión de la Virgen María y los méritos de los santos.
Pero todo eso no valdría de nada si no lleváramos con nosotros por lo menos 3 ducados de buena voluntad… y de buenas obras hechas a lo largo de nuestra vida.
2 La anciana.
Se encontraba una familia de cinco personas pasando el día en la playa. Los niños estaban haciendo castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció una anciana, con sus canosos cabellos al viento y sus vestidos sucios y harapientos, que decía algo entre dientes mientras recogía cosas del suelo y las introducía en una bolsa.
Los padres llamaron junto a sí a los niños y les dijeron que no se acercaran a la anciana. Cuando esta pasó junto a ellos, inclinándose una y otra vez para recoger cosas del duelo, dirigió una sonrisa a la familia. Pero no le devolvieron el saludo.
Muchas semanas más tarde supieron que la anciana llevaba toda su vida limpiando la playa de cristales para que los niños no se hirieran en los pies.
3 La silla.
Una joven le pidió al sacerdote de su parroquia que fuera a su casa a hacerle una visita su padre que estaba muy enfermo. Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo, encontró al hombre en la cama con la cabeza alzada por un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote pensó que el hombre sabía que vendría a verlo.
— Supongo que me estaba esperando
, le dijo.
— Pues… No, ¿Quién es usted?
, dijo el hombre.
— Soy el sacerdote que su hija llamó para que rezase con usted. Cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo iba a venir a verlo
.
— Ah sí, la silla
, dijo el hombre enfermo. ¿Le importa cerrar la puerta?
.
El sacerdote, sorprendido, la cerró. Nunca le he dicho esto a nadie, pero… toda mi vida la he pasado sin saber cómo rezar. Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae, etc., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y salió por el otro, pues no sabía cómo hacerlo. Por ello hace mucho tiempo abandoné por completo la oración. Esto ha sido así en mí hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo:
José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas… Te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente de ti, luego con fe mira a Jesús sentado delante de ti. No te preocupes, pues Él nos dijo ‘Yo estaré siempre con vosotros’. Por lo tanto, le hablas y le escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora mismo. José continuó hablando:
Lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces.
Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija, pues me internaría de inmediato en un manicomio".
El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que estaba haciendo y que no cesara de hacerlo, luego rezó un poquito con él, le dio la bendición, los santos óleos y se fue a su parroquia.
Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó: ¿Falleció en paz?
. Sí
, respondió la hija. Cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando volví de hacer la compra una hora más tarde lo encontré muerto. Pero hay algo extraño en su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar esto?
.
El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió:
— Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera
.
4 El alpinista.
Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria para él solo, por lo tanto subió sin compañeros. Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo decidido a llegar a la cima, le oscureció. La noche cayó sobre la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado, a sólo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires… caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo… y en esos instantes, pasaron por su mente todos los momentos de la vida, él pensaba que iba a morir, sin embargo, de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos… Sí, como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedo más que gritar:
Ayúdame dios mío…
de repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:
¿Qué quieres que haga?
Sálvame Señor
¿Realmente crees que te puedo salvar Por supuesto Señor"
Entonces corta la cuerda que te sostiene…
Hubo un momento de silencio, el hombre se aferró más a la cuerda… no acababa de creer.
Cuenta el equipo de rescate que al día siguiente encontraron colgado al alpinista congelado, muerto, agarrando con fuerza, con las dos manos una cuerda… a dos metros del suelo…
¿Y tú, tan confiado de tu cuerda? ¿Por qué no la sueltas? ¿No será falta de fe?
5 La Pequeña Flor.
Un hombre de negocios, que apenas guardaba un leve recuerdo de la religiosidad de su madre, que murió cuando él tenía cinco años, se casó con una mujer también del gran mundo, que no practicaba religión alguna. Así, con el ejemplo de su esposa perdió la poca fe que le quedaba. Sin embargó a sus hijas las pusieron en un colegio de religiosas, porque allí iban también las hijas de sus amigas.
Un día, para sus negocios, le hacía falta una cantidad de dinero que no tenia, y que necesitaba para el plazo de cuatro días. Comentó el asunto con su mujer. Su hija pequeña, que los oía, le dijo:
-Papá, ¿por qué no le rezas a la Pequeña Flor
, para que te ayude?
Pequeña Flor
es el nombre que en Estados Unidos se le da a Santa Teresa del Niño Jesús.
El padre, que desconocía este asunto, se preguntaba qué clase de flor era aquélla, seguramente alguna superstición que las monjas habían enseñado a las niñas…Algo enfadado le dijo a su hija que no rezaría a ninguna flor.
Su hijita se marchó triste y descorazonada…
Tres días después, el padre, aún no había conseguido el dinero, y al día siguiente había de cerrar el negocio.
Aquella noche pasó por el cuarto de su hijita, antes de acostarse, y la vio, que, en compañía de su institutriz irlandesa rezando devotamente sus oraciones delante de una estampa de Santa Teresa de Lisieux. La niña, corrió a besarlo y le dijo:
—Papá, Marta y yo le hemos hecho un triduo a la Pequeña Flor
para que mañana se te arregle tu negocio. Ella ha prometido enviar desde el Cielo una lluvia de rosas…
La escena conmovió al padre…
Al llegar a su despacho, dictó una carta a su secretaria para el interesado notificándole la imposibilidad de cerrar el negocio por la falta de recursos. Mientras la secretaria escribía la carta le anunciaron la visita de un antiguo amigo suyo a quien no veía desde hacía años. Después de unos momentos de conversación le dijo:
—Vengo a pagarte una antigua deuda; he tardado cinco años en cumplir mi obligación, pero hasta ayer no tuve oportunidad de conseguir el dinero.
Diciendo esto puso un cheque sobre su mesa marchándose acto seguido para no robarle más tiempo.
Al mirar el cheque, quedó sobrecogido: era la misma cantidad que necesitaba para el negocio…
Agradecido, compró un ramo de flores y junto con su hija, se lo puso a la estampa de Santa Teresita que tenía en su cuarto.
La niña le dio varios días después una estampa de Pequeña Flor
poniéndola en su cartera. Con ella iba un día a entrar en el Metro, cuando se le cayó la cartera. Se agachó para cogerla y este instante le hizo perder el tren. Poco después se escuchó un gran ruido y se apagaron las luces…El Metro había descarrilado, cosa muy rara en este tren… Impresionado, entró en una iglesia y dio gracias a Dios por este señalado favor, así como a Santa Teresa del Niño Jesús. Acto seguido compró una imagen de la santa y se la regaló a su hija. También compró la Historia de un alma
, de la santa, y eso hizo que volviera a la fe de Dios.
6 El bordado de Dios.
Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Yo observaba el trabajo de mi mamá desde una posición más baja que donde estaba sentada ella, así que siempre me quejaba diciéndole que desde mi punto de vista lo que estaba haciendo me parecía muy confuso. Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mis rodillas y te dejaré verlo desde mi posición
.
Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y porqué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Unos minutos más tarde escuchaba la voz de mi mamá diciéndome: Hijo, ven a verlo Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía ver la hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo se veía tan confuso. Entonces mi mamá me decía:
Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Había un diseño, sólo lo estaba siguiendo. Ahora míralo desde mi posición y sabrás lo que estaba haciendo."
Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho: Padre, ¿qué estás haciendo? Él responde:
Estoy bordando tu vida". Entonces yo le replico:
— No lo entiendo. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?
.
El Padre parecía decirme:
— Hijo mío, ocúpate de tu trabajo… que yo haciendo el mío, un día te traeré al cielo y te pondré sobre mis rodillas y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás…
7 El naufragio.
El único sobreviviente de un naufragio llego a la playa de una diminuta y deshabitada isla. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y cada día escudriñaba el horizonte buscando ayuda, pero no parecía llegar. Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera para protegerse de los elementos y almacenar sus pocas pertenencias.
Entonces un día, tras de merodear por la isla en busca de alimento regresó a su casa para encontrar su cabañita envuelta en llamas, con el humo ascendiendo hasta el cielo. Lo había perdido todo. Quedó anonadado de tristeza y rabia. Dios, ¿cómo pudiste hacerme esto?
se lamentó. Sin embargo, al día siguiente fue despertado por el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.
¿Cómo supieron que estaba aquí?
; preguntó el cansado hombre a sus salvadores. Vimos su señal de humo
, contestaron ellos.
Es fácil descorazonarse cuando las cosas marchan mal, pero no debemos desanimarnos porque Dios trabaja en nuestras vidas, aún en medio del dolor y el sufrimiento. Recuerda la próxima vez que tu cabaña se vuelva humo, que puede ser la señal de que la ayuda y gracia de Dios viene en camino.
8 La lucha de la mariposa.
Un hombre encontró un capullo de mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la mariposa cuando saliera del capullo. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por poder salir de su capullo. El hombre vio que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño orificio, hasta que llego un momento en que le pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento. Pareció que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del capullo para hacerlo más grande y así fue que por fin la mariposa pudo salir.
Sin embargo al salir la mariposa tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas. El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se abrieran y crecieran lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba. Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas… Nunca pudo llegar a volar.
Lo que el hombre en su bondad no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.
Libertad y el volar, solamente podrán llegar después de la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha, también le fue privada su salud. Algunas veces las luchas son lo que necesitamos en la vida. Si Dios nos permitiese progresar por nuestras vidas sin obstáculos, nos convertiría en unos inválidos. No podríamos crecer y ser tan fuertes como podíamos haberlo sido. ¡Cuánta verdad hay en esto! Cuántas veces hemos querido tomar el camino corto para salir de dificultades, tomando esas tijeras y recortando el esfuerzo para poder ser libres. Necesitamos recordar que nunca recibimos más de lo que podemos soportar y que a través de nuestros esfuerzos y caídas, somos fortalecidos, así como el oro es refinado con el fuego.
9 La taza
Se cuenta que una vez, en Inglaterra, había una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de sus tiendas favoritas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. ¿Me permite ver esa taza?
, preguntó la señora, nunca he visto nada tan fino como eso!
En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar. La tacita le comentó:
"¡Usted no entiende! Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo. Hace mucho
tiempo yo sólo era un montón de barro. Mi creador me tomó entre sus manos y me apretó y me moldeó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: ¡Por favor, déjame en Paz!
. Pero sólo me sonrió y me dijo: aguanta un poco más, todavía no es tiempo.
—Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor. Me pregunté por qué mi creador querría quemarme, así que llamé a la puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi creador que me decían: aguanta un poco más, todavía no es tiempo.
Finalmente se abrió la puerta. Mi creador me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara. Así está mucho mejor
me dije a mí misma, pero apenas si me había refrescado cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintándome. El color de la pintura era horrible! Sentía que me asfixiaba Por favor detente
le gritaba yo a mi creador, pero él sólo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía aguanta un poco más, todavía no es tiempo.
—Al fin dejó de pintarme; pero esta vez me tomó y me metió nuevamente a otro horno! No era un horno como el primero, sino que era mucho más caliente. Ahora sí estaba segura que me sofocaría. Le rogué y le imploré que me sacara. Grité, lloré, pero mi creador sólo me miraba diciendo aguanta un poco más, todavía no es tiempo.
—En ese momento me di cuenta que no había esperanza. Nunca lograría sobrevivir a ese horno. Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi creador me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara.
—Después de una hora de haber salido del segundo horno, me dio un espejo y me dijo: Mírate. Esta eres tú!. Yo no podía creerlo. Esa no podía ser yo. Lo que veía era hermoso. Mi creador nuevamente me dijo:
Yo sé que te dolió haber sido golpeada y moldeada por mis manos, pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras agrietado. También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. ¡Ahora tú eres un producto terminado! ¡Eres lo que yo tenía en mi mente cuando te comencé a formar!".
Igual pasa con nosotros. Dios nunca nos va a tentar ni a obligar a que vivamos algo que no podamos soportar. Dios sabe lo que está haciendo con cada uno de nosotros. El es el artesano y nosotros somos el barro con el cual El trabaja. El nos da forma para que lleguemos a ser una pieza perfecta y podamos cumplir su voluntad.
10 Manos que oran.
Durante el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nuremberg, vivía una familia con 18 niños. Para poder poner pan en la mesa para toda la prole, el padre, y jefe de familia, trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de oro, y en cualquier otra cosa que se presentara. A pesar de las condiciones tan pobres en que vivían, dos de los hijos de Alberto Durero tenían un sueño. Ambos querían desarrollar su talento para el arte, pero bien sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia.
Después de muchas noches de conversaciones calladas entre los dos, llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa, con la venta de sus obras, o como fuera necesario.
Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la Iglesia. Alberto Durero ganó y se fue a estudiar a Nuremberg. Alberto comenzó entonces el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció por los próximos cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia.
Los grabados de Alberto, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte. Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero se reunió para una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Alberto se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado para hacer sus estudios una realidad.
Sus palabras finales fueron: Y ahora, hermano, es tu turno. Ahora puedes ir tú a Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de ti
. Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba, tenía el rostro empapado en lágrimas, y movía de lado a lado la cabeza mientras murmuraba una y otra vez: No… no... no…
.
El hermano se puso de pie y secó sus lágrimas. Miró por un momento a cada uno de aquellos seres queridos y se dirigió luego a su hermano, y poniendo su mano en la mejilla de aquel le dijo suavemente: No, hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. Mira lo que cuatro años de trabajo en las minas han hecho en mis manos. Cada hueso de mis manos se ha roto al menos una vez, y últimamente la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis… mucho menos podría trabajar con delicadas líneas, el compás o el pergamino y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano… para mí ya es tarde
.
Han pasado más de 450 años desde ese día. Hoy los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Alberto Durero pueden ser vistos en museos de todo el mundo. Pero seguramente la mayoría de las personas, sólo recuerdan uno, tal vez hasta lo tenga en su oficina o en su casa.
Un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano, Alberto Durero dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente Manos
, pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a esta maravilla y le cambió el nombre por el de Manos que oran
.
11 La gotita de agua.
Era una vez una gota de agua que sintió de pronto la llamada de ir mar, y hacia el mar se fue apresurada y transparente. Por el cauce del riachuelo corría cantarina. Todo lo alegraba con su presencia: las riberas florecían a su paso, los bosques reverdecían, los pájaros cantaban. Y hacia el mar corría blanca y contenta.
Pero un día se cansó de caminar por el cauce estrecho del arroyo. Al saltar sobre la presa de un molino, divisó horizontes de tierra y en tierra quiso convertirse. Aprovechando el desagüe de una acequia, se salió de madre y se estacionó.
Inesperadamente se sintió prisionera de la tierra, convertida en charco sucio, maloliente, tibio: repugnantes animalillos crecieron en su seno y el sol dejó de reflejarse en él.
Pasó una tarde un peregrino; se detuvo ante el charco y, sentencioso, exclamó: ¡Pobre gotita de agua! ¡Ibas para mar y te quedaste en charco!
Le dio pena; se inclinó hacia ella, la tomó en el cuenco de su mano y volviéndola al riachuelo decía: Gotita, recobra tu vocación de mar!’
Y la gota de agua volvió de nuevo a correr cantarína, camino de la mar.
¿Entendiste la parábola?
Esta es tu propia historia. La historia del agua comienza: Era una vez una gota de agua que sintió de pronto la llamada de la mar…
Y la tuya empieza: Era una vez un alma que al salir de tomar su primera comunión, del colegio, después de una confesión, sintió de pronto la llamada de Dios.
Todavía te estoy viendo regresar a casa. Volvías cantarína, generosa, con vocación de santa. Todo lo alegrabas con tu presencia: casa, amigos, círculos, paseos. Tanto es así, que, sobrecogidos, llegaron a preguntarse los que te rodeaban:
—Pero ¿qué te ha sucedido?
— ¡Nada!—respondías—. ¡Ha pasado el Señor y he sentido la llamada de su amor!
Pero un día te cansaste; te cansó el cauce estrecho del plan de vida, la sujeción a la dirección espiritual. Veías a otras almas, liberadas de obligaciones y deberes, correr a campo traviesa por los mandamientos de la Ley de Dios, reír aparentemente satisfechas de sí mismas.
Y te saliste del arroyo. Orillaste el plan de vida; aprovechaste una ocasión cualquiera —boda, fiesta, feria, veraneo…—y lo dejaste todo y lo echaste todo a rodar. Tú también querías libertad.
Y de pronto te sentiste prisionera de la tierra, de modas exageradas, de modales atrevidos, sucia de tibiezas, fría de generosidad, barro de pecados graves. ¡Te convertiste en charco!
Como para exclamar: ¡Pobre alma! ibas para mar y te convertiste en charco. Ibas para mucho y te quedaste en nada. ¡Duró todo tan poco!
¡Pensar, Dios mío, que hay gotas de agua que nunca llegarán a mar!
¡Pensar, Dios mío, que hay almas que perdieron la vocación a la santidad por su culpa!
¡Pensar, Dios mío, que una de esas almas soy yo!
¡Qué diferencia! ¡Lo que antes era y lo que soy ahora! ¡Aquella paz, aquella alegría interior, blanca y desbordada; aquellas comuniones y meditaciones que se me pasaban volando; aquel correr inquieto hacia Dios!… ¡Y estos altibajos de ahora, este estancamiento, esta mi vida vacía!
Pero no te desalientes. Sin saber por qué, sin hacer tú nada, acaba de llegar el Señor, el Divino Peregrino: se ha detenido ante tu inactividad espiritual. ¿No adivinas su presencia?
Siente que se inclina hacia ti: toma en el cuenco de su gracia la gota de agua de tu vida y exclama: "Pobrecita alma! ¡No seas charco! ¡Recobra tu vocación de mar! ¡Corre hacia el océano de mi amor!.
12 El águila y la paloma.
Un día un hombre decidió poner a prueba la providencia del Señor. Muchas veces había oído decir que Dios es un Padre amoroso que se ocupa de todas sus criaturas. El hombre quería saber si también se ocuparía de él y le mandaría lo que cada día necesitara.
Entonces decidió internarse en el bosque hasta un montecillo solitario, para esperar allí que Dios le enviara su sustento diario, por manos de quien Dios quisiera manifestarle su providencia. Y así lo hizo. Pasó una mañana, y no consiguió nada para comer, se internó más aún en el bosque, y se acostó en un claro. Lo primero que vio le dejó asombrado. Porque se encontró con una pobre paloma malherida, que tenía una pata y un ala quebrada. No podía volar ni caminar. En esas condiciones no le quedaba otra posibilidad que la de morir de hambre, a menos que la providencia de Dios la ayudara.
Nuestro amigo se quedó mirándola, en espera de ver lo que sucedía. En una de esas vio sobrevolar un águila grande que traía entre sus garras un trozo de pan. Pasó por sobre la paloma y le arrojó justo adelante la comida, como para que no tuviera más trabajo que comérsela. Era como para creer o reventar. Realmente, el hecho demostraba que Dios se ocupaba de sus pobres criaturas, y hasta se había interesado de esta pobre paloma malherida. Por lo tanto no había nada que temer. Seguramente a él también le enviaría por intermedio de alguien lo que necesitaba para vivir. Y se quedó esperando todo el día, con una gran fe en la providencia.
Pero pasó todo el día y no apareció nadie para traerle algo de comer. Y lo mismo pasó al día siguiente. A pesar que el águila había traído pan y frutas a la paloma, nadie había venido a preocuparse por él. Esto le empezó a hacer