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Sosteniendo El Sol
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Libro electrónico252 páginas3 horas

Sosteniendo El Sol

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Información de este libro electrónico

Cuando el autor se dio cuenta que sus hijos se iban de casa para comenzar sus viajes por la vida, escribió esta historia para ellos. La desarrolló como una guía para ayudarlos a través de la vida de una forma que les permitiría disfrutar de ese recorrido.
El libro traza las experiencias de un joven, pobre y desilusionado periodista que es incitado a crear una serie de artículos acerca de Paul, un filósofo no convencional y orador motivacional. A cambio, recibe la oportunidad de viajar y bucear en Roatán, posiblemente una de las islas más hermosas e inmaculadas del Caribe. A través de una serie de entrevistas, el reportero tiene la oportunidad de conocer las filosofías más profundas de Paul. Aprende sobre la forma alternativa de vida que lleva este hombre, quien se esfuerza por realizar paradas de manos perfectas en un muelle, y practica el arte de la felicidad.

IdiomaEspañol
EditorialChas Watkins
Fecha de lanzamiento20 oct 2014
ISBN9781631029783
Sosteniendo El Sol
Autor

Chas Watkins

CHAS WATKINS was born and raised in England and is a naturalized Australian. His children are all American, which he finds very confusing. He moved to Roatan nine years ago. He has an unused degree in electronics from Hull University in England and has somehow managed to work for many fine and good companies without being fired.After the raging madness of the dotcom world in California, he moved to Roatan to settle with his family. Chas currently pretends to work as a Realtor and Radio DJ. He reads an awful lot, watches the sunrise and sunset every day and consumes way too much coffee. He runs on the beach in the mornings, practices handstands, and lives happily on Roatan with his cat Gary and the children who have not yet deserted him. Even on his best day he is nothing like his character Paul, but strives to be so.Occasionally he "likes to dance as if no one is watching" which is ironic as his dancing makes people stare. If you are really unlucky, you may meet him, and whatever you do, don't offer him a drink as he is a very rude and uninteresting person.

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    Sosteniendo El Sol - Chas Watkins

    Una Asignación

    —No soy muy original —explicó Paul—. Todo lo que hemos discutido se ha sabido por cientos, quizá miles de años. Pero es hasta ahora que tenemos la ciencia para comprenderlo.

    — ¿Entonces por qué no está siendo enseñado más a menudo? ¿Por qué la gente no utiliza las herramientas que me ha mostrado?

    Tan sólo sonrió y encogió sus hombros.

    —Podrían ayudar a mucha gente —agregué.

    —Diles tú, entonces —sugirió él, con un tono serio que se percibía en su voz. Lo miré a los ojos y supe que lo decía con toda intención.

    «Tal vez lo haga», pensé.

    Mi editor me hizo señas para que fuera a su oficina. Era un hombre algo pequeño y compacto, con un carácter implacable, tan determinado que casi no dejaba la oficina durante el día. Guiándome con la mano hacia la silla frente a él, colgó su teléfono y escribió unas notas en un pequeño bloc de papel sobre su escritorio. Serecostó contra el respaldar y me miró detalladamente.

    — ¿Cómo va todo? —me preguntó.

    Ambos sabíamos que yo casi no había trabajado en meses, y estaba apenas pasándola. «Espero que no me vayan a despedir»», pensé. Necesitaba este empleo. El trabajo que me habían estado comisionando con costos pagaba las cuentas, pero al menos pagaba algunas. Ya nadie necesitaba periodistas investigativos.

    —Muy bien —le respondí—. Tengo mucho que hacer.

    Movió su cabeza en asentimiento con una mirada incrédula claramente visible en su rostro.

    —Bien, está bien —dijo él—. Tengo una asignación para usted si le queda algo de tiempo disponible. Entrevistas y seguimientos. Se requiere ir de viaje, el entrevistado sólo puede prestar pocas horas de su día, así que tomará una semana para elaborar un artículo a profundidad.

    Prácticamente se me hacía la boca agua. Podría tornar mi situación de no tener trabajo, a tener uno cómodo y donde tendría que viajar, y con posibilidad de trabajos adicionales de seguimiento. Podría pagar mi renta, incluso pagarle a algunos amigos.

    —Creo que puedo hacer campo —dije en un tono casual—. ¿Quién es el sujeto?

    —Su nombre es Paul Haletine. Es un hombre muy extraño que conocí en la última conferencia. Nadie lo había visto antes, pero hizo unas cuantas charlas y recibió excelentes críticas —dijo.

    — ¿Qué lo hace tan extraño? —pregunté.

    —Se para de manos —dijo mi editor levantando una ceja—, muchas veces. Le pregunté a un amigo si me podía poner en contacto con él. Es un hombre sumamente reservado, pero mi amigo le pidió colaborar como pago de unos favores adeudados, así que accedió a hablar sobre su trabajo.

    Mi editor siempre estaba tratando de superarse a sí mismo. Solía asistir a conferencias de autoayuda con todas las ideas más novedosas de cómo arreglarse y superarse en la vida. Esto no era tan malo, ya que lo sacaba un rato de la oficina y de estar encima de nosotros. El problema era que luego traía esas ideas con él y nos usaba para ponerlas a prueba. De repente me imaginé a toda la oficina siendo obligada a pararse de manos. Esa imagen graciosa no nos lucía muy bien a algunos de nosotros.

    —Desafortunadamente —agregó interrumpiendo mi línea de pensamiento—, esto es un proyecto personal mío. No hay un presupuesto oficial por lo que apenas tengo suficiente para cubrir el vuelo y un hotel «todo incluido». No va a haber ventajas ni pago por la primera pieza, pero más vale que sea buena para que pueda justificar el pago de piezas de seguimiento

    Me miró fijamente desde su escritorio con una leve sonrisa en su boca.

    Me dejó totalmente desconcertado. ¿Por qué razón aceptaría yo tal propuesta? Tenía cuentas que pagar. Una semana de viaje suena bien, pero sería una semana donde no vería un centavo.

    —No me suena bien. Creo que mejor paso si no le importa —le dije, un poco molesto.

    Se inclinó sobre su escritorio y se me quedó viendo con una mirada rapaz en su rostro.

    —Vive en la isla de Roatán —medio suspiró.

    Mi estómago se contraía de la emoción. ¡Carajo! Yo iba a acceder, y él lo sabía. Se recostó de nuevo en su silla y dijo en forma petulante:

    —Me tomé la libertad de ordenar sus tiquetes —tomó un sobre grueso que estaba en su escritorio y lo aventó frente a mí—. Los detalles están contenidos ahí; partiría mañana.

    Roatán es una larga y estrecha isla al norte de Honduras. Es la más grande de las Islas de la Bahía, con casi 47 millas de largo y 5 de ancho. Su subdesarrollo es evidente al compararla con otras islas cercanas del Caribe, como las Islas Caimán, por ejemplo. Ahora es un territorio hondureño, y contiene una variada y rica historia de piratas y del dominio colonial británico. La isla está cubierta de bellas playas, una selva frondosa y desarrolladores dispuestos a tomar partido de sus paisajes vírgenes. Un gran arrecife coralino yace a lo largo de sus profundidades, y es el motivo por el cual mi editor estaba seguro que no iba a rechazar su propuesta.

    Desde que me había visto expuesto al buceo, lo he perseguido con una pasión solamente limitada por mis escasos ingresos. Uno de los síntomas de esta aflicción fue el tener fotografías sobre vida submarina constantemente pasando por la pantalla de mi computadora. Muchas fueron tomadas en sitios famosos para el buceo alrededor del mundo, pero las de las Islas de la Bahía siempre fueron las más prominentes de mi colección.

    Venía desde hace tiempo nutriendo el sueño de viajar a Roatán, la meca de la comunidad internacional de buceadores. Las cálidas aguas tropicales y la diversidad de vida del arrecife conformaban un lugar espectacular para el buceo. No podía dejar pasar esta oportunidad de retomar mi tristemente olvidado pasatiempo, especialmente bajo el pretexto de realizar trabajo real.

    Mi vuelo estaba reservado vía Houston. Me las ingenié para tomar algunos minutos en la librería del aeropuerto y conseguir algo para leer en mis dos horas de vuelo hacia Roatán. La pequeña tienda estaba repleta de los más novedosos y vendidos libros de autoayuda. Me puse a hojear esta sección fijándome en los títulos: Abdomen Plano en 8 Minutos, Una Hora al Día para Conseguir Riqueza, Recetario para Relaciones, La Jornada de Diez Minutos para Alcanzar la Iluminación Espiritual. Calculé que en mis dos horas de vuelo, más el aterrizaje y el despegue, ¡podría llegar a Roatán casado, millonario, con cuerpo de dios griego y la espiritualidad del Dalai Lama! Hice muecas. Lo triste era que ya había leído la mayoría de esos títulos. Sin embargo, ahí estaba yo: soltero, incapaz de pagar mis cuentas, cansado de tan sólo pensar en hacer ejercicio, e indeciso sobre el rumbo de mi vida.

    Me hice a un lado para dejar pasar a una persona que estaba detrás de mí, a través de los estrechos estantes de libros, y haciéndome como que estaba buscando algo más intelectual. Tomé el título El camino rápido a la Iluminación Espiritual y me dirigí al cajero con una pizca de auto aborrecimiento por mi selección. Dudé que me fuera a enseñar algo nuevo y los cambios que quería realizarle a mi vida no los iba a encontrar durante este vuelo.

    El viaje transcurrió sin novedades y el libro, como lo supuse, fue una desilusión. Lo más destacado del vuelo fue el descenso a Roatán. Podía ver el verde follaje de la selva delineado por las traslúcidas, poco profundas aguas, las cuales aparentaban ser sostenidas por el arrecife. El mismo estaba a unos cuantos cientos de yardas de la orilla, marcado por pequeñas olas blancas, y un posterior color índigo oscuro indicaba el repentino descenso hacia aguas más profundas. Temprano por la tarde, ya me había registrado en el Hotel Henry Morgan, ubicado en el lado oeste de la isla, cuyo nombre era otro recuerdo del turbulento pasado de piratas del lugar. El hotel se extendía frente a media milla de playa con arena blanca y palmeras inclinadas. Localmente conocida como Playa Bahía Oeste, recientemente había sido votada como uno de los estrechos de playa más hermosos del mundo. A diferencia de sus competidores más famosos, se mantenía relativamente tranquila todo el año.

    Tan pronto como había desempacado y estaba instalado, llamé a Paul por mi celular. Una voz amistosa contestó el teléfono. Me informó que más adelante esa misma tarde, planeaba ir a un bar cercano llamado Beachers o ‘Playeros’, para disfrutar la tarde. Coordinamos reunirnos justo antes del atardecer, para conocernos y tomarnos un trago casual, así como para organizar nuestra próxima entrevista.

    Llené el resto de mi tiempo explorando el lugar, viendo los hoteles, las tiendas de buceo, los restaurantes y bares a lo largo de la costa. Fácilmente encontré el bar Beachers, ya que estaba localizado muy cerca del Hotel Henry Morgan. La arena frente al bar estaba repleta de sillas playeras. Al menos la mitad de las sillas estaban ocupadas por bañistas de sol, quienes trataban de aprovechar los últimos rayos del día. El bar, construido totalmente de madera, estaba erigido sobre pilares, a poquitos pies sobre el suelo, con escaleras a ambos lados para el acceso. Solamente el bar del lado izquierdo y la mitad de las veinte y pico mesas pequeñas estaban bajo techo, el resto estaban expuestas al sol. Todas las mesas tenían buena vista a la playa.

    Unas cuantas familias comían sobre las mesas, con sus toallas y bolsos de playa colgados en los respaldares de las sillas. Niños pequeños corrían por doquier, casi sin supervisión por parte de los adultos, agarrando comida y escabulléndose rápidamente fuera de alcance. Fácilmente divisé a un hombre solo en una mesa más cercana a la playa. Se volteó mientras yo subía los escalones y tentativamente me acercaba a él, y se levantó para saludarme. Era un hombre alto, delgado, de unos cincuenta años. Musculoso y bien tonificado como un gimnasta, parecía y se movía como un atleta. Tenía la cabeza rapada, ojos verdes y un rostro bronceado y delgado. Las patas de gallo alrededor de sus ojos se arquearon calurosamente mientras me estrechaba su mano dándome un firme apretón.

    —Bienvenido a Roatán, espero que hayas tenido un buen vuelo —me dijo.

    —Fue breve. Me sorprendió lo rápido que llegué.

    Conversamos un poco acerca del viaje, y pronto descubrí que él llevaba tan sólo cinco años viviendo en Roatán, en una casa en las colinas sobre la Playa Bahía Oeste. A pesar que había accedido a que lo entrevistara como pago a un favor de un amigo, resultó ser que poco sabía acerca del enfoque de mi artículo. Le expliqué que mi editor lo había visto en una conferencia, y que yo había sido comisionado para arreglar una serie de artículos acerca de su trabajo y su vida.

    —Estaría feliz de hablarte al menos acerca de mi trabajo. La conferencia fue entretenida, pero sólo tuve una hora para exponer, había mucho más de lo que me hubiese gustado hablar — admitió.

    —Bueno, mi editor no me pudo dar muchos detalles acerca de sus antecedentes, y no logré encontrar algo en mis investigaciones. Así que, ¿me podría tal vez contar un poco sobre a lo que usted exactamente se dedica?

    — ¡No hago mucho! —se encogió amablemente—. Estoy casi retirado, así que paso mucho tiempo con mis amigos y disfrutando de la vida acá. Prefiero mantener una vida privada últimamente, pero un amigo me invitó a hablar en esa conferencia. Siempre me ha interesado cómo todos cambiamos y crecemos, y tengo gran interés en el trasfondo neurocientífico de dichos cambios. Entonces, algunas veces le enseño a la gente. Gente que quiere hacer cambios en sus vidas.

    — ¿Qué tipo de cambios? —le pregunté.

    Pausó por un momento, considerando lo que me iba a responder, y después me dio una lista de ítems: «Ayudarlos a que se auto ayuden, superar experiencias dolorosas, deshacerse de malos hábitos, alcanzar metas, pero sobre todo a sentirse más contentos y felices en su vida diaria. No hay magia sobre cómo ayudo; no hay secretos involucrados. Hay muchas otras fuentes donde cualquiera puede encontrar la misma información, pero debo admitir que es difícil hoy día diferenciar entre la pseudociencia y la ciencia verdadera. Todo lo que hago está respaldado de cierta forma por investigaciones sólidas. Y debo decirte que soy un escéptico de corazón. Yo no le enseño a la gente que pueden solucionar sus problemas pensando positivamente o pidiéndole regalos al universo. Mucho de lo que hago ha sido practicado por mucho tiempo, pero es recientemente que ha sido respaldado por la ciencia. Lo que puedo es hacer una demostración de herramientas mentales que pueden ser utilizadas para crear cambio. Y aún más, puedo ayudarte a comprenderte mejor a ti mismo, y ese conocimiento puede ayudarte a realizar los cambios que anhelas».

    Ya había escuchado o leído reclamos similares en muchos libros de autoayuda. Gratamente, percibí un toque de cinismo en algunos de los métodos más comerciales y dudosos del mercado.

    —Estaré aquí por una semana, Paul, así que espero ir a bucear todos los días que pueda.

    —Por las noches estará bien. Necesito hacer algunas tareas durante el día. Preferiría reunirnos temprano en la mañana o en la noche. Empecemos mañana, temprano, antes que organices tu itinerario de buceo. Tengo una hora libre después de hacer ejercicio. Encontrémonos en el Muelle Infinito al final de la playa a las 6:30 AM, y planeemos entonces el resto de la semana. Podrás encontrar el muelle fácilmente, está en el extremo oeste de la playa.

    Moví la cabeza en asentimiento.

    —Ahora bien, como no conoces a nadie en la isla —continuó— y voy a reunirme con unos amigos esta noche para tomarnos unos tragos, creo que deberías acompañarnos y disfrutar de la comida, bebida y buena compañía. ¿Te suena bien?

    — ¡Suena excelente! —le contesté. La verdad no estaba con ganas de pasar mi primera noche solo en el cuarto del hotel. Y resultó ser que tenía razón sobre la buena compañía, mi primera noche en Roatán hubiese sido perfecta de no ser por una dolorosa metida de pata.

    No nos tomó mucho tiempo caminar desde la playa hasta la casa del amigo. A pesar que la colina era bastante inclinada, no me quejé, pero llegando al final mi respiración se tornó dificultosa. Él parecía no haber sentido la inclinación y siguió con un paso parejo, mientras me daba un discurso acerca de la isla, sus habitantes, y su vida desde que se había mudado aquí. Me dio la sensación que estaba en una conversación unilateral, para evitarme la vergüenza de responderle mientras trataba de recuperar mi aliento.

    Finalmente, llegamos a la casa cuando el sol estaba por ocultarse. La casa estaba situada en un punto que miraba sobre la Bahía Oeste, y desde esta altura las vistas de la playa y la bahía eran bastante impresionantes. La mayoría de la casas que había visto estaban hechas de madera, y ésta no parecía ser distinta; pintada de un celeste claro que sobresalía entre el follaje a su alrededor. Era modesta en tamaño, pero tenía una terraza exterior amplia, viendo hacia la bahía. Supuse que la terraza fue diseñada para aprovechar al máximo las maravillosas vistas que ese punto proveía, y podía escuchar el murmuro de muchas voces en la terraza desde nuestra posición de abajo.

    —Esa fue una buena caminata —le dije mientras subíamos los últimos escalones y tocamos la gran puerta doble a un costado de la vivienda.

    —Deberías tratar de correrla —me dijo suspirando—. Casi me mata.

    Como nadie atendió la puerta, Paul se dejó pasar e hicimos nuestro camino hacia arriba, pasando por otra escalera, hasta llegar a un cuarto amplio que combinaba una moderna cocina con una sala espaciosa y llena de gente. Unas puertas de vidrio se abrían hacia la terraza. Pequeños grupos conversaban en esta parte de la casa, mientras un hombre caminaba entre ellos, ofreciéndoles platillos de comida. A simple vista se veían como un diverso grupo de personas. Algunos vestían de traje y corbata, mientras otros parecían como que venían de la playa. Escuché una mezcla de idiomas entre la multitud.

    Un hombre pequeño, bronceado y con un traje impecablemente blanco se separó del grupo y fue directo hacia Paul. Extendió su mano y jaló a Paul para darle un abrazo.

    —Me alegro que pudieras venir —dijo felizmente—, ¿y nos trajiste a alguien nuevo?

    Paul educadamente me

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