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Cómo pintar una utopía
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Libro electrónico95 páginas1 hora

Cómo pintar una utopía

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En Cómo pintar una utopía la autora nos sumerge en un viaje íntimo a través de las páginas de su historia familiar. A partir de un sueño y algunas fotografías reconstruye los hilos que tejen su pasado, en busca de respuestas y revelaciones sobre quiénes fueron sus padres y cómo su legado ha influido en su vida. La narradora explora la historia de su padre: su origen humilde, su afiliación política peronista y su pasado como militante, y especula sobre su identidad, trata de descifrarlo. Reflexiona también acerca de las enseñanzas de su madre y su experiencia en el austero barrio de Devoto, donde afrontaron dificultades económicas. Es así como este libro se convierte en una metáfora de la vida misma, en que se busca dar forma y color a los sueños y anhelos en medio de un mundo muchas veces adverso, y nos invita a reflexionar acerca de la importancia de nuestras raíces, el legado que recibimos y cómo podemos transformar nuestra vida en un lienzo en blanco en el que pintar nuestras propias utopías.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 may 2024
ISBN9786316505828
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    Cómo pintar una utopía - María del Carmen Saravia

    Cubierta

    María del Carmen Saravia

    Cómo pintar una utopía

    Metrópolis Libros

    EN PRIMERA PERSONA

    Saravia, María del Carmen

    Cómo pintar una utopía / María del Carmen Saravia. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Metrópolis Libros, 2024.

    Libro digital, EPUB

    Archivo Digital: descarga y online

    ISBN 978-631-6505-82-8

    1. Narrativa Argentina. 2. Memoria Autobiográfica. I. Título.

    CDD 808.883

    © 2024, María del Carmen Saravia

    Primera edición, mayo 2024

    Dirección comercial

    Sol Echegoyen

    Dirección editorial

    Julieta Mortati

    Asistencia editorial

    Eleonora Centelles

    Coordinadora de ediciones

    Jacqueline Golbert

    Jefa de corrección

    María Nochteff Avendaño

    Corrección

    Karina Garófalo y Guadalupe Alfaro

    Diseño y diagramación

    Lara Melamet

    Ilustración de tapa

    El espejo, Néstor Arturo Saravia

    Conversión a formato digital

    Estudio eBook

    Hecho el depósito que establece la ley 11.723.

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la autorización por escrito de los titulares del copyright.

    Metrópolis Libros

    Editorial PAM! Publicaciones SRL, Ciudad de Buenos Aires, Argentina

    info@pampublicaciones.com.ar

    www.pampublicaciones.com.ar

    In memoriam de

    Pepita y Néstor

    Somos lo que hacemos con lo que hicieron con nosotros.

    JEAN PAUL SARTRE

    Cae una llovizna débil esta tarde, es temprano. ¿Por qué nunca sé qué hacer cuando la tarde se va poniendo gris y húmeda? Me recosté para dormir una siesta toda arropada por el frío húmedo que se hace sentir. Ya sé que difícilmente lo logre, pero hoy cerré todas las persianas de mi cuarto y, en posición fetal, me dormí. Me levanté haciendo esfuerzos para concentrarme en las imágenes de lo que soñé. No se trataba de una pesadilla, por suerte. Pero fui recuperando partes de las imágenes fundamentales del sueño. Lo más importante era que los personajes éramos mi padre y yo.

    A solas, deambulando por mi dormitorio y hablando conmigo misma, pensé: Hace muchísimos años que no sueño con mi padre. Si es que alguna vez lo hice. Es que hace un tiempo que tengo recuerdos de él, sueltos. Sin conexiones aparentes con las situaciones cotidianas.

    Lo recuerdo sentado en su reposera de madera y lona en el patio de mi casa. Un patio pequeño, en una casa muy pequeña. Allí sentado, los domingos leía el diario La Nación. La casa, que no era nuestra, sino alquilada, estaba en la calle Mercedes al 3000, en el barrio de Villa Devoto. O eso pensábamos. Más tarde nos enteramos de que en realidad estaba en una zona intermedia de un barrio del que no recuerdo su nombre. En una especie de ecotono. Nunca tuvimos casa propia, eso era más que nada por convicciones ideológicas de mi padre. No había que tener propiedades por una cuestión de principios. Pero también éramos pobres. Materialmente, no en vida espiritual.

    Tengo imágenes que se cuelan en mi cabeza, no entiendo cómo, y me veo saliendo de casa muy temprano yendo a la estación Devoto del ferrocarril San Martín. Vestida con un tapadito blanco confeccionado por mi abuela paterna, acompañaba a mi padre a su trabajo, tomada de su mano. Yo tenía entonces unos tres años. Nací en 1940. ¿Puede ser que me recuerde a esa edad? Caminaba sobre una vereda de baldosas claras, amarillentas, de esas con ranuras parecidas a vainillas, como si fueran nuevas. Eso sí, me sentía cerca del suelo. No recuerdo haber vivido en otro lugar. Eso hasta que me casé. Después de muchos años, hace relativamente poco, una amiga me confesó:

    —Yo me casé para salir de mi casa.

    Yo, ni lenta ni perezosa, le contesté:

    —Yo también. —Pero en aquellos tiempos no lo sentí así, para nada. Al contrario, hay veces que dejar la casa paterna es muy difícil. Ya sea para bien o para mal.

    Pero los recuerdos siempre parecen distantes de lo que fue la realidad. No se sabe tampoco cuál es la realidad. ¿Cómo retener los recuerdos? ¿Cómo retenerlos sin que sufran modificaciones? En cambio, las fotografías me dan la posibilidad de acercarme a una realidad más palpable, aunque sean de tiempos lejanos. Los registros fotográficos logran de un modo ilusorio hacer que el pasado esté en el presente y, por lo tanto, en el futuro, si es que no se destruyen antes. Claro, lo que igual cambia es nuestra mirada. De todos modos trato de buscar en fotografías viejas, acumuladas en bolsas de plástico polvorientas, vestigios de momentos en los que estamos mi padre y yo. Y las que más me emocionan son esas en las que estamos en la playa, parados de frente, con el mar de fondo, él pasa un brazo por sobre mi hombro. En ese entonces, él era joven y algo corpulento y yo tenía unos siete u ocho años. Era muy parecida a él, de rulos rubios, la frente ancha, quizás demasiado ancha. Él me llamaba mi rubia estrafalaria, vaya manera de describirme. Finalmente empecé a percibirme así. Estrafalaria. También encontré fotos de mi padre conmigo en el mar; agarrados de la mano sorteando las olas. Las fotos fueron tomadas probablemente por mi madre, en las playas de Chapadmalal, en la costa atlántica bonaerense. Nos alojábamos en los hoteles que se hicieron con el primer Plan Quinquenal del primer gobierno de Perón. Como papá trabajó con Pistarini, ministro de Obras Públicas, prácticamente inauguramos esos hoteles. Los primeros viajes estuvieron dirigidos a los empleados del ministerio. Ese plan se propuso posibilitar el acceso de los trabajadores al mar y a la sierra, que hasta ese momento estuvieron destinados a grupos selectos de la sociedad argentina. Los dos destinos más importantes para la población adinerada de la capital. Después pasaron a ser administrados por la Fundación Eva Perón. De ese modo, las posibilidades de acceder a esos destinos alcanzaron a todos los trabajadores.

    También recuperé una foto en la que estábamos desayunando en un hotel del mismo tipo en Embalse Río Tercero, en la provincia de Córdoba. Del mismo plan. Estamos con mi abuela paterna, mi hermano y mis padres. En ese hotel que fue el primero que se construyó, las mesas del desayuno y de las comidas eran comunitarias, largas, de madera, como para que entren varias familias. No tengo muchas fotos de nosotros dos más que esas. Todas fotos en blanco y negro. Me refiero a esa época de mi vida.

    Más tarde encontré una en la que

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