La maldición del Alfa: Episodios 5 y 6
Por Tasha Black
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Ainsley Connor está decidida a darle la espalda a su pasado licántropo.
Pero los lobos de Tarker’s Hollow cuentan con ella para elegir al nuevo alfa, y Ainsley se convierte en el objeto de deseo de cada lobo candidato en este tranquilo pueblo universitario.
Rodeada por seductores licántropos, todos reclamándola desesperadamente, Ainsley solo quiere dejar atrás la manada para siempre. Pero sus pasiones recién encontradas no serán ignoradas.
Ainsley pronto se encontrará indecisa entre el misterioso desconocido con su oscuro secreto, el guapísimo y leal amigo de su pasado, y el fornido sheriff que la quiere para él solo.
Ni siquiera los licántropos son lo más extraño que hay en Tarker's Hollow.
Mientras intenta asimilar su propia naturaleza, Ainsley se ve arrojada al centro de una red de licántropos, fantasmas, brujas y hechiceros, atrapada en una lucha a vida o muerte por el control de la manada que intentaba abandonar.
Pero para Ainsley Connor, el lobo más temible al que se debe enfrentar puede que esté dentro de sí misma.
La maldición del Alfa está dividida en seis entregas, o episodios, como un programa de televisión. Cada episodio termina con suspense para tentar al lector a leer el siguiente. Si no eres fan de las series, los seis episodios están disponibles en una ¡colección completa!
En el episodio 5, Ainsley se enfrenta a un poderoso enemigo. ¿Cómo reaccionará la manada cuando el nuevo alfa sea elegido?
En el episodio 6, Ainsley debe dominar su verdadera naturaleza para llevar el equilibrio a la manada. ¿Será capaz de emplear sus poderes a tiempo para defender a sus seres queridos?
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La maldición del Alfa - Tasha Black
Introducción
Ainsley Connor está decidida a darle la espalda a su pasado licántropo.
Pero los lobos de Tarker’s Hollow cuentan con ella para elegir al nuevo alfa, y Ainsley se convierte en el objeto de deseo de cada lobo candidato en este tranquilo pueblo universitario.
Rodeada por seductores licántropos, todos reclamándola desesperadamente, Ainsley solo quiere dejar atrás la manada para siempre. Pero sus pasiones recién encontradas no serán ignoradas.
Ainsley pronto se encontrará indecisa entre el misterioso desconocido con su oscuro secreto, el guapísimo y leal amigo de su pasado, y el fornido sheriff que la quiere para él solo.
Ni siquiera los licántropos son lo más extraño que hay en Tarker's Hollow.
Mientras intenta asimilar su propia naturaleza, Ainsley se ve arrojada al centro de una red de licántropos, fantasmas, brujas y hechiceros, atrapada en una lucha a vida o muerte por el control de la manada que intentaba abandonar.
Pero para Ainsley Connor, el lobo más temible al que se debe enfrentar puede que esté dentro de sí misma.
La maldición del Alfa está dividida en seis entregas, o episodios, como un programa de televisión. Cada episodio termina con suspense para tentar al lector a leer el siguiente. Si no eres fan de las series, los seis episodios están disponibles en una ¡colección completa!
En el episodio 5, Ainsley se enfrenta a un poderoso enemigo. ¿Cómo reaccionará la manada cuando el nuevo alfa sea elegido?
En el episodio 6, Ainsley debe dominar su verdadera naturaleza para llevar el equilibrio a la manada. ¿Será capaz de emplear sus poderes a tiempo para defender a sus seres queridos?
––––––––
Episodio 5
1
––––––––
Erik sentía como el corazón de Ainsley revoloteaba contra su pecho como un pajarito mientras la rodeaba con sus brazos de forma protectora.
Los lobos se alejaron.
Justo cuando Erik volvió a respirar, volvieron a acercarse. De nuevo se alejaron de la entrada de la cueva. Pero Erik sabía que les habían rastreado con el olfato y sería solo cuestión de tiempo.
—Vamos a tener que salir corriendo —dijo respirando con fuerza en el oído de Ainsley—. Si no puedes transformarte, puedo llevarte sobre mi lomo.
—¿Y eso no hará que vayas más lento?
—Soy rápido.
—¿Cómo de rápido?
—Muy rápido —susurró con más confianza de la que sentía.
—¡Solo hay un modo de averiguarlo! —contestó ella susurrando.
Él sintió la sonrisa de ella contra su mejilla y su corazón se llenó de alegría.
—Agárrate fuerte —dijo él—. Y pase lo que pase no te sueltes.
Erik miró hacia la entrada de la cueva y se dispuso a transformarse.
2
––––––––
Ainsley se agachó en la impenetrable oscuridad de la fría y húmeda cueva. Sus ropas estaban rasgadas y ensangrentadas y su pelo enredado y lleno de zarzas por la frenética huída a través del bosque. Afuera, lobos gigantes la aguardaban para despedazarla.
Ainsley nunca se había sentido tan dichosamente viva.
El beso de Erik había desviado sus pensamientos de todo lo demás. Intentó sin mucho éxito desviar su mente de ello. No ayudaba el hecho de que él estuviera desnudo y de que la tuviera subida en su regazo, susurrándole la estrategia al oído mientras ella asentía y trataba en vano de prestar atención a sus palabras.
Ella aún podía sentir el calor de su lengua en la boca.
—... tan solo agárrate fuerte. No te sueltes pase lo que pase —dijo finalmente.
Joder, no se había enterado ni de la mitad.
—Así que tú te transformas y yo me monto y no me suelto. ¿Ese es el plan?
—Sí, eso es más bien todo por tu parte. Y si te viene la inspiración, no tengas miedo de usar ese talento mágico que tienes.
Ainsley asintió. Era algo agradable pensar en su nueva habilidad como un talento y no como una maldición.
—Pero sobre todo agárrate fuerte. Quiero mantenerte a salvo —dijo muy serio.
Antes de que ella pudiera pensar demasiado en su última frase, él estaba transformándose rápidamente. Aunque sabía que el lobo enfrente de ella era Erik, no pudo evitar dar un paso atrás. Un pequeño paso, apenas había sitio en la cueva para ambos.
Ainsley sintió en su brazo la caricia de su fresco hocico. Se aguanto la risa y dejó que sus dedos juguetearan con su suave y sedoso pelaje. Él lobo acercó la cabeza contra su pecho de forma afectiva. Después se recostó sobre el suelo de la cueva.
Ainsley pasó una mano sobre su enorme hombro y acarició su espalda. Podía sentir cada vertebra como si estuviera sintiendo cada perla en un collar. Era grande pero no era un caballo, su espalda no estaba anatómicamente preparada para llevar nada. La noción de poder hacerle daño le hizo dudar.
Giró su hocico hacia ella y le dio un empujoncito.
Ella pasó una pierna por encima y volvió a vacilar. ¿De verdad era una buena idea?
¡Ay!
¿Pero qué cojones? Erik acababa de morderla.
Se apresuró a terminar de subirse a él y juraría que podía oírle reír y jadear a la vez.
—Tú ríete, bola de peluche. Si salimos de esta con vida, te voy a dar en el hocico para que aprendas a obedecer.
Mientras él se elevaba a cuatro patas, ella abandonó la idea de aferrarse a su dignidad y se centró en aferrarse a él. Su pelaje superior era largo pero resbaladizo. El pelaje inferior era menos resbaladizo, pero demasiado corto. Ella intentó poner sus brazos alrededor de su cuello sin apretar pero él se sacudió y ella salió volando.
Ella trató de levantarse y él hociqueó su nuca.
—Ya basta. Déjate de mordisquitos —susurró ella.
Él olisqueó su nuca con más insistencia, después bajó la cabeza. Mmm.
Ella se levantó de nuevo y se agarró al cogote de él. Para su sorpresa, era fácil agarrarse a él.
Él volvió a sacudirse pero ella se agarró fuerte apretando sus rodillas y sin soltarse del cogote del lobo. Seguía montada en él.
¡Sí!
Él lamió su pierna, y el cosquilleo de su rugosa lengua la hizo reír.
Antes de siquiera poder enterarse, él saltó con todas sus fuerzas. Atravesaron las parras hacia la noche abierta. La luz de la luna era casi cegadora después de la oscuridad de la cueva.
En dos saltos enormes cruzó el arroyo.
De repente, pudo oír a los otros tres lobos, chapoteando al cruzar el arroyo, acercándose a Erik y gruñendo. Ella apretó su cabeza contra el terso pelaje de su cuello y deseó que fuera más rápido.
Como si él hubiera leído sus pensamientos, el gigante lobo aumentó su zancada. Los árboles se hacían cada vez más borrosos a su paso. Su corazón acelerado por el esfuerzo parecía ser el suyo propio mientras ella se apretaba contra él. Pronto, dejó de escuchar a los lobos que les perseguían.
Aun así, Erik siguió al mismo ritmo. El viento azotaba su cabello y levantó ligeramente la cabeza.
¡Era excitante!
Si ella se transformara, ¿sería capaz de hacer lo mismo?
Pronto, él aminoró el paso. Salieron del bosque de vuelta a la orilla del arroyo. Erik saltó hacia un bosque de bambú, pero en vez de atravesarlo, siguió un sinuoso sendero. Cuando salieron de él, estaban en una enorme pradera. El viento y la lluvia golpeaban la frondosa hierba. Ainsley pudo entonces ver el tejado de una casa sobre una colina con vistas a la pradera.
Erik levantó su lustroso hocico y olisqueó el aire. Parecía contento con lo que olía y empezó a trotar por la pradera hacia la colina.
Había estado corriendo a través del bosque durante una hora y Erik apenas jadeaba. Mientras el subidón de adrenalina se disipaba, Ainsley empezó a sentirse muy cansada, hasta los huesos le dolían. El suave pelaje la confortaba y el lento e hipnótico latido del corazón de él la arrullaba. El ritmo de estos pasos más cortos era lo único que la mantenía despierta.
Llegaron por fin a la cima de la colina. Erik la llevó hasta las escaleras de la casa, después se quedó parado en el rellano para que ella desmontara.
Ella bajó deslizándose por su espalda y sintió una punzada de pena porque pronto aquel lobo se desvanecería. Se reprendió a sí misma, ya que seguiría siendo Erik, en cualquier forma que tomara. Pero su relación era más fácil así, sin la tensión sexual y la presión de tener que hablar.
Él volvió a apoyar la cabeza contra su pecho y ella abrazó su peluda cabeza, hundiendo la cara en su fragante pelaje.
Cuando ella se apartó, el lobo inclinó la cabeza y se transformó en humano.
3
––––––––
Ainsley estaba fascinada de nuevo ante la desnudez de Erik. La luz de la luna acentuaba el contraste entre sus músculos y las venas de sus brazos. Una sedosa mata de pelo aún recorría su pecho, pero Ainsley se contuvo y no dejó que su mirada la recorriera hacia abajo.
Levantó la mirada y casi se perdió en sus luminosos ojos oscuros.
De alguna forma, consiguió apartar la mirada de él y dirigió la mirada hacia abajo, a sus propias manos.
—Gracias —dijo ella con suavidad.
—Entremos.
—¿Es esta tu casa?
—Sí —dijo él orgulloso.
Ella intentó no fijarse en su perfecto culo mientras él abría la puerta de entrada, pero era difícil no fijarse. Ojala pudiera hacerle una foto.
—Pues, esta es la razón por la que compré esta casa —le dijo mientras recorrían el porche cubierto, girando sus hombros para que mirara hacia el bosque. Una especie de dedo señalando al cielo a la distancia le llamó la atención.
—¿Es ese...
—Nuestro álamo —confirmó él.
—Vaya.
Nuestro álamo. El estómago le hizo mariposas.
—Estoy intentando quitar algo del bambú para que en invierno tenga una vista al arroyo.
Ella se giró para admirar el porche.
El techo abuhardillado tenía tres ventiladores con lámpara, espaciados de forma uniforme alrededor del