En un informe enviado recientemente al Vaticano, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) rinde cuentas sobre la desoladora situación del país y la labor social que realiza para mejorarla, pero también hace una fuerte autocrítica en la que detalla las carencias y las “asignaturas pendientes” que todavía no ha podido concretar la Iglesia católica en México.
La pobreza, la violencia, la “polarización política”, la exclusión de los indígenas, el “éxodo silencioso” de los laicos de la Iglesia, el fuerte clericalismo que aún impera, la urgencia de revitalizar las celebraciones litúrgicas, la falta de colaboración entre las parroquias y la escasa promoción de la doctrina social de la Iglesia, son algunos de los problemas abordados en el informe.
Producto de una amplia consulta a la población católica y al clero, el reporte pinta de entrada el siguiente panorama desolador del país:
“Los espacios de escucha promovidos por la Iglesia a partir de la pandemia nos han ayudado a constatar la presencia generalizada de sentimientos de tristeza, soledad, desesperación, angustia, cansancio, depresión, incertidumbre, miedo, dolor, confusión y vulnerabilidad. Todo esto ha afectado de manera importante a las familias, a los