Otro cuento de Navidad
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Información de este libro electrónico
Relato corto de ficción histórica mezclada con misterio y suspense.
Ideal para leer durante trayectos cortos en el transporte público o entre lecturas de textos más largos.
Primeros párrafos:
Año 1887, Londres...
Un anciano juega con su nieto, mientras busca en su memoria recuerdos felices. Era noche de Navidad. Una noche mágica donde los deseos se cumplían y él no iba a desaprovechar la ocasión. Así que pidió su deseo... pero no resultó como lo imaginaba.
El extraño ser también visita Roma y Varsovia, y concede otros dos deseos.
Pero ese ser no busca la felicidad, sólo concede deseos... a toda costa.
En la actualidad, tres jóvenes coinciden en un congreso sobre psicología en Viena, donde se quedan maravillados por el discurso de la profesora Riverside. En ella creen encontrar una solución para el problema que tienen con sus abuelos. Es un problema raro, pero existente. Los ancianos tienen miedo a la Navidad. Así que la convencen para hacer una terapia en grupo, pero... nada trascurre como lo planearon...
Los recuerdos les atosigan...
Sus deseos volverán a cumplirse...
El ser les visitará...
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Otro cuento de Navidad - Alexander Copperwhite
En ocasiones muy especiales, la memoria juega con la realidad que nos rodea y la trasforma en algo especial y mágico. Los sueños cobran vida y los colores se acentúan, convirtiéndose en algo maravilloso. En lo que no se sabe o en lo que no se suele hablar es donde precisamente radica el poder con el que se nutre lo sobrenatural, sea bueno a malo.
*
Año 1887, Londres…
Las canciones resonaban por las calles como ecos que nunca callan y los villancicos suavizaban el frío ambiente. Eran muchas las familias que no podían permitirse el lujo de unas Navidades en las que otros disfrutan en reuniones en torno a una buena mesa para degustar buenas comidas y obsequiarse con regalos. Aun así, el espíritu de las fiestas y la promesa de un nuevo comienzo que emanaba de su arraigado misticismo eran más que suficientes para que incluso los más desfavorecidos vistieran con una sonrisa sus rostros.
En un barrio privilegiado, en el centro de la ciudad, el olor a pavo asado acariciaba las fosas nasales de la familia Stevenson que vivía en la casa número 56 de la calle de St. Charles. Sus paladares degustaban el pudin especial, relleno con pasas de Italia y nueces del África tropical, mientras los familiares restantes se reunían alrededor del fuego de la chimenea y contaban anécdotas, saboreando un buen puro o una dulzona copa de coñac.
—Abuelo —dijo Peter, el más pequeño de la casa—, he visto a Santa Claus por la ventana.
—Claro que sí, mi pequeño —contestó—. Y como has sido un niño muy bueno, seguro que esta noche se detiene en nuestro tejado, se desliza por la chimenea y te deja muchos regalos.
El pequeño saltó de alegría y sonrió con tanta fuerza que se le vieron todos los dientes, tanto los que ya le habían salido, como los que le estaban a punto de aparecer.
—Pero abuelo —continuó abrazándolo—, no hace falta esperar hasta esta noche. Santa Claus se encuentra en la ventana de mi habitación. Ven y ayúdame a abrirla, que yo no puedo.
—Ajajá —carcajeó el abuelo—, no es necesario abrirle la ventana, él es un ser mágico y entra por la chimenea.
El niño ladeó la cabeza y le miró con el semblante serio.
—¿Por qué dices eso, abuelo? Santa Claus está en la ventana y si no le abrimos pronto se resfriará.
En ese instante el abuelo paró de reírse y dirigió su mirada hacia las escaleras que conducían al piso de arriba. Se bebió el contenido de su copa, la dejó