Aliento Divino La Obra Inmutable del Espíritu Santo a través de las Eras

Por Arthur W. Pink

Embárcate en un viaje a través de la narrativa divina de la espiritualidad con el audiolibro "Aliento Divino: La Obra Inmutable del Espíritu Santo a través de las Eras", escrito por el distinguido teólogo Arthur Pink. Esta profunda obra se adentra en las obras eternas del Espíritu Santo, invitando a los oyentes a explorar las enigmáticas profundidades de la fe desde el amanecer de los tiempos hasta la era actual.

En "Aliento Divino", no eres simplemente un oyente pasivo, sino un buscador en la búsqueda de entender la esencia del papel del Espíritu Santo en el tapiz de la existencia. Arthur Pink revela magistralmente la intrincada relación entre lo divino y lo mortal, tejiendo una narrativa que trasciende los límites del tiempo y el espacio.

Mientras escuchas, deja que la riqueza de las percepciones de Pink te envuelva, desafiando nociones preconcebidas y despertando un sentido más profundo del propósito. Cada capítulo se convierte en un peldaño hacia una sabiduría mayor, mientras Pink ilumina la imagen de Dios dentro de la humanidad, el profundo poder del arrepentimiento y el papel fundamental que juegan los humanos en el gran diseño.

"Aliento Divino" es más que un audiolibro; es un compañero espiritual para aquellos que anhelan comprender los misterios de su existencia y su conexión con el cosmos. Ya sea que busques consuelo, comprensión o iluminación, este audiolibro es un faro de luz en la búsqueda de verdades eternas.

Únete a la multitud de oyentes que han encontrado consuelo e inspiración en las palabras de Pink. "Aliento Divino" no es solo un audiolibro, es una experiencia que resonará dentro de tu alma mucho después de que se hayan pronunciado las últimas palabras.

• Idioma: Español
• Editorial: FELIPE CHAVARRO POLANÍA INC
• Fecha de lanzamiento: 26 feb 2024
• ISBN: 9798224205622

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EL ESPÍRITU SANTO

En el pasado, después de haber considerado los atributos de Dios, nuestro Padre, y de haber contemplado algunas de las glorias de Dios, nuestro Redentor, parece oportuno que a estos siga esta serie sobre el Espíritu Santo. La necesidad de esto es real y apremiante, porque la ignorancia de la Tercera Persona de la Divinidad es muy deshonrosa para Él y muy perjudicial para nosotros mismos. El difunto George Smeaton comenzó su excelente obra sobre el Espíritu Santo diciendo, Dondequiera que el cristianismo ha sido un poder vivo, la doctrina del Espíritu Santo ha sido considerada uniformemente, junto con la expiación y la justificación por la fe, como el artículo de una iglesia en pie o en decadencia. El rasgo distintivo del cristianismo, tal como se dirige a la experiencia del hombre, es la obra del Espíritu, que no solo lo eleva muy por encima de toda especulación filosófica, sino también por encima de cualquier otra forma de religión.

La importancia de estudiar al Espíritu Santo

No es en absoluto exagerado el lenguaje de Samuel Chadwick cuando dijo, El don del Espíritu es la coronación de la misericordia de Dios en Cristo Jesús. Para esto fue todo lo demás. La Encarnación y la Crucifixión, la Resurrección y la Ascensión fueron preparatorias de Pentecostés. Sin el don del Espíritu Santo todo lo demás sería inútil. Lo grande del cristianismo es el don del Espíritu. El elemento esencial, vital, central en la vida del alma y en la obra de la Iglesia es la Persona del Espíritu.

La gran importancia de un estudio reverente y orante de este tema debería ser evidente para todo verdadero hijo de Dios. Las repetidas referencias hechas al Espíritu por Cristo en su discurso final en el Evangelio de Juan, capítulos catorce al dieciséis, dan a entender de inmediato esto. La obra particular que le ha sido encomendada proporciona una prueba clara de ello. No hay bien espiritual comunicado a nadie sino por el Espíritu; todo lo que Dios en su gracia obra en nosotros, es por el Espíritu. El único pecado que no tiene perdón es el que se comete contra el Espíritu, como se menciona en el Evangelio de Marcos, capítulo tres, versos veintiocho al veintinueve. ¡Cuán necesario es entonces que seamos bien instruidos en la doctrina de las Escrituras concerniente a Él! El gran abuso que ha habido en todas las épocas bajo la pretensión de Su santo nombre, debe impulsarnos a un estudio diligente. Finalmente, la terrible ignorancia que ahora prevalece tan ampliamente sobre el oficio y las operaciones del Espíritu, nos urge a hacer nuestros mejores esfuerzos.

Sin embargo, por importante que sea nuestro tema y por prominente que sea el lugar que se le da en las Sagradas Escrituras, parece que siempre ha sido objeto de una considerable negligencia y perversión. Thomas Goodwin comenzó su enorme obra sobre La obra del Espíritu Santo en nuestra salvación en mil seiscientos sesenta afirmando,

Hay una omisión general en los santos de Dios, al no dar al Espíritu Santo la gloria debida a su Persona y por su gran obra de salvación en nosotros, hasta el punto de que casi hemos olvidado en nuestros corazones a esta Tercera Persona. Si eso podía decirse en medio de los apacibles días de los puritanos, ¡qué lenguaje se necesitaría para exponer la espantosa ignorancia e impotencia espiritual de este iluminado siglo XX! En el prefacio de sus Conferencias sobre 'La Persona, Deidad y Ministerio del Espíritu Santo', Robert Hawker escribió, 'Me siento más impulsado a este servicio, al contemplar el terrible día actual del mundo. Ciertamente han llegado los 'últimos días' y los 'tiempos peligrosos', tan expresamente mencionados por el Espíritu en Primera de Timoteo, capítulo cuatro, verso uno. Las compuertas de la herejía se han abierto y están derramando su veneno mortal en diversas corrientes por toda la tierra. De una manera más atrevida y abierta la negación de la Persona, Deidad y ministerio del Espíritu Santo se presenta e indica la tempestad que seguirá. En tal época es necesario contender, y esto seriamente, 'por la fe que ha sido una vez dada a los santos'. Ahora de una manera más despierta debe el pueblo de Dios recordar las palabras de Jesús, y 'oír lo que el Espíritu dice a las iglesias' en Apocalipsis, capítulo dos, verso siete y siguientes.

Así también, en 1880, George Smeaton escribió: Podemos afirmar con seguridad que la doctrina del Espíritu es ignorada casi por completo. Y agreguemos, dondequiera que se haga poco honor al Espíritu, hay graves motivos para sospechar de la autenticidad de cualquier profesión de cristianismo. Contra esto, se puede replicar: acusaciones como las anteriores ya no son válidas. Quiera Dios que no, pero así es. Si bien es cierto que durante las últimas dos generaciones se ha escrito y hablado mucho sobre la persona del Espíritu,