Brotarán ríos de Agua Viva: El reinado del Espíritu Santo
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Brotarán ríos de Agua Viva - David Padrón
1.
Índice
Prólogo
1Aproximación teológica
La Divina Revelación
En las Sagradas Escrituras
Dios reina: una presentación panorámica desde el Antiguo Testamento
El Espíritu del Señor en el Antiguo Testamento
El Reino de Dios en los evangelios
La acción del Espíritu en los escritos del Nuevo Testamento
En los Padres de la Iglesia
En el Magisterio de la Iglesia
Documentos pontificios
El Concilio Vaticano II
El Catecismo de la Iglesia Católica
¿Reinado de Dios o reinado del Espíritu Santo?
2En las Obras de la Cruz
Origen, emblema y fin
Nuestro recorrido
Al Norte
Cruz del Apostolado
Apostolado de la Cruz
Desarrollo
Finalidad de la Obra
Una Obra para el mundo
Al Sur
Cercanía con el Espíritu Santo
Un Oasis
Poner la mesa
Desarrollo
Movidas por el Espíritu Santo
Al Este
Luz que viene de Francia
Será el molde
Cumplir su voluntad
Al Oeste
Monseñor Ibarra
La Alianza de Amor
Fundación
Madre
Hilo conductor
La Liga Apostólica
Organización
Al centro
De la Cruz al Espíritu
Se funda la Obra
Ha llegado el tiempo
El relevo
Que todo el mundo acuda a Él
El Apostolado del Espíritu Santo
La prensa
Consagración de México al Espíritu Santo
Consagración del mundo al Espíritu Santo
Seguir trabajando para que reine el Espíritu Santo
3Vendrá el reinado universal del Espíritu Santo
Un reinado de santidad
Virtudes teologales y virtudes cardinales
Un reinado de amor, pureza y sacrificio
Un reinado que produce frutos
Extender el reinado del Espíritu Santo
Extenderlo
El Espíritu Santo es el protagonista
Quiénes colaboramos con el Espíritu Santo
Dónde extenderlo
En la Iglesia
En cada persona
En los sacerdotes ministros
En las comunidades religiosas
En las familias
En las Obras de la Cruz
En el mundo entero, en toda la creación
Medios para extenderlo
La predicación, la acción apostólica
La cruz
La oración
La coherencia de vida, el testimonio
El reinado del Espíritu Santo sobre la tierra
La situación actual que asola a la tierra
Ha llegado el tiempo
Un nuevo Pentecostés
Consagración del mundo al Espíritu Santo
Tres invitaciones, una petición y una promesa
4Un Pueblo sacerdotal santo y solidario
El Pueblo sacerdotal, un pueblo santo
Del cuerpo físico al cuerpo místico de Cristo
El Espíritu Santo en el misterio del cristiano
Hijos de Dios por medio del Espíritu Santo
La gracia bautismal, sello del Espíritu
Garantía de un proceso de santidad
La dinámica del proceso de santidad
El desarrollo de la vida en el Espíritu
La caridad, el más excelente fruto del Espíritu
Construyendo el Pueblo sacerdotal
La vida cristiana como culto espiritual
Un culto vivido en la cotidianidad
Un templo consagrado a Dios
La sangre derramada y la nueva alianza
El Crucificado: fuerza y sabiduría de Dios
El Pueblo sacerdotal, un pueblo solidario
Servicio en el amor
Obediencia por obligación o por atracción
Al amor al prójimo, obediencia a Dios
La Ley nueva, el Espíritu Santo
Apéndice 1
Apéndice 2
Abreviaturas y siglas
Texto de contraportada
Prólogo
«Extender el reinado del Espíritu Santo». Esta expresión sintetiza la misión de las Obras de la Cruz. Es un reinado de santidad, de fe, esperanza y caridad, de amor, pureza y sacrificio. Extenderlo haciendo él que reine en cada persona, en las familias y comunidades, en la sociedad, en la Iglesia y en el mundo entero. Extenderlo por todos los medios posibles. Extenderlo hoy, mañana y todos los días.
Al mirar a nuestro alrededor, vemos un mundo enemistado y contaminado, una sociedad injusta e indiferente, una Iglesia empequeñecida y desorientada, un gran número de familias divididas o con vínculos débiles, muchas personas egocéntricas y materialistas y otras «angustiadas y abatidas como ovejas sin pastor» (Mt 9,36). Todo esto es como un sordo clamor que pide un nuevo Pentecostés. Leer un libro sobre el reinado del Espíritu Santo nos dará luces para saber en qué consiste ese reinado y nos impulsará a trabajar por extenderlo en todas partes.
Para muchos, el Espíritu Santo sigue siendo un desconocido: «ni siquiera sabíamos que existía» (Hch 19,2). Muchos cristianos, que decimos creer en la Tercera Persona de la Trinidad, sabemos poco de ella, nos resistimos a su acción e incluso vivimos como si no existiera. Leer un libro sobre el Espíritu Santo nos será de utilidad pues, además de aumentar nuestros conocimientos, dispondrá nuestra mente y nuestro corazón para acoger al Dios Amor y secundar su acción de nosotros.
Escribimos este libro cuatro Misioneros del Espíritu Santo: padres David Padrón, Vicente Monroy, Carlos Francisco Vera y Fernando Torre. Anteriormente habíamos hecho otros trabajos en colaboración², pues integrábamos la comunidad del Centro de Investigación y Difusión de la Espiritualidad de la Cruz (CIDEC). Una de las acciones de nuestro plan comunitario era publicar cada año un libro, fruto de nuestro trabajo.
Entre los diversos temas que nos parecieron adecuados para hacer una investigación, elegimos el del reinado del Espíritu Santo, por su importancia y actualidad.
Emprendimos esta obra como una manera concreta de realizar la misión congregacional, que se sintetiza, precisamente, en la expresión «extender el reinado del Espíritu Santo» (CD 13). Si formábamos parte de un centro de investigación y difusión, entonces, para realizar la misión congregacional, nos tocaba investigar y difundir. Hicimos la investigación; fue un largo y arduo camino (¿qué investigación no lo es?), pero, gracias a Dios, llegamos a la meta. Con la publicación de este libro pretendemos hacer la difusión, dar a conocer al Espíritu Santo y las implicaciones de su reinado. Además, queremos que, con ocasión de la lectura de estas páginas, el mismo Fuego divino suscite en ti el deseo de dejar que él reine en tu corazón y de colaborar con él para extender su reinado en todo el mundo.
El padre José Guadalupe Treviño, MSpS, escribió un libro titulado: El reinado del Espíritu Santo. La primera edición es de 1945. El autor habla allí de las inspiraciones del Paráclito, de sus dones y del efecto que produce en las almas (los frutos y las bienaventuranzas).
En 1980 se publicó en México otro libro con el mismo título. Es una colección de seis artículos escritos por Misioneros del Espíritu Santo³. Fue publicado por ORSEC (Organismo de Servicio a las Causas de canonización). Algunos de esos artículos son solo una recopilación de textos⁴ sobre el tema.
Aunque esas dos obras están relacionadas con esta que estás leyendo, difieren en su contenido, enfoque y finalidad. Por lo mismo, este libro no es una mera repetición de lo ya dicho, sino un aporte nuevo, que completa y enriquece lo anterior y ayuda a comprender mejor la doctrina sobre el reinado del Divino Espíritu⁵.
El libro tiene cuatro capítulos. Además de que, obviamente, tocan temas distintos, tienen también diferentes estilos y metodologías. Consideramos que esto, lejos de ser una limitación, es una riqueza, pues da variedad al texto y te permite, amiga lectora / amigo lector, acercarte al tema desde diversas perspectivas.
El primer capítulo es una aproximación teológica a la doctrina del Espíritu Santo en relación con el reino de Dios. Aproximación hecha teniendo en cuenta los datos de la Sagrada Escritura, la Tradición (los Padres de la Iglesia) y el Magisterio.
El segundo aborda históricamente el tema del reinado del Espíritu Santo en cada una de las cinco Obras de la Cruz, y habla de la consagración de México a la Tercera Divina Persona, en 1924, y de una futura consagración del mundo⁶.
El siguiente capítulo presenta lo que la beata Concepción Cabrera dice sobre ese reinado de amor, pureza y sacrificio, en su Cuenta de conciencia, y la invitación a extenderlo por medio de la predicación, la cruz, la oración y la coherencia de vida.
El último capítulo estudia el tema desde un punto de vista eclesial y pastoral. Para extender el reinado del Dios Amor hay que construir el Pueblo sacerdotal, generar procesos de santidad e impulsar el compromiso de solidaridad.
En 1911, Concepción Cabrera escucha que Jesucristo le dice: «Por María, se va al Espíritu Santo: es este el más suave y seguro medio para que Él venga a reinar en los corazones»⁷. Pues a la Virgen Santísima encomendamos el fruto espiritual de este libro; y le pedimos que ella prepare tu mente y tu corazón para que, como tierra buena, recibas la semilla contenida en estas páginas y produzca en ti una abundante cosecha.
Tus hermanos Misioneros del Espíritu Santo:
David Padrón
Vicente Monroy
Carlos Francisco Vera
Fernando Torre
2 Ramón Ibarra y González. Un obispo discípulo misionero, imagen del Crucificado (2017); Caminando juntos en santidad. 115º aniversario del encuentro de Concepción Cabrera y Félix Rougier (2017), y Fuego divino en la Cruz. El monograma y la Cruz del Apostolado en la experiencia de Concepción Cabrera (2018).
3 Pablo Vera, Jesús María Padilla, Salvador Carrillo, Roberto de la Rosa y Salvador González Medina.
4 De la Biblia, del Magisterio, de Concepción Cabrera y del padre Félix de Jesús.
5 En el Apéndice 2 puedes encontrar una lista de libros sobre el Espíritu Santo escritos por autores de la Familia de la Cruz.
6 Lograr que algún día el Papa consagre el mundo al Espíritu Santo es una tarea pendiente de los Misioneros del Espíritu Santo, las Obras de la Cruz y la Familia de la Cruz; una tarea que nos exige orar y trabajar.
7 CC 35,75-76: 19 feb 1911.
1
Aproximación teológica
La Divina Revelación
Para realizar una aproximación teológica al tema que nos compete en este trabajo, necesitamos ubicarnos en el amplio encuadre del proceso de la Divina Revelación, y así comprender el reinado del Espíritu Santo desde los contenidos de nuestra fe y desde el modo como Dios ha querido revelarse.
A lo largo de los signos, Dios se ha manifestado a la humanidad «muchas veces y de diversas maneras» (Hb 1,1). La relación entre Dios y los hombres y mujeres se ha establecido mediante un proceso de comunicación en el que la iniciativa ha partido siempre del primer interesado: Dios.
Podemos acceder a este misterio de comunicación divina por medio de tres fuentes privilegiadas de la Revelación. En primer lugar, contamos con las Sagradas Escrituras. En ellas encontramos la historia de la salvación y el modo como Dios ha establecido una alianza de amor con la humanidad. Como bien decía el venerable Félix de Jesús Rougier, en las páginas de la Biblia encontramos «¡palabras de vida, de fuego, de sangre, de amor!»⁸
Si bien, el Espíritu de Dios ha suscitado por medio de los escritores sagrados esta Divina Revelación plasmada en la Escritura, tenemos también un amplio patrimonio de más de dos mil años de reflexión en torno a la Palabra de Dios por parte de hombres y mujeres de fe. La Tradición de la Iglesia reúne en este vasto patrimonio el modo como el Señor ha continuado dialogando con la humanidad por medio del ejercicio de la razón teológica y de la fe de las comunidades cristianas. En este patrimonio, tenemos en especial consideración a los Padres de la Iglesia, ya que sus enseñanzas han permitido el desarrollo de la experiencia creyente de los cristianos a través de los siglos.
Por último, encontramos como lugar de Revelación el ejercicio del Magisterio eclesial, que se compone principalmente de las enseñanzas de los Pastores, especialmente los Papas y los Obispos, así como de las enseñanzas emanadas de los Concilios.
No pretendemos, en este capítulo, hacer un análisis exhaustivo del reinado del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio; queremos simplemente ofrecer una aproximación teológica que nos permita ubicar en el marco de la Revelación Divina los elementos que encierra la expresión reinado del Espíritu Santo
, así como ofrecer pistas para su justificación y comprensión desde la fe cristiana profesada y vivida a través de los siglos.
En un primer momento, presentaremos desde las Sagradas Escrituras cómo el pueblo de Israel y después las comunidades cristianas entendieron el reinado de Dios, su llegada entre nosotros y la acción del Espíritu Santo en dicho reinado. Posteriormente presentaremos algunos textos de la Tradición eclesial, especialmente de los Padres de la Iglesia, sobre el Espíritu Divino y su acción en la comunidad eclesial y en la vida del creyente. También abordaremos los contenidos del Magisterio de la Iglesia en donde se hace referencia al Reino de Dios y a la acción del Paráclito en él. Por último, ofreceremos algunas consideraciones teológicas que nos permitan comprender mejor lo que queremos decir al hablar del reinado del Espíritu Santo.
En las Sagradas Escrituras
Dios reina: una presentación panorámica desde el Antiguo Testamento
Para el pueblo de Israel, la expresión reino de Dios
no forma parte del fundamento de su fe en sus raíces. De hecho, esa expresión raramente aparece en textos del Antiguo Testamento, y cuando la encontramos es en textos tardíos (cf. 1Cr 28,5; 2Cr 13,8). Recordemos que el pueblo de Israel tuvo como primera experiencia de gobierno bajo un rey hasta Saúl, cuyo reinado se ubica tradicionalmente en los últimos años del siglo XI a.C. Para el pueblo hebreo, marca la transición de una federación de tribus a un estado monárquico.
El concepto usado en los textos del Antiguo Testamento (malkut YHWH), no designa un territorio o un reino como lo entendemos ahora. Se refiere, más bien, al poder de gobernar, a la capacidad de ejercer autoridad por parte de un monarca. Entonces, si no se trata de un espacio físico sino de un poder ejercido por el mismo Dios, podemos hablar de reinado de Dios
.
La experiencia fundante que da identidad al pueblo hebreo la encontramos en el relato de la liberación de dicho pueblo de la esclavitud de los egipcios (cf. Ex 13ss). En dicha experiencia, el pueblo queda asombrado por la manifestación del poder de la mano de YHWH, de lo cual son testigos. En el cántico que el pueblo proclama al cruzar el Mar Rojo, encontramos una expresión que nos deja ver la concepción del reinado de Dios desde los comienzos de la fe hebrea: «El Señor reinará por siempre jamás» (Ex 15,18). La idea del reinado de Dios como ejercicio de su autoridad soberana, no solo sobre el pueblo hebreo, sino sobre la humanidad entera y la creación, es una idea que acompaña el caminar del pueblo elegido por Dios.
En el libro de los Salmos encontramos otros textos que nos permiten contemplar y entender el modo como el pueblo de Israel fue viviendo y celebrando el reinado de Dios. En los llamados salmos de entronización
, se aclama al Señor como soberano y se exalta su poder sobre el mundo entero. Algunos de estos salmos son: 47, 93, 96-99 y 136.
En los conflictos que narra el Primer libro de Samuel, en torno a la elección y unción del primer rey, está de fondo la idea de que sólo Dios puede reinar sobre su pueblo. Después de la instauración de la monarquía en el pueblo hebreo como sistema de gobierno, se seguirán varias crisis que llevarán al pueblo a la división. La idea del reinado de Dios adquirirá un nuevo sentido.
Ante los fracasos de la monarquía hebrea y sus constantes conflictos a causa de las malas decisiones de sus reyes, la idea del reinado de Dios adquiere una dimensión superior, que lo colocará en un horizonte escatológico. Las crisis del destierro serán leídas como un castigo divino a causa de la maldad de los reyes y reinas del pueblo elegido, y se anunciarán tiempos de unidad, paz y justicia, pero en un futuro (cf. Mi 4,1-5).
Este restablecimiento del reinado de Dios abrirá nuevas perspectivas y esperanzas en el pueblo, de modo que, por medio de diversos profetas, se anima a los miembros del pueblo de la alianza a esperar en la llegada de dicho reino con la figura de un Mesías-Rey. Así se interpreta la vuelta del destierro; incluso algunos vieron en la figura de Ciro, rey de Persia, la figura de un mesías-liberador (cf. Is 45). Todo esto dejó abierta la esperanza en el pueblo, para que se mantuviera expectante a la llegada del reinado de Dios y de su Mesías.
El Espíritu del Señor en el Antiguo Testamento
Veamos ahora de manera panorámica cómo nos presenta el Antiguo Testamento la acción del Espíritu Santo. Desde el comienzo de las Sagradas Escrituras, el Espíritu del Señor aparece en la creación «aleteando por encima de las aguas» (cf. Gn 1,2). También en el libro de Job se hace referencia a la participación de este Divino Espíritu en la creación: «pues me hizo el soplo del Señor, y el Todopoderoso me alentó vida» (Jb 33,4). Es una manifestación de la presencia de Dios en la vida de los hombres; así lo expresa el salmista: «no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu» (Sal 51,13). Y ese mismo Espíritu está en medio del pueblo (cf. Ag 2,5).
Los profetas, en su mensaje, dejan ver la acción del Espíritu que da una vida nueva al pueblo, como aquel que regenera la creación. Así lo encontramos en la promesa de un corazón nuevo y un espíritu nuevo que sustituye a un corazón de piedra (cf. Ez 11,19-20). Este Espíritu del Señor renueva al pueblo en su respuesta a la Alianza (cf. Ez 36,26-28) y da vida a todo aquello que parece consumido por la muerte, como lo vemos en la reanimación de los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).
Como un elemento de la acción del Espíritu del Señor, encontramos también su venida sobre algunas personas, para capacitarlas para una misión especial en favor de su pueblo. Así encontramos casos como el de Moisés y los setenta ancianos de Israel (cf. Nm 11,17), Besalel (Ex 31,2-3), Josué (Nm 27,18), Gedeón (Jc 6,34), Sansón (Jc 14,6), Saúl (1S 10,10) y David (1S 16,13), entre otros.
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