Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

No soy Seth
No soy Seth
No soy Seth
Libro electrónico745 páginas9 horas

No soy Seth

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Siempre observados por los prejuicios de la gente, los hermanos Kendrick eran tan opuestos como el día y la noche. Mientras que a Seth, el mayor, lo catalogaban como el mismísimo Sol del sistema que formaban sus familiares y compañeros, a Joshua todos lo veían casi como una luna: oscuro, alejado, distante. ¿Y qué diferencia había entre el Sol y la luna cuando te aventurabas a conocerlos de cerca en lugar de admirarlos desde la distancia?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 may 2022
ISBN9786287642355
No soy Seth

Relacionado con No soy Seth

Libros electrónicos relacionados

Biografías literarias para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para No soy Seth

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    No soy Seth - Tell You Something

    CAPÍTULO 1

    Octubre de 2013

    —¿¡Qué harapos traes puestos!?

    Joshua se encogió en su sitio al escuchar el grito de su madre, quien parecía capaz de echar humo por las orejas tan solo por ver su deteriorado estado. Cubierto de barro de pies a cabeza, y con la ropa empapada, no se atrevió siquiera a cruzar el umbral sin su consentimiento.

    —Me… me caí en un pantano —balbuceó, aferrándose a su mochila con fuerza mientras intentaba dejar de temblar—. Mamá, ¿puedo…?

    —¿¡Te has saltado las clases de nuevo!?

    El menor apretó los labios en una tensa línea recta, queriendo rebatirle aquello. ¿«De nuevo» no sonaba a demasiadas veces? Sin embargo, considerando lo furiosa que se veía la mujer frente a él, sabía que tenía que guardar silencio.

    —¿Por qué lo haces? —Su voz pasó de tener un tono molesto a uno cansado—. ¿Por qué te encanta meterte en problemas? ¿Intentas llamar la atención? ¿Hay algo que debas decirme?

    Haciendo una mueca, Joshua sintió que se le calentaba el rostro mientras sacaba una mano del bolsillo. Hazel miró con atención el celular que le mostró.

    —Esto… —Se aclaró la garganta antes de añadir—: Creo que está roto.

    —¡Es el tercero que te compramos este año, Joshua! —le recordó, enfureciéndose de nuevo—. Si no sabes cuidar de lo que tienes, ese ya no será nuestro problema. Tendrás que arreglártelas por tu cuenta —farfulló, dándole la espalda—. ¿Por qué no puedes ser más como tu hermano? Seth jamás nos ha dado este tipo de problemas y… ¡alto ahí, jovencito! —Se alcanzó a girar hacia el menor cuando él intentó poner un pie dentro de la casa—. ¡No entrarás con esas pintas!

    —Pero, mamá…

    —¡La casa está reluciente! Te quedarás afuera hasta que tu ropa se seque o hasta que alguien se apiade de ti y te arroje algo limpio. Veremos si aprendes algo de esto. —Y, sin darle tiempo de contestar, con un leve empujón, lo hizo retroceder un paso y le cerró la puerta en la cara.

    Joshua tensó la mandíbula, intentando encender su celular para conseguir que alguien lo socorriera. Lamentablemente, al no obtener una respuesta favorable, terminó lanzando el aparato al piso, estrellándolo sin cuidado alguno.

    De todas formas, no tenía arreglo.

    Se sentó en el césped, abrazándose a sí mismo. Su cuerpo no había dejado de temblar y quería llorar de impotencia por culpa de su madre. Las lágrimas se le escurrieron por el rostro solo un minuto después, pero las apartó con brusquedad, sin darles la oportunidad de que lo delataran. Esperaba que su padre llegara antes del anochecer, pues era probable que él sí pudiera compadecerse un poco de su hijo menor.

    —¿Joshua? —El aludido intentó no rodar los ojos al escuchar aquella voz—. ¿Qué te ha pasado?

    Joshua primero observó los pies de la persona que estaba frente a él. Sus zapatillas deportivas lucían de un blanco reluciente y eso siempre lo hacía enfadar. Levantando la vista, se preguntó por qué su hermano mayor siempre tenía que mirarlo desde arriba con esos ojos llenos de gentileza y preocupación. No le molestaba su afecto, pero siempre terminaba cuestionándose por qué lo recibía de él y no de su madre.

    —Me caí… —Se sorbió la nariz con molestia, preguntándose si el lodo había llegado incluso ahí—. Fue un accidente.

    —¿Cómo sucedió? —Quiso saber—. ¿Y por qué estás aquí afuera?

    —Mamá no me dejó entrar.

    —¿Qué? ¿Por qué…? ¿Por qué no me llamaste?

    El menor se giró hacia el celular, que ya no tenía salvación. Seth lo miró por unos segundos antes de observarlo de nuevo, extrañado.

    —No tenía arreglo —se excusó—. Mamá dijo que no me compraría otro.

    Seth suspiró, negando con la cabeza. A pesar de que quería reprocharle sus descuidos, le preocupaba más el trasfondo de su accidente. Sin embargo, entendiendo la falta de confianza entre ambos y notando que su hermano había omitido los detalles, se limitó a tomarlo del brazo, impulsándolo para que se levantara.

    —Haremos esto. —Abrió su bolso y sacó una toalla para envolver al menor—. Te quitarás los zapatos antes de entrar, abriré la puerta y me encargaré de mamá mientras tú te escabulles al segundo piso, ¿de acuerdo?

    Y eso hicieron. Joshua subió con recelo las escaleras, escuchando cómo su madre, desde la cocina, saludaba con cariño a Seth.

    Sentía el cuerpo magullado, pero agradeció que el agua tibia lo hiciera entrar en calor a pesar de sus dolencias. Con cierto alivio, arrastró los pies a la cama y se desplomó pesadamente en ella. Quiso golpearse la cabeza contra una pared cuando buscó a ciegas su celular bajo la almohada y luego recordó que ya no podía contar con él.

    Otro mal día agregado a su interminable lista.

    —¿Joshua? —Seth llamó a la puerta y se asomó cuando no recibió una respuesta—. Joshua…

    —Quiero estar solo —respondió de forma ahogada contra la almohada.

    —No te quitaré mucho tiempo —le aseguró, entrando a la habitación—. He encontrado mi viejo celular. Pensé que podrías usarlo hasta que obtuvieras uno nuevo. —Sonrió un poco cuando consiguió la atención de su hermano, quien lo miró de reojo mientras seguía con la mejilla aplastada contra la almohada—. No estás obligado a usarlo, pero lo dejaré aquí por si te interesa.

    Seth dejó el celular sobre el escritorio y se retiró sin agregar más. Joshua esperó a que la puerta se cerrara para ir por él y luego regresó rápido a su cama. Lo conectó al cargador mientras se convencía de que no tenía una mejor opción y que poco importaba que el teléfono fuera usado siempre y cuando funcionara. Casi lo lanzó lejos porque, al encenderlo, cientos de notificaciones no tardaron en llegar, colapsándolo.

    —¡Oh, Joshua! —La voz de Seth volvió a oírse y el aludido levantó la mirada, como si lo hubiera pillado desprevenido—. Olvidé decirte que aún conserva mi viejo número. Deberías encargarte de eso.

    —Sí, pero… ¿por qué cambiaste de número?

    —Supongo que a alguien le hizo gracia compartirlo con el resto del alumnado. —Sonrió con calma—. Como ha pasado un tiempo, los mensajes deben ser viejos, así que solo deshazte de ellos.

    Joshua asintió, viendo a su hermano salir de la habitación. Revisó la mensajería instantánea y resopló al comprobar la cantidad de mensajes sin leer. Su hermano mayor era tan ridículamente popular entre las chicas de la secundaria que era comprensible que cambiara de número tras hartarse. Le hubiera gustado sentirse mal por todas aquellas cuyos mensajes ni siquiera le llegaron al destinatario, pero la situación se le hacía tan estúpida que no sintió más que vergüenza ajena. ¿Cuál era la posibilidad de que su hermano se interesara en una de ellas? Nula. El chico pasaba más tiempo entre libros que entre mujeres.

    El penúltimo mensaje, en efecto, había sido enviado hacía unas semanas. No obstante, frunció el ceño al notar que el último lo habían enviado ese mismo día, hacía apenas unos minutos. Y no solo eso, sino que, al abrir el chat, se le escapó una expresión de sorpresa cuando comprobó que no se trataba de una mujer.

    Era un chico.

    Número desconocido:

    ¿Seth?

    Estaba esperando que estuvieras

    en línea para hablarte.

    Soy Thomas Hazard, delegado

    de la clase A, de segundo.

    ¿Me recuerdas? Suelo estar en las

    reuniones de directiva cada semana.

    Bien, solo tenía ganas de hablar contigo,

    no es como que tuviese algo

    que preguntar realmente…

    Hmm, quizás estás ocupado, ¿cierto?

    Debo estar molestando.

    Perdón.

    ¿Quizás te molestó que consiguiera

    tu número sin tu autorización?

    Lo siento, ¡ni siquiera consideré

    lo irrespetuoso que podía ser!

    ¿Seth?

    No soy Seth.

    Número desconocido:

    ¿¡En serio!?

    ¡Lo siento!

    ¡Debí equivocarme al anotar el número!

    ¡Y yo que lo repetí tantas veces hasta el punto

    de que creí haberlo memorizado!

    ¡De verdad lo siento!

    No importa.

    El desconocido, que decía llamarse Thomas Hazard y usaba como foto de perfil a un perro, dejó de escribir. Joshua suspiró, preguntándose si el chico era demasiado obvio o si él estaba viendo cosas en donde no las había. También se cuestionaba si debió decirle que, efectivamente, ese número solía pertenecerle a su hermano y tan perdido no estaba. Pero como ese no era su problema y poco le importaba el muchacho, se convenció de que los detalles eran innecesarios y se acomodó en la cama para tomar una siesta.

    Para cuando Joshua abrió los ojos ya había oscurecido. Intentando reincorporarse en el colchón, un quejido se le escapó de la boca debido al dolor que sentía en un costado del abdomen. Inhaló y exhaló unos segundos, juntando ánimos para desconectar el celular. Cuando lo hizo, quedó encandilado por el brillo de la pantalla. Eran más de las 19:00, pero, aunque su intención era solo comprobar la hora, sintió curiosidad al ver las nuevas notificaciones de mensajes. ¿Por qué ese chico estaba escribiendo de nuevo?

    Número desconocido:

    Revisé el papel en donde

    estaba escrito el número.

    ¡Y juro que lo he memorizado

    bien porque estaba correcto!

    ¿De verdad no eres Seth intentando

    gastarme una broma?

    Pero tú no eres el tipo de

    chico que gastaría bromas.

    Y tampoco tenemos tanta

    confianza entre nosotros.

    Estoy confundido.

    No soy Seth.

    ¿Por qué te mentiría?

    Número desconocido:

    Porque, si no estás mintiendo,

    significa que he sido engañado.

    ¡Probablemente, amigo!

    ¿Quién ha sido la persona desalmada

    que te ha engañado?

    Número desconocido:

    ¡Yo no creo que Jamie sea desalmada!

    Ella siempre es buena conmigo.

    De seguro se equivocó al anotarme el número…

    Si eso es lo que quieres creer…

    Número desconocido:

    ¿Intentas ponerme en su contra?

    Siento mucho seguir molestándote.

    Pero, como tardaste en responder, lo

    consideraré como una compensación.

    ¿De verdad me estás reclamando

    por tardar en responder?

    Ni siquiera te conozco.

    Y es de mala educación interrumpir las horas

    de sueño de un pobre y agotado chico.

    Número desconocido:

    ¡Así que eres un chico!

    Sí. ¿Qué pensabas?

    Número desconocido:

    Ese es el punto, ¡no pensaba nada!

    Ni siquiera me he detenido a pensar

    en la clase de criatura que eres.

    ¿Criatura?

    Número desconocido:

    De todas formas, disculpa por

    molestarte, chico que no es Seth.

    Como sea.

    ¿Por qué querías hablar con ese tal Seth?

    Número desconocido:

    Ohhhh.

    Porque él es muy genial.

    Hmmmmm.

    Número desconocido:

    Pensé que sería increíble que nos

    convirtiéramos en amigos.

    ¿Solo porque él es genial?

    Eres un tipo demasiado simple, Thomas Hazard.

    Número desconocido:

    ¡No soy simple!

    ¡Ser genial no es la única razón!

    No lo entiendes porque no conoces a Seth.

    No dejas de repetir su nombre, ¿eh?

    Número desconocido:

    ¡Es que Seth es de otro mundo!

    Válgame Dios, ¿te gusta un extraterrestre?

    Ahora entiendo por qué me has tratado de criatura,

    ¡estás acostumbrado a los fenómenos!

    Número desconocido:

    ¿QUÉ?

    ¡No he dicho que me guste!

    ¡Y Seth no es un extraterrestre!

    ¡No me gustan los fenómenos!

    ¡Ja, ja, ja!

    Número desconocido:

    No te rías T_T.

    ¡No lo comprendes, chico que no es Seth!

    Correcto.

    Entonces, ayúdame a entender.

    ¿Por qué tanto interés en ese tal Seth?

    Número desconocido:

    Uff.

    Es difícil ponerlo en palabras.

    ¡Tiene un corazón enorme!

    Pobre. ¿Padece insuficiencia cardíaca?

    Número desconocido:

    ¡NO SEAS ASÍ DE LITERAL!

    Él…

    ¡Tiene una risa agradable!

    ¡Y es MUY inteligente!

    BRILLA COMO EL SOL E

    ILUMINA TODO A SU PASO.

    ¡Es simplemente la definición de perfección!

    Thomas Hazard.

    Número desconocido:

    ¿Chico que no es Seth?

    Eres gay, ¿cierto?

    Número desconocido:

    ¿QUÉ?

    ¡NO!

    ¡POR SUPUESTO QUE NO!

    ¡Mierda!

    Lo siento.

    ¿Lo sientes?

    Número desconocido:

    Acabo de arruinarlo, ¡no lo digas!

    Hablé de más y ahora te he molestado, ¿cierto?

    ¡Lo siento mucho, chico que no es Seth!

    ¡Prometo no molestarte más!

    Aguarda un momento, Thomas Hazard.

    Sin siquiera conocerme, ¿insinúas

    que tengo algo contra ti

    solo porque he notado que eres gay?

    ¡Eso es ofensivo!

    ¿Por qué debería importarme

    la sexualidad del resto?

    Es tu maldita vida, hombre.

    ¡No te disculpes por ese tipo de estupideces!

    ¿Y de verdad vas a dejar de

    responderme así como si nada?

    Imbécil.

    Joshua esperó un minuto, preguntándose si aquel chico leería sus mensajes, pero nada sucedió. Por lo general, no le importaría que un desconocido dejara de responderle, pero se sentía agraviado por aquella mala deducción.

    ¿Homofóbico? ¿Él? ¿Que babeaba por chicos guapos desde antes de la pubertad? La vida era una mierda irónica, sin duda. Y Thomas Hazard era un pobre idiota.

    CAPÍTULO 2

    7:00

    Joshua lanzó el celular a su suerte tras desactivar la alarma. Hundiendo el rostro de regreso en la almohada, intentó regresar al hermoso sueño en donde vivía lejos de la ciudad y sus rascacielos. Imaginó un verdoso bosque y, en él, una cabaña. Era pequeñita, pero le gustaba. Quizás, si viviera en un lugar como ese, podría escalar todos los árboles que quisiera, nadar en las claras aguas de un lago y atrapar su propia comida, a pesar de que seguro extrañaría las deliciosas preparaciones de su madre. Sin embargo, ¡podría saltar sobre charcos de lluvia, embarrarse la ropa y rodar por el césped y nadie se lo recriminaría! ¿No era eso lo suficientemente atractivo?

    Sí. Muy de vez en cuando Joshua pensaba en que hubiera sido más feliz naciendo como un animal salvaje en vez de como un humano. Y ese pensamiento se intensificaba con más fuerza que nunca cuando, cada mañana, ignoraba el despertador y su hermano se veía en la obligación de entrar a su cuarto. De seguro una húmeda y apestosa cueva hubiera sido mejor que su preciosa cama, considerando las insistencias de Seth.

    —¡Joshua, sé que estás despierto! —le reprochó el rubio, apartando las cálidas mantas de un tirón. Seth intentó no reírse al ver al menor hacerse bolita—. Si no estás en la mesa en diez minutos, juro que permitiré que mamá te deje atrás esta vez.

    Joshua no se movió hasta que el mayor cerró la puerta. Conociéndolo, no cumpliría con su amenaza. Su hermano, tan odiosamente gentil como era, tenía cierta debilidad por él. Y, aunque odiaba reconocerlo, a veces obtenía ventajas por ello.

    Se estiró con desgano, mirando las cobijas en el piso y con los ojos llenos de sueño. Se los frotó, aún aletargado, y giró la cabeza en todas las direcciones al notar que el celular no estaba por ahí. Revolvió sus sábanas y las mantas, lanzó las almohadas al aire y gruñó cuando no vio ni rastro del aparato. Para él era un poco difícil recordar las cosas que hacía medio dormido, pero se conocía lo suficiente como para saber que seguro lo había tirado. Por lo tanto, arrastrándose por la alfombra, metió la cabeza debajo de la cama y echó una última ojeada. El teléfono yacía en las penumbras y tuvo que estirar el brazo para poder rescatarlo.

    —¿Cómo has llegado hasta ahí? —cuestionó a pesar de que conocía la respuesta y entendía que no era más que un objeto inanimado.

    Desbloqueó la pantalla, queriendo ver cuántos minutos le quedaban para seguir dando vueltas, pero el objetivo se perdió en su mente al notar las notificaciones que parpadeaban en la pantalla.

    Número desconocido:

    Perdón, perdón, perdón.

    ¡De verdad, perdón!

    No pretendía ofenderte ni nada por el estilo.

    Supongo que el prejuicioso he

    sido yo, pero es la costumbre.

    ¿La costumbre?

    Número desconocido:

    Los tiempos cambian, sí, pero eso

    no significa que la homosexualidad

    sea taaaaaan aceptada.

    Mejor que antes, pero aún es polémica.

    Y prefiero salirme del paso antes de

    leer cualquier comentario hiriente.

    Soy un chico sensible.

    Y no serías el primero en

    rechazarme por ser gay.

    Ya…

    Entiendo.

    Siento haberme molestado

    también, Thomas Hazard.

    Número desconocido:

    ¡Ah!

    ¡Sigues haciendo eso!

    ¿Qué cosa?

    Número desconocido:

    LLAMARME POR MI NOMBRE COMPLETO.

    ¡Es espeluznante!

    Pero te presentaste de esa forma.

    Número desconocido:

    ¡Porque pensé que eras Seth!

    Dije mi nombre, teniendo la esperanza

    de que él me reconociera.

    Somos varios delegados y,

    de no ser por mi pelo,

    creo que no destacaría en absoluto.

    ¡El presidente estudiantil tiene

    mejores cosas que hacer

    que memorizarse el nombre de los delegados!

    El punto es: ¡No dije mi nombre

    con la intención de

    que me llamaras por él todo el tiempo!

    ¿Y cómo debería llamarte?

    Número desconocido:

    No, es que…

    AISH.

    ¿Es necesario que lo uses completo?

    De verdad me da miedo.

    Sobre todo porque supongo que eres joven.

    ¿De mi edad, quizás?

    Un chico de mi edad no debería

    hablar de una manera tan formal.

    De acuerdo, intentaré llamarte

    por tu nombre y nada más.

    Número desconocido:

    ¡Bien!

    ¿Y cómo debería llamarte yo?

    ¿Por qué deberías llamarme de alguna manera?

    Número desconocido:

    ¿Hablas en serio?

    Sabes mi nombre, la clase que estoy

    cursando ¡y hasta que soy delegado!

    Comparado con lo que sé de ti,

    esa es MUCHA información.

    No seas injusto.

    ¿O quieres que te siga llamando

    «chico que no es Seth»?

    A mí no me molesta.

    Porque, evidentemente, no soy el tal Seth.

    Número desconocido:

    ¡Entonces pensaré en un apodo para ti!

    Ni de broma.

    Luego de que me trataras como una

    criatura, no me fío de tus apodos.

    Número desconocido:

    Será un apodo lindo.

    Eso lo hace aún peor.

    Los chicos no quieren tener apodos lindos.

    Número desconocido:

    ¡Estás generalizando!

    Si a mí me llamaran de una manera

    linda, me harían muy feliz.

    Es porque seguramente eres un

    cursi de primera, ¡ew!

    Número desconocido:

    Te pondré un apodo lindo,

    déjame que lo piense.

    No.

    Número desconocido:

    Esta discusión acabaría si solo

    me dijeras tu nombre.

    No.

    Número desconocido:

    Te pondré un apodo lindo entonces.

    Me haces sentir irritado.

    Número desconocido:

    Demasiado temprano para estar de mal humor.

    ¿Estás seguro de que eres un

    joven y no un anciano?

    Un anciano con onda, de todos modos.

    Solo fíjate en lo rápido que te respondo.

    Número desconocido:

    ¿¡Rápido!?

    ¡Te mandé el mensaje anoche!

    Me quedé dormido.

    Número desconocido:

    ¿ACASO SIEMPRE ESTÁS DURMIENDO?

    Cuando la gente no está molestándome, sí.

    —¡Te lo advertí, Joshua!

    —¿Advertirme de qué? —Sacudió la cabeza, restándole importancia a la voz de su hermano desde la planta baja.

    Número desconocido:

    Con todo lo que has dormido

    desde que nos conocimos,

    supondré que no te molestan a menudo.

    ¡Oh!

    De todas formas, debo irme

    a la secundaria ahora.

    ¡Ten un buen día!

    —¿Secundaria? —Abrió los ojos mucho y se fijó en los pequeños numeritos en la esquina superior del celular. ¡Faltaban 25 minutos para que comenzaran las clases!

    Salió corriendo de su habitación, prácticamente abalanzándose sobre el ventanal que daba hacia la calle.

    —¡Mierda! —gritó con molestia al cerciorarse de que se habían ido sin él. Miró de nuevo el celular y chasqueó la lengua, enfadado—. ¡Maldita sea, Thomas Hazard!

    Y sí, puede que Thomas Hazard no tuviera la culpa de que lo dejaran atrás, pero a alguien había que culpar de las desgracias, ¿no?

    Joshua no se presentó en el instituto sino hasta el primer descanso. Debido a que ya iba tarde, decidió que tenía tiempo de sobra para ducharse y desayunar. Deslizó los pies por el brillante piso como si de grandes sacos de cemento se trataran, pero intentó disimular su cansancio al llegar a la puerta del aula. Las miradas que se posaron en él tras cruzar el umbral se apartaron tan rápido como llegaron, evidenciando lo insignificante que era para todos ahí. O, bien, casi todos.

    Un muchacho, de tez pálida y cabello de color rubio ceniza, fue el único que mantuvo su mirada sobre él mientras masticaba perezosamente un sándwich. Joshua también lo miró, estudiando de paso el pequeño desorden en el escritorio que compartían. Se le iluminaron los ojos de inmediato como si hubiera recuperado las ganas de vivir.

    —¡Cariño, te extrañé tanto! —gritó, salvando la distancia que lo separaba de su escritorio para abalanzarse sobre él.

    Yona se tragó la comida que tenía en la boca, observando con pena ajena al castañito que ahora abrazaba una cámara fotográfica como si esta fuese su hija.

    —Ah. Hola, Yona —lo saludó su amigo tras salir de su ensoñación. El aludido se limitó a hacer un vago movimiento con la cabeza.

    Yona no pudo evitar sonreír un poco al notar cómo el menor inspeccionaba de una manera meticulosa su cámara, queriendo asegurarse de que todo estaba en orden. Su expresión siempre que la sostenía era de lo más interesante. Por lo general, su amigo no era muy expresivo, pero sí que cuidaba las cosas que amaba con su vida.

    —Gracias por cuidar de ella —dijo finalmente, mirándolo con una dulce sonrisa. Se le formaron pequeñas arrugas alrededor de los ojos, dándole un aspecto más infantil de lo usual, y Yona tuvo que convencerse de continuar con su comida en vez de extender la mano para tocarlo.

    —Sí, como sea. —Le restó importancia—. ¿Tuviste problemas en tu casa ayer?

    Joshua no respondió. En cambio, acarició los botones de su cámara antes de alzarla frente a su amigo y capturar la imagen de su rostro con la boca llena de migajas de pan. Consciente de su propio carácter, el mismo Yona se sorprendió por permitirle tantas libertades.

    —Lo mismo de siempre —respondió sin interés.

    —¿Al menos le contaste a alguien de tu familia la razón por la que terminaste así? —Esperó, pero solo hubo silencio—. No les dijiste.

    —No era… —Intentó excusarse, pero sus palabras quedaron interrumpidas cuando su amigo se atrevió a levantarle la camisa de un tirón, dejando expuesto su torso magullado—. ¡Hay gente en la sala! —le recordó, avergonzado, zafándole la mano para acomodarse la ropa.

    —Como si alguien se fijara en nosotros. —Lo miró con enfado—. Debiste decirles.

    —No es importante.

    —Te han golpeado, Joshua. —Intentó hacerlo razonar—. Empieza a preocuparte más por ti mismo, ¡esto no está bien!

    —Estoy libre de fracturas, así que todo está bien.

    Yona suspiró cuando el menor decidió dar la conversación por acabada, volviendo a centrarse en su cámara. No lo admitiría en voz alta, pero se sentía culpable del desenlace de los acontecimientos del día anterior.

    Lexi, una compañera del club de Joshua, lo había llamado durante el almuerzo, presa del pánico. La muchacha no dejaba de llorar mientras decía que había salido con su amiga y se había encontrado con un grupo de estudiantes que estaban amedrentando a unos cachorros en una esquina del arroyo. Ella ni siquiera pudo terminar de hablar porque Joshua ya le estaba entregando su cámara a Yona y asegurándole a su amiga que estaría ahí en un parpadeo.

    Joshua no volvió después de eso. Yona esperó a que acabara la última clase para ir a buscarlo, corriendo más rápido de lo que lo había hecho en toda su vida. Se sintió molesto al encontrar al menor magullado y embarrado, pero bastante contento por haber podido salvar a tres cachorros que temblaban de miedo y frío.

    Según se enteró, Lexi y su amiga intentaron detener la situación por su cuenta, pero el grupo de matones solo las apartó. Cuando Joshua llegó, se lanzó sobre ellos, decidido a proteger la caja en donde estaban los cachorros. Debido a que iba a ser difícil ganar contra tres chicos mucho más grandes, prefirió usar su cuerpo como escudo para proteger a las pequeñas criaturas. Lamentablemente, no se conformaron con eso y los desconocidos consiguieron apartarlo de la caja, que pretendían lanzar al arroyo. Ellos se rieron mientras se iban, asegurando que por algo los habían abandonado y que solo les estaban haciendo un favor.

    Joshua los había rescatado sin importarle nada más. Y Yona también quiso golpearlo cuando, tras extenderle su toalla de gimnasia, el chiquillo decidió secar a los cachorros en lugar de preocuparse por sí mismo.

    Joshua Kendrick podía ser muchas cosas. Para la mayoría ahí afuera, un adjetivo negativo acompañaría su nombre. Para Yona, decir que era el tonto más grande de todos era una buena definición. Pero era su tonto de buen corazón. Y era una lástima que muchos no conocieran ese lado de él. Al final, era también un tonto sin suerte.

    —¿Pudieron encontrarles un hogar? —preguntó repentinamente el castaño, sacando a Yona de sus pensamientos.

    —Lexi y su amiga llevaron a los cachorros al veterinario y dijeron que se encargarían de ellos por ahora. Quise decírtelo ayer, pero tu celular… —Hizo una pausa al ver que su amigo suspiraba—. Supongo que tus padres no te comprarán otro.

    —No, pero mi hermano me ha pasado su celular viejo. —Sonrió de soslayo, sintiéndose incluso molesto—. Recuperaré mi número antiguo y te avisaré, ¿está bien?

    Joshua se aseguró de pasar inadvertido en su regreso a casa. Encerrándose en su cuarto, tiró la mochila sin cuidado en el piso y empezó a revisar las fotografías que había tomado.

    Luego de terminar la jornada escolar, Yona y él fueron a la casa de Lexi para visitar a los cachorros. Ella les comentó que sus padres le permitirían dejarlos en casa durante al menos dos semanas, pero que tendría que asegurarse de conseguirles un hogar, pues no la dejarían conservar a más de uno.

    Yona, que no se caracterizaba por ser alguien expresivo, terminó sonriendo, enternecido, por culpa de uno de los cachorros que se había quedado prendado de él y buscaba su atención de manera constante. Joshua tomó fotos por montón, apreciando cada segundo del momento, y se sintió aliviado cuando al final su amigo cedió, tomó en sus brazos al pequeño animalito y afirmó que se lo llevaría a su casa.

    Lamentablemente, aún quedaba otro hermanito. La amiga de Lexi, Rachel, se había disculpado por no poder adoptarlo, pues vivía en un departamento y no le permitían tener mascotas ahí. Las opciones se reducían solo a él y temía recibir una gran negativa como respuesta. Sabía, con certeza, que su madre no era una gran amante de los animales, por lo que ese pensamiento lo dejó sin ánimos y lamentándose desde su cama. Su lapsus de autocompasión acabó rápidamente al revisar su celular y descubrir que el admirador de su hermano le había escrito de nuevo.

    Número desconocido:

    Hey!

    Heeeeeeey!

    Chico que no es Seth.

    Chico de los atrasos.

    HEY!

    ¿Por qué me llamas chico de los atrasos?

    Número desconocido:

    ¿Y te atreves a preguntarlo?

    ¡Siempre tardas horas en contestar!

    No es mi culpa que me hables

    cuando estoy desconectado.

    Número desconocido:

    ¿Así que es mi culpa?

    ¡Ni siquiera es normal estar desconectado!

    Como sea.

    Chico de los atrasos.

    ¿Ese será mi nuevo apodo?

    Número desconocido:

    Sí.

    Sigue siendo largo.

    Número desconocido:

    Hm.

    Y no es para nada lindo.

    Número desconocido:

    ¡Tú no eres para nada lindo!

    ¿Cómo puedes decir que no soy para nada lindo?

    ¡Ni siquiera me has visto!

    Número desconocido:

    ¡Pues mi radar de tipos lindos

    me dice que tú no lo eres!

    ¡Pues ve arreglando tu radarcito ese!

    Número desconocido:

    Está en perfecto estado.

    Eres feo.

    Y un pesado.

    ¿Ahora soy un pesado también?

    Número desconocido:

    Chico de los atrasos, hasta

    aquí apestas a amargado.

    ¡Solo intentaba ser sociable!

    Pues te informo, Thomas Hazard, que no soy en lo

    absoluto un chico sociable.

    Así que gracias por tu buena acción

    del día, pero ve a molestar

    a otro solitario que sí esté interesado en socializar.

    Adiós.

    Joshua bloqueó la pantalla, enfurruñado. ¿Quién se creía ese tal Thomas? ¿Cómo podía llamarlo feo y amargado sin más? Bien, su hermano podía ser mucho más atractivo que él, pero ¡seguían teniendo los mismos genes! Y, ¿amargado? Solo un poquitín. En su defensa, cuando pasabas demasiado tiempo con un tipo como Yona Granger, quien tenía más alma de viejo que de joven, se te iban pegando ciertas mañas. Como arrugar la nariz cuando algo te desagradaba, por ejemplo.

    Quizás por eso arrugó la nariz al ver a su hermano asomándose por la puerta sin ni siquiera golpear. ¿Cuál era su insistencia con invadir su privacidad?

    —Hermanito, es hora de la cena —anunció el mayor con una reluciente sonrisa.

    —Okey. —Se limitó a responder, volviendo a centrar la mirada en el celular, que ya estaba lleno de notificaciones.

    —¿Estás enojado?

    Joshua se encogió de hombros, restándole importancia. Estaba más interesado en lo que Thomas Hazard escribía.

    Número desconocido:

    ¿¡Ves cómo eres de sensible!?

    ¡Ay, no!

    Espera…

    No quería llamarte sensible.

    ¡No te enojes porque te he llamado sensible!

    Es que, en serio, ¡eres peor

    que una chica en sus días!

    Oh, no.

    ¡Espera!

    ¡No quise compararte con una mujer!

    Si dices que eres hombre,

    creeré que eres hombre,

    incluso si actúas sensible.

    No es que los hombres no

    puedan ser sensibles, ¿vale?

    Tampoco es que ser mujer sea algo malo.

    ¡Mucho menos que tengan días malos!

    Y tampoco es que las mujeres sean como tú,

    no es eso lo que quise decir.

    Espera…

    ¿POR QUÉ TODO LO QUE

    DIGO TERMINA MAL?

    ¡AY, DIOS!

    CHICO DE LOS ATRASOS.

    CHICO QUE NO ES SETH.

    ¿POR QUÉ NO ME RESPONDES?

    ESTÁS VIENDO LOS MENSAJES.

    NO SEAS ASÍ T_T T_T.

    Joshua se esforzó para que sus labios no formaran una sonrisa. Thomas Hazard no dejaba de escribir, enviándole hasta emoticones, y él se preguntaba cómo alguien podía ser tan divertido como estúpidamente dulce.

    —Así que, si estás enojado por eso, de verdad lo lamento. —La voz de su hermano volvió a captar su atención y lo miró sin entender—. ¿Ni siquiera me estabas escuchando?

    —Hmm.

    —¿Es más importante el celular que tu hermano mayor?

    —No seas dramático. —Entornó los ojos—. ¿Me haces un resumen?

    —Dije que lamentaba haberme ido sin ti esta mañana. Intenté que mamá regresara por ti, pero…

    —No importa —lo interrumpió, regresando su atención al celular.

    —Recuerda que hay que cenar, Joshua.

    —Ajá.

    Número desconocido:

    CHICO DE LOS ATRASOS.

    TE ESTOY PIDIENDO PERDÓN.

    Ya capté.

    Número desconocido:

    ¡Has vuelto!

    ¡Por fin!

    ¿¡Por qué tardaste tanto en

    responder si estabas leyéndome!?

    ¡Ves cómo siempre te atrasas!

    Oh, no, no empieces de nuevo…

    —Joshua, ¿ya cambiaste de número?

    —¿Eh? —El castaño despegó la mirada de la pantalla, procesando la pregunta—. ¡S-sí! —Lo miró con una sonrisa—. He logrado conservar mi número antiguo, así que márcalo si necesitas algo, ¿sí? —Dejó escapar un suspiro de alivio cuando su hermano asintió, retirándose de la habitación.

    Número desconocido:

    Yujuuuuuuuu.

    Chico de los atrasos.

    ¿Sigues ahí?

    Estoy aquí, tengo que ir a cenar.

    Número desconocido:

    ¡Buen provecho! ¡Hablamos luego!

    ¿Hablar luego? La pregunta de su hermano siguió rondándole la mente. ¿Y si en cambio…?

    Añadir a contactos: Thomas Hazard.

    Su hermano no tenía que enterarse del hecho de que aún no cambiaba su número, ¿verdad?

    Joshua masticó la comida en silencio, escuchando cómo su hermano narraba su día luego de que su madre le preguntara por la secundaria. Seth iba en último año, era presidente estudiantil y, además, el mejor estudiante de su generación, por lo que los ojos de Hazel parecían brillar al escuchar de su maravilloso desempeño.

    Su hermano mayor siempre parecía tan ocupado e involucrado en decenas de actividades que, al finalizar la cena, Joshua no tenía nada para contar que fuera nuevo: clases normales, regreso a casa normal. Nada que se destacara, en realidad. En el pasado solían preguntarle por su día, pero solo se encogía de hombros ante lo poco emocionante de su rutina.

    Sin embargo, ese día debía ser diferente.

    Joshua no tenía interés en hablar acerca de lo mucho que se aburrió en clases, pero esperaba que su hermano acabara pronto para poder preguntarles a sus padres por el animalito sin hogar. Fue por eso que, disimuladamente, soltó el tenedor, cruzó los dedos y cerró los ojos con todas sus fuerzas, orándole a todos los dioses, inventados o no, para que, por favor, estuvieran de su lado al menos una vez en su vida. De todas formas, el bien no era solo personal, ¡ese cachorro necesitaba una familia!

    —Joshua. —El joven se sobresaltó con la voz de su padre, quien lo miraba con curiosidad—. Me dijeron que estropeaste tu celular de nuevo. ¿Es cierto?

    —Sí… —murmuró apenas.

    —No es bueno andar tanto en las nubes, hijo. Me preocupa que llegue a pasarte algo en un descuido —comentó con preocupación, provocando que las mejillas del joven se tiñeran de rosa—. No creo que sea bueno que vayas por ahí sin un celular. El sábado vamos a…

    —El sábado nada —interrumpió la única mujer en la mesa—. Por lo que resta del año, no volverás a comprarle un celular. Necesita aprender a ser más responsable con sus cosas.

    —Hazel, es solo un niño. —Intentó razonar con ella.

    —¡De dieciséis años!

    —Es lo suficientemente joven, no seas tan dura con él —le pidió con calma—. Tiene derecho a equivocarse mientras sus padres puedan arreglarlo, ¿no es así?

    —No, no es así —respondió, tajante—. Lo consientes demasiado. No dejaré que le compres ese celular y punto.

    —Cariño…

    —Papá —lo interrumpió el menor—. No necesitas comprarme nada. Mi hermano me ha dado su celular viejo y con eso basta.

    —¿Ves? —Hazel miró de soslayo al mayor de sus hijos, quien parecía incómodo de repente—. Seth siempre está arreglando los problemas de este niño y tú siempre intentas encubrirlo. Es suficiente, se los digo a ambos.

    La mesa se quedó en completo silencio y Joshua centró su mirada en el plato, sintiéndose desanimado. Solo la mención de su nombre le había amargado la expresión a su madre, así que era imposible que aceptara al cachorro en casa. Incluso si su padre lo autorizaba, el intento terminaría siendo inútil, pues aquel hombre siempre cedía ante su mujer.

    Seth miró con agotamiento la expresión sombría del menor, lamentando que ese fuera su estado de ánimo la mayoría del tiempo. ¿Cuándo llegaría el día en el que de verdad pudiera hacer algo por él?

    Para cuando la cena terminó, Joshua caminó, con pasos tristes, hasta su habitación. Allí buscó el celular para agregar el número de su mejor amigo.

    El castaño no era bueno con los números largos. En realidad, él ni siquiera tenía una gran memoria. Pero, irónicamente, incluso si no podía memorizar el número de su propia casa, sí se sabía el de Yona. Quizás su inconsciente comprendía que, en caso de una emergencia, sería Yona a quien recurriría primero.

    Yoonie, ¿estás dormido?

    Yona:

    ¿Seth?

    ¿Qué diablos?

    ¡Soy Joshua!

    Yona:

    Oh, lo siento.

    ¿Acaso tienes registrado el viejo

    número de mi hermano?

    Es decir, supiste que era de él.

    Yona:

    ¡Ah!

    Fui delegado el año pasado y

    solía ayudarlo con sus tareas,

    ni siquiera recordaba que lo tenía agregado.

    ¿Eras su mano derecha?

    Es difícil de imaginar.

    Yona:

    Estás exagerando ahora.

    Y, por favor, no vuelvas a llamarme Yoonie.

    Es un apodo ridículo.

    ¿Quién te ha dado tanta confianza, mocoso?

    ¿No somos mejores amigos?

    Yona:

    Soy mayor que tú.

    Me veo en la obligación de recordarte

    nuestro año de diferencia.

    Pero ambos vamos en primero, ¡eso es lo que vale!

    Ahora lo pensarás dos veces

    antes de atrasarte un año.

    Yona:

    ¿Insinúas que lo hice adrede?

    ¿Y, de todos modos, por qué no

    has cambiado el número?

    Dijiste que lo harías.

    ¡Ohhhhhhh!

    Me gusta hablar con ese chico, así que no lo haré.

    Yona:

    ¿Qué chico?

    Cierto, olvidé hablarte de él.

    Un chico le mandó un mensaje

    a mi hermano ayer, pero,

    como el celular ya era mío, le he respondido yo.

    Yona:

    ¿Te estás haciendo pasar por tu hermano?

    ¡No! ¡Le dejé claro que no era él!

    Yona:

    Y le dijiste que eras su hermano menor,

    que es quien ahora usa su celular, ¿no?

    Hmmm.

    Yona:

    No lo hiciste.

    Joshua, estás siendo una mala persona al

    burlarte de ese pobre desconocido.

    ¡No me estoy burlando de él!

    Solo no me siento cómodo diciendo

    que soy el hermano de Seth.

    Yona:

    Ya, creo que lo entiendo.

    ¿Hay algo molestándote?

    Realmente das mucho miedo, siento que puedes

    verme a través de la pantalla.

    ¡Quizás eres adivino!

    Deberíamos jugar a la lotería un día de estos.

    ¡Seremos millonarios y nos iremos de aquí!

    Yona:

    Concéntrate, Joshua.

    ¡Pff!

    Solo estoy algo desanimado.

    No creo que mamá me deje tener al cachorro.

    Yona:

    ¿Lo conversaste con ella?

    No, pero ha lanzado fuego por la boca incluso

    antes de que fuera capaz de decir algo.

    No quise arriesgarme.

    Yona:

    Tu madre es una bruja.

    Hey!

    ¡Que estás hablando de mi madre!

    Yona:

    Sí, de la bruja esa.

    ¡Yona!

    Joshua se rio en voz baja, como un niño que hacía una travesura. Fingiendo estar ofendido, mandó un montón de emoticones enojados, pues sabía cuánto le molestaba eso a Yona.

    Y sí, quizás su madre no era la definición de dulzura, pero la quería de todas formas.

    CAPÍTULO 3

    Thomas Hazard:

    Cerca de mi instituto hay un arroyo.

    Algunos estudiantes suelen

    ir ahí después de clases.

    El otro día, de camino a clases, encontré

    una caja con unos cachorros.

    Como el tiempo aún es medianamente

    bueno, ¡me gusta ir en bicicleta!

    Pero, cierto, ese no era el punto.

    Los cachorros eran unos bebés :(.

    Obvio, porque eran cachorros.

    Y me dio pena dejarlos ahí,

    pero no podía llegar tarde.

    ¡Tengo un récord de asistencia

    y puntualidad perfecto!

    Así que me prometí que, al terminar la jornada,

    volvería a buscarlos junto a mi amigo.

    Que, por cierto, ¡vive a unas casas de la mía!

    Él llevaría mi bicicleta, yo llevaría los cachorros.

    ¡La dupla perfecta!

    Joshua leyó los mensajes rápido, sorprendido por lo pequeño que podía ser el mundo. Sobre todo le agradaba saber que Thomas estaba preocupado por esos cachorros.

    Eres malo contando historias, ¿cierto?

    Porque estás perdiendo el hilo.

    Thomas Hazard:

    ¡Estás aquí!

    Para tu fortuna.

    Vamos, termina de contarlo.

    Thomas Hazard:

    De acuerdo, lo pillo.

    Pues olvidé que tenía una reunión

    de directiva y mi amigo

    tenía actividades en su club,

    así que salimos tarde.

    ¡Y no encontramos la caja!

    Pensé que quizás no la veía porque había

    anochecido y era más difícil buscar.

    Pero a la mañana siguiente

    tampoco los encontramos.

    Llevo toda la semana buscándolos.

    Me siento culpable por no ayudarlos en

    cuanto tuve la oportunidad.

    ¿Qué pasaría si caminaron al arroyo?

    ¿Y si algo malo les pasó?

    No puedo con esta carga.

    Chico de los atrasos, por

    favor, acaba con este ser

    despiadado que se atrevió a dejar

    solos a unos cachorros T_T T_T.

    Thomas.

    Thomas Hazard:

    ¿Qué?

    Eres lindo.

    Thomas Hazard:

    ¿Estoy leyendo bien?

    ¿Acabas de llamarme lindo?

    Sí.

    Thomas Hazard:

    Oh…

    ¡¿Por qué lo has hecho?!

    Porque lo creo.

    Eres lindo.

    Thomas Hazard:

    ¡Y lo repites!

    ¡Ni siquiera me has visto!

    ¿Y eso qué?

    Alguien que se preocupa tanto por el estado de

    unos perros callejeros no podría ser feo.

    Thomas Hazard:

    Ya, lo de la belleza interior y esas cosas.

    No es tan así.

    Papá dijo que las personas que

    poseen belleza interior

    no pueden ser feas bajo ningún

    concepto, solo hermosas.

    Así que tú debes ser lindo.

    Muy lindo.

    Thomas Hazard:

    ¡BASTA!

    Me sonrojas T//T.

    ¿Por qué me estás coqueteando?

    ¿¡QUIÉN TE ESTÁ COQUETEANDO!?

    ¿ACASO DECIR QUE ERES LINDO ES FLIRTEAR?

    Thomas Hazard:

    ¡Eres la primera persona en decir que soy lindo!

    ¡Ja, ja, ja!

    Como dije, eres taaan simple.

    Pero despreocúpate, Thomas.

    Mejor piensa que esos cachorros

    han caído en buenas manos.

    Thomas Hazard:

    ¿Quieres que sea optimista?

    Sí.

    Thomas Hazard:

    No pensé que fueras el tipo

    de persona optimista.

    A veces también puedo ser optimista.

    En contadas ocasiones.

    Entonces, ¿quieres un perro?

    Thomas Hazard:

    ¿Por qué lo preguntas de repente?

    Si fuera por mí, ¡tendría 10!

    Pero ya tengo una y es demasiado celosa.

    Odia que otros perros se me acerquen.

    Uh, la mascota tóxica.

    Thomas Hazard:

    ¡No llames tóxica a mi Sol!

    ¿Y tú? ¿Tienes mascotas?

    No, a mamá no le gustan.

    Thomas Hazard:

    ¿Existe gente a la que no le gustan los animales?

    Bien, ¡no te preocupes!

    Compartiré a Sol contigo.

    Agradezco tus intenciones, pero debo recordarte

    que no nos conocemos en persona.

    Por lo tanto, no podría pasar tiempo con ella.

    Y, obviamente, sería lo mismo

    que no tener mascota.

    Thomas Hazard:

    Teniendo eso en consideración…

    Casi no tengo información de ti.

    ¿Por qué no jugamos preguntas y respuestas?

    Tres tú, tres yo, tú sabes…

    Eso es muy infantil.

    Thomas Hazard:

    ¿¡Qué tiene de infantil!?

    Bueno, entonces no hay nada

    que quiera saber de ti.

    Thomas Hazard:

    ¿QUÉ?

    Espera…

    ¡Eso es ofensivo!

    Me estoy haciendo muchas preguntas sobre ti.

    ¿¡Cómo es posible que no tengas

    ni el más mínimo interés en mí!?

    Porque sé lo suficiente de ti.

    Tu nombre y tu edad.

    Thomas Hazard:

    No te he dicho mi edad.

    Pero dijiste que estabas en segundo.

    Por lo que debes tener entre 16 o 17, ¿no?

    Thomas Hazard:

    ¡Es injusto!

    Eso fue porque me presenté.

    Deberías darme una pista.

    ¡Al menos dime tu edad!

    Por fis, por fis, por fis.

    ¿Te han dicho que eres muy molesto?

    Thomas Hazard:

    Poooooor fiiiiiiiiis.

    16.

    ¡Apenas cumplí 16!

    Thomas Hazard:

    Oh.

    ¡Apenas!

    ¡Apenas es este año! ¿¡No es así!?

    ¡Eres menor que yo!

    ¡Cumpliré 17 en diciembre!

    ¿¡Cómo puedes tratarme con tanta

    confianza siendo menor que yo!?

    ¿Cuál es el problema de ustedes los vejestorios

    y la diferencia de edad?

    Thomas Hazard:

    ¡Solo te gano por un año!

    ¡Tampoco me llames vejestorio!

    Pero aceptaré que me digas senpai.

    Me das vergüenza ajena.

    Thomas Hazard:

    POR FAVOR, ES MI SUEÑO.

    ¿Tu sueño es que alguien te llame senpai?

    Thomas Hazard:

    TODOS SOÑAMOS CON QUE

    NOS LLAMEN SENPAI.

    Y sé que quieres darme el honor.

    Tienes la palabra en la punta de la lengua.

    O, bien, en la punta de tus dedos

    Tienes un problema.

    Thomas Hazard:

    Hey!

    ¡Ni que fuera a morderte!

    Te perderías de algo bueno, de todas formas.

    ¡Estás diciendo estupideces ahora!

    Thomas Hazard:

    ¡Eres demasiado sensible!

    ¡Me estás coqueteando!

    Thomas Hazard:

    APENAS HABLÉ DE MOTES

    Y MORDIDAS, LLORÓN.

    Suficiente, ¡me voy de aquí!

    Thomas Hazard:

    ¡No!

    No he terminado de preguntarte cosas.

    ¡Chico de los atrasos!

    Chico que no es Seth :(.

    Joshua suspiró, negando con la cabeza. Alzó la mirada para buscar a su amigo y sonrió, divertido, al descubrir que era uno de los últimos en completar las vueltas a la cancha que había ordenado el profesor. Yona por poco se arrastró hacia él cuando finalmente acabó.

    —¡Eso es! ¡Vas mejorando! —Le extendió una botella de agua y le aplaudió después—. Solías ser el último y ya estás entre los cinco peores, ¡todo un logro!

    —Perdóname por no tener resistencia, idiota —respondió tras recuperar el aire, secándose el sudor de la frente—. ¿Con quién hablas?

    —Con el chico del que te hablé. Es demasiado hablador.

    —Para haberse equivocado de número, se ha prendado un poco de ti.

    —Bien… —Rio, avergonzado—. Creo que es el tipo de persona que puede hablar fácil con cualquiera.

    —Todo lo contrario a ti.

    Joshua sonrió de soslayo sin rebatir lo evidente. Sus habilidades sociales eran simplemente asquerosas, mientras que Thomas hablaba hasta por los codos y sin crear silencios incómodos. Debía ser genial ser esa clase de persona.

    —Creo que olvidé la última vez que usaste una hora de estudio libre para perder el tiempo en tu celular —dijo Jared, llamando la atención del pelirrojo—. Dime, ¿quién es tan impresionante como para que te haga despegar la mirada de los libros un momento?

    Thomas sonrió, sintiéndose algo avergonzado por las palabras de su mejor amigo. En el pasado, jamás se había caracterizado por ser un estudiante ejemplar. Es más, reconocía para sí mismo que siempre fue un poco vago. Sin embargo, desde su llegada a la secundaria, su vida estudiantil había dado un drástico giro y esa razón tenía nombre y apellido: Seth Kendrick.

    El pelirrojo sabía que la única forma de acercarse a su amor platónico era estando en el mismo escalón que él, por lo que no dudó ni un segundo en dejar de lado sus videojuegos y cómics para reemplazarlos por libros de álgebra, literatura, ciencias e historia.

    —Hace unos días le escribí a alguien por error —confesó—. Resultó ser un chico simpático, así que hemos seguido hablando un par de veces.

    —Un chico simpático —repitió, alzando las cejas sugerentemente—. Puedes ser honesto conmigo. Es atractivo, ¿no es cierto? Encontraste a alguien más atractivo que Seth.

    —¡No existe nadie más atractivo que Seth! —lo defendió, encogiéndose en su asiento por temor a que hubiera hablado demasiado alto—. En realidad… ni siquiera sé cómo es él.

    —Revisa su perfil.

    —Ya lo hice, ¡ni siquiera tiene una foto al azar! —Hizo un mohín con sus labios, revisando con tristeza el perfil sin foto.

    —¿No te parece sospechoso? ¿Qué pasa si alguien está jugándote una broma? ¡Hasta podría ser un pedófilo!

    —Te estás montando una película, ¿sabes?

    —Te ha pedido fotos, ¿cierto? —Lo miró con desconfianza.

    —¡No! ¡Ni siquiera le interesa saber de mí! —admitió, triste, provocando que el otro se llevara una mano dramáticamente hasta el corazón.

    —¡Ah! El dolor es real, el chico sin rostro no está interesado en mí. Vida, ya llévame, ¡no puedo vivir así!

    —¡Estás siendo un payaso! —Le dio un manotazo, pero el pelinegro solo rio.

    —Vamos. —Intentó animarlo—. ¿Al menos sabes algo de él?

    —Dice que tiene dieciséis años…

    —¡Dieciséis es más que perfecto! —Le golpeó el hombro en señal de aprobación—. Ahora pídele una foto, vamos.

    —¡No voy a pedirle una foto!

    —¿Acaso no tienes curiosidad?

    —¡Por supuesto que la tengo! Pero estoy seguro de que lo espantaré si le pido una foto de la nada.

    —Thomas, no te recordaba siendo tan aburrido. —Entornó los ojos—. Oh, cierto, te volviste aburrido después de conocer a Seth.

    —De todas formas… —Se enderezó en el asiento, dedicándole una mirada filosa al pelinegro—. Él no me interesa, así que no es para tanto. Preferiría tener fotos de Seth.

    —Y aquí vamos de nuevo… —Suspiró, se puso los audífonos y se apoyó contra el escritorio para descansar.

    Quizás estaba siendo maleducado al dejar a su amigo hablando solo, pero lo agotaba aquella charla repetitiva. Lo único que hacía Thomas era hablar de lo perfecto que era Seth. Y, aunque Jared entendía que tenía un flechazo con él, estaba a un paso de comenzar a odiar al presidente estudiantil solo porque el pelirrojo no podía callar ni por un instante su devoto amor por él. ¡Repugnante!

    Thomas, entre tanto, se limitó a hacer un puchero, decepcionado de que Jared lo ignorara. Volviendo la vista hacia el frente, le brillaron los ojos cuando notó que la segunda delegada de la clase, Jamie, caminaba hasta su escritorio.

    —Thomas, ¿intentaste contactarte con Seth? —Fue directo al punto, mostrándose preocupada.

    —Bien, ahora que lo mencionas… creo que ha habido un error.

    —Me lo temía. —Se golpeó la frente con la mano, avergonzada—. ¡Lo siento tanto! Me acabo de enterar de que Seth cambió su número desde hace ya un tiempo.

    —No te preocupes, no es como si lo hubieras hecho con mala intención. —La tranquilizó, sonriéndole—. Entonces, ¿de casualidad…?

    —Lo siento, no lo he conseguido —confesó en un suspiro—. Intenté sacarle información a Jennie, pero se ha negado rotundamente.

    —Oh… —Intentó no mostrarse decepcionado, pues tampoco esperaba que la mano derecha de Seth cediera el número con facilidad—. De todas formas, muchas gracias, Jamie.

    —Ni lo digas, siento no haber sido de mucha ayuda.

    Jamie regresó a su lugar tras disculparse de nuevo. Jared abrió los ojos y levantó la cabeza con curiosidad al ver a su amigo entristecido.

    —Bien… —Se quitó uno de los audífonos, pensando en cómo distraerlo—. Entonces, el chico con el que has estado hablando… ¿vendría siendo el nuevo dueño del antiguo número de Seth?

    —Aparentemente, sí.

    —¡De película! —Saltó en su asiento—. ¿Sabes? Esto es lo que algunos llamarían destino.

    Thomas bufó, preguntándose por qué el pelinegro hablaba del destino cuando ni siquiera creía en él. Desvió la mirada hasta su celular y sus ojos recuperaron el brillo al notar que una notificación había encendido la pantalla. El corazón le golpeteó de manera curiosa cuando, revisando el mensaje, descubrió que se trataba de una hermosa foto del cielo azulado, lleno de nubes que parecían algodón.

    Chico que no es Seth:

    Es un bonito día, ¿no crees?

    —Hmm… —Jared también miró fijamente la foto, curioso—. Parece ser bastante dulce, de alguna manera.

    Thomas asintió, sonriendo de manera automática. Una buena foto podía alegrarle el día a cualquiera.

    Tienes razón, chico de 16 años.

    Es un hermoso día.

    CAPÍTULO 4

    Yona apoyó el rostro contra el escritorio cuando el profesor salió del aula porque dijo que debía atender un asunto de manera urgente. Álgebra era tan fácil y, a la vez, tan aburrida que se recriminaba a sí mismo por haberse retrasado un año. Había sido un estudiante de calificaciones perfectas, pero se ausentó tanto durante el tercer trimestre que ni siquiera su desempeño extraordinario lo ayudó a ser promovido.

    Y ahí estaba ahora, recursando el primer año.

    Sin embargo, a pesar de que nunca lo hacía, intentó ver lo positivo de la situación. Y esa única cosa positiva era, justamente, el castañito que se sentaba al lado de él. Las habilidades sociales de Yona siempre estuvieron por el suelo, pero terminó encontrando un amigo en el que confiar y a quien solo le deseaba felicidad y bienestar. Seguro esa fue la razón por la que se le contagió la pena cuando lo encontró mirando fijo una foto del cachorro sin familia.

    —No lo vas a intentar, ¿cierto?

    —Mamá jamás me ha permitido tener una mascota. Si no pude convencerla de niño, dudo que lo consiga ahora —admitió—. No sé qué haré con él.

    —Habla con tu padre. Sueles decir que él siempre está de tu lado.

    —Sí, papá suele apoyarme, pero solo hasta que mamá interviene —confesó con la nariz

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1