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Un Soplo de Ternura
Un Soplo de Ternura
Un Soplo de Ternura
Libro electrónico467 páginas5 horas

Un Soplo de Ternura

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Información de este libro electrónico

A veces nos sentimos traicionados por la vida y pensamos que la felicidad depende de la suerte. Juzgándonos como desafortunados, optamos por el vicio de quejarnos en el afán de cambiar nuestras creencias y actitudes. Creemos en la ilusión del mal y preferimos rendirnos a la voluntad del destino, como si e

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 jul 2023
ISBN9781088232859
Un Soplo de Ternura

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    Un Soplo de Ternura - Marcelo Cezar

    UN SOPLO DE TERNURA

    Psicografía de

    MARCELO CEZAR

    Por el Espíritu

    MARCO AURÉLIO

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Septiembre 2020

    Título Original en Portugués:

    UM SOPRO DE TERNURA

    © Marcelo Cezar, 2009

    Revisión:

    Ximena Aguilar Rojas

    World Spiritist Institute      

    Houston, Texas, USA      
    E–mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    DEL MÉDIUM

    Nacido en la ciudad de São Paulo, Marcelo Cezar publicó su primera novela a fines de la década de 1990. Años más tarde relanzó La vida siempre vence en una versión revisada y ampliada.

    En una entrevista con el diario Folha de S.Paulo, el autor dice: No es así, de un día para otro, que empiezas a publicar libros y entras en la lista de los más vendidos. El proceso comenzó en la década de 1980. Luego, más de veinte años después, salió el primer libro. Para ver lo duro que fue y sigue siendo el entrenamiento. Solo el amor no es suficiente, hay que tener disciplina para escribir.

    Su novela Trece almas, relacionada con el incendio del Edificio Joelma, ocurrido en 1974, se convirtió en best–seller y superó la marca de los cien mil ejemplares vendidos.

    A través de su obra, Marcelo Cezar difunde las ideas de Allan Kardec y Louise L. Hay, una de sus principales mentoras. Fue con ella que Marcelo Cezar aprendió las bases de la espiritualidad, entre ellas, el amor y el respeto por sí mismo y, en consecuencia, por las personas que lo rodean. Sus novelas buscan retratar precisamente esto: cuando aprendemos a amarnos y aceptarnos a nosotros mismos, somos capaces de comprender y aceptar a los demás. Así nace el respeto por las diferencias.

    En enero de 2014, el libro El Amor es para los Fuertes, uno de los éxitos de la carrera delescritor, con más de 350 mil ejemplares vendidos y 20 semanas en las listas de los más vendidos, fue mencionado en la telenovela Amor à Vida, de TV Globo. En entrevista con Publishnews, el autor de la novela, Walcyr Carrasco, dice que él personalmente elige libros que se ajusten al contexto de la trama.

    En 2018, después de dieciocho años en la Editora Vida & Consciência, Marcelo Cezar publicó la novela Ajuste de Cuentas, con el sello Academia, de la Editora Planeta. En 2020, el autor firmó una sociedad con la Editora Boa Nova para lanzar sus novelas y relanzar obras agotadas.

    Participa en diversos eventos a lo largo del país, promocionando sus obras en ferias del libro, talk shows, entre otros. En 2007, fue invitado por la entonces Livraria Siciliano para ser patrocinador de su tienda en el Shopping Metrópole, ubicado en la ciudad de São Bernardo do Campo. Con la marca actual de dos millones doscientos mil ejemplares vendidos, Marcelo Cezar es autor de más de 20 libros y admite que tiene mucho que estudiar y escribir sobre estos temas.

    Se supone que los libros están inspirados en el espíritu Marco Aurelio¹.

    Del Traductor

    Jesus Thomas Saldias, MSc., nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80's conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrado en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Perú en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, habiendo traducido más de 160 títulos, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    NOTAS PRELIMINARES

    Un fuerte olor penetró en sus fosas nasales. El ruido de un coche. La risa. Y nada más.

    Tenía la boca seca y a pocos metros la joven vio una jarra de agua. Su cuerpo gateaba y se deslizaba hacia el lugar.

    Ella la tomó y la olió. No sintió nada. Era agua.

    Lilian tomó un sorbo del contenido del frasco. Se secó los labios con el dorso de las manos y sintió hambre.

    – ¿Dónde estoy?

    Palpó el suelo, miró mejor el lugar. Se mordió los labios y se preguntó.

    – ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué es este lugar?

    Mientras trataba de concatenar sus pensamientos, un hombre con ropa interior larga y mugrienta entró en el almacén. La miro, y sonrió. Una sonrisa ordinaria.

    – ¿Te despertaste pequeña?

    – ¿Quién eres tú?

    – Un regalo...

    Aunque tenía unos treinta años, era muy alto y fornido. De hecho, era un estibador que trabajaba en el muelle del puerto.

    Edmundo le había pedido que dejara a Lilian allí unos días hasta que la ex madrastra le diera el aviso que la niña podía ser liberada.

    Edmundo no quería escuchar las advertencias de Dinorá, pensó que era un poco sentimental. No tenía nada que ver con la chica y no le importaba lo que pudiera pasarle.

    Bien sabía que Zezão, el estibador, era un hombre sin escrúpulos, sin moral y, sobre todo, un pervertido.

    – Al diablo con lo que le vayan a hacer. Hice lo que prometí – se dijo a sí mismo, encogiéndose de hombros mientras regresaba a la ciudad.

    Lilian sintió que el miedo se apoderaba de su cuerpo.

    Estaba demasiado cansada y todavía aturdida para escapar de ese matón. Ella estaba arriconando su cuerpo en la esquina, detrás de una bolsa de café.

    – No sirve de nada esconderse.

    – ¿Eh?

    – Te atraparé.

    – Por favor, suplicó. No me hagas daño.

    – No te lastimaré.

    – ¿Por qué te acercas?

    – ¡Haces demasiadas preguntas!

    – ¿Por qué te desnudas...?

    – ¿Necesito responder?

    No pasó ni un minuto y el hombre le tapó la boca y en un abrir y cerrar de ojos estaba encima de ella. Él le arrancó la ropa, le abrió las piernas y se acostó sobre ella sin dolor ni piedad. Lilian dejó escapar un grito desesperado.

    – Cálmate, pequeña. Así es la primera vez, luego te acostumbrarás y pedirás más –. Las lágrimas corrieron e inundaron su carita asustada y contraída.

    El dolor era inmenso y, mientras ese ser abominable cabalgaba sobre su cuerpo con furia y placer, no tenía mucho en qué pensar.

    Lilian lloraba suavemente y fue inútil tratar de deshacerse de ese ser repugnante. En un momento, recordó a Carmela y las mariposas.

    Pensó en mariposas. Llenó la cabeza de mariposas.

    Trató de apartar su mente de ese lugar sucio, intentó desviar su mente de aquella sórdida escena. Sin embargo, el dolor era tan grande que Lilian no pudo resistir.

    Mientras el estibador se aprovechaba de ese frágil cuerpecito, ella perdió el conocimiento. Se desmayó.

    * * *

    Carmela había terminado de lavar la vajilla del café.

    Se estaba sintiendo bien, aunque una ola de preocupación persistió en cernirse sobre su cabeza y alterar su orden.

    Inmediatamente, la imagen de Lilian apareció en su pantalla mental. La sensación no fue la más agradable.

    Carmela encendió la radio y sintonizó un programa de música. Se dejó entretener con una canción muy de moda en ese momento.

    Trató de tararear la música de Carmen Miranda, pero la ansiedad persistió. Esa extraña sensación continuó oprimiendo su pecho.

    Apagó la radio y se dirigió a la sala de estar.

    Cerró las cortinas y se sentó cómodamente en un sillón. Respiró hondo y soltó el aire lentamente. Nuri se acercó y la tranquilizó.

    – Todo está bien.

    Carmela sintió la presencia amistosa y sonrió. Repitió:

    – Todo está bien.

    Luego hizo el ejercicio que había aprendido de los libros.

    – Me quedo conmigo, con mi energía.

    Carmela repitió la misma frase varias veces. Luego continuó más tranquila y serena:

    – Lo que es bueno es mío; lo que no es bueno, no me pertenece.

    – Quiero que lo que no me hace sentir bien se presente, tome forma. En un instante, la imagen de Lilian apareció frente a ella.

    – ¿Por qué estás vinculada a mí?

    En unos momentos llegó la respuesta. La imagen de Lilian apareció con desesperación frenética:

    – No estoy bien. Ayúdame. Ayúdame.

    Incluso sin saber dónde estaba Lilian, Carmela podía hacer que sus vibraciones llegaran a su amiga. Cerró los ojos, pidió ayuda a sus amigos espirituales y, con la ayuda de Nuri, produjo en su mente un poderoso vínculo de luz violeta que salió de su pecho y alcanzó a su amiga. Fue en ese momento que Lilian perdió el conocimiento y se desmayó.

    Nuri sonrió con satisfacción.

    – Gracias por enviarle tus energías a Lilian.

    Te agradecemos tu ayuda tan necesaria.

    Entonces, Carmela sintió que un leve calor invadía su pecho. La desagradable sensación se había ido y se sentía mejor.

    Aunque una leve sensación de malestar intentó apoderarse de su espíritu, Carmela se negó a tener contacto con esa sensación.

    – Estoy bien y esa sensación desagradable no me pertenece.

    – Estoy aquí para ayudar y no para soportar el dolor de nadie.

    Cada uno es responsable de sí mismo. Deseo lo mejor para mí y para todos los que me rodean.

    – Especialmente a ti, Lilian.

    – Yo te amo. Siente como mi amor se acerca a ti y te tranquiliza. Todo está bien –. Nuri le dio las gracias y desapareció en el aire. Carmela abrió los ojos.

    Se levantó y, mientras volvía a abrir las cortinas de la sala, María entró corriendo, desesperada:

    – Hija, el chico de la funeraria me trajo el certificado de defunción –. Carmela se secó las manos con el paño de cocina y se dirigió hacia el umbral. Miró el documento.

    – Extraño.

    – ¿Qué es extraño?

    – Me estaba sintiendo rara y sentí que Lilian no estaba bien.

    Le envié energías positivas. No sentí que Clara estuviera equivocada.

    – Estás más apegada a Lilian. Tiene sentido pensar más en ella.

    – No. Estoy segura que hay algo extraño aquí.

    – No siento dolor, no siento nada. Mi corazón dice que Clara está bien.

    – Debe haber sido porque ese hecho nunca había sucedido antes.

    Y el libro en cuestión estaba bastante adelantado, casi terminado.

    Pero como buena secretaria en el Más Allá, obedecí. Para tranquilizarme, me dijo que había conocido a una amiga, un espíritu muy apreciado en las esferas superiores, y ella le había contado, en sus propias palabras, una historia de vida fascinante.

    Al día siguiente, todavía cauteloso, corrí a los brazos de Zibia Gasparetto.

    Cualquiera que me conozca se reirá, porque hay que imaginarse a un hombre de casi dos metros de altura sentado en el regazo de una señora de poco más de un metro sesenta. Hablamos de lo que pasó y Zibia también me tranquilizó diciendo que, muy probablemente, la nueva historia tenía más que ver con nuestro tiempo, con nuestro momento, que confíe en una mayor espiritualidad.

    Unos días después de este, digamos, choque espiritual, fui a la reunión semanal del grupo de estudio mediúmnico dirigido por Luiz Gasparetto.

    Cerca del final de los estudios, una médium se me acercó y me dijo que un espíritu en forma de mujer estaba a su lado y quería hablar conmigo.

    La médium incorporó; es decir, dio paso al espíritu para comunicarse conmigo y este último se presentó.

    Fue Naná, el líder de las obras espirituales; es decir, el espíritu responsable del trabajo de esa semana. El espíritu me dijo que le estaba contando muchos pasajes de su última encarnación en la Tierra a mi mentor Marco Aurélio y que él, fascinado con la historia, había decidido transmitirla frente al otro que estábamos escribiendo.

    Naná, un espíritu muy lúcido, de impresionante belleza y fuerza, además de una luz hermosa y envolvente, me confió que había sido una figura importante de la élite paulista en la primera mitad del siglo pasado.

    Amante del arte y preocupado por llamar la atención de todos los estratos sociales, trabajó y utilizó su influencia y fortuna para hacer accesible la cultura a todos. La conversación fue agradable, pero el trabajo espiritual estaba llegando a su fin.

    Me aseguró que estaba terminando de contarle todo a Marco Aurélio y que a la semana siguiente él me contaría la historia.

    Así se hizo. En dos meses psicografié el libro.

    Y hablo propiamente de psicografía porque este libro, de hecho, fue totalmente dictado, sin la menor interferencia de mi parte, algo común en las obras psicografiadas.

    En esta hermosa novela, Naná se presenta como Valentina, obviamente un nombre ficticio, con el fin de preservar la intimidad de las personas reales involucradas y no exponerlas a la curiosidad pública, aunque los protagonistas principales que participan en esta historia, en particular, están desencarnados.

    Todos, sin excepción, ya están allí, del otro lado.

    No estamos aquí para hablar de fulano de tal, que fue importante o ilustre, sino de espíritus que desean compartir con ustedes las valiosas experiencias de vida aprendidas en este planeta en su último viaje.

    Según las palabras del querido espíritu Lucius que nadie, al leerlo, busque descubrir nombres o personas que nuestra ética ha decidido que era necesario ocultar y que ciertamente no aportará nada a los objetivos de esta narrativa.

    A pedido de Naná, fue necesario investigar e incluir notas a pie de página, para darle más consistencia y coherencia al trabajo mediúmnico.

    Nuestra revisora, Fernanda Rizzo, también intuida por amigos espirituales, terminó enriqueciendo la obra con algunas observaciones muy interesantes durante la preparación de los originales para la impresión.

    En la preparación de los originales para su publicación, los espíritus aprobaron la inserción de 26 notas explicativas, aproximadamente una cada veinte páginas.

    Soy fanático de estas notas, ya que alimentan mis conocimientos y satisfacen mi curiosidad. Si usted, como yo, tiene curiosidad por ciertos hechos, nombres, fechas y situaciones, estará encantado con las notas.

    Sin embargo, si no eres fanático de las notas al pie de página y crees que interrumpen la narrativa, está bien. Simplemente no mires hacia abajo cuando aparezca una de ellas y sigue la lectura adelante, ya que las notas al pie de página no perturbarán, bajo ninguna circunstancia, la comprensión del trabajo. Esta novela habla de la confianza en el bien, la necesidad de conexión diaria con Dios y la necesidad de ser personas más amorosas, cariñosas y tiernas.

    Después de todo, una dosis diaria de simpatía y ternura que podemos compartir con nuestros seres queridos, familiares, amigos, personas mayores, empleados, jefes, etc., no hace daño ni requiere tanto esfuerzo; al contrario, filtra y mejora las energías que nos rodean, dándonos la posibilidad de una vida más equilibrada, serena y feliz.

    Necesito ternura. Necesitas ternura.

    El planeta necesita mucha ternura para afrontar las adversidades de hoy y de mañana.

    Les deseo una buena lectura.

    Un cálido abrazo,

    Marcelo Cezar.

    PRÓLOGO

    Lilian abrió la puerta de la casa con furia y cruzó corriendo la habitación, jadeando y completamente desorientada. Le costaba respirar y tuvo que apoyarse en un mueble para no caer, tanto cansancio y malestar. Estaba aturdida.

    Las duras palabras que Dinah había gritado hace unos momentos resonaron con fuerza en su mente:

    – Paul y Natalie están juntos. Para ser más exactos, están enamorados.

    – ¡Imposible! Prometió quedarse conmigo.

    – Compruébalo tú misma. Justo ahora.

    – Siempre fuiste cruel. Nunca he conocido a una persona tan vil en mi vida.

    – Soy realista. Estoy tratando de abrirte los ojos.

    – ¡Qué placer te da ver sufrir a otros! ¿Por qué me odias tanto?

    – ¡¿Yo?!

    – Sí. ¿Por qué me odias y no soportas mi felicidad?

    – No te odio a ti ni a tu felicidad – mintió.

    – Siento pena, lástima. Dices que Natalie es tu amiga y lo dudo.

    – Ella lo es. ¡Me llenas la cabeza de esas tonterías absurdos porque estás celosa de nuestra amistad! Nunca aceptaste el hecho que Paul me prefería. No le gustas.

    – ¿Ves que nunca serás suya?

    Un destello de rencor apareció en los ojos de Dinah. Un odio sordo brotó de su pecho.

    – Si Paul no me quería, ese es su problema. Sin embargo, no mereces ser traicionada de ninguna manera.

    – No te gusto, ¿por qué me hablas de esta supuesta traición a Paul?

    – ¿De repente te convertiste en mi mejor amiga? Sé que fuiste tú quien me encerró en ese sanatorio. ¡Te odio!

    Dinah negó con la cabeza hacia los lados. Cuando volteó, su rostro también cambió. Se convirtió en el rostro de otra mujer. Pero fue muy rápido.

    Lilian pensó que estaba loca. Creía que era el nerviosismo de ese momento.

    La joven entrecerró los ojos y los clavó en los de Dinah, pero ella apartó la cara hacia atrás y rugió:

    – ¡Estúpida! Lo repetiré: te estoy abriendo los ojos. Tu amigo te está poniendo cuernos en la cabeza.

    – ¡No puede ser!

    La risa sarcástica de Dinah fue terriblemente inquietante.

    – ¡Idiota! Siempre te metieron fácilmente en la conversación.

    – No, yo... – Dinah la interrumpió:

    – ¡Paul está con Natalie! Te han estado engañando durante mucho tiempo.

    – Te ama, sin duda, pero prefiere el dinero de Natalie.

    – Ella es mi amiga. A ella le gusto.

    La risa aguda de Dinah llamó la atención de los transeúntes.

    – ¡Tonta! Además de tonta, eres ciega. Natalie me dio la idea de meterte en el sanatorio.

    – Lia te quiere lejos de Paul.

    – ¡Eso no! Lilian se llevó la mano en la cabeza y luego trató de taparse los oídos.

    No quería escuchar, no quería escuchar nada más. Dinah estaba siendo muy dura con ella. Después de tantos días tristes, días terribles en ese sanatorio, Lilian se sentía confundida. Dinah estaba tratando de llenar su cabeza de mentiras.

    Era eso. Ella sonrió y se encogió de hombros, tratando de ocultar su nerviosismo.

    – Olvídalo. Esta vez no destruirás mi felicidad.

    – Él me ama y nunca te amó a ti ni a Natalie, ni siquiera a Claire.

    – Pon eso definitivamente en tu cabecita hueca –. Dinah apretó los dientes con furia.

    – Estás loca, eso es. ¿Olvidaste que ha pasado el tiempo? ¡Mírate! Lilian no entendió y Dinah continuó diabólicamente:

    – Corre y ve a la posada al final de Lepic Street. Se aman allí, en esa casucha.

    – ¿Y por qué se amarían en una casucha? Natalie tiene dinero.

    – Tiene dinero, pero todavía está legalmente casada. Necesita encontrarse a escondidas con Paul.

    Lilian no escuchó nada más. Dinah siguió hablando y riendo y una horda de mujeres, atentas a la discusión, se rieron y señalaron con los dedos llenos de sarcasmo e indignación en dirección a la pobre chica.

    – ¡Loca! – gritó una.

    – ¡Idiota y ciega! – gritó otra.

    – ¡Con cuernos! – rio otra.

    La risa creció a medida que aumentaba su desesperación. Lilian se levantó la falda y corrió tan rápido como pudo. Tan pronto como llegó a su casa gritó:

    – ¡Paul! ¡Paul! ¿Estás en casa?

    Nada. Una de las sirvientas entró en el gran salón, asustada.

    – ¿Quién eres tú?

    Lilian respiró hondo y preguntó:

    – ¿Dónde está Paul?

    – Monsieur Deubreil no está. Salió un poco más...

    Lilian no escuchó el final de la oración. Sacudió la cabeza hacia los lados, sus ojos parecían querer salirse de sus órbitas.

    Notó una colección de armas en el estante frente a ella.

    Le temblaban las manos y le sudaban. Dejó caer a la criada al suelo, corrió hacia la estantería y rompió el cristal con un puñetazo.

    Sacó un revólver de la colección, se lo puso en medio del escote, se la ajustó entre los senos llenos y salió corriendo. Aceleró el paso y aceleró lo más rápido que pudo.

    Lilian subió con toda su fuerza las empinadas laderas del barrio de Montmartre, se detuvo frente a la iglesia, jadeando. Intentó decir una oración, pero fue en vano, porque sus pensamientos no podían mantenerse en orden. Su mente estaba envuelta por la niebla de la desconfianza, la inseguridad y la traición.

    Hizo la señal de la cruz y continuó su camino. Corrió tan rápido como pudo, y justo después de eso, en la esquina de la calle, vio la posada. Era un edificio de dos pisos, si es que esa casucha de habitaciones baratas se podía llamar así, una quinta categoría.

    Lilian respiró hondo, levantó la barbilla y entró.

    Un hombre con cara de pocos amigos la miró.

    – ¿Qué quieres?

    – ¿Dónde están? preguntó nerviosamente.

    El hombre dejó a un lado el ceño fruncido. Una mirada de asombro apareció en su rostro.

    – ¿Perdón?

    – ¿Dónde están? Sé que están aquí.

    Sin dejar que el hombre terminara su razonamiento, Lilian subió las escaleras de madera que conducían a las habitaciones. Abrió puerta por puerta, incluso ante la protesta de los invitados, muchos de ellos en situaciones comprometedoras, avergonzados de ser tomados por sorpresa mientras mantenían relaciones sexuales.

    Al final del pasillo, mientras se acercaba a la puerta, los gemidos de amor se volvieron intensos. Lilian se mordió los labios, abrió la puerta de par en par y se encontró con una escena que nunca querría ver en su vida.

    La vela que iluminaba la habitación, se apagó de repente. Pero era imposible no verlo. Paul y Claire estaban acostados, abrazándose.

    Los dos estaban tan envueltos en caricias que ni siquiera notaron la entrada repentina de Lilian en la habitación.

    Solo su grito de indignación les hizo darse cuenta de su presencia.

    – ¡Sinvergüenzas! ¡Dinah tenía razón!

    Paul saltó al final de la cama y se levantó de un salto. Sus ojos se agrandaron:

    – ¡¿Qué haces aquí?! – Preguntó, perplejo.

    – ¿Quién eres tú? era el turno de Claire, con una voz casi débil.

    Lilian no podía hablar. Su garganta estaba seca, su corazón latía con fuerza.

    Nunca había visto a Claire, solo había oído hablar de la chica. Pero Dinah había dicho que Natalie estaba allí.

    – ¿Dónde está Natalie?

    – No lo sé. ¿Por qué preguntas? – Preguntó Paul, en un estado de apoplejía.

    Lilian tomó el revólver de entre sus pechos y apuntó. Claire se tapó la boca con la mano para sofocar el grito de horror.

    – ¡Ustedes merecen morir!

    Hubo gritos, pedidos de aclaraciones, clemencia.

    Una pareja de enamorados, al entrar en la posada, escucharon los disparos secos desde arriba.

    La mujer, asustada, sacó al muchacho. El gerente inmediatamente subió las escaleras lo más rápido que pudo, pero ya era demasiado tarde.

    Uno, dos, tres tiros. Tres cuerpos ensangrentados en el suelo. Tres muertes.

    Tres almas unidas por los lazos de la traición, el odio, la falta de perdón y, sobre todo, la falta total de ternura en sus corazones.

    CAPÍTULO 1

    Fueron tiempos difíciles y toda la gente debía respetar el toque de queda.

    La ciudad parecía abandonada, sin vida. El único sonido que se escuchaba de vez en cuando provenía de las copas de los árboles susurrantes, movidos por la suave brisa de la madrugada.

    En una casa de clase media en São Paulo, todo parecía tranquilo y pacífico.

    Todos dormían profundamente. De repente, un grito seco resonó en la habitación oscura.

    Lilian gritó y luego se despertó, sus ojos muy abiertos expresando puro terror y las espesas gotas de sudor corriendo por su frente.

    Clara encendió la luz de la lámpara de noche. Saltó sobre la cama de su hermana.

    – ¿Qué es?

    – Esa pesadilla, de nuevo –. Lilian abrazó a Clara.

    – Sangre, muerte, ya no quiero tener esa pesadilla. Ni siquiera conozco a esa gente...

    – ¡Shh! – Clara abrazó a su hermana y le pasó las manos suavemente por su cabello largo y liso.

    – Pasará. – Tengo miedo. Esa mujer. Se me pone la piel de gallina con solo recordar las horribles palabras y su risa incontrolada.

    – ¿Esa Dinah?

    – Creo que es Dinah, Dina... – Clara se rio.

    – ¿Es porque nuestra madrastra se llama Dinorá?

    – ¡Ella no es nuestra madrastra! Qué locura, Clara.

    – Vive con papá...

    Lilian se pasó el dorso de las manos por la frente y notó que el sudor se había disipado. Se olvidó de la pesadilla por ahora.

    Podría haberlo hecho. Estaba acostumbrada a tener ese mismo tipo de pesadillas.

    Desde que murió su madre hace unos años, había soñado con esta secuencia de escenas y el trágico final que resultó en sangre y muerte. Suspiró profundamente.

    Miró a Clara.

    ¿Cómo explicarle a la hermanita de cinco años que Dinorá era una mujer que vivía con su padre sin haberse casado con él?

    ¿Cómo definir qué era una concubina? Sacudió la cabeza hacia los lados y abrazó a Clara.

    – Tienes razón. Veo a esta mala mujer en mi sueño.

    – Incluso se parece a Dinorá.

    Una voz familiar y aguda se escuchó en el pasillo:

    – ¿Despiertas?

    – ¡Oh! ¡La leona se despertó!

    La voz seguía siendo aguda.

    – ¿Están despiertas? No puedo creerlo –. Clara escondió su rostro en el pecho de su hermana.

    – Esta vez ella nos pegará.

    – No lo hará.

    Dinorá entró en la habitación como un tifón. Llevaba el pelo recogido en rulos y la crema blanca derretida en su rostro la hacía parecer una bruja como la que se relata en los cuentos de hadas. Solo faltaba la verruga prominente en la punta de la nariz.

    – ¡Son las tres de la mañana! – Gritó –. ¡Tres de la mañana! Quiero dormir más.

    –Tengo un día lleno de compromisos, y ¡las dos allí dando chacota! ¿Dónde se ha visto?

    Lilian respondió:

    – Está bien. Tuve una pesadilla. Solo eso.

    – ¿Pesadilla? ¿De nuevo?

    – Tengo miedo. Es el clima de guerra en el que vivimos.

    – Cuántas tonterías. Es falta de correctivo.

    Dinorá se quitó una de sus pantuflas y las amenazó.

    Las hermanas dieron un paso atrás, se levantaron y se abrazaron.

    – ¡Vuelvan a la cama ahora! Las llamo a las seis y media.

    – No quiero ver a nadie con cara de sueño y si alguno de las dos se queja que no durmió bien. ¡Juro que se comerá el cuero!

    Amenazó, como siempre hacía, rodó sobre sus talones, volviendo a su habitación. Lilian y Clara regresaron a sus camas.

    – Será mejor que obedezcas, Lilian.

    – Lo sé, pero tengo miedo.

    – Estoy aquí para protegerte –. Lilian sonrió con ternura.

    – Eres una niñita. Yo debería cuidar de ti, no al revés.

    – Solo somos nosotras dos en el mundo. Te quiero mucho –. Dijo Clara y besó a su hermana en las mejillas. Ella continuó:

    – También contamos con la amistad de Carmela.

    Un brillo emocional apareció en los ojos de Lilian.

    Luego se desvaneció. Ella se mordió los labios con ira.

    – Carmela es como nuestra hermana, pero lamentablemente no vive con nosotros.

    – Pero es tu amiga.

    – Es cierto. Carmela es como una hermana mayor.

    – Me alegro de tenerla cerca.

    – ¿Ves lo afortunadas que somos?

    Lilian inclinó la cabeza hacia los lados. Clara era muy pequeña y no entendía que la vida no era un lecho de rosas. Reflexionó:

    – Desde que papá se fue a la guerra, he sentido falta de protección.

    – Lo extraño – dijo Clara, suspirando.

    – ¡Pero debemos obedecer, bajó la voz, esa mujer!

    – No pensemos en cosas malas. Oremos para que papá regrese sano y salvo a casa.

    – ¿De qué servirá Clara?

    – No lo sé, pero puede ayudar. Carmela dice que rezar ayuda y calma al corazoncito.

    – Aun eres muy pequeña. Cuando seas mayor, habrá muchas decepciones en la vida.

    – El mundo no es bueno.

    – Me gusta el mundo.

    Lilian cambió de tema. Clarita era inocente y alegre.

    Para su hermanita todo era hermoso. Quién sabe, cuando Clara cumpliera los doce años, su edad, miraría al mundo y a las personas con otros ojos.

    El mundo era inteligente y la gente buena no tenía ninguna posibilidad de ser feliz. Lilian creía que el mundo era así, lleno de obstáculos y dificultades.

    Cuando era niña, vio morir a su madre y estaba muy enojado con la vida. Se sentía sola y desprotegida.

    La relación con su padre se basaba en la obediencia y si no fuera por Carmela, su vecina y amiga cercana, Lilian habría terminado con su propia vida.

    Ya había pensado en suicidarse o incluso en desaparecer del mundo.

    Pero ¿qué hacer? La vida la había puesto en esa casa, con la mujer que su padre había puesto allí para reemplazar a su madre y tenía también a la pequeña Clara.

    Si tuviera una opción, Lilian preferiría tener otra vida.

    Sin embargo, la vida era dura, triste, fea. Lilian desconfiaba de todo y de todos. Creía que detrás de una buena intención siempre había una segunda mala intención. Su espíritu, a través de las más diversas experiencias, a lo largo de algunas vidas, desprovisto de afecto y cariño, creyó que el mal siempre vencía.

    Resopló y se volvió hacia Clara.

    – No me gusta Dinorá.

    – Papá la

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