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Miguel Sánchez. Memoria(s) del primer atleta desaparecido
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Libro electrónico165 páginas2 horas

Miguel Sánchez. Memoria(s) del primer atleta desaparecido

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En Miguel Sánchez. Memoria(s) del primer atleta desaparecido, Ricardo Fernández reconstruye La vida del atleta a partir de entrevistas, voces, testimonios y archivos que dialogan con el contexto político social y económico de la Argentina en distintos periodos. Desde el bombardeo a Plaza de Mayo en 1955 hasta la incansable lucha por la memoria la verdad y la justicia. Esta investigación nos permite hallar un faro, aunque todavía lejano, para caminar hacia la historia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 jun 2024
ISBN9789878955377
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    Miguel Sánchez. Memoria(s) del primer atleta desaparecido - Ricardo Fernández

    Portada

    Ricardo Fernandez

    Miguel Sánchez

    Memoria(s) del primer atleta desaparecido

    Miguel Sánchez

    Memoria(s) del primer atleta desaparecido

    Índice de contenidos

    Portadilla

    Legales

    Introducción

    Prólogo

    1. Primeros años

    2. Pasiones

    3. Militancia

    4. Dictadura militar

    5. Enero de 1978

    6. Los periodistas

    7. Justicia

    8. Homenaje

    Palabras finales

    GES | Deportes

    GES®- Grupo Editorial Sur

    Prensa & Comunicación: Milena Salvador

    Coordinación General: Ona Ballesteros Gravino

    Dirección: Ture Salvador

    GES®- Grupo Editorial Sur

    Santos Dumont 3454, Piso 3, Depto 24 / CP1427 CABA

    www.grupoeditorialsur.com

    Enlace con los Medios

    comunicacion.redes@grupoeditorialsur.com

    www.grupoeditorialsur.com

    contacto@grupoeditorialsur.com.ar

    Primera edición en formato digital: mayo de 2024

    Versión 1.0

    Digitalización: Proyecto451

    ISBN edición digital (ePub): 978-987-8955-37-7

    Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

    Lo peor que le puede pasar a uno es no creer en nada.

    Quien no cree en nada se vuelve extranjero de la vida.

    Mercedes Sosa

    A Bernardina y Manuel

    Introducción

    24 de marzo de 2004: el día en que la vida venció a la muerte. De esta manera titula el diario Télam una de sus notas. En una tarde calurosa, miles de personas se agolparon en las puertas de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), ubicada en Av. Libertador 8151 en el barrio de Núñez de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En un acto multitudinario, el presidente Néstor Kirchner y el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, firmaron un acta para la creación del Instituto Espacio para la Memoria (IEM). Este organismo es el encargado de resguardar la memoria sobre el terrorismo de Estado conservando cada uno de sus edificios que se encuentran en el predio.

    En este lugar funcionó un centro clandestino de detención y tortura durante la última dictadura militar, uno de los más grandes del país. Se estima que entre 1976 y 1983 han pasado más de cinco mil personas secuestradas. Estas personas fueron detenidas de manera ilegal por los Grupos de Tareas (1) sin dejar registro de ello. En todos los centros clandestinos, los secuestrados eran encerrados en cuchas como animales, con poca ropa, sin comida ni agua, torturados durante días, semanas e incluso meses. Algunos, con fortuna, fueron liberados, otros, asesinados y enterrados en fosas comunes o lanzados en los vuelos de la muerte, un método de exterminio que consistía en arrojar los cuerpos al mar desde un avión, que terminaban, algunos, en las orillas de las costas argentinas. Pero hay muchos otros que no se sabe su paradero ni qué hicieron con ellos. Cada familia sabe lo que vivió durante esos años tenebrosos y hoy vive, ya en otro contexto político pero con la misma incertidumbre, sin poder dar con el cuerpo de su ser querido. Lloran días, el hambre no se hace presente, el sueño por las noches es totalmente esquivo. Ese hermano o hermana, esa tía o tío, ese padre o madre, aquel hijo o hija, ya no está. Aquellos que se los llevaron callan, no hablan, no demuestran nada, ni siquiera sentimientos.

    Frente a miles de hombres, mujeres y niños, el presidente, parado frente al micrófono, dice:

    Las cosas hay que llamarlas por su nombre y acá, si ustedes me permiten, ya no como compañero y hermano de tantos compañeros y hermanos que compartimos aquel tiempo sino como Presidente de la Nación Argentina, vengo a pedir perdón de parte del Estado Nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia por tantas atrocidades (2).

    Néstor, con su tono de voz y su endereza, emocionó a cada una de las almas que estaban ahí y a los millones que miraban por televisión. Como yo en mi casa de Curuzú Cuatiá, tirado sobre la cama de mi habitación. Era feriado y estaba contento, como todo pibe, de no ir a la escuela. La tele vieja de tubo estaba sintonizada en el Canal 7. No entendía bien qué pasaba, tenía solo trece años, pero algo me decía que debía mirar por compromiso ya que años atrás la habíamos pasado fiero en casa y muchas familias argentinas estaban en las mismas condiciones, falta de trabajo y hambruna durante el año 2000 y la crisis del 2001. Las cosas parecen mejorar gracias a ese hombre que habla frente a todas esas personas.

    Hablemos claro: no es rencor ni odio lo que nos guía y me guía, es justicia y lucha contra la impunidad. A los que hicieron este hecho tenebroso y macabro de tantos campos de concentración, como fue la ESMA, tienen un solo nombre: son asesinos repudiados por el pueblo argentino (3).

    ***

    Diez años después de aquel discurso, me encuentro en la ex ESMA estudiando periodismo deportivo, espacio que funciona como extensión de la Universidad de La Plata. Cuando atravesás el umbral de la entrada principal sobre Av. Libertador, en tus hombros cae la carga de toda la historia pasada. Recorrés sus calles internas en las que antes había un Jeep, estaban los militares y predominaba la seriedad y el verde oliva. Hoy solo caminan personas riendo. El aire fresco se mezcla con escalofríos que recorren tu cuerpo cuando tomás dimensión de dónde estás parado. Se respira una paz que es difícil de encontrar en cualquier otra parte, pero en tu cabeza se cruzan las historias de terror que escuchaste de las personas que antes estaban detenidas.

    En el 2018, ya en el último año de la carrera, decidí investigar sobre un deportista desaparecido para una materia de audiovisual, busqué varias historias, pero la que más me llamó la atención fue la de Miguel Benancio Sánchez, un chico tucumano de veinticinco años que se mudó a Buenos Aires en busca de trabajo y un futuro para él y su familia. Consiguió trabajo y se encontró con algo que no buscaba, el deporte, amó el atletismo de una manera que solo aquel que es deportista entiende. Fue una persona que pasó dejando un gran mensaje: el de la solidaridad, el compañerismo, el ayudar a otros sin pedir nada a cambio, un deportista ejemplar que no buscaba lucrar con nadie. Un chico que sabía lo que sucedía en el país y trataba de cambiarlo a su manera, no con armas sino con el ejemplo del diálogo y las palabras, ya que escribía poesía y militaba en Berazategui. Luego de regresar de Uruguay después de representar a la Argentina en la famosa carrera de San Silvestre en Brasil, un grupo militar irrumpe en su casa y es secuestrado, luego desaparecido.

    Al año siguiente, decido plasmar esta historia en un libro. La reconstrucción de la vida de Miguel Sánchez se irá nucleando a través de diversas entrevistas a personas que estuvieron con él, su hermana Elvira Sánchez, la encargada de mantener encendida la llama de su memoria; los testimonios de sus otros hermanos, Arturo y Carlos, que no están acostumbrados a hablar con periodistas, pero hicieron una excepción. Su sobrina Claudia Villagra, la última persona que lo vio la noche del secuestro y recuerda con detalle todo lo ocurrido. También, sus amigos con los que entrenaba y militaba: Víctor Díaz, Nora Pereyra, Segundo Correa, Eduardo Santomil y Manuel Bazán. Ellos no se conocen entre sí, pero conocían a Miguel, entrenaban, corrían, estudiaban, reían, lloraban. Todos lo recuerdan como un gran chico con un gran corazón. También, este trabajo se complementará con material de archivo de aquellas personas que fueron en busca de la verdad, tal como su entrenador Osvaldo Suárez, los periodistas Ariel Scher, Víctor Pochat, Pablo Llonto, Hernán Gil, etc., que fueron un pilar fundamental para ir uniendo las piezas de la historia.

    Además, estas voces dialogan con los hechos políticos que sacudieron al país, trazando así el recorrido de una vida, la de Miguel Benancio Sánchez, en relación con el contexto político, social y económico de la Argentina en distintos períodos, desde el bombardeo a la Plaza de Mayo, el golpe de Estado de la Revolución Libertadora, el derrocamiento de Perón en 1955, el cierre de fábricas, la falta de trabajo y la hambruna, las sucesivas dictaduras militares, la última dictadura cívico-militar de 1976, la desaparición forzada de personas, los centros clandestinos de tortura, la persecusión política y la desarticulación de la organización social, hasta la vuelta a la democracia y el camino inverso: la búsqueda de los familiares, los testimonios, los juicios y encarcelaciones, los homenajes, la Memoria, la Verdad y la Justicia.

    1. Los Grupos de Tareas estaban conformados por personal de las diversas Fuerzas Armadas y de Seguridad.

    2. Menzulio, Mariana (2014). 24 de marzo de 2004: el día en que la vida venció a la muerte. Télam. https://www.telam.com.ar/notas/201403/56340-24-de-marzo-de-2004-el-dia-en-que-la-vida-vencio-a-la-muerte.html

    3. Menzulio, Mariana (2014). 24 de marzo de 2004: el día en que la vida venció a la muerte. Télam. https://www.telam.com.ar/notas/201403/56340-24-de-marzo-de-2004-el-dia-en-que-la-vida-vencio-a-la-muerte.html

    Prólogo

    Un día, hace mucho tiempo, me encuentro viajando en subte por la Ciudad de Buenos Aires. A mi lado está Ramón Sánchez, uno de los hermanos de Miguel, el Miguel que trata este libro.

    Ramón es un hombre de pocas palabras, quizás por esto me dice: A mí me gusta la noche. La noche, hija de sueños, silencios, pensamientos, la noche, enemiga del apuro, de la vida que anda a mil y no te deja respirar. Ramón me cuenta que le gusta todo eso. Después, sus pocas palabras llevan a otro discurso, así, con un hilo de voz, levanta los ojos y habla: Él tenía siempre algo de especial. Yo lo escucho y entiendo que habla de su hermano, Miguel.

    Dentro de mi cabeza, esa palabra, especial, abre algo. ¿Qué tenía de especial Miguel? Contarlo es la misión que Ricardo Fernández absolve en estas páginas. Hechos y personas. Personas con las que Miguel le gustaba estar: gente, encuentros, entrevistas, poemas que escribía para compartir con su público de amigos y compañeros de carrera. El deseo de darle un sentido a la vida, un sentido que no se puede parar a sí mismo. Miguel corre, pero no mira solo adelante, ve lo que pasa a la derecha, a la izquierda, por detrás y por debajo. Y la verdad es que esto le costó la vida en la Argentina del terror. El terror es exactamente lo contrario al deseo de compartir y de estar juntos.

    Y entonces, los recuerdos de Miguel no son solo un viaje al terminar la noche, son también el comienzo de un nuevo día. Porque dejó mucho entre sus familiares, amigos y personas que no lo conocieron en vida, pero lo descubren en un libro, en una

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